Verla dormir tan ajena a todo lo que sucedía a su alrededor le traía paz, aún no era capaz de sacar de su mente el estado en el que la encontró, tenía pesadillas demasiado vividas en donde no llegaba a tiempo y ella moría en aquel callejón oscuro y frío, pero verla dormir tan tranquila lo calmaba de sobremanera, lo hacia creer que ella aún podía salvarse, que ese episodio jamás volvería a ocurrirle, que estaba a salvo.
Sacudió su cabeza ante la maraña de pensamientos que lo consumían por dentro y acortó distancia, se sentó al borde de la amplia cama que alguna vez perteneció a él y acarició su mejilla sonrosada
- Vas a estar bien pequeña - susurró - Pronto deslumbrarás al mundo con tus hermosos ojos chocolates de nuevo
Suspiró al mirarla, Inuyasha creía que era una locura todo lo que acababan de pasar, la situación en la que se encontraba no le parecía para nada normal, incluso llegó a pensar que se encontraba dentro de alguna especie de novela dramática con tintes de romance juvenil, tener a su asistente en su propia casa y bajo su cuidado le parecía poco real. Recordó la mirada despectiva de Seshomaru cuando le informó que se haría cargo de Kagome y sonrió, su hermano no cambiaría nunca, le costaba tanto aceptar sus sentimientos , pero él ya se había acostumbrado a ese tipo de reacciones tan frias como el hielo, aún así supo que en el fondo Seshomaru estaba de acuerdo con su desición.
Giró su rostro y observó el rostro de la azabache, ya no quedaban rastros de aquella paliza, ahora todo parecía tan solo una pesadilla, una pesadilla que él quería sentir muy lejana. Inuyasha nunca olvidaría la cara del médico al recibir el cuerpo casi inerte de Kagome, ni la forma en la que le dijo que la situación era crítica , así como tampoco olvidaría su ropa empapada de la sangre de la azabache ni mucho menos las horas que esperó con el corazón en la boca que el médico le dijera que había logrado salvarla, que estaba fuera de peligro.
- Gracias por no abandonarnos esa noche, gracias por pelear y por ganar Kagome
Sintió la voz quebrarse y decidió tomar una fuerte bocanada de aire, no quería llorar no frente a ella, no como lo hizo cuando el médico le describió cada herida que ese infeliz le provocó en ese ataque y las que le había provocado hace ya tiempo atrás, no quería llorar como cuando la vió en esa cama de hospital tan debil, tan golpeada, tan sola. Estaba seguro que su padre lo hubiera abofeteado por no haber sido más fuerte, por no haber guardado la compostura, por no haberse permitido aparentar indiferencia cuando no estaba solo.
Inuyasha suspiró y no pudo evitar pensar en Sasha, la pequeña estaba enamorada de Kagome desde que la conoció. Debía admitir que cuando Kagome llegó a su casa no se encontraba tan malherida como cuando la encontró sin embargo, él sintió terror por el encuentro de la pequeña con Kagome. Pero su pequeña no pudo más que sorprenderlo una vez más, desde que la vió corrió a su encuentro, con sus pequeñas manitas acarició cada milímetro del rostro de la azabache, le dió besos en las mejillas y le dijo que era una "princesa durmiente" . Desde ese encuentro Sasha se quedaba en su casa más a menudo, debía admitir que tenerlas cerca lo llenaba de algo muy similar a la paz, la pequeña no había dejado de visitar a Kagome ni un solo día y aunque no estuvo de acuerdo al comienzo ver a Sasha contarle cuentos muy a su estilo a Kagome le tocó el corazón, no podía quitarle eso a ninguna de las dos.
- ¿Como sigue?
