Capítulo 10 - ¡Formación! El enemigo está aquí.

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Detrás de los tonos anaranjados y rojizos de las llamas que a lo lejos, consumían el hogar de los Jintakas, se podía distinguir la figura de dos personas. Una de ellas, con marcas rojas tatuadas en las mejillas, observaba el siniestro temblor del fuego mientras apretaba los puños con fuerza para contener su ira. La otra, no más tranquila que la anterior, se colocaba un rígido protector en el brazo. Y con ayuda de los dientes, tiraba para anudar gruesos cordones que lo ceñían firmemente.

-Cuenta conmigo, Hane. No estáis solos.- murmuró Kiba poniendo sus manos en los hombros de Hane.

La joven halconera inclinó la cabeza con aprobación y deslizó dos dedos por el colgante rojo de los "Jinetes".

Uindo, la gigantesca águila de Altavis, los alcanzó y comenzó a dar vueltas sobre sus cabezas nerviosa. Hane levantó su brazo enfundado con el protector y el animal no tardó en posarse. Tras intercambiar miradas unos segundos, volvió a emprender el vuelo.

-¡Tenemos que seguirla!- gritó Hane, y acto seguido, se llevó dos dedos a la boca y emitió un sonoro silbido.

-Muy bien¡vamos Akamaru!

Comenzaron a correr velozmente tras Uindo. Joukei apareció entre las ramas de los árboles y se apresuró a seguir a Hane volando a la altura de su cabeza.

Cuando llegaron a las puertas del clan, se encontraron con que parte de la muralla de madera había sido destruida. Apenas se podía respirar y entre los escombros, pudieron distinguir el cuerpo sin vida del centinela que unas horas antes, les había abierto la puerta. Muchos cetreros corrían desesperadamente tratando de menguar el fuego, que se extendía con fatal rapidez.

Entre la negra humareda, Hane reconoció a Hishou, el hermano de Altavis, que se acercaba a ellos corriendo. El hombre miró a Kiba extrañado y cuando recobró el aliento, se dirigió a la chica.

-¡Hane! Han atacado por el este¡todos los de ese lado han muerto!

La chica lo miró exaltada y pensó con horror en su padre.

-¿Qué¿… los "Picos Curvos"?

-¡Sólo quedan tres! Patrullaban ese lado durante la noche y les cogieron por sorpresa. Ha sido terrible…- el hombre tenía una profunda herida en un hombro y se la agarraba con una mueca de dolor.

Kiba permaneció en silencio y miró de reojo a Akamaru. Hane dio un paso hacia delante y se dirigió a su tío.

-Hishou, por favor, llévanos con mi padre.

-¡Seguidme!- gritó el hombre mientras se llevaba un pañuelo mojado a la boca para poder respirar.

Avanzaron con rapidez por las calles esquivando a la gente que, asustada, corría de un lado a otro con sus hijos sin saber muy bien a dónde ir. Algunos se lamentaban en voz alta por sus familiares o conocidos que acababan de morir en la explosión, otros pedían agua a gritos para salvar sus casas y los más valientes se armaban en las esquinas para pelear en la batalla.

Llegaron a la "Casa de los Druídas", que al estar situada en el este, aún no había sido alcanzada por las llamas y conservaba un aire menos cargado de humo. Allí se encontraban las dos formaciones de ninjas restantes y todos los que iban a combatir. Cuando Altavis vio a su hija sana y salva, corrió a abrazarla y se tranquilizó. Observó que Kiba estaba con ellos e intercambió con él una mirada de agradecimiento.

-Hishou¿cómo es la herida de tu hombro?

-Estoy bien ... Escuchadme, los "Picos Curvos" han sido asesinados, sólo quedan tres con vida pero están siendo atendidos… sus heridas han sido graves.

En la sala había mucho movimiento, todos empezaron a colocarse los protectores de cuero en el brazo y se ciñeron bolsitas llenas de armas en la cintura y en las piernas.

-¿Dónde está el enemigo?- preguntó una mujer blandiendo una katana en el aire.

-Están fuera. Aún no han entrado.- contestó uno de los centinelas.

-¡Reparemos la muralla y encerrémonos aquí!- gritó otro hombre.

