Lo hice en tiempo récord. Espero que esto compense lo mal que me porté en marzo y abril D: ¡Amo esta historia!
Espero que nos leamos la próxima semana :)
Capítulo fracasado VI:
Shiranui Genma II.
El cotilleo se llevaba a cabo a un lado del dispensador de agua, donde los maestros se reunían a hablar entre susurros las barbaridades que sus alumnos cometían. Algunas veces se confiscaban objetos de los escolares: armas de juguete, dulces, y lo más importante… Las revistas para adultos. No podía culpar a los pequeños infantes, las hormonas se les habían despertado y empezaban a tener preguntas, al igual que a ella hace una semana atrás. Se podía decir que Shizune había vivido toda la pubertad y adolescencia en unos cuantos días, siendo los granos la única excepción.
La morena maestra suspiró a un lado del dispensar y Suzume la miró con ojo clínico.
—Has estado suspirando toda la mañana, ¿qué te ocurre? —Preguntó sonriente—. No me digas que es por Shiranui. Sabes en lo que terminará eso.
—Lo sé —«no, no sabes»—. ¿Podrías decirme su historial otra vez?
—Encantada. Él es mujeriego, pretencioso, perezoso e engreído, y todas sus conquistas lo odian. ¿No te parece suficiente?
—No podría odiarlo…
—Claro que sí, dale tiempo.
—¿Hablan de Genma? —Intervino Iruka con una taza en la mano, se había acercado al dispensador en busca de agua caliente para su tercera taza de té matutina. Si quería disolver un cálculo, lo estaba logrando. Suzume asintió a su pregunta con una sonrisa—. Señorita Shizune, creo no le convenga.
—Sí, lo sé —resolvió ella y volvió a suspirar. Debía creerle al maestro, él debía saber todo de amores imposibles. El consejo de ancianos seguramente no aprobaría su relación con la Quinta solo porque él era un chunin, por eso Tsunade estaba tan negada a ello puesto a que poseía la misma mentalidad de ellos en los temas amorosos. Para la rubia, el único hombre con el que se podría casar era con Dan. Iruka era todo lo opuesto a Dan… Partiendo por el aspecto físico—. Pero… ¿y si cambia?
—Ya no lo hizo, Shizune —dijo Suzume, pellizcándole la mejilla amorosamente—. Deberíamos encontrarte otro. ¿Qué te parece Aoba?
—No.
No era Genma.
—Ebisu —acotó Iruka—, o Gai —«¿está hablando enserio?»—. Ambos estuvieron en el mismo equipo genin que Genma, quizás se le parezcan un poco.
—No—dijo rotundamente.
La personalidad de ambos ejemplares era bastante…, peculiar. Y ella se preguntó si Ebisu y Gai habían tenido algo que ver con su personalidad sexy, ya que, digámoslo: si un equipo tan extraño se presentase enfrente, el único que se mantendría callado y distante sería Genma. Resaltaría entre los disparates de sus compañeros y sería el que recibiría las miradas enamoradas de las féminas, y ¿por qué no? De algunos machos. Shizune sonrió ante ese pensamiento.
Ese día había despertado entre las sábanas del enemigo. Aun cuando le había prometido a Suzume el día anterior en el mismo dispensador que se alejaría del hombre de la aguja en la boca. No pudo evitarlo, se lo había encontrado en la puerta del edificio luego de pasar a la verdulería. Shizune cargaba una infinidad de verduras y frutas, ya que quería sorprender a Tonton durante la semana. Genma le abrió la puerta del edificio, derrochando galantería, y lo que siguió fue una consecución de eventos que podía describir con lujo y detalles:
Genma levantó su vista con una mano sobre su mentón y con la otra tomó las bolsas de papel, algunas se arrugaron y otras se rompieron; pero mientras un limón rodaba por las escaleras hacia el primer piso, ambos se estaban besando como si su vida dependiera de ello. El castaño abrió la puerta, arrojó las bolsas dentro y ambos se adentraron en las sábanas desechas de él, porque no se había tomado la molestia de hacer la cama antes de salir.
En la cama, Shiranui se abalanzó sobre ella, desnudó sus piernas blancas con las manos al retirar violentamente el vestido holgado y ella desabotonó su pantalón en una simbiosis que Shizune jamás pensó tendría con él. Una vez el miembro expuesto, ella se derritió en un exquisito remesón y sintió la necesidad de besarlo. ¿Estaba bien? ¿A él le gustaría? Su compañero sonrió sorprendido cuando ella lo miró interrogante y eso fue lo que le bastó para dar rienda suelta a sus instintos: comenzó a besarlo en la punta delicadamente para ir aumentando en intensidad conforme iba abriendo la boca hasta estuvo toda la cabeza en su interior. «Sin dientes», sugirió él con una mirada entornada y extasiada cuando lo miró hacia arriba. Se animó a sí misma para complacerlo, recubrió sus dientes con los labios y jugó con su lengua como si estuviera besándolo en la boca. Sin embargo, era abismalmente distinto, extraño y excitante. Genma acarició su cabello y las mejillas mientras suspiraba y sufría. «Usa tus manos», pidió él y ella lo hizo. Lentamente, hacia arriba y hacia abajo, lubricando con saliva el movimiento del miembro ya que no podría seguir tragándola. Sincronizó el movimiento de sus manos con el de su boca y aceleró cuando Genma ya no podía con los espasmos y los gemidos. Shizune cerró los ojos, era música para sus oídos.
