"Gracias por su compra, vuelva pronto." Le despidió la dependiente después de devolverle el cambio.
Agasa sonrió antes de salir de la tienda y caminó sin apagar la sonrisa de la cara. Era la tercera librería a la que había tenido que ir, pero había valido la pena después de conseguir esa última revista de informática y programación. Le gustaba poder actualizarse y sacar provecho de esas nuevas tecnologías para hacer que sus inventos sean cada vez mejores. Después de echarle un ojo a este libro, estaba seguro de que el dron que quería programar sería el mejor que había hecho hasta a fecha.
"¡Ya estoy de vuelta!" Saludó a su mujer con alegría.
"Al fin, estaba apunto de llamarte." Contestó Fusae con la cara algo más seria que la suya.
"¿Ha pasado algo?" Preguntó alzando una ceja a la vez que se descalzaba para cruzar el recibidor.
"¿Tienes algún despertador en el sótano?" Preguntó Fusae frunciendo el ceño. "Llevo rato escuchando un ruido que suena por momentos y no consigo encontrarlo. Parece un despertador, pero no lo sé." Intentó explicar.
"¿Despertador?" Preguntó confuso segundos antes de abrir los ojos como platos y dejar la revista que había comprado para dirigirse a paso ligero hacia el sótano. "Claro, ahora voy a apagarlo." Dijo con un tono algo nervioso.
Bajó las escaleras recordando aquel teléfono de línea segura (como él llamaba) que había inventado hacía ya bastante tiempo. Ni siquiera sabía si funcionaba en la actualidad, pero la descripción que le había dado Fusae, solo se asemejaba a eso. No tenía teléfonos ni radios en el sótano y lo había inventado para cuando los adolescentes eran Conan y Ai.
Y si Shinichi estaba viviendo justo a su lado entre cierta normalidad, solo había una persona que conociese ese número y que pudiese hacer todas esas llamadas.
Shiho.
Se quedó en silencio buscando entre los cajones, pensando en que rincón de la habitación lo había dejado y esperando con impaciencia que llegase otra llamada.
Pip pip piiiip
Su sonrisa volvió a su cara y se apartó de los cajones para seguir el sonido hasta encontrar el aparato un poco polvoriento justo al lado de la corriente. No recordaba muy bien como funcionaba, pero se apresuró a contestar la llamada antes de que finalizase.
"¿Si?" Se escuchaba el aire chocar en la otra línea, pero nadie emitía palabra. "¿Ai…eres tú?" El silencio era desquiciante. Se puso bien las gafas caídas como gesto nervioso y se aclaró la garganta antes de fruncir el ceño. Si al final no era más que una desafortunada broma, no tenía ninguna gracia."Oye, s-"
"¿Cómo estás?"
Su voz era casi inaudible, un susurro que parecía parte de su imaginación pero que él reconocía a la perfección.
"Shiho." Suspiró de alivio."Estoy bien…han pasado muchas cosas…" Dijo sintiendo una extraña mezcla de alivio y nervios.
"Lo sé…"
"¿Tú estás bien? ¿Dónde estás? ¿Cuándo vas a volver?" Preguntó sin parar, sin poder evitar sonar algo desesperado.
"Estoy bien…" Contestó en otro susurro.
Sus palabras no le convencían. "Shinichi no quiere contarme mucho, pero…estoy preocupado." El silencio volvió como respuesta, acompañado de un largo suspiro. "Puedes volver, se pueden hacer bien las cosas. No tienes que pasar por más, el FBI me ha di-"
"El FBI solo quiere que vuelva para que hable todo lo que sé, no quieren mi persona, solo quieren mis confesiones, al igual que Kudo." Apretó los dientes sintiendo como si fuesen hienas hambrientas con ganas de morder su cuello.
"Ai, por favor…"
"Mire profesor, sé que se preocupa porque yo también me preocupo por usted…pero no es tan fácil y las cosas han cambiado demasiado."
"Pero Akai me dijo qu-"
"No, ¡Basta!" Le cortó alzando más la voz de lo que quería. No podía seguir encaminando la conversación por ahí. "Lo siento…pero tienes que olvidarte de Haibara, porque ya no existe." Dijo ella mordiéndose el labio para no emocionarse. El ruido de los aviones se escuchó cortando el silencio que se había formado. Ella lo tenía decidido, tenía que liberarlos de una vez por todas. "Cuide su salud y deje de preocuparse."
"Ai, espera." Intentó frenarla inútilmente al mismo momento que escuchaba como la llamada se había cortado.
Agasa intentó devolver la llamada, pero era imposible, el número que había utilizado no dejaba recibir llamadas. Maldijo un par de veces y se guardó el pequeño teléfono en el bolsillo antes de salir de la habitación para volver a subir.
Llevaba mucho tiempo sin saber nada de ella y no esperaba una conversación como esa. No sabía si sentirse contento por escucharla o más preocupado por lo que había dicho.
