Dirigiéndose hacia los dormitorios se volvieron a encontrar con la mujer rubia de antes. Parecía ser que había encontrado alojamiento en los dormitorios, con esa sonrisa tan dulce, era de esperarse.
"Hola de nuevo, chicos. Gracias por la sugerencia de venir a ver si ya se habían desocupado cuartos en los dormitorios."
"De nada." Corearon los adolecentes.
"Perdón la pregunta, ¿pero cómo es que se llama?" Desde hacía rato que a Asuka la cara de aquella mujer le parecía familiar, pero no la podía ubicar.
"Ah, discúlpenme ustedes a mí, me llamo Rebecca Hopkins y soy duelista." Les extendió la mano para saludarlos.
"Rebecca Hopkins, ¡¿la pretendiente de Yugi-san?!" Exclamo Rei. Cuando habían presentado formalmente a Rei y les habían contado al historia de cómo había entrado Rei a sus vidas, alguien, parece ser que fue Jounouchi, comento algo sobre una "Rebecca" que era la pretendiente de Yugi.
Rebecca sonrió, "Si, la misma que viste y calza, ¿pero ustedes como saben esa historia?"
Judai fue el que contesto. "Yugi y sus amigos se están quedando con nosotros en el dormitorio rojo."
La sonrisa de aquella mujer cambio, ya no era la sonrisa cálida que dominaba al mundo, ahora era la sonrisa picara de alguien que se acuerda de su primer amor.
"Ah, no me imagine que sería tan fácil encontrármelo. Si no es mucha molestia, ¿me podrían decir cómo llegar hasta los dormitorios rojos? Tengo muchos años sin verlo, y la verdad me gustaría saludarlo."
"Si por supuesto." Judai le dio las direcciones de cómo llegar a los dormitorios rojos, mientras ellos siguieron su camino hasta la recamara de Fubuki.
"Creo que todavía le gusta Yugi-san." Dijo Rei con una pequeña risa.
"Creo que tienes razón." Contesto Asuka.
Rebecca iba tarareando una canción; se sentía como una adolescente que iba al encuentro con su novio. Se rio ella sola.
'Ya no eres una chiquilla. Ya tienes 22 años, ¡Rebecca Hopkins!' Se iba mentalmente regañando, pero no podía negar que le causaba emoción volver a ver a quien fue su primer amor. A lo mejor y esta vez sí seria correspondida. Entendía que en aquel entonces, sus doce años eran muy jóvenes para los 16 de Yugi, pero ahora los dos eran adultos, y cuatro años ya no eran tantos.
Después de todo lo sucedido entre Bakura y los demás, y después de haber dejado a Anzu sola afuera, el que quería salir a tomar algo de aire era Yugi. Ya se había hecho a la idea de que Anzu jamás seria de él y que los años se le estaban pasando por enfrente sin que el hiciera nada por querer vivirlos. Le hubiera gustado poder compartir todos sus años con su amiga de la infancia a la que siempre, como un cliché, amo, pero esa amiga siempre desprecio ese amor, y ya se había cansado. No viviría ese amor, tal vez su más grande amor, pero no estaba dispuesto a no vivirlo nunca, cuando saliera de Duel Academy sería otro, y estaría abierto a la posibilidad de que había muchas mujeres en el mundo y que por lo menos una de ellas si lo querría como hombre. Anzu entro, entonces él vio su oportunidad de salir. Anzu siempre sería su amiga, y el siempre seria su amigo, pero ya era hora de que ella dejara de ser la persona más importante en su vida. Ella siempre se aprovecho de su gran amor, y por eso no se daba cuenta de lo hiriente que era cada vez que le decía que solo eran amigos. El era peor que un perro, a un perro por lo menos tenía en cuenta sus sentimientos, pero Anzu nunca tomo en cuenta los sentimientos de Yugi, por ser su amigo, el se tenía que callar sus verdaderos sentimientos, y cuando por fin se los dijo de frente, sin rodeos, ella lo corto tajantemente.
'No puedo.' Dijo, y en aquel entonces él no sabía ¿Por qué? Ella había dijo que él era tan bueno, pero que no podía, y ahora descubrió que era a causa de su inmenso romanticismo estúpido que la ligaba a un fantasma.
"Pues que se quede con sus fantasmas." Dijo fríamente a la obscuridad. Desde que Anzu le había roto el corazón, no se había dado la oportunidad de reflejar en todo el coraje, y dolor que estaba sintiendo. Había puesto un frente de normalidad, por Jounouchi, que estaba pasando por su propia pesadilla, por Anzu, porque el amor no se acaba así porque si, y por él, porque no quería flaquear frente a la mujer que lo había humillado. No quería su lastima, y él sabía que si hubiese tratado de poner algo de tierra de por medio ella no lo hubiera dejado. Hubiera querido mantenerse a su lado hasta que 'pasara la tormenta' aunque a ella fuera la última persona que quisiera ver.
"¡Quédate con tus fantasmas!" Lanzo una piedra hacia el vacio de la obscuridad.
"¡Ouch!" Una voz de mujer hizo un reclamo. La pequeña piedra que había aventado le había dado en la frente a una mujer. La mujer misterio salió de la obscuridad.
"¿Así es como saludas a tus amigos ahora?" Dijo la chica con una sonrisa mientras se masajeaba la frente.
" ¿Re—Rebecca? ¿Rebecca Hopkins?" No podía creer que estaba viendo a alguien de la que no sabía nada desde hace diez años.
"Sí, soy Rebecca, Rebecca Hopkins." Se acerco más a él, pero se detuvo antes de llegar muy cerca.
"Wow, sí que has crecido." No era exactamente lo que quiso decir, pero asi le salieron las palabras. Ahí había estado, pensando en el pasado, y en el futuro, en el amor que nunca iba ser, y en la posibilidad de encontrar un nuevo amor, cuando se aparece la única persona que abiertamente le había declarado su amor.
"No pensarías que me iba a quedar una niña de doce años toda la vida, ¿verdad?" Le contesto ella, sonriendo.
Si que había cambiado. Ya no era la niñita engreída que había conocido hacía ya diez años, ahora era toda una joven que parecía ya había madurado y aprendido humildad.
"¿Me puedo sentar?"
"Ah, sí por favor."
"¿Y qué haces aquí tan solo y aventando piedritas a la obscuridad?"
"Estaba tratando de sanar un corazón que ha sido humillado tantas veces que por fin se dio por vencido y fue destrozado."
"Ah…."
"Disculpa, nos acabamos de reencontrar, y yo aquí platicándote mis penas."
"No te preocupes por eso, no es como que todavía sigo enamorada de ti. Eso solo fue un amor de pre-adolescente."
Por alguna razón, esas palabras lo hicieron sentir mal. Seria porque estaba dolido, pero quería sentirse querido, aunque eso fuera injusto para Rebecca. El nunca correspondió a su amor de niña, una, porque era una niña y dos porque él no tenía ojos más que para Anzu.
"Y a ver, cuéntame, ¿quien tuvo la desdicha de romperte el corazón?"
"¿Quien más va ser? Anzu."
