Disclaimer: D. Gray-man no me pertenece.
Física y moralmente imposible*
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No era que se estuviera quejando -nada de eso-, porque para empezar, ya estaba acostumbrada, y segundo, fue ella la que insistió en ir con él a donde sea que fuera. Pero no podía negar que estaba cansada ya después de casi dos semanas de caminata y de dormir en el duro y frío suelo del desierto, sin haberse detenido nunca ningún pueblo, ni siquiera para re abastarse de provisiones.
Lavi se dedicó a comprarle a los comerciantes que encontraba en el camino y evitar así por completo tener que desviarse a las aldeas.
Lenalee no comprendía bien por qué se estaba esforzando tanto en evitar las aldeas, cuando jamás había sido un problema, ni aun cuando estaban escasos de dinero; pasar una noche bajo techo y conseguir algo de comida para el viaje, y cuando decidió preguntárselo, aun a pesar de entender la repuesta, no pudo parecerle menos desconcertante.
—Este bastardo de Cross sabrá que lo atamos buscando si nos dejamos ver el público— comentó Lavi como si ella supiera perfectamente quién era el tal Cross, cuando únicamente sabía que era un viejo conocido de Lavi y su abuelo, y que, al parecer, era muy poco recomendable conocer, a pesar de que lo estuvieran buscando casi desesperadamente en ese momento.
Entonces, Lenalee creyó que sería recomendable no volver a preguntar, al menos por el momento, debido a la mala disposición que parecía tener su amigo para hablar de él.
Ya sería momento para eso.
Su paciencia fue recompensada antes de lo esperado, mas no como ella habría esperado. No pasaron dos días más antes de que avistaran a la distancia la silueta de un pueblito costero que parecía poco cercano a la mano de Dios. Lenalee se dio cuenta de ello apenas narraron y se pasearon por sus calles sucias y mal iluminadas.
—No te vayas a separar de mí, ¿oíste? Y cubre su cabeza— indicó el joven, refrendándose un poco para acercarse a ella y luego volver a su ritmo, para echarse la capucha ni me y acorneé su llamativo color de pelo.
Ella obedeció sin chistar, ruborizándose levemente por lo cerca que estuvo de él por un instante, y regañándose por el hecho de que él no se hubiera dado cuenta siquiera. No actúes como un tonta, Lenalee. La chica le clavó lo ojos violetas en la espalda ancha y tiesa. Aquel no era un lugar seguro, sin dudas, a juzgar por su lenguaje corporal, definitivamente no lo era tampoco para tener ese tipo de pensamientos de chiquilla enamorada. Claro, aunque pareciera ser que ningún lado es el lugar adecuado para eso, ¿no?, pensó ella con un suspiro tristón.
A su vez, Lavi luchaba por mantenerse a una distancia prudente de ella. Ciertamente, a veces le costaba trabajo darse cuenta de que habían pasado dos años y la realidad le golpeaba fuertemente en las situaciones menos oportunas, como aquella, en que de pronto fue demasiado consciente de ella, e intentó alejarse lo más posible sin dejarla desprotegida en el proceso o llegar a quitarle los ojos de encima.
Y de seguro iba tan concentrado en ello, que no notó cuando alguien se les acercó lo suficiente como para pegarle una colleja al caminar. Lavi intentó pasar de largo y ella le siguió, pero se vio interrumpido por un fornido brazo que le tomó del cuello de la capa.
—Oye, mocoso, me ha golpeado al pasar— era un hombre más desagradable que feo y con cicatrices en la cara.
—Oh, ¿lo siento?— probó el pelirrojo, levantando ambas manos e son de paz, pero al parecer l hombre no entendió su gesto, porque sobre la misma empezó a zamarrearlo.
—Oh, ¿y tú crees que con una simple disculpa va a solucionarlo?— el joven tuvo que llevarse una mano a la cara y pellizcarse la nariz para evitar que el tufo a alcohol y tabaco añejo del hombre le hiciera vomitar.
—No tenemos dinero, solo somos humildes viajeros.
El hombre lo soltó de un solo tirón, molesto, pero cuando puso los ojos en la chica que claramente iba con el chico, le cambió la cara. La expresión que formaron sus nada agraciadas facciones debió haber sido de lo más reveladoras de sus sórdidas intenciones, porque Lenalee lo interpretó en un segundo y retrocedió un paso antes de ser cazada por la muñeca por el sujeto en cuestión.
—Oye, oye, no, ¿qué pretendes?— le quiso detener Lavi en el acto.
—Oh, solo estaba viendo de cerca a esta muñequita que tienes aquí— anunció alzando su brazo para que ella tuviera que hacer lo mismo, como si realmente fuera una muñeca de trapo—. Para no tener dinero, tienes cosas bastante bonitas— dijo, haciendo clara alusión a las argollas en sus tobillos, que tintinearon en el movimiento.
