¿Qué pasó ayer?

Despertó con una tremenda resaca, no recordaba que a sus treinta años hubiese agarrado una borrachera de ese estilo. Se incorporó de la cama con los ojos soñolientos, abrió uno y cerró el otro para enfocar mejor su visión.

Dios, el dolor de cabeza era insoportable al grado de pedir que se la cortaran. No volvería a tomar, lo juraba.

Ahora lo que necesitaba era curarse esa resaca y ganas de vomitar con un buen desayuno.

Bostezó, se estiró y por último se llevó las manos al pelo enmarañado. Si, un buen desayuno a base de grasita le haría bien.

Pero, frunció el cejo y recorrió la habitación con una mirada curiosa. Esa no era suya, de hecho, la cama en donde estaba no era de ella y sobre todo….

¿Por qué carajos estaba desnuda?

Apoyó una mano al otro lado de la cama y sintió la respiración de alguien mas bajo la palma de su mano.

Frunció el cejo y volteó a ver a la persona que estaba junto a ella.

Abrió los ojos de golpe.

Era un hombre atractivo, su cabello era plateado y parecía estar dormido. Tenía el abdomen descubierto hasta la mitad de su cintura.

Una "o" se dibujo en sus labios al ver sus fuertes brazos, su cuerpo bien trabajado.

Se preguntaba como sería su…

Con un movimiento ligero, levantó la sabana que cubría su cintura hacia abajo y está vez una "O" mayúscula remplazo a la anterior.

Se levantó de la cama y lo primero que encontró fue la microfalda que hacía en el suelo. Caminó de puntitas, no quería despertar a ese hombre, seguramente le diría algo parecido como "ahora vístete y vete" quería ahorrarse la molestia de ser despedida de ese lugar.

Pero por más que buscara su ropa no se encontraba por ningún lado de la habitación. Solo estaba una camisa blanca de lino, suponía que era de él. Tal vez si la tomaba no le molestaría, luego la enviaría la a tintorería y se la devolvería.

Salió de la habitación mientras se abotonaba la camisa, reparó en su demás ropa, como ese top de prostituta a más no poder. En cuanto terminara de vestirse le rompería el cuello a su amiga por haber hecho esa apuesta. Bueno, la más culpable había sido ella.

Visualizó su bolso en el sofá, afortunadamente había seguido el consejo de su amiga Rin de llevar una prenda extra por si ocurría algún pequeño accidente. Pero no había rastro de su ropa interior.

Con un suspiró levantó la cabeza hacía arriba, el cabello largo y negro se balanceó con el movimiento.

Hasta que…

― ¡Mierda!

Su tanga de encaje en color negro estaba colgada en una lampara de techo. Parecía como si se alzara orgullosa ante la noche anterior.

Pero… ¿Qué pasó?

xxx

La fiesta había llegado a un punto muerto, bueno más bien la reunión. Había pocas cervezas de lata tiradas por doquier y ya comenzaban con una botella de vino. Pero algunas de les chicas estaban distraídas con su móvil y otras de plano se entretenían con alguna programación.

Sango, la mayor des grupo apagó las luces del departamento y todas voltearon a verla.

―No las invite aquí para que estén con sus celulares todo el tiempo.

―El lunes tengo una junta importante.

Dijo una chica de cabello azabache y ojos café.

―Presentaré ante un cliente y toda su dirección el diseño para un rascacielos. Estoy nerviosa, mi jefe no para de hacerme preguntas si esta listo, si nada va a fallar.

―Relájate Kagome ― dijo Rin ― Lo que necesitas es otro trago de tequila y ya el lunes veremos lo que pasa. Hoy es "saba―drinks"

―Juguemos algo de apuestas ― sugirió una pelirroja.

―No, ya sé a la botella ― intervino Sango ― Y la que pierda cumplirá un reto.

Ante tal sugerencia el resto de las tres chicas se miraron a los ojos, dejaron sus móviles en algún lugar y se situaron en la mesa. Sango sacó una botella de vino vacía, la regla era básica, a la que le tocara la punta iba ser la que diera el castigo, la otra lo tendría que cumplir.

La primera en girar fue Ayame, y casualmente le tocó aplicarle el reto a Rin, su reto fue hacerle una llamada a su ex.

―Le vas a decir que nunca fue bueno en la cama y que la tiene chiquita.

―Eso hasta con los ojos cerrados ― contestó ella, encogiéndose de hombros.

A continuación, marcó el número de su exnovio, afortunadamente no la tenía en lista negra sino el buzón saltaría inmediatamente. Luego de decir su línea colgó la llamada, pero el ex le volvió a marcar y ahora esta vez ella si que le colgó.

