Hola! Bueno, soy novata en esto, digamos que no tengo mucha experiencia en escribir.. pero me gustó mucho esta historia que leí hace tiempo y me parecíó bueno compartirla con ustedes.. En sí, el argumento lo tomé prestado del libro "Magica Inocencia" de Susan Carroll, yo la adapté a los personajes de Rurouni Kenshin, y también puse nuevas escenas que son mías, como también, agregue alguno que otro personaje nuevo. El fic se ubica en la época actual.
Segunda entrega flash…. n.n
Los personajes de Rurouni Kenshin no me pertenecen.. (que mas quisiera yo…¬¬) si no al sensei Nobuhiro Watsuki.
«bla bla» : pensamientos
- bla bla - : diálogo normal
" El investigador privado Kenshin Himura era demasiado cínico como para creer en el amor. Y cuando Kaoru Kamiya apareció en su oficina requiriendo su ayuda en un extraño caso de personas perdidas, su primer impulso fue ponerla en la puerta. Pero Kaoru tenía algo que le afectaba. Tal vez fuera su rostro inocente; o su no tan inocente cuerpo. O, tal vez, el hecho de que el archienemigo de Kenshin le había dicho que no aceptara el caso.."
Capítulo 2
"La curiosidad mató al gato"
Kaoru se agarró a los poderosos hombros de Kenshin, saboreando su boca con todos los sentidos, hasta con el sexto. Desde que había pasado por esa puerta, esa entrevista no había ido como se había imaginado. No sólo Kenshin Himura había resultado ser más duro de lo que se esperaba, sino que ahora la estaba besando de una forma que le estaba poniendo los pelos de punta.
Cualquier protesta que se hubiera podido imaginar, se vio acallada por la maestría del hombre. El bolso se le cayó de entre los dedos mientras ella se sentía como flotando.
Sólo cuando la lengua de él le rozó los labios, explorando más todavía su boca, le entró la alarma y luchó por liberarse.
La respiración de él era agitada cuando la miró parpadeando. Por un momento él pareció tan mareado como ella. Kaoru nunca en su vida había experimentado un beso como ése. Habría sido maravilloso... si él lo hubiera hecho en serio.
Pero Kenshin ya se estaba recuperando rápidamente. El gesto cariñoso de su boca se había transformado ya en su habitual mueca sarcástica.
-Lo siento—dijo-. Parece que mi aura se ha descontrolado un poco.-
Kaoru sintió las mejillas calientes, pero esta vez de humillación. Kenshin seguía sujetándola por la cintura, así que apoyándole las dos manos en el pecho, se apartó de él.
-No tienes que creer las mismas cosas que yo -dijo ella-. Pero tampoco tienes que reírte de mí.-
-No me estaba riendo de ti.-
-¿Entonces cómo llamas a esto? -respondió ella señalándose los labios.-
-Te estaba besando. No puedes ponerte a sentir el aura de un tipo y no esperar que reaccione.-
-No era esa la clase de reacción que se supone... ya, no importa.-
Kaoru recogió su bolso del suelo y trató de recuperar también lo que le quedaba de dignidad. Para cuando se volvió a levantar logró mirar calmadamente a Kenshin.
-Siento que seas un hombre tan infeliz. Pero eso no te da el derecho a reírte y hacerles daño a los demás.-
-No soy infeliz, sólo tengo resaca. Así que, si no te importa, cierra despacio la puerta cuando salgas.-
-Me voy. Pero eso no cambia nada. Eres un hombre miserable y solitario con un aura muy alterada, llena de amargura y un dolor que es tan antiguo como... como tu herida.-
-¿Herida? -le preguntó Kenshin frunciendo el ceño-. ¿Qué herida?-
Kaoru parpadeó cuando se dio cuenta de las palabras que acababa de decir. Miró al detective y, de repente, se le apareció una imagen de su glorioso torso con todo detalle. Todo fuerte y bronceado, salvo...
-Tienes una cicatriz en el hombro izquierdo, además de la cicatriz de la mejilla, que por lo visto ya se está curando -le dijo.
