Capítulo 7 – El espíritu del bosque

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Kiba avanzaba hacia el norte sin descanso adentrándose cada vez más en el bosque. Estaba muy seguro de sí mismo porque ya en otras ocasiones, como en el examen de supervivencia chuunin habían salido airosos él y Akamaru. Aunque esta vez era diferente. No se trataba de un simple examen, se estaba internando en una zona declarada oficialmente en guerra y podía pasarle cualquier cosa. Podía suceder algún imprevisto, por lo que convenía estar siempre en guardia. Inconscientemente, agarró con fuerza la bolsita de los kunais. Debía estar preparado para defenderse de cualquier ataque si quería ayudar a los Jintakas en su lucha.

"Es curioso, voy a ir a defender al clan cuyos halcones me quieren asesinar en mis pesadillas…umm".

Akamaru se paró en seco en una rama. Estaba muerto de hambre y necesitaba unos minutos de descanso, pues llevaban ya varias horas corriendo.

-¡Guau!

-Si, yo también tengo hambre.

Esperaron a que su comida se acercara, y cuando Kiba detectó con su olfato que una liebre se escurría entre un arbusto, lanzó con determinación un kunai y le acertó. Lo recogió satisfecho y empezó a encender una pequeña hoguera. No le apasionaba la idea de tener que matar una inocente liebre, pero sabía que hay que alimentarse… y no era la primera vez que se veía obligado a actuar así.

La hoguera se encendió sin problemas, y justo cuando Kiba sacaba una cantimplora con agua fresca, notó en el aire un extraño olor que provenía de unos arbustos. Entornó sus afilados ojos y vio que dos pares de ojos lo miraban ansiosos detrás de las hojas. Se trataba de una pareja de enormes lobos hambrientos, una hembra blanca y un macho gris que los llevaban siguiendo desde que se adentraron en el bosque.

Kiba se puso en pie, le hizo un gesto a Akamaru para que se acercara y los dos se pusieron alerta.

El macho gris, de un salto se puso delante del chico gruñendo y enseñándole los dientes. Tenía la piel del lomo erizada y los músculos tensados. Estaba dispuesto a degollarlo si era necesario con tal de comer algo. Akamaru empezó a ladrar nervioso y Kiba dio un paso atrás cogiendo una rama de la hoguera que tenía fuego en un extremo. Suelen decir que los animales temen el fuego la primera vez que lo ven, y Kiba confió en que fuera cierto. Rama en mano, se acercó con paso firme al animal y la blandió en el aire.

El enorme lobo gris, arqueó el lomo y dio un paso atrás. Comenzó a gruñir más fuerte con unos enormes colmillos y Kiba volvió a mover el fuego en el aire. El animal, titubeó al ver el gesto y de un brinco, volvió a los matorrales de los que había salido.

-Buuf, Akamaru. Nos siguen los lobos, esto sí que va a ser un contratiempo.

Comieron atropelladamente, sin dejar de notar el amenazante olor de los lobos y pronto se pusieron en camino.

A la par que saltaban por las ramas de los árboles, los animales avanzaban por el suelo en una persecución incansable.

"Me están poniendo nervioso, seguro que están esperando que bajemos la guardia para atacar".

No necesariamente aquellos que entienden de perros han de entender de lobos. Éstos últimos son los caninos que conservó la naturaleza en los bosques. Su espíritu es libre y salvaje y ellos lo saben, por lo que no se dejan domar con facilidad. Su instinto les dice que la libertad es su tesoro más preciado, y pensaban que era algo que sus hermanos los perros perdieron hacía ya mucho tiempo. Aquel que tiene la suerte de mirar a los ojos a un lobo salvaje puede contemplar en ellos una especie que, a pesar de haber estado cerca de la desaparición por los continuos intentos de aniquilar del ser humano; jamás ha sido esclava de nadie, una raza de animales que durante siglos se han visto regidos exclusivamente por la ley de los bosques. Y aquellos que entienden, afirman que en ocasiones, cuando los perros que duermen a los pies de sus amos reconfortados por el calor de una hoguera, escuchan un aullido de lobo en la lejanía, corren hasta la ventana más cercana. Y es entonces cuando, al contemplar su reflejo en el cristal, se dan cuenta de lo que han perdido, y escuchan con admiración y melancolía los aullidos salvajes que su gran antepasado hace surgir de su garganta.

