Él la veía desde lejos, en las sombras para que nadie supiera lo que en verdad sentía por ella. Debía mantener la fachada que había ido construyendo año con año.

A veces le resultaba difícil apartar la vista de ella, se quedaba embelesado observando y memorizando cada uno de sus gestos, verla sonreír deseando ser él el causante de aquella hermosa sonrisa.

¿Por qué ella tuvo que ser hija de muggles? ¿Por qué él tuvo que ser un sangre pura? ¿Por qué la vida se empeñaba en decirle que él no la merecía?

Ser un Malfoy era una completa mierda...

Y sí, deseaba con toda su alma poder armarse de valor y acercarse a ella, decirle lo que ella causa con su mera existencia, que las noches se las pasa soñando con besar sus labios, que sus manos hormiguean ansiosas por querer tocar su piel...

Hay tantas cosas que quiere decirle, hay tantas cosas que quiere compartir con ella, pero siempre la cobardía lo detiene.

Siempre la consideró una mujer hermosa, elegante pero esa mañana la ve aún más hermosa con esa túnica color granate, la misma que él le regaló anónimamente.

La mujer de rizos castaños se siente observada por aquellos ojos grises que siempre la observaban en el colegio.

Ella levanta su rostro y por un efímero momento sus miradas se conectan...

Siente tantas ganas de acercarse a él, de decirle lo que ella siente por él desde que lo conoció. Ella supo ver a través de su fachada al verdadero Draco y al igual que él lo observó desde lejos, desde las sombras...

Ocultando el sinfín de sensaciones que él causaba sin siquiera tocarla, ocultando año tras año las inmensas ganas que tenía de besar sus labios, de tocar su piel...

¡Maldita cobardía! Que aún hoy los acompaña como una sombra que les impide hacer lo que sus corazones tanto anhelan.

Sin embargo, hoy como cualquier otro día ambos deben observarse desde lejos en aquel andén lleno de gente, despidiéndose de sus propios hijos y tomados de la mano de otras personas que no aman...