Hola! Bueno, soy novata en esto, digamos que no tengo mucha experiencia en escribir.. pero me gustó mucho esta historia que leí hace tiempo y me parecíó bueno compartirla con ustedes.. En sí, el argumento lo tomé prestado del libro "Magica Inocencia" de Susan Carroll, yo la adapté a los personajes de Rurouni Kenshin, y también puse nuevas escenas que son mías, como también, agregue alguno que otro personaje nuevo. El fic se ubica en la época actual.

Quinto capitulo up! …

Los personajes de Rurouni Kenshin no me pertenecen.. (que mas quisiera yo…¬¬) si no al sensei Nobuhiro Watsuki.

«bla bla» : pensamientos

- bla bla - : diálogo normal

«bla bla »: dialogo fantasma o espíritu o cualquier cosa que flote xD

" El investigador privado Kenshin Himura era demasiado cínico como para creer en el amor. Y cuando Kaoru Kamiya apareció en su oficina requiriendo su ayuda en un extraño caso de personas perdidas, su primer impulso fue ponerla en la puerta. Pero Kaoru tenía algo que le afectaba. Tal vez fuera su rostro inocente; o su no tan inocente cuerpo. O, tal vez, el hecho de que el archienemigo de Kenshin le había dicho que no aceptara el caso.."

Capítulo 5

-Recuerdos-

Kenshin vio frustrado como Kaoru desaparecía entre las sombras del piso superior y luego se sentó en los escalones, la rodilla le seguía doliendo.

-Maravilloso -se dijo a sí mismo. No sólo se había hecho daño en la rodilla y se había roto los pantalones, sino que ahora Kaoru estaba enfadada con él.

Bueno, en su juventud tuvo un instructor del correccional que una vez le dijo que era capaz de terminar con la paciencia de un santo o, en este caso, de un ángel.

No había querido molestarla, era sólo esa maldita posada. Por mucho que odiara reconocerlo, le había puesto nervioso desde el mismo momento en que entró. Oh, no es que se creyera esas tonterías de que estaba embrujada ni nada parecido. Ni por un momento. Aunque había habido una fracción de segundo en que su imaginación se había disparado y casi había creído que un par de manos heladas le había...

Apartó inmediatamente ese pensamiento. No era el espíritu de Sakura Homura lo que lo estaba molestando, sino sus propios fantasmas del pasado, los que llevaba encima todo el tiempo.

La verdad era que esa posada le daba una sensación de haber vivido algo semejante, le recordaba los ajados hoteles a los que había sido arrastrado por su padre. Unos hoteles que solían llamarse Grand Hotel y que ya no eran nada grandes.

-Algún día, Shinta -le decía siempre Hiko, su padre-, algún día no habrá más que los Hiltons y las islas paradisíacas para nosotros.-

Kenshin hizo una mueca y se preguntó si Sakura le habría prometido a su hijo cosas como ésas. Si era así, ella no había sido más capaz de mantener sus promesas que su propio padre.

Estaba muerta.

Y el Hilton de Hiko había resultado ser la cárcel de Kyoto.

Pensó en la carta que había dejado en el coche y se maldijo por no haber recogido antes el correo; si lo hubiera hecho, la habría roto sin abrir, como todas las demás, antes de que Kaoru la hubiera visto.

Pero no le había parecido bien hacerlo delante de ella, habría sido algo demasiado revelador y tenía la sensación de que aquella chica ya había visto en él demasiado más de lo que le gustaba a Kenshin.

Se agarró a la barandilla y se puso lentamente en pie. Con todo, ese caso se estaba transformando en algo muy poco agradable y se preguntó si merecía la pena sólo para molestar a Enishi Otowa.

Cuando recordó la cara de ese tipo decidió que sí que merecía la pena y sonrió.

Luego subió la escaleras en busca de Kaoru. Iba a tener que disculparse por haber sido tan bruto. De nuevo. Pero eso estaba bien, se le daba muy bien. Se había pasado gran parte de su vida sintiéndolo.

Una vez arriba se encontró un buen montón de puertas, pero no era difícil adivinar en cuál de ellas estaba Kaoru, la única que estaba entornada. Hizo una pausa antes de entrar. Desde la vez en que Tomoe le había tirado a la cabeza un equipo de música, había aprendido a no entrar súbitamente en una habitación donde hubiera una mujer enfadada.

Kaoru estaba junto a la ventana del pequeño y polvoriento dormitorio, tratando de abrirla. Le estaba dando la espalda, pero él estaba seguro de que sabía que estaba allí, así que se arriesgó a acercarse.

-Deja que lo intente yo -dijo

-No, gracias, yo puedo sola -respondió ella fríamente.

Esperó un momento, viendo sus intentos baldíos y luego la apartó a un lado impacientemente. Haciendo uso de toda su fuerza, abrió la ventana, por la que entró la brisa procedente del cercano lago, lo que hizo que la habitación fuera más soportable.

Esa demostración, evidentemente, no le causó mucha impresión a Kaoru.

