Hola! Bueno, soy novata en esto, digamos que no tengo mucha experiencia en escribir.. pero me gustó mucho esta historia que leí hace tiempo y me parecíó bueno compartirla con ustedes.. En sí, el argumento lo tomé prestado del libro "Magica Inocencia" de Susan Carroll, yo la adapté a los personajes de Rurouni Kenshin, y también puse nuevas escenas que son mías, como también, agregue alguno que otro personaje nuevo. El fic se ubica en la época actual.

Los personajes de Rurouni Kenshin no me pertenecen.. (que mas quisiera yo…¬¬) si no al sensei Nobuhiro Watsuki.

«bla bla» : pensamientos

- bla bla - : diálogo normal

" El investigador privado Kenshin Himura era demasiado cínico como para creer en el amor. Y cuando Kaoru Kamiya apareció en su oficina requiriendo su ayuda en un extraño caso de personas perdidas, su primer impulso fue ponerla en la puerta. Pero Kaoru tenía algo que le afectaba. Tal vez fuera su rostro inocente; o su no tan inocente cuerpo. O, tal vez, el hecho de que el archienemigo de Kenshin le había dicho que no aceptara el caso.."

Capitulo 1

"La mujer que habla con los fantasmas"

Kenshin corría por entre los arbustos, con el corazón latiéndole fuertemente bajo la destrozada camiseta. Detrás del chico, apareció la sombra de un hombre, alta y vacilante a la luz de las farolas.

Kenshin buscó una vía de escape, pero no había ninguna. Estaba en un callejón sin salida. Un gemido se le escapó cuando se dio la vuelta. El hombre estaba cada vez más cerca. El chico se apoyó contra la pared con las lágrimas corriéndole por las mejillas mientras el hombre salía a la luz.

Casi podía verle la cara ahora.

-¡No! ¡Vete! -gritó cuando el hombre lo agarró.

En la otra mano llevaba un cuchillo.

-¡No!-

Esa palabra salió de la garganta de Kenshin Himura cuando se despertó de golpe en su oficina. Se había quedado dormido en su sillón, detrás de la vieja mesa de roble. Sus ojos ámbares se abrieron por completo y tardó unos momentos en recordar dónde estaba. En la clásica agencia de detectives en la que sólo trabajaba él.

No había ningún callejón oscuro, ni un hombre en la sombra, ni un cuchillo. Sólo se había quedado dormido sobre su mesa y había sido un sueño. Eso era todo, pero por un breve instante, se había sentido como si de nuevo tuviera doce años. Pequeño, indefenso y asustado. Se llevó la mano a la mejilla, pero esa herida había cicatrizado hacía ya mucho tiempo. O debería haberlo hecho. Tenía manchas húmedas en la camiseta negra, pero eran de sudor, no de sangre.

Maldiciendo en voz baja, Kenshin agitó la cabeza y se apartó de los ojos el cabello rojizo.

Con veinte y nueve años, ya era demasiado viejo para eso, para seguir teniendo pesadillas de ese tipo. O, en ese caso, más bien pesadilla. Cada vez que estaba muy cansado o un poco deprimido, tenía ese estúpido sueño. Pero después de todos esos años, ¿por qué, maldita sea?

-La respuesta es evidente, Kenshin-le había dicho una estudiante de psicología con la que había salido una temporada-. El sueño es un síntoma manifiesto de algún asunto sin resolver de tu juventud.

-No me digas -le había respondido él.

En primer lugar, no tenía muchas ganas de hablar de sus hábitos de dormir. Había cambiado entonces de conversación y habían llegado a un punto en que la cosa se había puesto tan incómoda para ambos que la sugerente cena con la encantadora Yumi Okata había llegado a un final repentino. Mientras ella salía apresuradamente del restaurante, el pelirrojo decidió dos cosas. En el futuro se mantendría apartado de las mujeres que le llamaran en términos cariñosos "atormentado mental". Y se callarían sus sueños.

-Síntoma manifiesto -murmuró aún irritado por la forma en que Yumi había tratado de jugar a ser Freud.

Los asuntos de su juventud estaban todos resueltos, muy bien resueltos. Bien encerrados detrás de los barrotes de la prisión de Kyoto, y olvidados.