Esa pregunta lo sacó de su ensoñación
- Igual que ayer - contestó girando en su dirección
- Creo que hacerte cargo de ella es un acto muy bondadoso de tu parte
El ojidorado enarcó una ceja y lo taladró con la mirada
- No es bondad, tengo una madre y una hermana que lo son todo para mi Miroku y no podría permitir que ninguna mujer pasara por algo como esto, se lo debo tanto a Kagome como a ellas - respondió mientras se giraba a ver de nuevo a la azabache
- Pues después de lo que sabemos estoy casi seguro que eres para ella una especie de salvador
Inuyasha puso los ojos en blanco y suspiró al recordar aquel fragmento de la noche en la que llevó a Kagome al hospital
- ¿Dónde está? ¿Dónde está? ¿Kagome? - su voz sonaba entrecortada
Los gritos de una castaña lo hicieron salir de su trance
- ¿Conoces a Kagome? - preguntó acercándose hasta ella, para ese punto estar manchado de la sangre de la azabache ya no importaba
- ¿Qué le pasó? - preguntó aún más alterada- ¿ Esa es su sangre? - el miedo se hizo presente en su voz y su cuerpo, estaba segura que ya la había perdido- Dime que está viva, por dios ¡dime que está viva!
- Lo está
El llanto de la castaña inundó toda la sala de espera y desgarró a todos a su paso, lloraba con tal intensidad que parecía querer quebrarlo por dentro. ¿Qué podía decir? ¿Qué podría salir de su boca para aminorar la gravedad de algo así? No podría darle nada parecido al consuelo, no cuando solo tenía una pregunta rondando por su cabeza.
- ¿Quién lo hizo? - salió de su boca como si tuviera vida propia, como si no hubiera nada más lógico que aquello, como si saber quien lo hizo salvaría a Kagome
Sus llorosos ojos se posaron en los dorados y pareció buscar dentro de él , decirle algo tan íntimo, sería ir en contra de Kagome, pero no podía callarlo más, no cuando ese infeliz había vuelto, cuando sabía muy en el fondo que ella no podría hacerle frente. Mirar a ese hombre de ojos dorados le dió una extraña sensación de tranquilidad, él había ido por ella, la había traído al hospital y por como lucía estaba segura que había hecho todo lo que estaba en sus manos para que Kagome sobreviviera. Tragó duro, no se arrepentiría, porque si él estaba allí significaba que Kagome confiaba en él.
- Fue Bankotsu
Inuyasha sintió el mundo revolversele con el recuerdo, con lo que supo esa noche por boca de Sango. Se giró una vez más a ver a Kagome y sintió los ojos escocer . Saber que ella había pasado por tanto aún le partía el corazón, saber que no solo había sido golpeada por su madre si no también por las parejas de esta y por él hijo de puta de Bankotsu le hacía hervir la sangre. ¿Cómo podían existir personas como esas en el mundo? ¿ Cómo podían lastimar de esa manera a alguien tan maravillosa como ella?
No pudo no imaginar todas esas palizas, no pudo evitar pensar en la angustia que ella pasó desde que tuvo conciencia, en sus súplicas porque esos malparidos se detuviesen, no pudo no sentir odio hacia ellos al imaginarla huir malherida esa noche o al imaginarla desangrada en ese baño en la que la encontró Sango, no pudo evitar sentir que debía protegerla, así como no pudo evitar llorar cuando cada mañana desde hace tres semanas limpiaba cada cicatriz que Kagome tenía en su pequeño cuerpo. No pudo no sentirse culpable por no haber llegado antes.
- No te atormentes con lo que sea que estés pensando Yasha, gracias a ti está a salvo
- Y lo estará incluso después de mi
Miroku asintió, sabía que Inuyasha había creado un especie de vínculo con la chica sobre la cama, lo supo desde que lo vió destrozado en aquella sala de hospital, agonizando como si con Kagome se fuera también su vida, lo supo cuando decidió hacerse cargo de ella y llevarla a su casa a pesar de haber otras opciones más coherentes, incluso lo supo cuando mandó a buscar al hijo de puta de Bankotsu, pero fue cuando lo vió llorar por ella que supo que Inuyasha sentía algo más fuerte por ella que lo que él mismo decía.