-¡No¡Nos asediarán!- Hishou se llevó las manos a la cabeza desesperado y miró a su hermano. Altavis, dio un paso al frente y tomó la palabra.

-Me temo que es cierto lo que todos nos imaginábamos. No podemos quedarnos aquí porque nos encerrarán y moriremos con el fuego… -miró a todos con determinación- Así que esta vez debemos salir y luchar en campo abierto.

Algunos de ellos levantaron sus kunais con aprobación y comenzaron a escucharse gritos de desesperación tras la puerta. Altavis hizo una pequeña pausa para mirar a los líderes de las dos formaciones y continuó.

-El tiempo apremia. "Ninjas del Cóndor", "Jinetes", contamos con vosotros…- dirigió su mirada a Kiba y añadió -… y con todo aquel que esté dispuesto a arriesgar su vida por este clan.

-Muy bien- dijo la líder del primer grupo, una mujer muy fuerte que enrollaba un mapa estratega que había ideado sobre la marcha- ¡Ninjas del Cóndor!

-¡HAI!

-¡Ya sabéis la formación¡Vengaremos a los Picos Curvos!

Hishou le puso una mano en el hombro a Kiba y empezó a hablar en voz alta.

-¡Esperad! Este chico que va a combatir con nosotros es Inuzuka Kiba- hizo una pausa y se dirigió a él –Tus ataques son poderosos en el cuerpo a cuerpo¿me equivoco?

-No. Mi perro y yo somos buenos en eso.

La líder de los "Nijas del Cóndor" se quedó mirándolo pensativamente.

-…bueno en el cuerpo a cuerpo¿eh?... Sin lugar a dudas, si el Inuzuka fuera de nuestro clan sería un "Cóndor"… Escucha, chico, será mejor que vengas con nosotros y pelees de nuestro lado.

Kiba se colocó su bandana de Konoha en la frente y comprobó que el protector que llevaba debajo de su camiseta estaba bien amarrado. Miró a Hane adivinando con pesar que ella iría por otro lado y asintió.

-De acuerdo.

Aprovechó que los demás estaban recogiendo sus cosas para acercarse a ella y darle un tímido beso.

-Hane, nos vemos luego¿vale?... – dijo sintiendo un nudo en la garganta -No te preocupes, te buscaré para protegerte.

La chica asintió y por su cabeza, pasaron los rostros de todos aquellos que le habían dicho "nos vemos luego" y habían caído en el campo de batalla. Le daba mucho miedo perder también al único chico que había conseguido abrir su corazón.

-Por favor… ten cuidado.

Kiba le acarició la mejilla con el dorso de su mano y la volvió a besar. Altavis se giró para ocultar con disimulo una sonrisa, pero todos los demás se quedaron contemplándolos. Tal vez esa fuera la última imagen tierna que vieran

en este mundo.

El Inuzuka le guiñó un ojo a Hane cómicamente para hacerla reír y, tras ver en sus ojos ese brillo que tanto le gustaba, echó a correr para abandonar el edificio sin querer mirar atrás. Los veinte halconeros que formaban los "Cóndor" salieron tras él con paso apresurado.

-¡"Jinetes"!- gritó el líder de la segunda formación. - ¡No hemos estado entrenando todos estos meses para que nos venzan¡Vamos a por ellos!

-¡HAI!

Hane se reunió con su grupo, y justo cuando estaban a punto de salir, escuchó una conversación entre su tío y su padre.

-¿Qué hay de los documentos que te robaron, Altavis? La técnica ilusoria puede acabar con nosotros…

La joven se acordó de los ladrones a los que persiguió con su halcón hacía ya un tiempo. Si su mente no le fallaba, Joukei había conseguido arrancarle los documentos a uno de los ladrones y los había escondido en algún lugar del bosque.

-Papá… -se acercó indecisa- ¿qué técnica ilusoria?

-Verás, nuestros espías trajeron información sobre una potente técnica ilusoria que el enemigo va a usar esta noche con nosotros. Teníamos la forma de disipar la técnica, que se hacía mediante un complicado procedimiento descrito en los propios documentos que nos trajeron. Pero fueron robados… y es posible que por ello, no obtengamos la gloria para el clan.

