Vengo con las disculpas pertinentes: siento la tardanza. Espero que sea de su agrado.
Música inspiradora: Sweet nothing - Calvin Harris ft. Florence Welch.
Capítulo Fracasado VIII:
Yamato II.
Volver a las actividades académicas fue algo ligeramente malo y ligeramente bueno. Los niños estaban tan acostumbrado a dormir tarde por las noches que estaban derrumbándose sobre sus pupitres al avanzar la aburrida clase de medicina ninja. Ella misma se sentía adormilada. Así que cuando la campana sonó para darles un receso, lo agradeció de sobremanera. Recobrando la consciencia, todos los infantes corrieron y desaparecieron por los pasillos viejos de la Academia. Shizune suspiró aliviada, recogió todos sus apuntes del escritorio para ordenarlos y se sentó un segundo en su silla alta, lo bueno de la rutina era que al fin podía escapar de sus preocupaciones sentimentales para pasar a preocupaciones laborales. Lo malo era que dejaría de ver a Yamato tan seguido.
Necesitaba un café con urgencia, así que salió para dirigirse a la sala de maestros.
—Buenos días —le dijo a Suzume y a Iruka, quienes estaban sentados en sus respectivos puestos en el escritorio común.
Llevó su tasa vacía hasta la cafetera aún adormilada y oyó lo impensado. Lo que esperaba oír en una pesadilla surrealista, pero no ahí, en el lugar de trabajo.
Unos pasos avasalladores lo presidieron.
—Hola, zorra. ¿Tienes planes para hoy? —dijo Anko aún teniendo las sábanas marcadas en la piel de sus brazos, la cara cansada y al parecer sin lavar, y el cabello despeinado. ¿O tal vez no había dormido en lo absoluto y salía recién de una noche de juerga? Shizune simplemente miró a los chicos que estaban jugando en el patio a través de la ventana, pidiendo a alguna deidad que los hubiese liberado de ver esta versión de Anko tan desastrosa—. Estaba pensando en ir a un bar nuevo que abrieron.
—¡Anko! Es lunes, ¿lo sabías? Y ese lenguaje tan vulgar —dijo la morena con un tono de reproche. Suzume e Iruka simplemente empalidecieron y quedaron expectantes—. ¿Quién te dejó entrar así? ¡Es una escuela! ¡Hay niños aquí!
—Claro que lo sé, tonta. Además, ¿quién iba a impedirme el paso? Está abierto de par en par, deberían pensar en la seguridad de este lugar. Sin desmerecer a Suzume y a Iruka, no es mi intención ofenderlos, pero yo soy jōnin de elite.
—No te preocupes —dijo la maestra de los anteojos oscuros, hace ya mucho tiempo había aceptado que varios de sus alumnos serían más que ella. Se consideraba como un pilar de la villa y en eso no había de malo. La paga era buena para una mujer sola como Suzume y, según sus planes, sería madre pronto y el tiempo libre sería la ventaja. Con el suelo de jōnin de elite de Raidō combinado con el de la maestra cerraría a la perfección su mundo de fantasía. Así que no, jamás se sentiría disminuida con los dichos de Anko.
En cambio, Iruka… Bastó ese comentario para que volviera la depresión a su vida.
Esa mañana había pasado varios minutos frente al espejo dándose ánimos para reintegrarse este día finalmente a la Academia. Luego de las vacaciones, podía pasar desapercibida su ausencia si tenía suerte, pero esta se le había acabado apenas Anko entró a la sala de maestros.
—¡Anko! —reprendió Shizune cuando vio el evidente cambio de ánimo del maestro.
La chica, ajena a todo eso, se sentó desparramada en el primer asiento que encontró en la sala y buscó entre sus pertenencias perdidas en su enorme abrigo mientras que las facciones de su rostro gritaban resaca. Shizune suspiró y quiso estrangular ahí mismo a la mujer que la seguía de cerca por encomienda de su mentora, para luego hacerle las curaciones pertinentes y volver a estrangularla. Y ese deseo casi se volvió realidad cuando Mitarashi sacó una pequeña botellita de licor de su bolsillo para bebérselo ahí mismo. Con un chillido que alarmó a los demás maestros, Shizune se abalanzó sobre la mujer joven y le quitó el objeto ilícito de las manos.