-Gracias -dijo.

Y eso fue todo. Estaba claro que no era de la clase de chicas que se ponía a tirarle cosas a uno cuando se enfadaba. Sólo lo iba a destruir con su indiferencia educada.

Cuando ella empezó a apartarse, la agarró de la muñeca y le dijo:

-Vamos, querida. No es necesario que te enfades de esa manera.

-No estoy enfadada -respondió ella soltándose.

-Sí, lo estás. Cuando lo estás te pones colorada por las mejillas y la punta de la nariz.-

Kaoru se puso bizca para ver si era cierto y luego le frunció el ceño.

-No he querido meterme contigo ahí abajo -continuó Kenshin-. Pero faltaste a nuestro trato, querida. Me prometiste que no me meterías en esto de los fantasmas.-

-Y tú me prometiste guardarte para ti tu escepticismo.-

-Lo hice y lo siento. Supongo que, a veces, mi boca se mueve mucho más aprisa que mi cerebro -dijo él sonriendo-. ¿Amigos otra vez?-

Kaoru asintió.

-De acuerdo. Pero no más chistes de fantasmas. ¿Me lo prometes?-

- Te lo prometo.-

Entonces ella volvió a sonreír angelicalmente, haciendo que él se sintiera mejor.

-Aún a riesgo de hacer que te vuelvas a enfadar, ¿podría hacerte una pregunta personal? -le dijo.

-Eso depende de la pregunta.-

-¿Qué esperas sacar de todo esto? ¿Demostrar que los fantasmas existen? ¿Que realmente tienes poderes? ¿Que pongan tu foto en la portada de alguna revista especializada?-

Ella se rió sinceramente, con lo que se le formaron unos graciosos hoyuelos en las comisuras de los labios.

-No voy a demostrar nada. Hace ya mucho tiempo que dejé de tratar que alguien me crea.-

-Entonces, ¿qué es? ¿Por qué estás aceptando todos estos riesgos, hurgando por esta posada decrepita, gastándote el dinero, para encontrar al hijo de una mujer que murió antes de que tú nacieras? Alguien a quien ni siquiera conociste.-

-No tiene ninguna utilidad tratar de explicártelo, Kenshin. Nunca lo comprenderías.-

-Inténtalo.-

Ella lo miró dudosa.

-No lo sé, algo de Sakura me afectó. Sentí la extraña necesidad de ser amable con ella. Tal vez porque yo también soy un poco como una alma perdida. Tal vez porque ambas somos marginales aquí, en este vecindario.-

-¿Tú? Yo creía que eras de aquí.-

-Me vine hace un año, cuando heredé la tienda de mi tío después de que el muriera. Ya te lo conté ayer. ¿No lo recuerdas?-

Desafortunadamente, Kenshin no lo recordaba.

-Lo siento -dijo él-. Supongo que tenía la mente más puesta en... bueno, en tus pendientes de hadas. No los llevas hoy.-

Realmente en lo que había tenido la mente era en sus senos, pero no se lo iba a decir, si quería salir ileso de aquella habitación, claro está.

-No -respondió ella acariciándose la cadena de oro que le desaparecía por el escote.

Kenshin no pudo resistir la curiosidad, la apartó la mano y tiró de ella con un dedo. De la cadena colgaba un cristal púrpura en forma de prisma.

-¿Qué es?-

-Es una amatista. Se supone que alivia el estrés y da calma interior.-

-¿Funciona?-

Un destello de humor se asomó a los ojos de Kaoru.

-Funcionaba hasta que apareciste por la tienda.-

Kenshin le devolvió la sonrisa, pero se dio cuenta de que ella estaba bromeando sólo en parte. Podía sentir el principio de la tensión en ella porque a él le estaba pasando lo mismo. Estaban juntos y solos en un dormitorio, tan cerca el uno del otro que Kenshin podía oler su piel y tenía la mano suspendida a sólo unos centímetros de sus senos.

La diversión se esfumó y, de repente, ambos se estaban mirando a los ojos. Kaoru fue la primera que retrocedió, tomó la gema de manos de él y se la metió de nuevo bajo el vestido, apartándose a continuación.

-Tal vez será mejor que veamos ahora las fotos -dijo nerviosamente.

-¿Las fotos? Ah, sí. Las fotos. Claro, sácalas.-

Mientras Kenshin rebuscaba en un armario, Kenshin miró por la ventana y trató de tomar aire fresco, pero no parecía que hubiera.

Kaoru salió del armario con un pequeño joyero en sus manos.

-No quedan demasiadas cosas de Sakura después de todo este tiempo -dijo-. Sólo esta caja que escondía en el armario y esos libros de ahí arriba, que nadie se ha molestado de mover.-

Dejó el joyero sobre la cama, pero Kenshin no hizo nada para tomarlo y miró hacia los libros en vez de a Kaoru tan cerca de la cama.

No era que se esperara descubrir algo en esos libros y sonrió al leer algunos de los títulos.