El pelirrojo abrió los ojos sorprendido.
-¿Tienes rayos X en los ojos o algo así?-
-No -respondió ella ruborizándose como si la hubiera pillado mirando por la cerradura mientras él se duchaba-. Ya te dije que tengo algunos poderes. A veces me vienen esas percepciones. Esa cicatriz de tu hombro, al igual que la de la mejilla, te llega al alma, Kenshin Himura. Fue hecha por algo frío y... afilado. ¿Tal vez un cuchillo? Con una larga...
-Ya basta. ¿Quién te ha contado esto?-
-Nadie, no sé lo que quieres decir.-
-O bien cualquier idiota con un estúpido sentido del humor te ha mandado aquí para fastidiarme o bien eres algo raro. En cualquier caso, te quiero fuera de mi oficina. ¡Ya!-
La chica retrocedió cuando él se acercó amenazadoramente.
-Lo siento si te he molestado, pero te aseguro que no me ha mandado nadie. He venido porque sinceramente necesito tu ayuda. ¿Qué voy a hacer para buscar a Kai Homura? Si no aceptas el caso, por lo menos podrías...-
-¡Fuera!-
Antes de que Kaoru pudiera decir nada más, se encontró arrastrada a la fuerza fuera de la pequeña oficina. Luego Kenshin cerró la puerta dando un portazo de tal calibre que temblaron las paredes.
-Recomendarme a otro detective...-
La mujer terminó la frase y se dio cuenta de que estaba sola. Sintió que Kenshin Himura había cerrado más puertas que la de su oficina. Cualquier percepción extrasensorial que hubiera tenido sobre él había cesado tan abruptamente como si hubieran colgado el teléfono.
-No has venido hoy aquí para hacerle una lectura mental ni para desnudarlo mentalmente -se dijo a sí misma-. Has venido para contratar a un detective.
Y en eso había fallado miserablemente.
La médium miró de nuevo la puerta cerrada de la oficina y suspiró frustrada.
-¿Y qué voy a hacer ahora?-
Había estado tan convencida de que Kenshin era el hombre que la iba a ayudar... Ya había intentado todo lo que se le había ocurrido, incluso había puesto un anuncio en el periódico, pero no había recibido ninguna respuesta, así que la simpática reportera le había sugerido que contratara a Kenshin Himura y le enseñó el artículo en cuestión.
Kaoru había ido a Tokio con grandes esperanzas, se imaginaba que se iba a encontrar a un hombre mezcla de Sherlock Holmes, Hércules y James Bond.
Pero en vez de eso, se había encontrado con una versión más vieja de un chico del oeste, esbelto y atractivo con sus vaqueros gastados y su camiseta.
Duro y hábil de palabra.
Pero a pesar de su desconcertante apariencia y el aspecto pobretón de su oficina, le daba la impresión de que Kenshin era muy bueno en su trabajo, cuando se lo proponía. La inteligencia brillaba en esos ojos ámbares y su mandíbula indicaba su tenacidad. A Kaoru le dio la impresión de que podía haber encontrado fácilmente al hijo de Sakura si le importara algo.
Pero después de ese breve encuentro, se había dado cuenta de que ése era siempre el truco con el señor Himura, hacer que algo le importara.
Y eso estaba más allá de sus habilidades, pensó. Tal vez hubiera persuadido a Kenshin que aceptara el caso si se lo hubiera presentado de otra forma, como un simple caso de persona desaparecida y no le hubiera hablado de fantasmas, auras y demás.
Sólo había un problema con eso, estaba cansada de disimular. Lo había hecho durante demasiados años, ocultando sus extraordinarias percepciones que la hacían sentirse extraña y diferente de todos los demás y que a menudo hacían que le pusieran la etiqueta de loca, incluso los de su misma familia.
El año anterior había desarrollado el valor suficiente para mirarse al espejo y decirse:
-Mis capacidades psíquicas son reales y naturales, tanto como el color de mis ojos o de mi cabello. No estoy loca.-
Y ciertamente no necesitaba que un cínico como aquel detective la destruyera su recién encontrada confianza. Se llevó una mano a la boca, donde todavía sentía el beso de Kenshin. Ni tampoco que le causara otros disturbios de una naturaleza nada espiritual.
