No me reporto desde mayo, disculpen D:
Capítulo fracasado VII:
Namiashi Raidō.
—Por favor, no entres —advirtió Kotetsu, estaba sentado en su escritorio improvisado en el pasillo. Shizune no habría notado que estaba ahí de no haber hablado, ya que estaba detrás de una inmensa pila de documentos. Si miraba con más detalle, podría notar las puntas de cabello apiñado sobresalir de las torres de papel—. Está de muy mal humor.
—¿Enserio? —preguntó Shizune.
Tsunade debía estar llevando el rompimiento peor de lo que ella pensaba.
—Sí, ha trabajado tanto este día. ¡Ya no le queda papeleo! Ha sido tan difícil seguirle el ritmo… Si llega a salir y no he terminado con todos estos documentos, seguramente moriré.
Kotetsu tenía miedo y la morena podía olerlo. Frunció la boca y miró el reloj sobre la cabeza del uniformado solo para comprobar que tenía tiempo. ¿La señora Tsunade trabajando con una eficiencia alarmante? Eso sí era un rompimiento horrible.
—¿Hay alguien adentro?
—Sí, entró Kakashi. Llevan al menos una hora juntos.
La morena suspiró, ojalá no intentara seducir al amigo de Iruka porque, en ese caso, el maestro se retiraría definitivamente y moriría con un dulce atascado en la garganta. No, Tsunade no iría a hacer eso. Era un acontecimiento prácticamente imposible el que la rubia y el maestro se unieran en una relación clandestina, no ocurriría otra vez.
—Supongo que puedo ayudarte con eso, todavía tengo tiempo.
—Sí, sí, muchas gracias —dijo el hombre al borde de la emoción—. Siéntese, por favor. Yo puedo estar parado. ¿Quiere una taza de té?
—Sí, por favor. Nada de azúcar.
Al ver la cantidad que Iruka ingería le había bastado para el resto de su vida, ahora se declaraba como una persona con gustos salados.
Tomó un documento al azar, uno firmado por la mismísima Quinta y listo para despachar a… Veamos, al País de la Roca. ¡Bien! Tomó un sobre delicadamente y lo dobló como a la princesa de las babosas le gustaba. Otro documento dirigido al Hospital, leyó un poco de lo que se trataba y supo que le estaban destinando más dinero a los insumos médicos. ¡Qué gran noticia! Tomó la hoja y para dejarla en la canasta que próximamente Izumo despacharía. Otro documento, y otro y otro. La organización era parte de ella y para cuando Kotetsu llegó haciendo malabares para ninguna gota del té amargo se derramara, probablemente por la infinidad de regaños que le llegaron de su jefa, ya iba en la mitad del desorden. Si las gotas se mantuvieron en la taza, su quijada rodó por el suelo y desapareció por las escaleras hacia la calle.
—¡Señorita Shizune, la adoro!
—No es nada —replicó avergonzada—, me gusta organizar, eso es todo.
—No sé porqué la señora Tsunade dejó que se fuera.
—Probablemente porque me mudé —lo dijo como una broma y Kotetsu se echó a reír.
—¿Puede enseñarme unas cosas? ¿Tiene tiempo?
La morena se dio vuelta para observar el reloj.
—Sí, tengo tiempo —resolvió con una sonrisa.
Una vez organizado y despachado el desorden de la pequeña oficina de Kotetsu, lo acompañó a archivar las copias a la biblioteca privada. A la morena le encantaba el olor a los pergaminos y libros viejos, al mejor amigo de Izumo simplemente le daban alergia. Si bien él le había pedido que le traspasara todo su conocimiento como asistente, ella no era buena enseñándole. ¿Cómo podía hacerlo? Simplemente era poner algunas cosas por aquí y por allá, y eso hizo que se preguntara si realmente era una buena maestra después de todo, ya que las niñas —y los pocos niños— de su clase no estaban mejorando lo esperado. Bufó y sopló un mechón de cabelló de su frente que la estaba molestando, levantó polvo haciendo que Kotetsu estornudara y levantara más polvo hacia ella. Terminó estornudando con los ojos llorosos y decidieron que era suficiente organización por la mañana.
—¡Muchas gracias! —repitió Kotetsu durante todo el trayecto de vuelta—. No había visto este escritorio hace semanas. No recordaba el color de la madera.
—Bueno, ya lo recuerdas.
—¿Izumo te trata bien el Complejo?
