El otoño en Corea, era demasiado encantador para la pelirroja, que disfrutaba paseando por la ciudad bajo el cielo despejado. Paró en una tienda al azar para comprar los ingredientes para la cena y continuó calle abajo, observando los escaparates de las tiendas que pasaba de largo hasta que los monitores de la tienda de electrodomésticos llamaron su atención.
"Y en la sección de noticias internacionales, tenemos avances para la boda del año que va a celebrarse en Japón."
La imagen de la bella pareja apareció en pantalla y sus ojos se abrieron como platos cuando reconoció al detective abrazando a su amor de la infancia. Una sonrisa triste adornó su rostro al ser invadida por la nostalgia, pero rápido negó con la cabeza y reanudó el paso para cruzar unos últimos callejones antes de llegar al que, por el momento, estaba siendo su 'hogar'.
La vida seguía y ellos estaban mejor sin ella.
"Ya estoy aquí." Saludó nada más cerrar la puerta.
El apartamento estaba muy silencioso así que dejó las bolsas sobre la mesa y se asomó en la minúscula terraza, donde encontró a Gin fumándose un cigarrillo algo nervioso.
"Hey, ¿Todo bien?" Preguntó apoyándose en la puerta corredera.
Gin se giró sorprendido por su presencia, pero rápido cambió su rostro y asintió con la cabeza continuando con su cigarro como si nada. "Te he dicho mil veces que no te vayas sin avisar."
Ella sabía que había algo detrás de su mirada, pero no siguió preguntando sobre ello. "Solo quería comprar unos ingredientes que faltaban para la cena. Tardabas en llegar y tampoco pensaba demorarme."
El rubio frunció el ceño pero dejó que la conversación quedase ahí.
La pelirroja se quedó a su lado apoyada en la barandilla mientras dejaba que el viento balanceara su pelo. El apartamento no estaba en el mejor barrio de Corea, pero tampoco era el peor barrio que había cruzado. Afrontaban y evitaban todo tipo de problemas diariamente, los vecinos tampoco eran los mejores del mundo y la seguridad disminuía por las noches. Sí, era algo estresante tratar de ser una persona invisible, pero tampoco quería olvidar las cosas buenas que también tenía, aunque la lista fuese más corta.
Lo que contaba, era que le compensaba.
"He comprado para hacer curry. Voy a cambiarme antes de empezar a hacer la cena." Le preguntó antes de volver a entrar al interior.
Él asintió a la vez que tiraba la colilla y la seguía poco después al interior de la casa, sentándose en la pequeña mesa que separaba la cocina del comedor para observarla mientras cocinaba y tarareaba.
Gin también encontró un espacio agradable dentro de ese mundo. Nunca había sido una persona de sueños ni de aspirar por las mismas fantasías estúpidas que solía tener lo que él llamaba gente común. Odiaba la rigidez por las rutinas que tenían establecidas los japoneses, pero no le había molestado imaginarla apagando el despertador a la misma hora cada mañana, para luego sentarse junto a él, acompañados de una buena taza de café mientras hacían malabares para llegar a final de mes.
Nunca había querido una vida común, ni la había llegado a tener, pero con ella se atrevía a imaginarla.
"Si me sigues mirando de la misma manera unos segundos más, vas a parecer más un pervertido que un asesino."
Gin rio brevemente antes de levantárse de la silla y acercarse a ella para apoyarse en el pequeño hueco entre su cintura y la encimera. "Puedo ser ninguno, o los dos a la vez, ¿Qué prefieres?"
"Yo creo que solo eres un idiota." Contestó bajando el fuego y tapando la olla antes de girarse hacia él, pasando un brazo por su hombro hasta parar en su cuello.
"Un maldito idiota con una suerte que no merece."
"Puede que tengas razón." Dijo inclinándose hacia ella hasta que su nariz acarició su cuello, pasando su mano por su cintura para acercarlo a él.
"Deberías darte una ducha fría, porque no voy a dejar que el curry se queme por culpa de tu sangre caliente." Se separó cuando sus labios se acercaron a la comisura de su boca.
Gin gruñó cuando el calor de su piel desapareció y ella se dirigió al baño para ponerse una muda más cómoda mientras él se encendía un cigarro y abría los cajones para preparar la mesa.
Cuando salió del baño, Gin ya estaba emplatando el curry y la mesa estaba perfectamente preparada. Esa extrema sencillez que ahora les rodeaba, hizo que una pequeña sonrisa flotara en su cara.
Cenaron en un silencio cómodo, acompañados como de costumbre de una familiar botella de vino tinto. Las tópicas pregunta de "¿Cómo ha ido el día?" o similares, no eran necesarias en ellos cuando prácticamente convivían las veinticuatro horas juntos. Al principio había pensado que ambos eran demasiado distintos, y que seguir con él y llegar hasta ahí, había sido una completa locura. Pero cuando el odio se anestesió y ambos dejaron la vida criminal para tratar de aprender a vivir, se había dado cuenta que, más que como agua y aceite, eran como la gasolina y el fuego.
