Fue un capítulo lento de escribir, principalmente porque la tesis me atacó y tuve que escribirla. Cambiar de texto formal a narrar es algo difícil, a veces me decía: Ahora escribiré, pero me quedaba mirando el doc sin dejar de pensar en mi tesis. Cuuulpa.
Los dejo en un cap, que considero, de transición.
Capítulo Fracasado IV:
Shiranui Genma
La mañana era aterradoramente brillante.
Shizune murmuró con la boca cerrada mientras apretaba fuertemente sus párpados para que la maldad del día no la torturara más de lo que ya lo hacía. Se llevó ambas manos a la cara para así tapar la luminosidad del día, sintiéndose avergonzada de sí misma como para salir de las sábanas alguna vez. Sábanas que no eran suyas, por cierto. Sábanas de algodón, de muy buena fábrica, y almohadas de pluma de ganso tan finas que la hacían sentir con menos dolor de cabeza y deshidratación. Sin embargo, todo se opacaba por la vergüenza. ¿Por qué, de todo lo que no debía hacer, había caído rendida en los brazos de Genma? Como si Inoichi no hubiese sido suficientemente devastador y tan reciente como el día anterior. Dos días seguidos, nada mal para la virgen de hasta hace cuarenta y ocho horas.
Se volteó lentamente y rodó hasta el fin de los dominios de las sábanas. Tomó alguna de sus pertenencias y corrió al baño, no sin antes espiar al hermoso hombre que aún dormía plácidamente. Se veía tan tranquilo, despeinado y sexy, y eso la hizo enfadar, ¿podría ser horrible en algún momento? Para que no le doliera tanto cuando apareciera con el mismo discurso que Inoichi.
Frunció la boca y entornó los ojos, y de una patada, corrió la puerta de golpe.
Abrió la llave del grifo y bebió toda el agua que pudo. Se miró en el espejo para verse ojerosa, despeinada y con una piel manchada, terminó negando duramente con la cabeza y echándose agua para limpiar y borrar toda esa penosa visión de sí misma. Genma estaba acostumbrado a ese tipo de vida, a ella ese estilo le venía fatal. Alcohol y sexo no eran una grata combinación. Y luego, recordó sus besos y sus caricias, su cuerpo reaccionó como si Shiranui estuviese allí presente, besándola como solo él sabía hacerlo, y se sonrojó. Buscó su uniforme y el chaleco táctico y se los puso; ropa interior, listo. ¿Y sus pantalones? Mierda.
—¿Shizune? Ella me gustaba —resopló alguien en la habitación y ella se arrimó a la puerta para escuchar todo lo que pudo. Raidō era el visitante —. Quería que el equipo contara con ella cada vez que nos tocara ir de misión fuera del país. Ahora, tendremos que buscarnos otra. Pasará lo mismo que lo que pasó con Inuzuka Hana. Era una buena rastreadora.
—No me quejo cuando Suzume sale de tu apartamento, mis hijas se educarán con ella —bromeó Genma, ¿quería hijas? El comentario la enterneció.
—No tienes hijas.
—Podría llegar a tenerlas. —Raidō no tenía sentido del humor, puesto que no respondió luego de que Genma se rió. Shizune no oyó nada más, ya que ambos hombres bajaron la voz y solo se oían murmullos. Shiranui debió decirle al guardaespaldas que ella seguía allí, de otro modo, ¿quién habría dejado correr el agua del grifo? Cerró los ojos con fuerza y se reprendió a sí misma mientras se apresuraba a cortar el flujo de agua. Tontamente se sentía protegida con el sonido del grifo abierto como si ésta ocultara su presencia. Suspiró, ¿cuándo debía salir? Si dependiera de ella…, no lo haría nunca. Tan solo pensar que debía subir cuatro pisos en el edificio fracasado, como si se tratara de un camino de la vergüenza, para que todos supieran lo sucia y traviesa que había sido la noche anterior, la estresaba.
Dispuesta a suspirar una vez más, no se percató que el murmullo se había detenido entre los dos hombres y la puerta del baño se abrió tímidamente. Genma se asomó sigilosamente, solo tenía ropa interior y una aguja en su boca, el cabello castaño le caía sobre la cara, despeinado, haciendo que Shizune se preguntara cómo se veía mejor. Si lo era vestido y presentable o a primera hora en la mañana y con resaca, si es que la tenía.
—Tus pantalones —le dijo con una sonrisa torcida y divertida, y le extendió su prenda de vestir perdida. Shizune pronto se vio sonrojada una vez más ante su presencia al verse solo con ropa interior de la cintura para abajo. Todavía no se acostumbraba a la interacción masculina, por lo que inmediatamente se cubrió las piernas desnudas con sus mangas largas del uniforme—. No es algo que no haya visto antes —reconoció volteándose dispuesto para volver a la sala con el guardaespaldas, pero ella no había cogido todavía lo que él le había traído, así que se mantuvo con el brazo estirado dentro del baño hasta que Shizune reaccionó y se lo arrebató. Luego, se fue tan sigilosamente como había llegado.
