Para Draco y sobretodo para Hermione volver a pisar Malfoy Manor era una pesadilla, aquel lugar les daba escalofríos. Sin embargo, debían ir, pues ahí se encontraba Narcissa y en ese momento la prioridad era rescatarla.

Ellos llevaban ventaja y una muy grande pues está vez en el grupo que los acompañaba no iba Ronald. Fue una odisea darle una explicación coherente a Harry que él no debía ir pues en esa misión su pelirrojo amigo perdía la vida.

Está vez no iba a permitir que su mejor amigo muriera a manos de Bellatrix Lestrange, ni tampoco permitiría que esa desquiciada la torturara de la manera en la que lo hizo anteriormente.

Aún puede sentir en cada parte de su piel el impacto de los crucios que recibió aquella noche...

Sus gritos hacían eco en aquella enorme mansión, su cuerpo dolía y sus ojos estaban anegados en lágrimas...

— ¡Ya basta! ¡Por favor! — suplicó en balbuceos pero eso solo incrementó la dosis de tortura.

Poco a poco sentía que perdía la conciencia, quería cerrar los ojos, dejarse llevar, caer en el profundo abismo en donde seguramente ya no sentiría dolor alguno.

Volvió su vista a la derecha y lloró aún más fuerte al ver el cuerpo sin vida de su amigo, Ronald había muerto por querer salvarla. Se había sacrificado por ella...

Aquel no podía ser el fin, se lo debía a Ron, a Harry que yacía inconsciente a su izquierda, por Draco...

La rabia se apoderó de su cuerpo, cerró los ojos y de su garganta salió un grito que reverbero por todo el lugar.

Un brote de magia salió de su cuerpo, las ventanas se rompieron y los cristales cayeron cual lluvia sobre el suelo de mármol.

Draco se quedó sorprendido al ver como la magia brotaba de la Gryffindor sin siquiera tener una varita en su mano.

Atacó a cada mortífago que se le aparecía en frente y por último acabó con la vida de Bellatrix Lestrange.

Esa noche, Hermione Granger no fue plenamente conciente del gran poder que desplegó y nació de ella por su ansía de querer salvar a las personas que ama...