Juro que lo tenía hace más de un mes y lo único que me faltaba era una escena hot. Fracasé según mi parecer :D Pero, ¡oigan! Al menos ya no tengo tesis en mi vida y ya tengo gran parte del siguiente capítulo escrito. Shizune seguirá con sus tragicomedias :D
Recordatorios: Shizune pierde la virginidad con Inoichi y luego se enreda con Genma. Anko se autoproclama su amiga pero solo lo hace para aprovecharse de su ingenuidad y darle celos a Ibiki. A Shizune le gusta su experiencia lésbica y Raido no quiere tener hijos con Suzume. A Tsunade le gusta Iruka pero no que sea chunin.
Capítulo fracasado V:
Mitarashi Anko.
Pasó todo el domingo vomitando en el inodoro, tirada en su cama y tomando agua y antiácidos cada vez que tenía las fuerzas de levantarse. Ya entrada la noche, sintió que el alma le volvió al cuerpo y pudo ingerir uno que otro alimento. Luego del beso con Anko, ambas se habían puesto a beber porque, de pronto, el alcohol las hacía reírse de las tonterías que hacían. La morena ya había perdido la capacidad de sentirse ridícula con el licor corriendo por sus venas y, lo poco que podía recordar, era que había bailado con hombres que le doblaban o incluso le triplicaban la edad. Las imágenes de su sábado en un punto empezaron a ser recuerdos sin conexión alguna: se veía a sí misma en la barra sirviendo licor café en demasiados vasos que terminaba sorbiendo entre risas con su autoproclamada amiga; en el baño sintiéndose a morir al verse al espejo cuando todo le daba vueltas; junto a su pareja canosa de baile y caminando penosamente sujetándose entre sí con Anko. La dejó en el cuarto piso, pero no pudo subir más de uno.
Con horror, Shizune recordó que se había quedado dormida en el suelo al sentirse incapaz de seguir, siendo más tarde rescatada por alguien que no recordaba, puesto que una nebulosa alcohólica se había cernido sobre ella. ¿Quién había sido? Ese desconocido vecino suyo le había sonreído mientras la recogía del suelo y se la llevaba al último piso. Se llevó las manos al rostro, avergonzada, ¿por cuántos bochornos debía pasar para que estos se detuvieran? Ahora, el rumor más suculento de los pasillos del Complejo de Veteranos serían respecto a la médica que vivía en el departamento 60. Shizune, la solterona tímida y descarriada, amante de Genma y Yamanaka, y quien no podía mantenerse de pie.
—Estúpida —se dijo a sí misma y corrió hasta su cama para ocultarse bajo el edredón.
La mañana siguiente llegó sin avisar. Su cuerpo se había recuperado un poco más por lo que se envolvió en su edredón y caminó hasta la cocina con una cara espectral, debía comer algo y prepararse para el examen médico anual. Comió de la caja de cereal y bebió de directamente de la botella la leche de soja, sentada sobre el mesón de la cocina, para ella, jamás había llegado tan bajo. Tomó una ducha eterna en la cual se durmió unos segundos bajo el chorro caliente, cuando por fin estuvo vestida, alguien llamó a la puerta. Oh, cielos, ¿sería su salvador que quería asegurarse de que estaba bien?
Volvieron a llamar a la puerta y ella se dirigió temerosa a recibirlo.
—Buenos días, señorita Shizune —dijo Aoba desde el pasillo, su salvador no llevaba gafas oscuras como él por lo que fue descartado inmediatamente. Sonreía saludándola con un gesto con la mano, demasiado fresco y enérgico para ser un lunes en la mañana. La morena apoyó la cabeza en la madera de la puerta y bostezó—. ¿Durmió bien?
—No mucho, ¿qué te trae por aquí?
—Vengo por usted, señorita, la señora Tsunade está preguntando por su ausencia en el Hospital.
Shizune abrió los ojos como platos y verificó la hora en su muñeca, pero el reloj que hasta el sábado estaba allí, y que siempre se quitaba y volvía a poner luego de la ducha, no estaba. Mierda, su mente hizo sinapsis y le recordó que su bailarín canoso le había preguntado por su reloj tan bonito y que si podía regalárselo. Ella aceptó sin dudar. Cerró los ojos, odiaba esos recuerdos que aparecían a goteo.
—¿Qué hora es?
—Hace media hora debía estar allá.
—Vuelvo enseguida —dijo inmediatamente y, sin preocuparse de cerrar la puerta, se fue directo al cuarto de baño.
Aoba se sintió extrañamente invitado y admiró lo que la mujer había hecho con el apartamento horrible y descuidado que Iwashi poseía previamente, lo conocía, muchas veces había subido a beber. Sorprendido, miró el orden pulcro y femenino del lugar. Dentro del baño, Shizune se cepilló los dientes mientras se apretaba las mejillas para no verse tan espectral y enferma. Escupió, se enjuagó y corrió hasta la salida.
Llegaron en cinco minutos al Hospital. Para su suerte, no había mucho movimiento allí, solo un puñado de uniformados extremadamente puntuales listos para el examen. Shizune frunció la boca y Aoba le sonrió, Tsunade estaba exagerando, seguramente lo había hecho para torturarla. Hacerla creer había perdido su eficiencia en el trabajo citándola más temprano de lo normal, así se echaría a morir porque ella ya no dormía en el sofá de la voluptuosa rubia, pero lo que no sabía era que ni siquiera lo tenía presente porque había estado inconsciente hasta hace poco. Sonrió de vuelta al hombre con gafas oscuras y caminó dignamente hasta donde estaban las cajas con fichas médicas, en una minúscula sala de consultas.
