Capítulo 5
MIL DEMONIOS
Tuve mil dolores de cabeza
Mil momentos de tristeza y una culpa equivalente a un millón
Reunir el valor suficiente fue lo más difícil que tuvo que hacer. Eran esporádicas las veces que le marcaba y si lo hacía no era para saber como se encontraba o preguntarle que tal estaba su día. No, era únicamente por interés personal de ella.
― ¿Se puede saber porque no me contestas? – se escuchaba molesta – Llevo tratando de comunicarme contigo desde ayer.
―Hola mamá, estoy bien. Gracias por preguntar por mí.
―Déjate de payasadas ¿Por qué no tomas mis llamadas?
―Lo siento, estaba en el trabajo.
―Si trabajar como mesera se considera uno.
Si, era por eso por el cual no le contestaba. La vida no siempre había sido fácil para ella, irse a vivir a otro país, ver a su madre a lado de otro hombre que no fuera su padre, ver como su madre se desvivía hacia su hermana pequeña, mientras a ella la iba rezagando.
Pero no quería recordar eso, porque eso sería abrir más su dolor.
Dejar que su madre siguiera pensando que trabajaba como mesera era lo más cruel, pero lo hacía para darle una lección. Antes de dejar Argentina le recalcó que nunca iba a salir adelante por ella misma y cuando supo que su trabajo fue de mesera, incluso se burlaba.
― ¿Para eso dejaste Argentina? Mejor hubieras trabajado aquí de mesera.
Es por eso por lo que todos sus triunfos los compartía ya sea con sus tíos, quienes fueron las únicas personas que le demostraron su apoyo. Gracias a ellos estaba donde ahora. Cuando compartía un logro iba con ellos lo simplemente visitaba la tumba de su padre para contarle su día a día. Pero nunca, nunca a ella.
Al fin de cuentas no había confiado en su propia hija y sus razones le dio en el pasado. Y para eso, ya estaba reformada.
― ¿Se te ofrece algo, mamá? – preguntó, mientras tomaba asiento en su escritorio y contemplaba su oficina.
Si tan sólo su madre fuese capaz de ver lo que ella misma había logrado, pero no. Para su madre solo era una oportunidad más de humillarla. Seguramente si le decía que había logrado terminar su carrera, que trabajaba para una de las mejores empresas, terminaría por menospreciar su trabajo al grado de decir que seguramente se había acostado con alguien.
―Dentro de un mes es mi aniversario de bodas.
No deseaba ir y ver como celebraba la relación que tenía con otro hombre. No es que fuera una persona rencorosa, solo que le costaba perdonar esa traición.
―Sé que tu trabajo de MESERA no te brinda esa facilidad de viajar.
Ahí estaba una vez más, humillando su "trabajo". Pero decidió callar y escucharla.
―Incluso he comentado con Menomaru y accedió a pagar tu boleto de ida y vuelta.
―Para eso trabajo.
― ¿Te alcanza el dinero? – preguntó – Lo dudo. Si tan solo no hubieras dejado tu carrera de arquitectura, estarías ganando dinero y no serías un fracaso como mujer y como hija. Ruega porque no salgas embarazada, sino, pobre futuro que les espera a tus hijos. Pero recuerda, no me busques a mi cuando pase eso.
Arrastró la caja de pañuelos desechables que había sobre su escritorio y se limpió una lagrima que salió de manera involuntaria. Si, como siempre, ella no contaba con su apoyo. Pero si su hija menor, quien ella si salió embarazada, que por si fuera poco no trabaja y que, además, vive con en la misma casa de sus padres junto a un marido que le es infiel.
Pero ante todo debía de mostrar su sencilles.
―Mamá – pidió, para que no tocara ese punto – No es tema.
―No, si lo es – insistió ― ¿Recuerdas lo que te pasó hace años? ¿Quieres ver a tus hijos así, al borde de la muerte por una sobredosis?
Muy bien, tocó el tema al que no quería llegar. Frunció el cejo y era como su semblante hubiese cambiado por completo. Una ira aprisionó todo su cuerpo, rogando por ser liberada.