"Cariño, ya está arreglado." Comentó volviendo al salón a la vez que intentaba no mostrar la preocupación.
"Que alivio." Le sonrió desde el sofá. "Tenemos visita."
"Buenas tardes, Agasa." Le saludó el joven detective.
"¿Podemos hablar un momento?" Preguntó Akai antes de beber de su café.
Fue sorprendente la rapidez con la que Shinichi y Akai habían aparecido en su casa, daba hasta algo de miedo.
"Fusae, ¿te importaría dejarnos charlar un rato?" Le preguntó a su mujer para no preocuparla.
La mujer se marchó para dejarles solos y el profesor se sentó en el sofá con el ceño fruncido ante la confusión. "¿En que puedo ayudaros?"
Shinichi se giró para mirar a su compañero y Akai asintió con la cabeza a la vez que sacaba una pequeña grabadora de su bolsillo y le daba al play.
Agasa rió y negó con la cabeza. "¿Habéis puesto escuchas en mi casa?" Preguntó ofendido.
"¿Te ha dicho donde estaba?" Preguntó Akai sin responderle.
"¿Es que ahora os dedicáis a espiarme?" Siguió preguntando cruzando los brazos molesto. "Pensaba que colaborábamos los unos con los otros…al menos pensaba que confiabais más en mí."
"No es eso…" Negó Shinichi sintiéndose mal. "Solo queríamos aprovechar la oportunidad si en algún momento le daba por llamar o aparecer por aquí…sé que a mí no me diría nada, pero tú…contigo tiene un trato diferente. Y al final, no ha podido evitar llamarte."
El profesor suspiró entendiendo la situación, pero no menos molesto de ser espiado. "No me ha dicho donde está. He intentado llamarla de vuelta, pero no he conseguido dar llamada." Acabó explicando.
"¿No escuchaste nada o dijo algo que pudiese darnos una pista?" Preguntó Akai completamente atento. "Sabes lo importante que es."
"Se escuchaba mucho aire y ella hablaba con un tono muy bajo." Dijo sin recordar nada extraño.
"Cualquier detalle puede sernos útil."
"Apenas he hablado con ella un par de minutos y no ha querido cruzar más palabras de las necesarias." Dijo acomodándose las gafas mientras recordaba la llamada en su cabeza."Bueno…"
"¿Recuerda algo?" Preguntó Kudo prestando atención.
"Puede que no sea relevante, pero se escuchaban aviones. Era un ruido algo más fuerte de lo habitual."
"¿Aviones?" Preguntaron los dos a la vez que se miraban.
Shiho colgó la llamada con la mano temblorosa y salió de la cabina telefónica inquieta y nerviosa. Tenía muchas ganas de poder hablar con él y saber que estaban bien, pero aunque lo hubiese escuchado, seguía sin sentirse aliviada.
Gin se encendió un cigarro a la vez que se apoyaba en el capó del coche y la observaba acercarse. "¿Te sientes mejor?" Preguntó soltando el humo.
Ella negó con la cabeza sin mirarle, volviendo al interior del coche para golpear el volante con importancia y rabia. "¡Joder!"
El rubio le dio un último vistazo al aeropuerto antes de tirar la colilla y volver al coche. Él no había estado nada a favor de realizar esa llamada, pero la conocía lo suficiente como para saber que lo necesitaba, y él no iba a desaprovechar cualquier oportunidad para poder engañar a Akai y sus marionetas.
Palpó su hombro herido y apoyó el brazo en la ventanilla, observándo como sus dedos se clavaron en el volante aun con el motor parado. Estaba siendo un día demasiado intenso…a Gin apenas le afectaba o importaba, pero ella se sentía angustiada y seguía perdiendo gente aún pensando que no tenía a nadie.
"Deberíamos irnos." Comentó asegurándose de que no tenían compañía observando por el retrovisor.
Ella respiró hondo antes de arrancar el coche y volver a la carretera. Llevaban todo el día circulando por carreteras secundarias y muy poco circuladas, obviamente sin cámaras de tráfico. El camino era más largo y pesado, sí, pero sin un destino fijo al que ir, le importaba bien poco las vueltas que diesen.
Eran como dos perros perdidos intentando evitar una tormenta inevitable.
Había anochecido, estaba cansada y las cosas estaban yendo de una manera que nunca hubiese imaginado. Después de todo, tenía que volver a huir, y aunque no fuese algo de lo que se enorgullezca, sabía de sobras que ni la organización ni la sociedad actual estaban dispuestos a dejarle vivir de una maldita vez en paz.
Ella solo quería seguir caminando y olvidar, pero todo su alrededor le forzaba a recordar y vomitar cada recuerdo una y otra vez. No quería permitir que nadie la utilizara nunca más.
Condujo casi dos horas atravesando más pueblos que no conocía, y cuando llegó la media noche, la falta de combustible y el cansancio les obligaron a parar.
