Bienvenido, lector, usted está a punto de leer un lemon.


Capítulo fracasado II:

Yamato.


—¿Qué sucede? —preguntó aterrada.

Salió apenas había comenzado el alboroto en el apartamento contiguo. Tonton la seguía de cerca mientras Shizune se cubría con una yukata. Iwashi y Tonbo estaban en el pasillo tan extrañados como ella.

—Parece como si estuvieran matando a alguien.

—O reviviéndolo, nunca habíamos percibido tanta actividad en el apartamento de Iruka —comenzó Iwashi con una sonrisa. No la había visto desde la misión en que emboscaron a los Cuatro del Sonido—. Buenas noches, señorita.

—Nunca habíamos percibido actividad, querrás decir —rebatió Tonbo—. Pensamos que eras tú, Shizune.

—Tú pensabas eso, Tonbo. Te dije que no era ella, no se parece en lo más mínimo a la voz dulce de la señorita Shizune—dijo el chiquillo con una sonrisa tierna.

Tonbo iba a replicar pero un gemido femenino demasiado estruendoso lo acalló. Iwashi tenía el punto en su favor.

—Definitivamente, yo no sonaría así.

A la mañana siguiente, Iruka despertó renovado. Tomó su café dulzón al desayuno y unas cuantas galletas dietéticas, leyó la clase que debía dictar ese mismo día por mera costumbre y decidió que ya era tiempo de caminar. Quizás iría por unas flores a la florería Yamanaka en el camino de vuelta. Cuando abrió la puerta, descubrió que en el pasillo había una multitud. Tonbo estaba leyendo, mientras que Iwashi le extendía unas tazas de cerámica a Shizune para que sirviera el té matutino. El cerdito, en cambio, lo miraba rencoroso con un tazón lleno de frutas en frente.

—Buenos días —dijo el maestro un tanto extrañado. Cuando se volteó a echarle llave a su puerta, sintió las risas cómplices de los tres vecinos y le provocaron escalofríos que bajaron por su espalda—. ¿Qué es tan gracioso?

—Nada —dijeron los tres al mismo tiempo.

Al maestro eso le pareció sospechoso y sacó la llave del cerrojo para guardarla en uno de sus bolsillos con un gesto de desconfianza plasmada en el rostro. Shizune dejó la pequeña tetera y el tazón de Tonton en el suelo de su apartamento, a un lado de la puerta, y la cerró con seguro. Tonbo recibió una taza por parte del otro chunin y ambos sorbieron sin dejar de mirar al maestro, que se había quedado observándolos en silencio.

—Debo irme, que tengan buenos días —dijo el moreno y comenzó a bajar las escaleras. Urgido por salir del pasillo y de esas miradas perversas.

No estaba seguro si la habían visto salir de la habitación temprano, porque de ser así, ambos estarían en un problema tremendo.

—Igualmente, campeón —rebatió el de las vendas en la cara y a Iwashi se le salió el té por la nariz.

La morena sintió pena por el maestro al ver que su tez se había vuelto más rojiza que antes. Se dirigió a sus acompañantes con las manos en el regazo y Tonton a punto de salir corriendo por las escaleras al entender lo que iba a decirles.

—También debo irme.

—¿Tan pronto, señorita Shizune? —resopló Iwashi con su barba mojada con té.

—Debo ir a trabajar.

No tenía turno en el hospital, no tenía papeleo porque todo se lo había llevado Kotetsu a su casa, todavía no empezarían las clases en la Academia... Pero algo debía aparecer. Quedarse en su casa no era una opción tan deseable.

—Luego me devuelven las tazas —dijo con una sonrisa, Tonbo asintió y siguió leyendo, Iwashi, en cambio, seguía con la misma expresión de desolación—. Nos vemos.

—Adiós —dijo el chunin. Tonbo no sintió la necesidad de despedirse.

Caminó rápido, pero no consiguió alcanzar al maestro. Era como si se hubiese esfumado y la morena se preguntó si sus vecinos verían a la chica que lo acompañó toda la noche. Iwashi apostaba que era la hija del vendedor de Ramen, mientras que Tonbo decía que era Suzume, la maestra de Artes Femeninas. Postulaba que finalmente se había aburrido de esa relación informal que tenía con Raidō y decidido subir cuatro pisos más. Para Iwashi, las cosas que decía su amigo eran tonterías, que prefería que no hablara mal de la señora Suzume. Shizune no quería admitir que estaba sorprendida por ello, no veía al guardaespaldas en una función amorosa.

Al llegar a la Torre se encontró a Kotetsu corriendo por los pasillos. Nada bueno debía estar pasando, por lo que se animó a sí misma, al cerdito, y se adentraron en los dominios hostiles de la rubia. Tsunade estaba de pie mirando lo que sería su aldea. Las manos en puño a sus costados y una mandíbula tan tensa que podría romperse los dientes si llegase a apretar un poco más, Shizune intuyó que podría haber pasado una mala noche. Sin duda, la rubia aprovecharía su mal humor para intentar hacerla desistir de vivir lejos de su mentora.

—Buenos días, ¿cómo pasó la noche? —Pero no obtuvo respuesta, tomó nos papeles sobre el escritorio y empezó a ordenarlos por su grado de importancia, Tsunade la miró de soslayo y lentamente empezó a soltar sus músculos. Tonton sonrió, su malhumor se debía a la desorganización extraña que se sembraba en su escritorio cuando la morena se ausentaba—. Pasé una mala noche, pero la mañana fue divertida. —Tsunade estaba mirándola como si exigiera una explicación—. Umino Iruka, ¿recuerda que vive a mi lado? Las paredes no son lo suficientemente gruesas para tener secretos, ¿sabe? Quizás él no sabía eso, tampoco Anko. Si es que era ella, nadie lo sabe.