― ¿Y TU CREES QUE, PARA ELLOS, ¿QUIERO UNA MADRE COMO TÚ? – estalló ― No, no sabes nada. Te alejaste, me apartaste, me hiciste a un lado en cuanto tu hija perfecta llegó a este mundo. Mis errores son míos y sé cuáles son, si caí en ese mundo fue exclusivamente por tu culpa. Y si no tienes nada bueno que decirme, será mejor que no me vuelvas a marcar en toda tu puta vida.
Ambas se quedaron calladas. Kagome respiraba con dificultad, su madre en cambio aguardó el momento.
―Si ya estas más tranquila – prosiguió – Te espero dentro de un mes en Argentina. Recuerda que es mi aniversario de bodas y la gente comienza a preguntar por ti. Solo comes, saludas y puedes irte.
Nada de un "lo siento" "perdona si fracase como madre" no, era como si no le hubiera dicho nada.
―Lo pensaré, no he ahorrado dinero – como "Mesera" debía manejar un bajo perfil ante su madre.
―Edmon te depositará el dinero que ocupes para los pasajes de ida y vuelta.
En cuanto finalizó la llamada lo único que hizo fue arrojar el móvil hacia un lado de su escritorio. Se quedó contemplando los planos que estaba haciendo. Hablar con su madre le había quitado toda energía y sobre todo la inspiración. Si forzaba a su mente, era probable que el diseño no iba salir como ella deseaba.
Lo mejor era salir de ahí, huir y tomarse un respiro. Tomó su abrigo, metió su móvil (menos con el que había hablado con su madre) en su bolso y salió de la oficina. Le dejó dicho a su secretaria que se retiraría por el resto de la tarde, pero que, si la ocupaba, podría llamarla.
Primero tomó el metro que la dejó justo a unas cuantas cuadras de su departamento. luego, subió a su auto y condujo durante un rato sin rumbo fijo, fue entonces cuando vio un puesto de flores y decidió comprar unas blancas. Poco tiempo después estacionaba su vehículo en un camposanto donde descansaban los restos de su padre.
―Hola papá, soy yo – dijo frente a su tumba, dejando las flores sobre la cripta. ―Últimamente he tenido mucho trabajo, así que perdona si no he venido a verte.
Se puso de rodillas mientras retiraba una que otra hoja seca. Si, haber hablado con su madre le había afectado en todos los sentidos. Odiaba tener que sentirse así de esa manera por ella. A veces incluso estaba tentada en borrarla por completo de su vida, ir hasta Argentina y pedirle que ya no la buscara nunca más.
¿De cuantas maneras tenía que hacerla sufrir?
―Sabía que te encontraría aquí.
Kagome escuchó una voz peculiarmente familiar, esbozó una sonrisa triste y se encontró con la persona que, si había sido como una verdadera madre para ella, su tía Kaede, hermana se su padre.
Pero su tía la conocía muy bien y sabía que ella tenía algo en clavado en su pecho. Tomó su mejilla y la miró fijamente.
― ¿Qué tienes?
―Nada – se apresuró a responder, bajando la mirada – Es solo que extraño a mi papá.
La mujer entrecerró los ojos, era evidente que le estaba mintiendo y no le daría vuelta a la pagina hasta saber que era lo que le tenía así, a una mujer que le había costado salir adelante sola y recuperado su sonrisa.
―No mientas – insistió ella – suéltalo de una vez. Recuerda que te conozco más que a la palma de mi mano.
Kagome resopló y las lagrimas comenzaron a brotar, en cuanto Kaede la vio llorar de esa manera, tan afligida, dolida, la abrazó fuerte, como si con eso fuera a amortiguar todo el dolor que sentía.
―Me habló.
La anciana acarició su cabello, pero en cuanto escuchó su respuesta, el rostro tierno y lleno de dulzura que le caracterizaba se había transformado en uno lleno de ira y rencor.
― ¿Qué quería esa puta?
―Tía…― rogó ella – Es mi madre.
―Esa mujer no es madre, Kagome. Es una arpía, una malnacida. Por su culpa mi hermano acabó aquí.
Ambas salieron del camposanto, tomadas del brazo, mientras Kagome iba contándole para que su "madre" le había hablado.
― ¿Piensas ir?
La última vez que había ido habían sido hace dos años, pensaba que iba a ser diferente. Que estaba vez ambas solucionarían sus problemas del pasado, pero no, una vez más le había confirmado que ante su madre solo sería una exdrogadicta que poco muere por una sobredosis y que, por si fuera poco, siempre sería una mesera que abandonó su sueño de ser arquitecta.