De lo único que era síntoma ese sueño era de una resaca como la que llevaba encima esa mañana. El dolor de cabeza insistía después de una ducha fría y las aspirinas que se había tomado.

Decidió tomarse un par más.

Se las tomó con un vaso de agua fría. El acondicionador de aire estaba estropeado de nuevo y le llegaba por la ventana abierta todo el calor y el ruido del tráfico de otra mañana de verano en Tokio. No podía recordar cuánto había bebido la noche anterior, pero si le había hecho soñar de nuevo con aquello, evidentemente había sido demasiado.

Todo había empezado de la forma más inocente, tomándose unas botellas de sake en el "Akabeko" con su amigo Sanosuke Sagara, para celebrar el futuro matrimonio de Sano. Kenshin se había pasado la mayor parte del tiempo con su sake agarrado entre las manos, mirándole ensimismado y preguntándose cuántos meses tardaría Sano en volver a su oficina porque su esposa se hubiera marchado con otro. Eso era lo que pasaba con los matrimonios, por su propia amarga experiencia. Todos esos corazones y flores, promesas de amor y devoción eterna... no eran más que un engaño.

A pesar del dolor de cabeza, Kenshin se dio la enhorabuena por sobrevivir a esa despedida de soltero mejor que la última vez, cuando se había conquistado a la chica que salió de la torta. Tomoe Yukishiro. Pero ella era otra pesadilla que pronto olvidó. Se frotó la barbilla sin afeitar y trató de reunir la energía necesaria para volver a su mesa y completar el informe en el que había estado trabajando antes de quedarse dormido. Un asunto de dinero desaparecido de una compañía financiera local. Tremendamente aburrido, pero...

Entonces alguien llamó a su puerta, sorprendiéndolo.

-¿Y ahora qué? -gruñó.

Sabía que no podía ser su secretaria. Tae no tenía el menor respeto por una puerta cerrada. Volvieron a llamar.

-De acuerdo, de acuerdo. Adelante. Deje de golpear y entre.-

La puerta se abrió lentamente y el hombre parpadeó ante lo que vio allí. Fue como si un rayo de luz entrara en su oficina en forma de mujer. Era toda suavidad, desde la multicolor falda hasta la flotante blusa blanca que dejaba ver sus cremosos hombros.

El cabello negro azabache y lacio le enmarcaba un rostro ovalado, tan delicado como de porcelana. Miró a Kenshin con los más hermosos ojos azules zafiro que había visto en toda su vida.

Tenía un cabello de ángel, unos ojos de ángel y una boca de ángel. Kenshin tardó un momento en darse cuenta de que no estaba respirando y otro más en recordar que los únicos ángeles que había conocido hasta ese momento eran los caídos.

-¿Qué puedo hacer por usted? ¿Está segura de que no se ha equivocado de oficina? La misión Salve a un Alma está en la primera planta.

-No estoy buscando la misión —dijo ella suavemente.

También tenía voz de ángel.

-Estoy buscando a Kenshin Himura -añadió.

-Ya lo ha encontrado.-

-¡Oh, no! -dijo al tiempo que daba un paso adentro-. Usted no puede ser el señor Himura-

-Suelo olvidar muchas cosas la mañana después de una fiesta, pero generalmente recuerdo mi nombre.-

-Lo siento. Supongo que ahora veo el parecido.-

Entonces la chica miró el periódico que llevaba en la mano y añadió:

-Es sólo que no se parece mucho a su foto.-

Kenshin se acercó y tomó el periódico de sus manos. Era un pequeño reportaje sobre él y la revista era una semanal que se distribuía sobre todo en los asilos locales. Estaba escrito por una reportera renombrada, una ex cliente agradecida. Aquella mujer no habría hecho una mejor propaganda de su agencia.

Kenshin no supo qué era peor, el titular del reportaje, que lo ponía como un cruzado del bien, o la foto suya. El mismo no se habría reconocido con ese esmoquin y esa sonrisa de espía de película.

Le devolvió la revista a esa mujer.

-Estaba haciendo un trabajo de incógnito -le dijo.

-Oh. ¿Quiere decir que anoche estaba trabajando? Eso lo explica... todo -dijo ella observando su aspecto.