—Terminaré en tu boca —dijo entrecortado y a ella le pareció excitante. Siguió acelerando y su boca se le llenó de semen. Parte del líquido brotó de su boca, parte de él tuvo que tragárselo. No estuvo tan mal, se animó a sí misma—. ¿Te lo… tragaste?...—Estaba encantado.
Genma se rindió al sueño, ella durmió minutos después con la satisfacción de hacerlo feliz. El castaño la despertó en medio de la madrugada al posarse sobre ella con una erección entre las piernas, estaba tan aturdida que los besos en su cuello terminaron por despertar y encender. La sonrisa de él estaba sobre su piel entre los pechos y sus cabellos castaños estaban entre sus dedos finos y femeninos. Ropa interior hacia abajo con la delicadeza que lo caracterizaba a él y el rose de su hombría en las paredes vaginales la hicieron ronronear. Estaba húmeda y relajada, y cuando él empezó a penetrarla gimió divertida. Parecía que todavía estaba dentro de un sueño. Genma terminó, pero ella no, por lo que le besó entre las piernas hasta que sí lo consiguió con los movimientos circulares de su lengua.
A la mañana siguiente, salió a dictar las clases con la misma ropa del día anterior, pero eso, a Suzume, no le pareció extraño. Shizune llegó a pensar que la maestra nunca había despertado en la cama de Raidō sin si quiera planearlo.
—Señorita Shizune, creo que vienen por usted —indicó Iruka con una sonrisa y señaló hacia la puerta con un gesto con la cabeza. ¿Sería Genma? Se enderezó lentamente con los ojos como platos y un escalofrío recorriéndole la espalda, miró a Suzume y esta estaba sonriendo. ¿Por qué lo hacía? Ella odiaba a Shiranui Genma, quién sabía por qué. Iruka extendió un brazo y saludó con un apretón de manos al recién llegado—. Señor Yamanaka.
¿Por qué estaba aquí? ¿Es que iba a reemplazar a algún maestro como lo había hecho en el pasado? Una, dos, tres corazonadas y la sangre ya se le había subido a las mejillas. Suzume lo saludó con una sonrisa y la empujó para que hiciera lo mismo.
—Señor Yamanaka —saludó cuando lo vio. Estaba con su traje gris y chaqueta vasta negra como si recientemente hubiese salido del Cuartel. ¿Es que la venía a reprender por haberle dicho a Tonbo de sus abusos? No, no, no; no debía tocarla. Se alejó un paso cuando hizo el ademán de ponerle la mano sobre el hombro—. ¿Busca alguien? ¿Viene a dictar una clase? ¿Se perdió?
«Cállate, Shizune.» Cerró sus ojos negros para reprenderse a sí misma.
El dispensador burbujeó ruidosamente como si quisiera llenar el silencio que se formó.
—Vengo a traerle un mensaje de la Quinta.
—Claro, por supuesto. Venga, hablemos en la sala de maestros —indicó la morena y apuró el paso para alejarse de él y su toque psíquico-mentalista. No dejaría que le robara sus recuerdos del día anterior, eran solo de Genma y de ella.
Abrió la puerta del salón y lo dejó pasar. Dentro, había un maestro reemplazante que desapareció apenas ellos entraron. Shizune se preguntó si el chiquillo había estado husmeando en la gaveta prohibida de los objetos confiscados donde habían unas cuantas revistas para adultos. Lo miró alejarse con una expresión dura, pero no tanto como la mirada que le dedicó al padre de Ino.
Inoichi merodeó por las sillas de los maestros como si quisiera elegir la adecuada para pudiese su gran porte y esbelto pecho. Finalmente, no eligió ninguna y se apoyó en la mesa que rodeaba la columna cilíndrica. ¿Le tendría que decir a Iruka que Yamanaka había puesto su trasero ahí?
—¿Y bien? Se me hace tarde…, en unos minutos debo entrar a dictar una clase. ¿La señora Tsunade me necesita?
—No he venido de parte de ella.
—¿Fue Kotetsu entonces? Le dije que tendría los archivos el viernes. No puedo tenerlos antes ya que también debo estar aquí y en la Morgue. Dile eso.
—Kotetsu tampoco me envió.
—¿Tonton? —Ya se le habían acabado las opciones que involucraran a la rubia, Iruka estaba junto a ella en la Academia así que fue el primer descartado. Inoichi se rió y bajó la vista al suelo, la risa le sentaba bien… Pero era un hombre malo, uno muy, muy malo.
—Mentí, vine por mí mismo.
—No quería decirle a Tonbo lo que hacías con él, pero estaba tan enojada contigo que ni siquiera lo pensé. Lo siento.
—Tonbo ya no lo sabe, le borré la memoria apenas supe que lo sabía.
