¿Por qué, Syb, por qué? Shizune siempre ha sido una de mis kunoichis favoritas, ni siquiera pregunten el porqué, ni yo lo sé. Cuando la vi, caí rendida a sus pies. Es tierna, de bajo perfil, médico talentosa, la shipeé demasiado con Kabuto por el simple hecho de que pelearon juntos (suficiente evidencia para una ficker random como yo xD). Luego, cuando apareció formando equipo con Genma, Raidō e Iwashi, los curó y salvó el día..., mi corazón comenzó a shipearla con Genma. Pasaron los años y ella apareció hablando con Inoichi, ¡bum! Una nueva pareja que ya tiene un fic. Yamato habló con ella, estuvo de misión con ella. OTRA PAREJA. En fin, un día dije: «¿Y porqué no hay un ShizunexTodos?». Aquí está ese fic.
Syb, ¿y el OoC de Shizune? No habrá, no se preocupen, siempre he pensado que Shizune es pura y casta. El omake en donde aparece quejándose con Kurenai porque no conoció hombres decentes a lo largo de su viaje que, ¿aló?, inició cuando era una niña. Para mí fue un «sigo virgen».
Glosario de Personajes: Genma es el examinador de los exámenes chunin que reemplazó a Hayate, usa una aguja en la boca y luego es compañero de Shizune, Raido e Iwashi. Raido es el guardaespaldas con la cara quemada de Sandaime, usa dos anillos en una mano (ni idea la relevancia, solo me gusta ese detalle), posteriormente formó parte de un equipo con Ino y Choji en el rescate de Asuma, pelea con una espada y capa negra, oculto entre los cuervos de Aoba. Iwashi es el chunin que los acompaña, tiene una barbita de chivo e inconscientemente quiere ir a «darles caza» a los Cuatro del Sonido como si él pudiera hacer algo. Tonbo es un tipo que sale al principio y tiene toda la cara vendada (¿cómo ve?), posteriormente sale ayudando a Inoichi, el padre de Ino, cuando están buscando entre los recuerdos de un cuerpo.
Advertencia: Este fic contendrá escenas lemon.
La Reina de los Fracasados.
Por Sybilla.
Capítulo fracasado I:
Tatami Iwashi.
—¡Es hora de levantarse! —gritó Shizune, apretando el nudo del delantal firmemente a su cintura. Todas las mañanas era iguales y parecía que solo Tonton obedecía. El pequeño cerdito ya estaba comiéndose su ración de frutas frescas en la mesa, a un lado del desayuno que todavía esperaba ser comido. La morena frunció la boca y volvió a gritar, esta vez asomándose ligeramente en la habitación, pero, como respuesta, solo recibió un quejido perezoso—. ¡Es hora de trabajar!
—Dame un descanso.
—El trabajo espera —resolvió ella al instante, no quería mostrarse dudosa, pero cuanto más trataba de engañarse a sí misma, no podía engañar a nadie más.
Solía jugar con sus dedos cuando estaba nerviosa y ese momento no era la excepción. Abrió la boca para decir lo que le había estado molestando desde la charla que había tenido con Kurenai, cuando la lucidez la atacó en un estado de ebriedad evidente, pero las palabras se le quedaron atascadas en la garganta. Todo era más fácil cuando lo pensaba.
—Hay algo que debo decirle.
—¿Qué? —respondió su mentora, sentándose en la cama con un camisón de seda que parecía estar a punto de estallar. Shizune sonrió nerviosa, era el momento, al fin había llegado. Jugó con sus dedos y ellos, a su vez, jugaron con los flecos del delantal—. ¿Es por el sofá que estás usando para dormir? Ya le he dicho a Izumo que te traiga uno mejor.
—El sofá está bien, de hecho..., yo también hablé con él.
—¿Cuál es el problema entonces? Ya lo sabe.
—Postulé a un apartamento. —Tsunade gruñó desde la cama y la morena retrocedió unos pasos, sabía que era un tema sensible.
Muchos años habían pasado ya desde que viajaban juntas, y solo Shizune sabía cuánto tiempo tuvo que pasar para que la aceptara junto a ella, puesto que a Tsunade no le gustaban los cambios y este era uno. Levantarse sin los gritos de la sobrina de su novio muerto, sin tener las comodidades que ella le brindaba..., siempre podía decirle a Izumo y Kotetsu que le trajeran el desayuno, pero no sería lo mismo.
—Me notificaron esta mañana —dijo ella mientras que del delantal sacaba una pequeña carta—, me lo dieron.
—¿Qué pasará con Tonton?
—Pensaba en que yo podría la tuición durante los días de semana, usted los fines de semana.
—¿Y dónde dormirá Tonton durante la semana?
—Será un apartamento en el Complejo de Veteranos. Está en el último piso, tiene una gran vista. Tiene una cama... —murmuró Shizune, no sabiendo qué otros detalles resaltar.
No era que le molestara dormir en el sofá, siempre se dijo que sería temporal, pero ya llevaba meses en eso. Cuidar a su mentora era un privilegio, no quería que eso lo dudaran, pero debía tener sus propias cosas. El dinero que ganaba estaba acumulándose en sus bolsillos y no sabía en qué gastarlo si no tenía ni siquiera un dormitorio en el cual caer rendida. Era algo que debía hacerse.