Hane chasqueó los dedos y empezó a decir muy alterada.

-¡Pero Joukei consiguió los documentos y los escondió!

Hishou se acercó nervioso y miró a Altavis.

-¿Cómo?

-Yo perseguí a los ladrones y me dejaron inconsciente. –empezó a decir la chica intentando hablar con tranquilidad- Pero antes de eso, mi halcón les quitó lo que robaron y lo escondió en el bosque.

-Hane… como te vimos en ese estado pensamos que no los habías podido conseguir…

El líder de los "Jinetes" se acercó y le puso a la chica una mano en el hombro.

-Busca rápido esos documentos con Joukei y llévalos al campo de batalla. Nos reuniremos allí.

-¡Hai!

-¡Vamos Jinetes!. ¡No queda tiempo!. ¡Esta noche es la última, caeremos u obtendremos victoria!

Hane se despidió de su padre dándole un abrazo. Se apresuró a adentrarse en el bosque y empezó a seguir a Joukei, que volaba a gran velocidad entre la maleza como una sombra perseguida por el diablo.

Kiba avanzaba con los "Cóndor" contando los kunais y los shurikens de los que disponía. Atravesaron el infierno de calor y humo, que acababa lentamente con el poblado, respirando como podían. Las botas se hundían en las cenizas aún incandescentes y los bajos de los pantalones prendían con facilidad. Kiba se secó la frente empapada en sudor por el calor que desprendían las brasas.

Tras sobrepasar el último tramo de escombros, distinguió a lo lejos, a través de la muralla destruida, a unas personas corriendo por una superficie de campo llano. Llamó a Akamaru y le dio una píldora de soldado. Acto seguido, se llevó él otra a la boca. El pelaje del perrito comenzó a enrojecerse y Kiba sintió en su interior toda la fuerza y el coraje que necesitaba para combatir. Observó que los cetreros a los que acompañaba, le colocaban unas agujas en las garras a sus halcones y le preguntó a uno de ellos por qué lo hacían.

-Chico, nuestros halcones no pelean por nosotros. Ésa es la primera regla que aprendemos desde que tenemos uno. –contestó un hombre acariciando a su ave- Pero sí nos pueden ayudar, por lo que les colocamos estas agujas en las patas para que cuando ataquen envenenen al enemigo. Así además los protegemos.

Kiba escuchaba atento mientras reconocía el veneno que llevaban los halcones. Se trataba de un ungüento muy potente que, cuando perforaba la piel de un ser humano, acababa con su vida al instante.

Al poco tiempo, fueron alcanzados por los "Jinetes del Viento" y el resto de combatientes que avanzaban rápidamente. El jefe de los "Jinetes" alzaba la voz y hacía gestos con las manos para orientar a sus ninjas.

-¡Muy bien! Tenemos al viento soplando del suroeste, por lo que el fuego se dirigirá al norte tras haber arrasado el este. Altavis se ha encargado de alentar a los que intentan apagar el fuego y ahora vendrá a combatir… pero entre nosotros, ninjas¡ese fuego no se podrá apagar! Todo el clan es de madera y con esta brisa las llamas avanzarán más rápido. ¡Pero nosotros somos el alma de los Jintakas! Con el viento de ese lado debemos atacar desde el mismo suroeste y esperad que vengan del noreste ¡Arriesgaremos nuestras vidas para salvar a los cetreros de Konoha!

-¡Bien dicho! – exclamó la líder de los Cóndor, y mirando al cielo gritó- ¡Formación!

Kiba observó sobrecogido cómo todos los halcones, al escuchar el grito de la mujer, alzaban el vuelo unos metros por encima de sus cabezas y se colocaban formando una figura en el aire semejante a un óvalo. Dibujados de esta manera, aletearon en el aire aguantando la posición, esperando a que los Jintakas avanzaran para ir a la par que ellos. Y justo en ese momento, las sombras de la noche comenzaron a evadirse con las primeras luces color malva del amanecer, y los primeros rayos del sol atravesaron las plumas de las aves, proyectando reflejos anaranjados sobre las miradas de sus cetreros.

-Amanece, es la hora…- murmuró uno de ellos.