—Estamos bien, entonces. Debo irme. —Se volteó y dirigió hacia la puerta, pero el rubio se levantó y de dos zancadas la alcanzó. Tenía una manía con intentar tocarla, y ella tenía la manía de evadir su toque aunque tuviese que arrojarse al suelo para evitarlo—. Por favor no me toques —suplicó asustada, abrazada a sí misma para así disminuir su volumen y, a su vez, disminuir las posibilidades de su rose.
—No lo haré —dijo él mientras guardaba las manos en los bolsillos de la chaqueta—. ¿Ves? No volverá a pasar.
—¿Qué quieres?
—Vengo en son de paz, Shizune. —Eso no parecía posible según Shizune—. En el examen anual tuviste todo el derecho de hacerme todo lo que quisieras. Lo sé, me lo merecía. No he podido sacarme de la cabeza lo mal que actué y por eso quiero compensártelo.
—No volveré a una taberna contigo.
Estaba harta de ellas, la última vez no se había apartado del retrete luego de su experiencia lésbica con Anko. Ver, oler o imaginar alcohol todavía hacía que se le revolviera el estómago.
Inoichi sonrió culposo.
—No iba a pedirte acompañarme a una… ¿Quieres ir a cenar?
La mente de Shizune dejó de funcionar.
—¿Una cita?
—Sí, una cita.
—¿Contigo?
—Sí, conmigo.
—No lo sé, pregúntame otro día. Debo ir con mis estudiantes.
¿Qué diría Genma de que ella saliera con otro hombre? ¿Y si ese hombre fuese su «ex-novio»? Y lo más importante, ¿qué debería pensar ella sobre una cita con el hombre que le rompió el corazón en menos de un día?
De vuelta al dispensador de agua, ambos maestros la esperaban expectantes. Yamanaka Inoichi salió detrás de ella y se perdió entre los pasillos de la Academia hasta desaparecer de la vista, no se había molestado en despedirse de los chunin que dejaba atrás. El dispensador burbujeó e Iruka rompió el silencio con urgencia.
—¿Le pasó algo a la señora Tsunade?
—Nada, está bien.
Se preguntó si Genma iría a sentirse tan ahogado como Umino por saber su estado físico o mental. Y si salía en una cita con el rubio, ¿con el tiempo se sentiría así por ella? Alejó a Yamanaka de sus pensamientos, él no era bueno para ella. Tampoco lo era Genma. De pronto, todo perdió sentido.
—Shizune, él es tan atractivo… ¿Por qué no tienes una cita con él?
—¿Eh? —«¿habrán escuchado?».
—Estábamos buscándote opciones para que te olvides de una vez por todas de Shiranui. Inoichi es un buen padre y oí que se hizo la vasectomía —«Anko»—, no deberías preocuparte.
—¡Suzume! —Reprendió Iruka.
—¿Qué? —Resolvió la maestra entre risas—. Es un hombre que ya tiene hecha su vida, no es un petulante como Genma. —«no tienes idea.»
Ese día tuvo que enseñarles a las chicas a canalizar el chakra, pero luego de varios intentos fallidos, decidió que debía repasar la teoría y escribió en el pizarrón todo lo que ya había escrito varias clases en el pasado. Esta vez, como un resumen. Aún así las chicas, y los pocos chicos que se atrevían a pisar el salón de Shizune, se desmayaron sobre sus pupitres, incapaces de sobrellevar el aburrimiento que la teoría les generaba. Una vez la campana anunció la hora de salida los niños desaparecieron. Murmuró frustrada y se dejó caer sobre su asiento. Ella era una jonin de elite, debería estar enseñando a chicas que ya ostentaban el grado chunin y que sí tenían la capacidad de concentrarse más de dos minutos. Debía erguirles una estatua a Iruka y a Suzume para aguantar tanto sin dejar de sonreír.
—¿Maestra? —Una niña salvaje apareció de pronto: coletas infantiles, tierra en la punta de la nariz y en las manos, y unos mocos corriéndole por la nariz—. ¿Está bien?
—Sí, estoy bien —resolvió con una sonrisa, ¿cómo era que se llamaba esa niña? Se sentaba en la última fila, rodeada de su grupo de amigas igual de mocosas que ella. Estaba segura que su nombre empezaba con A… ¿O era con una P?—. ¿Y tú?
—Sí, me gustó su clase… ¡Me alegra que venga a enseñarnos! —Gritó entusiasmada la niña que corrió hacia la puerta luego de su halago, se detuvo en el umbral y se despidió con un tierno gesto con su mano.
El corazón de la morena se encogió y su mentón convulsionó. Había descubierto el secreto de los maestros de la Academia y en el gusto por enseñar. Al menos había una persona en todo el salón —que Yamato construyó—, que supo oírla como Shizune quería que la oyeran. Se sorbió los mocos, al igual que la niña, que le salieron luego del pequeño y casi imperceptible llanto de emoción que la atacó. Bastantes emociones fuertes por ese día, se levantó, limpió el pizarrón de la clase de ese día y se echó el bolso con sus libros de ninjutsu básico al hombro.