-No -se dijo mirando por última vez a la puerta del despacho de Kenshin—. Me las arreglaré bien sin los servicios del señor "no creo en nada".
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Kenshin bajó las persianas y miró por entre las lamas como Kaoru salía del edificio. Frunció el ceño, todavía no estaba muy seguro de lo que se esperaba, tal vez que ella se encontrara con alguno de esos idiotas del Akabeko para reírse de la broma que le acababan de gastar al idiota de Kenshin. O, tal vez alguien más siniestro de su pasado, saliendo de entre las sombras para darle la enhorabuena a Kaoru por su buena actuación. Algo como la primera parte de una bien elaborada venganza contra él.
Pero lo cierto era que nada de eso le encajaba con esa chica.
Kaoru no estaba haciendo nada más siniestro que pasear distraídamente por la acera, completamente inconsciente de lo que la rodeaba y de los comentarios obscenos que levantaba entre los albañiles de la obra de al lado ni del interés que estaba despertando en una banda de jovenzuelos de la calle que había en una esquina.
La oficina de él no estaba precisamente en un barrio residencial. Se puso tenso hasta que Kaoru tomó un taxi y se marchó de allí.
Se dijo a sí mismo que eso no era una reacción impulsada porque ella le importara, sino porque quería asegurarse de que realmente se marchaba.
Dejó de mirar. Ahora que tenía la oportunidad de calmarse, pensó que esa joven había estado actuando por ella misma, que no era más que lo que parecía, un ángel con el halo un poco demasiado apretado.
Pero una voz interior le dijo que realmente lo había impresionado por un momento. Y de varias maneras.
—De eso nada —dijo en voz alta, tratando de negar, tanto la atracción que había sentido por ella como el hecho de que hubiera logrado impresionarlo de verdad.
¿Ni siquiera en ese momento, cuando ella había parecido que miraba directamente a través de él, con esos ojos azules tan profundos y sinceros, tan inquisidores?
No, ni siquiera entonces. Pero Kenshin se sintió un poco incómodo. No tenía ninguna objeción a que las mujeres trataran de ver a través de sus ropas, pero no quería que alguien llegara más profundo que eso. Había sitios en los lugares más oscuros de su mente a los que ni él quería ir, recuerdos que no quería que afloraran a la luz del día.
Pero Kaoru Kamiya no era una telépata. Tenía tantos poderes paranormales como... como la planta que su secretaria tenía sobre la mesa.
Entonces, ¿cómo había sabido lo de su herida del hombro? Porque la cicatriz de la mejilla era visible para todos…. pero la otra…
El pelirrojo se encogió de hombros. Seguramente por intuición. Tal vez hubiera sentido el relieve de la cicatriz cuando se habían besado. ¿Y el cuchillo? Una suposición, seguro.
Se sentó de nuevo y pensó en lo que ella le había dicho, que había ido a él porque necesitaba sinceramente su ayuda. La conciencia le remordió. No tenía que haber sido tan rudo con la pobre chica, pero ella ya encontraría a otro investigador privado. Seguro que había alguno que estaría encantado de jugar a los cazafantasmas con ella y, de paso, quitarle un poco de dinero, y porque no un poco más…
Ese era otro pensamiento desagradable que se quitó de encima. No, había hecho bien librándose de Kaoru
Porque una mujer que creía que podía leer las mentes y ver fantasmas no podía causar más que problemas. Su bonito rostro, todo vulnerable e inocente, podía llenarle la cabeza a un hombre de estúpidos impulsos nobles para luchar con los impulsos más básicos que su cuerpo despertaba en él.
Y vaya un cuerpo, pensó recordando la forma en que se habían besado y el aspecto de sus senos a contraluz. Todavía quedaba algo de su perfume en el aire. Era casi como si ella se hubiera dejado detrás una especie de aura.
¿Un aura? Kenshin se incorporó súbitamente en el sillón. ¿De dónde había salido ese pensamiento? ¿De verdad que había salido de él?