—¿Complejo de Veteranos? —rió la rubia, por fin se levantó y caminó hasta el baño—. ¿Por qué ese lugar? No es más que un edificio viejo lleno de uniformados fracasados y sin familia.
—Es un comienzo —se defendió.
Tsunade la veía a través del espejo del baño con una sonrisa.
—No me mientas —soltó como si estuviera ladrando—. Quieres ir y elegir a un hombre para llevártelo a tu lindo apartamento, no te costará mucho. Esos fracasados no han visto a una mujer en años.
—No diga esas cosas, solo quiero un lugar para mí.
—No me mientas, Shizune —reiteró—. Te conozco, ahora que tienes treinta y uno, comenzaste a preocuparte.
—Si me disculpa —dijo la morena—, tengo un turno en el hospital y no quiero llegar tarde.
—Está bien, Shizune. Te diré esto solo una vez: no te quedes con el primer hombre con el que te diviertas, no querrás quedarte con el mismo pene por el resto de tu vida.
—¡Adiós! —Sin importar la edad que tuviese, los consejos de su mentora hacían que se sonrojara al rojo vivo.
—No estoy buscando un hombre —le dijo al cerdito que caminaba junto a ella.
Se detuvieron frente a la vitrina de una florería que habían visto cuadra y media atrás, las flores veraniegas la llamaban a gritos ya que, como su mentora le había dicho, donde viviría era un edificio viejo, feo y donde reinaba la masculinidad. Una flor dentro del apartamento sería su sello, además olían demasiado bien. Tonton pareció aprobar los pensamientos de la morena de adquirir unas cuantas. Cuando estuvieran marchitas se las comería. Sin embargo, todavía no estaba zanjado el tema del horrible hombre que iría a rescatarla de la soltería.
La miró cruelmente.
—No es que no quiera llegar a casa y tener compañía. Estar en pareja debe ser bonito —suspiró y admiró las flores que estaban dentro de la tienda, las que eran demasiado delicadas para estar a la intemperie.
Inoichi captó su atención, el rubio estaba trasplantando unas orquídeas de un macetero de plástico a uno de cerámica. Tenía amplios hombros, gran pecho y buen porte.
Tsunade no pudo ser más oportuna y apareció en su mente: «no te quedes con el primer hombre con el que te diviertas, no querrás quedarte con el mismo pene por el resto de tu vida».
Vio su reflejo en la vitrina y se vio a sí misma junto a Inoichi en alguna labor marital. El hombre había estado casado por un tiempo corto y sido padre soltero, era un buen partido. Ella soltera, él soltero, ¿qué había de malo? Su reflejo enrojeció y volvió a la realidad. Debía irse de allí y ver su apartamento nuevo. ¿Ella e Inoichi? Estaba loca, un hombre como él no se fijaría en una mujer como ella, además, era estúpido imaginarse a sí misma casada con el primer espécimen que aparecía. Su mentora tenía razón.
—Vámonos, Tonton.
—¡Señorita Shizune! —exclamó Ino apareciendo desde el interior de la tienda, llevaba su delantal puesto y la morena se recriminó a sí misma por no haberla notado antes, quizás la Yamanaka la había pescado admirando a su padre con esos ojos de cazadora de esposos novata—. ¿Quiere entrar? Mi papá y yo estamos organizando los capullos que acaban de llegar.
—Está bien, Ino, debo irme. Tengo un apartamento nuevo que debo ir a arreglar.
—Insisto. Los apartamentos se vuelven acogedores con las flores.
Ino estaba agradecida sin duda, por eso estaba empecinada en hacer algo por ella. Nadie más que Shizune le había tenido tanta paciencia a la hora de perfeccionar el manejo del control de chakra. Por semanas se había refugiado en la morena en los turnos de hospital en donde se desempeñaba como una enfermera voluntaria mientras practicaba el ninjutsu. Era el momento de la rubia de tenderle la mano a Shizune.
—Entremos —le dijo.
—Sí. —La siguió tragando saliva espesa, Inoichi era mentalista y fácilmente podría adivinar lo que había estado pensando. Pasaron a su lado, pero aparentemente estaba muy concentrado con su orquídea que no las notó. Shizune estaba aliviada y decepcionada a la vez.
—¡Este! —Indicó Ino y se lo entregó, era un ramo primaveral de flores con las que no estaba familiarizada. Lo imaginó en la mesa que tendría en el apartamento y se sonrió a sí misma, Ino tenía razón, el ramo sí haría que fuese más acogedor. Buscó en sus bolsillos un poco de cambio, pero la rubia se escandalizó—. No, por favor. Ha sido tan gentil conmigo que quiero regalárselo.
—No sé qué decir, Ino. —Tonton gruñó contento.
—Acéptalo, Shizune. —La morena se petrificó—. Mi hija me ha dicho todo lo que has hecho por ella.
Shizune sonrió y tímidamente se despidió con un gesto para caminar hasta su apartamento donde Izumo la esperaba con las llaves. Salió junto al cerdito y las flores de la tienda con una sonrisa en los labios, ser gentil con todas las personas era algo que no le había enseñado su mentora y le estaba resultando.