Ese día iría a preparar las verduras que estaban abandonadas en el apartamento de Shiranui y deleitaría a Tonton con exquisiteces en el almuerzo. El cerdito en su sesión de spa, desde ahora lo llevaba cada vez que podía como un intento desesperado de que dejara de mostrarse huraño cada vez que Iruka aparecía en escena. Un cerdito descansado era un cerdito feliz.
Miró la hora en su reloj de pulsera y se animó a sí misma. Se despidió con un gesto de Iruka y de Suzume en el salón de maestros, ya que los docentes de tiempo completo debían quedarse a planificar durante el almuerzo. Salió de la Academia con una sonrisa en el rostro y la niña mocosa en la mente, ese día sería un día perfecto. ¿Quién sabía? Quizás Genma aceptaría ir a comer verduras cocidas y arroz a su apartamento en el piso seis, haciendo evolucionar su relación a una amorosa y oficial. Ella no era Hana… Luego, se detuvo abruptamente: había olvidado completamente a Yamanaka Inoichi. En su cara desfilaron imágenes del rubio y del castaño, cada uno de los dos más soltero/mujeriego/pretencioso que el otro. Sin embargo, Inoichi había cambiado luego de la revisión técnica de sus cosas. ¿Por qué había despachado a Genma con Sakura e Ino? Quizás así habría cambiado de actitud.
«Cálmate, Shizune, solo estás imaginando cosas.»
Aún así, llegó al Complejo de Veteranos echa un rayo. Golpeó tres veces la puerta de Shiranui en el segundo piso y este salió a los segundos con una sonrisa traviesa en el rostro, Shizune sabía qué era lo que estaba diciendo él con la mirada: «¿vienes por más?». Pero lo que le brotó de la boca a penas lo vio lo dejó pasmado y sudando frío.
—¿Por qué dejaste a Inuzuka Hana?
Si lo sabía, quizás podría cambiar la actitud de Genma con respecto a las relaciones como inconscientemente lo había hecho con Yamanaka. Podría dejarlo metafóricamente desnudo, avergonzado y forzado a tener empatía con ella como literalmente había dejado a Inoichi en el box de la revisión médica anual.
—¿Por qué quieres saber?
—Genma, sé sincero, ¿qué tipo de relación es esto? ¿Es una relación acaso?
—¿Por qué lo preguntas? —resolvió incómodo, se descruzó de brazos para luego cruzarlos otra vez; apoyando insistentemente la espalda en la pared y mirando el suelo—. No es una relación, exactamente… Es más bien…
—¿Eso es un sí o un no?
—No… —volvió a decir incómodo, con una mueca adornándole su hermoso rostro. Shizune asintió un par de veces, sopesando las posibilidades que la respuesta de él había abierto. Inoichi era su mejor opción en esos momentos: el hombre podría darle lo que ella estaba buscando. No había nada malo en intentar—. No tenemos una relación amorosa si eso es lo que preguntas.
—Me parece bien —dijo entonces con un sonrisa sincera. Genma no entendió—. Estaba preocupada, nos vemos vecino.
—¿No vas a gritarme?
—Claro que no, ahora sé que puedo decirle que sí a una cita…
—¿Cita?
—¡Ah! Lo olvidaba —dijo ella y Genma cerró un ojo esperando el golpe en su mejilla—. Necesito las bolsas que dejé ayer. Y mis zapatos.
Se quedó dormida en su cama con los papeles de Kotetsu en la cara, Tonton estaba a su lado con el aroma de las aguas termales y los aceites aromático aún en su piel, cuando un golpe en la puerta los despertó. Fue un puño firme el que armó el escándalo allá en el piso seis, el cerdito gruñó molesto y ella solo pasó saliva tratando de descifrar lo que estaba sucediendo a su alrededor. Confundida, fue a atender la llamada cuando se escuchó cómo golpeaban otra vez la puerta. Se peinó y restregó los ojos antes de abrir.
—¡Genma! —Se sorprendió cuando lo vio parado en la puerta con un obsequio en las manos—. ¿Flores? Pensé que no teníamos esa clase de relación.
—Y no la tenemos —dijo él y Shizune sintió cómo el corazón esperanzado se partía en pedazos—. Estaban en la entrada, solo las levanté... Deben ser de tu ex-novio.
—No es mi ex-novio —resolvió arrebatándole el ramo para dar por terminada su conversación. Seguramente estaba celoso, y si sentía ese sentimiento, al menos una pizca, podía tener una pizca de esperanza. Sin embargo, no quería hablar de Inoichi con él. No ahí, en el umbral de la puerta de su apartamento con Tonton a sus espaldas gruñendo. Era la primera vez que Genma se dignaba a subir hasta el último piso.
—Iremos a la taberna a divertirnos, me pidieron que viniera a avisarte. —«¿Le pidieron?», qué frase más extraña—. ¿Vienes?
—Claro que sí, ¿en el mismo lugar?
—Sí.
Y se fue, con las manos en los bolsillos y la aguja en su boca. Las flores debieron molestarlo, ¿cierto? Se sonrió a sí misma y cerró la puerta tras de sí, imaginando que las flores eran de Shiranui en vez de Yamanaka. Las puso en agua bajo la atenta miraba de Tonton.
