Capítulo 4

Llamada "Perdida"

Mientras se vestía, escuchó el timbre de su móvil y sabía perfectamente que no era el Iphone que usaba cuando hablaba con sus amigas o compañeros de oficina, incluso jefes. No, este era el otro que usaba cuando tenía que hablar con esa persona.

Frunció el cejo al contemplar su bolso, Inuyasha había salido de la cocina con un vaso de agua y vio en ella un rostro desencajado. No era aquella Morena que sonreía en un dos por tres o quien le había dicho la frase más divertida, "tú me coges, yo te cojo". Todo se derribaba a ese aparato que sonaba adentro de su bolso.

¿Era un ex, quien la había puesto así?

― ¿No vas a contestar?

Kagome parpadeó y justo en ese momento el móvil dejó de sonar.

―No – negó – Seguro es un vendedor de servicios.

Sabía que era mentira, ese móvil únicamente sonaba cuando esa persona se comunicaba con ella.

Terminó de abrocharse los zapatos, se puso de pie y avanzando a él le dio un casto, pero ardiente beso en la mejilla.

―Nos vemos luego.

Pasando a un lado de él fue como se dirigió hacia la puesta. Pero él frunció el cejo y la tomó del brazo en un movimiento rápido, para retenerla entre su cuerpo y la pared. Su mano bajó hasta uno de sus muslos, lo levantó para colocarlo en su cadera. Kagome se arqueó levemente cuando su cuerpo se pegó al de ella.

― ¿Y si te quedas?

Kagome sonrió de una manera tierna al escuchar esa pregunta. Pero ambos sabían que ella no podía quedarse.

―Accedimos a tener sexo, no a dormir juntos. Es muy diferente.

Inuyasha arqueó una ceja y movió un poco la cadera para arrebatarle un gemido de sus labios. Kagome tuvo que sostenerse de sus hombros para no perder un poco el equilibrio.

―Además, hoy no puedo– jugueteó con el dobladillo de su camisa – Tengo una cita.

― ¿Una cita? – levantó la ceja cabeza en señal de alerta al escuchar aquella respuesta ― ¿Con un hombre?

Tuvo que morderse el labio para no terminar riendo. Se estaba comportando como si tuvieran una relación cuando en realidad no era el caso. Incluso, solo se vieron dos veces y ya habían tenido más sexo.

― ¿Celoso, señor Taisho?

―No – negó, apartándose de ella – No es el caso. Esto es solo sexo. Como dijiste "Tú me coges, yo te cojo". Pero recuerda la última clausula, no habrá otros.

Kagome recorrió con un dedo su abdomen hasta llegar a la altura de su barbilla y le dio dos golpecitos en su nariz.

―Pierde cuidado. En eso no habrá problema – sonrió – Pero si quieres estar tranquilo. Te diré, tengo una cita con unas amigas para celebrar que un empresario le el diseño que le hice para un rascacielos.

Inuyasha se llevó las manos a los bolsillos mientras la acompañaba hacía la salida del departamento. ella se giró y en un rápido movimiento le dio un beso en la mejilla.

― ¿Cuándo nos volveremos a ver? – preguntó él, mientras la veía entrar al elevador.

―Yo te marcó.

Y guiñándole un ojo, las puertas del elevador se cerraron, perdiéndola de vista.

Kagome se recargó en la fría pared de metal del elevador. Si, iba a ser fácil. Solo sexo, no amor. Aunque con él no iba ser fácil, era un hombre atractivo y cualquier chica podría perder fácilmente la razón por alguien como Inuyasha Taisho. Pero afortunadamente, ella no era cualquier chica. Sabía de antemano lo que el amor le hacía a las personas y eso, se había prometido que nunca le pasaría.

En cuanto llegó a su departamento, se dio una ducha rápida y mientras se vestía, escuchó el tono de un móvil que provenía desde su bolsa. No era el Iphone que usaba para hablar con su jefe o sus amigas.

Con la toalla enrollada sobre su cuerpo, se acercó a su bolso y de ahí sacó un celular de gama baja. Solo lo usaba para hablar con esa persona.

Todos los recuerdos del pasado se descargaron uno a uno. Tuvo que limpiarse una lágrima que se había salido involuntariamente.

No, no iba a contestarle, hoy no, tal vez mañana. Así que decidió ignorar la llamada y comenzó a vestirse.