—¡Ten más respeto por este lugar! —gritó y se fue al pequeño lavabo que estaba ubicado en un rincón, el cual usaban para lavar tasas, para tirar todo su contenido a las cañerías. Suzume se levantó del escritorio para ver lo que ocurría, pero bastó solo una mirada de la espía para que volviera a sentarse en su lugar junto al quejumbroso Umino y se quedara en silencio—. ¿Cuál es tu problema?
—Sal ahora mismo —ordenó la mujer joven y loca.
—¿Qué?
—Que salgas y no lo diré otra vez.
Shizune obedeció mordiéndose la lengua. Si bien ella también era jōnin de elite, no creía que fuese capaz de hacerle algo a la loca de su autoproclamada mejor amiga y ex novia. Caminaron en silencio por los amplios pasillos de la Academia hasta una de las salidas, esquivamos a uno o dos chicos que merodeaban y se extrañaron un tanto cuando vieron a la menor de las mujeres pasear con la maestra de artes médicas. Shizune se sonrojó ante esa extrañeza y se prometió a sí misma que iría a visitar a su mentora para golpear firmemente la mesa: o bien dejaba de mantener a su espía personal sobre ella o ponía guardias en la Academia para salvaguardar la inocencia de los pequeños.
Una vez afuera, la guió hasta el asiento más alejado del recinto estudiantil y Anko se sentó allí. Shizune permaneció de pie y se cruzó de brazos, evidentemente enfadada con la menor. Luego, la ex de Ibiki se echó a reír.
—Has estado desaparecida, amiga. He tenido que mandar escuadrones para seguirte en los últimos días de tus vacaciones ya que no lograba ubicarte. Iruka no te había visto y no sé dónde vive Suzume. Supongo que estás divirtiéndote con Yamato. En fin, ahora que armé ese escándalo allá dentro, ya puedes ausentarte el resto de tus clases.
—¿Qué estás diciendo?
—Que el llorón o la amargada te cubran, así podemos hablar el resto de la mañana. ¿Qué tal Yamato? ¿Ya has probado el tronco que tiene entre las piernas?
Shizune soltó un grito, enrojeció y descruzó los brazos de inmediato. Se llevó las manos a las mejillas rosadas para de algún modo equiparar las distintas temperaturas, y de paso ocultarlas, pero nada de lo que hizo surtió efecto. Anko soltó un gruñido y acarició la madera del asiento para así invitar a la maestra de artes medicas a tomar su lugar junto a ella. La morena accedió luego de eternos segundos de aturdimiento.
—Te equivocas, Anko. Todavía no ha pasado lo que piensas.
—¿Cómo no?
Shizune suspiró. Iba a decirle todo lo que había pasado entre ella y el hombre apuesto de ojos almendrados y simpática y extraña personalidad, que con él había experimentado lo más romántico y cursi desde aquel beso en el callejón. Yamato era la clase de personas que luego de un beso prolongado, se separaba y observaba cada centímetro de su piel. Varias veces ella se sintió enrojecer cada vez que lo hacía. No era tan bueno con sus labios ni con las manos, pero usaba ambos recursos para hacerlo inolvidable. Se mordió el labio inferior al recordarlo, luego de ese encuentro las cosas simplemente se dispararon.
Anko miró expectante.
En ese mismo instante, Ino estaba entrando en la Academia con un ramo de enormes rosas rojas. Caminaba mirando desde el costado del enorme arreglo floral con dificultad, ya era complicado esquivar a los chicos que sentía que se acercaban. El pasillo que daba a la sala de maestros era demasiado largo para su gusto, pero un poco más corto de recorrer de cómo lo recordaba en su niñez. Al llegar, corrió con un pie la puerta dejando a los profesores allí adentro con una sorpresa inmensa plasmada en sus rostros. Iruka se levantó al verla y tomó el ramo en sus brazos. La rubia sacó de sus pertenencias una pequeña tarjeta que procedió a leer sin tomar un respiro.
—«Para Shizune» —leyó y dejó la tarjeta acomodada entre las rosas—. Es el mensaje más aburrido y práctico que he leído en mucho tiempo, ¿está la señorita Shizune por aquí?
—Sí, enseguida la traeré —dijo Iruka, dejando el ramo acomodado en el puesto de la susodicha para correr a su encuentro.
