Sintió como el corazón le bombeaba bruscamente, como si quisiera salir de su cuerpo desesperadamente, casi en un intento violento. Intentó articular palabra, pero su garganta estaba completamente seca. Se sentía tan pequeña al ser observada tan detenidamente por esas orbes doradas, que todo a su alrededor se detuvo. Como si todo desapareciera lentamente

- ¡No puede ser! - estaba demasiado fastidiado, lo llevaba la mierda - ¿Quién te dejó entrar hasta aquí? - preguntó mientras bebía lo que a su parecer era whisky

- Rin y Kaede – contestó en un susurro imperceptible

- ¿Qué dijiste? - su paciencia explotó

Lo vió acercarse hasta ella tan enojado que su primera reacción fue temblar, todo su pasado pareció golpearla con fuerza, ¿él también era violento? No pudo evitar derramar algunas lágrimas, mientras su cuerpo se tensaba involuntariamente esperando el contacto, cerró los ojos fuertemente y esperó, pero el golpe jamás llegó.

Verla llorar lo descolocó, ¿Qué carajos? Ella se metía a su oficina, como una acosadora y ahora que la descubrió se ponía a llorar y hasta podría jurar que estaba esperando que el ¿la golpeara? Suspiró indeciso mientras analizaba la situación. La mujer no parecía peligrosa, es más iba vestida como una empleada más. Curvó los labios, ¿Cuántas mujeres ya habían fingido ser trabajadoras del lugar en lo que él llevaba ahí? ¿cinco? Si contaba a la castaña eran seis y no debía olvidar a la morena de ojos azules, ¡Carajo! Ya había tenido una reunión con los de seguridad ¿Por qué pasaba de nuevo? Tomó un sorbo de su vaso y sintió la garganta raspar.

Esa mujer era hermosa, tez blanca, cabello azabache, labios delgados, pero desde su perspectiva muy besables. Sonrió ante ese pensamiento y suspiró resignado. Dejó su trago a la mitad y suspiró ¡Gente loca! Había demasiada gente loca para su gusto. La observó una vez más ahí, frente a él con los ojos cerrados fuertemente y ¿temblando ligeramente? Esta vez sí rodarían cabezas por esto y que dios se apiade del culpable.

Se acercó muy lento, dubitativo, quizás tocarla no era la mejor opción, pero le recordó a su hermana pequeña cuando era encontrada en medio de alguna travesura. Suspiró y aún con la duda dentro de él acarició su mejilla, ¡estaba temblando! ¡mierda! En verdad estaba asustada, eso no podía fingirse, ella no podía fingir algo a tal nivel ¿o sí? Ella en verdad esperaba que la golpeara, ¿qué clase de vida tuvo que tener para estar acostumbrada a los golpes?

- Hey- llamó despacio- Venga, abre los ojos, estas a salvo, no te haré nada – susurró a su oído

Cuando ella obedeció, su corazón le pareció estallar, los ojos de esta acosadora eran hermosos, chocolates intensos, como de esos chocolates que te tomas en un día lluvioso, esos que te confortan en la soledad de tu hogar o en una reunión familiar ¿se pueden tener unos ojos así? Eran preciosos, tan jodidamente expresivos.

Le dedicó unos segundos más y luego bajo su vista a sus rosados labios, también temblaban. Ahogó un suspiro y sin pensarlo demasiado la abrazó, ¿Quién pudo llevarla a ese extremo? pudo sentirla estremecerse ante su contacto, pero no soltó el agarre. Había leído por ahí que un abrazo era algo bueno en caso de algún ataque de pánico o por lo menos eso hacia su madre cada vez que él tuvo uno de pequeño y vaya que a él le funcionaba.

Sin tener consciencia, comenzó a acariciar su cabellera azabache, olía a lavanda, ¡mierda! Ese olor le gustaba, mientras le dada pequeñas caricias a su melena mantenía el contacto firme, estaba casi seguro que ella ya había parado de llorar. Había logrado su objetivo, pero no la soltó, la pequeña mujer había ocultado su rostro en su pecho casi por inercia, como si ambos estuvieran acostumbrados a hacer ese pequeño ritual desde siempre.