―Tu turno Sango ― dijo Rin.

Entonces la castaña hizo girar la botella y esta se movió en círculos. A las chicas se les cortaba la respiración cada vez que la punta pasaba de lado. Hasta que lentamente comenzó a detenerse y Sango esbozó una sonrisa cuando la punta de la botella quedó justo en frente de ella, la otra parte mirando a Kagome.

Sango miraba a Kagome, como si estudiara el reto que ella debía cumplir, mientras que la otra la miraba impaciente.

―Ya, dime que quieres que me coma.

―No ― ella esbozó una media sonrisa ― Eso sería muy fácil.

―No tengo ningún exnovio para decirle que la tiene chiquita. Ni un jefe que acosar, es demasiado viejo.

―Tranquila ― ella levantó una mano, disfrutando el momento y viendo a su amiga impaciente y preocupada.

Miró el calendario, hoy era Halloween y no estaba muy entrada la noche, sobre todo no habían bebido lo suficiente.

―Hoy es Halloween.

― ¡No voy a pedir dulces! Eso es de niños.

Otra medía sonrisa se dibujó en el rostro de su amiga. Ayame y Rin las miraban una a la otra. Sin duda a veces los retos de Sango eran muy duros.

―No esa clase de dulces, corazón ― le guiñó un ojo.

Ella se recargó en el respaldo de su asiento, se cruzó de brazos mientras analizaba a su amiga.

―Halloween es la única fecha en el año en que te puedes disfrazar de prostituta y nadie te dirá nada.

―Quieres que…

La castaña levantó una mano y obligó a callar a su amiga.

―No ― negó ― Quiero que te disfraces de prostituta y consigas un cliente.

―Pe…

― ¿Puedes o no?

Ohhh ese "puedes o no" fue como una patada en el trasero para ella. Era como cuando a Marty Mcfly le decían "Gallina". Desde luego que podía, es más, hasta sería la prostituta más descarada posible con tal de ganarle ese reto, luego, a ella le tocaría aplicárselo a ella.

―Reto …. ― sonrió maléficamente ― Aceptado. Prepárate, porque te voy a aplastar.

―No vengas llorando cuando pierdas ― le lanzó un beso.

―La que va a llorar es otra.

xxx

―Si te quieres rendir solo dilo y busco otra apuesta ― la castaña le sonrió.

Estaba en una zona donde de ciudad donde las prostitutas aguardaban en la calle para esperar cliente. De pronto la que comenzó a sentir pánico fue Rin, ese lugar era demasiado peligroso y el reto comenzaba a tornarse peligroso.

―Creo que no debemos hacer esto ― dijo ella nerviosa ― Es peligroso para Kagome.

―Tranquila Rin, estamos armadas y listas por si algo sucede ― respondió tranquila Sango.

Sango observó a su amiga desde el retrovisor del vehículo.

―Aun estas a tiempo de arrepentirte ¿Sabes?

La pelinegra se echó a reír y negó con la cabeza, se inclinó hasta el asiento del copiloto y le susurró al oído.

―Te restregare en la cara el dinero que me haya dado mi cliente. Tú solo mira y aprende.

Kagome se bajó del auto, pero Ayame la retuvo.

― ¿Llevas condones?

―Condones, lubricantes, ropa extra…todo lo que necesito.

Sus amigas la miraron avanzar con esa falda negra ajustada, había llegado el punto en que esto comenzaba a ponerse oscuro. Cuando de una esquina observaron a dos prostitutas acercarse a ella mientras que Kagome se detenía en una esquina.

―Creo que me excedí. ¿Qué pasa si el cliente la secuestran y se da cuenta que no es prostituta? ― comentó Sango, sintiéndote culpable.

―No creo que Kagome se retire del reto. Es muy competitiva ― respondió Ayame, recargándose en el respaldo ― Tú misma le abriste la pauta, aguántate.

Miró su atuendo, una falda negra ceñida al cuerpo, medias de red sostenidas por un ligero, botas de cuero negro que amablemente Ayame le había prestado y un top cubierto de lentejuelas en tono dorado. Si un atuendo ideal.

Por algo extraño que pareciera no estaba nerviosa, al contrario, era una experiencia que nunca se había atrevido a pensar. Tener sexo casual con un desconocido y que le pagara, sin duda sería algo a lo que debía añadir en su lista de las cosas locas que había hecho.

En cuanto se detuvo en una esquina y encendió un cigarrillo mientras aguardaba a la espera de clientes, dos prostitutas se le habían acercado. Su finta era mucho más descuidada.

―Ey, tú, morena ― escuchó que le hablaba una.

