Todos los miembros de la Orden estaban listos para la batalla final que se desarrollaría en Hogwarts, todos con varita en mano y con la convicción de que vencerian al mal, que restaurarían la paz a su mundo...

El castillo era un hervidero de hechizos que iban y venían de un lado a otro, se escuchaban gritos, unos corrían, otros protegían a los más pequeños o a los que estaban heridos. Habían escombros por todos lados, patronus conjurados para repeler el ataque de los dementores. Era un caos total.

Harry se había enfrentado hace una hora contra Voldemort y este había utilizado la maldición asesina en contra del elegido... Todos pensaron que Potter había muerto pero Hermione sabía lo que ocurriría a continuación por lo que alertó a Neville que sostenía en sus manos la espada de Gryffindor.

Por lo que cuando Harry saltó de los brazos de Hagrid, el valiente Neville decapitó a Nagini el último horrocrux del señor oscuro...

La castaña buscaba desesperada a su objetivo, al igual que Draco pero lo habían perdido de vista en el revuelo que se formó cuando los súbditos de Voldemort huían al ver que su Señor caía abatido por el niño que ya una vez lo había derrotado...

Gracias a lo que Hermione y Draco sabían, aquella noche se evitaron muertes lamentables, como la de Fred, Remus y Tonks. Y aunque no lograrán atrapar al asesino del rubio, está vez estarían más alertas que nunca.

Hermione no permitiría que le volvieran a arrebatar al amor de su vida, no podría con ese dolor y ese vacío de nuevo.