- Perdón – su voz provocó un respingo en él

- No pasa nada- se encogió de hombros- ¿Ya se encuentra mejor señorita? - preguntó sin dejar de abrazarla

- Kagome… Ese es mi nombre- respondió aún con su rostro escondido en su pecho

Él se separó unos segundos de ella y la miró confundido ¿Porque le daría su nombre? ¿Sería real? Generalmente las chicas que se metían a su despacho no lo hacían y se montaban tremendas escenas, por lo que no bajo la guardia.

- Bueno Kagome – repitió su nombre lentamente- ¿Eres una acosadora?

Sus ojos chocolates se abrieron de par en par, él pensaba que era una acosadora ¡Por Dios!

- ¡No! – dijo en un gritito ahogado

- No te preocupes, no llamare a seguridad- trató de que le dijera la verdad y no asustarla al mismo tiempo

- Yo trabajo aquí – su rostro se ruborizó

Ahora fue su turno para reflejar sorpresa ¿trabaja en su empresa? ¿en qué momento? ¿ El uniforme era real?

- Pero es seguro que hoy me eche ¿verdad? - sonaba tan triste que su corazón se estrujó

- ¿Desde cuándo? – ignoró su pregunta

- Desde hoy

La miró sorprendido, mientras trataba de atar , ¿hoy se incorporarían nuevos miembros al equipo? Y si así era porque recursos humanos no le informó nada. Esto debía ser mentira, una treta más. Sabía que no debió ser imagen de esa revista, desde el puto artículo de: "Los últimos solteros codiciados" la oficina era aún más una coladera.

La miró de arriba abajo, no parecía el prototipo de acosadoras a las que estaba acostumbrado, ella no parecía una barbie plástica ¿y si lo que decía era cierto? ¡Una mierda! La empresa estaba hecha una mierda, ¡Maldita sea!

- Dame un segundo- pidió mientras se acercaba a su escritorio y tomaba el teléfono

- Le juro que no soy una acosadora – lo dijo como si estuviera recitando una plegaria

Le dio cierta ternura escucharla diciendo eso y le sonrió abiertamente, definitivamente le recordaba a su pequeña hermanita.

- Te creo- le dijo mientras marcaba algún número

Sintió su rostro arder, se sentía tan estúpida, si tan solo se hubiera presentado como la gente normal, ahora su jefe, bueno ex jefe, porque la echarían de ahí después de tremendo espectáculo, creía que era una acosadora. ¿Tenía pinta de acosadora?

Suspiró nerviosa, ahora entendía porque el guardia de seguridad fue tan estricto con ella y Sango al ingresar al edificio, no le bastó la identificación que la misma empresa les dio días antes de entrar a trabajar querían a sus cedulas de identidad y unos papeles más, ¿de verdad lo acosaban tantas mujeres? Como no lo harían si ese hombre era guapísimo. Lo miró nerviosa, él estaba tan calmo, esperando algo al teléfono.

Se resignó, seguro eran los guardias los que estaban al otro lado de la línea, esta vez ni la identificación la ayudaría un poco

- La identificación- susurro para sí misma como si hubiera hecho un gran descubrimiento.

Corrió a toda velocidad hacia su oficina, mientras sentía sus ojos clavados en ella. Rebuscó como loca entre todas sus cosas hasta que la encontró. Sonrió, ya no importaba si la despedía, al menos demostraría que no era una acosadora. Emprendió la vuelta a toda velocidad y lo encontró apoyado en su escritorio, esperándola.