La puerta de la tienda volvió a abrirse detrás de ella.
—Déjame acompañarte.
Un sonrojo se apoderó de sus mejillas al verlo aproximarse.
—Estoy a dos cuadras de mi apartamento —resolvió cuando Inoichi se paró junto a ella. Tonton no lo aprobaba.
—¿Complejo de Veteranos? —Ella asintió—. No te imaginaba en ese lugar.
«No es más que un edificio viejo lleno de uniformados fracasados y sin familia.»
—No necesitaba mucho espacio, además Izumo fue gentil de darme uno de los apartamentos desocupados de un día para otro.
—Viví un tiempo allí antes de casarme. Gran lugar para ser soltero —«y fracasado» completaba la mente atormentada de la morena—. En fin, había algo que quería pedirte. —Shizune se concentró en la sombra que proyectaba el fornido hombre maduro y en lo pequeña que ella parecía junto a él—. Se trata de Ino.
—Dime. —Trató de parecer seria, pero sus dedos jugaban decepcionados en su regazo.
—Eres médico, Shizune, más que nadie debes saber lo que está pasando ahora mi abejita.
Izumo la esperaba con una sonrisa a las afueras del Complejo de Veteranos. Las llaves resplandecían en su mano derecha mientras que la otra reposaba perezosa en su bolsillo. Shizune apuró el paso con las flores y Tonton, Inoichi se había ido raudo a la florería al momento de decirle sus intenciones.
«Una tontería», pensaba la morena. No había nada nuevo que podría enseñarle a su hija. Es más, Ino debería enseñarle unas cosas. Frunció la boca con algo de enfado que no pasó desapercibido para el uniformado administrativo.
—¿Pasa algo malo?
—Nada, cosas que suceden en el hospital.
Shizune comenzó a subir las escaleras, Izumo no quedó contento con la explicación de la señorita. Había visto a Inoichi despedirse de ella rígidamente. Percibía cierta tensión sexual. Miró al cerdito que tenía sus ojos sobre él y pudo jurar que estaba enfadado. Era como si Tonton le indicara que debía dejar de pensar tonterías y seguir a su amada humada. La alcanzó en el segundo piso con la criatura rosada casi masticándole los tobillos.
—Está en el último piso, señorita Shizune, espero que no le moleste subir seis pisos todos los días.
—La vista lo vale, ¿verdad? —indicó optimista y se echó a andar escaleras arriba.
Izumo se mantuvo callado, ver tejados de otros edificios no era una vista muy alentadora, y si se intentaba ver más allá se topaba con el macizo amarillo de la muralla que delimitaba la aldea. Se reprendió a sí mismo por no dar muchos detalles simplemente porque nadie quería ese apartamento. Emprendió el camino tortuoso hacia arriba, saludó con un gesto a Genma y a Raidō que salían de sus respectivos apartamentos en el segundo piso y se mortificó por la decepción que la morena se llevaría. Debió decirle a Kotetsu que atendiera este caso.
Cuando por fin llegaron y el uniformado abrió la puerta, las palabras se le atascaron a la morena en la garganta. Izumo pensó en que sería un día de fracaso inmobiliario. Sin embargo, comenzó a decir el discurso que varias veces ya había repetido.
—Es el último apartamento del edificio. Más grande que el resto, eso debe compensar un poco su ubicación. Se sanitizó este año por lo que no deberías preocuparte de las plagas, solo las palomas. Te aconsejo que te compres un gato... —dijo Izumo dudando de la reacción del compañero porcino de la asistente podría ser favorable—. Las cortinas llevan acá un tiempo por lo que deberías cambiarlas... Mira, por aquí está el dormitorio, hice que Kotetsu cambiara la cama. —Shizune siguió al chunin con una sonrisa, por muy horribles que fueran las condiciones para él, para ella no había nada que un poco de trabajo no podía arreglar—. Tus compañeros de piso serán Tobitake Tonbo y Umino Iruka, aún quedan dos puestos vacantes. Tatami Iwashi estuvo acá pero ya fue promovido al quinto piso.
—¿Promovido dices? —Shizune sintió que había algo que estaba ocultándole. El edificio era lindo, la vista también, pero algo en el discurso de Izumo hacía parecer que todos luchaban por huir del lugar avanzando piso a piso hasta la salida.
—Sí... —indicó él—. Existe esta estúpida regla. No te preocupes, esto se aplica a los hombres solteros —«y fracasados.»—, que viven aquí. Cuando uno se va, porque forma familia o se casa o se muere, uno del piso de arriba lo ocupa. Normalmente toma años llegar al primer piso. Morino Ibiki está hace años en el apartamento uno y al parecer no quiere irse.
—Entiendo —respondió ella e Izumo se vio satisfecho—. Lo tomo, ¿cuándo puedo mudarme?
—Puede ser ahora.
El uniformado se fue cerrando la puerta con un peso menos sobre los hombros, acomodar apartamentos para sus compañeros era un trabajo pesado.
Shizune suspiró esperanzada con el silencio que se hizo de pronto, Tonton hizo lo mismo.