No se sentía cómodo viendo ese ramo. Aún recordaba ese feliz día en que se le ocurrió comprarle un arreglo en la florería Yamanaka, pero por temor a que la gente comenzara a hacer preguntas ya que Tsunade, a pesar de disfrutar arañarlo en la espalda y gritar escandalosamente, pedía estricta confidencialidad; se había aguantado las ganas de hacerlo. Había atrasado la compra tanto tiempo de esa maldita flor que cuando Shizune entró con Tonton a su pequeño nido de amor, pensó que era el momento, ya que la rubia se notaba relativamente relajada con la morena allí, siendo testiga de todo.
Por lo que a la primera oportunidad, huyó como si fuese un alérgico al polen y también alérgico a Ino, ya que la rubia menor le había comprado la única flor que significó el término de su relación clandestina.
—¿Está más gordo el maestro Iruka? —susurró la chica rubia a la maestra Suzume.
—Todos engordan un poco en las vacaciones, querida —resolvió la maestra.
Cerró los ojos y salió a buscar a la mujer cuya vida amorosa era más fructífera que la suya. No estaba celoso, para nada, ella había sido demasiado gentil con él como para alguna vez haber sentido celos. Además, la había pasado pésimo cuando él mismo estaba en lo mejor con Tsunade. El recuerdo de ella recostada en el pasillo, sin poder moverse, había sido algo triste de ver. Genma la había hecho sentir mal y con Suzume pensaban que Yamanaka Inoichi era mejor opción.
—¡Qué estás diciendo! —oyó gritar a Mitarashi desde lejos y supo dónde debía seguir caminando. Odiaba interrumpirlas, pero ya había puesto un pie afuera y no podía retractarse.
—Es lo que te digo, Anko. No ha pasado nada de lo que tú piensas —se disculpó la morena, terriblemente apenada, y Anko la mandó a callar cuando notó que el maestro se estaba acercando a ellas.
—El llorón quiere algo.
—Señorita Shizune —empezó él—, llegó un paquete para usted.
—¿Un paquete? —preguntó ella, extrañada, solo imaginaba que podía llegarle correspondencia por parte de la Quinta y eso no sería muy bueno para su vecino y amigo.
—¿Qué clase de paquete?
—Un paquete para la señorita Shizune.
—Estamos hablando, ¿sabías? Es tiempo de amigas.
—¡Anko! No seas así de dura. En fin…, nos vemos, tengo mucho que hacer —dijo Shizune con un tono de reproche—. Gracias, maestro Iruka.
Él suspiró y se sentó donde Shizune había estado. Anko simplemente lo miró con odio.
Shizune entró rápidamente a la Academia pensando en el paquete. Los niños empezaron a entrar en estampida porque los minutos de receso habían terminado abruptamente con los crueles campanazos. Shizune se abrió paso a duras penas por el pasillo y entró a la sala de maestros tan rauda como pudo. Suzume la esperaba de pie a un lado del escritorio común, una sonrisa en sus labios y un ramo floral adornaban la estancia. La morena se detuvo abruptamente al ver el ramo de rosas rojas y pronto los maestros empezaron a entrar en la sala común para buscar sus pertenencias para sus clases, haciendo que Shizune tuviese que moverse repetidas veces al entorpecer su camino.
—Shizune, cariño, llegó esto para ti —indicó la maestra con cabello ondulado y gafas oscuras—. De la florería Yamanaka.
—¿Inoichi?
—Deben serlo, ¿quién sino él mandaría flores a su enamorada?
—Sí, pero, ¿rosas rojas?
—Tal vez se inclinó por lo clásico.
A Shizune no le terminó de gustar la explicación de la maestra de oscuras gafas.
—¿Señorita Shizune? ¿Señorita Suzume? Lamento interrumpirlas —dijo Izumo desde la entrada de la sala de maestros, estaba visiblemente interesado en la verdad detrás del enorme arreglo floral que las mantenía ocupadas, pero esa no era la razón de su visita.
Sacó una carta de su bolsillo y se las extendió.
Tomaron un pequeño receso antes de volver a la Academia luego de las clases terminaran por ese día. No en vano habían sido notificadas de una noticia un tanto perturbadora para dos mujeres que recién iniciaban la década de los treinta.