—Sí, todavía tengo agua caliente y calefacción.
—Me alegra. ¡Oye! Cualquier queja me la haces saber.
—Gracias —dijo incómoda, ya estaba cansada de su trato amable.
Simplemente había hecho el trabajo que solía hacer cuando todavía trabajaba a tiempo completo para la Quinta.
Suspiró y miró el reloj. Estaba al menos veinte minutos retrasada, ¡rayos! Siempre le pasaba lo mismo cuando perdía la cabeza organizando. Era tiempo de irse corriendo escaleras abajo y rezar por no caerse al suelo en el intento, pero Kotetsu se enderezó temeroso cuando se escuchó el rechinar de la puerta de su jefa. Shizune temía lo que vería detrás de la puerta, pero mantuvo la compostura.
—Kotetsu, ¿no te dije que arreglaras este maldito sonido? ¡Te lo dije esta mañana!
—Sí, señora. —El pobre hombre desapareció.
—Shizune, no sabía que vendrías. ¿Qué quieres? —Kakashi a su lado levantó su única ceja visible. Todo indicaba que había habido una pelea entre Tsunade y su querida e inseparable asistente, pero él no era una persona chismosa, por lo que levantó una mano a modo de despedida y se fue—. ¿Y bien?
Sí, Tsunade sabía a lo que venía.
—¿Tiene tiempo? —preguntó la morena, aún sabiendo que ella no tenía ningún segundo que gastar.
—Si vienes por parte del chunin, no pierdas mi tiempo.
—No es solo un chunin y usted lo sabe.
Sí, Tsunade también sabía eso, pero simplemente cerró la puerta y dejó a Shizune sola en el pasillo. La morena decidió que no insistiría y se encaminó hasta la salida. Limpió sus manos del polvo que todavía le quedaba en los dedos dándose pequeños toques y vio que Inoichi caminaba tranquilamente en su dirección. Llevaba su traje plomo y su chaqueta negra basta, mala señal, no querría tocarlo si llevaba del Cuartel tan temprano. Seguramente se había quedado toda la noche con el rey de los fracasados y algunos prisioneros. Su sensibilidad debía estar al máximo. Frunció la boca y se quedó parada al pie de las escaleras que daban a la Torre, seguramente debían ir por unas latas de alcohol para adormecer sus sentidos y era demasiado temprano para eso. En fin, ese día no se tomarían de las manos.
—¿Fue una dura noche?
—Sí, Ibiki estuvo aterrador. ¿Qué tal la tuya?
—Regular, pude dormir un poco. Mi amigo se dormía entre sollozos, parece que está mejorando.
—Tu misterioso amigo está empezando a molestarme. ¿Me dirás quién es?
—No, ¿acaso no puedo tener un secreto?
Su manía era saberlo todo, ese era uno de los defectos de salir del Jefe de Inteligencia y Espionaje, y más si era el que le leía la mente a los prisioneros. Lo peor es que solo habían salido unas cuantas veces y ya sabía demasiado, lo que incomodaba a la morena. Si llegaban a formalizar, ¿sería peor? Sin embargo, parecía que faltaban décadas para que eso ocurriera porque a Shizune le daba miedo tocarlo y no había muchos avances. El poco contacto físico había acallado los chismes rápidamente.
—Claro que puedes. Uno me parece suficiente —bromeó, pero a Shizune no le pareció muy gracioso—. ¿Quieres ir a desayunar?
—A eso vinimos, ¿verdad?
Llegaron a un puesto de comida muy hogareño, pidieron el desayuno del día y aguardaron en silencio. Él porque estaba cansado y los ojos estaban escociéndole, ella porque intentaba mantener la mente libre de pensamientos clandestinos. No tenía muchos y ciertamente la mayoría trataban de Iruka, el amante de la jefa máxima. Nadie querría que eso saliera a la luz pública por miedo a Tsunade, así que ella no debía hablar por el bien de su querido y molesto vecino llorón. Hubo silencios incómodos interrumpidos por la garganta seca del Espía Máximo hasta que la camarera joven les llevó todo el desayuno. Una vez terminada su labor, la joven se retiró y el silencio incómodo volvió a cernirse en la mesa. Shizune tomó una tostada de pan y pensó rápidamente qué podría hablar.
«Iruka era el amante de Tsunade, llora todas las noches y no me deja dormir. A veces lloro con él.» Negó con la cabeza, no podía decir nada de Iruka, pero su mente maldita hablaba de él como si fuese una persona distinta a ella. Como si una pequeña versión Anko viviera a un lado de su oído izquierdo para susurrarle y arruinarle la vida.