Hecha un manojo de nervios, se los puso. Volvió a mirarse en el espejo, se peinó el cabello con los dedos y se dispuso a salir con la frente en alto y las mejillas en llamas.
Raidō estaba de brazos cruzados, apoyado en el umbral de la cocina observando cómo su mejor amigo se preparaba algo. No llevaba ni el chaleco táctico ni la bandana distintiva de la aldea, sin duda algo extraño de ver para la morena. Namiashi era un hombre disciplinado, muy formal y con una estricta política de espacio personal. Nunca se acercaba demasiado y si podía, no tocaba a nadie con las manos. Verlo luego de una noche de juerga era algo que no se veía todos los días, al menos, no todos los días de Shizune.
Cuando la vio salir del dominio del baño, se enderezó y la saludó con un gesto tosco.
—Buenos días —dijo con su voz grave a lo que Shizune solo soltó una risota nerviosa. La habían descubierto, aunque eso era algo inevitable.
—Shizune, ¿quieres café? Raidō y yo estamos a punto de desayunar. Hoy nos toca vigilancia. —Genma apareció de la cocina, se había cubierto al menos el pecho con el uniforme, pero seguía solo con calzoncillos más abajo. Se le acercó con una taza, se veía divertido, pero Shizune estaba al borde del colapso. Si él se le acercaba dos pasos, ella retrocedía tres. Y cuando por fin chocó con la muralla de papel, abrió la puerta con sus manos nerviosas, lista para desaparecer.
—Tengo turno en el hospital, debo irme.
Al cerrar la puerta tras de sí, el sonido que retumbó en cada rincón del húmedo, lúgubre y feo pasillo del segundo piso, se le hizo demasiado tétrico, como si llamara a todos los curiosos del edificio, y cuando por fin el silencio volviera a reinar en el Complejo de los Fracasados, todas las puertas de sus vecinos se abrirían y la verían salir del apartamento de Genma, el mujeriego número uno. No, Shizune se reprendió a sí misma, Shiranui solo era un hombre simple que no había conocido a la mujer que le diera a sus hijas, y los prejuicios infundados una celosa exnovia Inuzuka le hicieron la mala fama. Con ese último pensamiento, se animó a sí misma a correr por las escaleras completamente descalza. Cada vez que oía movimiento en alguno de los apartamentos, corría más rápido, con un escalofrío siguiéndola de cerca.
En el último piso, Tonbo estaba parado en frente de la puerta del maestro de la Academia como si esperara actividad. Al verla, de algún modo entre el vendaje, sonrió con autosuficiencia.
—¿Buena noche? —Preguntó—. ¿Quién fue el afortunado?
—¿Qué hiciste ayer en la tarde? —Le respondió con otra pregunta, él la miró extrañado. A Shizune no se le daba bien insultar, ni siquiera sabía cómo responder a un comentario tan desagradable como los que Tonbo solía hacer, por lo que simplemente se le vino a la cabeza el día anterior—. ¿No recuerdas? Podrías preguntarle a tu jefe en Inteligencia.
Cerró la puerta tras de sí y sintió una gota de arrepentimiento. Una pequeña y desagradable gota, pero en fin, Tonbo se lo merecía. No debía meterse en la vida de otros sin saber que había alguien de sus superiores que se metía en la suya, literalmente. Suspiró, sopesando lo que acababa de ocurrir, hasta hace dos días, jamás se habría imaginado despertar en una cama que no era suya.
—¿Qué he hecho? —Se lamentó en voz alta, cubriéndose el rostro con las manos.
—Dime tú —le respondió una voz desde el sillón y se sintió petrificada. Tsunade se enderezó y la miró con ojos entornados, el maquillaje corrido y cabello despeinado. Seguramente había entrado durante la madrugada al apartamento y caído derrotada en el único sillón que poseía la morena—. Aunque no tienes que decir nada.
La sonrisa que adornaba su cansado rostro era elocuente.
—¿Qué está haciendo aquí? —Su tono era como si la reprendiera, se dirigió al sillón y recogió las pocas prendas que su mentora había regado por el suelo, además de los tacones, que parecía se los había quitado lanzándolos a patadas lejos de sus pies.
Tsunade volvió a recostarse en el sillón, como si la charla ya le hubiese aburrido.
—Ayer salí con Izumo y Kotetsu, se me hizo tarde y ya no quise volver a la Torre, estaba my lejos.
La explicación era suficiente, según la rubia, pero Shizune no encontró lógica en sus dichos. Ir al Complejo de Fracasados desde la zona de las tabernas era un viaje con bastantes más kilómetros de lo que Tsunade reconocía, alzó una ceja morena y dejó las prendas de vestir y los tacones sobre la mesa donde desayunaba con Tonton. ¡Tonton!
—¿Qué taberna dijo que estuvo? ¿Y dónde está Tonton?
—Una que no conoces —resopló molesta—, y se quedó con Kotetsu. No te preocupes, si le pasa algo, Kotetsu perderá más que su trabajo.
—¿Me está diciendo que llevó a Tonton a una taberna y que luego lo despachó con alguien en que no confía? Perfectamente podría haberlo traído aquí. —Shizune entornó los ojos, algo no cuadraba en la historia de la mujer.