Pero ella no contestó, tenía la vista en frente, mirando el auto de su amiga. Sabía lo que estaban pensando y simplemente movió la cabeza hacía ambos lados. Este asunto ella lo arreglaría sola.

―Mi amiga te habló ― resonó la otra ― Y no le gusta que la ignoren.

Kagome giró la cabeza y las miró con indiferencia.

―Ya tienen mi atención ¿Qué desean?

La mujer menuda se acercó a ella, lo demasiado como para no respetar la sana distancia. Olía a menta y un perfume demasiado dulce para su gusto. La mujer tenía ojos negros, su cabello era largó y rizado, llevaba un copete estilo ochentero.

― ¿Andas perdida, morena?

―No ¿Tú sí? ― respondió tajante.

― ¿Quién es tu chulo, morena? ― preguntó la otra, mientras se acercaba y le tocaba su sedoso cabello ― Tienes un cabello muy lindo como para ser puta ¿Te lo han dicho, morena?

Comenzaba a fastidiar que a cada rato le llamaran morena, no es que lo fuera, sino que no era para que lo utilizaran a en cada oración.

―No me llamo Morena.

―Lo sé, Morena ― la mujer chaparrita respondió con una media sonrisa ― Mi amiga te preguntó si tenías chulo. Respóndele, no seas grosera.

―No tengo chulo ― miró a ambas ― Me manejo por mí misma.

Ambas prostitutas comenzaron a apartarse, sin perder la vista en la nueva inquilina de la esquina.

―Te daré permiso por esta vez de que te acomodes en mi esquina ― prosiguió la mujer bajita ― De aquí hasta ese faro es tu zona ― señaló un foco ― Pero, crúzalo y eres perra muerta ¿Entendiste, Morena?

―Y otra cosa, morena ― ahora era el turno de la más alta ― No te queremos aquí mañana.

Kagome sin una gota de miedo asintió, todo era un reto, mañana ella no estaría aquí.

―Descuiden, mañana no estaré aquí.

―Eso esperamos, Morena.

Ella contempló como esas dos mujeres se apartaban de ella, ambas le dieron la espalda para alejarse y ocupar la otra esquina. Sus rizas se escuchaban desde donde estaba ella.

A medida que pasaban los minutos comenzaba a cansarse, esas botas de tacón largo le estaban matando los pies. Cada vehículo que pasaba se detenía para observarla, algunos incluso le chiflaban y le gritaban desde el interior cosas atrevidas, a lo que la hizo molestar, pero recordó que estaba en el papel de una prostituta.

Uno que otro pasaba a una mínima velocidad y ella, al ver que no le llenaba el ojo fingía estar molesta y esos mismos conductores pasaban de largo hasta las otras dos prostitutas. Las dos mujeres de la otra esquina eran las que se llevaban el premio, pues se iban con esos clientes que ella misma había rechazado en un principio.

A este paso que iba no conseguiría uno y por consiguiente Sango ganaría la apuesta y por consiguiente ella sería la perdedora. No podía permitir que eso sucediera.

Pero a medida que avanzaban los minutos estaba cada vez mas convencida que no iba a conseguir cliente. Las dos prostitutas ya habían regresado luego de haberse ido con sus clientes y solo la miraban de vez en cuando con una sonrisa en los labios.

Bien, suficiente, ya se había artado, debía regresar a casa y prepararse para la junta del lunes, en lugar de estar en la calle a altas horas de la noche y vestida de algo que no era.

Pero cuando su bota tocó el pavimento de la calle un auto rojo de reciente modelo se estacionó justo en frente de ella. Los vidrios oscuros de la ventana del copiloto comenzaron a bajarse lentamente, ella se inclinó y se quedó completamente muda al ver al hombre que estaba de piloto.

Tenía cabello plateado y llevaba lentes oscuros, de él desprendía un aroma demasiado varonil, sutil y delicioso. Llevaba camisa blanca de lino, con los tres primeros botones desabrochados. De la tela fina de transparentaba un cuerpo trabajado. Además, usaba lentes oscuros, cubriendo así sus ojos.

¿Quién usa lentes a mitad de la noche?

― ¿Disponible?

Su voz era apeteciblemente roca, ideal para ser invitado a su cama y pasar un largo y divertido rato con él.

― ¿Cuál es tu precio?

Muy bien, no había discutido el precio con Sango. De hecho, no sabía cuánto cobraba una mujer de esa profesión, pero debía improvisar.

―Para ti…

Se inclinó en la puerta, mostrando su voluptuoso escote, algo que no pasó por desapercibido por aquel hombre.

―Hasta la mamada el gratis.

Escuchó como el hombre se echaba a reír y después la invitó a subir al auto. Kagome abrió la puerta y ante los ojos atónitos de las dos mujeres de la esquina, les giñó el ojo y subió.