Estaban cerca de Kioto, pero ninguno de los dos conocía lo suficientemente bien la zona.
"¿Quieres pasar la noche en el coche o buscamos un hostal?" Preguntó la pelirroja dejando caer la cabeza hacia atrás a la vez que quitaba la llave del contacto.
Gin frunció el ceño y abrió la puerta para salir. Sabía que continuar improvisando no era la mejor de las opciones, pero era la única que tenían. "Deberíamos investigar un poco la zona. Llevas todo el día conduciendo, no vas a descansar bien dentro de ese trasto y tampoco es una buena opción entrar en un alojamiento del que luego nos puedan reconocer o pedir un carnet de identidad."
Ella se sorprendió y acabó asintiendo antes de salir del coche cogiendo sus cosas. Habían acabado en un pueblo pequeño y estaba todo bastante oscuro. Suspiró sin poder esconder el cansancio y se obligó a caminar, no recordaba lo cansado y estresante que era llevar una vida criminal.
Gin paró en una de las casas de las afueras y apartó el cartel de "se vende" antes de caminarse hacia la entrada. Ella le siguió un poco confusa sin dejar de mirar a sus espaldas por si alguien les pretendía seguir o les veía.
"¿Quieres que nos quedemos aquí?" Preguntó Sherry observando lo abandonada que estaba la casa.
"Al menos un par de días. No podemos seguir moviéndonos sin saber a donde ir, las carreteras estarán llenas de controles y si no pensamos algo solo conseguiríamos ponernos en bandeja." Explicó observando el polvo acumulado del salón. "No parece que nadie ha pisado esta casa por años y está algo escondida y apartada del pueblo, puede ser la mejor opción para tratar de descansar."
La pelirroja asintió intentando quitar el polvo de la habitación como podía. No se veía una casa vieja, pero se notaba que llevaba tiempo inhabilitada. Gin dejó sus cosas para intentar arreglar el cuadro de luces y devolver la electricidad de la casa mientras ella recogía como podía.
Las luces parpadearon un tiempo después y ambos se sentaron en la mesa, ahora limpia, ya rendidos y cansados.
"¿Hay fideos?" Preguntó Gin sorprendido al ver el bote de comida instantánea que la pelirroja acababa de dejar encima de la mesa.
"Metí muchas cosas en la maleta y pensé en cogerlos justo antes de marcharnos. Después del día que hemos tenido, creo que ha sido de las mejores decisiones del día." Se atrevió a bromear. Estaba muerta de hambre.
Gin medio sonrió y partió sus palillos antes de soplar y empezar a comer.
Su mirada se paseó por toda la habitación hasta acabar en ella. La noche anterior había sido muy distinta a esa. Su vida había cambiado, y fuese para bien o para mal, no podía retroceder ni cambiarlo.
Ya no era Gin, ahora era un traidor, pero su mente todavía no estaba dispuesta aceptarlo.
"Es una sensación extraña, ¿no?" Le preguntó ella después de dar el primer bocado. "Una persona como tú, cambiando un lujoso hotel para ocupar una casa en otra ciudad tras una huida por traición..."
Gin frunció el ceño y removió los fideos sin coger ninguno. Tenía razón, esa no era la mejor cena que había tenido, ni la mejor habitación en la que se había quedado. Era la primera vez en muchísimos años que caminaba fuera de la organización y no sabía ni como debía sentirse.
Ya no pertenecía a aquel lugar al que solía llamar hogar.
"Ambos lados deben estar deseando encontrarme para matarme." Sonrió sin llegar a sufrir por ello. Conocía demasiado bien cada rincón de la organización. "Y ahora, Rum está muerto."
La pelirroja bajó la mirada al mencionarlo y dejó el recipiente sobre la mesa. "Yo…"
"Iba a matarme y luego iba a matarte a ti." Le cortó al ver que su cara se entristecía. "Hiciste bien. La perdida de Rum creará una inestabilidad temporal en la organización que puede jugar a nuestro favor."
"Con todo lo que sabes, ¿Por qué nunca has pensado en acudir a la policía?" Preguntó ella sin llegar a entenderlo. "No tienes porque esconderte si sabes con quien puedes o no contactar. Eres el único que puede derribarlos con un parpadeo."
El rubio rió. "Tienes razón, sería realmente sencillo acabar con ellos consiguiendo una fácil inmunidad." Comentó sacando un cigarro para encendérselo. "Pero los federales solo acaban convirtiéndose en sanguijuelas que quieren chuparte cada gota de información que posees. Y mi privacidad, cariño, no está en venta." Dijo haciendo que ella rodase los ojos. "Aun así, eso no siempre sale bien. A ti no parece que te haya ayudado mucho."
Ella apretó los puños pero no le contestó. Tenía toda la razón, la justicia no acababa nunca de ponerse de su lado.
Apreciaba y quería a las personas que había conocido, pero ahora lo veía todo con la visión algo más clara y era menos ilusa.
