Madre e hija caminaban hacia el parque que se encontraba cerca de donde vivían. La pequeña niña iba muy feliz pues a ella le encantaba jugar en el parque con los otros niños.

Cuando llegaron a su destino su madre le indicó dónde estaría sentada y que no se alejará del lugar, la niña asintió y corrió hasta el arenero saludando a sus amiguitos que ya estaban allí.

La castaña leía un libro y de vez en cuando levantaba la vista para observar a su hija, sin embargo, hubo un momento en que se concentro tanto en lo que leí que no se percató del hombre con el que su hija hablaba.

Era alto, cabello rubio y ojos grises, vestía un traje formal color negro, cualquier mujer que lo viera se quedaría asombrada por la belleza de aquel hombre.Él se había acercado a la pequeña como una polilla es atraída por la luz, y es que como no hacerlo llevaba cinco años buscándola y solo un ciego no podría ver que esa niña es idéntica a él...

— Hola bonita, tienes desatados los cordones de tus zapatos — le dijo.

— Cierto, no me había dado cuenta — la niña ató sus cordones y luego observó al señor rubio que no le despegaba la vista — ¿Quién es usted? ¿Por qué me observa tanto? — preguntó en tono molestó, tuvo una especie de dejá vu al ver aquella expresión enfurruñada la misma que Hermione hacia.

— Mi nombre es Draco y perdón si te incomode pero te me haces muy parecida a alguien que conocí hace mucho tiempo, sobretodo por tu expresión enfurruñada — le dijo sonriendo — y tú, ¿cómo te llamas? — ella frunció más el ceño y cruzo los brazos.

— Mi nombre es Etamin Granger — lo pronunció con orgullo — mi nombre es por la estrella más brillante de la constelación Dragón, en la familia de mi padre tenían la tradición de utilizar nombres de estrellas o constelaciones — explicó la niña — o eso me contó mi madre.

— Es un muy bonito nombre, Etamin — el rubio se percató que Hermione se levantaba del lugar donde estaba sentada y buscaba desesperada a su hija — debo irme ya, fue un gusto conocerte y espero volvamos a vernos pronto.

— Adiós señor Draco — la niña se levantó y le dió un beso en la mejilla.

Sus ojos se llenaron de lágrimas pero no dijo nada más, con su varita hizo desaparecer el hechizo que había utilizado para hacer la ilusión de que nadie se encontraba en el arenero.

Por fin, había encontrado a su hija y a su Hermione, luego de una larga y tediosa búsqueda había dado con su paradero y está vez no dejaría que nada ni nadie lo separarán de ellas...