―Discutiremos el precio en el camino ¿Te parece?

Ella asintió y el hombre puso en marcha el auto. Mientras conducía se preguntaba en lo que sus amigas estarían pensando. Tal vez la iban siguiendo para asegurarse de que ella estuviera a salva. Después de esto le restregaría en la cara a Sango que su reto de ser prostituta por una noche había culminado con un hombre demasiado sexy para variar.

― ¿Cómo te llamas?

Su armónica voz inundó el lugar y al levantar la vista descubrió que la estaba observando.

Demonios, había olvidado en ese insignificante detalle, en parte porque no estaba segura de que conseguiría un cliente y en segundo lugar porque no pensó que sería necesario.

¿Las prostitutas usan un seudónimo?

Entonces recordó el apodo que le dieron sus nuevas y dos mejores amigas, así que no tuvo más remedio que dar ese.

―Morena.

―Morena ― repitió melosamente, moviendo la cabeza de arriba abajo ― Va contigo.

―Gracias ― respondió en tono meloso.

Pero era evidente que su mirada reparaba en ella, en la forma en como la devoraba con aquellos ojos ocultos por esas gafas. La manera en que reparaba en su abultado escote, y si, era un prolongado escote. Pareciera que sus pechos estaban a punto de salir de sus orbitas. Después bajó hasta sus piernas y en las botas de cuero negro que llevaba.

Eran lindas, Ayame las había encontrado en una rebaja de Gucci, que prácticamente habían sido una ganga.

Pero ella también se permitió verlo, claro, siempre y cuando él no se diera cuenta. Su esbelto cuerpo y esos largos brazos la hicieron tragar con dificultad, más cuando sus músculos se tensaban al volante. Fue bajando más y más hasta ver su entre pierna, donde sin duda ya se veía una carpa de circo sobre el pantalón. Aquel hombre estaba excitado y todo se debía a ella.

xxx

Si en un principio pensó que irían a un hotel, estaba completamente equivocada. El hombre detuvo la marcha del auto en un complejo demasiado lujoso. Él bajó primero, rodeó el coche para después abrirle la puerta.

Ella bajó y se sintió incomoda en cuanto entraron a la recepción. Todos los inquilinos se le quedaban viendo. Kagome se sintió un poco incomoda ante tales miradas, algunas mujeres la miraban con desagrado, otros hombres se la comían como si fuese una barra de chocolate. En ese instante comprendió como se sintió Julia Roberts en mujer bonita, bueno, más bien el personaje que ella interpretó en mujer bonita.

Solo que aquí se estaba ocultando bajo un disfraz, dejando su fachada de arquitecta en la casa.

Entraron al elevador y de inmediato su cliente la rodeó de la cintura y la atrojo hacia él de manera posesiva, todo para que los demás que estaban ahí dentro apartaran la mirada.

Sintió como comenzaba a oler su cabello, mientras sus manos descendían peligrosamente por el dobladillo de su falda.

Kagome se removió incomoda, no porque no le gustara esos largos dedos recorrer su piel, sino porque no eran los únicos en un elevador.

―Qué rico hueles, Morena.

―Gracias ― respondió con un hilo de voz.

― ¿Sólo sabes decir gracias, Morena?

¿Otro que no paraba de decirle Morena? Bueno si, ella había dado ese nombre falso, pero no era para que lo repitiera un par de veces, con una era suficiente.

―También se decir por favor― respondió con humor, mientras sonreía.

El hombre se rio por encima de su oído y esto le mando ondas de placer que hicieron a su cuerpo despertar de un letargo sueño. Por fin esa noche tendría sexo, después de meses de su último encuentro. Además, le pagarían, algo que sin duda desde luego no necesitaba.

―Me agradas ― susurró ― Morena.

―Tenemos el mismo pensamiento.

Un escalofrío delicioso recorrió su piel al punto de ponerla de gallina al sentir como sus dedos ascender por su espalda y llegar justo a su cuello. Deslizó su cabello hacia un lado, solo para tener libre acceso a su cuello desnudo.

Acercó su nariz, respiró su aroma desde la curva del cuello hasta la oreja.

―Tienes un aroma enloquecedor.

Kagome se removió incómodo pero excitada. Un movimiento y pegó su trasero en el cuerpo del hombre y al hacerlo sintió su erección a plenitud.

La temperatura del elevador se incrementó al menos diez grados. Ninguno de los demás presentes tenía el valor de voltear y mirar lo que estaba pasando.

El hombre abrió la puerta de su departamento. Pero ella no dejaba de pensar como un hombre como aquel llevaba a una desconocida a su lugar de reposo. Más bien era para que la hubiese llevado a un hotel.