Miroku le dedicó una mirada fugaz a su mejor amigo y lo vió absorto en Kagome, esa mirada solo la vió una vez y fue cuando Inuyasha conoció a Sasha, eso fue amor a primera vista, nadie lo podía poner en duda, pero algo muy en el fondo de él sabía que eso que proclamaba Inuyasha por la mujer que estaba recostada en aquella cama no era amor fraternal, Inuyasha veía a Kagome como lo hacia con Sasha, con devoción, con amor, salvo con una diferencia, Inuyasha miraba a Kagome como mujer también, ese no era amor familiar y sabía que tarde o temprano su amigo lo iría descubriendo, solo pedía que al descubrirlo Inuyasha tomara la mejor desición para él.
- ¿Llegaste a saber si ya lo tienen? - preguntó sacándolo de sus pensamientos.
- Aún no, me parece tan extraño - reflexionó Miroku - Gracias a Sango tenemos su retrato hablado circulando por televisión, las redes sociales y su nombre no para de ser mencionado en la radio pero aún no tenemos información de su paradero
- Aumenta la recompensa - resolvió fastidiado
- No creo que eso funcione Yasha, piénsalo mejor - pidió- ¿quien no quisiera medio millón de dolares? la recompensa está bien - enarcó una ceja - creo que alguien lo protege por eso no hemos dado con su paredero
- ¿ Quien podría protegerlo?
- Eso es lo que intentaré averiguar - respondió tratando de sonar preocupado - Por cierto, Seshomaru anda como desquiciado torturando a los empleados porque no apareces
Inuyasha sonrió descaradamente y por primera vez desde hace 6 semanas había visto a su amigo, al Inuyasha sagaz, ese Inuyasha lleno de vida, al Inuyasha que conocía y no al que parecía consumirse con aquella mujer.
- ¿Te tortura? - preguntó divertido y claramente disfrutando el momento
Miroku puso los ojos en blanco
- Yo no soy un empleado soy el jefe del departamento de personal - se defendió intentando que ese Inuyasha permaneciera más tiempo
Inuyasha rio
- Lo que quiere son unos contratos, los de las tres últimas construcciones que se realizarán en mes y medio - dijo restandole importancia al enojo de su hermano mayor - Estan en mi escritorio ¿ podrías llevárselos? - pidió mientras le daba un vistazo fugaz a Kagome- No quiero que despierte y esté sola
Miroku asintió
- ¿Te has puesto a pensar que tal vez lo que sientes por ella no es igual a lo que sientes por Sasha o Seshomaru?
- ¿A qué te refieres?
Miroku sonrió descaradamente y enarcó una ceja, sabía que él lo había comprendido completamente
- No estoy enamorado de ella - se defendió- solo no puedo evitar verla como si fuera mi pequeña hermana
- No buscó crear un conflicto en esa cabeza tuya pero si eso fuera cierto, ten por seguro que no hubieras cancelado tus planes con Kikyo
- ¿Qué tiene que ver Kikyo en todo esto?
- Has dejado a tu novia con quien recién te reconciliaste, tirada en Europa por Kagome, tu nueva hermanita
Inuyasha lo fulminó con la mirada
- ¿ Insinúas que debí abandonarla?
- Por supuesto que no, tan solo digo que Sango a quien no le permitiste encargarse de ella, la hubiera cuidado muy bien mientras tú monitoreabas su salud desde Europa con quien dices es el amor de tu vida
- Khe - bufó
- Solo piensalo, la conocías muy poco antes de que sucediera esto ¿ tres semanas? y ¿dejas todo por ella? Si no es amor no sé que sea querido amigo
- ¡No hables estupideces Miroku! solo quiero protegerla
- El amor es protección Inuyasha, y como alguien que te quiere dejame decirte que jamás protegiste a Kikyo como lo haces con Kagome
- Son situaciones distintas
- Lo sé pero toma en cuenta lo que digo si en verdad estás enamorado de Kagome debes saber que será un proceso lento y duro volver a hacer que ella deje atrás tantos años de maltrato - dijo dirigiendose a la puerta - ¿ Crees ser capaz de soportar eso?