—Nos vemos —le dijo a Aoba.
—Nos vemos en el examen, espero que no sea muy dura conmigo —le respondió él.
¿Ya habían sido asignados los nombres de los médicos tratantes y las listas de pacientes?
Apuró el paso y entró a la sala. Estaba llena de cajas y estas, a su vez, llenas de fichas. Buscó su nombre, no estaba rotulado ni en las cajas sobre la camilla ni en las del escritorio. Tampoco en las de la silla… Se agachó y buscó con la mirada bajo la camilla, pero no consiguió mucho ya que estaban unas sobre otras. Encontró el nombre de Sakura, pero no el de ella. Hurgó más adentro y tuvo que gatear para alcanzar las cajas apegadas a la pared. ¡Bingo! Ahí estaban sus pacientes.
—No esperaba verte así —suspiró alguien en la puerta.
Genma estaba allí y cuando ella se volteó, se golpeó la cabeza contra la camilla. No se dio por aturdida y fingió que no le dolía el cráneo, arrastró su caja y se irguió. Intentó mirarlo por sobre su nariz y pero él era mucho más alto que ella. Ni siquiera sus tacones que le sumaban varios centímetros de estatura le hacían justicia.
—Y tú no deberías estar aquí —dijo a la defensiva, en el Hospital ella era una autoridad. Más ahora si él venía a hacerse el examen médico.
Su voz se quebró y sus rodillas se hicieron gelatina, era débil contra esa mirada sexy y esa voz aterciopelada. Genma no quería tener algo serio con ella, así que debía huir de él, de Inoichi y de todos los fracasados del Complejo. Dio dos pasos hacia adelante, pero él no se movió del umbral de la puerta, intentó alejarlo con su presencia dando un paso más, pero ella no ejercía el mismo poder como pasaba a la inversa, como cuando Shizune quería huir de su apartamento aunque fuese descalza. Shiranui simplemente sonrió, sacó las manos de sus bolsillos y se afirmó en el marco de la puerta con ellas, en una posición que la hizo temblar. No podía ser más provocador.
—Pensaba en venir a ver a mi doctora en privado. Ya la conozco personalmente, no creo que ella tenga problema alguno.
—Sí, ella tiene problemas con eso —respondió escandalizada y ruborizada. Hablar de sí misma en tercera persona se sentía extraño.
Genma se encorvó con una mueca risueña y rosó los labios con su mejilla. Oh no, aquí venía de nuevo su magia. Luchó internamente contra el torrente de emociones que el simple rose con sus labios le provocaban, en cada centímetro de su piel, en cada célula de su ser… Hasta las puntas de su cabello se sentían extasiadas. Vibró con un escalofrío electrizante que hizo que por poco la caja y sus pacientes hechos papel se le cayeran al suelo. Genma sonrió, le quitó la pesada carga que llevaba en sus manos lentamente, ya que ella forcejeaba inútilmente para no caer en el control de Shiranui. Cuando la caja desapareció, la morena supo que estaba perdida, suspiró y cerró los ojos. Él, cerró la puerta, estaba segura que lo oyó.
Por unos instantes, lo único que oyó fue el sonido de su respiración levemente agitada hasta que el hombre apuesto se puso a caminar a su alrededor. Cerca, pero sin tocarla; pasos sigilosos, pero firmes. Cuando estuvo atrás de ella sintió un escalofrío que le recorrió por toda la espalda causando una leve sacudida en ella y una risa juguetona en Genma. ¿Cómo podía ser tan perfecto? Adoraba todo sonido que salía de garganta y más si era en la forma de una risa como esa: silenciosa, traviesa y masculina.
Por fin se armó de valor y abrió sus ojos lentamente para mirar por sobre su hombro. Ella estaba contra la puerta, él hacia la ventana. La luz de la mañana perfiló su cuerpo bien formado, si en el encuentro anterior se preguntó cómo era que le gusta más, ahora sabía perfectamente la respuesta: le gustaba más cuando despertaba, sin toda esa ropa mullida y apagada.
—¿En qué piensas? —Quiso saber, ella simplemente negó con la cabeza y dejó de mirarlo de soslayo—. Eso es lo que me gusta de ti.
—¿El qué?
—Nunca sé lo que quieres.
Shizune frunció la boca para no echarse a reír nerviosa, ¡a Genma le gusta algo de ella! No podía creerlo. Sin embargo, para ser justa, ni ella sabía lo que quería. ¿Irse y cumplir su trabajo o quedarse a merced de Shiranui? Quería lo primero, pero sus pies estaban clavados al suelo. «Genma no quiere nada más que esto, Shizune, acéptalo.»
Shiranui Genma le besó la nuca y la abrazó posesivamente por detrás. Ella se sintió a morir: el corazón se encabrió y su sangre hirvió; él le besó el cuello y subió hasta mordisquearle levemente el lóbulo. Sus manos masculinas se deslizaron por su cuerpo, delineando su figura, hasta llegar a sus piernas. Sus manos estaban heladas cuando ellas rozaron la piel desnuda y tibia de su entrepierna, que Shizune soltó un suspiro y sintió un escalofrío que arqueó su espalda; apegándola al pecho de Shiranui.
—Buena chica —murmuró él.