Abrió la puerta, se quitó los anteojos y lo que vio la dejó impresionada. Tenía los ojos dorados más impresionantes, bonitos y extraños que había visto en toda su vida.

Y si, para él sería gratis todos.

―Entra.

Fue más una orden que invitación.

Con una sonrisa descarada entró al departamento, dejó su bolso en un sofá.

El lugar era acogedor, elegante y muy espacioso, seguramente era un banquero que ganaba un buen sueldo. Tal vez después del proyecto que prestaría el lunes y si se ganaba al cliente, con la tajada que le correspondía podría comprarse uno parecido.

Había una lámpara de techo muy bonita de pedrería fina.

Giró sobre sus talones y, sentándose en una de las orejas del sofá, las piernas un tanto separadas y los brazos a ambos lados de su cadera, le preguntó:

La forma en como la devoraba y reparaba justo en medio de sus piernas, hizo que se sintiera completamente extasiada, con un poder que nunca imaginó llegar a tener.

Tal vez en el futuro aceptaría los retos que Sango le propusiera.

― ¿Listo?

Sabía que estaba más que listo, su pene erecto le daba la respuesta que deseaba saber.

― ¿Hace falta decirlo, Morena?

Kagome sonrió de lado y miró a un punto muerto de la habitación y después a él.

―No ―respondió sin parar de sonreír y abriendo un poco más las piernas.

Pero el extraño hombre no estaba dispuesto a acabar la noche tan rápido con esa mujer. Podría pagarle lo doble que ella ganase en una noche.

De hecho, él nunca se involucraba con prostitutas, pero en cuando dobló esa esquina y la vio, no dudo en subirla a su auto.

― ¿Te apetece beber algo? – preguntó mientras se dirigía a una pequeña cantina.

Ligeramente frunció el cejo ante aquella aquel ofrecimiento. No es que se negara, incluso no había bebido lo suficiente en casa de Sango. Pero debía actuar conforme al papel que en esos momentos ella estaba representado.

―El tiempo extra se cobra.

Escuchó una risa por detrás de la espalda ancha del sujeto, entonces se giró y avanzó lentamente a ella. La miraba como si fuera un depredador a punto de lanzarse sobre su presa indefensa y ella, bueno, estaría gustosa de que así fuera.

En una mano llevaba una bebida preparada, un mojito, en el otro whisky.

Se detuvo lo suficientemente cerca como para deslizar una rodilla en medio de sus piernas hasta llegar a su ya húmeda entrada.

Aguardó a que le diera su bebida, pero en lugar de eso adivinó sus intenciones.

―Abre la boca – ordenó.

Ella lo hizo y de inmediato el hombre inclinó el vaso hacía sus labios. La bebida traspaso sus sentidos, su boca se llenó a un delicioso sabor a yerbabuena y otras cosas más.

El chico de ojos dorados retiró el vaso y al ver que una gotita de la bebida salía de sus labios se inclinó para saborearla. Pero Kagome se hizo hacia atrás.

―No besos – dijo, mientras colocaba un dedo en sus labios.

Ella no perdió ninguno de sus movimientos y en cambio, lejos de apartarse, esbozó una sonrisa y se llevó el dedo a la boca. Sintió que su vagina palpitaba al notar su rasposa y erótica lengua

― ¿Y si quiero uno?

―Será un costo adicional sin mencionar el tiempo extra que esta corriendo.

Él asintió y dejó ambos vasos de licos sobre una jardinera que estaba de espaldas a la mujer.

Podía ver como su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración acelerada. No podía quitarse los ojos de encima a aquella mujer, sin duda, aunque tratara de parecer profesional no lo estaba haciendo. No era necesario tener experiencia con una prostituta como para advertir que el tiempo de ellas era costoso, no aguardaban sentadas esperando con tranquilidad al cliente como lo estaba haciendo ella. Aunque lo quisiera ocultar cobrando el tiempo extra.

O una, era una novata o dos, no era prostituta.

Recorrió su cintura con sus largos y expertos dedos hasta detenerse en sus pechos, donde moldeó cada uno de ellos. Kagome se deshizo en sus caricias e inclinó la espalda cuando la lengua del chico de ojos dorados se abría paso entre sus senos.

Quitó un cordón de su top, después el otro y fue bajándolo hasta que quedara anclado en si cintura.

Se mordió el labio inferior al ver su coordinado. Era de encaje fino y sus pezones fácilmente se transparentaban. Estaban erguidos, parecían la punta de dos montañas dispuestos a ser explorados por su boca.

