Suspiró muy despacio y observó por quinta vez el cuarto donde se encontraba, amplio,blanco, minimalista, una que otra planta, parecía tan grande desde su perspectiva…

Dedicó una mirada fugaz al inmenso reloj de madera empotrado en la pared, que se encontraba justo encima de los numerosos diplomas y suspiró. El continuo tic tac no hacía más que ponerla nerviosa y generarle aún más angustia, la manecilla parecía estar frenética. ¿Cómo era posible?

- ¿Y bien? - inquirió – No saldrás de esta habitación hasta que empecemos

Tragó duro visiblemente nerviosa

- Eso no es profesional- susurró

- Tu caso es distinto al de los demás pacientes, necesita un abordaje diferente- se encogió de hombros

Clavó su vista en la mujer que tenía al frente, piel blanca, tan blanca como las paredes de la habitación, si no fuera por su exagerado maquillaje y su atuendo demasiado colorido para su gusto se confundiría perfectamente en el ambiente, un camuflaje perfecto. Observó sus grandes ojos azules y se sintió aún más pequeña que de costumbre, aquella mujer de apariencia dócil lograba intimidarla.

Se detuvo en los mechones que caían por su rostro, eran de un color cenizo brillante, desde su perspectiva parecían hacer un buen marco para sus facciones. Observó, además, sus labios rojos grandes, algo resecos que se arqueaban ligeramente cuando detenía su vista en ella, lo que le produjo un ligero temblor. Quizo evitar mirarla demasiado pero no conseguía hacerlo, se detuvo por última vez en su rostro y observó sus arrugas, que eran imponentes, llamativas, eran la viva imagen de años de experiencia. Notó como la mujer se quitaba de encima uno de los largos mechones que enmarcaban su rostro y reparó en sus manos, eran tan arrugadas, con tantos lunares que tenía la impresión que si seguía cada punto y trazaba una línea lograría descifrar alguna figura en ellas.

- ¿Kagome? - llamó

- Vale – dijo resignada- ¿Por dónde quieres que comience?

- Por el principio una vez más- dijo mientras anotaba algo en su libreta rosa

Volvió a fijar sus ojos en los grandes ojos azules que la observaban expectantes

- Tenía 17 en ese entonces, en dos meses cumpliría los 18 creo…- comenzó a hablar mientras intentaba no inundarse en los recuerdos- Él se llamaba Bankotsu- torció el labio

- Se llama- corrigió – Debes comenzar a aceptarlo, él no ha muerto

Asintió sin ser capaz de sostener su mirada

- Era mi primer empleo y me enamoré perdidamente de él desde que lo vi- se encogió de hombros

- ¿Por qué?

Tragó duro, eso aún ni ella misma lo sabía

- No lo sé- contestó

- Uno sabe porque se enamora de las personas- volvió a insistir- ¿Fue amor a primera vista por parte de ambos?

Negó nerviosa mientras una irónica sonrisa curvaba sus labios

- Fui solo yo- susurró

- Aún no contestas mi pregunta, ¿Por qué te enamoraste?

- Yo… me sentía sola, supongo- contestó desviando la mirada

- No me mientas- acomodó un mechón de cabello- ¿Cuánto tardaron en volverse una pareja?

- Creo que seis meses

- Te diste el tiempo de conocerlo seis meses... y dime ¿Cómo era él?

Su vista se nubló

- Él... él era complicado

- ¿Complicado? - enarcó una ceja- Dime lo que lo hacía complicado

- Pues… hubo ocasiones en las que él…- tragó duro- él … me hirió con sus palabras aún sin comenzar nuestra historia- hizo una pequeña pausa- Pero yo soy muy sensible, así que no cuenta supongo

- No justifiques acciones que no son tuyas- dijo mirándola

Kagome asintió

- ¿Cómo te hirió?