—Kotetsu se fue temprano, le pedí que se lo llevara.
—¿Kotetsu la dejó sola?
—¡Oh, por favor! Es un chunin, no hay nada que pueda hacer para protegerme.
Tsunade perdió los estribos y se volvió a levantar del sillón. Si Shizune iba a juzgarla, ella debía juzgarla de vuelta y hacerla sucumbir de miedo con sus abominables ojos miel. Sin embargo, si el cerdito estaba involucrado, la morena era peor que una leona.
—¿Y quién protege a Tonton?
—Kotetsu.
—¿En medio de la calle? Sabe que hay mucha gente que adora el tocino. ¿Qué pasaba si aparecía un Akimichi hambriento?
—Bien, tú ganas. Kotetsu no me acompañó a la taberna, lo despaché temprano con Tonton.
—Entonces, fue solo con Izumo hasta una taberna que yo no conozco, le dio pereza ir a la Torre donde tiene una cómoda cama…, pero aún así subió seis pisos para acostarse en mi sillón —resumió la morena, cruzó los brazos y la miró con ojos inquisidores. Podría haber estado así por varios segundos, quizás más de un minuto, y Tsunade le sostuvo la mirada como pudo, pero finalmente, ella se rindió.
—Bien, no fui con Izumo a una taberna.
Volvió a recostarse en el sillón y cerró los ojos para volver a dormir. La verdad era que no quería ver más a Shizune.
—¿Dónde estaba? —Tsunade no respondió, solo frunció las cejas mientras fingía que estaba dormida—. ¿Dónde estaba? Si no responde, empezaré a adivinar, y sabe que soy buena haciéndolo… ¿No hablará? Está bien. Si así lo quiere. —Shizune tomó asiento frente a ella, sobre la mesita en medio de la sala donde planeaba llenar de adornos inservibles en un futuro cercano. Estaba lo más cerca posible para leer todos los gestos faciales que podrían delatar a su maestra. Inteligencia debería contratarla—. No creo que haya tenido pereza de ir hasta la Torre, sé que le da más pereza subir un edificio completo…, entonces, usted debía estar cerca.
—Detente, pierdes tu tiempo.
—Debía estar en el vecindario. —Tsunade apretó la mandíbula—. ¿En este edificio quizá?
La rubia abrió abruptamente los ojos, estaba furiosa, se levantó y con el talón su pie descalzo hizo añicos la mesita donde Shizune estaba sentada.
—Cielos, eso significa que… ¡Eres la chica de Iruka!
—No lo digas tan alto, podrían oírte. Además, no es gran cosa.
—Pero es un chunin, usted los odia. Tonton lo detesta... ¡Cielos! Él lo sabía, por eso era tan huraño. —Shizune sentía que si dejaba de hablar, su mente le regalaría imágenes de las noches en que escuchó la sinfonía que el maestro y la sanin le entregaban, y ríos de escalofríos recorrerían su espalda. Era claro, parecía que Iruka tenía más de una chica porque ella misma iba y le entregaba detalles de lo que oía en el apartamento de enfrente. Si un día gritaba demasiado, al día siguiente se mantenía callada para despistar a los chunin y la médica que se apostaron en el pasillo a teorizar. Tsunade era inteligente—. Le gusta.
—No.
—Claro que sí, la conozco. Le gusta, por eso quiere que nadie sepa. Me despista hablando mal de los chunin.
—Hablaba enserio: los chunin no son gran cosa.
—Pero Iruka debe tener algo —sugirió melosa a lo que la rubia solo gruñó—. Es tierno, paternal y, por lo que escuché, bastante apasionado.
—¡Cállate! —Tsunade le mostró un puño y Shizune supo que no debía hondear más en el tema. Ya había perdido una mesita bastante bonita y no quería sumar otro trasto en la lista que llevaría a la mueblería. Frunció la boca para reprimir una sonrisa, así que no era con Kotetsu con quien mantenía una relación—. Ya sabes qué hice anoche, ahora debes decirme tú.
—Yo adiviné, creo que es su turno —dijo confiada, su mentora era pésima adivinando—. ¿Quiere desayunar?
—No tengo hambre —reconoció y la observó largamente—. No traes zapatos, estuviste con alguien de este edificio…, estaré atenta a quién te los devuelva.
Su sonrisa era temible y Shizune deseó toda la mañana que Genma no se los devolviera nunca.
—Lo olvidaba, debes ir con Suzume a la Academia.
Esperaba pasarse todo el sábado recostada en una camilla desocupada para así pasar la vergüenza, pero Tsunade siempre tenía otros planes.
Fue hasta el hospital para buscar un reemplazo, siendo Inuzuka Hana la elegida para cubrirla en todo lo relativo a la administración. Era increíble cómo la joven mujer tenía el rostro descansado, como si nunca hubiese visitado la taberna la noche anterior; Shizune, en cambio, se sentía horrenda. El alcohol le venía pésimo, lo otro…, reprimió una sonrisa enfrente de la veterinaria, temerosa de que oliera la esencia de Genma sobre su piel, aún si se restregó con fuerza la piel con jabón. Hana asintió y se fue, usaba un vestido corto cuando estaba en el turno del Hospital, y sus tacones, sus labios pintados, su piel tersa… Además de su voluptuosa figura que no temía mostrar. La morena frunció la boca cuando la vio alejarse, alisó su vestido y se fue a la Academia cabizbaja.