Al anochecer, Kiba y Akamaru llegaron a un punto en el que no podían seguir avanzando. Un enorme acantilado con un río en su fondo acababa con el camino. El joven se asomó para comprobar que abajo, el agua corría con una increíble fuerza arrastrando todo lo que caía en ella hasta una enorme cascada llena de piedras afiladas. Y al otro lado de la cascada, el río tenía aún más corriente.

Aspiró aire en sus pulmones y no detectó el olor de los lobos, por lo que decidió bajar al suelo a sentarse.

-Akamaru, tal y como dijo Hane, el clan está al otro lado del río, desde aquí se pueden ver algunas casas con humo a lo lejos. Umm, para seguir definitivamente hay que cruzar el acantilado. Pero es muy largo para saltarlo, ni con el Gatsuuga lo conseguríamos. Y a nado tampoco se puede porque la corriente es impresionante- Kiba suspiró y se rascó la cabeza pensando -Tal vez usando chakra… no, qué va.

-¡Guau! (¡Decidete!).

-¡Ey, estoy pensando! Umm, a ver… tenemos una pregunta ¿Cómo llegar al otro lado? Y la respuesta…. pues supongo que habrá que encontrarla aquí, como dicen los clanes emparentados con la naturaleza ¿no? "Dar con las respuestas en el bosque cuando te encuentres perdido".

Akamaru se sentó a su lado deduciendo que si su amo tenía que pensar, el asunto iba para largo. Se acordó de cuando le daba clases Iruka y lo acompañaba debajo de su pupitre. ¡Cuánto tardaba en hacer los ejercicios de comerse el coco! Lo más normal era que estirara el cuello buscando las respuestas en un pupitre ajeno. Akamaru sabía que lo que se le daba bien a su amo era la espontaneidad, el actuar rápidamente sin pensar. Aunque había veces en los que lo sorprendía, como cuando vieron pelear a Neji contra Naruto y su amo le dijo que lo mejor contra el Hyuga era atacar a distancia.

Kiba se tumbó en la hierba con las manos detrás de la cabeza y vio una ardillita que recogía una bellota del suelo. Sin mucho entusiasmo se le ocurrió preguntarle.

-¡Eh tu!.¿Cómo se pasa al otro lado?

La ardilla trepó por un árbol asustada y desapareció.

"Lo suponía".

Akamaru se rió interiormente dándose cuenta de que en efecto, el asunto iba a tardar en solucionarse. Definitivamente, su amo no había cambiado nada. Con un salto, se puso en pie para buscar algo de comer.

Kiba empezó a mirar las estrellas confuso. Empezaba a estar cansado, tenía hambre, sueño, no le apetecía pensar y… acababa de detectar de nuevo el olor de los lobos a escasos metros, observándolos.

Se levantó ignorando el olor y se fue al borde del acantilado para intentar medir con la vista la distancia entre un lado y otro, pero no se veía nada porque el sol hacía horas que se había ido. "Ni si quiera con una cuerda podría pasar…". Entrecerró los ojos e intentó medir la altura del acantilado…"ni idea". Se giró con fastidio y dijo:

-Akamaru ¿has cogido ese dichoso conejo? Tengo hamb…

No pudo acabar la frase porque cuando se dio la vuelta vio con horror que Akamaru estaba paralizado, con un conejo en la boca mientras los lobos se acercaban gruñendo y babeando muertos de hambre.