Tokio 7 años antes

- Venga Kagome- reclamó- Fue solo una broma

Frotó sus ojos rojos y lo miró unos segundos

- No sabía que eras tan sensible- se defendió- Tú eres como una hermana para mí

- ¿De verdad lo crees?

- ¡Ay Kagome!- bufó – Si estas gorda, pero… solo un poco, digo… deja de comer y listo- se encogió de hombros- Tienes buenas tetas, pero se pierde entre tanta grasa ¿tú sabes lo que digo no?

Kagome asintió

- Entonces, ¿estamos bien?

- Si - fingió una sonrisa

- Genial, ahora trae los archivos no organizados

- Pero ya es mi hora de salida- susurró

- ¡Kagome!- llamo enfadado- haz un esfuerzo, todo lo quieres fácil, eres demasiado floja

El tic- tac del reloj la sacó de sus recuerdos

- ¿Qué pasó después?

- Dejé de comer por semanas- se avergonzó de ella misma

- Tú no estabas gorda, ni eras floja, ¿verdad? - la pregunta flotó en el aire

- No, a decir verdad… casi rozaba la anorexia, tuvieron que arreglar mi uniforme varias veces, porque perdía mucho peso… rápidamente- carraspeo- Solía hacer más que mi trabajo, a veces regalaba días enteros a sus tareas, o me quedaba hasta el final

- Y … ¿aun así decidiste iniciar algo con él?

- Yo… él no siempre era un patán- susurro avergonzada- Pero si

- ¿Y… como se dio?

Tokio 6 años antes

No dejaba de ver el reloj, él no aparecía y se le agotaban las excusas para justificarlo ante el jefe

- ¿Dónde estás Bankotsu?- revisó su celular y se angustió aún más al no recibir respuesta alguna

- ¡Hey cerdita! - gritó entrando a la oficina que compartían

- ¡Bankotsu!- gritó asustada- ¿Estas ebrio?

- Ten – le extendió un chocolate- Sé que es tu preferido

- Gra… gracias – su corazón se detuvo- El jefe preguntó tantas veces por ti

- Me importa una mierda- tambaleó- Ven

La tomó de la muñeca y la condujo detrás del gran librero de caoba que servía de estante para cualquier cosa menos para los documentos que debían ser asignados ahí.

- Siempre he querido hacer esto… desde que te vi

La besó, fue un beso pasional, fuerte, animal, de esos que te descolocan y hacen temblar tus piernas. La presionaba, rozando casi en lo violento, parecía querer arrebatarle algo, el agarre se hizo más fuerte, tanto que dolió.

Ella respondió como pudo y trató de estar a su altura, estaba volando en nubes, él la besaba, ¡por fin! Ignoró el dolor y se dejó embargar por "la alegría"

- ¿Así comenzó? ¿Él estando ebrio?

Asintió

- Kagome- llamó- ¿Qué más?

- Pues nos veíamos en el bebedero del trabajo y ahí nos besábamos- respondió

- ¿No hablaron del tema?

Lo intenté, y cuando lo encaré dijo que fue un error y que yo era como su hermana menor, que no volvería a pasar- sus ojos se nublaron

- ¿Cómo te sentiste?

- Sentí mi corazón romperse

- Pero eso no terminó. ¿Verdad?

Kagome negó

- Volvió a pasar una y otra vez, hasta que …

Los ojos de Kagome se cerraron no pudo evitar volver al pasado

- No sé, no estoy segura- susurró

- Kagome – llamo molesto- Si entraste a este cuarto sabias muy bien a lo que venías

- Sus ojos se abrieron como platos

- Se supone que salimos a comer- respondió

- ¡No me jodas Kagome!, ya pagué esta habitación, no tirare el dinero al tacho porque te haces la mojigata, mujer estúpida.

- Pero este sitio es horrible, es como si fuera el cuarto de algún prostíbulo, no creo que costara demasiado, yo… no me siento cómoda.