«No tienes permiso de ir», decía el cerdito en su cabeza mientras ella iba y se veía en el espejo. ¿Debía ir de uniformada? Así le había gustado a Genma la primera vez que durmió en sus sábanas, pero sentía que se estaba esforzando mucho por agradarle. Y él lo notaría. Se sonrojó y decidió que iría como estaba vestida, además, ya la había visto así. «¿Me oíste, humana?» Sí, lo había oído, pero tenía cosas más ruidosas en su cabeza como para detenerse en eso.
Tonton se sintió desplazado por lo que fue directo a la cama para sumirse en la depresión y mirar el abismo. Sus dos humanas estaban revolcándose con humanos machos ahora que no se tenían una a la otra. Esa separación solo había causado caos en la vida del cerdito y ningún spa haría que se sintiera mejor consigo mismo. Ni siquiera si fuesen toda la semana, ahora se sentía como cerdito en barbacoa.
—¿Tonton? —indicó su humana, saliendo del baño, cuando no lo vio más—. ¿Dónde estás?
«¿Realmente te importa?», pensó el aludido, y con la nariz, empezó a urgar en el edredón para taparse a sí mismo. Sin humanas debía hacerse independiente.
—Aquí estás… Ven, iremos donde la señora Tsunade.
No, él no quería.
Tocó la puerta tres veces e Iruka abrió rápidamente. Llegó al recibidor trotando mientras se ponía la parte de arriba de su uniforme con la dificultad que le traía hacer dos cosas a la vez. Cuando supo que el extraño visitante no era ni Tonbo ni Iwashi, se sonrojó ligeramente e intentó alargar la tela de sus calzoncillos largos para cubrirse más las piernas. Shizune sonrió por el gesto infantil y, con una disculpa silenciosa, se adentró en el apartamento del maestro. Era bastante parecido al suyo por lo que fácilmente dio con el dormitorio principal y a su mentora voluptuosa enredada en las sábanas de Umino.
—Señorita Shizune, no entre allí.
—Ella sabe.
La voz gélida de la mujer rubia terminó por fulminar al pobre maestro y se detuvo abruptamente en el umbral de la puerta. La morena lo vio por unos instantes y volvió a mirar a su mentora.
—Cuide a Tonton mientras salgo.
—No estás cumpliendo con la tuición.
—Usted tampoco, se la pasa encerrada en este apartamento. No lo niegue, Tonton se queda en casa de Izumo o Kotetsu durante los fines de semana. Unas cuantas horas con Tonton harán que vuelva a recordarla.
—No.
—Le diré quién tenía mis zapatos —negoció con una sonrisa.
—Genma. Iruka me dijo.
—Lo siento —dijo él. Shizune frunció la boca, no iría a compartir más información con él en el dispensador de agua—. Tsuna, unas horas no son una complicación.
Bendito sea Iruka y su extraño poder sobre la mujer más poderosa de la aldea.
«No le importo», pensó amargamente apenas lo vio riéndose a carcajadas de alguna barbaridad que decía Aoba. Iwashi también reía, y como era usual, se le salió la cerveza por la nariz y empapó con alcohol su barba puntiaguda. «Para él, es solo sexo.» Aclaró la garganta para disculparse, pero sus cuerdas vocales no vibraron lo suficiente para que el sonido que salió sus labios fuese audible, el bullicio de la taberna y las risas masculinas devoraron su intento de retirarse cortésmente. Asintió levemente y se fue directo a la fila que se formó afuera del baño femenino. Aoba, Raidō e Iwashi le vieron colarse entre las señoritas, Genma no; seguía riéndose como si todavía fuese divertido el chiste de Yamashiro. Bufó y se cruzó de brazos, realmente no quería hacer nada en el sanitario, solo quería alejarse del castaño sexy.
Vio a Inoichi brindar con Shikaku y Choza en un rincón de la taberna, y se le cruzó por la cabeza ir hacia allá, sonreírle educadamente a los caballeros y robarse al único soltero del equipo. Sonaba bien para alguien como Anko, Hana o incluso Tsunade, siendo ella solamente Shizune era algo imposible. Volvió a bufar y contó el número de mujeres que le faltaba para entrar por fin al maldito baño y se preguntó si la ventana era lo suficientemente grande para escapar por ahí. Si no, simplemente podía vaciar su vejiga. ¡No! Debía cambiar, al menos podía ubicarse en la mesa desocupada de enfrente del equipo y esperar a que el rubio mayor hiciera el resto. No… ¿o sí?
Un paso fuera de la fila todos sus planes se deshicieron.
—¿Estás bien?
Raidō era el único capaz de preguntar algo sin una gota de emoción. Rostro como piedra y cerveza en la mano, apareció ante ella como si simplemente se hubiese materializado justo antes de cometer una estupidez.
—Sí, ¿por qué?
—Genma…, está en medio de sus «maniobras evasivas». Supuse que ya te lo dijo.