La primera noche que pasó en su apartamento fue tan fría que estuvo a punto de volver al sofá en la casa Hokage. Imaginaba que su mentora esperaba que ocurriera eso ya que deliberadamente le habría ordenado a Izumo eliminar la calefacción para asegurarse. Se duchó con un chorro pequeño de agua fría y corrió desnuda por el apartamento sin cortinas al dejar la maleta en el recibidor por miedo a las alimañas que podrían morar los recónditos oscuros. Lo único que la animaba ese nuevo día eran las flores veraniegas que adornaban la mesa.
El desayuno consistió en frutas picadas para ella y Tonton y comieron en silencio mientras salía vaho por sus narices.
Alguien tocó la puerta y Shizune se animó, alguien iría a recibirla en el edificio. Al abrir la puerta el uniformado de cara vendada Tonbo apareció en el lugar. La morena solo sabía que trabajaba en Inteligencia y pocas veces lo había visto en su vida.
—Buenos días, señorita, ¿está Iwashi?
—No que yo sepa —indicó ella con una sonrisa y vio a Tonton gruñir en la mesa tan confundido como ella.
Al parecer, el hombre no sabía quién era ella. Tonbo sonrió y se dio la libertad de mirar más allá, para identificar a quién le hacía gestos la médica. Sorpresa fue lo que sintió cuando vio en la mesa a un cerdito con vestimenta, sobre una silla con varios libros gruesos de medicina apilados para estar al nivel de la mesa, y a un lado del puesto de la humana. La extraña visión terminaba con un femenino arreglo floral. No, Iwashi ya no debía vivir allí..., no lo veía capaz de salir con una mujer como esa. Es más, solo salía con civiles fácilmente impresionables que de ninguna forma podrían llegar a vivir en el edificio.
—¿Iwashi ya no vive aquí?
—No, ahora yo vivo aquí —dijo lo obvio.
Tonbo se sintió intranquilo y decidió presentarse como era debido.
—Soy Tobitake Tonbo, mucho gusto. ¿Eres nueva en la aldea?
—Soy Shizune, asisto a la Hokage y soy médica al igual que ella.
—¿Médica? Eso es fantástico. Estoy cansado de vivir rodeado de maestros de la Academia, no pueden trasnochar y tampoco puedes trasnochar sin molestarlos. Además, no puedes sacarles provecho de nada, sin ofender a Iruka... Trabajo en Inteligencia por si quieres espiar a alguien —indicó esto último entre susurros como si fuese un ilícito.
Tonton no lo aprobó y gruñó despectivo.
—Supongo que si necesitas asistencia médica, aquí estaré. —Shizune solo había dicho para cumplir, no quería sanar heridas hechas de forma turbia. Tonbo asintió contento y se fue—. Eso fue demasiado para mí..., pero no me desanimaré, no. Viviré aquí cueste lo que cueste.
—Bien dicho, vecina —replicó el uniformado vendado desde el otro lado de la pared.
Shizune puso mala cara, además de frío, el apartamento tenía las paredes tan delgadas como un papel.
—Vámonos, Tonton, tenemos un horario que debemos seguir. —El cerdito asintió y se bajó de un salto la pila de libros.
Salieron en silencio para no atraer a más vecinos extraños del piso seis, aunque Iruka no era para nada extraño. Quedarse en el último piso para él solo debía significar que ya se había establecido allí y que no le importaban las estúpidas reglas impuestas por neandertales con altos niveles de testosterona. Sería agradable para ella tenerlo como un vecino permanente. Bajó rauda las escaleras, conteniendo la curiosidad de ver quién se escondía detrás de cada puerta y teniendo la esperanza de que alguno de los inquilinos apareciera en los pasillos para ayudarla. Esto ocurrió en el primer piso, a un lado del correo.
—Genma, buenos días —dijo ella y lo sacó de su ensimismamiento para dejarlo aturdido al verla allí, bajando sonriente las escaleras mugrosas y masculinas del edificio. Dejó las notificaciones a un lado y se dedicó a observarla guardando sus manos en los bolsillos y sintiendo cómo las gotas de su cabello mojado humedecían su chaqueta del uniforme. Shizune quedó muda ante tal visión, simplemente era un hombre hermoso y fuera de su alcance.
—Shizune, qué sorpresa verte por aquí.
—Estaba preguntándome... —comenzó ella sintiéndose cohibida al tenerlo en frente, él sonrió cuando ella se acomodó el pelo detrás de una oreja en un evidente gesto de coquetería tímida—. ¿Con quién puedo hablar para arreglar la calefacción?
—Izumo, todo pasa por él —respondió con una sonrisa. Shizune asintió, una cosa era estar con él en una misión y otra muy distinta era ser su vecina. Hablar con él de una cotidianidad como la calefacción luego de que Tsunade le abriera la cabeza y arrojara dentro de su mente una idea: «Quieres ir y elegir a un hombre para llevártelo a tu lindo apartamento, no te costará mucho. Esos fracasados no han visto a una mujer en años.» Pero Genma no era un fracasado, él vivía en el piso dos—. ¿Qué apartamento te dio problemas?
—El 60. —Genma frunció la boca, más aturdido que nunca.