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Al de la ducha y vio un mensaje de su hermano. Lo esperaba en un bar latino y quería presentarle a su novia. Frunció el cejó nada más en leer esa última palabra.

¿Sesshomaru había regresado con esa chica?

Seguramente esa mujer era especial para haber derretido el corazón frio de su hermano y no iba a perder la oportunidad de conocerla. Pero lo cierto era que no deseaba a permanecer solo en su departamento. Los fantasmas de Yura comenzarían por acosarlo y no tenía deseos de pensar en ella. En la mujer que había amado y que traicionó sus sentimientos. Aunque luego, a su mente vino un tatuaje de una flor de loto en la espalda baja, en ese cabello azabache y unos ojos chocolate que brillaban cada vez que llegaba a clímax.

Pero lo cierto era que no deseaba a permanecer solo en su departamento. Los fantasmas de Yura comenzarían por acosarlo y no tenía deseos de pensar en ella. En la mujer que había amado y que traicionó sus sentimientos. Aunque luego, a su mente vino un tatuaje de una flor de loto en la espalda baja, en ese cabello azabache y unos ojos chocolate que brillaban cada vez que llegaba a clímax.

¿Por qué le había dicho eso?

Ni se conocían, solo habían compartido intimidad, pero no sabía absolutamente nada de ella y francamente no estaba seguro si deseaba hacerlo, después de todo solo tenían un tipo de acuerdo entre ellos. Nada de involucrar sentimientos, tal vez en ese apartado incluía "No hablar de vida privada"

Lo que le molestaba era esperar a que ella le llamara, aunque eso no evitara que le enviara mensajes.

Así que, como no deseaba ser molestado por dos fantasmas, uno que lo traicionó y otro potencialmente sensual, decidió aceptar la invitación de su hermano. Bien, ya era de conocer a su novia, seguramente la invitaría para el cumpleaños de su madre.

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Estacionó el auto en frente de un bar latino, donde se había citado con las chicas. A dentro la música estaba en pleno apogeo, Ayame se encontraba en la pista bailando con un chico. Desde luego lo conocía, era un amigo colombiano que conoció en la universidad y desde ese momento se hizo miembro del clan.

―Tienes cara de recién cogida.

El comentario de Sango la sobresaltó en cuanto ella dejaba la bolsa y tomaba asiento en un banco.

―No voy a hablarte de mi vida privada y sobre todo sexual.

―Tu vida privada me la sé de tu cabeza a tus tacones – le guiño un ojo – Ahora, en cuanto a tu vida sexual…. Bueno, supongo que tu cliente y tú terminaron lo que quedó pendiente. – una sonrisa juguetona apareció en sus labios― Te dije que serías una pendeja si no te gustaba.

Kagome abrió los ojos ante ese último comentario.

―Eres una bruja. Pero que sepas que no te contaré nada al respecto. Te dejaré con esa gran duda.

―No necesito saberlo, tarde o temprano me lo terminaras diciendo.

La pelinegra roló los ojos y se encontró con Rin, que de vez en cuando volteaba hacia la entrada, era como si estuviese esperando a alguien.

― ¿Esperas a alguien? – preguntó con cierto interés.

―Si – se anticipó Sango a responder – Invitó a su novio.

La pelinegra frunció el cejo al escuchar eso, pues había sido testigo de cómo su amiga se había zampado dos litros de nieve, palomitas, una gaseosa mientras veía películas románticas, de esas que hacían llorar y ponían los sentimientos sensibles.

― ¿El idiota ese por el cual casi entras en depresión?

―Decidí darle una oportunidad – explicó apenada. – Además, no entre en depresión.

― ¡Lloraste durante semanas! – se quejó Sango.

―En cuanto lo vea le dejaré un recuerdo en los huevos. – amenazó Kagome.

― ¡Kagome! – exclamó Rin – Él me pidió disculpas y acepté darle una oportunidad. Es mi decisión y si cometo un error, ya me podrás decir "Te lo dije"

Al ver a su amiga segura de esa decisión, no le quedó más remedio que asentir. Odiaba a ese hombre a pesar de que solo lo conocía por nombre. Un tal Sesshomaru, las únicas que lo habían conocido eran Sango y Ayame. Ella se había perdido esa desafortunada oportunidad mientras trabajaba en el diseño para la empresa de Inuyasha.

Aunque era muy extraño, los dueños eran él y su hermano, que casualmente compartía el nombre con el novio de Rin. No creía que se tratara de la misma persona, no podría haber mucha casualidad en este mundo y si la hubiese, que le partiera un rayo en este instante.