Atravesaron los límites del clan y se adentraron en el campo abierto desde el noroeste, la superficie de tierra en la que el futuro de los Jintakas se iba a decidir. A lo lejos, un gran número de personas armadas y con aspecto de bandidos y asesinos, los esperaban con siniestra paciencia. Ésa fue la primera vez que Kiba vislumbro al enemigo reconociéndolo al instante.

Se trataba de un enorme grupo de salvajes ninjas que se dedicaban a arrasar los pequeños clanes desperdigados por el bosque. Muchos los llamaban "los bandidos". En Konoha, era muy conocida su existencia por la crueldad y brutalidad de sus actos. Habían asesinado a muchas personas sin motivo aparente, puesto que no exigían nada. Tal vez les interesase confirmar el valor de su existencia o tal vez sencillamente le reportase placer el sufrimiento y la agonía de los demás. En numerosas ocasiones, los Jounins de Konoha habían tenido misiones de caza y captura de estos individuos, pero al no establecerse en un lugar fijo, las más de las veces regresaban de sus misiones con las manos vacías o en el peor de los casos, no volvían a sus hogares.

Altavis se unió a los dos grupos acompañado de Hishou. Kiba al verlos llegar buscó a Hane con la mirada sin encontrarla.

Una lluvia de afilados kunais con el extremo envenenado cayó sobre ellos con fuerza. Los halcones deshicieron por un momento su formación de óvalo para esquivarlos y se volvieron a colocar. Los kunais no causaron grandes problemas entre los Jintakas, la mayoría consiguió esquivarlos. Sólo hubo rasguños entre los más despistados.

Los halconeros, reaccionaron igualmente lanzando cientos de kunais, pero éstos con la particularidad de llevar acoplados sellos explosivos.

La ofensiva causó estragos entre los bandidos. Se sucedieron una serie de explosiones que arrasaron el lugar en el que se hallaban atrincherados y con ello ganaron tiempo. Desde lo lejos, vieron a los bandidos correr de un lado a otro desconcertados y huyendo de las llamas. No podía desaprovechar la oportunidad de atacarlos en medio del desconcierto y la confusión.

-¡CÓNDOR!. ¡JINETES!. ¡AHOOORA!

Comenzaron a correr hacia ellos gritando para intimidarlos. Sus halcones volaban también hacia el enemigo a gran velocidad y con las garras abiertas para envenenarlos. Kiba, sin pensárselo dos veces hizo el Juujin Bunshin con Akamaru, por lo que los dos tomaron el mismo aspecto y avanzaron con el Shikyaku no Jutsu, o técnica de las cuatro patas, a la vez que buscaba a Hane con su olfato.

Altavis, puso sus manos en el suelo y de éste surgió una enorme águila de piedra que fue lanzada a un grupo de ninjas renegados que se abalanzaban contra ellos.

El que parecía ser el líder de los bandidos, corrió al frente realizando unos extraños sellos con las manos. Hishou vio los movimientos de los dedos del hombre y se temió que fuera la desconocida técnica ilusoria. Sin dudarlo, desvió el rumbo de su carrera para arremeter contra el líder, pero unos shurikens fueron lanzados hacia él con tal fuerza, que su cuerpo fue atravesado por distintos sitios. Cayó al suelo ensangrentado y sin poder moverse.

En su agonía, pudo ver borrosamente que su hermano Altavis se acercaba a grandes zancadas hacia él para recogerlo. Estiró su brazo tembloroso hacia él, sintiendo que el dolor de sus heridas ocupaba todo su cuerpo pero, antes de que pudieran tocarse, sus ojos se cerraron para no volverse a abrir. Hishou murió sin conseguir detener la técnica del líder de los bandidos, pero el último sentimiento que tuvo mientras se retorcía en el suelo, fue el de la esperanza.

Kiba y Akamaru lo vieron todo con horror y arremetieron contra el individuo que continuaba realizando los complicados sellos. No tenía ni idea de lo que ese bastardo intentaba conseguir moviendo de esa forma los dedos, pero no lo dejaría acabar.

-¡.¡.¡GATSUUGA!.!.!