Namida Suzume la esperaba fuera del edificio educacional, de pie a un lado de la entrada. Su cabello ondulado y sus gafas oscuras los había visto cuadras de distancia, por lo que había apurado el paso con temor a su ira. Ser maestra por tanto tiempo la habían vuelto estricta, decían, y la puntualidad era algo que exigía a todos, decían. Verla ahí, a un lado de la puerta, parecía como si hubiese estado esperando hace mucho tiempo. Sin embargo, cuando la maestra por fin la vio, acomodó sus gafas en el tabique y le sonrió.
—Shizune, cuánto tiempo sin verte. —Su expresión era sincera. Habían compartido almuerzos en tiempos de la Academia, Suzume le aconsejaba a ser más práctica y dejar de llevarse por el miedo y Shizune solo fruncía la boca, dudosa, tal cual estaba haciéndolo en esos momentos. Namida Suzume era un año mayor, por lo que había sido compañera de clase con Raidō, al parecer seguían siendo tan íntimos como en aquella época y Shizune se moría de ganas de preguntar—. Estás más alta que yo.
—Finalmente —dijo tímida, se encogió de brazos y esperó a que la maestra dijera algo más.
—Sigues igual de tímida, aún así siendo una mujer mayor. ¿Tienes treintaiuno?
Ahí estaba otra vez ese comentario. Se sumaba al de Inoichi, «ya estás muy mayor para ser tan tímida», y al de Genma: «anda, no seas tímida. Ya no estás en edad de serlo».
Shizune asintió y siguió Suzume dentro del establecimiento. La supuesta novia de Raidō se abrió paso por el lugar con pasos cortos y elegantes, como la maestra de Artes Femeninas que era. Debía ser así, para que las pequeñas niñas que tenía bajo su alero la imitaran. Si no lo lograba, al menos, la médica que la seguía iría a hacerlo. La guardiana de Tonton llevaba demasiado tiempo siguiendo los pasos avasalladores de su mentora y esa mañana se sentía como una chiquilla en medio de una clase de Artes Femeninas.
Llegaron a la puerta principal y Suzume la abrió con un manojo de llaves de hierro viejo. La condujo por los pasillos desiertos de madera y se detuvo frente a la sala de maestros. Una gran columna cilíndrica era el centro de la habitación y a su alrededor se sentaban los maestros con sus escritorios. Suzume le indicó un lugar vacío, seguramente se habían apretujado para darle un puesto a la maestra de ninjutsu médico.
—Te sentarás a un lado del maestro Iruka, si no te molesta. —El escritorio de su vecino y amante de la Hokage era pulcro. El más ordenado de los que había allí, incluso más que el de Suzume, que estaba coronado con un ramo de flores delicadas en un florero y unos lápices a tono esparcidos en el mesón de forma aleatoria, pero armónica. Shizune imaginaba al maestro moviéndose inquietamente en su asiento, mientras calificaba los exámenes de sus alumnos, con todos los gestos que Tsunade decía odiar.
—No sabía que iba a enseñar aquí —respondió Shizune luego de una distendida meditación.
—Claro que debes hacerlo, querida, no esperes que las chicas controlen su chackra inmediatamente. Usualmente no saben hacerlo. Creo que será un largo camino antes de que puedas llevarlas al estanque de peces.
Según Shizune, el tiempo allí sería de un mes o dos, no de todo el semestre.
—¿A un lado de Iruka, dices?
—Sí, es un gran maestro. Ven, te mostraré tu salón. —¿Salón? Esto se estaba volviendo cada vez más serio. Ahora, Kotetsu tendría que cubrirla en la morgue y en el Hospital, además de la asistencia a la Quinta. Todavía se preguntaba si la tarea que Tsunade le estaba asignando tenía que ver con su mudanza desde el sofá de la Torre al Complejo de Veteranos—. Aquí estamos —indicó frente a una puerta. Ella no recordaba que existía ese salón en su infancia y la madera de la puerta era unos tonos más claros que del resto del lugar, sugiriendo una ampliación relativamente nueva.
Y lo era, aún se podía oler el barniz en el aire.
—¿La señora Tsunade lo mandó a construir?
—Sí, hace unas semanas para que pudieras empezar esta semana. —A Shizune se le fueron los colores del rostro, cosa que no pasó desapercibida por la maestra de larga y ondulada cabellera, ella se sonrió y le puso su mano con uñas perfectamente coloreadas en el hombro—. Vamos, te invito a almorzar. Quedé con Raidō en el lugar, pero no creo que se moleste si vas tú; tenemos tanto que hablar —dijo Suzume con ilusión.