La aguja que llevaba en los labios resplandeció bajo la luz de la mañana y Shizune lo miró absorta. Las manos de él habían tomado temperatura en la piel suave y casi virginal de ella, por lo que no sintió cuando Genma decidió cogerla con los dedos. Fácilmente descubrió la humedad que ocultaba la ropa interior femenina e introdujo un dedo primero, que sacó con rapidez, haciendo que la morena perdiera el flujo de sensaciones placenteras y se entregara al desconcierto. Se volteó a verlo y Genma se mostraba serio. Sin embargo, cuando introdujo dos dedos y se permitió una sonrisa.
—¿Cuál es tu problema? —Quiso saber ella.
—Ninguno. —Se quitó la aguja de la boca con una mano y con los dedos de la otra, la que había estar dentro de ella, repasó sus labios. Shizune se sintió perturbada—. Estás lista.
Acarició con el pulgar los dos dedos que había introducido, comprobando la viscosidad de los fluidos.
—Eso es asqueroso.
—No, la verdad —se rió, dejó caer la aguja y caminó hacia ella.
La morena retrocedió y apretó las piernas, todavía no sabía si le gustaba o no lo que había visto, pero una camilla y un millar de cajas con fichas de pacientes detuvieron sus intentos escapistas y Genma la acorraló. Una pierna entre las suyas, los brazos a su alrededor, sus labios a pocos milímetros de ella. Un beso profundo, la rodilla presionó su clítoris y pronto se vio sobre la camilla y rodeada por las fichas médicas. Se sentía una profana por lo que negó con la cabeza y los ojos cerrados, porque si lo veía a la cara seguramente se perdería en sus facciones de atractivas. La ignoró y presionó su entrepierna con la suya en un movimiento que perturbó la paz de los pacientes de papel.
—Detente, debo trabajar —pidió con toda la piel erizada y el corazón zumbándole los oídos. Sus ojos intentaban enfocar la puerta, sentía que alguien vendría por las fichas profanadas y los verían y más se le aceleraba el ritmo cardiaco.
—Nadie ha llegado aún —susurró de vuelta. El cierre del chaleco estaba bajando lentamente mientras él presionaba su boca con su oreja. Cerró los ojos fuertemente esta vez—. Eres la única razón por la que llegué antes que Raidō.
Se le detuvo el corazón y abrió los ojos como platos, sí, tenía razón. Genma jamás llegaba puntual, menos aún unos minutos antes. Dejó de luchar, posó las manos en sus hombros y deslizó la pesada chaqueta por los brazos para que cayera al suelo; besó sus labios y cerró sus piernas sobre su cintura. Shiranui sonrió y la cogió sobre la camilla.
—Esto debe acabar —sentenció ella.
—¿Por qué? Nos estamos divirtiendo.
Genma dejó de acomodarse el chaleco táctico para hincarse frente a donde ella estaba sentada y sonreírle. Sí, estaba siendo divertido, e increíblemente estúpido y arriesgado además, pero algo en Shizune deseaba más. Quería salir de un día agitado en la oficina, comprar algo de comida de camino y cocinar para ella y alguien más. Genma no parecía ser el tipo que quisiera compartir algo más que sus preciosas sábanas.
—Sí, lo estamos haciendo —admitió y Anko se le apareció en la cabeza, haciendo que frunciera la boca—. Pero quiero más.
—Define más.
—No lo sé, flores —dijo sin pensar mucho en lo que estaba diciendo.
En las historias cliché que ella solía leer de niña, los hombres les llevaban flores a sus enamoradas para demostrar su amor y sellar su relación. Inoichi era un mentalista con problemas de compromiso que además era florista. Su recuerdo hizo que se arrepintiera de lo que salió de su boca al instante en que ya no podía retractarse.
Genma alzó una ceja y masticó la aguja por largos segundos, meditaba, y Shizune sintió que su cara se volvía roja bajo la mirada estoica de él.
—¿Quieres que vaya donde tu ex-novio por flores?
—No es mi ex-novio —se quejó, odiaba que Anko no supiera qué era un secreto—. Quiero que quieras regalarme flores.
—¿Por qué querría hacer eso?
Shizune abrió la boca, sin saber qué responder a eso, «porque es lo normal» quizás, pero golpearon la puerta y supo que debía salir. Sakura estaba llamándola desde el otro lado, el examen médico estaría a punto de comenzar y una larga fila de uniformados estaría a la espera de entrar, desvestirse para quedar solo en ropa interior y realizarse los chequeos anuales correspondientes. La alumna de Tsunade trató de entrar cuando no hubo respuesta, a lo que Shizune perdió el aliento, pero luego comprobó que Genma le había echado llave al entrar y cerrar tras de sí.
—¡Enseguida salgo! —anunció e inmediatamente se sonrojó, acomodó su pelo y, cuando estuvo bastante cubierta, se dirigió a su dos-veces amante en susurros—. Saldré, tú te quedarás al menos diez minutos aquí, ¿entendiste? Nadie debe vernos juntos.
—Entiendo —respondió él y le mostró su sonrisa perfecta con dientes perfectos a lo que la morena puso mala cara. Era tan hermoso y tan inalcanzable.
—¿Segura que está bien? Se ve afiebrada… —Sakura era insistente, demasiado, si alguien menos inocente la oyera se partiría de la risa. Estaba claro que Shizune había tenido un encuentro casual con uno de los pacientes, al menos estaba claro para ella.
—Sí, lo estoy —resopló, con la caja bajo un brazo, buscó entre las fichas médicas. Estaban Aoba, Raidō, Iwashi y Genma entre los que vio a la rápida—. ¿Estarás conmigo durante el examen?