No, no lo explicaba, quiso decirle él. Lo que había querido decir era que había estado trabajando cuando vistió ese esmoquin. Su apariencia actual, las zapatillas, los vaqueros gastados y la camiseta se parecía mucho más a la habitual.

Pero no le podía decir eso. No cuando lo estaba mirando de esa manera y esa radiante sonrisa.

También tenía una sonrisa de ángel...

Deseó haberse afeitado esa mañana y se aclaró la garganta.

-Normalmente no recibo sin cita previa. Pero si quiere pasar a la sala de espera y pedirle hora a mi secretaria...

-Pero si no está.-

Kenshin se asomó y vio que ella tenía razón. Tae no había ido a trabajar.

-¡Maldita sea! Seguramente está pensando llamar de nuevo para decir que está enferma. Para irse a visitar al doctor Blackjack en el casino.

Cuando ella lo miró extrañada, él añadió:

-Es un chiste.-

-Oh.-

El pelirrojo le ofreció asiento y le dijo:

-Ya que está aquí, siéntese.

-Gracias.-

Ella se sentó graciosamente y entonces le llegó a él una bocanada de su exótico perfume. Kenshin se sentó de nuevo detrás de su mesa.

-¿Qué puedo hacer por usted?-

-Bien, señor Himura...

-Llámame Kenshin.-

-Kenshin -repitió ella sonriendo tímidamente-. Me resulta muy difícil saber por dónde empezar.

-¿Entonces por qué no empiezas por algo fácil? Como por ejemplo, tu nombre.

-Me llamo Kaoru Kamiya.-

-Kaoru -murmuró Kenshin mirando distraídamente sus pendientes.

Para su sorpresa, representaban unas hadas desnudas que bailaban en cada una de sus orejas.

Y al parecer había otra colgando de una cadena en su cuello; la miró fijamente hasta que se dio cuenta de que lo estaba haciendo.

Entre todo el correo de varios días que tenía sin contestar sobre la mesa logró encontrar un cuaderno y lápiz. Apuntó el nombre de Kaoru y decidió averiguar algunas cosas básicas más, tales como su dirección y número de teléfono.

-¿Okinawa? Has venido muy lejos a buscar a un detective.

-Allí no había ninguno que me pudiera ayudar.-

-Cuéntame el problema y veré lo que puedo hacer.-

Kaoru asintió, pero seguía pareciendo reacia a continuar.

Kenshin ya se había encontrado con clientes así, sobre todo en la primera reunión, así que trató de ponérselo fácil ofreciéndole un trozo de su chicle favorito. Sano le habría ofrecido un cigarrillo, eran otros tiempos. Cuando ella lo rechazó, él se metió una barra en la boca y se acomodó en su silla con lo que esperaba fuera una auténtica expresión de padre confesor.

-Relájate y tómate tu tiempo.-

Ella empezó a hablar y terminó jugueteando con las correas de su bolso. Tenía unas manos bonitas y las uñas bien cuidadas. No pintadas de ese horrible color rosa que solía usar su ex esposa, Tomoe. A Kenshin le dio la impresión de que las manos de Kaoru serían cálidas y sedosas. Como todo el resto de su piel.

-¿Hay algún problema con tu esposo quizás?-

Ella agitó la cabeza vigorosamente y las hadas se agitaron también.

-No estoy casada.-

-¿Con tu novio entonces?-

-Se ha ido a China.-

-¿Y quieres seguirle la pista?-

-No. Te aseguro que no quiero saber dónde está.-

-¡Muy bien! Bueno, quiero decir que mala suerte..

-Supongo que debería empezar contándote un poco más de mí misma.-

Entonces ella se levantó y se acercó a la ventana.

-¿Has tenido alguna vez una revelación?-

-No.-

Pero Kenshin estaba teniendo una ahora. Ella no llevaba sostén y podía ver la sombra de sus pequeños senos, lo mismo que sus pezones.

Su respuesta fue evidente, inevitable y muy masculina. Mientras masticaba furiosamente el chicle, se obligó a apartar la mirada. Aquella atracción no era nada profesional, pero no la podía evitar. La vida de un detective privado no era nada glamorosa. Normalmente era muy monótona. Después de meses soportando a hombres barrigudos y ancianitas, no era de extrañar que una chica así le afectara tanto.

