Lejos el capítulo que más me costó.
Capítulo fracasado III:
Yamanaka Inoichi.
El olor a polen la despertó. Abrió los ojos con lentitud, sentía escozor allá abajo y arrugó el entrecejo al acordarse por qué tenía esa sensación. Se cubrió la cara con una almohada, totalmente avergonzada pero, debajo, se permitió una tímida sonrisa. Con que de eso se trataba todo, nunca se había sentido tan cansada y tan satisfecha como esa mañana. Movió sus pies bajo el edredón para desperezarse y notó el peso de Tonton sobre ella. Seguía dormido, gracias al cielo. Y entonces, su rostro denotó duda, no recordaba haber vuelto a la cama. Ni mucho menos acomodar al cerdito sobre ella; cosa rara, ya que él gustaba dormir bajo las sábanas, no sobre éstas. Fue en aquel momento en que el polen volvió a llamar su atención, las flores que Ino le había dado ya se habían marchitado, y con una sonrisa buscó las flores frescas que las habían reemplazado.
Estaban a un lado de su cama, sobre la pequeña mesita de noche, eran de color blanco. Veraniegas y repletas de polen. Soltó una risa encantada y las admiró embelesada. Algo había cambiado en ella luego de que Inoichi la visitara en estado de ebriedad. Adoraba sus brazos, su pecho; sus manos experimentadas y cómo la había hecho sentir.
No logró reprimirse y saltó de la cama con un grito divertido. Tonton finalmente despertó y la observó extrañado entrar en la ducha con una sonrisa extasiada. El agua tibia relajó sus músculos adoloridos y se tentó jugar un poco con el jabón para tratar de imitar las caricias de Yamanaka. No lo logró, pero no estaba desanimada, las sensaciones que la habían embriagado seguían teniendo réplicas en su todo cuerpo. Seguía sintiéndose enormemente feliz y extasiada, como si por fin hubiese despertado de un letargo que había durado treintaiún años.
Corrió hasta su armario y se vistió, ciñéndose el obi más de lo normal. Fue hasta la cocina, picó fruta para ella y el cerdito, y revolvió unos huevos porque esa mañana moría de hambre. Comió con una sonrisa y Tonton seguía observándola extrañado. Al recoger los trastos y dejarlos en el fregadero, su mirada oscura dio con el libro pervertido sobre su bolsa de papel discreta. Se llevó las manos a sus mejillas sonrojadas como un vago intento de detener su vergüenza, Inoichi debió toparse con eso en la noche. Lo devolvió a la bolsa de papel y lavó los platos con la mente atormentada.
—Vámonos, Tonton, es hora de trabajar —dijo una vez que hubo terminado, se secó las manos y caminó rauda hasta la puerta. Dejó pasar al cerdito y luego cerró tras de sí.
En ese mismo instante salía el maestro de la Academia.
Shizune le sonrió mientras le echaba llave a su puerta e Iruka, al no ver ninguna señal de los otros vecinos hostiles, le devolvió el gesto. Ambos cerrojos se levantaron y sonaron al unísono. El maestro se veía relajado y con el pecho inflado, Shizune se sentía menos vergonzosa de lo normal.
—Buenos días —dijo él.
—Buenos días a usted —respondió a ella. Se guardó las llaves al bolsillo y se echó andar escaleras abajo, con el cerdito siguiéndola de cerca, con la espalda encorvada y el ceño fruncido, visiblemente molesto con la presencia de Iruka—. ¿Cómo van los preparativos para las clases del ninjutsu médico?
—Excelente, con la señora Tsunade queremos empezar con las clases el mes que viene. —Umino estaba demasiado contento con las noticias, y por un instante, Shizune se sintió apartada, aun si sería ella la que impartiría las clases por orden de su superiora.
Tonton cerró el hocico alrededor del tobillo del maestro y la morena lo tomó en sus brazos de inmediato.
—Discúlpelo, está huraño. No ha visto tanta gente como ahora que vivimos acá, creo que está estresado.
Umino Iruka asintió, no le gustaba el cerdito. Se despidió de ella y apuró el paso escaleras abajo. La morena negó con la cabeza y reprendió silenciosamente al porcino, pero claramente él no se arrepentía de nada y dio por terminado el asunto con el molesto y ruidoso maestro de la Academia. Con algo de suerte, Iruka impartiría sus clases de hoy con una cojera, y recién en ese momento, Tonton estaría más contento que Akamaru, si éste tuviera dos colas.
Shizune suspiró, siguió bajando las escaleras y, en el segundo piso, Genma se topó con ella. Iba a bajar al primer piso, pero al verla, se detuvo y le sonrió con su boca torcida con su aguja. Su pelo estaba goteando como la última vez que lo había visto de salida al trabajo, su altura seguía siendo más majestuosa que la de Inoichi, pero Yamanaka no tenía que envidiarle al hombre joven y apuesto. La guardiana de Tonton le sonrió de vuelta y se mordió el labio inferior, se sentía extrañamente traviesa. Y tremendamente feliz, algo que no pasó desapercibido para Genma. Él puso una mano en su cintura y la otra la apoyó en la pared, aprisionándola.
—Shizune, justamente estaba pensando en ti. —Tonton refunfuñó, ¿qué pasaba con los humanos machos?
—¿En serio? —No pudo contener su sorpresa, para la médico, Genma estaba lejos de pensar en ella más que en curarle las heridas en una misión. Anko y la chica ANBU eran las elegidas para estar con él.