—No —negó orgullosamente—, este año seré médica tratante, Ino me asistirá.
—¿Sabes quién me ayudará?
No confiaba en nadie más que ella y Yamanaka. Hinata tal vez. Sakura asintió sonriente, la detuvo frente a los box que se armaron especialmente para la ocasión y apuntó a uno a la lejanía.
—Inuzuka Hana, superiora.
De todas las personas, ¿por qué tuvo que ser ella? Desde allá podría oler a Genma en su piel, a los fluidos; ni siquiera su miedo podría escapar a su nariz. Su madre Tsume solía siempre elogiar el sentido del olfato de su hija mayor y ahora Shizune prefería que Kiba hubiese salido el prodigio de la familia. Abrió los ojos al tope y buscó la ficha de su amante en la caja.
—Toma, Sakura, no puedo atender a Genma.
—¿Por qué no?
—Es el ex-novio de Hana, es mejor no hacerle pasar malos ratos.
«Ni a mí», pensó al instante. Sakura la miró con determinación, y se llevó la ficha médica hacia su box. Lo cual era perfecto, porque Genma no iría a acosar a unas chiquillas. Y no era porque lo quisiera solo para ella, al menos eso creía Shizune. Nunca había sentido celos por un hombre antes.
El único inconveniente ahora sería su aroma. Caminó pausadamente, aterrada; afirmando la caja sobre su pecho, abrazándola. Hana estaba organizando lo que serías las cajas con jeringas, el algodón, las botellas de alcohol y demases. Cuando Shizune estuvo en la entrada y le sonrió, ella solo hizo un gesto con la cabeza y siguió organizando. Shizune estaba más aterrada, ignorarla era incluso peor que si le gritara lo zorra que era. Sin embargo, parecía que Hana era profesional. La morena agudizó la vista para ver algún signo de desprecio en su cara, pero no encontró nada, así que comenzó a poner todas las fichas médicas sobre el escritorio. Por fin notó algo en su nariz, estaba enrojecida y obstruida. Uf, no tenía olfato, por lo que la ignoraba simplemente por ignorarla. No era una omisión por odio profundo.
Se relajó.
—Bonito día —dijo Shizune, Inuzuka solo movió la cabeza a modo afirmativo—. ¿Estás enferma?
—Resfrío común —reconoció gangosa—, no podré rastrear por un tiempo. No puedo oler nada, me siento como una ciega, de todas formas, debo conseguir dinero de alguna forma.
Se veía agradable, pero no parecía dispuesta a hablar largo y distendido, ya que dejó de hablar al instante luego de la amable explicación.
—¡Hola, señoritas! —gritó Yamashiro con una sonrisa impecable y optimista.
Hana se apresuró a buscar las tres fichas médicas de los uniformados sin uniforme que tenía enfrente. Aoba, Raidō e Iwashi eran los primeros pacientes del día, y los tres más puntuales además. Era lógico que Genma entrara en el box de los últimos, por lo que Hana no parecía particularmente impaciente. El único inconveniente era que él ya estaba en el Hospital y en un distinto box, ya que al salir de la pequeña sala donde todas las cajas que contenían las fichas médicas estaban almacenadas y sido abordado por Yamanaka Ino para que la acompañara. Había visto la escena transcurrir metros más allá mientras recibía a sus primeros pacientes del día y cerró la cortina del box improvisado para indicarle al mundo que estaban ocupadas. Hana hizo que cada uno de ellos se subiera a la balanza con las fichas en las manos.
Shizune sacó una del brazo de su ayudante y leyó. Era la de Namiashi Raidō y le sonrió cuando bajó de la balanza. Su historial ya se lo sabía, puesto que la única irregularidad aparte de su ligera sordera en el lado donde se había quemado, era su presión arterial alta. Y se le había recetado bajar la cantidad de sal. Mientras Inuzuka estaba apuntando el peso de los otros dos, Shizune midió la presión del quemado que seguía alta a pesar de los esfuerzos de Suzume.
—Deja la sal y las tabernas —aconsejó a lo que él se encogió de hombros.
—Es imposible viviendo a un lado de Genma. —El nombre de Shiranui hizo que a ambas se les erizada el vello del cuerpo—. La sal ya la dejé.
—Podrías salir menos, así guardarías un poco más de dinero.
Era bien conocido por todos que Raidō era tacaño, por lo que Aoba soltó una risa burlona al bajar de la balanza. El resto del examen fue normal, Iwashi no presentaba ninguna anomalía y Aoba simplemente debía seguir con las gafas para aminorar su hipersensibilidad a la luz. Sacarle la sangre al pequeño chunin del grupo había sido incómodo, debía aceptarlo, ya que él no dejaba de mirarla como si quiera preguntarle algo, pero no reunían el valor suficiente para hacerlo. Fue un alivio cuando finalmente salieron para poder vestirse y salir del examen anual.
Hana no estaba del todo contenta, y al pasar el rato, ya no podía ocultar su enojo.
—¿No está Genma en esta sección? —Preguntó finalmente Hana, parecía rabiosa y desesperanzada—. Busco su ficha, pero no la encuentro.
—Lo moví —reconoció Shizune, encogiéndose de hombros—. Cuando supe que eras mi asistente, supuse que te molestaría su presencia. No quería arriesgarme de que le arrojaras alcohol o lo lastimaras con una jeringa.
—Disculpa si te traté mal el otro día, no estaba pensando. Es un problema que tengo con Genma, pero, ¿qué ibas a saber tú? Eres su compañera de equipo.