―Deseo que le restriegues en su puta cara todo lo que has ganado, gracias a tu esfuerzo.
―No es bueno presumir lo que uno tiene– ella negó.
―Créeme que si lo amerita. – se detuvo y la miró – Ella no supo valorarte como hija. Quedó claro cuando se volvió a casar, llevándote a la fuerza a Argentina y el resto ya lo sabemos. El único consuelo que puedo saborear es saber que su otra hija la hizo abuela muy joven.
Kagome suspiró triste y agachó la cabeza. Ya no tenía fuerza para seguir recordando, es más quería algo que la distrajera, algo que le hiciera olvidar por unos instantes que tenía una madre y que le había hecho mucho daño.
Dejó a su tía en su casa y solo salió unos momentos para saludar a su tío Myoga, quien también había sido alguien fundamental en su vida. ellos dos, eran sin duda los padres que alguna vez deseó tener.
― ¿Y cómo te fue en la presentación del edificio? – le preguntó su tío, bebiendo una taza de café.
―Bien – asintió ella, con una sonrisa – Nos hemos quedado con el proyecto.
― ¡Felicidades! – aplaudió él, orgulloso ― Me siento orgulloso de ti.
―Gracias tío.
La tía Kaede salió de la cocina con dos platos de pastel y uno se lo dejó a Kagome sobre la mesa.
― ¿Ya encontraste un futuro así de grande?
Desde luego sabía a que se refería con esa pregunta.
― ¡Tía!
― ¿Qué? – respondió de la misma forma – Eres joven, bonita. Debes buscar a un hombre.
―Sabes que yo, en el amor soy cero a la izquierda. No me quiero enamorar y terminar como mi…. – sí, iba a decir como su padre – Bueno, el punto es que huyo del amor y ya. Tal vez una relación sexual es lo que necesito.
El tío Myoga al escuchar esas palabras de su sobrina por poco se atraganta con su pastel. Pero su esposa le dio golpecitos en la espalda para recomponerlo, todo sin perder de vista a su sobrina.
Pero para Kagome, tal vez se podía decir que en ese sentido si tenía una relación. Aunque era evidente que su tía y más su tío no estaban preparados como para decirles que había conocido a alguien con quien solo tenía sexo.
―Solo te digo que del sexo nace el amor y algún día – le señaló su tía – Vas a encontrar alguien y terminaras enamorada.
Bueno, tal vez ella si estaba preparada para tener una platica como esta.
Kagome se llevó a la boca un trozo de pastel de chocolate, lo saboreó y después negó. No, no había forma de que ella e Inuyahsa pudieran terminar enamorándose. Además, si eso pasaba, habían quedado en que hasta ahí terminaría todo y cada uno tomaría rumbos distintos.
―Eso nunca me va a pasar y te lo puedo dejar por escrito y firmado.
―Puedes dejarlo por escrito y firmado – le señaló con el tenedor – Pero cuando tropieces con un hombre y pierdas la razón por él, ese día te restregare en la cara tu escrito.
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― ¿Me lo puedes repetir, Miranda?
―Señor, lo está buscando….
Pero su secretaria no alcanzó a formular la ultima frase, cuando una mujer menuda y de cabello corto irrumpió en su despacho.
Inuyasha se levantó de golpe solo con verla. Frunció el cejo, desde que lo había dejado plantado en el altar y sobre todo vendido, no había vuelto a verla. Y pensaba que, si lo hacía de nuevo, terminaría rogándole por que volviera con él, sin importarle el daño que había causado tras su marcha.
Miranda al ver que su jefe no le daba ninguna indicación, tuvo que salir y dejarlos solos.
La habitación se había cargado de un sepulcral silencio y lo único que se pudo oír fue el sonido del "clic" de la puerta al cerrarse.
― ¿Qué haces aquí?
Yura corrió hacia él, dejando a su paso el bolso en una silla. Rodeó el escritorio y se clavó a su cuello. En ese momento se sintió sucio, como si estuviera siéndole infiel a Kagome.
Miró el rostro de su ex prometida. Sin duda había estado llorando que incluso su maquillaje estaba corrido.