- No te hagas la exquisita y deja tanta estupidez, como si pagar 10 dólares por sexo fuera barato- reclamó- son solo algunas manchas de sangre y algo de condones regados

- Huele mal- protestó

- Pues tapate la nariz- su ira aumentó

- No quiero- pidió- Vámonos

- No iremos a ningún sitio ¡ya deja de joder!

- Pero Bankotsu… yo

- Solo déjate llevar, ¿de acuerdo?

El tic tac la volvió a la realidad

- Fue la primera vez- clavó su vista en los ojos azules de la mujer y se sintió aún más pequeña

- ¿Qué sentiste? - la mujer parecía imperturbable

- Todo lo contrario, a lo que se supone que debía haber sentido- se encogió de hombros

- ¿A qué te refieres?

- Me lastimó, no me hablo de amor, tan solo… cuando él termino de hacer lo que hizo me dijo algo sobre que había hecho un buen trabajo y …

- ¿Eras consciente que lo que hacías no era correcto?

- En ese momento... no

- ¿Creíste que era amor? O ¿Intentabas convencerte de eso a diario?

- A diario decía frente al espejo que él me amaba, a diario me lo repetía - susurró

- ¿Te lo llegaste a creer?

- Cada maldito segundo del día – se quebró

- ¿Cuándo cambio?

- Pasó mucho tiempo para llegar a ese punto en mi vida

- De acuerdo – tomó nota en su libreta sin expresión alguna - Volvamos, tuvieron sexo y ¿qué pasó?

- Odiaba que yo dijera que era sexo- susurró

- Eres estúpida ¿o qué? - gritó muy fuerte

- Que… ¿qué dices?

- ¿Lo que yo tengo contigo es sexo? ¡DIME! – la empujó - Sexo sería si me follara a una prostituta, ¿Por qué mierda eres tan imbécil? ¡Hacemos el amor! – dijo mientras la sujetaba fuertemente

- Bankotsu, basta – pidió

- Yo diré cuándo será suficiente, ¡estúpida!, ¿quieres que te trate como prostituta?, ¡eso hare! - le dio una bofetada

- ¿Que…? - su voz se ahogó por el dolor

- ¡Cállate! – grito mientras la forzaba a quitarse el vestido

- ¡No! - grito- ¡No quiero!

Otra bofetada se estampó contra su rostro, mientras la sangre escurría de su boca

- ¿Te solía agredir físicamente? - enarcó una ceja

- Lo hizo algunas veces- contestó

- ¿Cuántas veces te agredió? ¿Cuántas veces dejaste que te golpeara?

- No las contaba- respondió

- ¡No mientas! - por primera vez en su rostro se vislumbró la indignación

- Unas diez a quince veces- susurró mientras se trataba de esconder en el sillón

- Y… ¿qué te decías a ti misma cada vez que pasaba?

- Que debía creer en sus disculpas- suspiró - que eran sinceras

- ¿Porque te mentías?

- Porque necesitaba creerle- las lágrimas corrieron por sus mejillas- Papá murió tan joven y mamá estaba tan lejos, me sentía tan perdida- secó sus lágrimas y la observó- Sentía a diario que no era importante para nadie que, si dejaba de existir no pasaría nada y de pronto llego él, me hizo creer que le importaba que, por primera vez, si no aparecía, si la tierra me tragaba, alguien se preocuparía por mí, al fin alguien me consideraba importante en su vida

- ¿Él hizo algo que te demostró eso? O ¿fuiste tú quien proyecto eso en un hombre así?

- Fui estúpida- respondió casi por inercia

- Eso es lo que te hizo creer todo este tiempo, lo repitió tanto que creíste que era cierto, pero no lo eres Kagome, eras y eres una persona que se encontraba vulnerable y él solo se aprovechó- la miró unos segundos- ¿Te das cuenta que no solo te golpeó en esa ocasión verdad?