«Tú también lo eras», dijo su interior.
—No recuerdo que lo hayas hecho —intervino la morena. No quería seguir hablando del tema con ella, Genma le alborotaba las hormonas a ambas.
—Sé que lo sabes, en la taberna pensé que estaba en plan de conquista contigo.
—¿A mí? ¡Claro que no! No soy su tipo y él definitivamente no es el mío —mintió descaradamente, pero prefería eso a que la encontraran mordida hasta los huesos en una zanja. ¿Cómo había dicho Anko? Genma era muy romántico para ella y tonterías así. Ibiki, debía concentrarse en Ibiki—. A mí me gustan… —dudó—, me gustan duros y salvajes.
—Pensaba que eras gay —reconoció la joven chica, tapándose la boca avergonzada y juguetona.
Shizune frunció la boca. Sí, había viajado por años con Tsunade; sí, nunca le habían conocido un novio; sí, tenía el pelo corto como el estereotipo. Y, finalmente: sí, había besado en la boca a una mujer. Había sido tierno, profundo y agradable, una experiencia que sin duda le había gustado pasar… Pero ella amaba a los hombres y la cosa que le colgaba entre las piernas. Le gustaba sentirlo erecto contra su piel. Se sonrojó, Hana pensó que la había descubierto, pero la morena no pudo defenderse porque alguien carraspeó en la entrada y ambas se voltearon a ver al hombre rubio que tenían enfrente, a la entrada del box.
—Shizune —saludó Inoichi apenas entró. Su desplante era serio y ella podía entender por qué se sentía tan incómodo de estar allí, en su ropa interior, frente a ella.
—Señor Yamanaka —saludó de vuelta, sin dejar de ver el historial médico que Hana le extendió. Leyó que él tenía treintaiocho años, su sangre era del tipo AB y se había hecho una vasectomía. ¿Leía bien? Puso todas sus fuerzas en no parecer exaltada—. ¿Algún síntoma que desea informar?
—No —resolvió mientras Hana le indicaba que subiera a la balanza para pesarlo. Shizune caminó hasta la máquina para leer la cifra con la Inuzuka.
—Sesentainueve kilogramos —dijo Hana y la morena anotó en el historial médico, no había ganado peso desde el último examen general—. Ciento ochenta centímetros de estatura. Ahora, señor Yamanaka, tomaré su presión. —Hana envolvió su brazo y apretó insistentemente en mecanismo de aire.
—¿Alguna alergia? —Volvió a preguntar la médico a cargo y, por una vez, se permitió mirarlo de soslayo.
Inoichi no la miraba de vuelta. Hana le dijo en voz baja la lectura de presión.
—No que yo sepa.
—Por favor, dígame las letras que ve en aquella pared. —Shizune apuntó con el lápiz y Yamanaka obedeció, sus ojos mostraban la misma miopía del año pasado—. Muy bien, señor Yamanaka, ahora le sacaré una muestra de sangre.
Él asintió, se sentó en el lugar donde Inuzuka le indicó, apretó la mano y sus venas del brazo se hincharon cuando Hana le aplicó el torniquete. Estaba a punto de apuñalarlo con la jeringa cuando Shizune la detuvo gentilmente con una mano sobre su hombro. «Yo lo hago» y la enfermera de turno se retiró. La morena frunció los labios para reprimir una sonrisa y le clavó la aguja como una principiante. Justo en la vena lateral donde más dolía. Inoichi no mostró una señal evidencia de molestia al pinchazo. Bien, eso indicaba que pensaba que se lo merecía.
—Bien, señor Yamanaka, puede vestirse —le dijo Hana mientras la médico encargada rotulaba el tubo heparinizado.
—No, todavía no. —Shizune todavía tenía algo en mente—. Bájese los pantalones, este año nos corresponde buscar enfermedades de transmisión sexual.
Hana abrió desmesuradamente los ojos, de todos los pacientes anteriores a ninguno se le practicó ese examen.
Shizunese puso los guantes de látex sonoramente, como si con eso quisiera asustar al paciente que se había aprovechado de ella. Inoichi cerró los ojos, frunció la boca y obedeció, retirándose los calzoncillos lentamente hasta que quedaron en el suelo. La morena se le acercó e inspeccionó, toqueteando y tironeando de la piel, como si buscara alguna verruga en su miembro. Nada, sonrió satisfecha y aliviada.
—Anota, Hana, está limpio.
Yamanaka se retiró, y con él, llegó la furia de la Inuzuka.
—¿Yo no puedo tratar a Genma, pero tú sí a Inoichi? Está claro que ustedes tuvieron algo.
—Es distinto, Inoichi no fue mi novio.
—Genma tampoco lo fue.
—¿Por qué estás tan molesta?
—¿Por qué lo estás tú?
Hana se cruzó de brazos a la espera de una respuesta que no llegaba nunca. No podía decirle toda la historia. «Era virgen, se me acercó para ayudarme y me desfloró», bueno tal vez ella sí quiso, pero habría preferido que la desfloración hubiese sido con Genma, o como la de Genma en su defecto. Al menos, el apuesto hombre recreaba una especie de relación amorosa en sus encuentros íntimos. Y generaba la esperanza de que él sentara cabeza con la chica de turno por su desbordante romanticismo. Al menos, eso pensaba ella.
—Pensé que me quería para algo más, pero no fue así. No soy gay, ¡sorpresa!