―Fui una estúpida al dejarte, Inuyasha.
Yura intentó besarlo, pero él simplemente se echó hacia atrás. tantos momentos que había compartido a su lado y ninguno le despertaba el interés de besarla. Sólo unos labios se habían vuelto su adicción, unos labios que estaban acompañados con un cuerpo que llevaba un tatuaje en la espalda.
Con firmeza, pero sin llegar a lastimarla, apartó sus brazos del cuello y se liberó de ella. Se compuso su traje y por último pasó sus dedos por el cabello.
― ¿Y cómo porqué llegaste a esa conclusión?
―Desde que comencé a extrañarte.
Una sonrisa sarcástica apareció en sus labios y negó.
―Yura, tú extrañas más el dinero que la relación que teníamos. ¿Qué pasó con Bankotsu? Se supone que estabas enamorada de él. Dejándote ver en televisión y todas esas revistas de chisme.
―Nada se compra con la desolación que siento por haberte dejado.
Cuando intentó acercarse nuevamente él se apartó. Era la primera vez que le huía a una mujer, pero en esta ocasión era su ex prometida.
―Es una lástima. Fue tu decisión, así que afronta las consecuencias de tus actos.
―Podemos volver – insistió.
Entonces, Yura tomó asiento al borde del escritorio y se abrió de piernas ante él. Inuyasha frunció el cejo al ver como su vestido se iba recorriendo hasta la mitad de sus muslos. Si, era hombre ¿Y que hombre no se privaba de ver un cuerpo femenino? Pero solo que en esta ocasión ella no despertaba ese impulso de tomarla, besarla hasta que ambos les comenzasen a faltar el aliento, de tenerla desnuda y de espaldas a él.
―Hazme el favor de irte, Yura.
Avanzó hacia la puerta y dejó una mano recargada en el pomo de la puerta.
―Antes te gustaba.
Si, era verdad, solo que en el pasado estaba completamente ciego de lo que en realidad era esa mujer.
―Tú lo has dicho, antes.
― ¿Por qué ahora es diferente? – tomó el dobladillo de su vestido y fue recorriéndolo hacia arriba un poco más – Vasta con que lo retomemos. Vasta con que me tomes, aquí y ahora y todo quedará solucionado.
Inuyasha soltó una risa, y después se cruzó de hombros.
― ¿Solucionado y ya?
Ella asintió, con una estúpida sonrisa en los labios.
― ¿Y la humillación que me hiciste pasar en la iglesia, qué? ¿Eso como lo puedo solucionar – se rascó la nunca, metió una mano en su bolsillo y avanzó hacia ella – O mejor dicho ¿Cómo puedo recuperar los millones que tu boquita me hizo perder?
―Yo…yo
Recargó ambas manos en el escritorio, justo al lado de ella y lentamente inclinó la cabeza para tenerla a su altura.
― ¿Tú qué, Yura? – la miró fijamente, sin pestañar ni un momento.
―Tenía miedo – confesó al fin, aunque de sobra sabía que era mentira. ―Estaba sofocada por todo y además por tu familia.
―Puede que te compre esa, tener miedo al matrimonio – pero quedaba claro, que no le creía ni un gramo de sus palabras ―Pero ¿Pasarle información a mi competencia? ¿Qué ganabas con todo esto?
―Nunca fue mi intención hacerte daño.
Cuando ella intentó acariciarle el cabello, inmediatamente se hizo hacia atrás para evitar que lo tocara. Se preguntaba mil veces qué había visto en esa mujer que lo había vuelto "loco". Buscaba algo en ella que le dijera que era la mujer perfecta, la indicada. Pero no, no había nada. Solo una mujer fría y carente de sentimientos.
―Es mejor que te marches y no vuelvas – comentó, mientras tomaba su saco del perchero.
Abrió la puerta y la invitó a salir de una manera pacifica y sin llamar tanto la atención de sus empleados. Pero al parecer, Yura tenía otras intenciones.
― ¿Desde cuándo me dices que hacer?
― ¿Perdón? – preguntó confundido por el giro que dio aquello.
La vio bajar de su escritorio, componerse el vestido y andar hacía él.