Kagome asintió frustrada

- ¿De que eres consciente Kagome?- preguntó calmadamente

- Me violó... - respondió sin mirarla

- No te avergüences – pidió – Tú no eres quien cometió el abuso, fuiste quien fue abusada, no tienes por qué sentir un atisbo de vergüenza ni de culpa- suspiró- ¿Cuantas veces más lo hizo?

Kagome reclinó su cabeza y se dejó llevar fuera de esa sala unos segundos

- Tres veces más

- Dime, ¿cómo te hace sentir decirlo?

- La opresión en el pecho se va lentamente

- Es el principio- contestó- Ahora dime, ¿cómo lograba tu perdón?

La voz de Bankotsu pareció tocarla una vez más

- Perdóname – pidió de rodillas- no debí

- No quiero verte- pidió

- Kagome por favor, si tú solo te quedaras callada, si no me contestaras nada de esto pasaría, ¿porque no puedes mantenerte callada?

- ¿Es mi culpa? ¡Estas diciendo que es mi culpa!

- ¡Carajo! Ya comenzaste otra vez ¿tan difícil es no hacerme enojar?

- Yo no hice nada

- ¡Tú nunca haces nada! Siempre el malo soy yo, la basura soy yo ¿no?

- No dije eso

- Tú nucas veras tus errores, porque eres una estúpida

- Lo vuelves a hacer- reclamó

- Dame la última oportunidad, por favor, por el sueño de nuestra familia, ¿acaso no quieres formarla conmigo?

- Yo …

- Seremos mejor que esto, no lo haremos como tu madre, a nosotros si nos importará nuestro hijo

El corazón se le estrujó

- Te lo prometo mi amor, confía en mí- pidió- Te amo

- ¿Decía frases como esas a menudo?

- Si

- ¿Las creías?

- Al principio, luego ya no- se encogió de hombros

- ¿Porque ya no?

Se desperezó y tomó su celular, amaba jugar el estúpido jueguito de carreras que tenía su celular, Bankotsu casi nunca se lo prestaba, pero amaba ese tonto juego. Abrió la aplicación lista para jugar cuando un mensaje hizo vibrar el móvil

"Amor ¿Dónde estás? Llevo esperándote demasiado tiempo"

El corazón se le oprimió ¿de qué iba todo eso? Decidió leer la conversación y se arrepintió

"Hey amor, follas como un puto dios, a veces quisiera que la noche no se acabara"

"¿Tanto así bombón?"

"¿Qué pasa, ahora eres inseguro?"

"¿Cuándo nos vemos?"

"Cuando quieras, pero eso sí, ya es tiempo que nuestra relación se vaya tornando seria, ya vamos casi un año juntos y aún no conozco a tus padres, quedamos en hacer una cena y hasta ahora nada"

"Me quedé corto de efectivo corazón, pero pediré un pequeño préstamo y lo haremos"

"¿Pequeño?"

"Jajajaja, será una cantidad importante, descuida"

"Te estaré esperando"

Las lágrimas corrieron por su rostro descontroladamente, estaba segura que ese préstamo del que hablaba se lo había dado ella. Recordó cuando él vino angustiado en busca de su ayuda, diciéndole que necesitaba de suma urgencia dinero ya que su madre había caído muy enferma, cuento que se creyó por completo, más cuando se lo dio no supo nada de él hasta después de dos días.

El corazón se le oprimió y lanzó el móvil muy lejos de ella

- ¿Kagome? - llamo trayéndola a la realidad nuevamente

- ¿Sí?

- ¿Qué sucedió después?

Kagome la observó quieta por un segundo

- Lo dejé seis meses después de eso

- ¿Por qué demoraste tanto en tomar esa decisión

- Preferiría dejar esto hasta aquí

- No puedes huir del tema para siempre

- No lo hago – encogió sus hombros- tan solo estoy agotada

- De acuerdo- sonrió – estamos progresando, te veré la próxima semana

- Gracias Tubsubaki

Había dado cerca de quince vueltas al lugar y ella aún no salía, esta vez si había demorado, clavó sus ojos en la gran puerta blanca que tenía en frente y como si se hubieran escuchado sus plegarias esta se abrió y dio paso a una linda azabache.