—¿Decirme qué? —«¿Y qué son esas maniobras?». El guardaespaldas simplemente se mantuvo callado y volvió la vista discretamente hacia su mejor amigo. Genma estaba enlazando un brazo con los hombros de Aoba y ambos estaban riéndose de alguna otra cosa, ya que no podían seguir riéndose de lo mismo cuando Shizune decidió escabullirse al baño—. No me lo dijo, yo se lo pregunté…
—A veces es mejor así. Si hubiesen continuado… —Seguramente la morena estaría ahogándose con su almohada al rompérsele el corazón por segunda vez en poco tiempo. Inoichi se lo había roto, sí, pero en esos momentos ella era inexperta y pensaba que tener una relación sexual con alguien significaba amor de inmediato. El corazón roto por Genma sería más brutal porque ella ahora tenía más experiencia. Haber preguntado cuando todavía no digería la situación, quizás, mejoraba las cosas. ¿O es que todavía estaba en shock?
Sí, estaba en shock.
Y de pronto, todo le daba vueltas como si hubiese bebido más de una cerveza.
Se llevó la mano a la cabeza para detener las vueltas y respiró hondo. Adoraba a Genma y Genma ya no la adoraba de vuelta. Ya no la querría besar en los labios ni el resto de su cuerpo, ya no la desnudaría delicadamente, ya no más Genma y su figura perfecta sobre ella. Se había ido del apartamento del castaño con las bolsas de mercadería y sus zapatos con la cabeza en alto ya que estaba segura de que él volvería a tomarla de la muñeca y atraerla hacia sí para besarla en la boca hasta derretirla. Diría: «No es una relación amorosa, pero sí podemos tener relaciones». Sin embargo, allí estaba, efectuando las maniobras evasivas. No la miró cuando llegó a la taberna con una sonrisa, ni tampoco cuando se fue cabizbaja a la fila del baño.
—No me siento bien.
—¿Quieres vomitar?
—No, solo quiero irme a casa.
—Ven, te acompaño —indicó el guardaespaldas que debía estar en esos momentos con Suzume, haciéndole un hijo como mínimo, simplemente dejó su cerveza en la mano de una señorita que se encontraba en dudoso estado, inmediatamente después de Shizune en la fila para usar el baño.
La tomó de los hombros con un brazo y se abrió paso por entre la gente ebria y no tan ebria. Genma no miraba en ningún momento y el resto casi no se sorprendió. Shizune había estado bebiendo callada y nadie llevaba la cuenta de la cantidad de vasos que se había llevado a la boca. Iwashi quiso acompañarlos, pero ya se había dado cuenta, con pesar, que ella ya estaba en las redes de Shiranui y por eso él no podía mirarla a la cara. Aoba, en cambio, ya estaba ebrio como para hilar algo entre sus neuronas.
«Él es mujeriego, pretencioso, perezoso e engreído, y todas sus conquistas lo odian. ¿No te parece suficiente?», recordaba a Suzume y ahora sabía que tenía toda la razón, y sí, todo era más que suficiente. Mujeriego porque no podía solo con una conquista; pretencioso porque se muestra como alguien más romántico de lo que realmente es; además de perezoso e engreído, ¿cómo diablos estaba dispuesta a suspirar por él? No era más que un cobarde. Pedazo de mierda… Shizune pensaba y pensaba y cada vez estaba más convencida de que estaba comenzando a odiarlo. Se dejó guiar por Raidō por la calle y lo miró de soslayo, ¿cómo podía ser el mejor amigo del imbécil de Shiranui? Raidō podría no tener la belleza y sensualidad de su mejor amigo, tampoco poseía esa simpatía que hacía caer como moscas a las chicas…, pero sí tenía sentimientos, tacto y todo lo que a Genma le faltaba. ¡La había acompañado hasta el sexto piso! Un gesto que jamás habría tenido el hombre de la aguja en la boca.
Una vez en la puerta del edificio donde los fracasados abundaban, Shizune lo miró a la cara con una solemnidad que poco calzaba con su deplorable estado. Intoxicada por una prolongada borrachera—de semanas de duración— y el rumor veleidoso de una segunda ruptura amorosa, Shizune dijo: —También me gustas.
—¿Qué?
Raidō sintió que la sangre le subía a las mejillas y llenaban las pequeñas arterias que permanecían secas la mayor parte del tiempo luego que se quemara la mitad de su rostro. Solo Suzume había conseguido sonrojarlo…, y ahora Shizune. Su mente práctica se había quedado en blanco, y probablemente no habría caído en tal bochorno si tan solo recordara que hace un tiempo, él mismo había dicho que la morena con el corazón roto le gustaba como nueva adquisición al equipo. La morena quería decirle lo mucho que le gustaba como amigo, pero simplemente no sabía decirlo. Con Anko solo se dio y fue nada más que una autoproclamación.
—¿Estás borracha?
—No, lo digo enserio. Raidō, realmente eres un buen hombre. Nadie había hecho lo que tú estás haciendo por mí… Excepto Iruka, pero él me encontró en el suelo inconsciente, nadie dejaría así a una persona, ¿cierto? En cambio, Genma me habría dejado en la fila del baño sin pensarlo… Ni siquiera me miró, ¿sabes? Es difícil…
—Difícil... —continuó el guardaespaldas para que Shizune siguiera con su línea de ideas, pero esta simplemente abrió los ojos como platos y así se quedó.
—Acabo de vomitar un poco en mi boca —lloriqueó. ¿Por qué debían seguir castigándola así?