¡Vaya! Si empezaba a tener pensamientos acerca del aura de Kaoru iba a necesitar salir de allí un rato, tomarse un café y algo de desayuno. Sí, eso era lo que le pasaba, que tenía el estómago vacío.
Salió al calor y el ruido de la calle justo a tiempo de ver a un chico de cabello azul de punta pintando un graffiti sobre el cartel de su oficina.
-¡Hey! -
El chico dejó el bote de pintura y echó a correr.
Maldiciendo, Kenshin lo persiguió casi la mitad de la manzana, pero la resaca pudo con él.
Volvió a su portal y vio que, en vez de las obscenidades habituales, el chico sólo había alterado un poco el cartel.
El hombre suspiró, encontró unas servilletas de papel en el cubo de la basura y se puso a frotar la pintura antes de que se secara.
Mientras lo hacía, se olvidó de una de sus reglas principales, estar siempre consciente de lo que sucedía en la calle a su alrededor. No se dio cuenta de que tenía compañía hasta que alguien le tocó en el hombro.
Se dio la vuelta y se encontró con un gorila vestido de chofer. Las facciones le resultaban conocidas. Sobre todo la nariz, ya que se la había roto él.
Lo que no recordaba muy bien era el nombre del animal ése, tal vez Iwanba o Iwanbou , pero sí que se acordaba perfectamente del hombre a quien servía.
A Enishi Otowa.
Todos los músculos de su cuerpo se tensaron, pero lo disimuló.
-Vaya, vaya, ¿no es Iwanbou de la selva? ¿Qué te trae por esta parte de la ciudad? El zoológico está muy lejos.
El rostro del gorila se arrugó cuando frunció el ceño.
-Tú llámame señor Iwanbou, Himura -dijo señalándole con el pulgar una limusina que estaba aparcada delante-. Es señor Enishi te está esperando en el coche. Quiere tener unas palabras contigo.-
-Yo tengo una para él.-
-Eso son cuatro palabras -dijo Iwanbou.
-¿Vaya! ¡El mono sabe contar!-
Kenshin fue a alejarse, pero el guardaespaldas lo agarró por un brazo.
El pelirrojo lo miró amenazadoramente, con esa mirada ámbar suya que lo caracterizaba, pero el tipo sólo apretó más todavía, a pesar del escalofrío que le recorrió en todo el cuerpo.
-El señor Enishi no tiene tiempo para perderlo contigo, chico listo. Me ha pedido que te lleve a su presencia y eso es lo que voy a hacer. Ahora, vas a venir por las buenas o por la malas, tú decides.- muy a pesar de que deseaba que fuera por la primera…
Kenshin apretó un puño. Su primer impulso fue darle un puñetazo en el plexo solar a ese gorila. No supo lo que lo detuvo. Eso era lo que habría hecho si fuera más joven. Pero tal vez por fin estaba haciéndose mayor y más sabio, muy a pesar de que sabía que si tenía su katana consigo, lo mandaría directo a la jungla con sus compatriotas. O tal vez recordaba demasiado bien el resultado del último encuentro que tuvo con ese mono: tres costillas rotas, la mandíbula dislocada y una noche en la comisaría, aunque su oponente no la había sacado mejor: tres meses en el hospital.
O, tal vez estaba sintiendo de nuevo esa tentación que le había causado más de un problema en su vida, la curiosidad. Hacía un par de años que no se había cruzado con Enishi y no se habían separado muy amigablemente. ¿Qué podía querer ahora de él?
Después de una breve duda, Kenshin se obligó a relajarse.
-Muy bien -dijo al tiempo que se soltaba del agarre de Iwanbou-. Iré a ver a tu jefe. No me vuelvas a poner la zarpa encima. No me gustaría tener que hacer algo que te estropeara ese bonito uniforme.-
Iwanbou gruñó, pero retrocedió un paso. Cuando el detective se dirigió al coche el gorila lo miró como un perro de presa dispuesto a saltar sobre su víctima si se le ocurría escapar.