—¿Anko?

—Creo que era ella con la que Iruka estaba haciendo el amor. Tonbo cree que era Suzume, pero no lo creo..., es bastante recatada para gritar tanto.

—¿Haciendo el amor? —Finalmente la rubia se relajó y comenzó a reírse a carcajadas. Se tumbó en la silla y siguió riéndose estruendosamente hasta que Shizune se sintió sonrojada. Había utilizado esa palabra para sonar entendida del tema, pero parecía que había tenido el efecto contrario. Repasó su charla con los chunin que tenía de vecinos, intentando saber si alguna vez había mencionado «coito», pero su lenguaje estaba lleno de eufemismos. Ambos hombres parecían no estar interesados en la formalidad con la que hablaba ella—. Di sexo, coito o cualquier cosa que se te ocurra, nada de «hacer el amor». Suenas como una chiquilla. En fin, ¿cómo sabemos que es Anko? Puede ser cualquiera.

Tsunade parecía más interesada en el cotilleo que en el trabajo real.

—Para empezar, sabemos que no es civil porque debió escapar por la mañana ya que nadie la vio. Lo único que sabemos es que grita demasiado, de no haber sido porque debía respirar no habríamos escuchado a Iruka.


Había tenido suficiente esa mañana, había ido con buenas intenciones a la oficina en su día libre y lo único que había recibido eran quejas de su mentora. Cada vez que la forzaba a dar detalles del acontecimiento nocturno en el apartamento de Iruka, se reía con los términos que usaba o lo que creía que sucedía dentro de los dominios del profesor. También se burlaba de lo escandalizada que se ponía cuando la rubia sugería posiciones. Al parecer, hacía tiempo que no se divertía tanto con su primera aprendiz con un tema tan interesante como el sexo. Si bien Shizune no hablaba ni opinaba mucho, Tsunade estaba encantada. Y todo se arruinó cuando Kotetsu abrió la puerta para anunciar la visita de una comitiva del país del Rayo, específicamente de la aldea de la Niebla. Sin duda era algo de suma importancia, pero aún así el escritorio no había escapado de la ira de la Quinta, y terminó astillado a la espera de que Izumo viniera de la mueblería con uno nuevo.

—Vete, Shizune, Kotetsu se encarga —le dijo antes de despacharla de la oficina.

El chunin llegó y la sacó del lugar como si hubiese robado algo. La culpa estaba impresa en su rostro masculino, pero Shizune no pudo evitar que una idea le asaltara en la cabeza, ¿cuál era la obsesión de la rubia por el amigo íntimo de Izumo? ¿Es que estaba castigándola prefiriéndolo a él? Sí, eso debía ser..., no imaginaba a Tsunade tener otro interés por Kotetsu. Menos uno sexual. Además, tenía una fobia a los hombres de menor rango.

Ahora, estaba sentada en el parque con Tonton olisqueando el césped y masticando uno que otro capullo de flor. Tener tanto tiempo libre era estresante. Suspiró y apoyó su mejilla en una de sus manos, que a su vez estaba apoyada en el brazo de piedra del asiento del parque; infinitamente aburrida, no podía ser rescatada de sus tribulaciones. ¿Es que acaso su maestra estaba dándole todo ese tiempo libre para un propósito? ¿Era bueno o malo? Si era bueno, era porque realmente quería que triunfara en esa misión que ahuyentara la soltería y virginidad de su vida. Si era malo, estaba castigándola por abandonarla ya que no quería ser solterona en soledad. Shizune la podría cuidar cuando envejeciera hasta el punto de ser una vieja senil e insoportable. Aunque como iban las cosas, Tsunade debería cuidarla a ella. Se rio ante eso último, todos sus planes malévolos se irían en su contra.

—Buenos días, señorita Shizune —saludaron desde un costado, donde el largo asiento del parque se acababa.

Yamato estaba ahí quizás desde hace mucho más tiempo que ella, leía un libro con las piernas cruzadas. Había dejado la página marcada con un dedo y cerrado el pequeño libro verde para poner toda su atención en ella. La morena se sonrojó, reviviendo todo lo que había hecho luego de salir forzosamente de la Torre hasta sentarse ahí en el parque. Intentaba recordar si había gesticulado demás o si había suspirado más de lo necesario. Se sintió la tensión que la morena traía bajo el cráneo y él pronto pareció avergonzarse cuando, en un intento de llevar la atención a otro lado, leyó el título del pequeño libro. El pequeño gran libro pervertido.

—¿Qué estás...?

—Señorita Shizune... —replicó incómodo—. No es lectura para una señorita como usted, le ruego me disculpe.

—¿Por qué no? Quizás me guste ese tipo de lectura. —Shizune intentó sonar convincente, pero no logró dominar el temblor inseguro de su voz.

Lo único que quería era leer algo del tema, era una buena forma de aprender sin ser juzgada como lo sería en una conversación con Tsunade o Inoichi. Había aprendido suficiente medicina a partir de la lectura como para poder decir que era efectivo.

Yamato, por su parte, sonrío tiernamente cuando la escucho y procesó sus palabras. Parecía tímida como él con respecto al tema en cuestión, pero lo suficientemente decidida como para dejar de lado esas inhibiciones. Con un poco de duda, le extendió el libro para que ella lo hojeara. Estaba nuevo, como si hubiese salido de la librería esa misma mañana; la morena lo recibió con cuidado, no quería perder la página en la que estaba el capitán. Estaba ilustrado, para su buena suerte y lo hojeó hasta que una ilustración en particular le llamó la atención.

—No puede ser posible —indicó sobresaltada y luego cayó en cuenta que no estaba sola y, por lo tanto, no debía dejar que el asombro la dominara. Aclaró la garganta—. Perdón, es solo que no parece una posición tan..., placentera.