La contempló unos segundos, intentando que sus miradas se cruzaran, pero ella parecía estar distraída observando el suelo y maldijo internamente, había avanzado tanto pero aún le faltaba mucho. Sintió el corazón oprimírsele cuando la azabache le dedicó una media sonrisa al darse cuenta de su presencia. Los recuerdos parecieron volver arrastrado todo hasta casi tres años atrás con su presencia.

Corrió frenéticamente, por las calles heladas de la ciudad, se maldecía una y otra vez por haberla dejado sola, sabía que no debía haberse largado. Corría tan rápido como sus piernas se lo permitían, pero aún le faltaba buen tramo, sus nervios no abandonaban su cuerpo a pesar del feroz ejercicio, ¿porque vivía tan lejos?

Sus ojos se llenaron de lágrimas "que este viva" "que este viva" se repetía una y otra vez mientras daba todo de sí para llegar hasta ella.

Dobló la esquina con algo de torpeza por la velocidad a la que se dirigía y llegó hasta el edificio donde ella vivía. Le gritó a Totosai, el portero, que llamara a la policía mientras corría como alma que llevaba el diablo escaleras arriba, un piso… dos pisos… tres pisos… cuatro pisos y llegó.

Todo estaba tan silencioso que el pánico se apoderó de ella, tocó la puerta una, dos, tres veces hasta que comenzó a golpearla frenéticamente.

- ¡Kagome! ¡Kagome!- gritaba con desesperación

No había respuesta, intentó tumbar la puerta, pero no lo consiguió, las lágrimas se apoderaron de sus ojos y se deslizaron por sus mejillas, creía que todo estaba perdido, cuando recordó la estúpida llave de emergencia bajo el tapete. La tomó y abrió la puerta torpemente.

La buscó por la sala, la cocina, el dormitorio, el baño...

- ¡Kagome!- chilló al encontrarla

Su corazón se rompió, ella estaba tirada en el suelo del baño en un charco de sangre, se acercó hasta ella y la tomó de la nuca

- Kagome – lloró- por favor despierta, por favor, por favor

Las lágrimas se mezclaron con el charco de sangre mientras a duras penas acomodaba la cabeza de la azabache en su regazo

- Por favor, por favor, no me hagas esto, no seas tan egoísta, no te vayas- suplicó

En respuesta a sus súplicas los ojos chocolate de la azabache se abrieron

- ¡Kagome!- gritó- Gracias a dios, gracias a dios

- ¿mmm?

- Hey, soy yo, mírame, mírame bien – pidió

- ¿Sa…Sango?- preguntó desorientada

- Si, soy yo- respondió acariciando su melena- Esto se acabó Kagome ¿entendiste? No volverás a estar cerca de él, esto se acabó

La azabache asintió y cerró los ojos

La voz de la azabache la trajo al presente

- ¿Esperaste mucho? - preguntó viéndola

- No- contestó- ¿Qué tal esta sesión?

- Sirvió- sonrió

- Me alegra, vas a superarlo- la abrazó

- ¿Cenamos algo? - preguntó mientras la miraba

- Por supuesto que sí, estoy emocionada por mañana Kagome

Kagome sonrió, su mejor amiga se había esforzado tanto por ella, a pesar de que la conoció en el peor momento de su vida, había sido su pilar todo este tiempo

- Aún no puedo creer que nos escogieran a ambas- contestó

- Oye Kagome, no seas tonta, si nosotras dos haremos de esa empresa un éxito, no son tontos valemos nuestro peso en oro

- ¡Nuestro primer trabajo juntas! - gritó Kagome emocionada

La mañana siguiente les regaló sus primeros rayos de sol al alba mientras que dos jovencitas se dejaban embargar por una extraña sensación de felicidad