Nunca había pensado que podía querer a la misma persona que odiaba, pero supongo que la mente del ser humano era demasiado compleja incluso para una científica como ella.
"Estás más serio que de costumbre." Comentó entre bocado y bocado.
"Solo estoy pensando."
Ella le miró intentando leer más allá de él inútilmente, forzando el contacto visual esperando que continuase hablando.
"He pensado que podríamos ir a Europa." Comentó con la mirada bastante seria.
Sherry dio el último bocado y dejó los palillos a un lado a la vez que le miraba con el ceño fruncido. "¿Europa?¿Ha pasado algo?" No sabía porque le proponía algo así, pero tenía más que claro que tenía que haber un buen motivo detrás.
"Solo era una idea." Se excusó negando ligeramente con la cabeza a la vez que suavizaba su mirada y se levantaba para recoger los platos ya vacíos. "Voy a salir a dar una vuelta."
Ella le miró un poco confundida. Ambos hacían sus vidas y no se privaban de salir, aunque lo hiciesen con discreción, pero esa noche ya se había hecho tarde. "¿Quieres que te acompañe?"
"No." Contestó un poco demasiado rápido. "Solo voy a comprar tabaco y tomar un poco el aire."
Sherry asintió, pero no creyó sus palabras. No iba a insistir ni decirle nada y aunque no desaparecía por mucho tiempo, no le gustaban las excusas baratas que le ponía. Una punzada de celos la atravesó inesperadamente pero ella intentó que no se notara en su rostro y alzó la mano como si no le importara antes de sentarse en el sofá para ponerse a leer.
Se escuchó la puerta cerrarse cuando el rubio se marchó y ella, aunque no estuviese cansada, no tardó en quedarse dormida con el libro todavía entre las manos.
Gin fue muy sigiloso al volver, aun así el leve ruido de la puerta hizo que volviese a abrir los ojos y apartase el libro de su cara. Miró el reloj con los ojos entrecerrados y se sorprendió al ver que ya pasaba de la media noche. Él frunció el ceño al percatarse de que estaba despierta pero aun así se quitó la gabardina y se sentó a su lado a la vez que ella aprovechaba para apoyar la cabeza en sus piernas.
"Deberías haberte ido a la cama, este sofá es demasiado pequeño e incómodo." Comentó recostando la cabeza hacia atrás a la vez que le acariciaba el pelo y observaba que apenas cabía ella estirada. Por suerte esa cercanía no le molestaba lo más mínimo.
"Has tardado mucho." Protestó cerrando los ojos mientras él seguía enredando sus dedos en su pelo.
"Ha sido una vuelta un poco larga, tienes razón..." Contestó apartando con cuidado su cabeza de sus piernas antes de levantarse para dirigirse a la gabardina que había colgado en el perchero minutos atrás. "He ido más lejos de lo que imaginaba, pero no he vuelto con las manos vacías."
Sherry dejó el libro sobre la mesa y se rascó los ojos somnolientos antes de mirarle confundida con una ceja alzada.
Gin volvió a ella con una pequeña sonrisa en su rostro y una pequeña cajita en las manos. "Hemos cambiado de día tras la medianoche así que..." Comentó dejándola justo delante de ella.
"Felicidades, Shiho."
La pelirroja se sorprendió todavía más y miró hacia el calendario sin saber ni en que día se encontraba. Sus mejillas se pusieron rojas al escucharle llamarla por su nombre y sus dedos tocaron el lazo que envolvía la pequeña caja mientras se mordía el labio de la vergüenza.
Se había olvidado por completo.
Nunca había sido de las personas que les fascinaba celebrar su cumpleaños, pero las malditas cosquillas de su estómago aparecieron al ver como él seguía acordándose incluso cuando a ella no lo hacía.
"¿No vas a abrirlo?" Preguntó después de volver a sentarse a su lado.
"Em…claro." sus mejillas todavía estaban rojas pero sus dedos se defendieron para deshacer ese pequeño lazo perfecto que envolvía el paquete.
Sus ojos se abrieron ante la sorpresa y su ceño se frunció un par de segundos después. "Gin, esto es demasiado. No puedo aceptarlo." Dijo volviendo a cerrar la caja que protegía el elegante pero sencillo collar que acababa de regalarle.
"Sí puedes." Insistió acercando la caja hacia ella. "No es para tanto, así que no me lo rechaces."
"Pero…"
Gin no la escuchó y abrió de nuevo la caja para sacar la el fino colgante y poner la cadena alrededor de su cuello.
Ella volvió a sonrojarse pero dejó de negarse, sin embargo, una bonita sonrisa apareció en su rostro a la vez que inclinaba la cara y alzaba la barbilla. "Entonces…¿Cómo me queda?"
Gin sonrió satisfecho y agarró su barbilla para besarla antes de contestarle. "Creo que no te favorece nada." Mintió consiguiendo oír su risa.
Esos momentos que parecían tan insignificantes, una sonrisa tras una broma, un gesto en el momento justo o las conversaciones sin palabras que llegaban a tener…tenían un valor diferente después de haber atravesado la oscuridad. De repente, ese viejo apartamento se había convertido en el mejor lugar del mundo.