La morena se sonrojó, sintiendo cómo se había perjudicado a sí misma. Ahora Yamato sabría que era virgen.

—Lo sé, es lo mismo que pensé cuando la vi —admitió él con un leve sonrojo y una sonrisa—. Debo decirlo, señorita Shizune, me sorprende lo abierta que es con este tema. Muchas mujeres se sentirían ofendidas si vieran a alguien leyendo este libro a su lado.

—Es un tema..., bastante normal, ¿no? —dijo poco convincente, ni ella se lo creía pero él parecía encantado. Tonton la veía con el ceño fruncido desde el otro lado de la berma, donde el césped crecía libremente; jamás podría engañar al cerdito como lo hacía con el capitán. Tonton la juzgaría el resto del día—. ¿Dónde lo conseguiste?

—En la librería oculta en el Distrito del Licor. No es lectura que se pueda vender en cualquier librería, Kakashi tuvo que llevarme. No imaginaba que existían esos tipos de lugares en la aldea. Ahí venden todos los volúmenes del señor Jiraiya.

—¿Podrías llevarme? Me gustaría leer, últimamente he tenido mucho tiempo libre y estoy cansada de..., literatura convencional.

—Estaría encantado —le dijo con sincera felicidad, parecía como si le gustara traspasar el conocimiento como lo había hecho Kakashi con él. Tonton negó con su cabeza varias veces con una lentitud que mortificaba a su humana, la poca aprobación que tenía en esos momentos estaba llegando a números negativos. «Necesito hacer esto» le dijo con la telepatía que solo ellos podían tener. «Doble ración de fruta para comprar mi silencio» parecía resoplar el cerdito—. Podemos ir en unas dos o tres horas —dijo Yamato sacándola de la telepatía.

Vio su reloj y supo que dentro esas dos o tres horas ya habría anochecido e irían a un lugar apartado como ese distrito como si cometieran un ilícito. Era perfecto panorama para un pervertido listo para atacar. Si vieran a Tonton junto a ella sería completamente reconocida y el porcino no dejaría de juzgarla hasta la eternidad. Su plan involucraba a dejarlo con la rubia con alguna excusa, comprar el libro y leer hasta ser una entendida en el tema.

—¿Le parece?

Yamato parecía estar preocupado por su prolongado silencio.

—Me parece perfecto. —Shizune le entregó el libro con la hoja marcada, él recibió el objeto de adoración con una agradable sonrisa—. En tres horas, aquí mismo —dijo la morena, sonreía, pero en su interior se encendían las alarmas de lo peligroso que era caminar a oscuras por un parque poco concurrido para encontrarse con un hombre pervertido que perteneció a una agrupación de asesinos como la ANBU.

Yamato abrió los ojos, se mordió el labio inferior y asintió extasiado. Guardó el libro en su chaqueta sin quitarle la mirada a la morena..., y con una vacilación inicial que duró menos que un suspiro, cerró sus brazos alrededor de sus hombros femeninos.

—Será inolvidable —aseguró.

Shizune sintió que de algo se estaba perdiendo, que había algo extraño en la actitud del capitán además del libro que leía en medio de un parque familiar. Quizás no en el horario más concurrido, pero igual de reprochable. Luego de una mañana agitada y una media tarde pervertida, decidió que era mejor irse.

—Nos vemos —le dijo cuando se paró torpemente del asiento de piedra—. No te olvides de nuestro encuentro —puntualizó como si quisiera parecer menos aterrada con la idea.

Él sonrió más de lo que ya hacía.

—No podría.


—¿No está? Pero, ¿dónde habría ido? —preguntó desquiciada, Tonton seguía en sus brazos con una expresión de desaprobación y Tsunade estaba afuera en el horario de oficina. Tampoco estaba Kotetsu, lo cual hacía aun más sospechosa la situación. Sakura se encogió de hombros y se disculpó. Ino estaba a su lado y ambas estaban en el estanque de peces, acondicionando el lugar para la posterior enseñanza de ninjutsu médico básico mientras se terminaban las instalaciones allá en la Academia—. Esto no está bien.

—¿En qué podemos ayudarla? —Preguntó la rubia, estaba limpiando el polvo de las mesas que ocuparían las pequeñas niñas para revivir su pez. Shizune se mordió los labios, no sabía cómo explicarles que necesitaba una niñera por unas horas para el cerdito. Nunca antes la había necesitado, especialmente ese día jueves que todavía tenía la tuición de Tonton. Si Yamato la hubiese citado el sábado habría sido ideal—. ¿Señorita Shizune?

—Necesito..., es una tontería. —Estaba sonrojada con solo pensar en lo que debía decir, no imaginaba cómo se pondría cuando salieran las palabras de su boca.

Sakura e Ino intercambiaron miradas haciendo que la morena se sintiera juzgada, la sobreexposición estaban matándola.

—Nos puede decir, no le diremos a nadie —prosiguió Sakura y tocó levemente el brazo de la mujer mayor—. Si quiere tampoco le diremos a la Quinta.

Ino asintió con una sonrisa y cerró la puerta.

—Saldré con alguien, necesito que cuiden de Tonton —dijo al rato de quedarse muda con el silencio sepulcral del estanque de peces que solo era interrumpido por el chapoteo ocasional de los animales.

Ambas chiquillas se sonrieron extasiadas y cada una puso una mano sobre los hombros de Shizune. Era como si las dos jóvenes chunin se estuvieran enlistando en una misión que involucraba la vida o muerte de su superiora. Una vez más, la humana de Tonton sentía que se estaba perdiendo de algo, esta vez estaba relacionado al compañerismo femenino del que no estaba familiarizada. Solo había visto a Anko y a Kurenai actuar de esa forma.