Suzume revolvió la refinada taza de té con la delicadeza que solo una maestra de Artes Femeninas como ella lo haría, sin duda era un deleite verla desenvolverse en cualquier actividad cotidiana por la elegancia que poseía esa mujer. Y Shizune pensó en Raidō y en su incapacidad de formalizar con ella a través de los años. ¿Es que ya se había acostumbrado a la elegancia, al refinamiento, luego de verlo todos los días? ¿Qué problema tenía la maestra que no había podido llevarse a Namiashi del Complejo de Fracasados? Por más que miraba a la mujer cuyo único deseo en la vida era ser madre, no encontraba la respuesta. Y seguramente la tenía frente a sus narices: era porque ella quería un hijo con todas sus fuerzas y él no. Quizás si ella no estuviese tan cegada por eso, él habría accedido a irse con ella y los hijos habrían llegado solos. O simplemente él no quería tener familia y su deseo era morir solo junto a Genma.
Ellas habían acordado ir a merendar en un lugar que distaba bastante de los gustos de Ibiki, y por ende los de Anko también. El trauma que le había significado a Suzume visitar ese antro le había dado la determinación de organizar una salida de amigas con clase, sin invitar a la psicópata máxima por miedo a que sus pocos modales empañasen el evento. Sin embargo, Shizune se sentía como una torpe versión mejorada de Anko en ese lugar tan exclusivo y costoso. Trató de imitar los modales de la mujer mayor sin mucho éxito, pero eso a su amiga no parecía molestarle.
Un mesero bien parecido y de impecable aspecto se les acercó para depositar unos dulces tan hermosos que daba una pena inmensa morderlos. Poseían una decoración exquisita de perlas comestibles y figuras de azúcar y mazapán.
—Esto es tan hermoso —dijo Shizune una vez que el mesero se retiró.
Suzume sonrió complacida.
—Lo sé —replicó la maestra—, a Raidō no le gusta venir aquí conmigo, dice que es un derroche de dinero. Yo creo que se avergüenza de pisar esta casa de muñecas, como le dice él, pero yo creo que sus amigos son lo peor que tiene y son ellos los que le meten esas ideas en la cabeza. Tú lo sabes. Raidō no es como ellos, es más, es mejor que todos ellos juntos.
Shizune no replicó y se llevó un dulce a la boca del cual explotó un arcoíris de sabores que jamás pensó probaría. Era casi como a un orgasmo de placer gastronómico. Masticó y masticó sin querer tragar esa exquisitez porque estaba segura que eran pequeños por la cantidad desbordante de azúcar que traían, y por ello precisamente era un placer.
—Está delicioso —declaró, los dulces de Anko no podía llamarse a sí mismos dulces.
—Qué bueno que te haya gustado, al fin tengo compañía para venir aquí. Pensé en invitar al maestro Iruka, pero no me pareció apropiado.
—Seguro que a Raidō no le importaba —dijo sin pensar y se llevó otro dulce a la boca.
—¿Tú crees? —preguntó con el corazón roto—. Tú eres su amiga, ¿te ha dicho algo?
—Él te quiere, Suzume —dijo Shizune rápidamente—, no me lo ha dicho, pero me queda claro por cómo actúan los dos.
—Pero él no quiere formar una familia…
—Lo sé, quizás lo presionas demasiado. ¿Qué tal si dejas el tema cada vez que lo ves? Tal vez se relaje y las cosas mejoran. —La expresión de Suzume no pareció florecer ante la idea, no era simple como la morena lo planteaba. ¿Y quién era ella para opinar al respecto? Nunca había tenido una relación propiamente tal, solo coito casual y desenfrenado con dos hombres y romance puro con otro completamente distinto. De acuerdo a sus vivencias, se le ocurrió una de las ideas más descabelladas del último tiempo: todos parecían tomar decisiones sin siquiera consultarle; «fue una sola vez según el acuerdo unilateral» o «empiezo a evitarte porque actuaste como todas las anteriores a ti»—. ¿No has pensado en ser madre sin su permiso?
—¿Qué? Shizune, perdiste la cabeza… Raidō se enfadará conmigo si quedo embarazada. Soy yo la que toma precauciones.
—Más fácil todavía. Es seguro que apenas vea a su hijo quedará embobado a juzgar su personalidad, y si no, no vale la pena, pero tendrás a tu hijo y eso es lo que importa.