-Y entonces me di cuenta de que estaba desperdiciando mi vida y mi talento. Después de recibir la herencia de mi tío abuelo Okina. Dejé mi trabajo en el banco sin dudarlo y empecé a trabajar por mí misma al día siguiente.-

Kenshin la miró entonces y se dio cuenta de que se había apartado del sol. No supo entonces si se sintió aliviado o decepcionado.

Ella se volvió lentamente y lo miró.

-Lo que nos lleva a por qué estoy aquí. Necesito que me ayudes para colaborar en un caso.-

El hombre parpadeó. Debía haberse perdido algo.

-¿Eres detective?-

-Algo así -respondió ella levantando orgullosamente la barbilla-. Soy investigadora parapsicología.

Kenshin se tragó el chicle y casi se atragantó.

-¿Quieres decir... como una cazafantasmas?-

-No cazo fantasmas. Sólo exploro evidencias de fenómenos sobrenaturales.-

-Ah, eso.-

-También llevo una tienda sobre estos temas y hago lecturas psíquicas.-

Él la miró y ella le devolvió la mirada. Parecía tan tranquila como si le acabara de decir que era veterinaria. Suspiró. Magnífico. Se encontraba con una chica como ésa y, con su habitual mala suerte, resultaba un caso de locura. La vida era injusta.

-Lo siento, pero no creo que te pueda ayudar. Yo siempre confino mis investigaciones a esta parte de la tumba.-

-¿No creerás que te voy a llevar a cazar fantasmas? Si es eso lo que temes, no te preocupes-

Ella se apoyó entonces en la mesa y se inclinó. Kenshin se vio asaltado de nuevo por su perfume, y por el leve subir y bajar de sus senos.

«Vaya un desperdicio», pensó.

-Lo siento. Creo que no he sido suficientemente clara. Estoy aquí en nombre de la señora Sakura Homura. Está tratando de encontrar a su hijo.-

-Oh, un caso de personas perdidas. ¿Por qué no has empezado por ahí? Eso es diferente. Es...

Kenshin fue a decir que normal, pero no se atrevió. No es la primera vez que alguien como esa tal señora Homura, en su desesperación, recurría a alguien con supuestos poderes paranormales para encontrar a sus hijos. No estaba muy seguro de querer verse involucrado en algo así, pero su interés se vio lo suficientemente aumentado como para volver a tomar el cuaderno.

-De acuerdo, siéntate. Y esta vez explícate con claridad, sin todo eso de la parapsicología. Es decir, dime sólo los datos fríos y duros.-

Kaoru se volvió a sentar.

-Bueno, Sakura... la señora Homura, se puso en contacto conmigo por primera vez hará un par de semanas. Su único hijo, Kai Homura, fue dado en adopción cuando tenía seis años. Para su paz mental, necesita desesperadamente volverlo a ver.

Kenshin apuntó el nombre.

-¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que vio al niño?-

-Kai Homura debe tener casi cuarenta años ahora. ¿Crees que hay alguna esperanza real de que lo puedas encontrar después de todo este tiempo?-

-Todo es posible. Aunque tengo que advertirte de que los registros de adopción en Okinawa están sellados. Voy a tener que hablar yo mismo con la señora Homura para ver qué pistas me puede dar, pero francamente, creo que deberías asegurarte que realmente quiere seguir con esto. Esas agradables reuniones de familia que se ven en televisión no siempre son así. Después de todo este tiempo, puede que sea mejor que se olvide de su hijo y siga con su vida.-

-Eso sería difícil -le dijo Kaoru tranquilamente-. Ella está muerta.

-¿Qué?-

Kenshin apretó tanto el lápiz que agujereó el papel.

-Que Sakura Homura murió hace más de treinta años.-

-¿Quieres decir que esa clienta tuya es una... ?-

-Una manifestación sobrenatural.-

-Vamos a hablar claro: un fantasma.-

-Bueno... eso.-

-¡Ah, demonios!-

Kenshin arrancó la hoja en la que había estado escribiendo, la arrugó y la tiró a la papelera. Luego se puso en pie y se acercó a ella.

Kaoru lo miró alarmada cuando el detective la agarró de los brazos y la hizo ponerse en pie.

-¡Señor Himura! ¡Kenshin! ¿Qué estás haciendo?