Su vista se nubló con los giros y cerró los ojos para concentrarse en seguir el olor de su presa. Los dos torbellinos perforantes se dirigieron hacia el hombre, golpeando a todo aquel que se interpusiera en su camino. Pero el líder, antes de ser alcanzado, acabó su combinación de sellos y levantó una mano con los dedos en forma de L.

Kiba frenó en su torbellino para ver lo que iba a ocurrir. Miró el cielo, las nubes, los árboles, la hierba, a Akamaru y a los Jintakas... aparentemente todo seguía igual. Nada había cambiado lo más mínimo, por lo que dedujo que la técnica había fracasado. Se preparó con Akamaru para volver a hacer el Gatsuuga, pero unos gritos a su espalda llamaron su atención. Pensó en Hane y se giró con desesperación. Le ponía muy nervioso no poder olerla… ¿es que no se encontraba allí?

En el campo de batalla, los halcones se habían girado con determinación para atacar a sus propios amos. Los Jintakas confiaban ciegamente en sus aves, por lo que tenían la guardia bajada ante ellos y fueron rápidamente envenenados por las agujas. Kiba, entre el caos que se había formado, vio sonreír al líder de los bandidos, mientras continuaba con los dedos en forma de L. La técnica ilusoria había sido lanzada a los halcones, no a los propios cetreros como todos pensaban.

-¡KUSO!

El Inuzuka corrió con desesperación para intentar ayudar a los "Cóndor" a controlar a sus aves. Gritos fracasados de "¡Disipar!" se escucharon por todo el campo, pero la mayoría estaban cayendo al suelo por el fatal veneno que ellos mismos habían puesto en las agujas que portaban sus aves.

Invadido por la ira de ver la facilidad con la que estaban cayendo sus amigos, y ante la impotencia de sentir que años de sabiduría y entrenamiento tradicional se perdían con la muerte de aquellos ninjas, centró toda su atención en el líder de los enemigos. Si acababa con él, su técnica desaparecería. Y si lo hería, por lo menos la ilusión sería más débil.

Pensó en realizar el Garouga, fusionado con Akamaru en el gigantesco lobo gigante que ya habían utilizado en su lucha contra Sakón y Ukón. Sin pensárselo dos veces, saltó concentrándose en realizar bien su fusión. Pero en el aire recibió un fuerte golpe de uno de sus contrincantes. Se levantó con furia del suelo y le lanzó un zarpazo con sus manos convertidas en garras mientras Akamaru lo atacaba por detrás. A los pocos segundos, el hombre había caído inconsciente al suelo y el chico se dirigía a acabar con otro.

La fila de defensa de los Jintakas era un verdadero infierno dantesco, los pocos que habían conseguido salvar sus vidas, habían tenido para ello que acabar con las de sus halcones. El propio Altavis se había visto obligado reducir a Uindo tras ser envenenado por ella y ahora se batía con dificultad en un cuerpo a cuerpo contra uno de los más poderosos. Pero aún quedaban muchos halcones que enfurecidos, se dirigían contra todos ellos una y otra vez.

Kiba saltó hacia el líder con su técnica de bestia. De un zarpazo, el hombre fue lanzado a varios metros y cayó al suelo con violencia.

El Inuzuka corrió para acabar con él pero un kunai fue lanzado con fuerza hacia él y fue herido en el abdomen. Cayó al suelo hundiendo las rodillas en la tierra y se llevó una mano a la sangre que manaba de su costado. Olió que alguien se dirigía hacia él para atacarlo e intentó ponerse de pie. Pero sus piernas no le respondían. La vista se le nubló y llamó a Akamaru, para que le defendiera. Se vio sentado en el suelo, sin poder moverse y sus ánimos decayeron viendo que los estaban venciendo. Apenas quedaban ninjas "Cóndor" y los supervivientes de los "Jinetes" pronto serían exterminados… y él no podía levantarse.

El hombre que había realizado la técnica ilusoria se acerco a él sonriendo con una mueca. Aprovechando que el chico estaba de rodillas en el suelo, le dio una patada en la cara y Kiba, al sentir el impacto, se desplomó a un lado dando con la cabeza en la tierra. Su cara le quemaba por el dolor y su boca sabía a sangre.