Kagome se aferró a sus hombros para no caer al sofá, abriéndose aun mas de piernas para darle libre acceso a todo su cuerpo.

El chico de ojos dorados alzó la mano y con una mirada hambrienta esbozó una sonrisa, sosteniendo de pronto con brusquedad, su nuca y atraerla hacia el.

Su cálido aliento golpeó su rostro, su fuerte cuerpo la hacia derretirse bajo de él.

―Que así sea.

Y devoró sus labios con habido placer. Mordió, succionó y sus lenguas se encontraron en una danza erótica y frenética. Cada beso lograba robarle el aliento, pero al mismo tiempo no quería romper la magia.

Dios, era el mejor y maldito reto que la estúpida de Sango le había hecho.

Él se movió y el momento se rompió.

―Puedes ir agregando eso a la cuenta.

La tumbó de espaldas al sofá y fue deshaciéndose de cada prenda, de las malditas botas, de esa falda y el top. Hasta dejara únicamente con el conjunto.

La observó unos minutos semidesnuda sobre ese sofá blanco. Bajo su mirada de ojos chocolates, se desabrochó el cinturón, bajó la cremallera de del pantalón y este cayó al suelo.

Metió su mano por debajo de sus bóxeres y sacó su pene erguido y duro.

Kagome se mordió el labio inferior al ver cuanto calzaba ese hombre. Si, debía admitir que lo tenía grande y como una vez le dijo una tía.

"¿Quieres un futuro pequeño ― refiriéndose al tamaño de un hombre ―… o uno así de enorme? "

Ahora entendía esos sabios consejos.

―Mira cómo me la pones y todavía no te toco lo suficiente.

Kagome se relamió los labios y con una mirada de gata bajo del sofá para acercarse a él a gatas.

Se arrodilló ante el hombre y terminó por quitarle los clancillos, todo sin perder contacto visual.

―Me parece que sé un remedio para eso.

Siguió cada uno de los movimientos de esa mujer. La forma en como se había llevado su pene a los labios, y como los abría de una forma apetitosa.

Jadeó ante el placer de estar dentro de su húmeda boca.

Kagome no sabía el porque, pero los jadeos de él la hicieron sentirse cliente, segura del poder que estaba ejerciendo así que intensificó sus movimientos, succionaba, movía su lengua en un ritmo que hizo enloquecer a aquel hombre.

Levantó la cabeza al techo, mientras que balanceaba sus caderas al ritmo que ella estaba marcando

Si seguía así era probable que se viniera pronto y eso no podía permitirlo. Así que poso ambas manos sobre la cabeza de la mujer y la fue levantando poco a poco.

―Espera – dijo jadeando – Harás que me venga y que la noche termine rápido – miró sus labios hinchados – Y no estoy dispuesto a permitir que eso pase.

La alzó en vuelo anclado sus manos en ambos lados de sus caderas y ella hizo lo propio con sus piernas.

Sintió el frío en sus nalgas cuando la dejó sobre una mesa de vidrio. Sus manos dedos jugueteaban con el encaje de su sostén, ella en cambió empezaba a desabotonar su camisa para liberarlo de ella.

Suspiró al ver su bien marcado cuerpo y era el único que estaba desnudo.

Él sonrió.

― ¿Qué no es justo? – preguntó, al tiempo que palpaba su abdomen con sus delgadas palmas.

―Que yo sea el único que este desnudo y tú no.

Antes de responder sintió un tirón y de un rápido la despojó de su sostén, dejándola solo con su tanga y las medias de red.

Fue dejando un camino de besos hasta llegar a la cúspide de sus pechos. Llevándose uno a los labios, amasando el otro con su mano, mientras rosaba su entrada con su miembro.

Podía sentir los latidos de su corazón sobre su pecho, sus jadeos pesados. Era tremendamente excitante verla arquea su espalda y esa melena negra caer en cascada. Sin duda era una imagen que lo iba a perseguir toda su vida, al igual sus pechos.

Continuó descendiendo por su vientre, la abandonó solo por unos segundos para arrastrar una silla y tomar asiento en ella.

―Separa más tus piernas.

Mientras ella obedecía aquella orden, lo vio apartarse y arrastrar una silla para colocarla en frente de ella. Kagome se mordió el labio inferior al verlo tomar asiento mientras jalaba sus caderas hasta su altura. Entonces advirtió lo que estaba a punto de hacer y lo dejó.

La despojó con delicadeza de una media, después de la otra, pero donde no tuvo piedad ni compasión, había sido de su tanga, porque la rasgó de un solo movimiento. Ni siquiera vio donde fue a dar cuando la arrojó por encima de su cabeza, estaba perdida en su cabello plateado, en sus ojos dorados que miraban con ardor su vagina.