Genma sonrió mostrando los dientes.
—¿Y por qué no? —Pregunto haciéndose el ofendido. Shizune pensó en darle una larga lista de acontecimientos, pero prefirió callar, quería saber qué quería el hombre apuesto. Seguramente necesitaba ayuda o algo por el estilo. Genma pasó la aguja de un lado a otro de su boca antes de responder—. Hoy saldremos Raidō, Aoba y yo, podrías venir. Solo uniformados.
—Solo uniformados —repitió.
¿Qué significaba eso? Entre sus conocidos no figuraba ningún civil, aunque era horrible reconocerlo, solo conocía gente en el trabajo. Y ni siquiera estaba segura de que reconocería al chico que besó por primera vez sus labios, el que no consiguió graduarse de la Academia y que ahora figuraba en las filas de civiles comunes y corrientes
—Está bien.
—Bien, paso por ti a las ocho.
—No es necesario. ¿En la taberna de siempre? —Recordaba una taberna, sabía cómo llegar, pero no recordaba el nombre. Tampoco sabía si era la de siempre, ya que una o dos veces había acompañado a Tsunade y se los encontró, luego de que la guardiana de Tonton se uniera al equipo. Genma asintió—. Nos vemos allá, entonces.
Tonton gruñó molesto.
Sonrió por última vez y se agachó para pasar debajo del brazo masculino que detenía su paso. Antes de desaparecer de su vista castaña y extrañada, se despidió con un gesto tierno con la mano. Genma gruñó, no entendiendo qué era lo que acababa de pasar. Esperaba que, como siempre, la chica en cuestión se derritiera al verse acorralada, pero Shizune no era una de chica normal, al parecer. No, ella estaba pensando en Inoichi; sus manos, sus besos, sus flores. Sonreía como tonta con el recuerdo de su cabello rubio y largo, sus ojos claros y sus arrugas.
Cabello rubio y largo, ojos claros. Shizune se mordió el labio y siguió haciendo el inventario. Tres cajas, no, eran cuatro; negó con su cabeza fastidiada, rayó sobre el papel hasta que éste se rompió. Resopló, el cerdito la miró extrañado desde el otro lado de la estancia. Sopló el pelo que le caía sobre la frente y volvió a contar, sentada sobre la cuarta caja que había olvidado. El estanque de peces se había vuelto un almacén, e Ino y Sakura estaban ayudándola a acarrear todos los pergaminos, infusiones y utensilios necesarios para la buena práctica del ninjutsu médico, pero, cielos, ¿porqué su hija debía ser tan parecida a él? El mismo tono de ojos, el mismo pelo, la misma coquetería. Negaba con la cabeza, intentando alejar los pensamientos que le traían de vuelta a Inoichi, pero, ¿cómo podría hacerlo? Se había acostado con el que fue su profesor en la Academia, el que se había tomado el tiempo de enseñarle puntería y provocado sonrojos infantiles; sonrojos bien parecidos a los que tenía en esos momentos.
—Sakura, trae la última caja, estoy agotada —suplicó la rubia.
La aprendiza de su mentora acató silenciosamente y, cuando esta se fue de la estancia, Ino cerró la puerta.
Shizune contuvo la respiración.
—Señorita Shizune, no tuve la oportunidad de preguntar, ¿cómo le fue ayer? —Tomó asiento a su lado y apoyó la cara en sus manos.
—Bien —dijo y garabateó cualquier tontería en la hoja de inventario solo para no mirar a los ojos que había heredado de Inoichi. La rubia de le acercó y Shizune volteó la hoja para no verse atrapada en el acto evasivo.
—Se ve distraída, ¿seguro que no le fue excelente? —Su voz cantarina no era parecida a la de él—. ¿Quién fue el afortunado?
—El capitán Yamato —«tu padre», corrigió sus pensamientos culposos—. Y no me fue tan bien. Se fue temprano.
Ino bufó levemente, no le gustó el final de la historia. Había visto cómo su superiora trataba en vano concentrarse, reprimir su sonrisa y removerse intranquila sobre la caja de pergaminos viejos. Tonton había estado sentado sobre su regazo, pero tanta intranquilidad de su humana hizo que se retirara a mirar a los peces chapotear al estanque. Para la rubia, todo indicaba que había tenido una gran cita.
—Debe estar enamorada de él si aún así está feliz de haber salido con él, aunque haya durado poco.
—No estoy enamorada —rebatió al instante, negando con su cabeza enérgicamente. Inoichi apareció en su mente, sus ojos azules adormecidos por el alcohol, su respiración profunda, sus quejidos. Cerró sus ojos para centrarse, si pensaba más en él se sonrojaría y su hija la vería—, es muy pronto para decirlo. Solo ha pasado una vez.
—Señorita Shizune —interrumpió la niña de diecisiete años, posando una de sus manos sobre sus rodillas como si tratara de tranquilizarla. Luego, cambió el semblante—. Quiero agradecerle por lo de ayer.
—¿Perdón?
Ino retiró su mano y se levantó, caminó hasta donde estaba el cerdito sentado. Meditó mirando su reflejo en el agua antes de mirarla con un dejo nostálgico en su mirada.
—No conocí a mi mamá, papi nunca me habla de lo que no debo hacer —dijo y Shizune entendió por fin la urgencia del tema para Inoichi. Su hija había llegado a una edad en que ya no podía evadirlo—. Él es un coqueto, creo que teme encuentre a un novio como él en su juventud.