—Hablas enserio —replicó temerosa y por primera vez en la conversación se sonrojó al pensar en la posibilidades de que podían oírlas las personas de las mesas contiguas—. ¿Crees que sea lo correcto?
—Será lo correcto para ti. No pienses en Raidō por un momento, él ya es un hombre hecho y derecho.
Suzume sonrió ampliamente.
—Lo haré —se dijo a sí misma y a su ahora mejor amiga—. ¡Lo haré!
—Bien —respondió morena—. Podrías ir a hacerte unos cuantos estudios de fertilidad al Hospital para tenerlo todo controlado desde el primer momento, seguramente luego de tantos años de tratamientos anticonceptivos se te complique los primeros meses, pero no te preocupes, eso es completamente normal. Se recomienda hacer estos exámenes para ver la calidad y cantidad de huevos, además de ver si está todo en orden en tu cuerpo.
—¡Oh, Shizune! Sería ideal hacerlo, diremos que irás tú por esos exámenes y yo te acompañaré, así Raidō no sospechará.
—¿Qué? Yo no…
—¡Sí, sí! Será divertido. Tenemos casi la misma edad y debes apurarte si quieres ser madre en algún futuro cercano.
No quería que la conversación se volviera en su contra, pero al parecer eso estaba pasando. Ya estaba cansada de que todo se tratara del tiempo y la maternidad, del hombre perfecto y del coito. Empezaba a extrañar los días en que sus mayores preocupaciones eran el papeleo y el cuidado de su mentora de toda la vida. Cuando para el resto, Tonton era suficiente maternidad para Shizune. Cuando los rumores no los escuchaba ni era lo suficiente importante como para protagonizarlos. Y sin embargo, ahí estaba, con las dudas agolpándose en su cabeza. Inoichi y su ramo de rosas rojas como si no hubiese querido pensar más de lo obvio para conquistarla, Genma y sus celos irracionales en el café, y Yamato…
—¿Qué tal las cosas con Inoichi?
—Estoy viéndome con Yamato —replicó como si fuese un pecado.
—Pensé que estabas con Inoichi… ¿Estás engañándolo?
—No tengo nada formal con nadie. Inoichi parece sentirse comprometido conmigo, pero no creo que le guste como dice que hace, ¿viste ese ramo de rosas rojas? ¡Es un florista! Puede hacerlo mejor. Y Genma…, se puso celoso de él. No sé lo que pretende. En cambio, Yamato…
—¿Qué con él?
—Es tan joven..., siento que de alguna forma lo pervierto.
—¡Así quería verlas, traidoras! —gritó Anko desde la puerta del local. Se abalanzó hacia las mesas como si fuese un camión poseído mientras los distintos meseros trataban detenerla, Iruka entró detrás, visiblemente afectado y avergonzado por la sobrerreacción. Shizune enrojeció y Suzume frunció el ceño—. Las invito a todas mis salidas a comer dulces y me traicionan a la primera salida que se les ocurre. ¡Qué malas amigas! Vámonos, llorón, te invito unos tragos.
—¡Señorita Anko!
Volvieron a la Academia con el rostro descompuesto. Debían recibir a los dos nuevos maestros que venían a reemplazar a los que ya habían jubilado ese mismo año; precisamente ellas, ya que desde ahora eran las dos maestras con más edad de toda la Academia. Esto implicaba que serían ellas las que jubilarían próximamente y aquello era tan extraño como la reacción de Anko, allá en la casa de muñecas, como le decía Raidō al lugar favorito de Suzume. Ambas mujeres se quedaron calladas cuando Mitarashi se retiró de la misma forma en que llegó, avasalladoramente, atropellando a quien se le cruzara. Había estado acompañada por el maestro Iruka, que trataba en vano calmar su mal temperamento.
No habían hecho nada malo como para herirla tanto. Shizune estaba segura de que si Anko no la hallaba, iba por otra persona a buscar dulces y a su amor perdido. Ese era el caso del maestro Iruka en esos momentos y como él no sabía decir que no, estaba condenado a comer dulces rancios en todos los antros de la villa.