- Recuerda que solo estoy como dos pisos más arriba- le recordó Sango

Kagome sonrió al ver a la castaña

- Puedo hacerlo - respondió

- ¡Al fin! ¡Claro que puedes hacerlo! - dijo emocionada

Se despidieron con un largo abrazo y ella suspiró. Podía hacerlo, sabía que podía, tomó impulso y caminó a paso lento hasta llegar a recepción

- Buenos días – saludó – Soy Kagome Higurashi

La mujer detrás del escritorio levanto la vista y la miró unos segundos para luego sonreírle

- Bienvenida señorita Higurashi, soy Rin Furukawa- saludó

- Muchas gracias- suspiró aliviada por el recibimiento

- La acompañare a su escritorio, disculpe que sea yo quien la dirija, pero su jefe inmediato tuvo una junta de urgencia

Era hombre…, un ligero temor se adueñó de ella

Tranquila- pareció notar su miedo- No tendrá ningún problema, él es muy amable – soltó una risilla- Ven, quiero presentarle a alguien

Kagome la siguió admirada por lo grande del lugar, era una corporación inmensa, si bien era cierto que era la segunda empresa inmobiliaria del país, nunca esperó tanto lujo

- Kagome, ella es Kaede- le presentó a una mujer bastante mayor que distraídamente leía el periódico- Kaede ella es Kagome, la nueva auxiliar legal

- Buenos días señora- saludó

La mujer sonrió

- Dime Kaede , no me hagas sentir más vieja muchacha- habló dulcemente

- Lo... lo lamento

Kaede volvió a sonreír

- Descuida pequeña- sonrió- el primer día solo es nervios, estarás bien

Kagome agradeció con una sonrisa la comprensión

- Ven Kagome, vamos a tu escritorio- sonrió Rin

Kagome la siguió hasta entrar a una oficina inmensa, de paredes similares al color oro ¿no podía ser oro, cierto? se detuvo embobada unos segundos observándola, era mucho más grande que el apartamento que alguna vez compartió con Sango, tenía un ventanal tan grande que podría decirse era dos veces su tamaño, la oficina estaba decorada con muchos diplomas y fotos de celebridades con el que suponía era el jefe. Desvió la vista y notó un escritorio de caoba amplio e imponente y una silla más grande que cualquier otra silla de escritorio que hubiera visto en su vida,

- Es de cuero- respondió Rin notando como su atención estaba en el asiento

- Debe haber un error, esta oficina debe ser del jefe

- Así es- la tomó del brazo y la condujo hasta la puerta transparente que estaba al costado izquierdo del escritorio- esta es tuya

Kagome abrió los ojos

- ¿Al costado del jefe? - Tragó duro

- Serás su mano derecha – se encogió de hombros- te enviare un mail detallando las primeras tareas, estoy segura que lo harás muy bien

- Muchas gracias Rin

- De nada Kagome, recuerdo bien mi primer día – sonrió- Si necesitas algo más hazmelo saber por mail o marcas al anexo 123- dijo saliendo del lugar

Kagome dio un vistazo a su pequeña oficina, era blanca y algo angosta, si tuviera problemas con algo como la claustrofobia no podría permanecer ahí. Deslizó su dedo índice sobre la pequeña ventana y la abrió, dejó que el viento chocara contra su rostro, giró lentamente y vio su pequeño escritorio, también era blanco, en definitiva, ese color la perseguía. Recordó a Tubsubaki un segundo y sonrió. Creía que con algunos cuadros y algunas flores el lugar luciría más acogedor. Una sonrisa surco sus labios, este sería un buen comienzo para ella.

Tomó asiento frente al ordenador y lo encendió, espero unos segundos, ingresó la clave y se dirigió al correo, Rin había sido tan amable de anotarle todas las contraseñas y usuarios en una nota adhesiva color rosa en el pequeño monitor. Digitó su usuario y en unos segundos el mail de Rin llegó, lo leyó detenidamente y sonrió, para ser su primera tarea era sencillo.

