No sabía cuánto tiempo llevaba conciente, pero no quería abrir los ojos, tenía miedo. Luego de aquel extraño encuentro con ese Draco que no recordaba que ella era su esposa, no sabía que podría encontrar al abrir los ojos.

Tanteó con sus manos la superficie sobre la que estaba acostada, identificó que era césped, abrió los ojos y se topo con un cielo lleno de estrellas, movió su cabeza hacia la derecha y vio un hermoso rosal.

Giro a la izquierda, vio la entrada hacia lo que parecía ser una cueva, se levantó dándose cuenta que iba descalza, sintió frío pues solo vestía un camisón largo color blanco.

El viento soplo alborotando sus rizos que iban sueltos, el ulular de una lechuza rompió el silencio y una gota cayó sobre su cabeza y luego otra...

Corrió a la cueva para resguardarse de la lluvia que había iniciado, un relámpago iluminó el cielo y de nuevo escucho aquella voz...

No te quedes ahí tu amado te espera...

Hermione se armó de valor y le hablo a quien sea el dueño de esa voz.

— ¿Quién eres? ¿Qué quieres hacerme?

Solo quiero ayudarte, aliviar tu dolor. No tengas miedo, no te haré daño...

Sigue caminando, al final encontrarás a Draco, te lo prometo...

Desconfiada, pero con la esperanza de que lo que él dijo fuese cierto, comenzó a caminar. El lugar era muy oscuro y a duras penas lograba ver lo que tenía por delante, deseó haber tenido su varita para iluminar el camino, pero no la tenía así que siguió caminando.

Luego de un rato, sus pies dolían, escuchó el correr del agua, supuso que algún río corría por ahí. Se sobresaltó al sentir que algo paso rozando su cabeza, seguro se trataba de algún murciélago...

Un rato más tarde, diviso una luz, parecía la salida de aquella cueva, pero un gruñido la paralizó, al parecer un animal salvaje andaba por allí.

El gruñido se volvió a escuchar, ahora más cerca de ella, miro hacia atrás pero sólo vio oscuridad. No quería saber qué era aquel animal así que corrió lo más rápido que pudo hasta la salida.

Cuando por fin salió, la luz del sol la cegó por un momento pero alcanzó a ver una pequeña cabaña a unos cuantos metros de donde estaba.

Corrió hasta la cabaña y tocó la puerta, cuando está se abrió lo vió...

Era él con su cabello rubio, su piel pálida y sus ojos grises...

— Draco... — dijo en un susurro.

— Granger, ¿Qué demonios haces aquí? — preguntó tomándola de la mano y tirando de ella hacia dentro de la cabaña.

La chica trastabillo por el jalón pero no cayó al suelo.

— ¿Cómo lograste traspasar la barrera de protección? ¿Cómo llegaste hasta aquí? ¿Acaso Potter te envío a buscarme — decía el rubio totalmente ofuscado sin percatarse de la mueca de confusión que Hermione tenía — ya le dije que no le ayudaré a ganar la guerra contra el loco mestizo sin nariz...

— ¿De qué hablas? — interrumpió — la Guerra Mágica acabó hace mucho, y sí, tú fuiste de gran ayuda para derrotar a Volde...

No terminó de decir el nombre pues el rubio se lanzó sobre ella y con su mano tapo su boca.

— Ni se te ocurra decir ese nombre en voz alta, Granger — ella asintió con la cabeza y él quitó su mano — no sé de qué carajos hablas y la verdad no me interesa, así que te daré algo de ropa, comida y puedes descansar un rato, pero luego te irás y le dirás a San Potter que ni bajo un imperio le ayudaré en esta guerra.

El chico le dió la espalda sin darle oportunidad de decir algo, ella se quedó de pie observando el lugar y tratando de entender una vez más qué sucedía y por qué había llegado a parar al preciso momento en que su relación con Draco dió inicio...