Vió a Miroku irse y lo maldijo, ese imbécil siempre lo confundía, ¿como es que no podía entender que él había visto en Kagome a alguien a quien proteger? Alguien como Sasha.
Suspiró y dirigió su vista a la azabache, no estaba enamorado de ella, eso lo tenía tan claro como el agua, le parecía una mujer hermosa, llena de fantasmas pero después de eso no había más. ¿porque pensaban que él sería tan idiota como para enamorarse de alguien a quien apenas conocía? Volvió a suspirar y acarició el torso de la mano de Kagome, sólo quería ayudarla, quería que riera, que sus hermosos ojos chocolates vuelvan a tener ese brillo que lo encandiló cuando desayunaron juntos, no quería más.
Inuyasha intentó entender el comentario de Miroku pero no le encontró sentido, no podría dejar a Kikyo por Kagome, no después de tantas experiencias vívidas y menos ahora que después de su corta separación ambos se encontraban en su mejor momento. Las odiosas comparaciones se hicieron presente en su mente sin que el pudiera evitarlo. Kikyo era muy distinta a Kagome en su manera de ser porque desde su punto de vista el encontraba rasgos físicos muy similares.
Mientras Kikyo era fría y bastante dura , Kagome era tan frágil y tan dulce, él creía que fue eso lo que más le llamó la atención de la azabache, era tan fácil de leer cuando la tenía en frente, su sonrojo siempre la ponía en evidencia, en cambio Kikyo ¿cúando fue la última vez que se sonrojó por él?
Negó bruscamente con la cabeza y le pareció poco caballero compararlas, Kikyo era una buena mujer, se preocupaba por él y lo había apoyado con todo el tema de Kagome, reacción que lo sorprendió, él esperaba un poco más de reticencia por su parte pero Kikyo le dijo desde el primer momento que estaba de acuerdo con que cuidara de ella, eso lo dejaba tranquilo en gran parte. Para Inuyasha significaba un problema menos que su novia aceptara de tan buen gusto.
Se dijo así mismo que debía recompensarla por tener tan buen corazón, era muy poco común en él sonreír al pensar en Kikyo pero ahora lo estaba haciendo y eso lo hacía sentir bien.
Inuyasha tomó asiento al lado de Kagome y no pudo evitar pensar en el momento en que ella despertara, sabía que ese momento ocasionaría todo un alboroto en casa, que Sasha la bombarderia de preguntas, que su madre correría a verla a penas le contara la buena nueva y eso le alegraba, pensar que su familia se sentía preocupada por ella le hizo sentir que Kagome ya no estaba sola, incluso ahora contaba con Seshomaru quien creía que él no había notado la aparición de las pertenencias de Kagome o el suministro de medicinas guardado en la alacena. Su hermano era un buen tipo y eso lo enorgullecia, quien diría que el estirado de la familia tendría tanta bondad como para ir hasta la casa de Kagome y proveerle así de sus pertenencias.
- El doctor dijo que no tardarías en despertar, pero ya te tardaste - comentó resignado - Ya no estás más sola, no tengas miedo de despertar.
Inuyasha no pudo creer lo que pasó cuando terminó de hablarle, ella abrió sus ojos chocolates en respuesta a él y lo miró , lo miró como si él fuera a desaparecer. La voz del ojidorado se quedó atrapada en su garganta, mientras el corazón bombeó a toda velocidad, debía llamar al médico, avisarle a la enfermera que tenía en casa pero su cuerpo no respondió, era como si ese momento solo le perteneciera a él, como si esos ojos chocolates solo hubieran sido creados para él.
- ¿Don... dónde estoy?
Su voz lo desatontó, ella debía estar tan asustada
- Estas en mi casa Kagome, ¿recuerdas que fuí a tu encuentro?