-Eres un inútil¿crees que podías vencerme?… Los halcones se ocuparán de ti…- murmuró con una desagradable voz de lija.

Kiba intentó incorporarse viendo que el hombre se alejaba y buscó a Akamaru con la mirada. Le dolía mucho la cabeza por el golpe y empezaba a marearse. Le dio una arcada, su estómago se contrajo dentro de su cuerpo y escupió sangre.

Unas sombras, le taparon el sol y miró hacia arriba para ver de qué se trataba. Sobre él, un gran número de halcones volaban en círculos, dispuesto a desgarrarlo. Kiba alzó una mano con un kunai para intentar defenderse, pero le daba la impresión de que el arma pesaba toneladas. No podía levantarlo, su brazo estaba inmovilizado en el suelo. Se cubrió la cabeza como pudo y se acordó con angustia de su pesadilla. Lo que soñaba en Konoha era exactamente lo que le estaba sucediendo en esos instantes. Finalmente, no se trataba de que los Jintakas atacaran a los Inuzukas… lo que veía era la técnica ilusoria que iba a ser lanzada sobre el clan de los cetreros. Pensó en Hane… y en que no iba a poderla ver cuando todo acabara… Las sombras de los halcones se agrandaban peligrosamente en el suelo, señal de que estaban descendiendo… La desesperación y la angustia empezó a apoderarse de su cuerpo, los gritos de los halcones resonaban cada vez más potentes en sus oídos. Cerró los ojos y escuchó sus propios latidos golpeándole dentro del pecho.

-Lo siento, Hane…

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Mientras, la chica avanzaba lo más rápido que podía a la vez que portaba unos documentos entre sus manos. Había sido atacada por el camino, y tenía una profunda herida en el muslo, pero intentaba ignorarla y corría todo lo deprisa que le permitían sus debilitadas piernas.

Una red cayó sobre ella y la derribó en el suelo. Con desesperación, y sintiendo que la herida de su muslo le latía dolorosamente, metió sus dedos entre las cuerdas de la red y tiró con fuerza para romperlas. Pero eran demasiado duras.

El hombre que la había acechado se acercó a ella sonriendo satisfecho y estiró sus brazos para recoger su presa. Hane, desde dentro de la red, esperó a que el individuo se agachara y le propinó una fuerte patada en un hombro.

El hombre cayó de espaldas al suelo y ella aprovechó para cortar las cuerdas con un kunai. Con rapidez, se liberó de la red que la aprisionaba y justo cuando se puso en pie, el hombre se levantó y cerró un puño para golpearla. Ella, en un movimiento relejo muy rápido, lanzó el kunai con determinación y se giró para huir.Tras su espalda, escuchó un grito de dolor, pero no quiso girarse.

En su carrera, sintió que algo le impactaba con fuerza en la espalda. Cayó dándose de bruces en el suelo y con desesperación se llevó una mano al lugar en el que había recibido el golpe. Notó con sus dedos que tenía una daga clavada superficialmente en la carne. Joukei bajó y comenzó a aletear fuertemente frente a sus ojos para animarla a que se levantara. La chica clavó su mirada en los dorados ojos del halcón y sintió una pequeña llama crecer en su interior.

"Una herida de unos centímetros no me detendrá…"

Colocó las palmas de sus manos en el suelo y hundiéndolas en la tierra, se puso trabajosamente en pie. Debía llegar con los documentos al campo de batalla lo antes posible.

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Kiba, derrumbado en el suelo y sin poderse mover, esperó que los picos de los halcones se clavaran salvajemente en su piel. Tenía los ojos cerrados con fuerza y con sus manos se tapaba los oídos, de forma que sólo escuchaba el latir de su corazón, golpeándole en el pecho cada vez más apresurado.

"Boom-boom-boom…"

Pasó un instante en el que el Inuzuka pensó que había llegado su hora… que no saldría de ésta… y caería como un muerto más, dejando su cuerpo al olvido del mundo, a la espalda de ese río de constante caudal que todo el mundo denomina "vida".

Pero, mientras esperaba su hora, un olor muy familiar le azotó fuertemente haciéndole abrir los ojos para observar lo que ocurría a su alrededor. Borrosamente, pudo distinguir que sobre su cabeza, una sombra gris y otra blanca saltaban para defenderlo.