El tiempo pasó relativamente rápido, había recibido dos llamadas de Rin que quería cerciorarse que no tenía problema alguno con los documentos y se sintió agradecida, ya casi había acabado con su tarea, ordenaba las hojas que había impreso en el folder verde que había encontrado en su estantería, habían muchos folders de colores, pero ese le llamó mucho la atención, casi parecía tener algo de escarcha. Acomodó por última vez los papeles y tomó su teléfono

"¿Ya conociste a tu jefe? Yo aún no, pero todas aquí dicen que es muy guapo, deséame suerte… y obvio si necesitas cualquier cosa dímelo ¿ok? Te mantendré al tanto cuando lo califique de acuerdo a nuestro índice de hermosura xoxo"

Kagome no pudo evitar reír, Sango sin duda era lo mejor que le había pasado en su vida hasta ese momento. Un escalofrió recorrió su espina cuando los recuerdos del pasado quisieron llegar, sacudió su cabeza y se dirigió hasta la oficina contigua, la de su jefe, era increíble como esa gran oficina podía contar incluso con una pequeña oficina para sí misma.

Dejó el folder sobre el escritorio y se tomó un momento para observar mejor cada detalle, aquel sujeto debía ser bastante ordenado, cada rincón estaba pulcro, tenía un par de bolígrafos que a simple vista eran carísimos, una pequeña lampara en la esquina izquierda de la mesa, eso la hizo suponer que él solía quedarse hasta tarde ¿o era impresión suya?, dedicó toda su atención al portarretrato que reposaba sobre la esquina izquierda, era una mujer de largos cabellos negros, tez blanca, ojos marrones muy claros y sonrisa de comercial, era bellísima, supuso que aquella mujer era la esposa del dueño del portarretrato. Estaba tan perdida en su curiosidad que no oyó la puerta abrirse tras de sí

- ¡Por un demonio! – grito enojado- No me interesa si para ti son los mejores materiales, ya se firmó un acta, ¿puedes cumplir tu maldita palabra?

Se sobresaltó al escuchar aquella voz masculina y giró por instinto con los ojos cerrados, contó uno, dos, tres y volvió a la realidad, aquel hombre ni siquiera se había percatado de su presencia

- ¡Que no! He pasado cerca de cinco horas en una reunión de emergencia por esta construcción- reclamó- ¿Por qué Koga no dijo nada? … Ese no es mi problema, esta denegado ¿entiendes? – resondró- No, no es mi culpa que tu jefe sea un imbécil, pero él que le manda a tu jefe ¡soy yo!, no hay más que decir…

Se había quitado el saco, traía una camisa blanca, unos pantalones oscuros y parecía estar inclinado sobre algo, su ancha espalda no le permitía observarlo bien, le tomó unos segundos darse cuenta que se estaba sirviéndo un trago.

Todo pareció transcurrir en cámara lenta, el hombre aún discutiendo por teléfono giró sobre sus talones y estuvo a punto de llevar el pequeño vaso de cristal a sus labios cuando notó su presencia.

- ¿Quién eres tú? - su voz retumbó en todo el lugar

Sintió su respiración dificultarse, su corazón acelerarse, pero no como veces anteriores, no era el pánico lo que se apoderaba de ella como en el pasado, era algo distinto, sintió sus rodillas temblar, pero no pudo evitar observarlo de pies a cabeza.

Era un hombre alto, diría que estaba cerca de los dos metros, musculoso, tez bronceada, grandes brazos, amplio torso y ojos dorados, ¿sus ojos eran dorados? Volvió a pasear sus ojos sobre él, camisa abierta, los primeros tres botones, mangas recogidas, un reloj a simple vista muy caro en su mano izquierda, cabello corto, bastante corto, negro como la noche, posó su vista una vez más en sus ojos, ese dorado la estaba quemando

- Y bien, ¿Quién demonios eres tú?