Se sentaron frente a frente en el local de comida hogareña. Si el guardaespaldas quemado iba, seguramente su mejor amigo también lo haría y ella no podría soportarlo. Se sentía nerviosa tan solo pensarlo, por lo que no tenía apetito; y cuando le entregaron la carta con el menú, tuvo que hacer grandes esfuerzos para no parecer asqueada. Cada vez que sonaba la campanilla sobre la puerta, se giraba y se le iban los colores cuando aparecía alguien con alguna característica de Shiranui, sea la bandana peculiar o su forma de caminar calmada o su cabello largo. Suzume hablaba de las cosas que se hacían en la Academia, como los turnos que tenía cada profesor en los recreos o la confiscación de armamento no autorizado: si las armas no eran de madera, no se admitía el ingreso.
La mesera llegó por su orden, Shizune solo pidió el plato del día, incapaz de elegir algo mejor.
—Dos platos del día más —secundó la maestra—, y uno sin sal, por favor. —Una vez que la mesera se fue con una sonrisa, Namida la miró de igual forma—. Raidō está con la presión alta, no puedo evitar que frecuente las tabernas, pero sí puedo hacerlo cuando salimos a comer.
Shizune frunció la boca, pero ningún esfuerzo fue capaz de frenar su pregunta.
—¿Tú y Raidō son pareja?
—Es una larga historia, la verdad —confesó la maestra—, ni yo sé qué somos en realidad. Yo quise tener hijos, él no. Ahora me pregunto si no quería tenerlos conmigo.
Shizune no supo qué responder, ella no quería hijos por el momento, pero era simplemente porque ella hasta hace dos días no había hecho lo que se debía hacer para tenerlos. La visión de ella misma como madre se había aplazado indefinidamente, pero entre tanto Tonton la mantenía ocupada. Suzume, en cambio, había pasado toda su vida en la Academia, criando a niños que no eran suyos para la vida de uniformado. Más de alguna vez habría querido tener a su propio niño inscrito como alumno.
—Pero, ¿estás bien así? —Preguntó de pronto la lengua y los labios indómitos de la morena. No se sentía con la experiencia necesaria para dar aliento a otro ser atormentado como ella. Inoichi no quería ser su novio y Genma tampoco.
—Claro que sí, aunque quizás debería salir con Ebisu o Iruka.
—Ebisu. Iruka tiene novia.
—¿Es enserio? Debe ser por eso que está más feliz de lo normal. ¿Quién es?
—No lo sé —mintió—, solo digo lo que escucho. Somos vecinos.
—Oh… —Suzume no dijo nada más, al parecer era tanto o más escrupulosa con respecto al sexo que ella.
Cuando la mesera llegó con las órdenes, Suzume se disculpó y se fue al baño. Shizune se quedó sola con tres platos de comida solo para ella y se sintió incómoda. Tomó los cubiertos y empezó a revolver la comida que tenía enfrente, la maestra debía presentarse pronto o la morena perdería la cabeza, no iba a ser capaz de enfrentar sola a los dos hombres que vendrían, si sus suposiciones eran correctas. Creía recordar que Namida Suzume odiaba al hombre de la aguja en la boca en tiempos de la Academia, quizás seguía con esa aversión hacia el hermoso y apuesto amante de la médica.
—Hola, Shizune —dijo Raidō, lo sabía, reconocería su voz profunda en cualquier lado. Con temor, levantó la vista y lo encontró parado enfrente de la mesa con una expresión suavizada, pero que poco le decía de su estado de ánimo. ¿Estaría molesto de verla ahí? Shizune no respondió y miró hacia atrás, buscando al hombre que quería y no quería ver. No lo encontró—. No te preocupes, Genma no vendrá.
El guardaespaldas se sentó enfrente, a un lado de Suzume. La mesera había dejado el plato sin sal a un lado de la ventana y él se sentó al lado del pasillo. Un gesto que lo caracterizaba, podría decirse, ya que él siempre protegió a Suzume desde niños, interponiéndose entre ella y el mundo. Shizune pasó saliva y volvió la vista a su plato que poco le llamaba la atención. Raidō hizo lo mismo que ella y comió del plato con sal.
—Sé cómo es Genma, no te preocupes —dijo Raidō luego de unos momentos.
—¿Qué sucede? —Preguntó Suzume, sentándose nuevamente y empujando a su amigo íntimo hasta la ventana. Su ceño estaba fruncido ante la duda y el jōnin con la cicatriz en la cara la miró largamente para luego fijar sus pupilas sobre la morena que tenía enfrente. Shizune pronto supo que estaban teniendo una conversación mental como las que ella imaginaba tener con el cerdito cuando éste la juzgaba—. Oh…, Shizune, caíste en las redes de Shiranui.
Las mejillas de la jōnin médico ardieron, dándole la razón a la maestra de las Artes Femeninas. Suzume comenzó a comer del plato que ya había sido reclamado por el guardaespaldas.
El almuerzo pasó y Suzume se fue con el guardaespaldas en dirección contraria. Shizune los vio desaparecer en las calles de la aldea, seguramente él debía regresar con Genma donde sea que estuviese apostado para que pudiese ir él mismo a almorzar, pero se tomaría el tiempo en acompañar a su amiga-novia donde sea que la maestra fuese un sábado por la tarde. Suspiró, le hacía falta el cerdito a su lado… Y todavía faltaba un día y medio para volver a tenerlo entre sus brazos. Se abrazó a sí misma al no tener a Tonton para hacerlo y emprendió camino al edificio para echarse dormir un rato. Todavía le dolía la cabeza y se sentía como si un Akimichi hubiese pasado encima.