En la sala de maestros estaban Shino y Tenten. Cada uno se ubicaría en los puestos de sus antecesores y su trabajo esa tarde era mostrarles las instalaciones, sus lugares y todo lo que se necesitaba saber antes de su integración la semana entrante. Shizune no sabía qué cosas decirle a la chica nueva, puesto a que ella misma se sentía como la chica nueva, no la mujer que estaba más cercana a jubilar en el establecimiento. Miró de soslayo a Namida Suzume y vio con asombro que la mujer no paraba de hablarle al hombre más callado de su promoción. En cambio, ella, solo la había llevado al salón en el que le correspondía dictar sus clases y se había acabado todo el tour.
—Será mejor que le preguntes todo a Suzume una vez que termine su charla con Shino. No soy una autoridad aquí como ella, solo llevo unas cuantas semanas.
—Está bien, señorita Shizune —indicó con una sonrisa.
—Estaré afuera si me necesitas —respondió ella.
Precisaba salir de ahí, no se sentía como una verdadera maestra y su pobre desempeño indicándole sus nuevas obligaciones a Tenten se lo habían demostrado. Ni siquiera sabía si sus clases le servían a sus alumnos. Y ya era la próxima a jubilar en la Academia junto a Suzume, era como si ya estuviese condenada a terminar sus días allí.
Una vez afuera, respiró hondo, lo más hondo que sus pulmones se lo permitieron. Estaba sobrepasada por Inoichi, Yamato y Genma en menor medida; además de los exámenes de fertilidad que Suzume quería que ambas hicieran, las rarezas de Anko y su estadía sin fin en la Academia. No quería admitirlo, pero extrañaba profundamente a su mentora, si tan solo no estuviese enfadada con ella por mudarse, no habrían pasado la mayoría de las cosas que le estaban sucediendo.
Alguien se le acercó y colapsó.
—¿Genma? —preguntó extrañada. Miró hacia la puerta y vio cómo Tenten estaba tratando de organizar sus cosas en la sala de maestros y se sintió francamente ofendida cuando vio a Shiranui rondar las inmediaciones de la Academia para buscar a alguien tan menor, incluso más joven que Hana. Para Shizune estaba claro que no la buscaba ni a ella ni a Suzume—. No deberías venir aquí. Búscala en un bar o algo así.
—Ya no vas a los bares. Estás ocupada con todas tus citas.
La mente de Shizune dejó de hacer sinapsis.
—Claro que ya no voy, iba cuando… Olvídalo.
—Dilo —dijo él, sonriendo—, ibas cuando estábamos juntos.
—Ni siquiera estábamos juntos. Fue algo pasajero.
—¿Te gustaron las flores?
Ahora todo tenía sentido. Inoichi no iba a enviarle rosas rojas porque era demasiado obvio, cliché y tonto; tampoco le escribiría una tontería como «Para Shizune.» El hombre maduro sabía del romance porque trabajaba en ello. Él seguramente le enviaría una metáfora que la hiciera evocar sus momentos juntos. Además, tampoco enviaría a su propia hija porque podría delatarse. Genma era el único inepto capaz de enviar rosas rojas, él hacía el amor y creaba una atmosfera romántica, pero no era romántico como todas creían al final del día.
—¿Qué es lo que quieres?
—A ti —resolvió él.
Su mirada coqueta lo decía todo. Él era un hombre que no estaba acostumbrado a perder una chica. Solo era eso, todo lo que parecía estar cambiando en Shiranui Genma desaparecería apenas ella aceptara estar con él. No era real. Si tan solo fuese Hana para aceptarlo con los ojos cerrados y la nariz tapada en mucosidad.
—Adiós.
Se echó a andar hacia su apartamento sin importar lo que le había dicho a Tenten ni la promesa que habían hecho con Suzume de irse juntas al Complejo de Fracasados. Genma la asfixiaba como no tenía idea, debía alejarse y huir lo más rápido de él antes de que la acorralara a besos y fuese imposible para ella escapar de su magia. Era una mujer demasiado débil contra sus encantos.
El edificio feo, húmedo y masculino apareció ante ella en un abrir y cerrar de ojos. Sacó sus llaves y abrió la puerta principal, dejó que esta se cerrara pesadamente detrás de ella y el eco y estruendo que le siguió no le importó. Si había despertado el mounstro del chisme, allá él. Pasó a un lado del rey de los fracasados, que salía de su apartamento privilegiado junto a la chica ni muy bonita ni muy fea, y sintió que como él, a ella le sentaba bien el título de la reina de los fracasados. Y ambos podrían reinar en el edificio con peor reputación en la villa, él en el primer apartamento y ella en el segundo, porque ella sería promovida hasta el primer piso.