-Geometría plana, biología, inglés. Vaya, para leer en la cama eso es mejor que una píldora para dormir.-

-Sakura estaba estudiando para graduarse justo antes de que...-

-¿Qué le pasó?-

-Tenía sólo veinticuatro años cuando descubrió que se estaba muriendo de leucemia -le dijo Kaoru suavemente-. Estaba pensando en poner ella misma a su hijo en adopción, pero no podía soportar la idea de separarse de él. Así que dejó la decisión hasta... hasta que fue demasiado tarde. Un día se derrumbó y tuvieron que llevarla a toda prisa al hospital. No recuperó el conocimiento. Cuando su espíritu fue capaz por fin de volver aquí a la posada, Kai ya se había marchado hacía tiempo.-

-Seguramente se hizo cargo de él la protección de menores del estado. Pobre chico -dijo Kenshin.

¿Y él, ¿Cuándo había sido la última vez que él había visto a su madre? ¿A los siete u ocho años?

No estaba seguro. Ni siquiera podía recordar su rostro, pero sí le quedaban otros recuerdos desagradables. El ruido de la sirena, la camilla de una ambulancia, la mano de ella tomando la suya, una voz suave diciéndole que todo iba a ir bien...

Pero por supuesto, no había sido así. Nunca supo dónde había estado su padre en esos momentos, probablemente tratando de conquistar a alguna señora mayor en algún bingo o algo así. Lo único que Kenshin recordaba era a él mismo, solo, en la cama de un hotel, llorando contra la almohada. Por lo que podía recordar, aquella fue la última vez que lloró.

Bajó la mirada a la caja que había sobre la cama y, de repente, no estuvo seguro de querer abrirla, pero Kaoru lo estaba esperando.

Tuvo que recordarse a sí mismo que esa caja con tenía la historia de la vida de otro, no la suya, que no tenía nada que ver con él.

Así que, por fin, la abrió.

Durante toda su vida como policía o investigador privado había hurgado en los efectos personales de los demás muchas veces y siempre se las había arreglado para ser objetivo.

Pero el contenido de esa caja era más patético que la mayoría de lo que había visto. Un par de pendientes de plástico coloreado de los que causaron furor en su momento entre las adolescentes, un anillo barato, unas cuantas cintas para el pelo, dos botines de niño, un dibujo de niño representando supuestamente al niño y a una mujer sonriente, en el que se podía leer: "Mamá y yo".

Kenshin dejó a un lado esas cosas y se centró en unas fotos en blanco y negro. Eran sobre todo del niño, Kai Homura jugando en el lago, Kai agarrado a un perro de peluche, Kai apagando las velas de su torta de cumpleaños.

-Esta es del sexto cumpleaños de Kai -dijo la voz de Kaoru desde muy cerca, lo que lo sorprendió. Kenshin se había concentrado tanto en las fotos que no se había dado cuenta de que ella se le había acercado.

-Ese fue el último día feliz que Sakura pasó con su hijo -continuó la mujer-. Incluso cuando sabía lo enferma que estaba, se preocupaba por el futuro de Kai.

-¿Quién es el calvo que está detrás?-

-Es el señor Okita. Era el jardinero y cocinero de emergencia. Los dueños de la posada solían servir almuerzos y cenas y Sakura los ayudaba limpiando y haciendo de camarera. Así era como se ganaba la vida.-

Kenshin miró el reverso de las fotos por si había algo escrito en ellas, pero no había nada.

-Kaoru, ¿de dónde has sacado toda esa información?-

Ella pareció incómoda.

-La verdad es que no creo que lo quieras saber, Kenshin.-

No, Kenshin no quería saberlo. Se había esperado tener algunos hechos por donde empezar a trabajar, no con los supuestos poderes parapsicológicos de Kaoru.

-No hay ninguna foto del padre de Kai -dijo.

-No. A Sakura no le gusta hablar de... Bueno, tengo la impresión de que, fuera quien fuese, no era una buena persona. Un hombre mayor casado. Sedujo a Sakura y la abandonó después de dejarla embarazada.-

Una historia trágica, pero no inhabitual. Kenshin dejó las fotos en la caja con el resto de las cosas.

-Esto no es mucho para empezar, Kaoru. ¿Estás segura de que no hay nada más por aquí, un diario o algunas cartas? ¿Algún documento?-

Kaoru agitó la cabeza.

-Si hubiera algo más, estoy segura de que Sakura me lo habría dado, quiero decir que estaría en la caja o escondido en el armario. Lo único más que hay es el perro de Kai.

-¿Su qué?-

Kaoru volvió al armario y sacó un pequeño perro de peluche blanco y negro, al que le faltaba un ojo y estaba lleno de polvo. Era el mismo que llevaba el niño en la foto.

-Era el juguete favorito de Kai -le explicó Kaoru-. Sakura se lo compró unas navidades porque no podía tener uno de verdad en la posada.-

Kenshin tomó al perro por una oreja e hizo una mueca.