Shizune apretó sus piernas, ella podía dar fe de los encantos que tenía el viejo. La habilidad de sus manos debió haberse pulido a través de los años y de las mujeres que lo habían acompañado. Todos decían que perder la virginidad era un proceso extraño y desagradable, y que ni siquiera en las siguientes oportunidades sería atractivo. Para Shizune, había sido magnifico. Posó su vista en la hija del hombre que la hizo suspirar y dejó a un lado la hoja rayada de inventario.
—Tampoco conocí a mi madre, solo a mi tío —confesó—, si hay alguna otra cosa que quieras decirme. Adelante, estaré feliz de ayudarte.
La hija de Inoichi no dijo más y fue a abrir la puerta para que, cuando Sakura llegara con la caja, no notara que había sucedido algo. Seguramente, Ino no quería que su amiga supiera que estaba teniendo problemas no resueltos con la madre que ella nunca había conocido. Y Shizune la entendió, nunca le habían explicado a ella misma lo que le había ocurrido a su madre; su tío Dan se había dedicado a solo contarle cuentos fantásticos que nada decían de su final. Cuando murió él, ya nada más podía descubrir de su madre; y fue la novia de él la que se encargó de Shizune los años siguientes. Tsunade había hecho por la morena, lo que ahora esta hacía por la hija de Inoichi. Con ese pensamiento sonrió, esperaba complacer al mentalista con eso.
Cuando Sakura llegó, además de la caja, venía con un recado que venía desde la morgue.
—No me dijeron más, solo que debía ir inmediatamente —indicó Haruno, encogida de hombros.
Bajó rápidamente por las escaleras, dejando a Tonton encargado con las chicas en el estaque de peces. No era un buen lugar para el cerdito ya que no se sentía cómodo en un lugar donde se rebanaban humanos de forma bastante similar a como lo hacían en el restorán de donde él fue rescatado. Ver chapotear peces en el estanque era infinitamente mejor.
Lo más probable era que un cadáver había llegado a la morgue y se necesitaba saber prontamente la razón de su deceso, así, Shizune pensó que lo mejor era que adelantara el riguroso trabajo de alistarse para entrar a la sala de operaciones y se ató el cabello en una coleta baja mientras empujaba la puerta con su espalda. Su miraba subió hasta la tabla donde estarían los nombres de sus compañeros de ese día pero no había ninguno escrito, ni siquiera estaba el suyo. Frunció la boca, ¿Sakura estaba equivocada? ¿Acaso había oído mal y realmente debía estar en el hospital?
Se abrió la puerta de la sala de operaciones y salió Tonbo de allí. La miró, o al menos eso parecía que hacía, y le indicó que entrara, pero él no la acompañó. A la morena le extrañó que no le dijera ningún comentario sarcástico, pero cuando vio dentro de la sala y dio con Inoichi, supo que Tonbo era solo su envoltorio, ya que el mentalista le habría borrado la memoria como acostumbraba hacer con sus subordinados.
Sonrió traviesa, el hombre rubio no dejaba de sorprenderla. Primero entraba a su departamento a la fuerza y ahora la citaba en la morgue, donde la camilla de operaciones parecía pulcra, pero varias veces allí había corrido sangre podrida. ¿Era esto uno de esos encuentros prohibidos? Shizune se mordió el labio inferior y se aproximó lenta y tímidamente hasta Yamanaka. Sus manos dudaron, temblorosas, pero se alargaron y se posaron sobre su pecho amplio. Lo estaba tocando, como él le había dicho la noche anterior: «Siéntete libre que tocarme si es lo que quieres.»
—No, Shizune.
El semblante de Inoichi era serio. Le tomó los hombros y la alejó de él, completamente distinto a la actitud que tuvo con ella cuando estuvo borracho en su apartamento. Ahora quería hacerlo, enterrar sus dedos en ese cabello largo y rubio, y que éste le acariciara el cuerpo como la noche anterior. Frunció la boca, bastante contrariada. ¿Era que no estaba borracho? Ya no le importaba mucho que le leyera la mente, no había secretos, y menos ahora que ya había estado literalmente dentro de ella.
—¿Aquí no? —preguntó intranquila.
No estaba familiarizada con la relación post-coito, no sabía tampoco cuánto se debía esperar para entablar una relación amorosa. Se le vino a la cabeza el día en que ella lo había visto trasplantar una orquídea en su florería mientras que ella estaba parada frente a la vitrina, mirando lo que sería una vida como su mujer. De pronto, no le pareció buena idea que estuviera tocándola en sobriedad.
—No —dijo, seguía serio. Retiró sus grandes manos de sus hombros y se los echó al bolsillo. Sus ojos claros y hermosos eran dos pozos impenetrables, Shizune no sabía ni podía imaginar qué era lo que estaba pasando por su cabeza—. Creí que me había explicado bien. Iba a ayudarte con tu problema.
Su problema era virginal, ya no lo era. ¿Significaba acaso…?
—¿No volverá a pasar? —Preguntó sin pensar, y una vez dichas las palabras, se tapó la boca con las manos y se sonrojó—. ¿No?
Inoichi cerró los ojos y suspiró largamente.
—Solo será una vez, ya no te sentirás insegura con el tema. ¿Hablaste con Ino?