—¿Necesitas un baño?
—Izumo me regañará… —lloriqueó y luego tragó lo que le subió por la garganta.
—Ven... —indicó el guardaespaldas, empujó su puerta sin siquiera introducir una llave en el cerrojo y esta simplemente se abrió. Arrastró a Shizune al baño y ella puso liberar sus entrañas a través de su boca en el retrete de Namiashi. Un río salió por su boca y salpicó ruidosamente el agua del inodoro. Unas cuantas gotas de sus interiores le roció el rostro, pero nada de eso parecía ser lo más asqueroso de todo lo que le estaba sucediendo.
Una vez terminado el asunto, y prometiéndose mentalmente jamás llevarse una bebida alcohólica a los labios, volvió a hablar.
—Tu puerta…
—Sí, si quieres entrar alguna vez, solo debes empujarla hacia la derecha.
Era la primera broma que le oía decir a Raidō y ella se rió tímida, sentada en el piso helado del apartamento del quemado y un hilo de saliva en la comisura de su boca.
—Gracias.
Despertó en medio de la noche con un llanto amargo. ¿Finalmente Tonbo había reconocido sus errores y lloraba por cada comentario sarcástico de su vida? No parecía probable, pero a la morena le gustaba pensar que esa era la razón del mar de lágrimas al otro lado del pasillo. Porque todo era mejor opción a un maestro Umino Iruka destrozado.
Llegando a la Academia, Shizune supo que sus peores pesadillas se estaban cumpliendo.
—¿El maestro Iruka?
—Se reportó enfermo estaba mañana —resolvió Suzume sirviéndose la primera taza de cafeína de la mañana, totalmente ajena a las preocupaciones de la morena.
—¿Enfermo de qué?
—No lo sé, no pregunté. ¿Estuvo mal?
—No, para nada.
Sin embargo, Shizune no pudo dejar de pensar en el llanto nocturno que no la había dejado dormir, ya que silenciosamente se le había unido con sus propias lágrimas. No sabía por qué lloraba su vecino, pero se sentía extrañamente identificada. ¿Es que la señora Tsunade había herido de alguna forma a su novio secreto? No quería pensarlo, no quería que fuese cierto… No imaginaba lo furiosa que estaría la rubia en esos momentos si hubiese pasado algo malo entre ellos. Primero su tío Dan y ahora, cuando por fin parecía haberlo superado, estaba el maestro Iruka. ¿Cómo era el dicho? «Mala suerte en el juego, buena en el amor», en este caso, Tsunade estaba condenada en los dos ámbitos.
En el almuerzo se dirigió a su apartamento solo para comprobar sus paranoias. Un golpe en la puerta de su vecino bastó.
—¿Iruka, está bien? —preguntó inmediatamente cuando él abrió.
No, no estaba bien, parecía no haber dormido en toda la noche, hecho que concordaba con el llanto nocturno, y tenía los ojos vidriosos y ojerosos. Estaba como el día anterior, con sus calzoncillos largos y la parte de arriba del uniforme azul, con la excepción de que esta prenda estaba sucia, arrugada y salpicada con lo que parecía ser comida.
Shizune no quiso parecer impresionada, o asqueada, pero no pudo reprimir un gesto que replicaba todo eso.
—¿Desea algo, señorita Shizune?
—Se reportó enfermo esta mañana, vine a ver cómo estaba su salud. Después de todo, soy médica.
No pudo evitar recordar a Tonbo y su primer intercambio de palabras en el edificio.
—Comí algo que me sentó mal al estómago.
—¿Ha podido ingerir algo desde ese entonces? —el maestro negó con la cabeza—. Pues, parece que sí…, por el aspecto de su ropa. ¿Hay algo que no está diciéndome? Sabe perfectamente que yo estoy aquí para ayudarlo.
Los ojos oscuros de Umino se aguaron al instante y su mentón convulsionó, había dado en un punto sensible del maestro. Este se abalanzó hacia sus brazos y la rodeó con los propios de forma tan inesperada que Shizune abrió los ojos a más no poder, y se lanzó a llorar como lo había hecho durante toda la noche.
—¡Cállate, perdedor! —gritó Tonbo mientras golpeaba la muralla de papel con un puño desde el interior de su apartamento.
—¿Quiere pasar? —preguntó el moreno y Shizune no supo qué otra cosa hacer. Raidō alguna vez le había aconsejado tener cuidado con los chismosos del edificio, ya que entrar en otros apartamentos podría generar algún comentario indeseado. Peor sería si a la Quinta le contaran ese chisme… Pero en ese momento no estaba siendo sinápsis y simplemente accedió en pos de un alma tan desolada como la de ella—. Siento el desorden, no he podido hacerlo desde ayer.
—¿Ocurrió algo?
Iruka simplemente no respondió y se dedicó a ordenar algunas cosas de la cocina, la cual era el peor lugar de todo el apartamento ya que parecía que hubiese volcado todo el contenido de las despensas y el congelador, revuelto todo de mala forma y engullido ahí mismo. Si ella y Anko se ahogaban en alcohol para pasar las penas, él lo hacía con comida. Imágenes mentales de él en la Academia siempre lo mostraban con té verde y galletas dietéticas… Interesante.