Kiba se quedó muy quieto pensando qué hacer. No habían hecho aún la hoguera, por lo que esta vez no podía usar el fuego para ahuyentarlos. Abrió la bolsa de los shurikens, agarró dos y empezó a juguetear con ellos entre sus manos. Detestaba dañar a un animal más que nada en el mundo, pero si los lobos le atacaban a él o Akamaru no tendría más remedio que defenderse.

El macho se abalanzó hacia él con las fauces abiertas, pero Kiba se apartó a tiempo sin la necesidad de utilizar sus armas. Prefería golpearlo antes que abrirle una herida.

La hembra se dirigió a Akamaru sin intenciones agresivas y olisqueó el conejo que llevaba en el hocico.

Kiba intentó esquivar otro ataque del lobo pero fue más lento y los colmillos del animal le desgarraron parte de la manga de la camiseta. Algo le dijo que no estaba haciendo lo correcto. Entendió sin saber cómo que la cuestión no se encontraba en atacar al lobo o defenderse de él, sino en comprender por qué actuaba de esa manera. Y no tardó en darse cuenta de que sólo tenían hambre. Tal vez todo se solucionara si les lanzaba el conejo, por lo que de un salto, se acercó a Akamaru y le quitó la pieza de carne para tirarla al arbusto más lejano.

La hembra blanca cogió el conejo al vuelo y se lo llevó detrás de un árbol para compartirlo con su pareja. Se les escuchaba comer con ansias, desgarrando la carne con los afilados colmillos mientras los estómagos de Kiba y de Akamaru gruñían de hambre. Los dos se miraron para compadecerse mutuamente y se sentaron agotados en el suelo.

A Kiba se le estaban cerrando los ojos por el cansancio cuando vislumbró de nuevo a los dos lobos que avanzaban despacio hacia ellos. El macho gris traía un trozo de carne en el hocico. Kiba, llamó a Akamaru y decidió observar lo que hacían los animales.

Los lobos parecían dudar sobre si aproximarse más o no. A cada paso que daban, se llevaban diez minutos olisqueando la zona.

El chico empezó a impacientarse y estiró una mano a la hembra para ver su reacción. La loba empezó a oler la mano indecisa, dio un saltito para atrás, movió el rabo y volvió a acercarse para olerla. Cuando parecía que se había acostumbrado al olor, abrió la boca dejando ver unos afilados colmillos y Kiba cerró los ojos apretando el puño con fuerza.

Notó la respiración del animal en sus nudillos y recordó unas imágenes de cuando era pequeño…

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-¡Mama!.¡Mami!- un niño pequeño de pelos revueltos corría llorando hacia su madre.

-¡Oh! Kiba ¿ qué te ha pasado, cielo?- Su madre se agachó y le secó las lagrimitas con un pañuelo.

-Me… me ha mordido aquí… y me duele…

-Shh, ya está. No llores cariño.

Le lavó la herida que tenía en el brazo y se la vendó con cuidado. Una joven muy parecida físicamente a Kiba asomó la cabeza por la puerta preocupada.

-¡Mama! Siento mucho lo que ha pasado. Mi hermano le pisó el rabo a uno de mis perros y… él no lo hizo a propósito. Fue todo por instinto...

El perro entró con curiosidad en la habitación buscando a Kiba para disculparse. Pero el pequeño, al verlo corrió a esconderse detrás de su madre muerto de miedo.

La mujer y la hermana se miraron. No podían permitir que el pequeño Kiba le tuviera miedo a los perros por un accidente insignificante.

La madre cogió a su hijo por un brazo y le obligó a salir de detrás suya.

-Kiba, mira quién ha venido a pedirte perdón.

El pequeño se tapó los ojitos con las manos temblando y se pegó más a su madre. La hermana tuvo una idea y se acercó cariñosamente.

-Kiba, mira no te va a hacer nada. Ven conmigo – el pequeño se agarró a la mano de su hermana y se acercaron al perro. La joven, obligó a Kiba a que estirara su mano en dirección al hocico y le susurró al oído- Tranquilo, sólo quiere disculparse. Ya verás.