—Los hombres son unos cerdos —aseguró Hana luego de unos instantes para digerir la información que obtuvo, a lo que Shizune se ofendió. No había nada malo en un cerdito, pero prefirió guardarse las réplicas para sí. Tonton le habría masticado los tobillos si la hubiese llegado a escuchar, pero seguramente él estaba durmiendo en el regazo de su maquiavélica mentora. ¿Estaría ella pensando en el maestro? ¿Estaría tratando de averiguar todavía el paradero de los zapatos de servicio perdidos de la morena? ¿Estaría siquiera preocupada del trabajo? Hana se sentó a su lado, haciendo que volviera en sí, allá en el box—. Genma me prometió la luna y las estrellas, pero se fue en cuanto obtuvo lo que quería. Eso es lo que me molesta de él.
—¿Obtuvo?
—¡Sabes a lo que me refiero! —Sexo, sexo, sexo—, no son más que cerdos.
Se arrepintió de no preguntarle cuántos encuentros sexuales tuvo Genma y la Inuzuka antes de que se aburriera él de ella y la dejara. Sin embargo, había un pequeño detalle que había pasado por alto y que detuvo su corazón por eternos milisegundos.
Hana a su lado, quien ordenaba los últimos equipamentos médicos, pensó que se había atorado con su propia saliva, pero luego comprobó que estaba bien, porque la morena se puso a guardar todo a una velocidad exagerada. Las fichas las arrojó dentro de su respectiva caja; al igual que las jeringas, el alcohol y el algodón que sobró. Inoichi era estéril, ¿lo era Genma? Y lo más importante: ¿cómo una médica como ella podía pasar por alto algo tan importante como la protección? Se lo había dicho a las chicas cuando cumplió la promesa que le había hecho al florista y mentalista maquiavélico, ¿cómo podía ser tan inconsciente de no seguir sus indicaciones? Además, según sus mismas palabras, un embarazo sería lo mejor que le podría pasar en la larga lista de atrocidades del sexo sin protección. Con el corazón en el pecho, dejó todo tirado en su box y se fue corriendo al box de Sakura e Ino, dejando a Inuzuka Hana con la cabeza ladeada en un gesto de infinita duda.
Cuando llegó, no las vio en ninguna parte. Habían terminado temprano y dejado todo pulcramente ordenado antes de retirarse. Sin embargo, la bendita caja estaba allí. Se lanzó al ataque y registró el contenido vaciando todo sobre el escritorio. Fichas de uniformados jóvenes, fichas de adultos mayores, ¿dónde estaba el de Genma? Habría sido mucho mejor si ella lo hubiese atendido, así Hana podría habérsele ocurrido la revisión genital. Estaba apunto de las lágrimas cuando por fin lo encontró.
Shiranui Genma,
Peso: 71 kg.
Altura: 181 cm.
Tipo de sangre: A.
Sakura escribió que no presentaba ningún tipo de alergia conocida a algún medicamento o se agente externo; presión arterial normal e inoculaciones al día. «Ningún detalle que reportar» era la frase final, y solo había un corazón adicional a un lado de su fotografía que probablemente había dibujado Ino.
Shizune frunció la boca al no encontrar algo como «vasectomía» o algún detalle de su higiene genital. Si nada estaba escrito, ¿no había nada? Error, las chicas eran demasiado jóvenes para estar preocupadas de ello. Cómo deseaba en ese instante ser más insistente con el tema. O haberle preguntado si utilizaba algún dispositivo antes de entregarse a él y sus besos.
Anko entró en el box en ropa interior, como si todavía estuviera haciéndose el examen anual. Shizune debía admitir que así, la mujer se veía más recatada que con su usual vestimenta hecha a partir de mallas. Era un sostén deportivo y unas pantaletas de igual material de color gris. La mujer venía con su sonrisa de siempre y sus pasos avasalladores habituales, como si quisiera atropellar a todos a su alrededor. No se percató del estado de ánimo tan bajo de su amiga, quien estaba apoyada en el escritorio en el que reinaba un desorden de fichas médicas, y en el que solo estaba abierto el del mujeriego número uno del Complejo de Veteranos. Shizune estaba al borde de las lágrimas desesperadas, pero eso pasó desapercibido para Anko.
—¡Mejor amiga!
—Soy una estúpida, Anko.
—Todos somos estúpidos en alguna cosa. ¿Quieres ir a comer dulces?
—No puedo… —dijo indignada, cerró la ficha y la dejó en el fondo de la caja, y lentamente empezó a arrojar el resto sobre ella. Enterrarla era lo mejor—. Además, sé como terminaría eso y no tengo tiempo. Debo ir a la Academia a presentarme con mis nuevos estudiantes.
—Eso suena aburrido —replicó Anko con un suspiro—. Conozco un gran lugar donde venden dangos.
—No quiero ir —bufó ella.
Hablar con Mitarashi era como hacerlo con un muro; además, era una pésima amiga. Seguramente solo necesitaba compañía para ir hasta ese lugar de mala muerte porque Ibiki asistiría, ya que alguno de sus subordinados ANBU le habría llegado con el cuento. No le importaba lo que le sucediera a Shizune, solo estaba dispuesta a seguir como una loca al propietario del departamento número uno, el rey de los fracasados.
La mujer voluptuosa se distrajo con la ficha que estaba guardando en la caja y saltó hacia él.
—¡Kakashi! Veamos cómo le fue en su examen.
—¡Detente! Es información que solo puede leer su médico tratante, y ni tú ni yo lo somos. Devuélvelo.
—Eres una amargada, no sabes por cuánto venderíamos esta información.
Shizune se sintió curiosa y extrañada.