Corrió hasta el último piso y abrió precipitadamente la puerta de su apartamento con ganas de gritar, llorar y patalear. Entre la penumbra lo primero que vio fueron unos pétalos de flor y cuando encendió la luz estos se multiplicaron por todo el lugar. Eran distintos tipos de capullo repartido por cada rincón del apartamento, los había de todos los colores y tamaños. Todos despedían una enorme cantidad de polen y ninguna era una rosa roja.
Una tarjeta llamó su atención y leyó unos trazos de hermosa caligrafía: «Yo puedo hacerlo mejor.»
Rodó los ojos, estaba segura de que Inoichi le vendió deliberadamente estas horrendas rosas rojas a Genma e inmediatamente se había encargado de llenarle el apartamento a la médica para demostrar su valía, utilizando sus enormes habilidades psicópata-mentalistas en Tonbo para entrar en propiedad privada sin que fuese extraño para el resto de los residentes fracasados, ya que él caminaría hasta el sexto piso como normalmente lo hacía. Iruka en esos momentos estaba siguiendo por todos lados a la desquiciada de Anko...
La pregunta era cómo lo haría para acarrear tantas flores sin despertar algún cuestionamiento, pero ya verían los efectos de las acciones de Inoichi en forma de rumores. Sin embargo, volviendo al tema de Genma y el rubio: ¿en qué momento esto se había transformado en una batalla entre egos masculinos?
Cerró la puerta y volvió a correr escaleras abajo. Si huía de uno, el otro aparecía con más fuerza, como si la golpeara y le sacara más de una pieza dental. No sabía dónde ir exactamente, por lo que solo dejó que sus piernas la llevaran lejos de los hombres que simplemente no la querían. Estaba segura de ello y sin pensarlo se detuvo en el apartamento del segundo piso, a un lado del de Genma. Tocó la puerta y esperó a que Raidō le abriera con una expresión de sorpresa, Shizune podía entrar cuando quisiera, como había quedado claro el día que entró a encarar a Genma a través de la pared, encontrándolo en las peores de las situaciones.
—Necesito hablar con alguien. —El guardaespaldas se hizo a un lado para que la morena entrara pero negó con la cabeza—. No es conveniente.
—Hablemos afuera, estoy esperando a Suzume.
Ella asintió y lo siguió hasta afuera del edificio. Se sentó en las escaleras que daban a la puerta y Raidō se quedó de pie frente a ellas para quedar a una altura razonable de la ex de Genma. Shizune se sintió culpable de conspirar esa misma tarde en contra de él, la única persona capaz de contenerla en esos momentos.
—Aparentemente, Genma quiere volver conmigo e Inoichi quiere lo mismo, pero siento que es más una batalla de egos. Y Yamato… Es tan dulce, pero él no me quería antes de ir por ese estúpido libro pervertido que ni siquiera he leído. No sé qué hacer, ¿tengo que elegir a uno?
Raidō no respondió.
—Sé que es tonto decirlo, pero me quedaré sola si no decido nada y no es lo que quiero. Me alejé de la señora Tsunade para evitarlo.
—Dale tiempo. —Fue lo único que él dijo—. Ya sabrás lo que quieres, sea Yamato, Genma o Inoichi, y si pasa mucho tiempo, significa que no es ninguno de los tres.
—¿Tiempo? —intentó reír—. Eres tú el que siempre dice que perder tiempo es como perder dinero.
—No estás trabajando.
—Raidō —lo llamó luego de unos segundos de duda, la maestra de la Academia ahora era la que ocupaba sus pensamientos. ¿Es que él estaba dejando pasar tiempo indefinido para darse cuenta que no era ella la indicada? Dejaba pasar el tiempo para que ver si existía otra mujer que pudiese llenar el vacío mejor que Suzume, llenarle el pecho de emoción palpitante y rebosante de juventud. Porque con la mujer de rizos oscuros ya habían pasado eras y no había nada más por conocer ni sentirse emocionado, solo costumbre y conformidad. Arrugó el mentón pensando en el amor de niña que ella le tenía, pero no sintió rabia contra él, porque Shizune buscaba lo mismo. En esos momentos en capitán la miraba expectante, a la espera de su resolución. pero ella no fue capaz de decir lo que pensaba—. Gracias por escucharme. Nos vemos en otro momento.