La azabache lo miró unos segundos que le parecierieron eternos. Kagome no pudo evitar dejar inundar su mente con la única pregunta que su cerebro podia crear ¿ Cómo podría olvidar que me rescataste?
Jamás podría olvidar eso, jamás podría olvidar que después de hablar con Sango y pedirle disculpas por desaparecer de su radar todo un día, Bankotsu habia tumbado la puerta de su hogar, jamás podría olvidar como corrió a esconderse a su cuarto y escribirle a Sango desesperada por ayuda. Jamás olvidaría como Bankotsu rompió la puerta de su habitación con una patada y la tomó del cuello, no podría olvidar como la pateó, como la tiró contra la pared y como destruyó su ropa mientras pasaba su asquerosa boca por su cuerpo.
Jamás olvidaría como rogó por su vida y como sus suplicas eran calladas por más golpes, no olvidaría que se defendió con su pequeña lámpara de noche y el la apuñaló tres veces en el estómago mientras ella intentaba en vano luchar. No olvidaría que mientras el descargaba su odio contra su rostro ella logró tomar el pequeño jarrón donde colocaba sus flores favoritas y lo rompió en su cabeza. No olvidaría como corrió por la calle gritando por ayuda sin obtenerla, no olvidaría haberse escondido detrás del basurero y jamás, pero jamás olvidaría ver llegar a Inuyasha a su rescate, jamás olvidaría la sensación de protección que sintió cuando el presionaba su estómago para que no perdierá mas sangre.
No olvidaría que él fue lo último que vió antes de perder el conocimiento y lo primero que tuvo frente a ella cuando volvió de la muerte.
Ya para ese punto Inuyasha se encontraba acunandola en brazos, mientras ella lloraba, sentía las suaves caricias del ojidorado pero no podía evitar llorar, no lo controlaba, parecía algo tan natural de su cuerpo que no pudo oponer resistencia.
- Calma - pidió- Ahora estás a salvo, nada ni nadie te volverá a lastimar
Escuchar esas palabras salir de la boca de Inuyasha, le provocaron un respingo ¿ Porqué la ayudaba tanto? ¿Porqué si ella solo traía desgracias a la vida de quienes la rodeaban? ¿Porque?
- Lo siento - susurró con la voz entre cortada - En verdad lo siento Inuyasha
El abrazo se hizo más fuerte mientras las lágrimas corrían por sus mejillas, ella le había causado tantos disgustos y tantos problemas que no merecía estar ahí. Sentía tanto haber preocupado a Inuyasha, sentía tanto haber arruinado la única oportunidad que tenía para dejar su vida pasada atrás.
- Tú ... tú no tienes nada por lo que debas disculparte
El corazón de Kagome se paralizó, esa voz... Inuyasha ... Inuyasha lloraba, él estaba llorando ¿por ella? Algo se retorcío dentro de ella. Inuyasha lloraba y ella lo hacía también. No pudo evitar separase de él y verlo directamente a los ojos.
Ver esos ojos dorados cubiertos de lágrimas aceleró su corazón y no pudo evitar sonreir, no pudo evitar dedicarle su sonrisa más sincera, sabía que eso era nada en comparación a lo que él había hecho por ella pero no podía hacer más.
Con su mano temblorosa, limpió el rastro de lagrimas de sus mejillas, lo hizo con cuidado, como si la piel de Inuyasha fuera a romperse, nadie más que Sango habia llorado por ella, algo en su interior le dijo que él ya conocia parte de su historia y verlo ahí, frente a ella mostrando su lado más vulnerable la hacía sentir el corazón revolotear.
El suave contacto de las yemas de los dedos de Kagome aceleró su ritmo cardíaco, verla sonreirle con lágrimas en los ojos no hizo más que reafirmar en su interior la desición de protegerla. Ver sus lágrimas correr por sus mejillas le hizo preguntarse ¿cuantas mujeres más habian pasado por lo mismo? ¿Cúantas mujeres mas creían que debian disculparse después de una paliza?