-No creo que esto sea de mucha ayuda, a no ser que pueda hablar.-

-Bueno... - empezó Kaoru, pero se mordió el labio.

Kenshin gimió.

-Mira, puedo casi soportar que creas que los fantasmas te hablan, pero no me digas que el perro también lo hace.-

-Por supuesto que no -respondió ella acaloradamente—. Pero hay otras formas, Kenshin. ¿No has oído hablar de algo llamado Psicometría?-

-¿Psico qué?-

-Psicometría. El poder de tocar un objeto y sacar impresiones o sentimientos de su poseedor.-

-Oh, eso. Sí, recuerdo que uno de los policías del departamento estaba siempre llamando a uno con esos poderes para que le ayudara en los casos de asesinato.

El tono de su voz revelaba lo que pensaba de esos procedimientos.

-¿Eras policía? -le preguntó ella sorprendida. Pero la sorpresa se esfumó inmediatamente y murmuró: -Sí, por supuesto que lo fuiste.-

Kenshin frunció el ceño. No le gustaba nada cuando ella parecía saber cosas sobre él que no le había contado.

-¿Me estás diciendo que tienes un poder de esa clase?-

Ella levantó la barbilla desafiantemente.

-Un poco.-

-De acuerdo, adelante.-

Kaoru parpadeó confusa.

-¿Adelante con qué?-

-Practica tus poderes de vudú con eso. Utilízalo para decirme qué le pasó a Kai Homura.-

Kaoru se puso pálida cuando se dio cuenta de lo que él quería.

-No es algo que me guste hacer muy a menudo, Kenshin. Puede ser muy desagradable. Y, además, de todas formas tú no crees en estas cosas...-

-¿Qué importa en lo que yo crea? Tal vez debiera intentar tener la mente un poco más abierta. Adelante.-

Kaoru miró el juguete que tenía en las manos.

-A no ser, por supuesto, que tú no creas que lo puedes hacer -afirmó él retadoramente.

Ella lo miró reprobatoriamente y apretó los labios.

-De acuerdo, lo intentaré. Pero vas a tener que quedarte quieto y callado por una vez.-

-No hay problema -respondió él apoyándose en la pared y cruzando los brazos.

Kaoru se sentó en el borde de la cama, respiró profundamente, apretó el perro contra su pecho y cerró los ojos.

Kenshin experimentó un leve destello de culpa. No sabía lo que estaba haciendo al obligarla a ella a hacer semejante cosa. Tal vez fuera porque lo estaba empezando a afectar con sus tonterías parapsicológicas. Tal vez él necesitara mantener fría la cabeza, por lo menos.

Estaba seguro de que, en cualquier momento, ella abriría los ojos y le ofrecería cualquier excusa, que sus vibraciones negativas estaban interfiriendo en su concentración o algo así. Estaba a punto de decirle que lo dejara, cuando Kaoru se estremeció violentamente.

-¿Kaoru?-

-Miedo -dijo ella en voz baja-. Él tiene miedo.-

-¿Quién?-

-Kai Homura. Hay un ruido horrible y eso lo asusta.-

-¿Puedes ver algo? ¿Puedes decirme dónde está?-

-No estoy segura. Está fuera de la posada... creo.-

-¿Y qué es el ruido?-

-Una... sirena. Y luces destellantes rojas. Kai siente que algo está a punto de suceder.-

-Yo tengo la misma impresión cuando veo esas luces por el retrovisor -dijo Kenshin.

Pero Kaoru lo estaba haciendo sentirse incómodo. Estaba muy pálida y tenía el ceño tan fruncido que podía hacerse daño. Si estaba simulándolo, se le daba muy bien, era la mejor actuación que había visto en su vida. Parecía no ser consciente de casi nada de lo que él hiciera o dijera, estaba perdida en un trance propio.

-Su madre -murmuró ella-. Kai siente que algo malo le está pasando. El señor Okita está tratando de consolarlo diciéndole que todo iba a ir bien.-

Sí, claro, pensó Kenshin amargamente. ¿Dónde había oído eso anteriormente? Aunque le había prometido a Kaoru que se quedaría quieto, empezó a pasear por la habitación. No lo pudo evitar.

Kaoru de repente empezó a hablarle con una voz distinta, la voz suave con la que un adulto trata de consolar a un niño pequeño.

-Todo va a ir bien, Kai. Tu mamá ha tenido que irse en un coche grande y blanco.-

Un coche grande y blanco, vaya hombre, pensó Kenshin. El niño tenía seis años. ¿Qué se creía Okita? ¿Que era estúpido o algo así? Sabría perfectamente lo que era una ambulancia.

-Van a tener que ocuparse de ti, Kai -continuó Kaoru-. Va a venir un hombre que te va a ayudar a encontrar un nuevo hogar.-

-¡No, no! -dijo Kaoru con otra voz-. No quiero un nuevo hogar. Quiero a mi mamá.-

Kaoru empezó entonces a acunar al perro de peluche.