Bueno, tal vez sí, con ella e Inuyasha hubo coincidencias.

¿Qué estaría haciendo en estos momentos? Tal vez si le enviaba un mensaje, preguntarle si todavía estaba en puerta lo de pasar la noche y….

No, negó, eso sería ir muy rápido.

Pero, regresando a su amiga Rin, jamás se le iba a borrar de su mente el rostro de su amiga empañado de lágrimas.

―Está bien – asintió, dando su brazo a torcer – Me comportaré sólo porque tú lo dices. Pero si vuelve a cometer un error contigo, no se lo perdonaré.

Rin asintió, convencida de lo que eran capaces sus amigas de hacer por ella.

―Ahora, cambiando de tema – dijo Sango ― ¿Vamos a tener departamento nuevo?

Kagome esbozó una sonrisa y asintió. Con el contrato que firmó su empresa con la de… ¿Cómo podría llamar a Inuyasha? ¿Amante? ¿Un free?

Bueno, el punto era que, gracias a eso, recibiría una buena comisión y ya podría liquidar el departamento que deseaba adquirir. Además, tenía otro tanto guardado para iniciar su propia empresa de arquitectura.

No es que odiara trabajar para sus jefes, al contrario, estaba agradecida con ellos. Por haberle dado la oportunidad desde que era una practicante de arquitectura. Gracias a ellos había ido creciendo, ganando prestigios, y estaba así de un pasito, a tener dos cosas, un hogar y una empresa, que bien podría decir en un futuro, que era dueña. Pero evidentemente no les había dicho nada a las chicas, deseaba que fuese sorpresa.

―Cuando reciba mi comisión lo líquido y haremos una inauguración.

Pero esa sonrisa se borró rápidamente al escuchar nuevamente el tono de su otro móvil timbrar. No podía tomar la llamada, si lo hacía era probable que la juzgaría una vez más y la conversación terminaría abruptamente.

Sango se dio cuenta de la incomodidad de su amiga y le tomó el hombro.

― ¿Todo bien?

Ella asintió, ni muy convencida y con el humor apagado.

―Deberías contestarle.

Negó, no deseaba hacerlo. Y de nueva cuenta las lágrimas amenazaron con salir. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que no se veían? Desde que decidió regresar a Nueva York y estudiar por cuenta propia arquitectura, sin su ayuda. Había pasado casi dos años desde la última vez que fue a verla y cada vez que lo hacía terminaban en un enfrentamiento.

―No puedo, creo que es mejor hablar mañana.

Sango al ver la expresión triste en su amiga, trató de nueva cuenta reconfortarla, pero el daño estaba echo y los errores del pasado tanto de esa persona como de ella quedarían escritos para siempre. Y prueba de ello era el tatuaje de su espalda.

―Le das muchas largas, debe saber en lo que su hija se ha convertido.

Kagome suspiró y en cuanto el mesero les dejó unos mojitos ella se bebió el suyo al hilo. Pensando en la mujer que la había traído al mundo. Dejó suavemente el vaso vacío y miró a su amiga.

―Sango, no quiero hablar de eso en estos momentos.

―Si nunca lo quieres hacer – insistió ella.

―Mis razones tengo.

Rin únicamente se dedicaba a ver a sus dos amigas discutir sobre el mismo tema, ella sabía perfectamente el dolor que le causaba a Kagome hablar de ello, por eso jamás intervenía en cuestiones de ese tipo. Sabía que era una herida que nunca se iba a cerrar y tocarlo simplemente le echaba más limón a una herida que aun estaba fresca, a pesar de haber pasado mucho tiempo.

Era verdad, no quería tocar ese tema y cada vez que lo hacia terminaba mal. A lo lejos la música cambió y vio como Ayame y Arturo le hacían señas para que se acercara a bailar con ellos. Se levantó y fue a la pista donde ya la esperaban. El chico moreno y alto de cabello negro era la envidia de la pista al bailar con dos mujeres muy bellas al mismo tiempo y si trataban de robarle a una, evitaba que eso sucediera.

Ayame fue la primera en terminar rendida de tanto bailar, así que los dejó y se acercó a la mesa donde estaban sus dos amigas. Tomó un trago que Sango le ofrecía.