El pequeño Iwashi había conseguido novia en el equipo que habían formado con ella, Raidō y él. Seguramente había empezado la atracción cuando él y Raidō fueron a emboscar a los cuatro del Sonido sin éxito. Se sintió extrañamente arrepentido de todos esos consejos que le había dado al pequeño chunin en la taberna, el sello Shiranui había sido robado y se creyó suplantado.
—¿Pasaste la noche con Iwashi?
—¿Qué? —La figura de Tonbo apareció en su cabeza, debía ser un error usual pensar que el chunin con la barba puntiaguda seguía viviendo en su apartamento—. No, ahora yo vivo ahí, él se mudó.
—Es un alivio oírlo... Veré a Izumo ahora, debe encargarse de mis cañerías, aparentemente cada vez que tomo una ducha, el apartamento de Ibiki también lo hace. —Él sonrió con su boca torcida y ella sintió que se evaporaba. Tonton no sabía si aprobarlo—. Yo le diré que necesitas que te arregle la calefacción.
—Gracias, Genma. —A Shizune le encantada decir su nombre.
—De nada —resolvió galante—. ¿Cuándo te enlistarás en misiones? Se te extraña en el equipo.
Shizune terminó por derretirse por el cumplido y Tonton presionó su nariz contra su pierna para que entrara en razón. Llegarían tarde al hospital, luego a la Torre y a la vida. La morena se despidió del maravilloso hombre y se fue. Durante todo el turno no dejó de pensar en sus ojos castaños, su cabello sedoso y esa voz aterciopelada.
—Aquí está el reporte de hoy, el inventario y su té —indicó eficientemente la asistente. Sonreía demasiado para ser otro aburrido día en la oficina. Para Tsunade el que el almuerzo haya sido servido por Kotetsu había sido desagradable, él no sabía que odiaba que pusieran hígado en sus platos, si Shizune había aprendido eso luego de pasar años de estar junto a ella, Kotetsu jamás aprendería a tiempo. La rubia acariciaba al cerdito sentada en su silla y miraba a la morena como si todos sus problemas fueran su culpa. ¿Hígado? Qué asco—. Mire, debía irme, no podía seguir durmiendo en el sofá.
—Dime, Shizune, ¿quién es Tatami Iwashi? No imaginaba que tu búsqueda fuese viento en popa tan pronto.
—¿También usted? Podría preguntar, si no le molesta, ¿quién le dijo eso?
—Tiene veintitrés..., es más alto que tú, eso debe compensarlo, supongo —indicó su mentora, leyendo la ficha del antiguo inquilino del departamento de la discordia—. Mira, trabajó con Anko un tiempo en Vigilancia y... ¡oh! Estuvo en la misión en la que asististe a Raidō y a Genma en la emboscada del Sonido. No me dijiste que sostenías una relación con este pequeño chunin desde hace tiempo.
—¡Él vivía en mi apartamento antes que yo! Pero por alguna razón nadie parece saberlo. No, no tengo ningún tipo de relación con él y no lo veo desde aquella misión —explicó alzando la voz más de una vez. Tonton la miró preocupado.
Tsunade se vio satisfecha con la respuesta, pero no menos ofendida. Dejó la ficha sobre el escritorio y volvió a volcar su atención a Tonton, quien se acomodaba dando círculos para dormir nuevamente en su regazo.
—¿Quiénes son tus vecinos?
—Iruka y Tonbo, los otros dos apartamentos están desocupados.
—Así que será Iruka. —Shizune no entendió, pero no estaba segura si quería llegar a hacerlo. Tsunade sonrió de lado y el cerdito temió lo que podría estar tramando, así que saltó y se fue a un rincón de la oficina—. Se sienta a mi lado cuando asignamos misiones, tiene una molesta manía... Tiende a acomodarse la chaqueta todo el tiempo y a disculparse por todo. Si puedes aguantar eso y que sea un chunin, adelante.
—No hable así, no tiene nada malo ser chunin. Es un gran maestro de la Academia y odia trasnochar, será un gran vecino.
—Te gusta —concluyó Tsunade y la miró molesta. Shizune nunca lo reconocería a menos que se lo sacara a la fuerza.
—No me gusta —replicó la morena, cansada de todo el asunto del hombre que la salvaría de la soltería—. Puede quedárselo si quiere.
—No lo quiero. Quédatelo.
—Muy tarde, es suyo —dijo la asistente, tomando la bandeja en la que sirvió el té y un montón de papeles que debía revisar antes de que la rubia perezosa los firmara, para luego caminar hasta la salida con la espalda recta—. Y me ausentaré esta tarde, debo comprar nuevos muebles. Kotetsu se encargará desde ahora. Volveré por Tonton más tarde.
—¡Shizune! —Gritó la jefa como una desquiciada y ella se apresuró a cerrar la puerta para ahogar la potencia de su voz.
Kotetsu se sintió a morir al verla salir y se desplomo sobre su pequeño escritorio improvisado en el pasillo, estaba enterrado de documentos que esperaban su organización. Nadie conseguía ordenar papeles de la forma que le gustaban a la Quinta, nadie excepto Shizune.
—Señorita Shizune... —imploró agotado, pero ella apuró el paso, no quería quedarse porque la fuerza del desorden harían que se quedara a organizar y entonces Tsunade sería la ganadora.