- No soy una acosadora, lo juro- le mostró la identificación

- Lo sé - respondió – Te dije que te creía Kagome – soltó como si nada hubiera pasado

El pulso de la azabache se aceleró, él le sonrió tan bonito que ella se descolocó

- Mi nombre es Inuyasha – extendió su mano- Inuyasha Taisho

Kagome tomó su mano casi por instinto

- Lamento haber creído que eras una acosadora y lamento aún más haberte asustado- sonrió – Aquí pasa de todo, ya lo verás con él tiempo - soltó su mano- Y lamento no haber podido estar aquí para recibirte como a todos los empleados el primer día de trabajo

Kagome intentó no sonreír.

- Y no, no te voy a despedir- la miró tratando de adivinar si era eso lo que le preocupaba

- Muchas gracias señor Taisho

- Llámame Inuyasha – pidió – Pasaremos mucho tiempo juntos – suspiro casi aliviado – Y descuida, aquí no pasó nada.

Lo miró y sonrió, deseaba decirle algo más, pero recordó a la mujer del portarretrato sobre su escritorio y calló

- Gracias- musitó - eso quiere decir que no vendrán los guardias, ¿cierto?

Inuyasha enarcó una ceja

- No llame a seguridad Kagome- sonrió – Llame a cafetería para que te traigan algo de beber, estabas muy nerviosa- se encogió de hombros- Y según mi madre el té ayuda para este tipo de situación, para todo en verdad. Es inglesa, así que supongo es lo más natural.

- Muchas gracias - se ruborizó completamente

- No hay porque Kagome.

Con el paso de los días se dio cuenta que todo lo que dijo fue cierto, Inuyasha se había portado tan bien, sin siquiera conocerla. Desde ese incidente habían pasado ya tres semanas y él no había hecho amago de burla en ningún momento, ni siquiera lo comentó con nadie tal cual prometió.

Estaba tan agradecida con él que ella misma había preparado unas galletas de chocolate con chispas de colores como muestra de su más sincero agradecimiento. Sin embargo, en todo ese tiempo no pudo entregárselo. Inuyasha había tenía mucho trabajo en la oficina y demasiadas juntas, y ni que decir ella, cada vez que lo intentaba Inuyasha no estaba solo en la oficina o simplemente no estaba.

Suspiró, de verdad que lo había intentado, pero había fracasado olímpicamente.

Desvió su vista hacia el ordenador y comprobó la hora 9:15. Inuyasha se había ido hace tres horas o por lo menos eso creía, cuando él estaba en la oficina de al lado, ponía música. Cuando estaba de buen humor era bossa nova , cuando debía concentrarse clásica y cuando estaba de mal humor era rock , muy ruidoso. Sonrió sin proponérselo al darse cuenta que lo conocía, aunque sea un poco, muy al contrario de Bankotsu.

Recordarlo escarapeló su cuerpo, nunca lo llegó a conocer y aun así … aun así permaneció todo ese tiempo a su lado ¿por qué? Sintió en piel vivida cada golpe, jalón, cada patada, cada puño estampado en su cuerpo y se ahogó, como tantas veces lo había hecho, sintió como su sangre la ahogaba aún sin estar ahí.

El móvil la sacó de su ensoñación.

"Kag, avísame cuando estés en casa, he comprado mucha cerveza, y muchas papas fritas, es por eso que debes avisarme ¿ok?, ya estoy muy ebria, no sé si estoy en mi casa o en la tuya, solo cuando llegues lo sabremos… Por cierto si no estoy en tu casa, vente, te adoro, ya no trabajes tanto… " xoxoxo

Kagome sonrió al ver el mensaje de Sango, y respiró con tranquilidad. Esa mujer lo era todo para ella y agradecía que se preocupara tanto y que entendiera que después del incidente con Inuyasha, del que se había reído casi por media hora cuando se lo narró detalle a detalle, solo quería demostrarle que no se equivocó al permitirle conservar su empleo.

Sonrió al pensar en Inuyasha para luego abrir el segundo cajón de su escritorio y sostener entre sus manos la caja de galletas que le había preparado.

- Es muy tarde ya Kagome – regaño captando toda su atención de inmediato.