Shiho salió del supermercado paseando tranquilamente por la calle, aferrada a su paraguas mientras la lluvia otoñal caía a su alrededor. La gente caminaba con un paso más ligero y se resguardaba en los pequeños toldos de las tiendas de la calle, pero a ella no le molestaba lo más mínimo. Bajó calle abajo observando los puestos del vecindario. Era la zona medio baja de la ciudad, pero la gente que vivía en el barrio se había esforzado para mantener la armonía en él.
No iba a negar que Corea también tenía su encanto.
Redujo el paso cuando la calle se volvió más estrecha y cerró el paraguas para poder pasar mejor bajo los toldos de las paradas. El sol ya se empezaba a esconder, y con la lluvia, el ambiente refrescaba.
Sus ojos se desviaron hacia uno de los puestos, donde tenían una pequeña vitrina llena de encendedores de gasolina. Su sonrisa se ensanchó y se acercó hacia ellos para observarlos mejor. Gin siempre utilizaba encendedores de ese tipo.
Bajó la mirada para observar la compra y su ceño se frunció al percatarse de que el dinero que llevaba encima no iba a ser suficiente para comprar nada. De todas maneras, no perdía nada por mirar.
Habían encendedores muy extravagantes que dudaba que llegasen a gustarle al rubio, pero había uno en concreto que le llamó más la atención que el resto. Era el más sencillo de todos, pero esa tonalidad plateada con rastros dorados, le recordaban al color de su larga melena.
"Si lo quieres, puedo dejártelo por la mitad de precio."Comentó el vendedor a la vez que se acercaba a ella. "Es de una vieja colección y no encaja mucho con los nuevos."
Ella se giró para mirarle y volvió a observar el encendedor mientras se decidía.
"¡Gracias por su compra! ¡Vuelva pronto!"
Sherry se alejó del puesto con el encendedor en las manos, no sabía si sería del gusto del rubio, pero tenía ganas de dárselo.
Llegó al portal de su edificio cinco minutos después y decidió hacer una parada en el restaurante para saludar a Jiyu antes de volver.
El restaurante estaba medio vacío, así que no fue difícil poder encontrar a la mujer cocinando tras la barra. Su sonrisa se ensanchó cuando tuvieron contacto visual y se acercó a ella dejando la bolsa de la compra a un lado antes de sentarse en uno de los taburetes.
"Hoy la lluvia cae con mucha fuerza, debes estar helada."Comentó la mujer dejando una pequeña taza de té delante de ella.
La pelirroja la aceptó con una pequeña sonrisa y bebió lentamente notando como crecía la calidez de su cuerpo, llevaba un paraguas consigo, pero el viento que hacía no había podido evitar que se mojase.
"Casi lo olvido." Habló la pelirroja metiendo la mano en la bolsa mientras buscaba en el interior. "He encontrado el café que buscabas." Le sonrió a la vez que acercaba la mano para entregárselo.
Jiyu amplió su sonrisa antes de aceptarlo. "Te lo agradezco, pero no tenías porque comprarlo." Agradeció mientras guardaba el paquete. "¿Vas a quedarte a cenar?"
"No, debería volver al apartamento en poco." Comentó observando como la mayoría de mesas estaban vacías. "Hoy está tranquilo."
"Aquí dentro sí."
"¿Ha pasado algo?" Preguntó antes de darle el último sorbo al té.
"Bueno, no lo sé con exactitud. Ya te he dicho muchas veces que en este edificio vive gente que puede ser peligrosa." Dijo Jiyu clavando su mirada en ella para que la escuchase con atención. "Tú y tu marido deberíais buscaros otro apartamento, hay muchos de mejores al otro lado de la ciudad."
Sherry bajó ligeramente la mirada sin contestar. Jiyu no imaginaría que ellos mismos no eran más que asesinos. No había un lugar mejor para ellos. "Tampoco es un mal barrio." Defendió intentando no profundizar la conversación.
"No lo sé, pero tampoco es lo que era." Protestó la mujer. "Ya te digo que poco antes de que llegaras, han aparecido un buen grupo de personas que entraban a voces al edificio, no llevaban uniforme, pero yo estoy segura de que eran policías."
Shiho sintió como su bello se erizó y un mal presentimiento inundó todo el ambiente.
Gin. Gin estaba en el apartamento.
"Debería irme." Comentó levantándose para marcharse a la vez que intentaba esconder los nervios, dejando atrás la bolsa de la compra ante la prisa.
Encontró la puerta del portal abierta y subió los escalones de la escalera de dos en dos.
No podía dejar de pensar en lo que Jiyu acababa de decirle, puede que esos a los que la propietaria del restaurante había llamado policías, podían no serlo o simplemente ir a por otra persona. Estaban en Corea, y aquí la policía japonesa no tenía nada que hacer.
Pero la idea de que los hubiesen encontrado, le hacía ponerse cada vez más nerviosa.
Su paso paró delante de la puerta y se quedó mirando el pomo antes de atreverse a abrirla. Podía pasar algo mucho peor que apareciese la policía…¿Y si los cuervos les habían encontrado?