―Y sobre todo ¿Desde cuando te resistes a mí? – le dio un beso en la curva de su garganta – Antes te gustaba todo de mí….¿No recuerdas la infinidad de veces que lo hicimos aquí, en tu despacho?
Al sentir las palmas de su mano en su pecho, sintió asco, repulsión. Como si estuviera nuevamente engañando a Kagome. Y, sobre todo, que le recordara la manera en como habían tenido sexo, le producía un desagrado inimaginable, algo que pensó que nunca podría sentir por ella. Hasta que lo traicionó.
De manera que no la lastimara la sujetó de las muñecas para apartarla de él.
―Será mejor que te marches, si no quieres que llame a seguridad. Yo te sugiero que lo hagas por voluntad propia ya que mis guardias no son nada delicados.
Ella frunció el cejo, tomó su bolso y antes de marcharse lo miró.
―Eres un desgraciado – intentó abofetearlo, pero él le tomó rápido el brazo – No sé porque tuve que venir a verte. Además, que sepas que nunca fuiste bueno en la cama.
Él no sabía si ofenderse o reí, seguramente optaría por lo segundo, pero su respuesta fue más certera, directo a la yugular.
―Bueno, alguien no se ha quejado de mí. Supongo que debo verla esta noche, ponerla a prueba y luego preguntarle.
Yura frunció el cejo y se acercó a él.
― ¿Estás viendo a alguien más? ¿Es por eso por lo que no quieres regresar a mi lado?
―Mi vida privada no te incumbe. Así que vete.
Llamó a Miranda y en cuestión de segundos ya estaba a lado de ellos.
― ¿Diga señor?
―Por favor, escolta a la señorita hacía la salida y si se resiste ya sabes que hacer.
―No hace falta – interrumpió ella – Conozco el camino.
Recogiendo el poco orgullo que le quedaba salió de la oficina de su ex prometido, pero antes de desaparecer por el pasillo, lo miró por ultima vez.
―Deseo que te pudras algún día.
―Así será – comentó burlón.
Cuando se hubo marchado, miró a su asistente.
―Si vuelve, que ni la dejen pasar por recepción, es más que los guardias le impidan el acceso.
―Entendido. Daré de inmediato la orden.
Inuyasha se pasó la mano por el cabello mientras daba vueltas en su despacho. Desde que Yura se había comportado con él de una manera vil, había cambiado todo en su vida. Para comenzar, mando a remodelar su estudio, remplazando principalmente todos los muebles. No quería nada que le hicieras recordar esa mujer.
Miró su reloj, eran las seis en punto, como no deseaba estar ahí salió de su oficina.
Esa mujer lo había alterado de muchas maneras, incluso se sentía sucio bajo el contacto de sus manos.
Solo un aroma a mandarina podría ser la cura a todo.
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Bueno, no es que preparar un sandwich sea una obra de arte y que con eso ya se calificaba como toda una chef profesional. Solo era la dedicación que le preparaba. Estaba a punto de poner una rebanada de jamón de pavo cuando escuchó el timbre.
No esperaba ningún tipo de mensajería, además en este último mes no había comprado nada en línea. Así que probablemente era su vecina a quién se le había vuelto acabar el azúcar
Pasó a lado de un reloj de pared e indicaban las ocho de la noche. Se acomodó su bata de dormir y abrió la puerta.
― ¿Otra vez…
No terminó la pregunta, pues de inmediato unos brazos se anclaron a su cintura llevándola contra la pared y el cuerpo del extraño, quién la besaba como si fuera la última vez que los probaría en toda su vida. Como si fuese la primera vez que lo hacia incluso como si con eso pudiera respirar.
Kagome sentía de la misma forma. Pasó sus dedos por su cabello plateado hasta llegar a su nuca para atraerlo más hacía, mientras sus piernas de enredan en su fuerte cintura.
Inuyasha acariciaba cada forma de ese cuerpo que comenzaba a hacer su vicio. De hecho, antes de ir a verla tuvo que pasar a su departamento, donde pasó un largo rato en la ducha para quitarse aquel olor desagradable de Yura.
Nada se comparaba con ese aroma familiar. Incluso con el simple hecho de tenerla así, a su merced y tan receptiva, lo tranquilizaba de mil formas inimaginables.
