El rescate había sido todo un éxito y ahora todos estaban refugiados en Grimmauld Place. Draco llevó a su madre a una habitación para que descansará en lo que Hermione ayudaba a la señora Weasley a preparar la cena.

La siguiente movida era destruir los últimos horrocrux, la diadema, Nagini y Harry Potter, este último solo era conocido por el rubio y la castaña.

Hermione debía hablar con su amigo y explicarle todo lo que a continuación sucedería y cómo debían actuar para evitar las muertes que ella conocía perfectamente...

Harry escuchó atentamente todo lo que su amiga le contaba y con cada palabra se asombraba más y al mismo tiempo dudaba de la veracidad de aquella información, sin embargo, sabía también que Hermione no le mentiría en algo así y a estas alturas toda ayuda era bienvenida para derrotar a Voldemort y así por fin acabar con la guerra.

Las semanas que siguieron fueron para organizar un plan para ingresar a Hogwarts, destruir los horrocrux, evitar muertes y acabar con Voldemort...

Draco y Hermione se encontraban en su habitación, acostados sobre la cama, sus manos estaban entrelazadas y el silencio los rodeaba.

Ambos disfrutaban de esos momentos en los que estaban solos, en ese silencio que les brindaba serenidad. Era como estar rodeados de una enorme burbuja que los protegía del mal que acechaba.

Se avecinaba una batalla en la que a pesar de los planes que tenían algo podría fallar y desencadenar algo mucho peor.

Ambos trataban de no tener pensamientos negativos, diciéndose a sí mismos que todo saldría bien, que todos saldrían vivos, que el mal terminaría y con eso iniciaría la paz.

Volvieron sus cabezas al mismo tiempo y sus ojos se conectaron. En esa mirada se dijeron todo lo que sentían y se prometieron en silencio protegerse el uno al otro en nombre de ese amor que se tenían, un amor que ha perdurado con el pasar del tiempo y el espacio...

Un amor eterno...

Un amor indeleble...

Un amor indestructible...