La limusina estaba aparcada en un lugar prohibido, algo muy propio de la arrogancia de Enishi. Ese tipo se creía que era el dueño de la ciudad, no sólo de su casino.
Iwanbou se adelantó para abrirle la puerta y apenas le dio tiempo a Kenshin a entrar antes de cerrarla de un portazo. El interior estaba mucho más lujosamente decorado que su oficina, tapicería de cuero oscuro, un minibar, televisión y un ordenador portátil con su impresora. Todo tan distinguido y caro como el hombre que estaba sentado en la esquina opuesta, hablando por su teléfono móvil.
Enishi le hizo una breve seña y continuó su conversación, que parecía más que nada en dictar órdenes al que fuera. Era un tipo que podía haber salido de las páginas de una revista de moda para hombres, ni uno solo de sus cabellos blancos estaba fuera de su sitio, todo en él era perfecto y caro.
Daba la impresión de riqueza y poder, casi de un depredador. Kenshin supuso que Enishi se creería guapo, si a alguien le gustara ese aspecto arrogante que, al parecer, gustaba a tantas mujeres, incluyendo a la ex esposa de él.
El chofer instaló su corpachón tras el volante y Enishi apretó un botón que hizo que subiera un panel que los aisló de él.
-Muy íntimo-. Murmuró Kenshin impacientemente.
Aquel espacio era lo suficientemente grande como para transformarse en una cama y una imagen desagradable le pasó por la cabeza. Allí era donde Enishi había seducido a Tomoe. ¿O tal vez su ex mujer había merecido que Enishi se permitiera una habitación de hotel?
Ese pensamiento ya no tenía el poder de provocarle un ataque de celos, si es que alguna vez lo tubo, pero las frías cenizas de su odio por aquel hombre permanecían allí.
Aunque no hubiera sucedido ese episodio con Tomoe, Enishi no le gustaba nada. Había algo en ese hombre y su arrogancia que sacaba a relucir un aspecto de Kenshin que no le agradaba. El dinero y la clase de ese "señor" eran como si le dieran una bofetada en la cara, un recordatorio constante de quién era y de dónde venía. El hijo de un perdedor. El pequeño Shinta Himura, el niño de la calle que valía más muerto que vivo incluso a la edad de doce años.
Kenshin sintió la amargura habitual y pensó que aquello se podía ir al infierno. Fue a abrir la puerta y entonces descubrió que estaba cerrada y no se veía un botón de seguro por ninguna parte. En ese momento Enishi terminó su conversación, cerró el teléfono y lo dejó sobre el minibar para mirar a Kenshin a continuación con una sonrisa educada.
-Siento haberlo hecho esperar, señor Himura —dijo con una voz acariciadora— Me alegro de que haya estado de acuerdo en reunimos con tan poco tiempo de antelación.-
El detective lo miró fijamente.
-No es que tuviera muchas más opciones.-
-El señor Iwanbou es un empleado muy devoto. Pero le ruego me disculpe si se ha excedido en su celo por cumplir mis órdenes. Confío en que no le haya apartado de nada importante. ¿Puedo ofrecerle algo? ¿Una bebida tal vez? ¿O una navaja de afeitar?-
-No, gracias, Otawa. Si quisiera cortarle el cuello habría traído la mía.-
Un destello de diversión apareció en los ojos del dueño del casino.
-¿No detecto un poco de hostilidad, señor Himura? Después de todo este tiempo, había pensado que el pequeño malentendido que tuvimos ya estaba olvidado.-
Después de un momento de pausa, Enishi continuó:
-¿Cómo está Takana?-
Kenshin apretó la mandíbula. El muy cerdo ni siquiera recordaba su nombre.
-Tomoe está bien, por lo que sé. Probablemente le vaya muy bien en América, con todo el dinero que me sacó con el divorcio.-
-Es una lástima que no tuviera un contrato prematrimonial. Seguramente no se imaginaría que iba a tener una relación permanente con una mujer que se encontró en una torta.-
-Y usted lo sabe todo acerca de relaciones permanentes, ¿no? ¿No ha salido en los periódicos su tercer divorcio? En la mayoría de los juegos de pelota, puedes fallar tres golpes y luego, fuera.-
Por un momento, la impenetrable máscara que era el rostro de Enishi se reflejó algo que bien podía ser dolor en otra persona con el corazón menos frío que él.