La sonrisa de Kagome le parecía tan conmovedora que no podía evitar dejar escapar las lagrimas mientras ella intentaba limpiar su rastro.
- Gracias - soltó sin dejar de verlo - Gracias por venir por mi
Inuyasha sonrío
- Gracias por pelear y quedarte aqui Kagome - acarició su mejilla - Estás a salvo
Kagome asintió sin dejar de verlo a los ojos, se sintió agradecida por primera vez después de mucho tiempo.
- Estoy a salvo - susurró
Inuyasha tomó su rostro entre sus manos y el tiempo pareció detenerse, por un segundo la conversación que tuvo con Miroku vino a su mente, el no podría... no cuando no la conocía.
La miró y descubrió que adoraba esos ojos chocolates, no quería soltar su rostro, no quería romper el contacto y agradecía que Kagome no rechazara su tacto.
A Inuyasha le pareció que el tiempo junto a ella parecía detenerse, no podría decirlo con seguridad, quizas solo fue su percepción, pero casi podría jurar que si hubiera sido ese el final, hubiera partido feliz perdido entre esos dos océanos de chocolate que lo reflejaban con ternura.
El contacto de Inuyasha la asustó en un primer momento, tuvo deseos de correr cuando se apoderó de su rostro pero sus ojos la calmaron. Tenía miedo, tenía mucho miedo de romper la distancia, tenía miedo de no ser lo suficientemente buena para él, tenía miedo que solo fuera una ilusión, si tal vez él hubiera llegado a su vida antes que Bankotsu, ella hubiera conocido el amor, ella hubiera sabido lo que era despertar con dos faroles tan intensos como el sol todas las mañanas, si tan solo lo hubiera conocido antes... Pero lo habia conocido justo ahora, justo cuando el contacto mas mínimo la asustaba y la turbaba ¿eso cambiaría alguna vez? ¿alguna vez se dejaría tocar sin temblar? ¿sin sentir el miedo que sentía? ¿sin sentir tanta inseguridad?
Colocó sus manos sobre las de él para intentar parar el ligero temblor y ansiedad que le producía el contacto y sintió su cuerpo estremecerse ante la piel de Inuyasha. Estaba segura que si Dios existía la estaba torturando, ¿como algo que su cuerpo parecia disfrutar también le producía tanto miedo? La sonrisa de Inuyasha parecía aminorar el panico que crecía en su pecho pero... ¿ sería suficiente? Por alguna razón temía ser golpeada pese a que su cuerpo le gritaba estar fuera de peligro, quizás si acortaba la distancia ese sentimiento desaparecería, quizá si rozaba sus labios, no volveria a temer ante su contacto. Pero, ¿él lo permitiría? ¿a él le bastaría ella? Por supuesto que no
Las lágrimas corrieron sin control por su rostro e Inuyasha se sintió un imbécil, debió mantener distancia, debió hacerle caso al doctor, no debió forzarla. Verla temblar entre el llanto lo obligó a abrazarla fuerte entre sus brazos, no importaba lo que pasara no la dejaría así.
Pasaron horas para que el ataque de pánico de Kagome hubiera menguado, cuando llegó la calma a su cuerpo se disculpó sin soltarse de él, ya había olvidado cuantas veces le repitió que todo estaba bien, solo tenía certeza de que habían pasado toda la tarde abrazados, pues la noche ya los había alcanzado en esa habitación, el silencio reinaba entre ambos, solo sus respiraciones acompasaban el ambiente, pero ambos sabían que el otro se mantenía despierto.
Si le hubieran preguntado a Kagome como hubiera querido permanecer por el resto de lo que quedaba de la noche hubiera respondido que justo en esa posición y si la misma pregunta hubiera llegado hasta Inuyasha hubiera respondido muy probablemente que no desearía estar en ningún otro lugar pero Kagome ya se había acostumbrado a que nada de lo que deseará se cumpliera y así fue.
- Veo que la muchacha de la que me hablaste ya despertó cariño.