Shizune frunció la boca y se le aguaron los ojos. Quería golpearlo en la mejilla con la palma de su mano hasta que esta quedara enrojecida y entumecida del dolor, ella no había pedido que entrara en su apartamento y la esperara ebrio a que llegara. No había pedido que le acariciara el rostro y terminado de cogerla a un lado de su puerta. Aún así lo había hecho y ahora pedía el favor a cambio. Se sintió desechable y sus ojos buscaron el suelo. Odiaba su cabello largo y rubio y sus ojos claros.
—Sí, lo hice.
—Gracias —resolvió más calmo, sacó una de sus manos de sus bolsillos y acarició su mejilla con delicadeza, la misma que había utilizado la noche anterior. Shizune sintió una traza de culpa en su rose—. Bebí demasiado, no volverá a ocurrir.
—Claro que no.
Shizune se permitió una sonrisa mientras desataba la pequeña coleta en su cabello, quería marcharse, pero aún sentía la necesidad de ver hasta qué punto la culpabilidad de Inoichi lo haría retractarse. Quería que la besara y le dijera que todo había sido una broma para que suplicara, como la noche anterior; pero su cara se mantuvo impasible y su mano volvió al bolsillo. La morena asintió, ahora todo parecía un bonito sueño que ya había terminado. Las lágrimas le escocieron los ojos y salió de la sala de operaciones sin despedirse ni mirarlo siquiera. Ojalá nunca le hubiese hecho ese favor.
Tonbo estaba afuera. pero no se movió ni un centímetro cuando ella pasó junto a él, parecía que todavía no volvía a su cuerpo.
Volvió a subir a la superficie, ya que la morgue donde ella trabajaba estaba oculta bajo el hospital. Pasó a un lado de la recepción donde las enfermeras recibían las fichas médicas a la espera de que un médico apareciera para recibirlas, pero no se detuvo. Aunque Inuzuka Hana la hubiese llamado repetidas veces desde el mesón. Shizune necesitaba llegar rápidamente al baño y encerrarse en un cubículo para llorar amargamente. Sin embargo, al entrar, se encontró con Anko, que se miraba al espejo mientras se acomodaba la malla que llevaba sobre el pecho.
—Hola —dijo Shizune con un hilo de voz que no pasó desapercibido para la mujer voluptuosa.
La vio completamente muda entrar a un cubículo, cerrar la puerta con cerrojo y suspirar repetidas veces. Dentro, la morena se debatía para contenerse hasta que la exnovia de Ibiki se retirara. Pero no lo hizo.
—Oye, ¿estás bien?
—Sí. —Su voz se quebró y se tapó la cara con ambas manos para ahogar su sollozo. No podía aguantarlo más.
—No suenas bien.
—Necesito estar sola —resolvió con una voz aguda, chillona, cargada de lágrimas y un tanto molesta por la intromisión.
Anko aclaró la garganta, abrió el cubículo contiguo para sentarse en el retrete y hablarle desde ahí.
—¿Acaso estás embarazada? —Shizune frunció el ceño para luego lanzarle una negativa casi imperceptible—. Entonces no es el fin del mundo, yo pensé que lo estaba, por eso estoy aquí. Resulta que solo estoy gorda y estresada. —No hubo respuesta por parte de la morena, Anko solo oyó que la mujer estaba con serios problemas tratando de contener el hipo del llanto—. Escucha, si no estás embarazada, mi consejo es que te ahogues en alcohol, no en lágrimas. Los hombres no merecen tus sollozos, asumiendo que de eso se trata tu problema.
Shizune abrió la puerta del cubículo y Anko no tuvo que esperar mucho tiempo para que se asomara tímidamente.
—Gracias.
Entró en la taberna, ávida de descontrol. La risa que la había acompañado gran parte del día la había abandonado y ahora tenía la punta de la nariz y el contorno de sus ojos enrojecidos, además de tener su mirada vidriosa. De todos modos, el humo de la taberna también podía ser el responsable de su malestar. Se debatió por horas si era recomendable aceptar la invitación de Genma, y luego de una visita por su armario, decidió que sí lo era. Ahora, ella estaba buscando con la mirada aguada al castaño y su grupo, vestida con pantalón y chaqueta de servicio. Él había dicho solo uniformados, y siguió al pie de la letra las indicaciones.
Lo vio en la barra encorvado, bebiendo una cerveza con una expresión aburrida como si hubiese esperado demasiado. Shizune frunció la boca con un poco de culpabilidad, por lo que se sorbió la nariz para asegurarse que ya no estaba congestionada por el llanto y aparecerse ante él. Tuvo que tocar su hombro para que el hombre apuesto se volteara a verla a los ojos.
—Ya sabía que estabas ahí —le dijo casi con un murmullo, con un gesto con la cabeza le mostró la vitrina en donde se exhibían toda la variedad de licores que habían allí, pero lo que la hizo sonrojarse fue que, en el reflejo del vidrio, ella se veía nítidamente. Incluso pudo ver el color en sus mejillas—. ¿Estás lista para esta noche?
Shizune se sintió en blanco y abrió la boca para volver a cerrarla, él sonrió y volvió a acomodarse sobre la barra, con los codos sobre la madera y la botella de cerveza en los labios. La morena se mordió el labio inferior y tomó asiento dificultosamente al lado de su vecino, las sillas eran ridículamente altas y ella no tenía en sus pies los tacones que la caracterizaban y hacían sentir femenina. Tenía los zapatos de servicio, además del traje y la chaqueta que, con su figura, no parecía más con un chico pequeño.
Genma le pidió dos tragos al cantinero que no tardó en servir, fue una botella de cerveza.