Kagome tuvo que apoyarse con ambas manos en el borde de la mesa, en algún momento temió que el cristal pudiera romperse, pero lo sentía sólido, así que abandonó rápidamente esos pensamientos y se concentró en el hombre.

Que la acariciaba con la punta de dos dedos su húmedo hueco, estimulando su clítoris.

Se abrió más ante él, acercando la espalda, cerrando los ojos y dejándose llevar por las sensaciones que esos dedos despertaban en su interior. Si eso así con los dedos, no quería imaginar como era usando su pene y la lengua.

Pero su respuesta llegó pronto cuando esos dedos fueron remplazados por su boca.

― ¡Ay…!

El gritó de apagó y tuvo que morderse el labio inferior. Despertaba todo en ella un sinfín de palpitaciones. Su rasposa lengua se cernía sobre su clítoris. Ella se abrió más y fue descendiendo hasta la mesa. Muy poco le importó el frio cristal sobre su espalda. Su cabello era una fina tela cubriendo el comedor. Sus manos bajaron hasta posarlas a ambos lados de su cabeza e invitarlo a que siguiera con ese asaltó. Movía las caderas en torno a él, se abría más para que pudiera tener acceso libre a su cuerpo.

No podía más, sentía espasmos en todo su cuerpo, ella también estaba a punto de llegar y como igual a él, no estaba dispuesta a que la noche acabara así.

―Para…― dijo agitada – Vas hacer que llegue.

¿Escuchó? No, porque siguió con su asalto, mientras que sus dedos buscaban sus pechos para moldearlos bajo la palma de sus manos.

―Por favor…― suplicó.

Se detuvo ante esa suplica, levantó la cabeza y la miró por encima de su vientre, le sonrió maliciosamente. Incorporándose, la tomó de los mulsos y tiró de su cuerpo. Kagome se retorció al sentir la punta de su pene rozar con su vagina. Que la llamaran como quisiera, se ardía por sentirlo dentro de ella.

El hombre le ofreció ambas manos y le ayudó a incorporarse, sus labios estaban cerca el uno del otro.

―Ahora tú y yo vamos a coger.

Asintió ante tal comentario.

Y lo único que sintió fue cuando su pene se abrió paso entre su vagina. Dios, estaba cliente, duro y la forma que se movía en su interior la volvían loca. Sentía presión en su estómago, esa corriente eléctrica descargar por todo su cuerpo y ponerlo sensible ante su contacto.

Apoyó ambas manos sobre el cristal, moviéndose al bombeo del desconocido. Él en cambio tomaba sus labios como si fuera algún tipo de ofrenda, anclando sus manos en sus caderas, atrayéndola hacia él, hundiéndose más en ella y perdiendo la noción del espacio.

Esa habitación era una mezcla de hirvientes jadeos y de una temperatura que estaba en su máximo apogeo.

Llegaron al mismo tiempo juntos, apoyando su frente con el otro. Saboreando los últimos espasmos del orgasmo.

Ella se puso su camisa blanca de lino, él su bóxer y así ambos habían destapado una botella de tequila. Todo para relajar el cuerpo, pero al calor de las copas, sus labios volvieron a reclamar los del otro, pero esta vez, firmaron el encuentro en la cama.

XXX

Al ver que su tanga se alzaba orgullosa en esa lampara, no tuvo más remedio que dejarla sobre ahí. Afortunadamente tenia ropa interior en su bolso, por nada del mundo se iba a poner la ropa interior de un hombre. Entonces, cuando sacó el pantalón y su tanga cayó en la cuenta de que no había usado protección, de que los condones que llevaba estaban intactos.

Grave error para fingir ser una prostituta es más desde el principio, porque no debía haberse quedado a dormir con él.

Al salir del departamento buscó su móvil y le marcó a Sango, esta le dijo que estaban desayunando en una cafetería. Al salir del complejo de habitaciones, abordó un taxi y la llevó al destino donde se encontraban sus amigas.

―Tú me debes el café – dijo Kagome, dejando su bolso en la mesa de aquella cafetería.

― ¿Qué tal te fue? – preguntó divertida Sango ― ¿Cómo se movió el chico?

Kagome tomó asiento y de inmediato pido un café negro bien cargado, la resaca la estaba matando.

―No te voy a decir que tal mi noche – respondió – Pero debo decirte que te gané la apuesta. – le guiñó un ojo.

―Si, todas notamos que te fuiste con ese pedazo de hombre ― explicó Ayame.

Lunes.

Estaba nerviosa, era el día esperado y se había preparado para ese momento. El domingo después de haber dejado a las chicas, se fue a su departamento y afinó los últimos detalles para la presentación del nuevo rascacielos.