Dió un respingo en su silla y lo observó sin creerse que él estaba ahí, por un momento el terror casi la invade

- Yo … lo lamento- dijo suavemente - creí que usted ya se había ido, hace horas- siempre se disculpaba, siempre sentía que ella estaba en falta, que lo hacía mal siempre

Inuyasha enarcó una ceja, era verdad, salió hace casi tres horas por una junta de emergencia y cuando estaba por dirigirse a casa recordó que había olvidado la preforma de la obra que tenía que presentar mañana a primera hora.

- Quedamos en tutearnos Kagome - contestó mientras tomaba asiento frente a ella- ¿es para tu novio? - preguntó mientras veía la caja entre sus manos

Su rostro se volvió un tomate y torpemente escondió la pequeña caja causando una sonrisa en él

- Venga, no pensé que te molestaría si preguntaba - una sonrisa se dibujó en su rostro y colocó sus manos sobre el escritorio

- No tengo novio- contestó sin mirarlo y muy nerviosa

- ¿Novia? – lo preguntó muy divertido

Lo miró y negó bruscamente

- Es para ti- dijo mientras colocaba la pequeña caja frente a él

- ¿Para mí?

Observó a Kagome, estaba completamente roja, podría jurar que su rostro en ese momento quemaba, notó que sus manos temblaban un poco, expectantes a que él tomara la pequeña caja en sus manos. Estaba jodidamente linda, la tenue luz de esa oficina le daba un toque angelical y eso a él le encantaba. Prefería mil veces esa expresión a la de terror que había visto hace un instante.

Desvió la mirada hacia la pequeña caja y la observó detalladamente, estaba decorada a mano, eso relucía a kilómetros, la tapa era de color cielo, con pequeñas mariposas de colores en el, mientras que la parte inferior era verde, simulando un ¿bosque? Sonrió ampliamente, jamás le habían dado un obsequio así. Deshizo el lazo multicolor que envolvía la pequeña caja y la abrió muy ansioso.

- Son galletas- dijo muy despacio mientras el observaba muy sorprendido.

El asintió, eran galletas con formas de un ¿sol? y con muchas chispas de colores. Eso lo hizo sonreír como bobo, Kagome definitivamente era una mujer extremadamente tierna. Tomó una y la observó aún más curioso que nunca ¿porque un sol?

- Son de chocolate- dijo apenada como tratando de que él no las viera con desagrado

Inuyasha asintió mientras mordía una y la miró casi en las nubes.

- Si no te gustan, no tienes que comerlas - susurró

- Están deliciosas- le dedicó una sonrisa- No tenías por qué hacerlo Kagome, muchas gracias

- Son para agradecerte por conservar mi empleo

Él sonrió abiertamente y reprimió las ganas de abrazarla. ¿Porque le faltaba tanta seguridad en sí misma?

- Eres muy buena en ello, no agradezcas- le tendió una galleta- Tengo una pregunta- la miró directo a los ojos- ¿porque decoraste así la caja?

Kagome tomó la galleta y le sostuvo la mirada aún nerviosa

- Kaede me dijo que amas el bosque - Inuyasha sonrió - y a mí me gustan mucho las mariposas

- Y ¿porque en forma de sol?

Kagome volvió a ruborizarse

- Tus ojos me recuerdan a el sol- se encogió de hombros – y las chispas de colores… pues… son bonitas y muy deliciosas

Inuyasha la miró encantado, embobado, nunca nadie le regalo algo parecido. Kagome había dedicado tiempo, esfuerzo y eso lo había conmovido. Esa mujer era tan dulce, tan solo había que ver la caja, era su personalidad reflejada al mil por ciento, tierna, dulce y algo tímida.

- Muchas gracias Kagome

Kagome volvió a ruborizarse.

- Me alegro que te gustara

- ¡Me encantó! ¿Cómo podría ser distinto? si lo hiciste tú

Ver a Kagome ruborizada le encantaba, se veía tan inocente, tan hermosa. Intentó despejar esas ideas y observó su reloj, ya eran cerca de las 10.

- Es muy tarde y estoy seguro que no has cenado nada, ¿verdad?