-¿Kaoru? -le preguntó Kenshin-. ¿Qué está pasando ahora?-

-Se ha ido. Mamá se ha ido. Pero el hombre gris está aquí.-

-¿El hombre gris? ¿Quién es? ¿Te refieres a alguien de protección de menores?-

-No... no me gusta el hombre gris. Tengo miedo. Quiero a mi mamá. No puedo respirar. Me duele el pecho.-

Kenshin sabía perfectamente de lo que le estaba hablando ella, ya que a él mismo le estaba costando trabajo respirar.

-Kaoru, ya basta -dijo.

La verdad era que estaba empezando a asustarlo, así que añadió:

-Esto no nos está llevando a ninguna parte.-

Pero Kaoru no pareció oírlo.

-El hombre gris dice que tengo que ser un buen chico. Pero él no lo es. Quiere quitarme mi perro y tirarlo a la basura. Dice que está demasiado sucio.-

-¡Kaoru, déjalo ya!-

-¡No, no! -dijo la muchacha apretando al perro fuertemente contra su pecho-. No lo puedo tener. Tengo que esconderlo en el lugar secreto de mamá. En el armario.-

-¡Kaoru!-

-Tengo que...-

Ella estaba temblando por completo y las lágrimas le corrían por las mejillas.

Kenshin ya no lo pudo soportar más, así que le quitó de las manos el perro y lo tiró al otro lado de la habitación. De los labios de Kaoru salió un tremendo grito. La agarró por los hombros y la agitó.

-¡Kaoru! Sal de ahí.-

Ella abrió los ojos de golpe y le dedicó una mirada asustada y distorsionada. Se le escapó un gemido, pero lentamente volvió a la normalidad.

-¿Estás bien? -le preguntó Kenshin.

Kaoru asintió y el color volvió a sus mejillas. Se apartó de él y se puso en pie. Se llevó una mano a la cara y pareció darse cuenta entonces de que estaba llorando. Al parecer avergonzada, se volvió mientras trataba de controlarse.

-No he querido armar tanto lío -dijo-. Nunca he tenido una experiencia tan fuerte. Parecía demasiado real.-

-Vamos, ángel -dijo-. No tiene sentido que utilices la mano cuando yo tengo una chaqueta que puedes estropear.-

Entonces la hizo volverse cariñosamente, pero ella trató de evitarlo.

-Oh, no. Por favor.-

-Hey, está bien. El de la lavandería es amigo mío. Tengo cuenta allí.-

Kenshin logró por fin abrazarla y que le apoyara la cabeza en el hombro.

Ella se resistió una fracción de segundo más, pero luego le pasó los brazos por el cuello, hundiendo el rostro en su hombro. El detective se puso entonces a consolarla murmurándole todas las tonterías que se le pasaron por la cabeza. En un momento dado, le pareció que ella había dejado de llorar, pero seguía temblando.

Inconscientemente, la abrazó más fuertemente, surgiéndole un instinto protector. Sus sentidos se llenaron de ella. ¿Era posible que una mujer oliera a inocencia, a luz del sol, a rosas, a lluvia de verano y a brisa de atardecer? Kaoru olía así.

Ella dejó de temblar y se relajó contra él, afectándole de una forma que no podía explicar.

-Lo siento -dijo ella con la voz apagada por la tela de su chaqueta.

-¿Por qué?-

-Por actuar tan estúpidamente.-

-Está bien, ángel. Yo lo hago todo el tiempo.-

-¿Quieres decir que lloras?-

-No, que actúo estúpidamente.-

Los hombros de ella volvieron a agitarse, pero esta vez de risa. Apartándose de la mancha de humedad que le había dejado en el hombro, apoyó la cabeza en el centro de su pecho y suspiró.

Y a él le pareció lo más natural del mundo apoyar la mejilla en su cabello.

-A veces -dijo ella,- odio estas cosas extrañas que soy capaz de sentir. Me canso de ser tan... tan diferente y me gustaría llevar una vida normal, como todo el mundo.-

-Yo no quiero que seas normal. Me gustas tal como eres.-

-¿Sí? -le preguntó Kaoru levantando el rostro y mirándolo sorprendida.-

-Sí.-

Kenshin se sorprendió al darse cuenta de lo muy cierto que era aquello.

Kaoru sonrió trémulamente.

-Creo que eso es lo más dulce que nunca me han dicho.-

Nadie había acusado anteriormente a Kenshin Himura de ser dulce. No le resultaba muy alentador, pero le dio un suave beso en la frente.

Y luego otro en la adorable punta de la nariz. Y luego en ambos párpados, aún húmedos por las lágrimas. Y luego en las mejillas...

Debería haberse detenido allí. Realmente no había pretendido ponerse a consolarla como excusa para meterse con ella. Pero era Kaoru la que tenía los brazos alrededor de su cuello, ofreciéndole sus labios.

¿Qué podía hacer él sino besarla? De repente ya no estuvo seguro de a quién estaba consolando y de qué.