Y ése fue el detonante de alguna especie de explosión que se produjo en el pecho de Lavi, pero que se manifestó en el de Lenalee. Él, quien con todo ese intercambio había estado tratando de mantener un perfil bajo y sumiso, quiso mandar todo eso al demonio cuando ese esperpento osó tocar a Lenalee con sus sucias manos. Y cuando él usó la palabra "cosa" sobre ella, lo vio todo rojo. Quizás fue por eso que no se esperó en absoluto que ella tuviera la misma reacción colérica en su interior y sur debido a ello, le propinara una patada tan fuerte a su captor, que éste, desorientado, se viera obligado a soltarla.
—¡No. Soy. Una cosa!— le indicó apenas hubo aterrizado grácilmente de pie.
No hubo tiempo para que nadie allí dijera nada al respecto, ni se admirara de cómo una niña como ésa pudiera zafarse de las manos de un grandulón com aquél, porque antes de una ínfima fracción de segundo, Lavi la tomó de la mano y se echó a correr con ella a quien sabe dónde en esa aldea costera que no conocían en absoluto, lo único importante allí era irse lo más lejos posible.
Luego verían dónde rayos estaban.
Luego, Lavi se recordaría a sí mismo que debía andar más atento y fijarse en lo que había a su alrededor, porque no advirtió cuando, al pasar junto a uno de los tanto callejones que había, se vio sujeto por la capucha de la capa y tiroteado hacia atrás, a riesgo de verse ahorcado en el proceso. Una mano se posó sobre su boca cuando estuvo en el suelo a medio caer sobe algo que no parecía ser una pila de basura, precisamente. A su lado, Lenalee se pegaba contra la pared para evitar ser vista y se dio cuenta de que aun la tenía agarrada de la mano.
Espera, si Lenalee está aquí, ¿entonces quién...?
Y junto a se pensamiento, alzó su ojos verde para ver cómo una mujer l sonreía abiertamente un poco arriba de su propia cabeza. La mujer se llevó un dedo a los labios para indicarles que guardaran silencio, y obviando la reacción de Lenalee, únicamente cuando el hombre asintió, ella accedió a destaparle la boca con suavidad.
Y cuando se levantó, Lavi tuvo que reprimir una exclamación al notar recién ahí n qué parte de su cuerpo había tenido apoyada la cabeza.
—Eso fue peligroso, chicos— comentó la mujer con una sonrisa, como si estuviera hablando del agradable clima, que no hacía—. Cuánto se nota que no son de por aquí: todos aquí saben que no hay que meterse con Zócaro.
—No, somos viajeros— contestó Lenalee, aun confundida—. Por cierto, gracias por ayudarnos, uh...
—Sachiko, Cho~
—¿Por qué nos ayudaste?— preguntó el pelirrojo, desconfiado, casi anticlimático.
Lenalee quiso reprenderlo por su falta de amabilidad, pero la mujer se adelantó, sonriente.
—Cho~ porque parecían necesitar ayuda, Júnior— Lavi se pasmó ante la mención de su nombre y se giró hacia ella—. además, lo estábamos esperando, Cho~
Hubo un largo instante de silencio, que solo fue roto por la misma Sachiko al interpretar la mirada confundida del pelirrojo.
—El Maestro Marian me ha enviado por ustedes, Cho~
—Así que, Chomeuke...
—¿Chomsuke?— inquirió la mujer, extrañada por el sobrenombre repentino.
—Sí, creo que te queda mejor que Sachiko.
—¡Lavi, eso es grosero de tu parte!
—No, está bien— sonrió entonces la otra—; me gusta.
—¿Verdad que sí?
—Por cierto, Cho~, ¿no era que no confiabas en mí?
—Eso era antes de saber que nos llevarías al mismo lugar al que queremos ir.
—¿Pero cómo sabes que estoy diciendo la verdad?
—No tienes cara de estarnos mintiendo— contestó con simpleza.
La mujer rio, a pesar de no haber entendido en absoluto a qué se refería el joven con lo que acababa de decir, que para ella carecía totalmente de sentido, y caminaran manteniendo una conversación amistosa y casual de la que Lenalee, medio metro más atrás, únicamente alcanzaba a oír algunas risitas aisladas por parte de Sachiko y ver la sonrisa fresca de Lavi en su perfil.
Y tuvo que hacer un esfuerzo para que la amargura que sintió en la boca no se le notara en el rostro.