—Yo lo puedo cuidar esta tarde —indicó Ino.

—Y yo puedo quedarme con él durante la noche y traerlo temprano a la Torre.

—No, Sakura, solo serán unas horas. Puedes llevármelo al parque o algún lugar en la noche. Estaré ahí sin falta.

—Pero, señorita Shizune —resolvió Ino—, ¿no le gustaría tener la noche libre?

Ahí estaba la preocupación de Inoichi expresado en su hija. Había olvidado la promesa que le había hecho al viejo Yamanaka, su pequeña abejita estaba hablando de hacer el amor, perdón, tener sexo luego de una cita. Sin embargo, la Haruno estaba asintiendo a los dichos de Ino, haciéndole saber a la morena de que no era un problema de Yamanaka solamente, sino de la juventud en general.

—¿Cuántos años tienen?

—Diecisiete —dijo la abejita de Inoichi, como si la pregunta no viniera al caso. Diecisiete, era un buen número para las cosas de las que estaba preocupado Yamanaka, era esperable que las jovencitas de esa edad, exceptuando a Shizune claro, estuvieran iniciadas o iniciándose en esa vida nocturna.

—Bien, espero que sepan que esto no es un cita como piensan —repuso la morena, dejando a Tonton en el suelo para que las chiquillas de diecisiete años hicieran lo que le habían prometido para ayudarla, y juntó las manos sobre su regazo para seguir hablando—. No habrá nada de coito si eso es lo que piensan. Y hablando de coito, espero que sepan las consecuencias de no usar protección, y ni hablar si tienen más de un compañero. —Ambas chicas se sonrojaron, Sakura tomó en sus brazos al cerdito para ocupar su mente nublada y avergonzada en algo mientras Shizune dejaba de darles el discurso médico—. Quedar embarazadas es lo mejor que les puede pasar en una larga lista de consecuencias nefastas. En mi vida he visto vulvas horribles por malas decisiones. ¿Estamos claro? No quiero que les pase algo. —Cambió de tema drásticamente—. ¿Podrían llevar a Tonton al Complejo de Veteranos dentro de cuatro horas?

Ambas asintieron y Shizune se retiró con la espalda recta, casi arrepentida de lo que les acaba de decir.

Inoichi debía estar contento.


Ya estaba oscureciendo cuando llegó a la puerta del parque, ningún alma se veía dentro y sintió la necesidad de volver por sobre sus pasos e imaginar lo que había dentro del librito verde. Cada célula de ella le gritaba alarmada del peligro, por lo que mientras caminaba empezó a acumular chackra en sus pies por si debía correr despavorida del asesino de elite. Era tierno, gentil e ingenuo; pero también era extraño y aterrador. Recientemente había comenzado su vida como un uniformado normal y dejado atrás su vida incógnita, por lo que no se sabía mucho de su personalidad oculta, si es que la tenía.

Shizune aspiró y exhaló aire, y se adentró en la oscuridad que engullía la poca luminosidad que los faroles emanaban a esa hora. Sus tacones eran lo único que oía y trató de concentrarse en ellos, unos cuantos pájaros salieron volando cuando se aproximó a un árbol enorme a un lado de la berma, haciendo que ella pegara un grito despavorido. Se calmó luego de unos segundos en blanco, soltó una risa nerviosa y siguió caminando. Cuando llegó al asiento que había compartido con el capitán esa tarde, esta estaba vacía.

Suspiró, igualmente decepcionada y tranquila. Tantos problemas por una tontería, se encogió de hombros y se sentó, cubriendo cada mejilla con una mano e hizo una mueca molesta con sus labios.

Miró su reloj, había llegado con unos minutos de retraso. Decidió que esperaría por unos diez minutos antes de irse derrotada. Necesitaba ese libro verde y pervertido para descubrir los secretos excitantes detrás del acto sexual, sin que nadie tuviera algo que decirle respecto a su ser virgen que pasaba de los treinta años. Era como la última esperanza, sin contar con Yamanaka, antes de rendirse y replegar sus fuerzas de cambio hasta las dependencias de Tsunade. Lo habría intentado y fallado, pero intentado al fin y al cabo. Volvió a mirar el reloj con esas manecillas que groseramente le decían el pasar del tiempo y se levantó. Era hora de irse.

—Perdone, señorita Shizune.

Yamato se le acercó de pronto al trote. Venía congestionado, su cabello estaba húmedo luego de una ducha rápida mientras que la nariz de la morena captó una fragancia agradable salir de su piel. Yamato se había esmerado para lucir presentable para ir a comprar un librito pervertido a una tienda que probablemente era de segunda. Shizune se miró a sí misma y abrió la boca, pero ninguna palabra salió de allí. Estaba con el mismo vestido de ese día y ni siquiera se había molestado en peinarse o perfumarse. ¿Estaban realmente en una cita?

—No sabía que debía... —pero no siguió hablando, no quería referirse a sí misma como desaliñada o desarreglada. Por primera vez estaba cuestionando sus gustos en cuanto a su presentación personal.

—No, quizás no debí... —se quedó en la misma línea atascado—. ¿Vamos?

—Está bien —dijo mientras se esforzaba en sonreír para verse cómoda aunque no se sintiese así para nada.

Yamato le ofreció un brazo y ella lo aceptó casi mecánicamente, para no dejarlo esperando y decepcionarlo. No sabía qué estaba haciendo, y cuando empezaron a salir del parque se sintió mortificada, realmente estaba pasando algo que nunca le había sucedido. Nunca había estado en una cita.