—¿Hay alguien que compraría algo así?
—Te sorprendería lo entrometidos que son en esta aldea.
Anko sonrió maliciosa y se cruzó de brazos para desafiarla; a la morena aquello no la sorprendió. Desde que se había mudado al apartamento número sesenta, todo parecía girar en torno al cotilleo, y el centro de todas esas barbaridades eran Izumo y Kotetsu. Sin embargo, Shizune era una médica respetable y había jurado lealtad a los estatutos médicos. No, ella no leería nada indebido.
Lo que sí haría sería pasarse por la farmacia y tomarse las veintiocho pastillas anticonceptivas, incluidas las de azúcar, como método de emergencia para no darle a Genma su primera hija. Tres encuentros sexuales y un beso lésbico no debían ser lo único que ella viviera previamente a la maternidad.
—No me prestaré para esto —dijo Shizune, bajo la mirada triste que Anko puso como último recurso para hacerla cambiar de opinión, y guardó la ficha en la caja para destrozar finalmente las ilusiones de su mejor y peor amiga.
Tomó la última ficha que le quedaba para dar por terminada su tarea del día. Leyó el nombre para su perdición: Yamato.
—¿De quién es? —Preguntó Anko—. ¡Oh! Necesito verla, dime que sí… ¿No? Bien, devuélvela a la caja y acabemos con esto… ¿Dijiste que sí a los dulces?
—No. —Fue lo único que pudo decir, estaba paralizada. Quería saber más del capitán, aunque fuese el tipo de sangre para saber si podía donarle un poco de la suya en caso de emergencia. ¿Cuál sería su estatura? ¿Sería más alto que Shiranui? ¿Más pesado? Frunció la boca—. ¿Podrías esperarme afuera?
—No —dijo su mejor amiga rotundamente y se cruzó de brazos—. ¿Qué pretendes?
—Debo firmar unos papeles. Sakura puede haberse equivocado en algo…
—A mí no me engañas.
—¡Digo la verdad!
—¡Entonces por qué estás así de sonrojada!
—¡Está bien!—Dijo alterada—. Miraremos esta ficha por cinco segundos, al sexto segundo la cerraré y no hablaremos más del asunto, ¿entendido? Podrás vender la información luego, pero no revelarás la fuente…
—Todos sabrán que fuiste tú, pero: ¡de acuerdo!
Abrir la ficha fue como si encendieran la luz de un cuarto oscuro, como si abrieran la puerta a un mundo desconocido, como si el significado de la vida se encontrara en la ficha del capitán. Anko aguantó la respiración y Shizune registró toda la información tan rápido como sus pupilas le permitían. Era sangre tipo A, como Genma, medía 178 centímetros y pesaba 58.4 kg; haciéndolo más bajo y ligero que el apuesto hombre de la aguja en la boca. No presentaba ni presión alta ni alergias, no tenía defectos en su vista, no tenía ningún parámetro anormal. En conclusión: Yamato gozaba de una aburrida y buena salud. Anko suspiró desilusionada y Shizune sintió culpa al cerrar la ficha.
—¿Solo era eso? No podré vender esa clase de tontería. No tiene ninguna tetilla o dedo demás, eso es lo que vende. Qué decepción…
—Inoichi se hizo la vasectomía, vende eso.
—¡A eso me refería! —rió la mujer—. Qué suerte que sea estéril, no tendrás que preocuparte de no tomarte la pastilla un día. Cielos, hay días en que me tomo cinco… ¿Eso está mal, cierto?
Mitarashi siguió parloteando sobre el dineral en pastillas que se ahorraría si fuera pareja de Inoichi. La vasectomía esto, la vasectomía aquello. Para ella, era el mejor remedio para la enfermedad maternal. Decía abiertamente que se lo propondría a Ibiki cuando este dejara de hacerse el interesante con ella, para retomar lo que habían dejado inconcluso. Shizune dejó de escuchar entonces, se pasó las manos sobre su cara para intentar limpiar de esa forma la preocupación que teñía su rostro. No quería arruinar su vida cuando recién había empezado.
—No las tomé y ni siquiera sé si Genma usó protección.
Anko dejó de hablar y respirar.
—¡Eres estúpida!
—¡Eso te dije cuando llegaste!
—Ven, te arrojaré de las escaleras —dijo mientras le tomaba la mano para conducirla hasta el pasillo que conducía a la Morgue, lugar que se encontraba bajo tierra y que poseía un número infinito de escaleras abajo—. Eso matará cualquier parásito que Genma te haya dejado.
—¡Eso es estúpido! ¿Acaso eres estúpida? —Gritó desesperada, zafándose del agarre de su, ahora, peor amiga.
—Ponte de cabeza, así no podrá anidar. ¡No! Te zamarrearé.
Anko demostró que era una ignorante en medicina y los temas de concepción.
—¡Detente! Si debe pasar, pasará. Ahora, déjame sola… Debo llevar las fichas a la sala que usamos de almacén.
Shizune se puso a caminar de vuelta al box sin esperar respuesta o comentario de ir a comer dulces. Bastó una mirada para notar que Hana seguía esperándola atenta a lo que estaba haciendo. Frunció la boca, debía terminar de trabajar antes de abandonar el Hospital, por lo que se dirigió hacia la veterinaria en vez de volver por la caja de Sakura e Ino. Estaba confundida, ¿estaba bien irse y dejar ahí la caja o esperar a que los encargados fueran por ellas? Meditándolo mejor, ¿qué habría hecho si una de las dos chicas hubiese montado guardia como lo hacía Hana?