-Tal vez sería mejor que fuéramos al grano -dijo.
-¿Oh? ¿Tiene alguna razón para hacerme perder el tiempo? Me muero de ganas de oírla.-
-Tengo razones para creer que puede que pronto recibirá la visita de una mujer requiriendo los servicios de un detective. Una mujer de Okinawa llamada Kaoru, Kaoru...-
Kenshin lo miró. No había sabido muy bien a qué venía esa pequeña reunión, pero ni se le había ocurrido que fuera por eso. Estaba tan sorprendido que se olvidó de que no tenía que dar nada de información.
-Kamiya. Kaoru Kamiya.- Enishi entornó los párpados.
-Así que ya ha ido a verlo.-
Aquello era una afirmación, pero Kenshin no le estaba prestando atención. Todavía no podía hacer la conexión entre esos dos. ¿Kaoru y Enishi? Era como imaginarse a un ángel charlando amigablemente con el diablo delante de unas tazas de té.
-¿Conoce a Kaoru Kamiya? -le preguntó incrédulo.
-Digamos que sé de ella.-
-Me sorprende, Otawa. Creía que los duros hombres de negocios como usted sólo hacen negocios con las cosas de este mundo. ¿Qué pretende? ¿Tratar de encontrar la manera de llevársela con usted?-
Cuando Enishi frunció el ceño, confundido, el pelirrojo disfrutó insistiendo
-Parece que sus fuentes no se lo han dicho todo. ¿No le han contado que Kaoru se dedica a la parapsicología? Es una especie de médium.-
Luego añadió bajando la voz y con tono misterioso:
-La chica trata con fantasmas, Otawa.-
Por un momento Enishi pareció desconcertado, y luego irritado.
-Ese aspecto particular de la vida de la señorita Kamiya no me interesa. Lo que me importa son sus razones para ponerse en contacto con usted. Ha venido para solicitarle que se haga cargo del caso de una persona perdida, ¿no? Para que busque a un hombre llamado... Kai Homura.
-¿Y si es así? ¿Qué tiene que ver con usted?-
-Simplemente esto: no quiero que se le encuentre.-
Kenshin lo miró fijamente, extrañado.
-No sé lo que ha hecho que la señorita Kamiya se meta en esto -continuó Enishi-, pero le aseguro que el asunto la sobrepasa.-
Así que era eso. Si Kaoru se había metido inadvertidamente en algo que molestara a Enishi... Ahora los instintos de detective de Kenshin estaban en completa alerta.
-Si sabe algo que pueda beneficiar a mi cliente, creo que será mejor que me lo cuente, Otawa -le dijo Kenshin, olvidándose de que había echado a Kaoru de su oficina y le había dicho que se buscara un buen psiquiatra.
-Lo único que su cliente tiene que saber es que tiene que dejar su búsqueda de Kai Homura. Debe usted aconsejarla que lo haga y, si se niega a hacerle caso, será mejor para usted dejar el caso, señor Himura.-
-¿Es eso alguna clase de amenaza, Otawa?-
-Considérelo una oferta. Estaría dispuesto a triplicar sus honorarios habituales si puede persuadir a la señorita Kamiya para que abandone su tonta búsqueda.-
-¿Y qué le hace pensar que me puede comprar como a un traje barato?-
Los insolentes ojos de Enishi lo recorrieron de arriba abajo.
-Porque, mi querido señor Himura, probablemente podría calcular todo lo que tiene hasta el último centavo. Y, me temo que la suma sería en centavos, además.-
A Kenshin le habían dicho que no valía nada de formas mucho más rudas, pero nunca le habían molestado tanto como esa forma elegante de hacerlo.
Le dijo en pocas palabras lo que podía hacer con su dinero y fue a abrir la puerta, pero soltó una maldición. Se había olvidado de que era virtualmente un prisionero en ese lujoso burdel sobre ruedas.