Saliendo del edificio se encontró con Inoichi en las escaleras. Todo había sido tan rápido y de frente que no pudo evitar sonrojarse, y él la cogió de los hombros gentilmente para evitar que perdiera el equilibrio y cayera.
—Inoichi... Hola —dijo incómoda, él sonreía con un dejo de tímidez en sus ojos claros.
No se parecía a la sonrisa que llevaba Genma en la mañana, que por cierto, se preguntaba si se había acordado de ella al hablar con Izumo. De vuelta a Inoichi, era ligeramente más bajo que el castaño de la aguja en la boca, pero se veía imponente con el traje gris que llevaba ese día. Y esa chaqueta negra sobre todo le adicionaba más volumen a su ya abultado pecho.
—Me preguntaba si has pensado en lo que te dije.
—Lo olvidé, prometo hacerlo dentro de esta semana —indicó diplomáticamente, luego miró hacia su hombro derecho como un gesto que gritaba que debía dejar de sujetarla.
Shizune se encogió de hombros, no le gustaba lo que le estaba pidiendo
Quizás había sido el gesto o que estaba leyéndole la mente al tocarla, ya que la soltó inmediatamente. La morena supo que le había leído la mente por la cara que él había puesto.
—No hay nada por la cual avergonzarse.
—¿Y por qué tienes esa cara? —rebatió con recelo.
Kotetsu pasó a su lado buscándola, pero siguió de largo cuando vio tensa la situación entre la asistente y el jefe del Cuartel de Espionaje y Tortura, ella con la cara congestionada en un sonrojo fulminante y él con una expresión de terror que solo se la había visto cuando su hija explotaba en gritos. Seguramente, Inoichi había hecho realmente malo con la pobre morena. ¿Amoroso? Probablemente.
—Discúlpame, no quise hacerlo... He estado toda la mañana en el Cuartel y sigo sensible.
—¡No toques a la gente si estás así!
—Nunca había sucedido, es que estabas tan abierta a la lectura —reconoció.
«Abierta» no era una palabra muy bonita para referirse a su mente ya que podía malinterpretarse. Kotetsu volvió a pasar por el pasillo a un lado de las escaleras al ser el edificio una estructura redonda y por su expresión estaba interesado en saber qué era lo que el rubio debía decirle a Shizune.
—Estoy avergonzado, déjame invitarte un trago.
—Debo ir a comprar...
—Muebles, lo sé, luego de tomar algo podemos ir.
—No lo sé.
—Vamos, Shizune, déjame compensarte. Realmente me siento mal por lo que sucedió.
Shizune estaba sentada en un horrible bar queriendo salir de allí, pero Inoichi llegó con lo prometido y se sentó junto a ella. Recibió sin mucho ánimo el licor mientras él se deshacía de la chaqueta oscura que lo sofocaba. Suspiró, el tema que los convocaba no era agradable y ni siquiera se lo había mencionado a su mentora. Su oscuro secreto que no quería que saliera jamás a la luz y que muriera con ella si no se solucionaba pronto.
Inoichi aclaró la garganta.
—Escucha, Inoichi, hablaré con tu hija sobre el asunto desde la perspectiva médica como querías. Le diré todas las consecuencias que no puedes decirle como lo son las enfermedades venéreas y los embarazos, pero al haber estado tanto tiempo como voluntaria en un hospital creo que ya debe saber todo eso. Existen folletos en donde sale todo —indicó con la esperanza de que con eso toda la preocupación paterna desapareciera, pero la inquietud que lo aquejaba no abandonó por un segundo las arrugas que se le formaban en su boca.
Llevó una de sus grandes manos a las de ella y sonrió.
—¿Esos folletos te ayudaron a ti?
—No me toques, no quiero que leas nada más. —Retiró su mano rápidamente y frunció el ceño—. No necesito folletos, la medicina me ayuda un poco si quieres saber.
—Cuando bebo mi mente deja de estar sensible —dijo para cambiar de tema y tomó un gran sorbo. Shizune agradeció gesto, pero no imitó su acción. Con solo unas gotas ya se sentía somnolienta y no quería terminar reconociendo más cosas vergonzosas. Seguramente él estaba empezando una especie de entrevista para succionarle la información—. Empecé tempranamente y por eso fui padre tan joven. Estaba lleno de hormonas y comencé a confundir esas nuevas sensaciones con amor. No quiero que Ino pase por lo mismo.
—Hablaré con ella —resolvió cuando tuvo suficiente.
—En cambio, tú solo te concentraste en ser una de las mejores en tu área. Siempre fuiste así, incluso allá en la Academia con tus problemas de puntería. Eres más lista que yo.
Shizune quedó en silencio, con que Inoichi recordaba que había sido su profesor suplente por unas semanas. Sonrió nerviosa ante el sutil halago del rubio y estuvo tentada en beber un poco de alcohol solo para mantenerse ocupada en algo, pero Inoichi la detuvo.
—Quiero ayudarte con tu pequeño problema, Shizune, de la misma forma con la que te ayudé con la puntería.
—No sabes el problema que tengo.
—Sé que nunca has estado con un hombre y que quieres estarlo —susurró.