Así, el grupo llegó a una choza que, vista de forma individual, era una pila de escombros, pero que en comparación al resto del pueblo, bien podría ser la casa más linda del barrio. Se detuvieron ante el frontis, como si esperasen que su residente saliera a recibirlos, aunque, Lavi estaba seguro, que si efectivamente era Cross quien estaba en el interior, podrían morir de viejos esperando y que todavía así él jamás saldría de su nido de ratas. Con ese pensamiento en mente, dio un paso adelante, ante la sorpresa de las otras dos.
—P-pero, Lavi...
—No sacaremos nada quedándonos aquí parados, ¿no crees? Vamos— y le sonrió de esa forma que a Lenalee no le quedaba otra que creerle de todo corazón cuando le decía que todo saldría bien.
Sachiko le abrió a puerta y les dejó pasar primero al interior. Dentro estaba oscuro, con la luz del exterior apenas logrando ingresara través de los huecos de las cortinas hechas jirones. Había un olor a tabaco, alcohol rancio y a encierro que ni Lenalee ni Lavi pudieron ignorar por completo. Por otro lado, Chomesuke parecía estar acostumbrada tanto a la penumbra como a la falta de ventilación.
—¿Eres tú, estúpido aprendiz? Te has tardado lo tuyo, mocoso— se oyó la voz grave y rasposa de un hombre al fondo de la habitación, echado sobre un montón de cojines y almohadones que ninguno de los dos visitantes notó al llegar.
—No, Maestro, soy yo, Sachiko, y he traído a Júnior— contestó la mujer, acercándose un par de pasos y haciendo una pequeña reverencia.
—¿Júnior? ¿Qué Júnior?— balbuceó él con tono aburrido—. ¡Sachiko, dile al estúpido de mi aprendiz cuando llegue que le daré una paliza por lo que ha demorado!
—Maestro Cross— habló Lavi entonces, adelantándose un poco hacia él.
El hombre, hastiado, levantó la vista dispuesto a mandar a callar al intruso cuando advierte el rostro conocido del mocoso que tenía en frente, y solo entonces su furia asesina mermó lo suficiente como para permitirle formar una mueca cuya naturaleza fluctuaba entre la satisfacción y la irritación, y cuyo resultado era tan francamente escalofriante, que les hizo a ambos pegar un respingo.
—Ah, pero si tú eres nieto de Bookman— canturreó el hombre, como admirado alguna alimaña particularmente graciosa.
Lavi frunció el ceño ante el gesto. Lenalee, por otro lado, se le quedó viendo al hombre mayor. No recordaba haber visto nunca a alguien con el cabello rojo, aparte del mismo Lavi. Tampoco es que pudiera comparar a Lavi con nadie más. Se ruborizó ante la sola idea. Y ese gesto debió haber sido lo suficientemente llamativo, porque Cross pareció fijarse en ella de pronto, al punto de encogerse bajo su mirada penetrante, ¿es que tenía algo encima? Incluso creyó haberlo sentido sonreír.
Justo entonces Lavi intervino, cuando comenzaba a sentirse intimidada por su escrutinio, y ella se lo agradeció desde lo más profundo.
—Sí, lo era.
Aunque lo cierto -y lo más probable, también-, era que Cross lo hubiese advertido, por cómo lo miró, que cualquier cosa hubiese estado bien si era para sacar a Lenalee del foco de atención del tristemente célebre Marian Cross.
—No te pareces en nada a ese viejo panda— volvió a comentar el mayor, llevándose una mano a la barbilla y examinándolo con una extraña mezcla de sorpresa y decepción, cosa que no hizo más que irritar un poco a Lavi.
—No. Procuro que así sea.
Y era cierto. El abuelo era seco como gargajo de momia, literal y figurativamente hablando; pocas veces le demostraba cariño, y cuando lo hacía, era de forma torpe y violenta. Su avanzada edad lo hizo poco apto para la crianza, eso estaba claro. Y Lavi, alegre y revoltoso, se diferenciaba de él de manera notoria; ambos se la pasaban peleando por todo y por nada, pizcándose el uno al otro constantemente, pero él encontraba cierta diversión en eso. Adoraba a su abuelo. Le había enseñado a leer y a escribir, a tener oído páralos idiomas, a manejar dinero y el oficio de la información.
Pero tampoco era menos cierto que se había esforzado para que, al crecer, pudiera convertirse en una persona lo más diferente que pudiera de lo que fue él. El abuelo también hizo cosas terribles, después de todo.
—No sé a qué han venido ustedes dos, pero sea lo que sea, puede esperar hasta mañana— soltó, para sorpresa de los recién llegados—. Ahora estoy cansado, así que me iré a dormir. Les recomiendo que busquen un lugar para pasar la noche: no permito parásitos en mi propiedad— y habiendo dicho eso, se retiró por una puerta lateral cubierta por una cortina de tela sucia—. No hagan nada que yo sí haría— rio cuando estuvo fuera de su vista.