Kagome negó

- Te invito a cenar

- No es necesario, además aún no he terminado- mordió su labio

Inuyasha sintió electricidad recorrerle el cuerpo cuando ella mordió su labio inferior y rogó que no lo hiciera más, sintió por un momento flaquearle las rodillas

- Lo terminas mañana

- No puedo, es que… yo quería avanzar los pendientes para que no tengamos trabajo acumulado

Inuyasha sonrió ¿podría ser más perfecta?

- ¿Y una pizza aquí?

El rostro de Kagome se iluminó y él sonrió encantado por su reacción tan transparente

- Venga Kagome – le tendió su mano- cuando acabemos la pizza vuelves a lo tuyo, me quedare a hacerte compañía y te ayudaré en todo lo que necesites como agradecimiento a tan ricas galletas, no hay apuro

Kagome sonrió y tomó su mano mientras miraba embobada sus hermosos ojos dorados

Inuyasha la condujo hasta su oficina, ella se sentó en uno de los sillones que le pareció el más cómodo del lugar y lo observó mientras él pedía dos pizzas con el teléfono al hombro y servía dos copas de vino

- Es lo más suave que tengo- se excusó dándole la copa – No tengo soda…

- Me gusta el vino – lo interrumpió

Él sonrió, tenía la impresión que podría hacer todas las horas extras del mundo si lo hacía junto con ella, sonrió aún más ante ese pensamiento y volvió a llenar las copas

- ¿Cuántas vamos? - le preguntó

- Pues no lo sé – sonrió

Inuyasha la quedó viendo unos minutos y se deleitó con su rostro sonrojado, sus labios entreabiertos y sus grandes ojos chocolates mirándolo entre curiosa y nerviosa

- Creo que la pizza no vendrá – hizo un puchero inconscientemente

Inuyasha sintió el corazón bombearle con fuerza y casi por inercia acortó distancia, se colocó de cuclillas frente a ella y tomó su rostro. Acarició su mejilla sonrosada lentamente, mientras Kagome cerró sus ojos ante el contacto. La sintió temblar ligeramente y algo en él lo obligó a parar en seco

- ¿Kagome? – llamó

La azabache abrió los ojos y trató de regular su respiración, el contacto con Inuyasha la estaba abrumando, su corazón latía fuertemente en su pecho, mientras que podría jurar sentir mariposas en su estómago. ¿eso no era solo algo de adolescentes? Los nervios, la inundaban de pies a cabezas, algo en ella parecía querer frenarla de manera agónica, mientras que su cuerpo parecía vibrar ante el contacto de Inuyasha

- Inuyasha- llamó muy bajito casi en un hilo de voz

- ¿Sí? – susurró

Kagome se dedicó a observarlo, sabía lo que sucedería en ese momento S- E- X-O. Y lo sabía por la forma en la que Inuyasha la observaba, lo sabía por el calor tan intenso que abrazaba su cuerpo, pero ¿estaba lista? ¿no era muy proto? Ni siquiera lo conocía bien. El recuerdo de Bankotsu golpeó su mente furiosamente y se dejó llevar

- No eres más que una puta – bramó molesto

- No lo soy – se defendió

Sintió su mano estamparse contra su rostro

- ¿Por qué mierda contestas puta? - volvió a abofetearla

- ¡Para!

Su rostro ardía, mientras sentía lo que estaba segura era sangre salir de su boca

- No voy a parar- gritó aún más enfurecido- ¿Que creías? ¡Contesta! ¡Dime que mierda creías!

Sintió como la mano gruesa y amplia se enredó en sus cabellos y tiró de ellos con brusquedad hasta estampar su cuerpo contra el frio suelo

- Ningún hombre te tomará en serio, no después de que te me regalaras ¡maldita zorra! Ya no vales nada ¡oíste!

Sus lágrimas nublaron su visión. Ella no había hecho nada, tan solo había agradecido al camarero cuando le trajo su plato, no había hecho más, ninguna insinuación, ningún coqueteo, tan solo dijo gracias y sonrió por cortesía.