—Suficientes lecturas mentales por hoy.
La morena se levantó con premura. El día ya estaba arruinado, no tendría sus nuevos muebles, pero poco le importaba, solo quería ir a su apartamento con el cerdito y pasarse la velada nocturna escribiendo notas sobre los documentos importantes que Kotetsu probablemente no podría decodificar.
Tomó la carpeta, dejó dinero sobre la mesa y se fue.
¿Qué si nunca había estado con alguien? Había compartido saliva una vez con un chico al cual no le recordaba el nombre. Solo sabía que había estado en la Academia con ella, pero nunca se había graduado, quizás trabajaba ahora como un civil normal, uno de buena puntería.
Caminó rápido y con el ceño tan fruncido que parecía que sus cejas iban a juntarse. Chocó con un par de transeúntes, pero todo valía si quería llegar prontamente a su edificio, su apartamento y su cama. Inoichi podía tener buenas intenciones, pero tratar de hablar con ella para hacerla sentir menos anormal era imposible. Seguramente todavía la veía como la pequeña chiquilla de buenas calificaciones que necesitaba de palabras de aliento, seguramente le había despertado su lado paterno al verla tan vulnerable... Y de pronto, todo lo que había hecho Yamanaka había dejado de ser tan horrible y su corazón se sintió enternecido por el gesto, aunque haya sido desafortunado.
Se vio en las escaleras del edificio, frente a las puertas, sin saber si volver a la taberna.
—Shizune, ¿perdiste tus llaves? —Dijeron detrás de ella. La morena se volteó encontrándose a Genma y a Raidō en los primeros escalones, ambos tenían una expresión cansada que indicaba que habían estado en el turno de la Muralla durante el día. Ella negó con la cabeza—. Bien, nos preocupamos al verte parada allí sin hacer nada.
—¿Sucede algo? —Preguntó esta vez Raidō con su voz profunda. Genma era distraído, el guardaespaldas, en cambio, era el que podía mirar más allá de la respuesta.
—Solo pensaba en lo que debo hacer. —Taberna, apartamento. Apartamento, taberna.
—Oímos que había un cerdito perdido en la Torre. Alguien olvidó ir por él. —Genma iba hablando mientras buscaba las llaves del edificio para abrir la puerta. La cara de horror de la morena lo hizo reír y Raidō fue el que la tranquilizó.
—Ya está con la Hokage, Shizune.
—Gracias, Raidō —indicó cuando se hubo tranquilizado. Ambos entraron cuando Genma les abrió. Dentro, el edificio estaba más oscuro, húmedo y lúgubre que el exterior. Subieron las escaleras en silencio y por primera vez ella se arrepintió de vivir en el último piso. Sentía como si los papeles se hubiesen invertido al dejarlos a ellos en sus respectivos apartamentos, allí en el segundo piso—. Duerman bien —dijo cuando los dos jugaban con sus llaves.
—Shizune —llamó Genma, ella se detuvo con una sonrisa. Esperaba que se ofreciera a acompañarla hasta el final de las escaleras—. Hablé con Izumo, se ocupó de tu calefacción en la tarde. Desafortunadamente para Ibiki, mis cañerías deben esperar al fin de semana.
La morena agradeció en silencio, el castaño se despidió con un gesto y entró en suapartamento. Seguramente estaba demasiado cansado para más y Shizune terminó de convencerse de que él estaba fuera de los límites. Raidō cerró su puerta sin haber pisado siquiera el interior de su hogar y caminó hacia ella tan rápido como el cansancio se lo permitía.
—Te acompaño —dijo y se echó a andar por la penumbra de las escaleras del edificio, sin esperar las quejas correspondientes a un actuar moralmente correcto. Podía notar la molestia de la médico de caminar sola—. Cada cosa que hagas o dejes de hacer, todos en el edificio lo sabrán —le explicó cuando ya iban llegando al cuarto piso. Allí, una ampolleta parpadeaba cada vez que una polilla chocaba con ella—. No hay muchas mujeres viviendo en este edificio y la que vive aquí tiene mala fama.
—¿Anko? —susurró sorprendida. Sí, la chica llevaba mallas que no dejaban mucho a la imaginación; sí, abusaba de la sensualidad. La amiga de Kurenai calzaba a la perfección con la descripción. Raidō asintió levemente.
—Cuando Genma me dijo que ahora vivías aquí no lo creía, no tienes ese perfil. Asumí que no lo sabías —dijo él, habían parado en frente de la puerta número 60. Shizune sacó sus llaves pensando en que debió haber escuchado con más atención a su mentora, no por nada había empezado a hablar de sus intenciones al mudarse allá.
—¿Quieres un té?
—No puedo. —Shizune comprendió que él debía tener una novia celosa.
—¿Inoichi? —exclamó Tsunade al momento de entrar. Parecía tan enojada como divertida ahí en su despacho, Kotetsu era quien le servía té ese día pero, aunque él alcanzara la perfección en la temperatura, sabor y dulzura del brebaje, no dejaría de molestarla. Lo miró enfadada—. ¡Vete! No quiero que oigas más. —El uniformado se fue aliviado y le dedicó una mirada traviesa a Shizune antes de salir—. Pequeña mentirosa, me alegra que esta vez sea un jōnin de elite.