—¿Qué cuentas, Shizune?
«Iruka era el amante de Tsunade.»
—Nada especial, intento sobrevivir a la Academia. Es lo bueno de las vacaciones de primavera, puedo descansar unos días.
—No es tan fácil como parece, tuve problemas con tu generación —confidenció con una sonrisa en la boca y en la expresión de sus ojos cansados. Era guapo, pero malvado—. Especialmente con tu puntería.
Shizune inmediatamente bajó la vista para sonrojarse. Cielos, ¿por qué él tenía esa influencia tan negativa sobre ella? El hombre le gustaba, pero sentía tanto miedo de que le leyera cada uno de sus pensamientos que nunca salía de un estado estresado. Definitivamente lo más difícil de su vida no eran los niños mocosos de la Academia, ni siquiera soportar el odio irracional de su mentora… Era el hecho de salir con un Yamanaka sin salir expuesta. Nadie le aseguraba que él no se quedara callado al terminar una relación. En esa aldea sobraban los rumores.
—Te ves bonita sonrojada. —Él rio cuando ella se volvió aún más sonrojada—. Está bien, cambiemos de tema: ¿vas a decirme algo de tu misterioso amigo?
«Es Iruka.»
—No empieces con eso, no puedo decírtelo. Es privado.
Inoichi se rió, le gustaba provocar a Shizune. Claro que sabía que era Iruka el vecino de la discordia en esos momentos, Tonbo había estado quejándose de él toda la semana y no había difícil para el rubio conectar todas las pistas ya que en ese piso del Complejo solo habían tres y por descarte todo indicaba que era el moreno de la Academia. Lo que lo llevara a llorar todas las noches no era de su incumbencia. Ya vendría Izumo y Kotetsu en algún momento en la semana para ampliar la noticia. Lo que quería evitar era que Shizune pensara que él era capaz de leerle la mente con solo mirarla.
—En serio me gustas, Shizune.
La morena dejó de hacer sinapsis luego de esa declaración. Y el universo confabuló para que fuese el peor momento para que él lo reconociera. En la misma tienda se encontraba Yamato comprando un café luego de una dura noche junto a Genma patrullando en la muralla. Era una extraña combinación, sin duda, pero Tsunade en un irracional disgusto por su aprendiz, pensó que podría unir a los dos hombres que la hacían suspirar para que se hicieran amigos y conversaran, y si había una mínima oportunidad del tema de la médica, se matasen el uno al otro en singular batalla. Una tontería que se le había ocurrido en medio de una resaca infinita y que uno de sus informantes ANBU le comunicara que se había visto a Shizune y a Yamato entrar juntos a una tienda de adultos. El resultado no fue el esperado ya que no se hicieron amigos y Genma no habló en toda la noche.
Lo que sí sucedió fue que Yamato se despidió rápidamente de Shiranui, con el café en una mano y el informe de su misión en la otra, alzándolo de modo que no vio a Shizune en medio de una cita con Yamanaka. Genma sí los vio y se extrañó.
«Claro que no, ahora sé que puedo decirle que sí a una cita…», había dicho ella antes de que su cerebro accionara el famoso y odiado mecanismo de evasión.
Su corazón mujeriego arrojó error. Se sentía extraño y, con un sorbo prolongado a su café matutino y sin dejar de mirarlos, se dio cuenta que no había tenido suficiente de la morena. Ella misma había accionado el mecanismo, no él. No se había cansado de sus encuentros amorosos ni de su aroma femenino ni escucharla dormir. Shizune era un espécimen raro ya que todo lo que él proponía, ella acataba como si todo fuese algo nuevo. Además, ¡ella iba a salir con alguien más estando con él! Era como haberse encontrado consigo mismo en versión femenina.
Se acercó a la mesa donde ellos tomaban desayuno, Inoichi riéndose de las reacciones tiernas de la morena y Shizune tratando de no mostrarse tan nerviosa. Así que él le gustaba y mucho. Se sintió extraño, siempre las chicas suspiraban por Shiranui sin tener ojos para otro más. Y Shizune solo parecía tener ojos para Inoichi y Genma era prescindible. Eso no se sentía bien.
Shizune era la venganza de todas las chicas que les había roto el corazón.