Él le hablaba mientras la guiaba por la aldea hasta llegar al Distrito del Licor. Ella iba tensa pensando en cómo podía evadir a la gente conocida que frecuentaba el lugar a menudo. Incluso Tsunade podría estar ahí, llevándose consigo a Kotetsu para hacer parecer el asunto como una salida diplomática. Podría encontrarse con sus compañeros de equipo o sus vecinos del Complejo de Veteranos. O peor aún, sus compañeros ANBU, ellos podían pasar por civiles al no conocerse sus identidades. Para Shizune, todos eran potenciales enemigos y prontamente empezó a ponerse cabizbaja, su cabello negro le cubría la mayor parte de la cara cuando por fin su acompañante le extrañó su andar.

—¿Todo bien? —preguntó el capitán.

Shizune se sobresaltó y se ruborizó.

—No me gustaría que..., ya sabes.

—No entiendo —murmuró sonriente. Shizune abrió la boca para resoplar, en medio de la calle y de miles de transeúntes que podía ser ANBUS disfrazados de civiles. Espías de Tsunade o del Complejo. Se le vino la cabeza Tonbo y pronto descubrió que su intuición no estaba del todo errada, ya que más allá, también en medio de la calle, estaba Iwashi. Llevaba dulces en la mano y una expresión de desolación en el rostro—. ¿Señorita Shizune?

—Quería ser discreta —admitió, quería porque Iwashi ya la había visto, y juraría que estaba con el mentón convulsionante.

Yamato sonrió y la tomó de la mano para desaparecer rápidamente entre la muchedumbre. Desaparecieron en unos segundos y él la guió por los tejados envueltos en la seguridad de las sombras, como un experimentado hombre enlistado en los ANBU. Nadie lograba verlos por su rapidez y su sigilo, y Shizune pronto logró caer en cuenta de que no encajaba en la organización, ella se sentía como un elefante caminando por las tejas de madera, mientras él podría parecer un ratón.

Se detuvieron sobre el techo de la librería, el capitán se aseguró de que no había nadie cerca para luego sonreírle, como si esperase la señal para salir a la luz de los faroles. De pronto, Yamato no se vio tan aterrador y extraño, solo tierno y gentil. Él tomó su mano nuevamente y ella se sonrojó. Realmente estaba en una cita y él le parecía encantador. Sintió un cosquilleó allí donde posó su mano en la cintura para ayudarla a bajar, como si tratara de una simple civil. Una vez con los pies en el suelo, la morena no podía sentirse más nublada de mente. Estaba emocionada, somnolienta, quizás un poco seducida,pero no podría definirlo con exactitud en ese momento.

La campanilla en la puerta la sobresaltó apenas se abrió. Yamato la condujo por el lugar como si fueran dos criminales en busca de alguna sustancia ilícita. No había más clientes además del hombre que atendía el lugar, y ciertamente tampoco era una librería como el capitán le había dicho. El lugar estaba lleno de humo, había libros, sí, pero en una estantería de tamaño promedio y miles de estanterías y vitrinas con otros productos. Todo como si saliera del libro verde que ella quería comprar.

Se dirigieron a la estantería de libros y Yamato le entregó una copia del libro que él estaba leyendo ese día en la banca.

—Misión cumplida —dijo con un murmullo, como si de verdad se encontraran en una librería y se exigiera la quietud de una.

—Así es —respondió con un susurro, se encogió de hombros con una risa atascada en la garganta.

Los ojos almendrados de él estaban mirándola tiernamente y ella no quería dejar de verlos directamente, así que dio dos pasos hacia atrás con una complexión risueña, dispuesta a pagar por el libro y poder descubrir sus secretos en su habitación, con Iruka y su chica haciendo una sinfonía de fondo. Shizune se encontró pronto con un estante que obstaculizó su camino y le golpeó la espalda ligeramente. Se sintió idiota y Yamato se rió, acercándose a ella y arrebatándole el libro gentilmente.

—Deja que me encargue de esto. —El capitán fue a pagar, intercambió unas palabras con el encargado y pronto estuvieron fuera del local, el material de lectura estaba en una bolsa de papel bastante discreta bajo el brazo femenino. La sonrisa no abandonaba su rostro—.Te acompaño a casa.

Shizune asintió. Volvieron a tomar la ruta por encima de los tejados, el ratón guiando al elefante con su sigilo. Esta vez la médico no prestó atención hacia dónde se dirigían y solo trataba de seguirle el paso, sentir su mano tibia sobre la suya y contener las emociones que habían estado toda su vida dormidas. Se movían en su pecho, manteniéndose cerca de la superficie, pero no salían a flote. Llegaron al parque y su corazón galopó.

—Me parece fascinante, señorita Shizune, leyendo esta clase de libros. No pensé que existiera alguien así.

—Tampoco lo he leído —«Ningún libro así, de hecho»—, no te sorprendas mucho.

Él rió, la soltó y la guió por el parque que ya no le parecía tan escalofriante a la morena. Cuando el tacto cesó, a Shizune le vinieron las ganas de prolongarlo, pero no sabía cómo hacerlo. Yamato se mantenía callado y ella igual, no había nada más que el pequeño libro pervertido que los unía y todavía no podían comentar nada. Se habían encontrado unas veces en la Torre, él había tenido lindos gestos con ella, pero en ese entonces solo lo veía como un compañero más de trabajo. Cuando ella se había ido a disculpar con Kurenai por el incidente allá en el local de licor, la morena de ojos rojos le restó importancia y le confidenció que el capitán Yamato había hecho lo mismo con Asuma como algo gracioso. Ahora, se veía a sí misma destinada a perder la virginidad con ese hombre que la acompañaba hasta su departamento. ¿Qué tenía que hacer? ¿Invitarlo a pasar a tomar un té?

—¿Qué harás más tarde? —preguntó él, Shizune contuvo el aliento pensando que quizás tenía al menos un gen Yamanaka, pero luego descartó la idea. Quizás solo estaba pensando lo mismo que ella.