Un enorme lobo gris lo protegía lanzando dentelladas al aire a los halcones, que levantaron el vuelo confundidos. A su lado, una hermosa loba de color blanco con el pelaje del lomo erizado, saltaba enseñando los colmillos dispuesta a atacar a aquel que se acercase a Kiba.

Hane llegó corriendo sin aliento con los documentos en sus manos. Se quedó paralizada ante la visión de la masacre que estaba teniendo lugar. ¿Cómo era posible que estuviera viendo que sus compañeros luchaban contra sus halcones? Joukei la hizo salir de su asombro y entre los dos, desplegaron los papeles en el suelo.

La chica, sintiendo una punzada de dolor en su muslo, comenzó a leer antes de que su vista se le nublara más. Entre líneas, se dio cuenta de lo que en realidad estaba pasando. Tan sólo se trataba de una técnica ilusoria que, siguiendo lo pasos que indicaban aquellos documentos, acabaría de inmediato.

"Para disipar la técnica se necesita sangre de la raza que desea acabar con ella" leyó y se hizo inmediatamente un corte en la mano con un kunai. "Y sangre de aquellos sobre los que ha sido lanzada". Miró a Joukei y le hizo un pequeño corte debajo del ala.

-Bien, ahora sólo queda realizar los sellos que aquí describen con los dedos manchados de nuestra sangre.

Hane juntó su sangre con la de Joukei y con cuidado, comenzó a entrelazar sus dedos sin apartar la vista de los documentos. Cuando hubo acabado, se puso en pie y gritó con todas sus fuerzas mientras Joukei volaba en círculos sobre su cabeza.

-¡DISIPAR!

Todos los que se batían se pararon en seco. Los halcones se quedaron suspendidos confusos en el aire y miraron a los Jintakas que quedaban con vida.

Kiba al ver que los lobos lo defendían encontró fuerzas en su interior para levantarse. Aún debía acabar con el que había realizado la técnica, el causante de la muerte de la mayoría de los halconeros. Observó que Akamaru ya se había dirigido a él y el hombre le había respondido golpeándole con tal fuerza que el perrito cayó al suelo inutilizándose una pata.

El Inuzuka, aprovechó ese instante para lanzar desde el suelo un kunai al líder de los bandidos. El arma le rozó la garganta produciéndole un corte y el hombre se tambaleó llevándose una mano a la herida. Miró a Kiba con sus ojos cargados de odio y se abalanzó hacia él sacando una katana de la funda que llevaba amarrada en la espalda.

Kiba esquivó el golpe y saltó para colocarse detrás de éste, le arrancó la funda de la espada y le golpeó en la cabeza con ella. El hombre se giró furioso y blandió su arma produciéndole al Inuzuka un profundo corte en una de las marcas tatuadas en la mejilla. Kiba a la vez que el hombre le cortaba la mejilla, le clavó un kunai en la muñeca y éste soltó la katana en el suelo.

El hombre cerró la otra mano en un puño y lo hundió en el estómago de Kiba dejándolo sin respiración, pero al chico le dio tiempo de recoger la katana del suelo. La agarró con fuerza por el mango y sin pensarlo dos veces, la hundió en el vientre de su contrincante.

A los pocos segundos, el líder murió desangrado sin ni siquiera poder levantarse para

mirar los afilados ojos del Inuzuka.

Kiba, jadeando sin aliento, sacó la katana del cuerpo de su contrincante y éste cayó al suelo por la fuerza de la gravedad. Dio unos pasos atrás para observar el cuerpo inerte que yacía en el suelo. Con un suspiro, se pasó una mano por la herida de la mejilla llenándosela de sangre y acto seguido, dirigió su mirada al frente para observar qué ocurría a su alrededor.

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Muchas gracias a todos los que me seguis leyendo. Siento mucho haber tardado tanto en actualizar, pero como estoy en Sevilla me cuesta más trabao escribir. Cuando me compre el portátil todo serás mas facil.

Tal vez tambien tengais problemas en dejar REVIEW en este capitulo por lo del cambio de orden XD pero por favor, dejadme algo que me anima mucho.

Un saludo, layla.