—Hola, Shizune —dijo el de la aguja en la boca—. Préstame el azúcar, por favor, cariño. No encontré en mi mesa.
La morena lo miró con los ojos abiertos, sonrojada por la impresión, y dio una vista panorámica a todo el lugar: habían tantas mesas desocupadas a esas horas de la mañana que no había déficit de azúcar en ninguna mesa. Por lo tanto, su pobre conclusión a causa del incómodo momento que estaba viviendo, era que simplemente Shiranui había ido a molestar. ¿Cuál era su problema?
—Adelante, tómalo. Creo que ninguno de los dos lo necesita, ¿cierto, Inoichi?
El rubio asintió con una sonrisa torcida.
Genma volcó el azúcar en su café a medio tomar y simplemente se retiró sin saber lo que había hecho: «mierda», era lo único que podía pensar.
—Eso fue extraño —confesó apenas el hombre de la aguja en la boca salió del local, con susurros sonrojados—. No imagino qué fue lo que le pasó.
—Está celoso, déjalo. Y bien, dime, ¿quién es tu misterioso vecino?
¿Celoso Genma? No tenía sentido, no entraba en su cabeza, eso no computaba. Se despidió tímida de Inoichi con esa interrogante en la cabeza, en frente al Complejo de Fracasados. Sin un beso, caricia o abrazo, solo un pequeño gesto con la mano. Abrió la puerta exterior con su enorme manojo de llaves y entró al feo y sucio lugar con el ceño fruncido. Subió del primer piso al segundo mirando sus pies y bastó una mirada rápida a la puerta de Genma para que le brotara el instinto de ir a golpear su puerta con violencia. En vez de eso, simplemente llegó a la puerta de al lado y, con el truco que el mismo Raidō le enseñó, y entró a los dominios del mejor amigo de su ex.
—¡Estoy enojada con él! —Gritó una vez adentro y caminó por el pasillo hasta la cama del moreno. Había gritado sin asegurarse de que él se encontraba presente, ya que si no estuviese la muralla de papel que dividía los apartamentos no impediría entregarle el mensaje a Shiranui.
Para la suerte de Shizune, y no tanta para Raidō, sí estaba allí.
—Shizune… —interrumpió Raidō con la voz todavía adormilada—, no es un buen momento. Deja que me vista y saldré a…
—Él sabe que estoy intentando tener algo con Inoichi y aún así… ¡Maldición, estoy tan furiosa!
—Sabes que puede oírte, ¿verdad? —Resolvió el guardaespaldas restregándose los ojos.
La morena asintió y caminó hacia la pared, haciendo que el quemado levantara aún más las sábanas para cubrir su cuerpo como acto reflejo. Sin embargo, a la médica no le importaba ver su torso desnudo y lleno de cicatrices ya que en su vida había visto cientos, quizás miles de esos. Una vez a un lado de la pared de papel, Shizune llenó sus pulmones y su diafragma.
—¡Estoy furiosa contigo!
—No te responderá… —suspiró Namiashi, sintiéndose horrorosamente incómodo con la situación.
—¡No me importa! —Shizune se tapó la boca con ambas—. Perdón, quise decir: no me importa que él no responda… Ya que sé que es… ¡Un cobarde!
—No solucionarás nada de esa forma.
Algo en el cuarto de baño captó su atención. Un grifo abierto y un objeto caer y rebotar tantas y tortuosas veces por las baldosas del baño, acompañado con los ecos que aumentaban la agonía del ser que estaba ocultándose detrás de la puerta. Shizune rememoró la vez que estuvo escondida de la misma forma en el apartamento contiguo y su buen amigo Raidō estaba parado afuera de la misma forma que ella lo estaba. ¿El guardaespaldas se habría puesto tan incómodo como Shizune en esos momentos? Se sintió sonrojada cuando pensó en la posibilidad de que Ino estuviera en esos metros cuadrados, ya que, si mal no recordaba, al parecer Namiashi y Yamashiro estaban en plan de conquista hace un tiempo atrás. Se sonrojó aún más cuando se dio cuenta que de sus labios había salido el nombre de su padre. «Que no sea Ino, por favor.» Aunque, a estas alturas todos debían saber lo que estaba pasando entre el dueño de la floristería Yamanaka y la asistente de la Quinta. «¿Supiste lo último? ¡Yo creo que compite por ser el escándalo de la semana!», imaginó que estaba diciéndole Izumo a Kotetsu.