Kiba apretó el puño con fuerza y cerró los ojos temblando de miedo. Empezó a sentir la respiración del perro en sus nudillos y su corazón comenzó a latir muy deprisa.

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…Pero en vez de notar los colmillos perforando su piel, notó una cálida lengua que se deslizaba entre sus dedos. Abrió los ojos para ver que la preciosa loba blanca se aproximaba más para que la acariciara. Kiba, indeciso por un instante, movió la mano hasta la cabeza del animal y la pasó por el pelo suave y sedoso acariciándola.

"¡Ja!.¡Soy un Inuzuka!" La loba había reaccionado con él exactamente igual que el perro de su hermana cuando era pequeño.

El macho, que llevaba el trozo de carne en el hocico, al ver que Kiba no atacaba a la hembra, se acercó también dejando la carne sus pies. El chico, acarició el cuello del otro lobo con la mano que le quedaba libre y recogió agradecido el resto de la carne baboseada para compartirla con Akamaru.

"Ugh…habrá que limpiarlo un poco…"

Después de comer, Kiba se tumbó para dormirse al lado de Akamaru. El lobo macho, inclinó la cabeza hacia arriba y comenzó a aullarle a la luna mientras el chico se quedaba maravillado por el potente sonido que salía de la garganta del animal. Akamaru lo observaba con una extraña mirada, pero Kiba prefirió no preguntarle lo que pensaba.

Cuando se cansó de aullar, fue a reunirse con su pareja y se echaron juntos a apenas un metro de ellos.

"¿De esto era de lo que hablaba Hane? Llegar a tener una comprensión mística con el espíritu del bosque… se me ha dado la oportunidad de contactar con él a través de estos dos lobos."

Kiba cerró los ojos y se dejó llevar por los sonidos y los olores del lugar. Le pareció oír el ulular de una lechuza desde un árbol e intentó diferenciar su olor del de la madera húmeda. Respiró hondo y se concentró en escuchar el sonido de los distintos tipos de grillos que cantaban. Su olor era muy tenue, apenas se diferenciaba del de la tierra pero Kiba se forzó a distinguirlo. Llenó sus pulmones de aire y ordenó mentalmente las fragancias que le llegaron de las plantas que lo rodeaban. De esta forma, y tomándose su tiempo fue haciéndose con los sonidos y los olores del bosque hasta que se quedó dormido. Y esa noche, no tuvo pesadillas.

A la mañana siguiente, la loba empezó a lamerle la cara para despertarlo. Comenzó a saltar de un lado para otro nerviosa intentando hacerle ver al chico que tenía que seguirla. Kiba se incorporó, recogió las cosas y haciéndole un gesto a Akamaru, empezaron a correr tras ella preguntándose qué querría enseñarles.

El animal se movía como un rayo, resultaba muy difícil mantener el ritmo. Los llevó por un camino que descendía por el acantilado hasta la orilla del río y de repente desapareció entre unas rocas. Akamaru y Kiba se miraron extrañados, llegaron a donde el animal había desaparecido y vieron que había una especie de cueva subterránea que se comunicaba con el otro lado del río pasando por debajo. No se lo pensaron dos veces y se adentraron en ella. Era como un túnel abrupto por el que tuvieron que pasar contorsionándose y arañándose contra las paredes de arena impermeable. Iban a cruzar el río subterráneamente. En algunos tramos había una gran cantidad de goteras y la ropa de Kiba no tardó en estar empapada. Desde abajo, escuchaban la furia del agua del río sobre sus cabezas y el chico se preguntó preocupado qué anchura tenía el dique de tierra que los separaba del agua. ¿Qué ocurriría si se partía? Pero a los pocos minutos, distinguieron una luz como señal de que el túnel finalizaba en la otra orilla. Salieron y se encontraron con la loba que los estaba esperando.

-¡YAHOO, AKAMARU!.¿Entiendes ahora lo de encontrar la respuesta en el bosque? Solo teníamos que esperar y la naturaleza se acercaría a nosotros.

