Disclaimer: D. Gray-man no me pertenece.
Datos de la causa
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Al parecer, pensó Miranda a la mañana siguiente, lo único que necesitaba ese par era un buen descanso. Y aunque aún se les notaban algunos signos de agotamiento, como hombros caídos y pequeñas ojeras, se veían considerablemente mejor que el día anterior.
Ni siquiera quería imaginarse todo por lo que habían pasado antes de eso.
No, mentira: se moría de ganas de saberlo. Pero no iba a presionar para que ninguno de ellos se lo dijera. No iba a rascar heridas de dudosa antigüedad solo para satisfacer su curiosidad.
En lugar de eso, les invitó a una conversación casual junto con el desayuno.
−¿Cómo se sienten el día de hoy?
−Excelente. Muchas gracias− alcanzó a modular Lavi entre uno y otro mordisco del bollito que estaba comiendo.
−Sí, muchísimas gracias− la vocecita, ahora compuesta de la chica soltó a un lado.
−Por nada, cariño. Lenalee, ¿cierto? No tuvimos la oportunidad de conversar ayer.
−Sí, lo siento por eso; estaba… descompuesta− sus mejillas se tiñeron de rosa al esconderse tras la taza de té que tenía en las manos.
Miranda encontró que el color en su cara era una buena señal.
−Oh, no te preocupes por eso. Yo también me mareo con frecuencia.
La expresión de su rostro fue una clara señal de que no estaba exagerando. Con un solo intercambio de miradas, uno le dio la indicación al otro para que preguntara.
−¿Eso es así? ¿Qué haces trabajando en un barco, entonces?
−En realidad− se veía bastante avergonzada cuando comenzó a hablar−, tengo algunos problemas con eso, pero no logré encontrar otro empleo, con lo torpe que soy. Esto es mejor que nada, supongo, ¡y recibo mucha ayuda! Jerry es un buen tipo y me cubre cuando tengo problemas, como ahora.
Entonces, un nuevo acto de comunicación visual tuvo lugar entre ellos.
−Si te parece bien, Miranda, podemos ayudarte.
−Insistimos− y ante la convicción de ambos niños en forma de una enorme sonrisa, Miranda no tuvo otra opción más que aceptar.
Jerry era el cocinero del barco, encargado de alimentar a toda una tripulación de marineros no profesionales que cruzaban grandes distancias a través del mar. Por lo mismo, su lema era preparar a cada uno la mejor comida de sus vidas, como si fuera a ser la última. De hecho, Lavi estaba sorprendido de su capacidad para cocinar prácticamente lo que sea en tiempo record. Su apariencia extravagante gritaba sincretismo cultural a viva voz y su metro noventa de altura y espalda ancha le habría resultado intimidante de no ser porque ya conocía a Marie, quien, de hecho, a pesar de medir como dos meteos, era el ser más blando y pacífico que existía.
Claro, eso y que en realidad Jerry, era tal y como lo había descrito Miranda, un excelente sujeto, sin necesidad de compararlo con nadie más.
Les saludó con simpatía, preguntándoles, más bien de forma retórica, si acaso ellos eran los dos ratoncitos que Miranda estaba ocultando en su habitación. Les indicó muy energética y amablemente en qué podían ayudarle y se volvió a lo suyo, que al parecer era bailar mientras preparaba algo que olía fenomenal.
Jerry no tardó en hacer buenas migas con Lenalee y ella sospechó que él y Allen se habrían llevado de maravilla.
¡Qué curioso cómo funciona la mente humana! De solo pensar fugazmente en Allen, su cabeza la llevó a los dos amigos que dejaron en tierra y, como consecuencia, a porqué llegaron allí en primer lugar. Sí, buscaban a Cross, Lavi se lo dije hace mucho, pero todo parecía indicar que el viejo sepulturero no era el fin de su viaje, sino solo otro paso más en una empresa cuyo objetivo Lenalee desconocía.
Y, claro, ella pretendía poner fin a eso luego.
Las discusiones con Lavi sobre sus próximos destinos fueron disminuyendo significativamente desde las primeras veces que las tuvieron. Había pasado casi un año y medio desde la última vez que la chica tuvo que preguntarle a dónde iban o a quien rayos buscaban. De alguna forma, le sorprendía y le molestaba que, luego de tanto, tuviera que caer en la bajeza de repetirse a sí misma y apercibir a Lavi por un poco de información.
Y, justo como si alguien más lo hubiese orquestado, se encontró con Lavi de frente cuando iba camino a confrontarlo. Pero las palabras inflexibles y contundentes que se disponía a decirle mueren en su garganta al verle la cara.