— ¿Todo bien en el piso seis? —Ella asintió—, ¿todo bien en general? —Shizune suspiró. Tomó un trago de la cerveza, volvió a dejarla sobre el mesón; antes de tragar, negó con la cabeza—. La vida es así, a veces es buena, casi siempre mala. Simplemente debemos seguir —filosofó.
Shizune asintió simplemente, tenía la botella entre sus manos y con sus uñas empezó a rasgar la etiqueta mojada de esta. Se sentía infinitamente incómoda estando allí, en ese lugar tan extraño, bullicioso y maloliente, y más si estaba al lado de su compañero de equipo. Tomaba cerveza como si le gustara, aunque siempre la encontró demasiado amarga para ella, mientras que su mente le mostraba imágenes de ella e Inoichi en la noche anterior. Miró de reojo al hombre que tenía al lado y se mordió el labio, no decía nada. ¿Por qué se mantenía callado? La ponía innecesariamente nerviosa, como si realmente no la quisiera allí.
—¿Y Aoba y Raidō?
—Están aquí —dijo con un tono aburrido. La morena se abstuvo de preguntar más porque pensó que podía haber una obviedad que ella no estaba viendo. Genma la miró y con un gesto la llevó de vuelta al reflejo de la vitrina: ambos estaban sentados en una mesa más allá, con una linda chica rubia que más tarde reconocería como la hija de Inoichi—. No me gustan las niñas pequeñas.
Shizune abrió los ojos como platos.
—¿Están cortejándola?
—Es lo que pienso —confesó y se volteó a verlos directamente con una sonrisa—, formaron grupo con la chica. Ella los invitó a un trago. Creo que así intenta parecer mayor de lo que es, una tontería de la rama de Seducción en Inteligencia. —Dejó de mirarlos para cambiar abruptamente el tema—. ¿Quieres otro trago?
—No he terminado. —La cerveza ni siquiera había bajado a la mitad y ya se le había calentado en las manos.
—Estamos recién comenzando.
—¿Comenzando? —Shizune intentó reprimir un sonrojo, pero le fue inevitable—. Lo siento, no salgo demasiado.
—Primero, empezaremos con cervezas y luego, si quieres, pediremos algo más fuerte —murmuró—. No puedes dejarme solo, no eres así de malvada, ¿o sí?
El tono que había utilizado era uno juguetón, acompañado de su linda sonrisa adornando su hermoso rostro. Los ojos castaños de él estaban entornados, como si el alcohol ya estuviese reptando por sus venas como cuando Inoichi apareció en su apartamento a cogerla. La morena intentó reprimir una risa tonta pensando en lo que esos ojos cansados habían desatado la noche anterior.
—Me gusta ese sonido —dijo él y ella se sintió a morir. Su mirada estaba sobre ella continuamente y no sabía cómo detenerlo, no quería que la viera sonrojarse en el acto.
El cantinero les sirvió dos vasos pequeños y sirvió en ellos un licor espeso y café para la suerte de la mujer, porque Genma se abstrajo mirando cómo el líquido caía y se salpicaba en la madera del mesón, como si le deleitara la espera para poder finalmente tomárselo. Cuando el cantinero se retiró con la botella y el dinero de Genma, él deslizó el vaso lleno por la barra para reemplazar así la cerveza. Antes de dejarla donde estaba acumulando las botellas vacías, le dio un pequeño sorbo porque, de todas formas, ya se había calentado y perdido el gas.
—Anda, no seas tímida. Ya no estás en edad de serlo —apremió su compañero de equipo.
«Ya estás muy mayor para ser tan tímida», le había dicho Yamanaka antes de abrazarla y empezara la razón de su depresión. No le había hecho más que un favor según su parecer.
Shizune se forzó a sonreír y tomó el vaso, sumisa, no podía negarse si él había pagado por el trago. Sin embargo, el sabor ardiente y aceitoso de lo que tocó su lengua no fue de su agrado, y luego de unos instantes meditando si tragárselo o no, su lengua se arqueó en una arcada y lo escupió hacia el asiento vacío que tenía a su lado. Expulsando el líquido como si fuese un aerosol. Genma se rio y ella se encogió de hombros.
—Lo siento.
—Está bien, esta vez probaremos algo más sutil —dijo, tomó de un sorbo el trago que tenía enfrente, el mismo que Shizune había escupido, y pidió dos más. El cantinero retiró las botellas y vasos vacíos y los reemplazó por dos vasos un poco más pequeños y limpios. Un recipiente pequeño significaba que el grado alcohólico era mayor, por lo que la morena se movió intranquila en su silla—. ¿Estás lista?
Shizune asintió, no muy convencida. Su lengua esta vez no la traicionó y el líquido transparente bajó ardiente por su garganta y sintió que sus entrañas se calentaban, la sensación era como un vago recuerdo de lo que había sentido la noche anterior con Inoichi, cuando él y sus manos jugaron donde no debían. Ese pensamiento hizo que arrugara la boca, gesto que Genma atribuyó a que tampoco le gustaba la segunda bebida alcohólica que había seleccionado para ella. Volvió a pedir cerveza, simplemente porque su acompañante parecía haber tenido suficiente con tragos exóticos.
—¡Genma! —Gritaron desde atrás.