-¡Arf!-ladró Akamaru empapado.

La loba le dio cariñosamente a Kiba con el hocico en la palma de la mano en señal de despedida y desapareció por la pequeña cueva subterránea de nuevo para reunirse con su pareja.

"Intercambiar una cena por un pasadizo no está tan mal… son unos animales increíbles"

Kiba se despidió de ellos desde el otro lado levantando una mano, quién sabe si los volvería a ver…

Los lobos desaparecieron entre la maleza y los dos compañeros reanudaron la marcha sintiendo que ya estaban muy cerca.

-Akamaru, ahora tenemos que extremar la precaución. Supongo que estarán vigilando todos los alrededores por si se acerca algún intruso.

-¡Guau!

Treparon por el acantilado y cuando estuvieron arriba se encontraron con tres halcones sombríos que rastreaban la zona en círculos. Kiba se llevó una mano a la frente para protegerse los ojos del sol y vio que a lo lejos había una especie de fuerte con murallas y puerta hechas de troncos de madera. "Eso debe ser la entrada al clan" pensó.

Los halcones comenzaron a dibujar círculos más estrechos en el cielo, recopilando toda la información que podían de Kiba, para hacerle saber a los centinelas si debían permitirle el paso.

El chico abrió su mochila y aprovechó ese momento en el que estaba siendo observado por tres pares de ojos para levantar la mano con el collar de Hane. El halcón de mayor envergadura descendió un poco, y manteniéndose en el aire, se fijó detenidamente en lo que le estaba enseñando. Clavó su mirada fijamente en los ojos de Kiba y emprendió raudo su vuelo hasta el fuerte.

Kiba sonrió y le dio una palmadita a Akamaru en el lomo.

-Con eso seguro que nos dejan entrar.

Un grupo de hombres cargados con piezas de caza lo adelantó a paso rápido. Algunos de ellos giraron la cabeza para mirarlo y uno se fijó en el collar.

-¿Ves eso?.¿No es de los "Jinetes del Viento"?

-Sí, pero él no es uno de ellos.

Varios hombres se pararon dispuestos a acercarse a Kiba.

-¡No os paréis!- dijo el que parecía el jefe- No es asunto nuestro, sino de los centinelas. Altavis se encargará.

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Otro capi seee! XD Se nota que me gustan los lobos? Se nota que me gusta Kiba? Jeje, este Inuzuka promete, os lo digo yo! Ea pues el chico ya ha llegado a las puertas del clan… ahora a ver si lo dejan entrar… y a ver cómo reacciona Hane!

Mickeymalote: Ya echaba de menos tu review! XD Tranquilo, mi historia es como las pelis, ningun animal sale herido en realidad. Hay que dolor que dolor que pena jaja! Claro q si, por amor hay q arriesgarse.

RiMi: Otro quijote! Yahoo! Pues me encanta q digas q cada vez te gusta mas Kiba por mi fic, porque eso es lo q pretendia en cierto modo. Es q se le da tan poquita importancia al personaje… u.u Pues veras, tengo 18 tacos ya! Y sí, es mi primer fic XD En realidad tengo muchas historias en la cabeza (estoy mal jej) pero nunca me había dado por escribirlas… hasta que me vino ésta!

Naleeh: WOW! Torrente de reviews! XD Que bien que te esten gustando los capitulos! Si es una chorrada ir a devolver un collar, pero es Kiba… no lo puede evitar XD Asi q crees q a Hane le gusta en el fondo Kiba? Hmm…

Puchiko: Wee, gracias por otro review! No he tardado nada en actualizar! XD Claro q me gusto tu fic, cuando tengas mas escrito avisame, eh?

Leo black le-fay: La escenita de shikamaru despidiendose de Kiba es q no pude resistirme a ponerla. Sobre todo por el recuerdo que tiene de cuando hicieron la mision de rescatar a sasuke (q pedazo de capitulos, ojala se reunan de nuevo).

Un saludo!