―Oye Kag…
Pero ambos interrumpieron el beso cuando, efectivamente una de sus vecinas se asomaba a la puerta y los vio a ambos en esa posición.
La mujer se había puesto roja de vergüenza por haber interrumpido el beso y sobre todo ver cono aquel chico guapo y sexi tenía a su vecina. De hecho, no le conocía ningún chico, había sido una chica muy discreta, pero se alegraba de que por fin tuviera s alguien.
―Perdón – se volvió a disculpar, con una tonta sonrisa – Mañana te veo. Descansen.
Inuyasha frunció el cejo, esa mujer daba por hecho de que pasaría la noche con Kagome, bueno, esa era su intención en realidad. Así que ladeó la cabeza y sin esperar a que la entrometida vecina se hubiera marchado, cerró la puerta lentamente casi en su nariz.
―Eso fue grosero de tu parte – se quejó ella, sin bajarse de su regazo.
―Interrumpir de esa forma fue más grosero de su parte – comentó él.
―Seguramente a estas alturas ya debe informar a medio vecindario que la más aburrida de sus vecinas la ha visitado un hombre.
Inuyasha rio y acarició su mejilla.
―Eres simpática, no aburrida.
Ella sonrió y lo miró fijamente a los ojos.
― ¿Qué haces aquí? – preguntó al fin, mientras jugueteaba con el primer botón de su camisa.
Aunque sabía perfectamente para que estaba ahí y podía sentir el motivo a través de su pantalón.
La miró a los ojos y al hacerlo todos sus pensamientos se habían confirmado, si, la necesitaba esa noche.
― ¿No acordamos en algo?
Si, era verdad, acordaron en enviarse mensajes cada vez que el otro deseaba verse. Aunque en ese sentido agradecía el que estuviese aquí. Debido a la discusión con su madre, deseaba algo que le hiciera borrar ese mal rato.
―Pero algo me dice que en el fondo te alegra que esté aquí.
Su única respuesta había sido una sonrisa, la verdad es que si necesitaba compañía y no es que sus tíos la hubieran inyectado de energía. No, esa clase de compañía no necesitaba, ocupaba una más bien, física, una que sólo el hombre que la tenía contra la pared le podría proporcionar. Así que lego de mover la cabeza, para confirmárselo, y después un beso, lo demás fue un camino de ropa tirada descuidadamente en el suelo que terminaba justo en la entrada de la habitación.
Se movió incómoda una vez más, pero el sueño era tan real que era como volverlo a sentir en carne viva.
―Si te quieres largar, hazlo ahora – decía su madre en el cuarto de aquella habitación de hospital.
La miraba no como una madre preocupada, sino más bien como un lastre del cual se quería deshacer ya.
―Esta es la última vez que pienso tolerar a una drogadicta como tú. Mira donde has acabado – señaló las cuatro esquinas de la habitación – Casi mueres por una sobredosis. Me avergüenza en todos los sentidos ser tu madre.
Ella frunció el cejo y la miró fijamente. Si esperaba algún tipo de consuelo de su parte, estaba en un gravísimo error.
―Y yo ser la hija de una puta infiel.
No lo veía venir, e incluso no lo esperaba, pero la bofetada de su madre la hizo girar por completo la cabeza. y así permaneció unos segundos, hasta que lentamente fue incorporarse. Ese comentario hizo que se incendiaran más los ánimos entre las dos, si de por si su relación era más fría que un tempano de hielo, esto terminaría por congelar la relación.
―No pienso seguir soportando ese tipo de comentarios de tu parte – la señaló ella – Si regresas a New York no esperes nada de mí. – le advirtió ― No te enviaré dinero. No porque no quiera, sino porque sé muy bien dónde vas a parar. Al final las dos sabremos que, aunque decidas ingresar a un centro para drogadictos jamás conseguirás salir de eso. Y de mi te acuerdas, que, ni siquiera terminaras de estudiar arquitectura. Terminaras dejándolo como siempre dejas las cosas. Al fin de cuentas, drogadicta eres y siempre lo serás.
Se removió más fuerte en la cama al grado de caer al suelo. Inuyasha al darse cuenta se levantó de un salto y la ayudó a ponerse de pie. Pero la veía sudorosa, con los ojos empañados en lagrimas e hizo la cosa más sensata que pudo hacer, la abrazó.