Con una decisión que la sorprendió, Kaoru le enterró los dedos en el espeso cuero cabelludo, haciendo que apretara la boca contra la suya. Él la besó con una gentileza de la que nunca le hubiera imaginado capaz, un cariño que la llegó al corazón.

Cuando su boca se hizo más insistente, Kaoru abrió los labios, dándole la bienvenida a su lengua para que jugara con la suya propia. El beso fue a la vez ardiente y mágico, llevándola al corazón del mundo de Kenshin, un mundo de soledad y dolorosas necesidades.

Necesidades que descubrió que no eran muy diferentes de las suyas propias. Abrazar y ser abrazada, tocar y ser tocada, amar y...

Sus labios se apartaron de mala gana, como si ambos necesitaran aire a la vez. Kenshin la miró y, por una vez, sus ojos estaban llenos de ansia, desnuda y vulnerable.

La volvió a besar, más fieramente esta vez, como si le ofreciera todo su deseo y Kaoru lo aceptó, lo hizo suyo. Kenshin le soltó la cola de caballo y su cabello cayó libre sobre los hombros, como una cortina de seda. Ella no pensó protestar, incluso cuando él la hizo tumbarse en la cama.

Entonces los dedos de él le encontraron un seno, acariciándoselo a través de la tela del vestido y Kaoru gimió suavemente, apretándose contra él, consciente de la evidencia de su excitación apretándose contra los vaqueros. Eso debía haberla alarmado, pero la hizo excitarse más todavía.

Se abrazaron, frotaron, acariciaron con un fervor increíble, como dos personas descubriéndose el uno al otro por primera vez. Y, de todas formas, todo le parecía conocido a Kaoru, como si siempre hubiera conocido el beso de ese hombre, su contacto, como si siempre hubiera estado esperando ese momento.

Kenshin le bajó los finos tirantes del vestido mientras la llamaba por su nombre como si lo reverenciara. Rozó sus labios contra la piel desnuda de sus hombros, haciendo que la recorrieran oleadas de calor. Luego le bajó más el vestido, desnudándole los senos. Se los abarcó con las manos, en los que encajaban perfectamente.

Y fue entonces cuando se abrieron las puertas del infierno. La cama empezó a agitarse con una violencia que parecía calculada para que les cayera encima toda la habitación.

-¿Qué...? -exclamó Kenshin alarmado.

Kaoru tragó saliva y sintió como si una hoja de acero helada se interpusiera entre ella y Kenshin, obligándola a soltarlo. La cama saltaba y giraba bajo ellos como una barquichuela en medio de una tormenta. Maldiciendo en voz baja, Kenshin saltó de la cama llevándosela a ella consigo. Apenas habían recuperado el equilibrio en el suelo cuando la librería de la pared entró en danza, literalmente, ya que fue como si se pusiera a bailar con un ritmo loco, el mismo que el de la cama.

-¡Kenshin! -gritó Kaoru advirtiéndole de que los libros empezaban a volar.

Pero ya era demasiado tarde. Un gran tomo le dio en la sien.

Él gruñó de dolor y se apartó de ella. Agitando los brazos logró apartar unos cuantos más que parecían ir dirigidos directamente a él con una puntería muy afinada.

Sólo cuando el último libro estuvo en el suelo paró todo aquel ajetreo. Kaoru se llevó las manos al corazón y respiró trémulamente. Había visto demostraciones del mal humor de Sakura con anterioridad, pero nunca dirigidas contra ella.

Kenshin bajó los brazos cuidadosamente. Gimió y se frotó la cabeza mientras miraba el voluminoso diccionario que le había dado.

-¡Maldita sea! No me extrañaría que pesara como un montón de ladrillos.

-¿Estás bien, Kenshin? -le preguntó ella.

-¡No! ¡No lo estoy! -dijo él mirando la librería y luego la cama-. Primero casi me rompo una pierna en las escaleras. Y ahora creo que tengo una conmoción cerebral. ¿Qué demonios pasa aquí?-

-Es... Sakura.-

La habitación se había quedado extrañamente tranquila, pero ella todavía podía sentir algo en el ambiente, el aura helada de la desaprobación.

-No estaba haciendo chistes de fantasmas. ¿Cuál es su problema esta vez?-

-No estoy segura, pero... pero no creo que le guste que ... hum, que me besaras.-

Kenshin levantó las cejas incrédulamente.

-¿Qué tiene que ver eso con ella?-

Kaoru deseó saber eso mismo, así que llamó en voz alta

-¡Sakura! Le has vuelto a hacer daño a Kenshin. ¿Por qué has hecho esto?-

«Alguien tiene que detener al señor Casanova y hacer que recobres el sentido común».

Kaoru se estremeció al oír la voz de Sakura, pero fue evidente por la expresión de Kenshin que él no había oído nada.

Un poco avergonzada, Kaoru le explicó:

-Al parecer, Sakura pensó que nos estábamos dejando ir demasiado lejos.-

-Pues sí -respondió Kenshin pasándose una mano por el cabello y palpándose el chichón-. No sé lo que me ha pasado. Lo siento, ángel. Pareces sacar lo peor de mí.-

-¿Lo peor? -dijo Kaoru haciendo un esfuerzo para sonreír-. Yo hubiera pensado que era lo mejor.-

Kenshin agitó la cabeza.