―No vinimos aquí para estar toda la noche sentadas. Estamos aquí para celebrar el triunfo de Kagome – dijo la pelirroja, un poco acalorada después de tanto baile, miró a Sango. – Así que levanta ese trasero flácido que dios te dio y ve a bailar.

Rin se echó a reír y Sango frunció el cejo. Desde luego no era el caso, se la pasaba dos horas al día en el gimnasio. Bueno, aunque la otra hora se la pasaba ligando.

―Flácidos tus pechos, querida.

―Tengo todo en orden ― le guiñó un ojo.

Entonces, la castaña miró a Rin, que únicamente se dedicaba a ver la discusión de sus amigas.

― ¿Quieres bailar?

― ¿Contigo? – preguntó divertida y después sonrió – No eres mi tipo.

― ¡Si soy más sexi que el idiota de tu novio!

No es porque fuera lesbiana, sino que, al igual que Ayame, no salía con alguien. Tal vez y aplicaba el reto que le hizo a Kagome, vestirse de prostituta y a ver que resultaba.

― ¡Lo dudo!

Una voz la hizo fruncir el cejo y la joven volteó a ver de quien provenía. Y si, efectivamente ahí estaba el novio de su amiga, acompañado dos un chicos, uno de cabello negro y ojos café, el otro, era idéntico a él, de cabello plateado y ojos dorados. Algo en él se le hacía un poco familiar.

Observaron entre Ayame y ella como a Rin le había cambiado el rostro y de un brinco abrazaba tiernamente a su novio. Ambas fruncieron el cejo, si ese pedazo de animal le volvía hacer algo, no solo ella utilizaría su automóvil para arrollarlo, sino que utilizaría un cuchillo cebollero para cortarle su humanidad.

―Siento un aire toxico aquí – comentó amargamente Ayame.

Sesshomaru no pasó desapercibido el comentario de la pelirroja y levantó una ceja. Pero cuando estaba a punto de decir algo, Rin se le adelantó.

―Chicas, por favor.

―Muy bien – dijo Sango, levantándose de su asiento – Solo por ti lo aguantaré esta noche. Pero – volteó a verlo y lo señaló – Le haces algo y te las veras conmigo.

Giró sobre sus talones y fue hacía la pista, ahora que Ayame le tocara estar sentada. Fue hacía donde estaba Kagome y Arturo bailando.

― ¿Me puedes presentar a tu amiga?

Miroku le dijo quedamente al oído a Rin y ésta simplemente esbozó una sonrisa de las tres, la más difícil era precisamente la castaña. Rechazaba a cualquier hombre que se le insinuara o intentara coquetear con ella.

―No la aguantarías – se anticipó Ayame.

Entonces reparó en el otro chico de cabello plateado y ojos dorados. No el novio de Rin, el otro. Se le hacía muy parecido…bueno, si le ponía lentes oscuros, una camisa blanca y lo metía a un BMW sería muy parecido a….

―El cliente de Kagome

El grupo de Inuyasha fue presentado con las dos únicas mujeres que estaban en la mesa. Pero sus ojos estaban centrados en una mujer de cabello largo y con un vestido entallado en color negó. Frunció el cejo al ver como ese hombre la tocaba deliberadamente de las caderas y la hacía girar. Ambos, perdidos en una sonrisa. A la otra mujer no le daba tanta atención como a ella.

― ¿Quieres algo de beber?

Sesshomaru tuvo que gritarle en el oído y al escucharlo, se hizo a un lado y negó. No, no quería nada beber, em más, quería entrar a esa pista para liberarla de las garras de ese sujeto.

Kagome se rio cuando chocó por error con Arturo, pero la sonrisa se le borró de los labios al ver a Inuyasha ahí, en su mesa y con el resto de sus amigas.

―Es el novio de Rin – dijo Rin.

― ¿El que tiene expresión de no querer estar aquí?

―No, ese es su amigo Miroku – ella negó – Vino con su hermano. Se parece al que te cogiste.

Este último se lo dijo en un susurro, para que ninguno de los presentes en la pista escuchara. Kagome, miró bien y si, ahí estaba él. Se sonrojó solo al verlo, pues no había dejado de pensar en él, en su forma de tomarla de la cintura, de acercarla a él, de tocar su piel.

No pudo responder porque Arturo las hizo girar al mismo tiempo y ella tuvo que asentir. Pero esperaba regresar y ver el rostro de su amigo, en cambio, sus brazos fueron remplazados por otros más fuertes que la apretaban contra él.