—¿Segura que estás bien? —preguntó con su voz plana y ronca.
Desde la primera vez en el edificio, él era el único que parecía verla de verdad.
—Sí, creo que necesito tomar aire…
—¿No quieres que te acompañe?
—No, debes esperar a Suzume. Quédate tranquilo.
Se levantó con pesar y se echó a andar hacia el parque que estaba cerca. Sentía que el capitán con el rostro quemado la seguía con la mirada hasta que su silueta se perdió en la ciudad que perdía lentamente su luminosidad natural, dando paso a unos cuantos faroles que empezaban a encenderse. Con cada paso que daba se adentraba más en el dominio de los árboles y las bancas de piedra perdidas entre ellos. Se sentó en uno de ellos y ocultó la cara entre las manos para luego suspirar repetidas veces. Raidō tenía razón, estaba volviéndose loca entre tantos hombres, así que debía dejar que el tiempo trajera la claridad y la claridad la resolución de su problema. Si tan solo la deidad en turno le hubiese otorgado la oportunidad de disfrutarlos por separado y con tiempo de sobra para conocerlos de verdad. Haber tenido años de relación, una ruptura con meses de sanación y un enamoramiento que llegara a reencantarla. De Inochi a Genma había sido un tiempo tan breve que le parecía una tontería irreal. ¿Cómo tomaría una decisión tan crucial si la estaban hostigando tanto? Y no era que fuese tanto, pero podía volverse peor con el tiempo.
—Señorita Shizune —la llamaron de pronto y ella quiso salir corriendo otra vez—. Sabía que la encontraría aquí.
—Yamato.
—Estaba deseando verla otra vez. ¿Lleva mucho tiempo aquí?
—No, la verdad. ¿Tú?
La morena lo vio caminar hasta ella con el sigilo que lo caracterizaba. En la cara tenía una sonrisa apacible a pesar de esos ojos almendrados con los que fácilmente podía asustar a unos cuantos con sus modos de amenazar. Se sentó junto a ella y pasó un brazo por el respaldo del asiento macizo en una posición bastante relajaba entorno a la mujer; no así estaba la morena. Se sentía tensa, llevaban unos días viéndose con el capitán y todos los encuentros eran relajados y agradables. Siempre ocultos en la oscuridad de la noche en algún lugar de la aldea. Compartían besos, caricias y abrazos como si no se les fuese permitido. Ella con treinta y uno y él con veintiséis. Constantemente le hablaba del libro y sus secretos y lo mucho que le recordaba a la protagonista. En esos momentos, ella se incomodaba y trataba de desviar el tema.
—No, pasaba por aquí y tuve suerte. —Sonrió, a ella le pareció muy cruel en esos momentos—. ¿Se siente bien?
—No.
—¿Es lo mismo que le molestaba ayer?
A Shizune se le iluminó el rostro brevemente, habían estado en ese mismo parque el día anterior y ella aún no quería que las clases en la Academia se reanudaran. Era tarde y no sentía el sueño que debía sentir para empezar bien al día siguiente, Yamato la consoló rodeándola por sus hombros con un brazo mientras caminaban en la oscuridad.
Ella negó con la cabeza.
—Entonces, ¿es lo que le molesta normalmente?
La morena se rió; no, no era porque fuese cinco años menor que ella, pero sí quería que fuese eso. No le había dicho que antes había estado con Genma en una relación poco formal e inmediatamente después estuvo con Inoichi en algo un poco más formal. No era relevante para ella mencionarlo, porque como todo eso había llegado con rapidez, parecía que se acababa de la misma forma. Si su suerte seguía igual, Yamato tampoco querría una relación normal con ella. Era mejor si lo mantenía en las sombras.
—Sí, es eso —mintió—. Eres muy joven para mí.
—Pronto estaré de cumpleaños, señorita Shizune —bromeó él.
—Yo también y seguirá igual.
Edit: 21/11/2021
Gracias a Ragdoll Physics por ser fiel y adorar la historias quizás más que yo (?).
En el próximo capítulo:
—Estás gordo.
—¡Tsuna!
—Y asqueroso.