Como si acabara de golpear a un animal sin querer.
−¡Lavi, estaba buscándote!− luego lo piensa mejor−, ¿te encuentras mal?
−Uhm, no− respondió él con aire ausente, seguramente, con la cabeza ocupada con mil asuntos.
Lenalee deseó poder quitarle algunos de ellos.
−Pero no es importante; quiero decirte algo, ¿tienes un minuto?
Ella le mira un segundo. O más de uno, quizás, porque para cuando se da cuenta, Lav la está viendo con cierta impaciencia.
−Sí, sí. Por supuesto.
−Bien− el semblante de Lavi pareció relajarse un poco. Pero solo un poco, porque sus hombros siguen tiesos y sus ojos aún tienen un brillo que le suena a pesar.
Le sigue a la habitación de Miranda, que es virtualmente suya. Los problemas de insomnio de la mujer le lleva a cedérselas mientras están ahí, porque ella la usa poco y nada.
Lavi lleva el pelo suelto, se dio cuenta la chica, solo cuando él se sienta sobre la cama. Eso es inusual.
Lenalee se distrajo revisando su lenguaje corporal y los puños en sus manos, así que se sobresaltó un poco cuando Lavi dejó escapar una exhalación casi resuelta, como si estuviera obligando a saltar a un pozo ciego.
−Lenalee, escúchame; sé que aquella vez prometí que hablaríamos sobre lo que haríamos antes de tomar una decisión. Y aunque tomar el barco no fue más que una casualidad de dudosa conveniencia, resulta que nos dejará a solo un par de semanas a pie de nuestro destino.
−¿Y dónde se supone que es eso?
−No puedo decírtelo− fue la respuesta, tan escueta como contundente del pelirrojo.
Sus ojos verdes, o más bien, el único visible, le pedía que no preguntara más. Y Lenalee no pudo no concedérselo: Lavi jamás pide nada, así que debe ser importante para él. Así que, muy a pesar suyo, no le insistió más.
−Entonces supongo que tampoco me dirás qué estamos buscando ahora.
−Uhm… no es que no puedas saberlo, es que…− intentó él, contrariado.
−Si no quieres decírmelo…
−No es eso, Lenalee− le cortó él, irritado.
Eso también era inusual.
Lavo no le escondía cosas, no dejaba que le viera molesto.
−Es complicado, ¿sabes?− dijo mientras le enseñaba la carta que recibió de Cross en tierra, antes de que todo se arruinara−. Mi abuelo, hace mucho tiempo, le quitó algo muy valioso a un buen hombre. En ese tiempo yo era solo un niño tratando de aprender el oficio y me di cuenta muy tarde de lo que pasaba, pero…
La voz de Lavi era la de un niño con pena, contendiendo las ganas de llorar solo por orgullo, aguantando el ardor de la garganta.
−Iremos a devolvérselo− dijo después de un instante en que el ambiente pareció demasiado denso, dando por zanjado el tema.
Se puso de pie y se acercó a ella. Sus ojos le gritaron en un idioma incomprensible.
Perdón, perdón, perdón.
−Discúlpame, Lenalee− sus ojos se encontraron con los suyos−. Sé que es difícil, después de todo lo que te he hecho pasar, pero ¿podrías confiar en mí?
¿Y cómo se suponía que le dijera que no, si la miraba de esa forma? Eso era jugar sucio y Lavi lo sabía, pero si aun así utilizaba ese truco para conseguir algo con ella, entonces debía merecerlo.
Lenalee dejó escapar un suspiro resignado, a que a todas luces dejaba de manifiesto su agotamiento por tener que lidiar con alguien como Lavi las 24 horas del día los siete días de la semana. O eso es lo que él percibió, por la forma en que bajó el rostro, apenado y frustrado.
−Que me pidas eso, Lavi− dijo ella con aire severo. El corazón del pelirrojo se le atoró en la garganta, esperando lo peor−, es un poco ofensivo, ¿no crees? Si he confiado en ti desde el primer día.
Él le miró sorprendido, aunque no debiera, eso estaba claro, solo para verla sonriéndole de esa forma que habría de reflotar un buque hundido, de esa manera que le hacía estar seguir de que todo valía absolutamente la pena.
De esa forma que le haría extrañarla como al oxígeno si le faltara.
−¡Sabía que podía contar contigo, Lenalee!− exclamó él, pasándole uno de sus largos brazos por sobre el hombro, acercándola en un torpe abrazo.