-Lo siento si mi falta de tacto lo ha ofendido, señor Himura, a pesar de que no le caiga bien, yo no le deseo ningún mal -dijo Enishi en un tono más conciliador-. Admiro su talento y creo que están siendo completamente desperdiciados al empeñarse en llevar esa agencia. Hace años, cuando nos conocimos, ya le dije que quería contratarlo para que llevara la seguridad de mi casino… sus habilidades con la espada son excepcionales, no se porque no las aprovecha-
-Bueno, tal vez debiera haber dedicado más tiempo tratando de tentarme a mí y memos a mi esposa. Entonces no me interesó trabajar para usted y ahora tampoco, así que le sugiero que abra esta maldita puerta antes de que lo intente yo, digamos que tirando por la ventana ese bonito ordenador.-
Su mirada enfadada chocó contra la de Enishi. Luego el último bajó los párpados velando sus ojos y apretó un botón a su lado, con lo que la puerta se abrió por fin.
Kenshin salió, pero antes de que se pudiera incorporar, la sedosa voz de Enishi surgió del interior.
-Himura, una última cosa. Sería inteligente por su parte que dejara este caso.-
-Nunca he sido famoso por mi inteligencia. Que tenga un buen día, señor Otawa.-
Kenshin cerró de un portazo y echó a andar por la acera sin mirar atrás. Atravesó la calle sin hacer caso al semáforo y casi lo atropello un taxi, pero continuó ciegamente unas cuantas manzanas más antes de tranquilizarse.
Cuando se detuvo por fin para recuperar la respiración, estaba más irritado consigo mismo que con Enishi. Le irritaba que, después de todo ese tiempo, ese tipo siguiera irritándolo.
-Vaya una mañana -murmuró.
Primero la reina de los gitanos y luego el rey del casino, los dos unidos por un fantasma y un tipo perdido llamado Kai Himura. Era como meterse de cabeza en una vieja película de misterio, habiéndose perdido el principio.
Pero no era su misterio, se recordó a sí mismo. Entonces, ¿por qué había dejado que Enishi se creyera que había aceptado a Kaoru como cliente? La respuesta era muy sencilla. Por primera vez desde que lo conocía, el suave y educado señor Otawa había parecido a punto de ponerse a maldecir como cualquier tipo normal. Tanto si estaba vivo como muerto, ese tal Kai Homura evidentemente representaba una especie de amenaza para Enishi, lo que significaba que tenía algo que esconder, algo que no sorprendía a Kenshin lo más mínimo.
Nadie amontonaba tal cantidad de dinero de una manera completamente honrada. Esa era una verdad amarga que Kenshin había aprendido hacía mucho tiempo observando a su propio padre. La única diferencia que había entre Enishi y su padre era que el primero parecía ser mejor jugador.
Pero tal vez la suerte estaba empezando a terminársele, pensó sonriendo. Le debía una a Enishi desde hacía mucho tiempo y no sólo por el asunto de Tomoe. Más que nada porque no le gustaba nada esa clase de hombre. Y, detrás de toda esa educación y esa prominente familia extranjera, siempre había tenido la impresión de que Enishi Otawa era un fraude por todo lo alto.
Cuanto más lo pensaba, más le atraía ese asunto del tal Kai Homura.
¿Pero estaba seguro de que era eso lo que lo atraía? ¿No sería más bien una excusa para volver a ver a esa morena con cara de ángel?
-¡De eso nada! -exclamó en voz alta.
Pero volvió a acordarse de lo que había sido tener a Kaoru en sus brazos.
Pero no le atraía nada la idea de estar cerca de una mujer que podía ponerse pesada con eso de leer los posos del café y luego podía empezar a querer leerlo a él. Si decidía ponerse a buscar a ese Kai Homura, lo haría él solo. Lo podía hacer perfectamente sin los servicios parapsicológicos de la señorita Kaoru Kamiya.