Pero cuando se abrió la puerta, vio que Suzume estaba allí con la parte de arriba del uniforme de Raidō, que le quedaba con un pequeño vestido, y una sonrisa tímida en sus labios. La saludó con un gesto casi infantil y Shizune se volteó a ver a su amigo, comprendiendo súbitamente porqué sentía urgencia por cubrirse con la sábana.
—Cielos, estás desnudo. Es mejor que me vaya, ¡nos vemos, Suzume!
—Shizune, no te vayas por favor, ¿quieres desayunar con nosotros? —preguntó Suzume con una sonrisa ingenua.
A Raidō no le pareció buena idea.
—Ya desayuné. Lo siento.
Allá en la cama, Namiashi comenzaba a relajarse ya que por fin podría tener paz en su apartamento. Sin embargo, Suzume tenía otra idea en su mente.
—Vamos, Shizune, al menos acompáñanos con una taza de café.
—Está bien —dijo ella, preguntándose cómo haría para no ver los genitales de Namiashi sin irse del pequeño apartamento—, ¿puedo usar el baño?
—Por supuesto —replicó Suzume, como si fuese su apartamento.
Y así la morena se sentó en el inodoro con la puerta del baño cerrada para darles la apropiada privacidad a la pareja para vestirse. Los oyó susurrar y desplazarse por el diminuto espacio rápidamente como si Shizune fuese a salir en cualquier momento, pero ella no quería salir. Necesitaba una excusa y rápido. Seguramente Suzume iría a decirle que salieran juntas, pero ella solo quería odiar a Genma en su apartamento. El tiempo libre realmente estaba afectándola y, ciertamente, Suzume debía sentirse igual. Las vacaciones de primavera de los niños las dejaban una infinidad de horas en la nada.
Salió cuando oyó movimiento proveniente desde la cocina.
—¿Azúcar, Shizune? —Preguntó su amiga de la Academia y ella negó. Suzume estaba en la cocina de Raidō como si fuese suya—. ¿Has visto al maestro Iruka? No lo he visto desde que enfermó.
¡Bingo!
—Sigue enfermo, la verdad. Planeaba ir a verlo justo en este momento, creo que pasaré luego del desayuno.
—¡Oh! Shizune, déjame acompañarte. Quizás necesite algo, digo, no seré médica como tú, pero me gustaría ayudar de alguna forma.
No pudo negarse y se vio a si misma salir del apartamento del quemado en el segundo piso y subir escaleras junto a Suzume y un silencio incómodo. Habían dejado a Namiashi fregando los platos y tazas ya que su novia se lo ordenó con una sonrisa. Definitivamente ahí había algo que Raidō no quería ver.
En el cuarto piso, Anko pareció oler a su novia y salió de inmediato.
—¿Qué tal, cariño?
—Hola, Anko —saludó Shizune, ya no quería seguir recogiendo gente en su camino a casa. Es más, hasta había olvidado su enojo contra Genma que la había llevado a asaltar la casa de su mejor amigo—. Saluda a Suzume, vamos a ver a Iruka.
—¿Al llorón? Díganle que deje el lloriqueo, nos tiene hartos a todos.
—¿Perdón? —Preguntó la maestra, no entendiendo absolutamente nada—. El maestro Iruka está seriamente enfermo, ha faltado las últimas semanas. Gracias al cielo empezaron las vacaciones de primavera para que pudiese recuperarse sin perder más clases. El maestro suplente se ha quedado más de lo estipulado.
—¿En qué planeta vives, Namida? —Resolvió lasciva y empezó a subir las escaleras para llegar ella primero donde el maestro llorón—. Se la ha pasado llorando desde que rompieron su corazón, es un completo fracasado.
—¿Qué? Shizune, dile que eso no es cierto. El maestro Iruka...
Anko se detuvo escaleras arriba y rodó los ojos dramáticamente, molestando a la maestra de sobremanera. Shizune sintió que moriría asfixiada entre las dos mujeres. Suspiró sonoramente y subió las escaleras para ignorarlas. Jamás de los jamases ellas dos se llevarían bien. Y no entendía por qué Anko había salido para adueñarse de sus planes y cumplirlos ella misma, ¿no tenía vida propia? Pero luego Shizune recordaba que también vivía en el Complejo de Fracasados y olvidaba esa interrogante. Suzume era la única de ese grupo que podía evitar el título de fracasada, pero el estar enamorada de un fracasado no le hacía justicia.
