Para Draco dormir a veces era un imposible, las pesadillas lo atacaban sin darle tregua y por eso a veces decidía no dormir. Esa noche era una de esas en las que pasaba en vela, no quería volver a repetir la pesadilla del día anterior, en donde veía a su Hermione morir...
Después de haber vivido tantas vidas uno creerá que ya se es inmune ante el dolor de la pérdida del otro, pero tanto para Draco como para Hermione ver al otro morir es como si se les arrancará de tajo un pedazo de su alma.
Verla dormir plácidamente era un tranquilizante para él, cerciorarse que respiraba le otorgaba el oxígeno que él necesitaba para vivir.
Ella poseía una belleza que a sus ojos nadie más podría tener y es que desde que la vio en su primera vida quedó totalmente prendado de ella, su Akila, su Hermione, su amor, su todo...
Se dirigió a la cama y se acostó a su lado admirando su rostro, ese rostro que conocía perfectamente. Con los ojos cerrados podría decir en qué lugar tiene cada lunar, conoce la forma en que sonríe, como su ceño se frunce cuando algo le molesta, como brillan sus ojos cuando lee un libro...
Él conoce cada rincón de su cuerpo, la suavidad de su piel, la sedosidad de sus rizos que se encuentran esparcidos por la almohada...
Para Draco ella es su todo. Acaricia su mejilla suavemente y ella forma una pequeña sonrisa en su rostro, aún dormida se acerca a él colocando su cabeza sobre el pecho del rubio, él la abraza y se deja envolver por el aroma a flores que desprende su cabello.
Poco a poco el sueño lo va venciendo, se deja llevar porque se siente en paz sabiendola viva y protegida entre sus brazos...