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Mucho después de que Kenshin hubiera salido de la limusina, ésta seguía aparcada en el mismo sitio. Enishi seguía allí dentro, con la cabeza apoyada en las manos, mostraba una preocupación como nunca le había sido vista por nadie.
El chofer, preocupado, bajó la mampara, se giró en su asiento y miró extrañado a su jefe.
-¿Está bien, jefe? ¿Se ha ocupado de ese asunto con Himura?-
Enishi se enderezó y suspiró largamente.
-No, lo he llevado muy mal. Me temo que he confiado demasiado en mi suerte, señor Iwanbou.-
Un error que raramente cometía, pero su calma habitual se había alterado desde que leyó ese anuncio en los periódicos y se dio cuenta de que alguien estaba buscando a Kai Homura. ¿Por qué? ¿Después de todos esos años? Cuando se recuperó de su sorpresa inicial, empezó algunas averiguaciones discretas sobre la persona que había puesto ese anuncio y entonces descubrió que la situación había empeorado.
El día anterior, por la mañana, la señorita Kamiya había informado al periódico que retiraba el anuncio para iniciar una búsqueda más directa. Salía para Tokio para contratar a un famoso investigador privado, el señor Kenshin Himura.
Sonrió amargamente.
-De todos los detectives de esta cuidad, ¿por qué ha tenido que elegir a Kenshin Himura? -murmuró.
-No lo sé, jefe. ¿Pero qué va a hacer? Si Himura y Kamiya descubren la verdad sobre Kai Homura...
-¿Si lo consiguen, señor Iwanbou? -dijo Enishi con su habitual tono de voz-. Bueno, sólo tenemos que asegurarnos que no lo hagan… la curiosidad mató al gato, no te olvides de eso-
Dicho esto se recostó en el asiento, apago su móvil, miro por la ventanilla…. y sonrió… con esa sonrisa maliciosa que, como dicen algunos: lo único que puede significar son problemas, grandes y pesados problemas….
Fin capitulo 2
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Bueno esa es una entrega rápida .. como a mi me gustan.. jeje. Como había dicho la vez pasada, este capitulo ya lo tenia casi terminado, y ya que bueno, si lo tenia listo ¿para qué esperar no?.. digamos que hice casi un 2x1 ;P Bueno con respecto al fic, ¿y? ¿qué les pareció?.. este capitulo fue como medio light, con respecto a la pareja kenshin - kaoru, que por cierto alguien me había preguntado si iba a poner solo a ellos, y la respuesta es si, por ahora.. pero el fic en general trata de ellos dos, cosa que no había aclarado en un principio.. igual como verán Enishi ya tiene una participación especial en la historia.. pero si tratare otras parejas.. por ahora no.
Ahhhhhhhh.. cierto cierto.. no se que opinarán el que Enishi halla tenido un amorio con Tomoe, ya bueno ellos son hermanos.. pero a mi me pareció bien, después de todo, no estoy siguiendo la historia real.. por eso tube que ponerle otro apellido también a Enishi, pero eso creo que mucho no importe ¿no? Espero opiniones!
Gracias a las personas que me dejaron rewiews, en la próxima los contesto, como a las que directamente me escribieron al mail, que ya me conocen… gracias, gracias!
Bueno así que los voy dejando, nos vemos en la próxima, y.. como dije antes: rewiews actualización mas temprana! (suena re extorsión ¿no? ¬¬.. jajaja) pero en serio, me gustaría saber que es lo que opinan.. ;)
Saludos, cuídense…
Kitaniaryu
Adelanto siguiente capitulo:
-La verdad -añadió-, es que no estaba sólo de paso. He venido con el propósito de encontrarte. Desde que abandonaste mi oficina, no dejo de pensar que fui un poco brusco contigo.-
-Lo siento mucho, Kenshin, pero me temo que has hecho un largo viaje para nada. Ya no necesito tus servicios.-
-¿Antes de que te vieras expuesta a toda la fuerza de mi encantadora personalidad?-
¿Qué estaba haciendo? Ella era la misma chica dulce que había ahuyentado el día anterior. Y allí estaba ahora él, dándole la mano y sonriendo como un idiota.