Suzume se adelantó unos pasos para dejar atrás a la mujer voluptuosa y le susurró.
—¿No viste su…?
—Perdón, ¿qué dijiste? No escuché.
—Su…, tú sabes, Shizune. —Suzume se sonrojó y se tapó la boca delicadamente con una mano ya que estaba sonriendo nerviosa. Shizune le dio una negativa—. Pen…
—¿Pen…?
—Maldición, esto debe ser una broma. ¡Di pene de una vez por todas! —Explotó Anko a su lado.
—No lo digas tan alto, alguien podría oírte —indicó Suzume un tanto avergonzada y molesta.
Anko, por su parte, le sacó la lengua en gesto rudo e infantil que hizo que Shizune perdiera la paciencia y se llevara la mano a su rostro para abstraerse un tanto de la situación en que estaba envuelta. Por un lado, estaba Anko con sus veintiséis años de edad, demasiado desinhibida sexualmente y totalmente inmadura en asuntos que no fuesen su trabajo, como si estuviese atrapada en la adolescencia. Y por otro lado, estaba Suzume una mujer mayor atrapada en un cuerpo de treinta y dos años, incluso parecía mayor de lo que realmente era, pero demasiado cohibida y censurada. Shizune creía que si ambas personalidades se encontraban en la mitad, aparecía ella. Era el pegamento en esa amistad extraña de las tres.
—¡Pene, pene, pene! Vamos, dilo.
—Señorita Anko…
—¡Pene! No me detendré hasta que lo digas.
—Pens…
—¡Dilo bien!
—¡Chicas, deténganse! —intervino Shizune—. Vinimos a darle ánimos a Iruka, no puede seguir ausentándose… —«Y para poder dormir en la noche.»
—¿Eso harán? —preguntó Anko—, reconozco que fue extraño verlas subir juntas las escaleras. Sinceramente, Shizune, pensé que me estabas engañando.
A Suzume se le resbalaron las gafas por el tabique de la nariz.
—¿Ustedes son pareja?
—No —dijo Shizune.
—Sí —dijo Anko.
—¡Cielos, Anko! Fue solo un beso. No pienses que estoy contigo, no actúes igual que Genma, por favor. ¡Ustedes dos me tienen harta!
—¿Genma quiere volver contigo? Amiga, deja de hablar que me da envidia.
—¡Anko!
—Shizune, ¿Genma sigue molestándote? Ya hablamos, ese hombre no es para ti. Estabas bien saliendo con Inoichi, él te gustaba —opinó la maestra.
—¿Sales con Inoichi, amiga?
Y pronto, estuvieron en frente de la puerta del maestro del corazón roto. Se oyeron unos sollozos débiles provenir del interior y las tres mujeres quedaron en un incómodo silencio. Anko solo había oído la versión de que Umino estaba depresivo y las malas lenguas decían que era por su amor perdido, pero no creía que fuese tan verídico el rumor, ya que poder escuchar los sollozos de alguien en el pasillo era penoso y preocupante. Suzume abrió los ojos de par en par, eso no sonaba como un resfrío o una enfermedad y al fin podía dar crédito a las palabras de Anko. Y Shizune, simplemente calló para dejar solas a las dos mujeres con sus pensamientos, ella ya estaba acostumbrada.
—¿Qué haremos? —Susurró Suzume, apenada, no quería entrometerse sin que la hubiesen llamado.
—Decirle que deje de llorar —replicó Anko y tocó tres veces la puerta—. Es tan penoso.
Se oyó cómo Iruka recogía unas bolsas plásticas y sorbía sus mocos antes de dignarse a aparecer en la puerta.
—¿Qué desean? —Preguntó con la puerta entrecerrada y la cadena puesta. Solo se le veía la mitad de su cara y su ojo hinchado y lloroso, y la punta de su nariz enrojecida.
—Oh, maestro Iruka, estaba tan preocupada, ¿por qué no me llamó? Podría haber venido. ¡Cielos, Shizune! ¿Por qué no me dijiste antes?
—Señorita Suzume, yo le pedí que no dijera nada —replicó Iruka, se oía cansado, pero aún así no perdía la cortesía con su colega—. No se preocupe, es solo un mal tiempo para mí.