-No es lo que estoy haciendo yo, muñeca. Es lo que vas a hacer tú. Marcharte.-

Luego empezó a arrastrarla a la puerta, pero Kaoru clavó los talones en el suelo.

-¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo?-

-No mucho. Sólo has entrado aquí y me has pedido que trabaje para una mujer que lleva más de un cuarto de siglo en el otro mundo.-

-Ah, así que es eso-

Kaoru se soltó entonces y lo miró retadoramente.

-¿No crees en los fantasmas?-

-Por supuesto que no.-

-Pero acabas de decirme hace un momento que todo es posible.-

-Me refería a todo lo normal, no a cosas que salen por la noche. No creo en nada que no pueda ver, oír, oler o sentir.-

-Entonces eso significa que no crees en la intuición. Ni fe. Ni siquiera amor. Eso es muy triste.-

-Sí, trágico.-

Ya tenía su gracia que esa mujer se permitiera incluso el lujo de estar allí, mirándolo como si le tuviera lástima.

Así que se dirigió a la puerta y se la abrió.

-Lo siento, no te puedo ayudar, pero estoy seguro de que la señora Homura y tú se la arreglarán muy bien sin mí. Tal vez puedas localizar a ese tipo con tu bola de cristal-

-No tengo ninguna bola de cristal. Si tuviera tal poder, no te necesitaría para que ayudaras a Sakura.-

-Si es una fantasma, ¿por qué no va volando a encontrarlo?-

-Porque ella está recluida en la vieja posada de lado oeste de la cuidad, el último lugar donde vivió antes de morir. Las manifestaciones normalmente no pueden ir a donde quieren.-

-¿Los fantasmas tienen reglas?-

-Todo el mundo las tiene.-

-Y sucede que una de las mías es que no acepto clientes a los que no les pueda presentar la factura. Así que, si no te importa...-

Kenshin le indicó la puerta, pero Kaoru no le hizo caso y se puso a buscar en su bolso.

-Si lo que te preocupa es no cobrar, no es necesario que lo hagas. Te puedo dar el dinero ahora mismo.-

Kenshin se llevó una mano a la frente. Esa mujer no estaba recibiendo el mensaje. Cuando sacó la billetera, la tomó de la mano para detenerla.

-Mira, querida, ahórrate el dinero. Tengo la sensación de que lo vas a necesitar. Los psiquiatras son caros.-

Ella se estremeció como si la hubiera golpeado.

-Esperaba que fueras más abierto de mente.-

-¿Qué te ha dado esa idea?-

-Tu foto en el periódico. Tu rostro parecía muy sabio... y capaz de aceptarlo todo. Además de amable.-

-Esa era mi cara de sorpresa, me acababa de dar un flash en los ojos.-

-Pero yo estaba muy segura de que eras tú el que me iba a poder ayudar -murmuró Kaoru casi para sí misma-. Lo pude sentir y, cuando confío en mis instintos, casi nunca me equivoco.-

Luego apretó los labios y volvió a mirar al hombre.

-¿Te importaría dejarme sentir tu aura?-

-¿Mi qué?-

Pero ella le tomó la mano antes de que lo pudiera evitar y le miró la palma.

Kenshin tiro de ella, pero Kaoru le suplicó.

-Por favor, deja que te haga esta pequeña prueba. Luego te prometo que me marcharé y te dejaré en paz.-

Él iba a negarse, pero no lo hizo cuando vio su mirada suplicante. ¿Por qué siempre se ponía así de tonto por unos ojos azules?

-Esto no tendrá nada que ver con el vudú o algo así, ¿verdad?-

-Por supuesto que no. Ahora cierra los ojos.-

-¿Para qué?-

-No te voy a hacer daño, confía en mí.-

Hacía mucho tiempo que Kenshin no confiaba en nadie, pero suspiró y cerró los ojos. Entonces ella le pasó la punta de los dedos por la palma de la mano.

-Relájate.-

Kenshin contuvo la respiración. No le iba a ser posible relajarse si ella seguía haciendo aquello. Realmente estaba empezando a disfrutar de ese roce cuando ella se detuvo.

-Ahora yo voy a cerrar los ojos a bajar la mano hacia la tuya. Si lo hacemos bien, deberías sentir una corriente de poder entre nosotros.-

-Esto es estúpido -gruñó el hombre y deseó seguir con las caricias.