- Solo sirves para poder quitarse las ganas – gritó mientras un puntapié se estrellaba en las costillas de la azabache- Aunque ya ni para eso me sirves- escupió

- Pa… para – pidió ahogándose

- Kagome, óyelo bien – se puso de cuclillas y jalo sus cabellos para que lo mirara- Tú no vales nada, lo máximo que podrás aspirar alguna vez en tu fracasada y triste vida será a tener un revolcón – escupió en su rostro - Estas sucia ningún hombre te querrá, porque eres una puta, porque ya te manchaste conmigo - la abofeteo con furia- Y grábate esto, das asco. Nadie te tocara porque das asco- volvió a golpearla

Sintió desfallecer en ese instante

- ¿Kagome?- su voz la trajo de nuevo al presente- ¿ Estas bien?

Sintió sus cálidos ojos dorados clavarse en ella y ahogo el llanto.

- Mírame – ordenó- ¿Qué sucede?

Ella sabía que si abría la boca el llanto la desbordaría por completo

- Por favor dime algo, lo que sea- pidió

Kagome sonrió y sus ojos se inundaron en fracción de segundos

- Hey, hey- la tomó en brazos- No quise nunca hacerte llorar, de verdad, nunca fue mi intensión.

Otra vez la veía llorar, y eso volvió a desencajarlo, algo sucedía con ella. Estaba casi seguro que se trataba de abuso, pero no se atrevía a si quiera decírselo.

- Estoy aquí - susurró- Estoy aquí, ¿me oíste? Aquí estoy

La acunó entre sus brazos con más fuerza y la escuchó quebrarse. Ella había escondido su pequeño rostro en su pecho y ahí sollozaba, mientras él acariciaba su melena, y esperaba. ¿Se habrá sentido obligada? O ¿acosada?

Sintió su rostro enrojecer con ese pensamiento, ahora era él el acosador.

- Inuyasha – llamó- lo siento

Solo le bastó articular esas dos palabras para volver a llorar. Inuyasha la abrazó aún mas fuerte y así se quedaron en silencio. Él sobaba su espalda de vez en cuando y ella se aferraba cada vez más a él.

- ¿Kagome? - llamó despacio - ¿ Kagome?

Inuyasha aflojó un poco el agarre y tomó su rostro, la azabache estaba dormida. Suspiró y sonrió algo divertido, quien diría que él estaría en esa situación. ¿Qué diría su madre? Su imagen apareció unos segundos por su mente y sonrió, ella estaría de acuerdo con él, no podría dejar a Kagome así.

- Eres rara Kagome - susurró a su oído mientras la acomodaba sobre su regazo – Demasiado rara

Inuyasha acomodó un flequillo de la azabache y sonrió, ya habría tiempo para intentar entender que había sucedido con ella, por ahora lo único importante era que Kagome estaba a salvo.

- Estas a salvo, ¿oíste? No sé que sucedió contigo, pero estas a salvo – acarició su mejilla

La contemplaba en silencio, ella era hermosa, dulce, tierna y hasta un poco niña. Recordó los días anteriores, la había observado sin que ella lo notase, se había dado cuenta de como asomaba su preciosa cabeza hasta su oficina para saber si él estaba ahí y cuando lo veía se iba casi corriendo, sin siquiera decirle nada. Había notado como bailaba cada vez que ponía música, pensando que nadie la observaba o se había dado cuenta que se quedaba hasta tarde casi a diario y tenía el mismo ritual asomar la cabeza y salir corriendo.

Supo que ella deseaba darle algo cuando la escucho practicar lo que le diría, esperó muy paciente, pero ella no se animaba, hasta que decidió ponerle fin al asunto y descubrir que era eso que no era capaz de entregarle y vaya sorpresa se llevó.

Sonrió y acarició su rostro.

- Buenas noches Kagome – se inclinó y deposito un suave beso en su mejilla para luego cerrar los ojos