Cuando levantar la mirada, se encontró con sus ojos dorados y esa sonrisa que se estaba comenzando a hacer familiar (si, a pesar de verla dos días).

― ¿Qué haces aquí? – pasó sus brazos alrededor de su cuello ― ¿No me digas que me extrañas? – preguntó, en forma de burla.

La miró fijamente a aquellos ojos color chocolate. Si la extrañaba no iba hacérselo saber, pero ese no era su caso.

―Se podría decir que sí. Pero solo para nuestro acuerdo – le guiñó un ojo, apartándola un poco más de sus dos amigos.

Entonces miró al hombre alto que tenía abrazada a su amiga y frunció cejo. Así que ese era el idiota que le hizo daño a su amiga.

― ¿Tu hermano…― señaló hacía la mesa ― es novio de mi amiga?

Entonces supo que ya estaba lista para que un rayo la partiera a la mitad cuando vio asentir a Inuyasha.

― ¿Una coincidencia muy grande, no crees?

―Si – asintió, perdida entre la pareja e Inuyasha – Muy grande.

De pronto el ritmo de la música cambió y por un momento él se quedó quieto, sin saber como moverse. Kagome levantó la cabeza y se echó a reír, tomó ambas manos y fue guiándola hacia sus caderas, marcando un ritmo lento y sensual.

―Porque yo me acurrucó solo contigo…

Escuchó que cantaba en su oído, no desconocía el idioma, de hecho, había aprendido hablar español debido a sus negocios.

― ¿Cómo es que sabes hablar español? – le preguntó.

Kagome sonrió, pero no era una sonrisa cargada de felicidad, sino más bien triste.

―Larga historia. Pero no es momento ni el lugar para hablar de ella.

Inuyasha había notado siento recelo por parte de ella. Esa mujer tenía algo, a pesar de mostrarse segura de si misma, podía ver su vulnerabilidad. Algo le decía que esa historia la había marcado de por vida. Esperaba que un día llegara a escucharla de sus labios. Pero claro, esperaría a que fuera el momento y el lugar y así poder escucharla atentamente.

De pronto se dio cuenta de que Sango y Arturo ya no estaban en la pista y que se habían unido al resto del grupo. Desde luego unos cuantos no los perdían de vista.

El resto de la noche se la pasaron entre platica y platica, hasta que dio la madrugada. Poco a poco se fue despejando el lugar, los primeros en irse habían sido Sesshomaru y Rin. Luego le siguió Sango, quien sin querer tuvo que acceder a que Miroku la llevara. Kagome conocía bien a su amiga, sabía que no le había agradado. Los últimos en irse fueron Ayame y Arturo.

Y aquí estaban, los dos, mirándose uno al otro.

Kagome miró su reloj, era tarde y debía estar en la oficina en seis horas, así que dormiría un poco.

Se levantó de su asiento, seguida de él. Y juntos salieron del bar. Ella caminaba con los brazos cruzados, él, aunque se moría por tomarla de la mano, tuvo que llevarse las manos al bolsillo.

Llegaron al auto de ella.

Kagome abrió la puerta del conductor y se giro para verlo una última vez.

―Nos….

Pero cuando estaba por despedirse, Inuyasha la tomó sorpresivamente de las caderas para atraerla hacía él y besarla. Su pulso se detuvo, sentía un hormigueo por todo su cuerpo, aquellos labios le estaban robando el aliento. Deliberadamente bajó la guardia y llevó sus brazos alrededor de su cuello.

¿Cómo podía ser que un hombre desestabilizara su mundo en tan poco tiempo? Debía recordar que solo era algo pasajero y ya, carente de sentimientos. Ella misma le había puesto las cartas sobre la mesa desde que decidieron jugar a esto, precisamente hace unas cuantas horas.

Pero en cambio él, se había embriagado y nada tenía que ver con el alcohol, sino con ese aroma a mandarina. Lo hacían cuestionarse como sería despertar a su lado una vez más, con su habitación inundaba de ese aroma.

La dejó de besar y no era porque ya no lo deseara, sino porque el aire les comenzaba a faltar.

Suspiró y apoyó su frente en la de ella.

―Quédate esta noche. – fue una orden, mientras mordía suavemente su labio inferior, después sus mejillas.

Iba a decir que no, pero cuando sintió sus dedos recorrer su cintura hasta detenerse en el nacimiento de sus senos, no tuvo mas remedio que acceder. Al carajo, ella también deseaba repetir lo de esta tarde.