Esquivó la florería Yamanaka, entró al edificio y corrió hasta el piso tres. Quizás a Genma se le ocurría volver a su apartamento a comer. No era que no quisiese verlo, es que no quería que le hablara de sus zapatos abandonados en los pasillos, mientras un montón de oídos estaban pegados en todas las puertas del lugar para luego ir a contarles el secreto a Izumo. Que a su vez, se lo contaría a Kotetsu, el asistente personal y transitorio de la Quinta.
En el piso cuatro, una puerta se abrió y Anko apareció con un rostro espectral para el olvido. Estaba en mallas, el abrigo que ocultaba algo de sus dotes estaba en su mano.
—Amiguita, justamente estaba pensando en ti —dijo ella con un gruñido. El déjà-vu atacó nuevamente a la morena, ¿cómo le había dicho Genma el día anterior en la escalera? «Shizune, justamente estaba pensando en ti». La humana de Tonton abrió los ojos como platos mientras Anko enlazaba su brazo en sus hombros menudos—. Iré a comer unos dulces, ¿quieres venir?
—Preferiría otro día…
—Otro día quizás no quiera comer dulces —replicó ella con cara de fastidio—. Además, los dulces son lo mejor para la resaca.
—No creo que eso sea cierto… —intervino la morena, sus conocimientos básicos con respecto al alcohol en la sangre habían sido contrariados, pero la lentitud con la que ella se movía ese día hizo que se diera cuenta muy tarde que ya estaba bajando las escaleras con su autoproclamada amiga. Izumo y Kotetsu habían pasado años pensando que ellas se llevaban mal, es más, más de una vez le habían preguntado qué pensaba de su voluptuosa vecina. Ella no la conocía lo suficiente para armar una respuesta compleja y eso fue atribuido a la indiferencia odiosa que sentía por Mitarashi.
—Créeme, he sobrevivido así todos estos años.
Los dulces aparecieron en la mesa donde ambas se sentaron, Shizune los miró con desconfianza, la misma que sintió cuando llegaron al lugar. Definitivamente no parecía un lugar que se especializara en dulces, y los susodichos que les sirvieron no eran apetitosos; parecía que se especializaba en licores y ninguno de ellos era dulce. Y cuando Anko le pidió licor al mesero luego de servir los supuestos y apetitosos dulces, con unos susurros tan altos que podía oírlos con claridad, Shizune puso mala cara.
—Es muy temprano. Y no creo que sea un remedio para la resaca.
—Amiguita, cálmate y come un dulce —dijo Anko con una sonrisa y deslizó el plato con los aperitivos—. Y sí ayuda a la resaca. ¿Cómo te fue con Genma?
Shizune se volvió colorada y se llevó un dulce a la boca solo para dejar de mirarla. Había funcionado con la maestra y el guardaespaldas, ya que ambos empezaron a comer cuando comprendieron lo incómoda que se ponía con el tema. Suzume habló el resto del almuerzo de los niños que tenía a cargo, Raidō asentía en silencio y Shizune no dejaba de revolver la comida de su plato. Pero Anko no dejaba de mirarla ni tampoco habló de su trabajo, no tenía ni la más mínima empatía con ella como Suzume.
—No te juzgo, no muchas se han resistido. ¿Es un buen besador, verdad? Me lo han dicho demasiado.
Luego de asentir tímidamente, la morena separó los labios.
—¿No has estado con él?
Como Raidō le había dicho hace dos días en la escalera, existía el mito de que las mujeres que vivían en el Complejo de Veteranos, como ella y Anko, eran libertinas. Shizune pensaba que como Mitarashi y Shiranui eran unos coquetos, varias veces habrían terminado revolcándose al no aguantar sus excesivas hormonas.
Su autoproclamada amiga la miró largamente antes de negar con su cabeza.
—No, nunca he estado con Genma. No es mi tipo, exactamente. Es demasiado lindo.
—No te entiendo —dijo dudosa.
Entendía que ella era la exnovia de Ibiki, quien no era precisamente alguien muy agradable de ver. Especialmente si se quitaba su bandana. Él siempre decía que no le importaban las marcas de su cuerpo, que las torturas por las que había pasado lo marcaron de buena forma ya que en ningún momento abrió la boca. Sin embargo, si no le molestaban, ¿por qué se tomaría la molestia de cubrirlas? Principalmente las más grotescas.
—Me gustan primitivos y salvajes —ronroneó justo cuando el mesero llegó con el pedido y causó que éste se sonrojara—. Genma es precisamente lo contrario, es demasiado romántico para mí. Él hace el amor, yo quiero tener sexo.
—Sí, es romántico —resopló ella y se metió otro dulce a la boca, como si quisiera ahogar su afirmación ya que no quería que la oyera. Era demasiado tarde, Anko sonrió con el comentario y le dio un sorbo a su cerveza. La lengua de Shizune se afiló—. ¿Ibiki era salvaje?