Sus directores, su jefe contaban con ella para ganar ese proyecto, esto sería sin duda la culminación de su carrera. sería reconocida como la arquitecta más joven y crear un edificio para uno de los emporios más importantes.

―Contamos contigo Kagome – decía su jefe antes de abrir una puerta. – El destino de nuestra empresa depende de este proyecto.

―Buena suerte Kagome – dijo otro de sus jefes.

Kagome tuvo una fuerte necesidad de vomitar debido a sus nervios, así que, tomando un dispositivo electrónico, entró a la sala de conferencias. Todo estaba perfectamente preparado, se había preparado (se repetía otra vez). Con un suspiro que se escapó de sus labios entró a la sala de conferencias.

Pero ni aun el elaborado discurso ni la impresionante maquete digital que estaba a punto de presentar, la habían preparado para ese momento. Ahí, en la silla presidencial, la ocupaba el jefe de jefes, el hombre de ojos dorados a quien se había llevado a la cama fingiendo ser una prostituta.

―Señor Taisho, le presento a Kagome Higurashi. La arquitecta quien fue designada a su proyecto.

"Tierra trágame. Sango, vete a la mierda"

Ella se puso roja, en cambio, él esbozaba una media sonrisa.

Kagome dejó el dispositivo electrónico que llevaba en la mano para iniciar su presentación. A pesar de estar nerviosa y sentir los ojos dorados desnudarla, eso no interfirió en absoluto. Al contrario, se mostraba más segura de si misma.

La conferencia finalizó con un abrazo, los jefes de Kagome y los otros ejecutivos estaban impresionados con el rascacielos que tanto se esmeró en realizar. La mirada de su cliente principal estaba atónita, seguramente lo había dejado impactado.

Abandonó de inmediato la sala, alegando tener que contestar una llamada personal. Sacó su móvil y le marcó a Sango.

¿Qué pasó? – escuchó preguntarle desde el otro lado.

― ¿Qué pasó? – ella miró a ambos lados, para evitar que alguien la escuchara – Gracias a ti y tu estúpido reto me metí en un problema.

¿Qué clase problema?

Kagome apartó el móvil al escuchar como su amiga se llevaba unas papitas a la boca.

―El hombre, el cliente que recogí el sábado es el miso cliente para que le elabore el proyecto del rascacielos.

Escuchó silbar a su amiga.

Uyuyuy si estas jodida.

―Jodida por ti estúpida. No vuelvo aceptar ningún juego así.

Después de eso inmediatamente había corrido a la farmacia y comprar una caja del día siguiente.

Pero debes admitir que te gustó que ese hombre te cogiera. Pendeja si no.

―No te mato porque eres mi amiga.

Ambas se despidieron, quedando para comer ese mismo día y así celebrar su éxito.

Kagome giró sobre sus talones y se encontró con la mirada intensa del señor Taisho.

―Así que Kagome.

Ella ladeó la cabeza y lo miró.

―Si – asintió – Ese es mi nombre.

― ¿Y desde luego que no eres prostituta?

Volvió asentir.

Inuyasha esbozo una sonrisa y se cruzó de hombros al ver a la mujer. Desde que despertó solo en la cama se había vuelto loco buscando alguna nota en su departamento, pero nada. Esa mujer se había esfumado. La buscó el domingo en el mismo lugar a la misma hora, pero no estaba ahí.

Había incluso llegado a pensar que ella fue un producto de su imaginación.

―No – contestó con sinceridad – Todo fue un reto que me puso mi amiga – confesó.

Pero había algo rondaba en los ojos de aquel hombre y eso le causo nervios. Lo vio acercarse lentamente a ella, hasta acorralarla en el cristal de la ventana.

―Eso significa que tú y yo…

―Así es – asintió – No va a pasar – dijo segura.

―No estes tan segura de ella.

Con un guiño se alejó de ella.

Tres horas después.

Arqueó su espalda mientras saboreaba el orgasmo y besó sus labios. Ahora ya no estaba fingiendo ser una prostituta, ahora era Kagome y no Morena quien se estaba entregando a aquel hombre una vez más.

―Kagome de día – comentó Inuyasha mientras acariciaba la espalda desnuda de la mujer – Morena de noche.

―No te acostumbres – lo detuvo cuando estuvo a punto de advertir una vez más sus labios sobre su boca.

―Podría ser fácil, Morena.

Hola

Aquí una vez más con la misma dinámica de "dulce o truco" de Mundo Fanfics de Inuyasha y Ranma. Había dicho que subiría el viernes de lemon pero estaré ocupada mañana.

Espero les haya gustado.

Nos vemos en otra actualización.

¿