—¿Estás bien?
—Sí, fue una tontería —indicó restándole importancia. No iba a entrar en detalle de que salió corriendo por la ficha de Genma, topado con Anko en el acto y haber robado información juntas. Sin entrar en el detalle de que Mitarashi pensó que era buena idea arrojarla por las escaleras—. ¿Vamos?
—No, debemos esperar. No querrás que husmeen, ¿cierto?
Shizune negó con la cabeza.
—Vi que Sakura e Ino se fueron, iré por su caja —dijo encogida de hombros, delatándose a sí misma como lo hacía Tonton cuando robaba algo de la cocina.
Al voltearse sobre sus talones, 178 centímetros de hombre estaban frente a ella con sus 58 y fracción de peso. Sonrisa encantadora, ojos almendrados y peculiar bandana. Traía consigo la caja abandonada de las chicas mientras murmuraba algo de que no debía preocuparse puesto que ya se había encargado de ello. Shizune abrió los ojos desmesuradamente ante la sorpresa, se sonrojó un poco al pensar que pudo haberla visto husmeando en su ficha y terminó llevando la mirada al suelo, donde estaba segura.
—¡Finalmente! Estaba empezando a cansarme —dijo Hana detrás, tomó la caja y se la puso sobre la otra—. ¿Seguro que puedes las dos?
—Sí, he llevado cosas peores —dijo Yamato—, que tengan un buen día.
—Gracias. —Hana se echó al hombro todas sus pertenencias—. Estaré el resto del día en mi cama.
—Señorita Shizune, ¿quiere salir a almorzar conmigo? —Preguntó Yamato antes de salir, como si se le hubiese ocurrido en ese instante, pero algo en su voz delató que había sido algo ensayado. Aún debía sentirse atraído a la chica que le interesaban los libros pervertidos, pero que todavía no leía ni una hoja. Nerviosa, pensó en una salida a esa extraña situación.
Hana se tapó la boca y se fue del box para darles privacidad ya que la morena se sonrojó irremediablemente.
—No puedo, debo presentarme a la Academia —indicó Shizune.
—Será en otra oportunidad —respondió sin verse afectado ante la negativa—, espero que le guste el salón que le hice.
Yamato se fue, al igual que Hana. Pasó saliva y caminó en solitario hasta la salida. ¿Él le había construido el salón? No significaba nada, Tsunade seguramente había olvidado que ella impartiría las clases y su amante le habría recordado en una de sus noches pasionales que todavía no había un lugar físico para la morena. Suzume tenía su salón exclusivo para sus talleres especiales, a pesar de que tuviese que pasearse por los salones de otros maestros de vez en cuando, cuando debía hacer clases de carácter obligatorio. Por ello, había ordenado a Yamato que hiciera uno rápidamente, aprovechando su elemento. Y como el capitán tenía buen corazón, se había preocupado de que quedara bonito, no había ningún sentimiento involucrado. Querer almorzar con ella solo era para conversar del librito pervertido. Sin embargo, todas estas tonterías eran conjeturas del camino.
En las puertas del establecimiento educacional se encontró con el maestro Iruka y un retorcijón de entrañas que le hizo pensar en un baño, ya que no estaba segura de lo que estaba haciendo. No era maestra, tampoco tenía el entrenamiento básico para serlo, ¿y si dañaba a las niñas tal cual Tsunade lo había hecho con ella? No era que no le estuviera agradecida, pero encerrarla en la morgue cuando todavía era una niña no había sido para nada educativo. Tampoco cuando le dijo que no estaba calificada, ni cuando se burló de todos los chicos de su clase. En fin, la lista podía seguir y seguir agrandándose.
—¿Cómo está? —preguntó Iruka, tomándole de los hombros como si tuvieran alguna relación cercana. En su voz había inquietud.
—Bien… ¿y usted? —No se esperaba ese grado de preocupación por parte del maestro y amante de la Quinta.
—Me refiero a la resaca, quedé preocupado cuando la vi en ese estado en el pasillo. Puede contar conmigo si necesita algo, incluso si necesita a un amigo.
Había sido Iruka su salvador, seguramente había buscado en sus bolsillos la llave de su apartamento y la había depositado suavemente sobre su cama. Esperaba que solo él la hubiese visto en ese estado, se notaba más comprensivo que Tonbo.
—Estoy bien, no volverá a suceder —dijo ella, avergonzada—. ¿Entremos?
Él asintió y la guió por el pasillo escolar.
—Bien, niños —dijo Iruka cuando entró al salón nuevo, los alumnos no lo oyeron y siguieron en su mundo. Algunos los ignoraron, otros estaban simplemente perdidos en sus pensamientos. Shizune sintió que desde ese día, la tarea de entrenar chiquillos sería algo titánico. ¿Porqué ella?—. ¡Niños! —gritó el maestro y golpeó la mesa con un borrador, este desprendió tiza al aire y a la morena le picó la nariz desagradablemente. Iruka parecía inmune. Los niños silenciaron y por fin miraron hacia adelante—. Les presento a la maestra Shizune, ella impartirá las clases de ninjutsu médico a partir de ahora.
Edit: 20/11/2021
Agradecimientos a Ragdoll Physics, Digific, flywithbeatles y marrana. Espero no haberlos perdido luego de estos meses tesisticos D:
En el próximo capítulo:
La mente de Shizune dejó de funcionar.
—¿Una cita?
—Sí, una cita.
—¿Contigo?
—Sí, conmigo.