Tenía la impresión de que era un hombre dulce y atento, ya que todo su discurso neandertal era solo una máscara. Sin embargo, decían que sus técnicas de tortura eran precisamente una tortura para los que estuviesen presenciándolo. Izumo aseguraba que Ibiki prácticamente disfrutaba con el dolor ajeno.
Anko la miró contrariada y se encogió de hombros, había tocado su fibra sensible.
—Ibiki… Sí. ¿Has estado con un hombre como él, amiguita? Kurenai siempre estuvo con Asuma así que no puedo hablar con ella de esas cosas.
—Sí, creo —dijo a sabiendas de que solo había estado con Genma y Yamanaka. El primero sería el sensible y romántico del cual Anko ya tenía conocimiento; y el segundo sería el primitivo y salvaje dueño de una delicada floristería, no, eso no estaba bien—. Más bien, creo que no. Define a un hombre como él.
—Alguien que le gustara el sexo duro, tú sabes… Amarras, azotes, vendas en los ojos.
Shizune abrió los ojos como platos, no imaginaba que a alguien le gustara recibir golpes mientras estuviesen teniendo relaciones. Sin contar con su primera vez, ella veía al coito como dos personas que disfrutaran hacer sentir al otro, como el mejor amigo de Raidō hacía las cosas. El sexo con Inoichi había sido demasiado rápido, inesperado, extraño, por lo que él era su «primitivo salvaje», pero Anko parecía llevar las cosas al extremo.
La morena miró a ambos lados antes de susurrar:
—¿Él te pegaba?
—Oh, no, ¡qué horror! —Shizune se sintió momentáneamente aliviada—. Yo era la que le pegaba a él. Verás, cuando estás en una posición de poder, muchas veces sientes la necesidad de ser el sometido. ¿Entonces? ¿Has tenido un hombre primitivo y salvaje?
—No —dijo extrañamente decepcionada por la poca experiencia que tenía con el tema. Se encogió de brazos, solo tenía a Genma y a Inoichi… ¡Ya está!—. Pero he estado con un psicópata.
—¿Qué clase de psicópata?
Anko había picado, se sentía bien tener un tema de conversación sexual con otra persona que no fuese su superiora. Alguien que no supiera nada de ella, la virgen, la sumisa asistente de la Quinta que sufría abusos involuntarios por la princesa de las babosas. Para Anko, Shizune podía llegar a ser una persona normal.
—Inoichi, entró en mi apartamento y me cogió a un lado de la puerta. Ni siquiera pude encender la luz y ya estaba sobre mí.
—¿Estamos hablando de Yamanaka Inoichi? —Casi parecía que se le iría a desencajar la mandíbula de la impresión, Anko puso las manos sobre la mesa y se le acercó para mirarla directamente sus pupilas. Quizás estaba ante una técnica de tortura que había aprendido de su ex-novio—. ¡No lo puedo creer! Te has cogido a los dos solterones más codiciados de la aldea. ¿Quién lo diría? Shizune…, eres mi heroína.
—Pensaba que Genma no era tu tipo…
—¿Y a quién le importa? Eres una zorra. —Era el insulto más amistoso que había recibido en su vida, Anko se puso a reír y se volvió a sentar en su lugar. Repitió el insulto varias veces, «zorra, zorra cualquiera», con una risa contagiosa que no la ofendió, solo la descolocó un poco—. Me gustas, niña.
¿Niña? Anko era mucho menor que ella. Eso sí era un insulto.
—¿Y qué pasó con Yamanaka? Pensaría que él querría estar una relación, una esposa muerta es fácil de engañar así que no hay mucha emoción en hacerlo a escondidas y casualmente.
—Él dijo… —¿Cómo había sido? «Solo será una vez»—. Bueno, parecía que se había arrepentido a la mañana siguiente.
—Borrachos, eso es lo que pasa cuando te acuestas con borrachos. Tienen la excusa perfecta después de aprovecharse de ti y tus hormonas. ¿Estaba ebrio cuando te cogió en la puerta? —El mesero había vuelto a recoger el plato vacío de dulces cuando Anko preguntó esa indiscreción y él volvió a freírse en sus colores. Shizune asintió—. ¿Ves? Es mejor hacerlo con alguien ni muy ebrio ni muy sobrio.
Por muy poca experiencia que Shizune tuviese en temas amorosos, eso no sonaba como un buen consejo.
—¿Alguna vez has estado con alguien que no sea un salvaje? —Preguntó de pronto, con un sorbo de cerveza ya sentía su lengua poseída—. Es decir, como para decir que te gusta eso en vez de lo otro.
Shizune había decidido que se quedaría con Genma si tuviese que elegir.
Anko se quedó callada, cualquiera pensaría que estaba revisando una lista mental en donde tenía a todas sus conquistas. Tratando de sacarlos a la luz, ya que la sombra de Ibiki era demasiado grande y oscura para recordarlos. La morena sintió que había sido una entrometida por lo que mecánicamente tomó el vaso de cerveza para darle un sorbo. Si seguía evadiendo de esa forma, llevándose a la boca todo lo que tenía en frente, terminaría engordando unos cuantos kilogramos. Debía tratar de calmarse y enfrentar las situaciones; como Suzume, Genma e Inoichi le habían dicho, era muy vieja para ser tan tímida. Cuando levantó la vista, Anko la miraba congestionada, como si estuviese a punto de echarse a lagrimear.