Shizune se volteó inmediatamente, Genma no. La chica que estaba ante ellos era una Inuzuka, con el pelo tomado en una coleta baja mientras que unos mechones rebeldes caían sobre su cara, sus labios estaban pintados de un color rojo intenso, como las marcas del Clan que llevaba en las mejillas. Shizune vio que se trataba de Hana, la Veterinaria encargada en el hospital, y a la que había ignorado esa misma tarde en la recepción. Hana la desconoció y volteó a Genma tomándolo del hombro para que por fin pudiera mirarla.
—Eres un imbécil.
Y sin más, vertió su bebida en su cara. Era el mismo líquido espeso y café que Shizune había escupido anteriormente; quizás, era el que siempre el castaño le compraba a las chicas. Hana se fue indignada y llegaron los murmullos propios del cotilleo que se estaba formando en la taberna. Shizune sintió que se sonrojaba, si bien las miradas no estaban sobre ella, ya que estaban a su lado, no quería que pensaran que ella había sido parte del problema. Se encorvó sobre la barra y tomó de su cerveza, buscando con urgencia algo qué hacer.
Genma se limpió con una manga e imitó a su acompañante.
—Mujeres —murmuró y bebió aunque todavía le goteara licor espeso del rostro.
—¿Qué le hiciste? —Se atrevió a preguntar.
—Nada…, y ese fue el problema.
Shizune asintió no muy convencida, vio sus manos sobre su cerveza a medias. Estás se veían difusas y, cuando las movía, lo hacían en un tiempo enrarecido. Oh no, finalmente el alcohol estaba subiéndole a la cabeza; cerró los ojos, tratando de tranquilizar las sensaciones.
—Creía que no te gustaban las niñas —dijo sin controlar sus labios ni su lengua. Estaba ebria, ya lo tenía claro, pero trataba de no parecerlo al hablar más y desviar la atención de su vecino, preguntándole lo incómodo.
Genma la miró de soslayo.
—No lo sabía en ese entonces. Además, ya está en sus veintitantos.
—Sigue siendo una niña —volvió a decir. Genma se rió, finalmente estaba junto a la mujer de la escalera con la mirada traviesa y rebelde. Shizune suspiró y se apoyó en la barra—. Creo que he tenido suficiente por hoy.
—La noche está recién empezando —se quejó. Le tomó la muñeca cuando ella se levantó del asiento y sintió que se le iba el aliento, ¿desde cuándo le pedían que se quedara?
—Para mí ya acabó —rebatió. Si antes se sentía ligeramente mareada, ahora se sentía severamente ebria, además de tímida.
—Ya la oíste, idiota —dijo Anko, aparecida desde la nada. Usó su cuerpo voluptuoso para detener el agarre de Genma, ya que apoyó su torso en la barra para pedir una cerveza al cantinero. El hombre no ocultó la molestia que sintió hacia la exnovia de Ibiki y frunció la boca. Se llevó una aguja a la boca y la mordió con la mandíbula tensa—. ¿Es que no te cansas de hacerlo? Ya vi a la pobre chica Inuzuka.
—Eso no es asunto tuyo —dijo Genma con suspiro.
—No pasa nada, Anko —resolvió Shizune, que finalmente recuperaba el habla—. Estábamos charlando nada más.
Anko la miró entonces, recibió la cerveza y lanzó unos billetes sin molestarse en esperar el cambio. La observó hito a hito antes de caminar hasta ella y enlazar un brazo sobre los menudos hombros de la morena, luego de un sorbo largo, dejó de mirarla para volver a ver a Genma.
—¿Es eso verdad? —La pregunta de Anko la tomó de sorpresa. Si bien no estaba mirándola directamente a los ojos, la pregunta era para ella. Cuando asintió, Anko le dedicó una sonrisa—. Está bien, me iré. ¡Kakashi, Yamato, por aquí!
¿Yamato? La morena estuvo tentada de mirar hacia donde la chica voluptuosa había desaparecido, pero no lo hizo. El capitán del librito pervertido estaba con Mitarashi, mientras que ella estaba con Genma, quien todavía tenía la cara mojada y congestionada por el disgusto que la mujer le había provocado. Shizune frunció los labios, ya no sabía qué hacer. Podría quedarse un rato más, podría. Se sentó de nuevo en el asiento demasiado alto, pero se abstuvo de hablar.
—¿Qué haces? —Preguntó él.
—Pediste que me quedara.
Genma se permitió sonreírle.
—Tú quieres irte. —Shizune asintió luego de unos segundos de espera—. Entonces, vámonos. Ya tuve suficiente.
—Lo siento —le dijo una vez afuera de la taberna.
El apuesto hombre se había visto sobrepasado por las dos interrupciones que habían sufrido y mostrado una faceta que la morena nunca le había visto, Genma también se molestaba. En las misiones él se mostraba serio, una que otra vez se permitía una broma para aligerar el ambiente. Ella lo había visto coqueto en la taberna y ahora se mostraba molesto. Intentaba ocultarlo sin mucho éxito.
Genma se detuvo para mirarla largamente.
—¿Por qué te disculpas? No es culpa tuya —admitió—, yo tuve el problema con Hana mucho antes de que volvieras. Y Anko cree lo que quiere creer. Ibiki es su problema.
Shizune se sintió extrañamente aliviada cuando se encontraron frente al edificio feo y masculino, y más cuando Genma abrió la puerta y la dejó entrar. No había habido más palabras durante el viaje de regreso por lo que la mente de la morena divagó. ¿Qué sabía de Genma? Él era un jōnin de elite con un hermoso rostro y voz alucinantemente sexy. Shizune frunció la boca, él era un jōnin de elite, ex-guardaespaldas del Cuarto y usualmente se postulaba para ser examinador. Sí, había leído su expediente cuando tuvo la oportunidad y no se sentía muy orgullosa de esto. Al menos, pensaba, sabía un poco más de él. Ahora, sabía que le molestaba lo que Anko decía de él.