—¿Y lo pasaras lloriqueando, llorón? —Replicó enfadada Anko. Tanto Shizune y Suzume pusieron mala cara, pero la mujer voluptuosa no las dejó intervenir. Esto ya era personal para ella, como una fracasada con el corazón roto—. Kakashi ya se fue, olvídalo. No te ahogues solo, ahógate en grupo. Para eso estamos aquí. Ven, te llevaré a un nuevo local de dulces que encontré. Debemos ir en unos cuarenta minutos, arréglate.
Shizune entornó los ojos, seguramente Ibiki iría a ese local y por eso Anko salió en su búsqueda totalmente desesperada. Sin embargo, el gesto de la chica con el maestro era noble.
Sentados en una de las mesas del local, se miraron las caras en silencio mientras Anko pedía en la barra todo lo que quería. Shizune debía aceptar lo extraño que era eso, ya que veía a los maestros en la Academia y no en un antro elegido por su autoproclamada mejor amiga y pseudo novia. No era el ambiente sano y académico de siempre, además, Suzume había tenido una noche de pasión y desenfreno —imaginaba—, como las que nunca tenía en periodos estresantes de la escuela e Iruka se veía aún más gordo de lo que recordaba ya que la chaqueta verde parecía que estaba demasiado tensa en la zona del abdomen. Todo era simplemente extraño.
—Shizune, acompáñame por favor. Necesito que veas algo en mi seno izquierdo —dijo Anko de vuelta.
Tanto Iruka como Suzume se escandalizaron y Shizune no tuvo más remedio que acompañarla y hacerle un chequeo médico en el baño que probablemente era insalubre, juzgando por la barra y las mesas. Por el rabillo del ojo vio que Ibiki estaba ingresando con una chica bastante menor y la morena supuso que era parte de su show teatral para sacarle celos al rey de los fracasados o para llorar amargamente porque estaba con esa chica ni tan fea ni tan bonita.
Anko desapareció detrás de la puerta de baño y Shizune vio que Yamato también entraba a la tienda, acompañando a Asuma. Se sonrojo y entró… Para ser atacada allí dentro por la mujer más desquiciada que había conocido en el edificio. Anko la tomó de las muñecas y la empujó con todo el poder de su busto hasta las puertas inmundas del baño. Una chica que estaba maquillándose los ojos simplemente las esquivó y salió del lugar por su seguridad. La morena trató de zafarse, pero los pechos enormes de Anko estaban asfixiándola. Juntó chakra en sus manos para cortar con bisturí las vías de la mujer loca, pero se detuvo para esquivar el cuchillo que de pronto sacó la mujer.
Uno, dos, tres cortes y la mitad del vestido de Shizune cayó al suelo.
—¡Qué haces!
—Odio tu vestido.
—¡No tenías que cortarlo! —Gritó exasperada y se arrodilló para juntar las piezas de tela que le faltaban: la manga izquierda ya no estaba, había un corte en el vestido que hacía que un lado estuviese hasta a la rodilla mientras que el resto permanecía intacto. Miró de soslayo su manga derecha y estaba sujeta por una puntada o dos, pero estaba por caerse—. ¿Ahora cómo saldré de aquí?
—Por la puerta, idiota. Ya me lo agradecerás.
—¡Estás loca! No puedo salir así. Está Suzume, Iruka e Ibiki afuera, pareceré una loca.
—Olvidas a Yamato, sé que te gusta. Y llamarás su atención con este nuevo atuendo.
—Claro que no. Además, a él no le intereso.
—Seguro que no —dijo sarcástica—, soy jefa de los ANBU, ¿recuerdas? Soy la psicópata con más información de la villa, ¿creías que Izumo y Kotetsu lo sabían todo? No me insultes. Tsunade mandó a hacer un completo informe sobre ti y sé que fueron juntos a una tienda de contenido erótico. Además, babeas cada vez que aparece.
—¡Eso no es cierto!
—Olvídate de Genma y Yamanaka. Ya me dijiste que eran horribles personas. Levántate. Ahora estás a la moda, al menos en el país de la Tierra.
Anko se fue del baño y Shizune no tuvo más que seguirla. Antes de eso, se miró en el espejo y trató de deshilachar el vestido lo más que pudo sin ponerse a llorar. Se dio mil vueltas intentando asimilar su nuevo estilo. Sin nada más que hacer, empujo un poco la puerta del baño para ver dónde estaba Yamato y poder esquivarlo. Saber que Anko sabía que le gustaba Yamato la hacía más vulnerable, así que su plan era no topárselo. Sin moros es la costa, decidió salir. Un paso tímido afuera, vio a Iruka y a Anko degustar unos cuantos dulces en la mesa y a Suzume levantar la mano para llamar su atención, visiblemente incomodada en la mesa.