Los otros dos se quedaron en su sitio, pasmados, incapaces de creer que lo que acababan de ver realmente sucedió, y el pensamiento común de pérdida de fe en la raza humana se reafirmó en su fuero interno.
—Qué tipo más...
—¿Repulsivo?
Lenalee asintió, incapaz de decirlo por sí misma y agradecida de que Lavi terminara la frase por ella,
—Y aún así es popular con las mujeres.
—No es cierto— ella giró en su dirección.
—Increíble, pero cierto. No conozco a nadie que no quiera ser como él.
—¿Tú también, Lavi?— le preguntó sorprendida y horrorizada en dudosas proporciones.
Por su parte, Lavi únicamente sonrió enseñando todos los dientes blancos, y ella no supo si ruborizarse por las conclusiones que podía sacar con eso, o molestarse por lo que él provocaba en su corazón.
—De momento, hay que buscar dónde dormir— cambió el tema el pelirrojo—. Andando.
—Sobre eso— les interrumpió entonces Sachiko, de cuya presencia tanto Lavi como Lenalee se olvidaron por un largo instante—, creo que puedo ayudarlos.
Ambos se miraron entre ellos, entre extrañados y avergonzados por su desliz, para luego mirar, curiosos, a la mujer, quien sonreía con la cabeza inclinada.
Momentos después, el grupito nuevamente caminaba por las calles de ese pequeño pueblo alejado de la mano de Dios, pero ahora ocultos en la penumbra de la noche, que les jugaba a favor. Los dos viajeros caminaron tras la mujer obedientemente, confiando en que ella les ayudaría a encontrar un lugar para pasar la noche después de que a Cross los hubiera echado de su nido de ratas, pero sin tener mayor información al respecto.
Pronto, no mucho rato después, el grupo se detuvo frente a un galpón desvencijado que parecía que se caería en pedazos en cualquier momento, al menos a juzgar por el exterior. Sin embargo, cuando Sachiko abrió la puerta con un chirrido lúgubre que a Lenalee le dio escalofríos, ambos pudieron ver que estaba bastante bien por dentro y que además había un montón de sacos de grano listos para exportar -o quizás, que venían recién llegando, quién sabe-, pero que servían perfectamente para pasar una noche, cuando menos, cómoda.
—Lamentó no poder ofrecerles nada mejor, pero es todo cuanto puedo conseguir. Confío en que les servirá de igual forma— les habló Sachiko a sus espaldas, desde fuera del galpón, con cierto dejo de conflicto en su voz.
—Oh, no, está bien— se apresuró la chica rápidamente, agradecida.
—Sí, muchas gracias— balbuceó el muchacho. Se dio la vuelta para encarar a la mujer, acercándose a ella—. Buenas noches, Chomesuke, gracias.
—No hay problema— sonrió ella, ruborizándose ante la mención de su nuevo apodo.
Y Lenalee tuvo que fingir que aquel intercambio le había pasado desapercibido.
Sachiko se marchó justo despiés de eso, dejando a ambos afuéranos en su improvisada posada temporal para que pudieran acomodarse dentro de lo posible.
—Sachiko es muy amable— comentó la chica, más al aire que a alguien en particular, solo por temor a quedarse en silencio.
—Sí, es increíble que esté junto a alguien como Cross.
—¿Ese es el hombre que buscábamos?
—Ahá.
—¿Y Realmente es tan popular con las mujeres como dices?
—Créelo, aunque no es un buen marido; no sé cómo Anita puede seguir queriéndolo— comentó al aire.
La exclamación de incredulidad correlativa de parte de Lenalee no se hizo esperar, ni tampoco las risas de parte del hombre, que resonaran por todo el lugar, con su voz gruesa y simpática, que a Lenalee le contagiaba la felicidad donde sea que estuviera, sin poder evitarlo.
Porque para Lenalee era inevitable que su sistema entero se revolucionara con cada sonrisa, con cada gesto, con cada centímetro y cada segundo que Lavi le dedicaba.
Y así, ambos se fueron a dormir acurrucados entre sus capas y los sacos de harina y grano, riendo y charlando sobre esto y aquello, como habían hecho otras tantas veces con anterioridad, mientras dormían a la intemperie de tanto deambular por el desierto.
Esa noche, Lenalee soñó con una lluvia de estrellas*.
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*El objeto de un contrato tiene que ser una obligación de dar, hacer o no hacer, en este caso, de hacer: encontrar a Cross. Ahora, como Cross es tan repulsivo y tan difícil de encontrar, no es ni moral y físicamente posible hacerlo. Aún así, Lavi tiene la obligación de enocontrarlo.
*Lluvia de estrellas es el título del fic y, además, es el título de mi cuento para niños preferido en el mundo entero, al que ya hice referencia en un capítulo anterior. Es de los hermanos Grimm.