—¿Qué tiene en contra de los chunin? Es grosero.
—No cambies de tema, Shizune. ¿Estás o no con Yamanaka?
—No responderé a eso —replicó la morena, visiblemente avergonzada—. Él solo me pidió ayuda.
—Acompañarlo a una taberna es de mucha ayuda.
La rubia estaba divertida viendo cómo la morena trataba de tomar notas de cualquier cosa con tal de no mirarla a los ojos. Tsunade nunca había visto a Shizune salir con alguien, apenas coqueteaba con el sexo masculino durante sus viajes, por lo que llegó a pensar que ella simplemente no estaba hecha para esas cosas. Además, su lado maternal estaba totalmente cubierto por el cerdito que habían rescatado de terminar en una barbacoa. Sin embargo, en ese momento, al verla así de congestionada hacía que le recordara a la niña que salió a su lado de la aldea para convertirse en su aprendiz. Con la boca fruncida, supo que debía que la figura materna que se suponía que era.
—Sé Inoichi es un borracho, pero si te gusta, adelante. No pienses en las cosas que te dije el otro día.
—No me gusta, para ser sincera —«mentirosa», gritaba su voz interior—. Es solo que... —dijo soltando el lápiz cuando empezó a sentir sus manos sudorosas, no se sentía bien aceptar lo que realmente le molestaba de Inoichi. Si aceptaba que tenía un problema en el plano amoroso se volvería más real de lo que quería. Tsunade era su opuesta—. Él leyó mi mente sin mi permiso, me molesta que sepa todo. Sabe... —«no se lo digas»—. Sabe lo que habíamos estado hablando el otro día.
—Hará que el proceso de conquista sea menos desagradable. Sabe lo que quieres y tú también —dijo su mentora y volvió a su escritorio. Había sido suficiente momento madre adoptiva e hija adoptiva para ella.
La rubia voluptuosa se recargó en el respaldo de la cómoda silla y exhaló saboreando el tiempo de quietud. Si Shizune estaba atormentada, no había razón para que estuviera apurándola en trabajar. Bastantes líos amorosos tenía en su cabeza para esforzarse de más... Pero Tsunade estaba olvidando algo y ese algo estaba a punto de atravesar la puerta.
Tocaron tímidamente la puerta y Shizune, que buscaba algo con qué ocupar su mente, se levantó para atender el llamado. Kotetsu susurró el nombre de un chunin en su oído y aquello extrañó a la morena.
—Umino Iruka está aquí —dijo Kotetsu, un tanto temeroso de las consecuencias de cada uno de sus actos, ya que todo provocaba la ira de su jefa. Shizune asintió y volvió hasta donde la rubia en silenciosa duda.
—Iruka quiere verla —indicó, pero no hubo respuesta, todo era sospechoso. Era uno de los chunin de los cuales ella se había burlado. Pero, a pesar de que fuese un chunin el que llamara la puerta de la Quinta, más le molestaba no haber sido informada de esa visita. Tener apartamento lejos de la rubia no significaba que estaba vetada de sus funciones —. ¿Alguna razón por la cual esté aquí?
—¿Iruka? Lo mandé a llamar —resolvió volviendo al papeleo y, con un gesto en la mano, ordenó que lo dejara pasar.
El maestro de la Academia se presentó ahí con una sonrisa tierna en los labios y una carpeta repleta de hojas bajo un brazo, por todo ello se veía optimista. Sin embargo, la rubia ni siquiera levantó la vista de los documentos que llevaban horas reposando sobre su escritorio, como si de repente se hubiesen hecho importantes. Shizune aclaró la garganta cuando Iruka comenzó a impacientarse.
—¿Qué tienes ahí? —empezó la asistente, el moreno suspiró aliviado y le tendió la carpeta para que la revisara con su ojo crítico. Al abrir la carpeta encontró una infinidad de fichas de niñas y niños inscritos en la Academia. Shizune no comprendió.
—Todos ellos quieren tomar el curso básico de ninjutsu médico. Con la señora Tsunade hemos estado hablando de empezar a cursos especializados.
—Shizune, tú irás a enseñarles.
—Pero yo...
—Kotetsu se encargará de ayudarte en el trabajo de aquí. —Tsunade firmó unas cosas rápidamente y lanzó el lápiz—. Shizune, lo olvidé. Tonton está en los baños termales recibiendo su masaje mensual, debes ir por él ahora. Luego de eso puedes tomarte el día, anda a tu apartamento y trabaja en él. Kotetsu te cubre.
—Pero...
—Vete.
Edit: 17/11/2021
Gracias por leer, queridx. Espero que mi intento de evangelización Shizunezca de frutos :3 ¡Dejen de leer los mismos fics y vean el valor de los personajes secundarios!
Ya quiero subir el siguiente cap :D
En el siguiente capítulo:
—¿Qué sucede? —preguntó aterrada. Salió apenas había comenzado el alboroto en el departamento contiguo. Tonton la seguía de cerca mientras Shizune se cubría con una yukata. Iwashi y Tonbo estaban en el pasillo tan extrañados como ella—. Parece como si estuvieran matando a alguien.
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