—¿En qué piensas? —Preguntó ya en el segundo piso—. Has estado muy silenciosa.
—Nada en particular. —«Solo en ti» pensó cuando se detenían frente a la puerta del jōnin de elite—, solo necesito subir y dormir. Que descanses, compañero.
—También tú, compañera. —Genma sonrió y Shizune lo hizo aún más, retrocedió unos pasos sin querer perderse de esa sonrisa preciosa que adornada su hermoso rostro. Ser tan bello no debía ser posible y el hombre del segundo piso parecía tener conocimiento de ello—. Espero que llegues bien al piso seis.
—Eso espero —resolvió. Genma miró hacia abajo y luego subió lentamente la mirada para hipnotizarla nuevamente—. Cielos…
—¿Te han mencionado alguna vez lo tierna que eres? —Su cerebro dejó de funcionar cuando entendió lo que Genma estaba diciéndole, el color le subió a las mejillas y sus palmas se cubrieron en un sudor frío. Siempre sintió que era un insulto porque las niñas de la Academia eran tiernas, pero viniendo de él había sido distinto. Lo había dicho con una sonrisa torcida como si no hubiese podido guardárselo más. Shizune negó con la cabeza, sin habla—. Y con ese uniforme, me sorprendiste cuando apareciste así en la taberna.
—Pero…, me veo como un chico. —De repente, sintió que hablaba como la mayor de las hijas de Hyuuga Hiashi, con un tartamudeo leve y la cara sonrojada.
—No digas tonterías —le dijo divertido—, te ves hermosa.
Él se acercó y le besó la mejilla suavemente, encorvándose ligeramente para alcanzarla. ¿Qué estaba haciendo? Repasaba una y otra y otra vez la mente de la guardiana de Tonton. Genma se separó de ella para repetir el proceso de besarla en la otra mejilla y Shizune resolvió en cerrar los ojos firmemente, ese día no estaba del todo sobria. Y Genma estaba de la misma forma que Inoichi lo había estado la noche anterior.
«Piensa, Shizune, piensa», gritaba su interior, no podía quedarse como una estatua…, estaba a pasos de la escalera. ¿Y si corría hasta el sexto piso? Shiranui no iría a seguirla hasta tan arriba. No quería volver a repetir la noche anterior, no de nuevo, sería la segunda Inuzuka Hana. Pero, de pronto, la besó en el cuello y sus pensamientos se quedaron en blanco, y se vio a sí misma respirando profundamente, respondiendo al estímulo de sus labios.
Si Inoichi tenía manos mágicas, Genma tenía la magia en los labios.
—Realmente necesito…, dormir —dijo entumecida, Genma sonrió a escasos milímetros de su cuello. Sentirlo así fue divino.
—¿Tan pronto? —Ella asintió—, es muy temprano.
¡Se detuvo! Se detuvo para mirarla desde lo alto, Shizune siguió asintiendo a lo temprano que todavía era, cada vez más cabizbaja y tímida. Era su oportunidad y se dio media vuelta con los ojos entornados por el alcohol y sus hormonas para caminar tambaleante hacia arriba. Dos pasos de distancia y Shiranui la tomó del brazo, la volteó y le plantó un beso en la boca que le fue imposible rechazar. La abrazó con ambos brazos, aprisionándola, juntando su cuerpo menudo con el de él. Su respiración se agitó, se hizo profunda; una mano apretó su cintura causando un torrente de sensaciones que terminaban en su zona intima.
—No tienes que irte —afirmó calmado, se separó y Shizune se vio forzada a abrir sus ojos. Con horror se dio cuenta que estaba con los brazos enlazados detrás de su cuello y con los labios estirados, extrañando el beso que ya no estaba sintiendo. Ella negó con la cabeza, nuevamente muda, deshizo el abrazo y se llevó las manos a la cara para ocultar su vergüenza. «¡Contrólate!»
Genma sonrió satisfecho, abrió la puerta de su apartamento con destreza y se la echó al hombro para conducirla hacia dentro. Gritó en primera instancia, luego le salieron risas de la garganta que trataba de callar tapándose insistentemente la boca con las manos. Ibiki podría escucharla allá abajo. Quizás Raidō la oiría también, si había vuelto, puesto a que no lo había visto cuando Inuzuka armó escándalo. Sin importar quién podía oírla, Genma la bajó de improviso y la depositó sobre su cama. Firme, rápido, pero delicado.
—¿Me detengo? —Le preguntó de improviso, hincándose frente a ella, al pie de la cama. Ella sonrió algo traviesa, tanto como su timidez le permitió—. Lo suponía.
Se quitó el chaleco táctico sin quitarle los ojos de encima, debajo de él, tenía un torso que nada podía envidiarle a Inoichi. Cerró los ojos, como si se reprendiera a sí misma, no debía seguir pensando en el rubio Yamanaka. Ahora, el apuesto hombre del segundo piso la deseaba, esta vez sin tener un acuerdo entre ellos. Simplemente habían salido de la taberna y ella había terminado en su cama, cubrió su cara con ambas manos. Genma, ignorando sus debates mentales, comenzó a desvestirla. Primero los zapatos bajos que tanto la acomplejaban, pasó por los vendajes y terminó usando sus labios para descontrolarla. Depositando suaves y pequeños besos en sus pies desnudos. No podía estar pasando, se decía mientras mordía sus labios y miraba el techo, tratando de distraerse inútilmente.