—Señorita Shizune, ¿me necesitaba? —preguntaron a su costado. Era Yamato, maldita Anko—. He venido junto a Asuma, pero la verdad es que la señorita Anko me citó aquí. Dijo que era porque usted quería hablarme.
Todo le dio vueltas a la morena y, peor aún, se sentía expuesta a no tener pedazos de tela para protegerla. Se quedó sin habla porque la lengua se le enredó mil veces a medida que intentaba hilar alguna frase coherente y pensar. ¿Qué le iba a decir?
«Anko es una psicópata, no sabía que te citó.» Pero entonces debía explicarle que sentía mariposas en el estómago cada vez que lo veía. No, no debía pensar en eso. ¿No era la novia de Yamanaka y la ex de Shiranui y de Anko?
—¿Quieres ir a comer dulces? Vine con Suzume, Iruka y Anko. La verdad es que no recuerdo haberle dicho a ella que necesitaba verte, pensé que me traía aquí para espiar a su ex, disculpa.
No había sonado convincente, al menos no para ella.
—¿Su ex?
—Sí, Ibiki, allá está. Me arrastra con ella cada vez que sabe que Ibiki irá a algún lado.
—No sabía que ellos habían sido pareja. Eso explica muchas cosas —confidenció como si sintiera culpa por todo lo que había pasado por alto.
Shizune recordaba que frecuentemente veía a Yamato junto a Kakashi y Anko, seguramente obligados por esta última.
Se quedaron en silencio que no fue para nada incómodo y se sonrieron.
—Qué hermosos brazos. —Por fin había reparado en su vestido roto.
—¿Tú crees? —Era el halago más extraño que había recibido en su vida y el más lindo además.
—¿Está libre esta noche?
—Sí, quería irme a casa ahora.
—La acompaño.
Quiso reírse a carcajadas como una tonta, pero intentó reprimirse y simplemente miró hacia abajo y sonrió. Shizune dio dos pasos y luego se arrepintió. No quería pasar a un lado de la mesa con la voluptuosa loca, el gordito depresivo y la tierna maestra, solo porque no quería que Anko gritara algo que la avergonzara y la hiciera sonrojar. Se giró de improviso y chocó con el capitán para luego reír como tonta.
—Vámonos por la puerta trasera —sugirió y él aceptó.
Shizune se despidió con un gesto de Suzume y desapareció, supo que la maestra se sintió a morir por la expresión que puso. Iruka y Anko debían estar llevándose bien y ella debía sentirse excluida. Ya entendería.
Yamato abrió la puerta que daba hacia el callejón y la dejó pasar, tan atento como siempre lo era. Afuera era un ambiente frío y extrañó los trozos de tela como nunca, sentía que la piel se le erizaba con el rose del viento, pero con sus mejillas sonrojadas no sabía definir si sentía frío o calor. Se abrazó a sí misma a medida que empezaron a caminar en silencio y de cuando en cuando lo miró de soslayo. Su mentón cubierto, sus ojos almendrados y su cabello castaño y desordenado eran un deleite.
—¿Siente frío?
—No.
—¿Seguro no quiere mi chaqueta?
—No —rio, estaban por salir del callejón. Sintió desesperada.
—Se la daré —dijo y se bajó la cremallera, se la quitó y la encajó en sus hombros—. Algo es algo… Es tan pequeña.
Tenía lindos brazos, era pequeña, todo parecía gustarle de Shizune. Se arrebujó en la chaqueta intentando acallar la risita que estaba saliéndole. Yamato aún tenía las manos sobre ella como si aún no terminara de acomodarle la chaqueta táctica verde que todos tenían. Estaban tan cerca y ella podía sentir su respiración perturbar algunos mechones de su frente. Una mirada de él sobre sus labios bastó para que terminaran besándose en la entrada del callejón.
Sin mucha técnica como Genma ni mucho manejo con las manos como Inoichi.
Edit: 21/11/2021
Agradecimientos a flywithbeatles, Lu Hatake y manzanaroja :D ¡Disculpen la demora! Sinceramente no sé cuánto queda de esta historia xD
En el próximo capítulo:
—Dale tiempo. —Fue lo único que él dijo—. Ya sabrás lo que quieres, sea Yamato, Genma o Inoichi, y si pasa mucho tiempo, significa que no es ninguno de los tres.