Se sentía como un perfecto idiota allí, con la mano extendida, como un botones esperando la propina.

-Por favor. Concéntrate y mantén los ojos cerrados.-

Kenshin trató de hacerlo, pero siempre le había costado mucho no mirar, incluso cuando jugaba al escondite, de pequeño. Mantuvo un párpado entornado y se dio cuenta de que la muchacha estaba haciendo eso de buena fe, que se lo estaba creyendo. Estaba muy concentrada y se parecía a la Bella Durmiente. Si la heroína del cuento era como ella, no le extrañaba nada que el príncipe se arriesgara a salir chamuscado de su lucha con los dragones con tal de llevársela a la cama.

-¿Todavía no sientes nada? -le preguntó ella.

-No, nada.-

Pero se sorprendió al darse cuenta de que la mano le estaba empezando a temblar. Una extraña sensación le estaba empezando en la punta de los dedos y rápidamente se extendió por su brazo y el resto del cuerpo para transformarse en el más intoxicante destello de deseo que nunca hubiera conocido.

Kaoru abrió los ojos de golpe y se encontró con los de él.

-No lo has intentado de verdad. ¿No has sentido ningún impulso en absoluto?-

Kenshin agitó la cabeza. Oh, sí que estaba sintiendo muchos impulsos, pero temía que Kaoru no los aprobara.

-Vamos a intentarlo otra vez -murmuró él-. Cierra los ojos.

Ella pareció un poco extrañada, pero obedeció. Se quedó delante de él, con los labios semiabiertos, como una invitación inconsciente. Aquello era demasiado fácil, pensó el pelirrojo. Debería avergonzarse de sí mismo. Debería resistir la tentación… pero no fue capaz de contenerse.

Se inclinó y cubrió la boca de ella con la suya. Sintió que Kaoru se tensaba por la sorpresa, pero él también se sentía un poco sorprendido. Nunca antes había besado tan delicadamente a una mujer. Por lo menos, así empezó.

Pero cuando ella no se resistió, él la tomó en sus brazos y profundizó el beso. Ella sabía como olía, todo suavidad, inocencia y seducción. La besó con cada vez más ansia, pasión y calor. Un calor que le llegó hasta sitios que nunca antes había sabido que hubieran estado fríos… y ahora.. extrañamente, deseaba calentar…

Fin capitulo 1

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¿Y? ¿qué les pareció?.. pero que es necio ese Kenshin, no cree en nada!.. igual durante la trama va ir cambiando.. ya va a ver lo que le espera.. jojojo

Bueno espero que les halla gustado, espero sus opiniones! malas, buenas.. insultos.. en sí, no estaba muy decidida en que rango de público iba a calificar la historia, porque aunque el fic no es muuuuuuuuuyyy subido de tono, va a tener una que otra escena de este estilo - bueno ya: muchas, como me gusta a mi.. jeje ;) - la cosa se va a ir poniendo cada vez mas "picante" .. igual pienso poner un cartel de advertencia o algo por estilo, antes de cada una de las escenas.. para la gente que no le gusta.

Bueno espero sus rewiews..! .. la actualización la voy hacer cada una semana, pero si bueno.. veo que les interesa … jeje subo antes el 2do capitulo, que por cierto, lo tengo casi terminado… ;) igual les dejo un pequeño adelanto mas abajo.. asi que..

Saludos, cuídense.. hasta la proxima!

Kitaniaryu

Adelanto segundo capitulo

"-Lo siento—dijo-. Parece que mi aura se ha descontrolado un poco.-"

"-Tengo razones para creer que puede que pronto recibirá la visita de una mujer requiriendo los servicios de un detective. Una mujer de Okinawa llamada Kaoru..-"

"-¿Y si es así? ¿Qué tiene que ver con usted?"-

"-Simplemente esto: no quiero que se le encuentre"-

"-Lo único que su cliente tiene que saber es que tiene que dejar su búsqueda de Kai Homura. Debe usted aconsejarla que lo haga y, si se niega a hacerle caso, será mejor para usted dejar el caso, señor Himura".-

……"¿Pero estaba seguro de que era eso lo que lo atraía? ¿No sería más bien una excusa para volver a ver a esa morena con cara de ángel?..."