Lenalee rió melodiosamente antes de luchar por soltarse del agarre de su protector. Solo una inhalación le bastó para que su aroma masculino le llenara de una sensación tan reconfortante como incómoda; se habría quedado a vivir para siempre en ese lugar entre sus brazos, de no ser porque el ardor en la cara el hacía difícil respirar.
−S-suéltame, ¿quieres? No me dejas respirar− se quejó ella.
−Owm, ¿desde cuándo te molesta que te abrace?− preguntó él, soltándola de todos modos, pero continuando en su intención de molestarla−. ¿No me digas que mi pequeña Lenalee está pasando por una fase rebelde?
−P-por supuesto que no− protestó ella, pero no sonó nada convincente, porque vio con mucha frustración cómo Lavi ponía cara de padre entristecido por el desprecio de su hija−. Ogh, ¡eres imposible!
Y dando pisotones, se marchó de la habitación, cerrando con un portazo a sus espaldas sin detenerse a oír cómo el pelirrojo le llamaba entre risas que poco hacían por su causa.
−Ogh− volvió a protestar ella unos cuantos metros más allá en el pasillo luego de dar su portazo, dejando caer sus hombros y sacando todo el aire a presión que tenía acumulado en el pecho.
Le resultaba increíble lo mucho que aún le molestaba que le siguiera tratando como a una niña, cuando solo les separaban dos años y pico. De alguna manera, el hecho de que él la hubiese rescatado y cuidado cuando era más joven ya no se sentía justificación suficiente para eso. Hacía todo lo posible por ser independiente, de no ser una carga para él, y aunque le encantara la idea de ser cuidada y mimada por Lavi, la horrible sensación de ser un parásito viviendo a costa suya le causaba tener sabor a bilis en la boca.
Dio un suspiro resignado al tiempo que daba vuelta en una esquina, sin fijarse realmente a dónde estaba yendo. Mal, porque de haberlo hecho, habría podido evitar chocar con una gran torre de papeles con el que se encontró de frente. El golpe la tiró al suelo y desde allí vio con vergüenza e impotencia cómo hojas de papel sueltos y enrollados volaban por los aires para esparcirse a su alrededor de la forma más caótica posible, haciéndolos imposible de ordenar a simple vista.
−¡Mis planos!− se quejó el otro, un hombre joven con el pelo rubio amarrado en una coleta. Rápidamente se arrodilló a recogerlos sin preocuparse realmente por compaginarlos.
−¡Cuánto lo siento!− jadeó ella horrorizada, imitándolo en un intento por ayudarlo−. Iba distraída, no te vi…
−No, yo iba…− pero su excusa quedó atrapada en la garganta cuando éste levantó por primera vez la vista del piso y se encontró frente a frente con el rostro de Lenalee.
Sus pulmones se congelaron por un instante.
Luego, su cara se manchó de rosa brillante y la comezón le subió por el cuello.
Ese era un pésimo momento para un ataque de urticaria, ciertamente. Pero realmente no había nadie que pudiera culparlo; no todos los días uno iba por el pasillo y chocaba de frente, literalmente, con el ángel más hermoso del reino de los cielos que, además, le miraba tan atentamente que podría haberse visto reflejado en sus ojos violáceos.
Claro, de haberse quedado cerca de ella. Porque su cercanía era demasiado para su corazón, así que, de un salto, cayó sentado medio metro más atrás, a una distancia prudente de ella.
−Perdóname, ¿te encuentras bien?− balbuceó él apenas, presa de los nervios.
−Sí, pero tus papeles…
−Oh, no, eso no es importante, de verdad− quiso restarle importancia, juntándolos todos apresuradamente.
−¿Seguro?
−¡Completamente! No debes preocuparte− se apresuró a contestar, poniéndose de pie de un salto, enrojecido hasta el cuello de la camisa y un claro rictus en el rostro−. Lo lamento mucho, espero no haberte hecho daño.
−Lo mismo digo− le sonrió.
Eso fue suficiente para el pobre hombre.
−Tengo que irme, ¡nos vemos luego!− y con eso, desapareció por el pasillo como alma que se lleva el diablo, dejando atrás a una muy estupefacta Lenalee.
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Ha pasado mucho tiempo. Luego del examen de grado descansé un poco y luego me llamaron para la práctica profesional y ha sido ¡muy extenuante! Espero poder acostumbrarme rápidamente al nuevo ritmo y poder darme el tiempo para publicar más seguido.
Díganme qué les parece.