—Solo leer —indicó la morena, palmeando la bolsa de papel discreta que tenía en sus manos. Yamato asintió con la cabeza y no dijo más. Definitivamente se había equivocado de respuesta, quizás debió haber dicho algo más osado, pero simplemente se sonrojó tan solo pensarlo. Decir vulgaridades no iba con ella—. Vivo allí, a la vuelta de la esquina —dijo cuando empezó a ver el feo edificio de fracasados erguirse metros hacia el cielo. De pronto, le daba vergüenza que él supiera dónde vivía. Además de virgen, era una fracasada.

—¿Dónde? —Quiso saber él, alargó la vista y, como era esperable para una mujer como ella, tan pulcra y severa; su vista se paseó por todos los edificios colindantes al Complejo de Fracasados, perdón, de Veteranos.

—Allí. —No quería ser más específica, pero Yamato estaba acercando peligrosamente el edificio donde ella vivía, era mejor ir con la verdad—. Aquí —dijo mientras se detenía en las escaleras.

—Eres vecina de Anko. —«¿Cómo diablos sabes eso?» Shizune sintió una mezcla de sensaciones extrañas, pronto supo que eran celos hacia la mujer que usaba demasiadas mallas como para poder concentrarse en su rostro—. Es un buen lugar.

Ella solo asintió. De su garganta quería salir un insulto hacia la mujer que probablemente había ensuciado al único hombre que ella podría tener y querido tener a su vez. Si Anko le había puesto las garras a Yamato antes, ya no lo quería. Era como si hubiese perdido todos sus puntos al revolcarse con la mujer voluptuosa. Él había pertenecido a los ANBU, ella era jefa de esa rama. Shizune realmente quería pegar un grito ante ese pensamiento, gritar un insulto tan horrendo que desaparecería a Anko de la faz de la tierra, pero al igual que su pobre conocimiento del coito, ella no conocía ni podía hilar insulto alguno. Se quedó callada pero Yamato no parecía molestarse. ¿Pensaba en Anko, quizás?

—Capitán Yamato, se le necesita —dijo una voz tersa y femenina por detrás. Una ratona ANBU había caminado sigilosamente hacia su posición y palmeado el hombro de su cada vez menos atractivo acompañante. La chica enmascarada de cabello largo y morado se le quedó esperando. No iba a recibir un «no» como respuesta—. Ahora.

—Está bien —dijo él, miró a la mujer con el libro pervertido oculto en la bolsa de papel—. Discúlpeme, nos volveremos a ver otro día, ¿verdad?

—Sí.

Y se fue con otra mujer. Shizune imaginó que Anko lo había mandado a llamar con una de sus chicas y ambas lo besarían toda la noche. Bueno, tendrían coito, pero sonaba mejor dicho de otra manera.

Subió cabizbaja las escaleras y encontró a Iwashi sentado fuera de su apartamento con Tonton mirándolo con suspicacia. Algo le decía a la morena que el pequeño chunin con la barba puntiaguda se hacía estado desahogando con el cerdito y a este no le gustaba mucho saber sus secretos. No le interesaban demasiado.

Cuando la vio aparecer de las sombras del pasillo poco iluminado, él se sobresaltó para levantarse como un resorte y sonrojarse, no estando seguro de cuánto habría escuchado la médica.

—Señorita Shizune, vino la chica aprendiz de la Quinta a dejar a Tontín.

—Tonton —corrigió y el cerdito estuvo a punto de masticar sus pantorrillas, pero Shizune lo tomó gentilmente en sus brazos—. Gracias por recibirlo, perdí la noción del tiempo.

—Se veía muy entretenida con el Capitán. —El chunin se encogió de hombros y miró el suelo, se veía abrumado.

—No fue nada —rebatió ella—, es un tonto.

—De verdad lo siento —dijo él, pero no lo parecía, puesto que se le iluminó el rostro con una sonrisa que iba desde un extremo a otro—. Espero que no desista de tener citas.

Ahí había una intención oculta que fue evidente hasta para la morena.

Un chirrido constante y rítmico que parecía salir de los resortes de una cama empezó a brotar del apartamento de al lado. No había gritos estrepitosos de mujer y solo se oía el jadeo del maestro de la Academia, lo que hacía parecer que Iruka había llevado una nueva conquista hasta su apartamento.

Ella soltó una risa, al menos la supuesta Anko no estaría molestándola esa noche, aunque aumentaban peligrosamente las posibilidades de que ella estuviese con otro hombre. Iwashi, por su parte, siguió riéndose con cada gemido que soltaba Iruka y cuando la miró de vuelta, se encontró de frente con la morena. Sus ojos se anclaron a los labios vírgenes de ella y soltó un suspiro, se relamió los labios y se le acercó torpemente para juntarlos en un beso. Shizune se echó para atrás y Tonton cerró el hocico en su chaleco verde de uniformado y no lo soltó hasta que ella lo zamarreó un poco.

—Perdóneme —dijo él de pronto, sonrojado a más no poder.

El alboroto que armaba su vecino lo había incitado. Se llevó la mano a la bandana y se la quitó en un gesto de caballerosidad torpe. Era más alto que ella a pesar de ser más joven, algo que sí le gustó a la morena.

—Está bien, no te preocupes. —Su mente maquinó algo maquiavélico—. ¿Quieres pasar? Puedo hacer té.