―No tengo ropa. – trató de esquivarlo, a ver si se retractaba, antes de aceptar su petición.

Inuyasha esbozó una media sonrisa y besó la curva de su cuello.

―Pasamos tu departamento – besó la otra curva – Tomas lo que vayas a usar en el día– luego enredado sus dedos en su cabello para inclinar su cabeza y tener acceso libre a sus labios – Dejas tu auto y nos vamos en el mío.

Kagome tuvo que apoyar las palmas de sus manos en el pecho de Inuyasha. Podía sentir lo cálido de su pecho y los latidos frenéticos de su corazón.

― ¿Siempre sueles ser tan convincente? – preguntó con la voz entrecortada.

―Solo contigo, Morena.

Y sin decir más, acercó su boca a la de ella para terminar de convencerla.

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Lo primero que hizo al despertar fue sentir el aroma a mandarina impregnado en toda su habitación. Y había prueba por todas partes donde habían tenido sexo. Comenzando una vez más en la sala, después en la cómoda de madera que estaba en frente de la habitación, para terminar nuevamente en la cama.

Pero frunció el cejo al escuchar "Crazy Little Thing Called Love" proveniente de algún punto de su departamento. Entonces dejó la cama, observó el reloj, apenas era temprano, tenía dos horas para llegar a la oficina.

Salió de la habitación y sonrió al ver a la persona que había causante de aquel ruido. Ahí, en su cocina, estaba ella, cantando y moviéndose al ritmo de Queen. Al parecer se las había ingeniado para conectar su móvil a su equipo de sonido.

Pero lo que más le dio risa fue verla cantar como si fuese el mismísimo Freddie Mercury y usaba una cuchara como micrófono. Buscó su móvil, se escondió en un lugar y después la comenzó a grabar. No es que quisiera comparar y últimamente lo estaba haciendo. Solo dos mujeres habían pisado este departamento, Yura y ella.

Yura prefería que la llevaran a desayunar a un lugar caro, mientras que Kagome, bueno, por lo que veía estaba preparando un tipo de almuerzo.

Ignorando que alguien más la observaba y grababa en un rincón, Kagome se sentía bien cada vez que escuchaba la música que le gustaba a su padre. Sentía que podía conectarse con él por medio de ella, si, a pesar de haberlo perdido cuando tenía cinco años. Era insólito que aun pudiera recordar todas esas cosas. Como su voz, su sonrisa llamándola cuando llegaba a casa de trabajar. Por él se había hecho ese tatuaje, únicamente por él.

Cuando la música terminó y Kagome escuchó unos aplausos provenientes de tras de ella, pegó un salto y se llevó las manos al pecho junto y con todo "micrófono ".

― ¿Desde hace cuánto estas ahí? – preguntó, mientras ponía aceite en un sartén.

―Toda la canción. Por un momento pensé que Freddie Mercury había invadido mi cocina.

Mientras desayunan, Inuyasha le iba contando que era de Londres y que su madre pronto cumpliría años. Pero al llegar su turno y hacerle preguntas sobre sus padres, una sonrisa seria apreció en sus labios.

―Mi padre murió cuando tenía cinco años.

Inuyasha se sintió apenado por haberle hecho esa pregunta.

―Y mi madre vive en Argentina. Larga historia, no es momento ni lugar para hablar de ella.

Era la misma respuesta que le había dado en el bar, pero decidió no insistir al ver nuevamente esa expresión en su rostro. Confirmando una vez más que había una historia triste de tras de ella.

Había llegado a tiempo a la oficina, gracias a que él la había dejado. Si no, seguramente tomaría el metro, aunque de vez en cuando lo usaba, para volver a recordar sus inicios. No siempre fue lujo tener carro, para eso había empezado desde cero.

Estaba en su oficina analizando los requerimientos de su nuevo cliente en Dubái. Debía dar lo mejor de ella, poner toda su dedicación en ese proyecto. Si lograba convencerlo, no sólo entrarían millones a su compañía, sino que por fin podría haber su pequeña empresa de arquitectura.

Borró una línea del plano que dibujaba, cuando de repente volvió a escuchar esa música proveniente de su escritorio. Se acercó y alzó una ceja al ver el número grabado en ese móvil viejo.

Si no contestaba seguiría insistiendo.

Si contestaba, escucharía los sermones de siempre.

Tomó aire y reunió todo el valor necesario para tomar la llamada.

―Hola.