Shiranui gateó en la cama, haciendo que su peso hiciera rechinar levemente los resortes. Abrió lentamente la cremallera del chaleco táctico y con sus manos estudió lo que había allí dentro. Acarició su vientre y subió hasta sus pequeños pechos con las yemas de sus dedos. Aún teniendo ropa encima, Shizune se deshizo ante el rose. «No los pechos», quería decirle, pero estaba muda de deseo. Odiaba sus pechos, nunca habían crecido como ella hubiese querido.
Genma pareció entender su lenguaje corporal y se sonrió. Aflojó un tanto sus pantalones antes de inclinarse hasta tocarle con la nariz la piel desnuda que tenía sobre la línea del pantalón. Sus labios se juntaron con su piel y lentamente la punta de su nariz comenzó a abrirse paso, levantándole la ropa hasta que quedó con todo el torso desnudo y besado. Se deleitó cuando desató el corpiño y liberó los pechos blanquecinos y diminutos. Ella negó con la cabeza intentando detenerlo, y trató de ocultarse con los brazos y sus manos, pero él la detuvo primero. Con una mano le subió ambos brazos sobre la cabeza y los retuvo firmemente así, para continuar torturándola con sus labios, su aliento cálido y húmedo, y la sonrisa perfecta que él presionaba sobre su piel. Sus pezones se endurecieron aún más cuando él se apoyó sobre su cuerpo y pudo sentir cómo su erección estaba presente. Involuntariamente, su columna se arqueó, buscando una mejor posición para que sus caderas sintieran mejor la dureza blanda de Genma.
—Traviesa —dijo con una voz gutural, se oía divertido.
Sentía vergüenza de sí misma, por lo que intentó detener sus caderas sin efecto alguno. Estaba torturándola. Volvió a besarle el vientre, empezando bajo el ombligo, pero esta vez bajó hasta la línea del pantalón. Sus besos eran cada vez más intensos, más húmedos. Cada vez le costaba mantener una respiración pausada y poco profunda. Con los dientes intentó bajar el pantalón sin mucho éxito, la mano que estaba aprisionando sus brazos ya había bajado hasta sus pechos, y Shizune tenía enterradas las manos en su cabello. Era suave al tacto y cada vez que Genma la besaba en un punto sensible, ella lo tironeaba un poco para castigarlo.
Intentó bajar una vez más el pantalón con los dientes, pero ya no tenía la paciencia que tenía en un principio.
—Me cansé de esta tontería —reconoció divertido, sus ojos entornados se le hicieron deliciosos a la morena. Alargó una mano para acariciarle los labios con las yemas para sentirlo más real. Genma estaba deseándola como ella a él.
Él tironeó el pantalón hacia abajo y se tumbó sobre ella. Sentirlo sobre ella era magnifico y sus manos femeninas se pasaron sobre sus caderas y subieron hasta su cintura. Era tan recto que la hacía suspirar, adoraba su figura como no tenía idea. Nunca había visto a un hombre así. Estaba embelesada, casi sin aliento, y él posó ambas manos sobre sus mejillas, acariciándolas, mirándola a los ojos antes de besarla en los labios.
Entró lenta y limpiamente mientras la besaba, Shizune se contorsionó, casi contrariada por la embestida. Escuchó la risa tranquila de él mientras salía y volvía a entrar. La morena soltó poco aire que tenía en los pulmones y miró en los ojos castaños de su vecino y amante, con cada movimiento de sus caderas dentro de ella, él soltaba un quejido que adquiría nitidez cada vez que apuraba el paso. Shizune se arqueó y apretó las piernas cuando él iba de salida, lo hizo sufrir y se deleitó con su poderío.
—Realmente eres una traviesa —jadeó, le plantó un beso feroz en los labios y embistió con rapidez sorpresiva. Ella gimió, él también, volvió a entrar en ella y Shizune volvió a apretar las piernas. Él besó su cuello hasta sus clavículas y ella tironeó de sus hebras castañas. Su vientre comenzó a vibrar, retorcerse, ahí venía la sensación maravillosa que solo Inoichi la había hecho sentir, pero que solo con Genma se había sentido partícipe. Una, dos veces más hasta el fondo y ella se deshizo, como una escultura de cerámica hecha trizas sobre el suelo. Una tercera vez y su vecino terminó rendido sobre ella.
Le dio un beso en la mejilla, luego en el lóbulo y cayó en un profundo sueño.
Edit: 17/11/2021
Quiero agradecer a ziotzae, Suigin Walker, HinataWeasley (yeah, baby), Digific, Aome-Hime y flywithbeatles por sus hermosos reviews. Cielos, cuantos adeptos a Shizune-virgen :)
Algunas aclaraciones: ¿Porqué fracasados? Ni Inoichi ni Genma parecen unos fracasados, yo les diré, no, pero están viejos ya para seguir jugando jajaja. ¿La mamá de Ino? Sí, existe en el animé pero no en el manga, para mí él siempre fue padre soltero y sexy.
Espero actualizar a fin de la semana o al comienzo de la siguiente :)
En el siguiente capítulo:
—Cielos, eso significa que… ¡Eres la chica de Iruka!