Ciertamente tomó de sorpresa al pequeño chunin, y su largo procesamiento mental hizo que Shizune comenzara a arrepentirse de sus palabras. Sí, iba a hacerle té y actuaría como si no tuviera otras intenciones, ya tenía el libro, pero podría intentar experimentar algo si Iwashi se lanzaba sobre ella como lo había hecho segundos atrás. Era visiblemente torpe por lo que no notaría probablemente la torpeza de ella. Además, al parecer sí estaba atraído de su cuerpo menudo y sin forma. Shizune no podía ser tan exigente. Sin embargo, como siempre, Tonton no estaba de acuerdo con esa decisión. Según el cerdito, el hombre no le llegaba ni a los talones, y conformarse como lo estaba haciendo su humana era inaceptable. Gruñó, nada más eso podía hacer en los brazos de la morena.

Shizune abrió la puerta con nerviosismo, exasperada por el movimiento rítmico del apartamento de al lado que parecía estar llegando al clímax. A su lado, el chunin estaba acalorado, desesperado por contenerse... Encendió las luces y sus ojos negros captaron movimiento dentro, soltó un grito y a Tonton, y se apresuró a apagar las luces. El chico de la barba puntiaguda chocó con su espalda diminuta y no supo qué le urgía tanto.

—¿Por qué apagó las luces? —susurró embelesado pero ella pronto lo empujó hasta la salida. Iwashi se aferró al umbral de la puerta con las manos y no ocultó su asombro—. ¿Y el té?

—Lo olvidé, tengo que comprar té —respondió, seguía empujando, pero el chico tenía fuerza y no quería salir de su apartamento. Shizune esperaba que Tonton apareciera y mordiera sus canillas para ayudarla a sacarlo, pero nunca apareció—. Mi apartamento no está ordenado, dejémoslo para otro día. ¿Sí?

—No me importa eso —resolvió al instante, pero él ya estaba afuera y ella había cerrado la puerta de un golpe.

Allá afuera, Iruka había acabado.

—¿Tonton? —murmuró cuando el silencio reinó en su apartamento.

El cerdito no respondió.

—No te preocupes, está dormido.

—Inoichi, estás ebrio, vete a casa —dijo tímida, no se había movido de la puerta con la esperanza de que sus ojos la habían engañado y así imaginado que el mentalista estaba tambaleándose en la ventana que daba hacia los miles de tejados que se veían desde allí. No quería encender la luz, pero cuando lo oyó hablar sus miedos estaban confirmados—. ¿Cómo entraste?

—No estoy ebrio —se quejó él, arrastraba las palabras por lo que Shizune pensaba lo contrario—. Bebí para que te sintieras más cómoda conmigo aquí. Tú sabes, no podré leer nada. —Se rió un tanto con la boca cerrada haciendo que Shizune se sonrojara en la oscuridad, veía su figura masculina delineada con las luces lejanas de la ciudad. Su abultado pecho y sus brazos hicieron que se mordiera el labio inferior. ¿Qué era ese extraño poder que él ejercía sobre ella? Seguro se sentía indefensa porque Inoichi sabía muy bien el problema que la hacía tímida—. Y respondiendo a tu pregunta, Tonbo me ayudó. No te preocupes, ya borré su memoria.

Eso no la alentaba para nada.

El viejo Yamanaka avanzó a paso lento hacia ella, y Shizune no quería separarse de la puerta; a unos cuantos pasos de separación, la morena cerró los ojos y esperó lo no se esperaba. Los hombres eran una especie extraña para ella, lindos para mirar, pero nunca se detenían a mirarla a ella. Excepto el chico de la Academia al que había besado, y si eso era lo que se sentía un beso, tan baboso y sin sentido, entonces los besos no eran para ella.

Dejó de respirar cuando Inoichi alargó la mano y le acarició la mejilla con uno de sus dedos, fue un leve rose. Tan delicado que casi no supo en qué momento la había tocado, pero sintió un cosquilleo allí donde su piel se junto con la de ella. Agradable. Y abrió los ojos.

—Ya estás muy mayor para ser tan tímida —indicó él, sonrió con los dientes blancos expuestos. Shizune enrojeció, era verdad, y cabizbaja, pensó en todas esas veces que se sintió menor que Sakura—. Déjame abrazarte.

A Shizune se le detuvo el corazón para acelerársele al instante. ¿Qué pretendía ese hombre? Sentía que estaba burlándose de ella, pero no sabía cómo. Él la atrajo hacia sí como si ella fuese una muñeca, llevó una de sus manos a su cintura y la otra siguió acariciándole el rostro, deteniéndose repetitivamente en su labio, que lo frotaba con su dedo pulgar. Shizune sentía que la cara se le derretiría al estar tan sonrojada y afiebrada. Inoichi subió su mano desde la cintura, por su espalda hasta tocar su nuca, allí enterró sus dedos en los cabellos cortos de ella.

—Siéntete libre que tocarme si es lo que quieres —dijo con una sonrisa, claro que quería tocar ese pecho y esos brazos, pero sus brazos estaban incómodamente ubicados en cada uno de sus costados, cayendo pesadamente como dos bloques de plomo. Cerró los ojos, el aroma de Inoichi era delicioso, incluso mezclado con el alcohol de taberna. Nunca había imaginado lo bien que se sentiría estar así con un hombre. Su respiración cálida sobre su mejilla, el vaivén de su abdomen con cada exhalación y inspiración que daba para saborear su aroma femenino. Todo se sentía irreal, una extraña sensación que solo existía con la proximidad que tenía con Yamanaka. Recordó cuando lo vio en la vitrina trasplantando una orquídea, y se sintió estúpida al verlo en una situación marital nada más. La proximidad era lo que le importaba—. ¿Estás quedándote dormida?