—¿Estás bien?
—No, no estoy bien —gruñó y golpeó la mesa con un puño—. No seré una zorra como tú, no me lloverán los pretendientes como a ti…
—Te equivocas, yo no…
—¡Genma e Inoichi! No digas más nombres que moriré de envidia —dijo con una pequeña sonrisa y le dio un enorme sorbo a su cerveza. Uno tan largo que, cuando dejó el vaso sobre la mesa, éste estaba vacío. Shizune frunció la boca, no podía dar más nombres porque no existían, así que se sintió tranquila por ese momento. No iría a descubrirla. Sin embargo, no entendía la reacción de Mitarashi—. Solo he estado con Ibiki. Nadie quiere meterse con la ex-novia de un tipo como él.
¿Había oído bien? Shizune abrió los ojos como platos, ella tenía más variedad que la mujer que tenía enfrente. Si bien no tenía tanta experiencia como seguramente Anko tenía, su número era un dos, mientras que el de la aprendiza de Orochimaru era solo un uno. Frunció la boca, quería sonreír con la revelación, pero sabía que estaba mal. Volvió a tomar un sorbo de la cerveza.
—Sé que suena horrible, pero no me molesta que él sea el único en mi cama.
Anko se encogió de hombros y se comió un dulce, a falta de la cerveza. La mente de la morena divagó, lo que ella había dicho anteriormente de Genma bien podría ser una excusa. «No es mi tipo», era realmente «él no está interesado en mí», pero sí estaba interesado en la asistente de la Quinta, lo opuesto a la voluptuosa mujer del cuarto piso. Su autoestima subió unos cuantos puntos. pero se sintió mal por Anko.
—Parece ser que todavía lo quieres —dijo la humana de Tonton. ¿Desde cuándo podía ser la que escuchaba y confortaba? Primero había sido Suzume y ahora Anko—. ¿Terminó mal?
—No, yo quería más. Él no.
¡Qué sucedía con los hombres! Ni Inoichi, ni Genma ni Ibiki querían algo serio. El rubio rememoraba sus días en el Complejo de Veteranos con cariño, mientras que los otros dos parecían rehusarse en salir de allí. También estaba Raidō que tampoco quería algo con Suzume, pero de alguna forma se veía el más civilizado de los cuatro. Conclusión: no debía salir con hombres que alguna vez hayan pisado el Complejo de Veteranos.
—Siempre es lo mismo. —Shizune se encogió de hombros—. Suzume me hablaba de eso en el almuerzo.
—Pero sé que Ibiki volverá y se casará conmigo —dijo Anko con una sonrisa—.Ven, amiguita, hay algo que debemos hacer antes de casarnos con esos imbéciles horribles y malolientes.
—¿El qué? —preguntó Shizune con curiosidad, el alcohol ya lo tenía en cada célula de su cuerpo, tanto el del día anterior y el de ahora, y su mente hacía sinapsis de forma extraña. Anko la levantó jalándola de la mano y notó su forma de vestir.
—¿Te han dicho lo horrible que es este vestido?
—Eso es grosero.
Anko no la oyó, o quizás solo la ignoró, la llevó al centro de la taberna y despejó el lugar de mesas y sillas semipodridas. Shizune la observó con curiosidad, Mitarashi se sintió satisfecha con el orden que había alcanzado bajo la mirada atónita del mesero que las había atendido y terminó por cruzar la instancia a poner música en la máquina vieja y empolvada. A sus oídos llegó una armonía lenta y sensual que le hacía pensar en Genma, y Anko llegó a su vez y la tomó de la cintura luego de subir las manos de la médica hasta los hombros de la jefa ANBU.
Se puso a bailar y la morena tuvo que seguirla, pero ni con todo el alcohol del mundo podría desinhibirse tanto como para bailar de buena forma. Desde que tenía sexo, la lista de cosas que Shizune no haría había cambiado y «bailar» ahora la encabezaba.
—¿A esto te referías?
Se sentía sonrojada.
—No, a esto —indicó con una sonrisa.
Ibiki estaba en la puerta de la taberna, la morena lo había visto de reojo y podía explicar la extraña reacción de su autoproclamada mejor amiga. La besó en los labios. Un beso tierno, en un sentido era mejor que los que Genma le daba solo por la ternura que poseía. La lengua de Mitarashi apenas rosó el interior de la boca de Shizune.
Y la morena respondió.
Edit: 18/11/2021
Agradecimientos a ziotzae, Hinata Weasley, Suigin Walker, CieloCriss y digific por sus hermosos reviews, ¡discúlpenme!
Creo que el fic se ha alargado xD Solo diré: el próximo cap no es el final.
En el siguiente cap:
—¿Quieres que vaya donde tu exnovio por flores?
—No es mi exnovio —se quejó, odiaba que Anko no supiera qué era un secreto—. Quiero que quieras regalarme flores.
—¿Porqué querría hacer eso?