—¿Iruka?
—¿Cómo…?
—Sí…
—¿… Puede respirando luego de algo como esto?
—¿Como esto?
Y el llanto volvió a su alma y Shizune volvió a abrazarlo como pudo. Tonbo volvió a golpear la pared de papel y el mundo siguió misma con la rutina. A Iruka le habían roto el corazón justo cuando ella vomitaba en el apartamento de Namiashi, al parecer Tsunade no le había dado muchas explicaciones y simplemente se retiró del apartamento del maestro con Tonton en los brazos. La culpa se la atribuía al cerdito, ya que, quizás, la rubia vio que su relación no era bendecida por su hijo porcino. Shizune no lo creía posible, y más sonaba a una excusa sosa, pero aún así se sentía culpable.
Tanta culpa sentía que ahora se encontraba en la fila del mercado, comprando una infinidad de dulces para llenar las despensas del maestro con el corazón roto. Definitivamente Iruka debería acompañar a Anko a sus salidas psicópatas en búsqueda de su amor perdido del primer piso.
—Espero que todo eso no sea tuyo —indicó Inoichi, uniéndose a la fila de compras, en sus manos solo habían unas cuantas cervezas de mala calidad. Shizune se alejó un paso por mera costumbre y chocó con la mujer que venía antes, causando su sonrojo y la sonrisa del hombre maduro—. Parece que le hicieras las compras a Choza.
—Es para un amigo —replicó ella al instante. Helado, galletas y golosinas, no parecían elecciones muy masculinas por lo que no era muy convincente su respuesta.
—Ayer estabas triste.
Y ahora parecía que las cosas que compraba eran para olvidar que tenía un corazón tan roto como el de Iruka, pero más acostumbrado a romperse.
—Solo cansada.
—¿Genma tuvo algo que ver? —Shizune se atragantó con saliva, ¿es que podía leer sus ondas cerebrales sin siquiera tocarla? ¿Desde cuánto podía hacer eso?—. Te vi en la taberna, eres como un libro abierto. Solo tuve que ser hacia dónde mirabas y verlo a él hizo que todo tuviese sentido.
—Aparentemente no estoy hecha para ser la novia —dijo autocompasiva.
—Sí lo estás. Solo te has fijado en imbéciles que no valen la pena.
—Cierto. —«Y tú eres el peor. Aunque Genma no se queda atrás»—. Quizás deba salir con Iwashi.
—Sí, al chico le gustas… —Era infinitamente extraño hablar con Yamanaka de este tema. Se sentía vagamente como Ino, si es que alguna vez hablaban de los chicos y de qué le convenía—. Pero, ¿te gusta a ti?
—No sé, quizás.
Nunca había tenido una conversación tan sincera con Genma y eso era lo que le faltaba a su relación de sexo para transformarse en una relación amorosa. ¿Alguna vez Shiranui había hablado con ella de ese modo? Solo recordaba su pésimo consejo: algo de que la vida siempre era mala salvo ciertos eventos. Definitivamente, estaba desarrollando odio hacia el hombre apuesto con la aguja en la boca y eso no le gustaba.
Llegó su turno en la fila y deslizó por la cinta la infinidad de dulces que estaba por pagar. Inoichi deslizó lo suyo también y, antes de que ella pudiese molestarse, le pagó al chiquillo adolescente que atenía la caja. Apretó los labios y dejó que el hombre tomara toda la mercancía con una mano con una caballerosidad que la hacía sonrojar, y con la otra posada en su cintura la guiaba a la salida. ¿Qué mierda estaba sucediendo ahí? Nunca la habían tratado así, pero, ¡oh! Esa mano se sentía tan bien ahí que olvidó su manía de evitar todo contacto físico con el mentalista psicópata.
—Ven, te acompaño a tu edificio.
Ella no respondió. ¿Era eso un novio? Si así fuere, le aceptaría todas las citas posibles al rubio Yamanaka.
No supo de qué hablarle mientras caminaban al Complejo de Fracasados, pero parecía que al hombre no le importaba mucho, no tenía su traje de Inteligencia por lo que no debía estar sensible y leerle todos los pensamientos, ¿cierto? Además, la morena caminaba con la espalda recta, demasiado incómoda como para necesitar entrar en sus neuronas para descubrirlo. Una vez frente a la entrada del Complejo de Fracasados, Inoichi dejó las bolsas de compras en el suelo, la miró con sus hermosos ojos claros y la besó. Ibiki salió de su apartamento en ese mismo instante y dio con la escena de la médica y el mentalista en las afueras del edificio. ¿Acaso ella no era novia de Anko?
Sí, eso parecía ser el tener un novio. Y a Shizune le gustaba.
Edit: 20/11/2021
Agradecimientos a Ragdoll Physics (dos veces, una en mi cuenta y la otra en la suya xD, ¡nunca más!) y a Digific.
En el próximo capítulo:
—¡Pene, pene, pene! Vamos, dilo.
—Señorita Anko…
—¡Pene! No me detendré hasta que lo digas.
—Penens…
—¡Dilo bien!