Ella negó con la cabeza, incapaz de articular alguna palabra. Temía que si abría la boca, un graznido se apoderaría de sus cuerdas vocales. Inoichi asintió satisfecho por la respuesta vaga de la mujer que tenía entre sus brazos, volvió a bajar la mano que tenía en su nuca y delineó la leve curva de su cintura hasta llegar hasta sus muslos. Si bien la morena no gozaba de unos pechos prominentes como su mentora, su gracia se ocultaba debajo de la tela de su vestido negro. Y con ese pensamiento, su mano empezó a apuñar la tela en la palma para ir subiéndola lentamente, sin alertar a su acompañante de lo que pretendía. Ella había apoyado el rostro en su pecho, con la nariz de Yamanaka haciéndole cosquillas mientras nadaba en las hebras negras de su cabello. Su mano que otrora jugaba con sus labios, estaba en la espalda media, sujetándola con fuerza para aprisionarla.

Cuando su mano terminó la tarea de apuñar la tela, se deslizó por la piel desnuda haciendo que ella se sobresaltara. Estaba fría al tacto y peligrosamente cerca de su ropa interior, pero él ya la tenía firmemente sujeta y ella no quería que la soltara. Sus pensamientos ahora estaban contrariados. Inoichi sonrió, se saboreó los labios y la besó con salvajismo. Su mano llegó hasta su entrepierna y la masajeó. La apoyó en la pared, la volteó y siguió besándole el cuello, con su mano escociéndole las entrañas y la otra acercándose a uno de sus pechos.

Shizune por primera vez sintió una erección y cerró los ojos, se sentía extrañamente complacida con el tacto duro y palpitante sobre su trasero. Se mordió el labio e Inoichi apretó sus caderas contra su muslo y soltó una exhalación profunda; la morena, por su parte, suspiró un quejido silencioso para el deleite del mentalista.

—¿Te gusta? —Preguntó el hombre pero ella no respondió.

Se sentía avergonzada, pero igualmente satisfecha con tenerlo así. Sus manos se apoyaron en la pared donde él la empujaba y sus uñas arañaron el papel decorativo, que estaba teñido con un cultivo de hongos, pero en esos momentos el deleite que Yamanaka ejercía sobre ella era en lo único en que podía pensar. Temía suspirar muy fuerte porque podría despertar a Tonton o algún vecino amante del cotilleo podría estar pegando la oreja al otro lado de la pared. Sin embargo, en el apartamento de al lado, Iruka había vuelto a gemir, produciendo el mismo efecto en ella que antes había provocado en Iwashi. Quería oír a Inoichi de la misma forma que el maestro de la Academia, ya que con solo un quejido del rubio había provocado un suspiro en ella.

Él deslizó una de sus manos en su corpiño y pellizcó uno de sus pezones, mientras que con su otra mano acercaba la cadera de la morena más hacia su erección, desatando en ella una llamarada interna. Iruka estaba en el clímax del otro lado, ella estaba fuera de sí. Inoichi murmuró algo de que ya estaba lista y se alejó dos pasos para simplemente observarla con los ojos entornados, como si estuviese cansado, pero satisfecho.

Shizune se apoyó en la pared tratando de controlar su respiración, ¿qué estaba haciendo con ella? Parecía que la torturaba dejándola a tres metros sobre el suelo y esperar a que la sensación se desvaneciera para caer de bruces al suelo. Inesperadamente, Ibiki la visitó en sus pensamientos, trabajaba junto a Yamanaka en Inteligencia por lo que algo debió aprender del hombre que vivía en el primer piso. Suspiró profundamente, estaba molesta por el abrupto cese de su tacto.

Inoichi rió con la boca cerrada, la tomó entre sus brazos para posicionarla sobre sus caderas.

—No me odies, solo quería que me pidieras más..., pero parece ser que eres silenciosa —dijo con su voz adormilada, Shizune no estaba segura si se trataba del alcohol en su sangre o de lo que estuviera experimentando con ella. No se sentía capaz de desembocar tantas sensaciones en alguien como Inoichi lo hacía con ella. Se desconocía a sí misma, lo único que quería era cerrar ambas piernas en él y sentirlo duro. El libro que Yamato le había comprado estaba en el suelo, olvidado, dentro de su bolsa de papel discreta—. Estás tan lista —resopló cuando su mano acarició su entrepierna húmeda e introdujo un dedo, Shizune arqueó la espalda, extrañada por esa acción. Lo miró con los ojos bien abiertos; silenciosa y expectante de lo que quería hacer.

Volvió a apoyarse en la pared, abrió la cremallera e introdujo esta vez su miembro lentamente hasta el fondo. Shizune entrecerró los ojos y abrió la boca levemente al estar ante una sensación tan extraña como esa, como si la estuviera llenando por dentro. Salió de igual forma y repitió la acción, cada vez más rápido. La morena pronto se relajó y comenzó a acostumbrarse al movimiento.

—Haré que acabes —dijo Yamanaka.

—¿Qué? —preguntó ella, completamente adormecida.

Él salió, la volteó para dejarla nuevamente enfrentada a la pared. Volvió a penetrarla lentamente y con sus dedos describiendo círculos en su clítoris. Shizune cerró sus ojos segura de que pronto se evaporaría en mis mariposas, lo oyó gemir y acelerar el ritmo, sus entrañas se contrajeron y se convulsionaron y pronto terminó por desmoronarse en un quejido agudo. Inoichi se detuvo unas embestidas profundas después y cayó rendido sobre ella.


Edit: 17/11/2021


Gracias a Suigin Walker y Aome-Hime por sus encantadores reviews. Espero que les haya gustado este cap y este lemon.

¡Nos leemos en el siguiente!


En el siguiente capítulo:

La guardiana de Tonton le sonrió de vuelta y se mordió el labio inferior, se sentía extrañamente traviesa. Y tremendamente feliz, algo que no pasó desapercibido para Genma. Él puso una mano en su cintura y la otra la apoyó en la pared, aprisionándola.

—Shizune, justamente estaba pensando en ti. —Tonton refunfuñó, ¿qué pasaba con los humanos machos?