-Ponme con una mujer en un dormitorio y, al parecer, no se puede confiar en mí. Menos mal que Sakura...

Entonces levantó las manos, disgustado, y añadió:

-¿De qué estoy hablando? No hay ninguna Sakura.-

Kaoru lo miró desesperada. Después de todo aquel lío él no podía seguir negando la existencia de Sakura, ¿verdad? Tanto como no podía negar que lo que había sucedido entre ellos había sido algo extraño y maravilloso. Especial.

Pero aparentemente, podía, ya que se apartó de ella murmurando algo acerca de las hormonas disparadas. Se acercó a la librería y se puso a buscar alguna explicación lógica a lo que había sucedido.

Kaoru se sintió entonces decepcionada. Tal vez él tuviera razón y no había habido nada mágico en la forma en que se habían besado. Tal vez no fueran nada más que las hormonas.

Entonces, ¿por qué se seguía sintiendo tan agitada, como se había sentido la otra vez que la besó, pero más todavía?

Como la otra vez que la besó, el día anterior. Una sensación peculiar la invadió y se llevó la mano a la boca.

-Oh, no. No otra vez. Murmuró.-

Tal vez eran los ojos los que habría tenido que taparse. Trató de evitar mirar a Kenshin, pero le fue imposible.

De repente pareció volver a ser capaz de ver a través de sus ropas. Sólo que ahora no era sólo a través de su camiseta. Todo había desaparecido, salvo sus calcetines y unos calzoncillos de seda negros. Vio con toda claridad sus musculosas piernas, ancho pecho, con su vello que bajaba por su plano vientre hasta desaparecer por el elástico de esos calzoncillos escandalosos.

-Oh, oh... vaya -dijo Kaoru tragando saliva y ruborizándose-. Tú... tú tienes...

-¿Qué tengo? -le preguntó Kenshin extrañado.

-Tienes otra cicatriz. En tu muslo izquierdo.-

Kenshin se llevó la mano exactamente a ese punto y frunció el ceño.

-Maldita sea, Kaoru, no empieces de nuevo con eso. Ya tengo bastante por hoy.-

-No lo puedo evitar -gimió ella-. Lo puedo ver muy claramente. Esa cicatriz es de... de un accidente de coche. Ibas demasiado aprisa.-

De repente abrió los ojos sorprendida y añadió:

-¡Kenshin! ¡Tú habías robado ese coche!-

Kenshin frunció más el ceño.

-Sí. ¿Y qué? Era un chico muy malo. Demasiado malo para vivir y no lo suficiente como para morir y... ¡Demonios, Kaoru! ¿Qué eres? ¿Una especie de bruja o algo así? ¿Cómo sabes todo eso?-

Ella no se molestó en contestarle, tampoco habría servido de nada, seguiría sin creerla.

-Siento mucho dolor -continuó-. Pero no fue tan malo como la vez que tú... tú...

Entonces se acercó a él con la mano extendida y continuó:

-Como cuando te hiciste lo del hombro y la de la mejilla-

-Kaoru, no...-

Kenshin trató de evitarlo, pero las puntas de los dedos de ella se apoyaron en donde sabía que tenía la cicatriz y se estremeció de dolor, el dolor que él recordaba. Pero en vez de en su hombro, ella sintió como si el cuchillo le hubiera sido hundido en el corazón.

Kaoru se sintió palidecer.

-¡Cielos! ¡Cuándo te hicieron esto sólo eras un niño de doce años!-

-¡Déjalo! -exclamó él apartando la mano.

Un destello de temor la recorrió; no por la ira de Kenshin, sino por la nueva imagen que se estaba formando en su mente.

-Veo al hombre entre las sombras. Terrible, aterrador, pero no puedo ver su rostro a no ser que salga a la luz. Él...-

-¡Te he dicho que lo dejes, maldita sea!-

Kenshin la agarró fuertemente por los hombros. La terrible imagen se esfumó dejando en su lugar el rostro del detective, enfadado. Y reflejando otra emoción. ¿Podría ser... miedo?

-Mira, Kaoru, no sé cómo puedes... o, ni siquiera si tú... Quiero decir... creo... Ya no sé lo que pensar. Pero si por alguna remota posibilidad realmente tuvieras poderes, quiero dejar muy clara una cosa. ¡Mantente apartada de mi cabeza, maldita sea!-

-No quiero estar en tu cabeza -dijo ella tratando de soltarse-. Es más tu culpa que mía.-

-¿Mi culpa? -preguntó él aflojando su agarre.

-Sí. Nunca he tenido unas visiones tan detalladas y claras con nadie más. Pero cada vez que me besas tan apasionadamente, soy capaz de ver más de ti. Esta vez he llegado hasta tus calzoncillos negros de seda.-

-Para tu información, señorita parapsicóloga, no llevo ropa interior de seda. Ni siquiera tengo de eso, salvo unos calzoncillos que mi ex esposa insistió en regalarme y esos están en el fondo de un armario. Nunca me los pongo, salvo los días en que me quedo sin ropa limpia, como...-

Kenshin se interrumpió y puso cara de horror.

-Como esta mañana -continuó mirando espantado a Kaoru.

Las manos cayeron de los hombros de ella y luego se pasó una por la frente como si estuviera comprobando que no tenía fiebre.

-Esto... esto es una locura.-

-No, no lo es -insistió ella-. Es la forma en que me besas. Parece que ha abierto una especie de canal entre nosotros.-

-Entonces, cambia de emisora.-

-Entonces, deja de besarme.-

-¡Encantado!-

Pero aún entonces Kaoru podía sentir las corrientes que había entre ellos. La atracción que existía entre ellos, quisieran o no.

Se preguntó si Kenshin lo sentiría también. No lo podía decir. Lo único que sabía era que él había apartado la mirada y había retrocedido diciendo.

-Me voy de aquí.-

-¿Vas a dejar el caso?-

-No, es sólo que tengo que salir de este lugar. Tengo que apartarme de...-

No terminó la frase, pero no fue necesario. Kaoru sabía perfectamente que se refería a ella. Parecía como si, después de todo, Kenshin prefiriera que fuera un poco más normal.

Ese pensamiento la dolió más de lo que quisiera admitir. Escondió el dolor detrás de una máscara de orgullo y vio como el hombre cerraba el joyero de Sakura y se lo metía bajo el brazo.

-¿Qué vas a hacer? -le preguntó.

-Aquello para lo que me has contratado. Encontrar a Kai Homura. Utilizando métodos reales y sólidos de detective. La clase de cosas que puedo comprender. Evidencias.-

Luego se dirigió a la puerta y añadió:

-¿Vienes?-

Kaoru agitó la cabeza como atontada.

-Creo que me quedaré un poco más aquí y veré si puedo encontrar algo más.-ç

-¿Y cómo piensas volver a la ciudad?-

-Supongo que siempre podré usar mi escoba voladora -dijo ella amargamente- O, si no, por aquí pasa un autobús.-

Kenshin pareció dispuesto a discutir, pero por fin se encogió de hombros y dijo:

-Muy bien, como quieras. Ya me pondré en contacto contigo si descubro algo.-

Cuando Kenshin salió por la puerta, Kaoru se preguntó si lo haría. Tenía la sensación de que él preferiría meter la cabeza en un cepo para osos antes que volver por allí a verla. Se quedó oyendo sus pasos alejándose hasta que, por fin, la puerta de entrada se cerró con un portazo, dejando el lugar y a ella, en un silencio total.

Fin Capitulo 5

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Hola! ¿Cómo va, nuevo capitulo.. ¿Qué les pareció?.. por fin apareció Sakura! Pero en el peor momento.. ¬¬ jeje y ¿Kenshin? Se fue enojado parece… pero como digo yo... los hombres siempre vuelven… jaja. Bueno parece que va tomando color la cosa con respecto a Kai Homura.. al menos ya se sabe quien fue y se conoció mas o menos un poco de su mamá..¿Y Kaoru? ¿Que va hacer ahora?.. en sí el fic no es muy largo.. yo creo que va a tener entre 11 o 12 capítulos, mas no.. En realidad, no quiero estirar mucho la historia y después terminar estropeándola… pero bueno, ya veremos.. jeje n.n

Muchas gracias por sus rewiews.. como siempre.. me alienta a seguir escribiendo y a actualizar mas pronto.., yo, como ustedes, también leo mucho los fics que se publican y sufro cuando no actualizan!.. después, cuando suben el capitulo nuevo, ya me había olvidado de lo que había pasado en el anterior.. jeje (bueno ya, solo me pasa a mi ¬¬.. ) pero bueno.. cuando tengo tiempo libre, lo aprovecho, así no hago esperar… ;)

Espero opiniones, criticas o lo que fuese.. nos vemos en el siguiente capitulo..!

Saludotes, sayonara!

Kitaniaryu

Adelanto siguiente capitulo:

-Tal vez ella sea realmente una especie de bruja, Yahiko. Tal vez me haya hechizado.-

-Su lealtad a la familia es enternecedora, señorita Kamiya, pero no puede seguir así. Estamos atrayendo aquí una clase de turismo mejor, de la clase que no quiere libros raros y baratijas así. Y, francamente, los echadores de cartas pertenecen a los carnavales y verbenas, no a este vecindario. Nadie la culparía si quisiera vender la tienda y buscar un trabajo decente. Siempre he estado dispuesta a hacerle una muy buena oferta...-

-Toma, tu invitación al baile, Cenicienta.-

-¿Incómodo? -respondió él riéndose nerviosamente-. Mujer, me tienes completamente amedrentado-

-He dicho que te llevaré yo-

P.D:. Dejen rewiews! xD