Taanto no me demoré. Costó, pero aquí está.


Capítulo Fracasado IX:

Tobitake Tonbo.


El Hospital nunca le pareció tan aterrador.

Ella de bata, a la espera de que su médico tratante le ensartara un dispositivo en las piernas.., si el karma la atacaba por haberle bajado los pantalones a Inoichi en su momento, pues ya entendía el grueso de sus acciones a la perfección. Nunca más atacaría a sus ex en medio de una revisión médica anual. Suspiró cuando su médico llegó y le sonrió; Shizune respondió con el mismo gesto, pero no fue del todo sincero, puesto a que su mente acongojada repetía una y otra vez la misma pregunta: ¿por qué los médicos en ginecología siempre eran hombres?

—Bien, señorita Shizune, entiendo que usted quiere hacerse estos exámenes porque quiere concebir en un próximo futuro. ¿Estoy en lo correcto? —dijo el hombre mientras se ponía los guantes de latex blancos y procedía a ponerle un preservativo y toneladas de gel al aparato fálico que tenía en las manos. Ya le habían sacado sangre, le habían hecho una ecografía y ahora venía lo peor: la cámara transvaginal y el raspado. Como médica, la morena sabía que preguntaba esas cosas para desviar la atención del aparato. Ella asintió y cerró los ojos—. ¿El padre está en una misión y por ello está ausente?

—Sí —dijo sabiendo que era una mentira, pero solo quería que las preguntas se acabaran al igual que el examen. Sentía que estaba sudando copiosamente bajo la bata.

—Debe estar muy feliz. No hay mejor edad para concebir que esta.

—Sí —volvió a decir.

Ninguno de los tres sería feliz, aunque Inoichi tuviese la vasectomía y las posibilidades de que concibiera fueran casi nulas; Genma desaparecería seguramente y volvería a mirar si fuese una niña la que se formara en las entrañas de la morena…, y Yamato pues todavía no era candidato todavía. Por lo tanto, Genma era el único que podría preñarla.

El médico se movió intranquilo y le insertó el aparato fálico sin previo aviso. Ella soltó un chillido al sentir que le desgarraba toda la cavidad vaginal en el acto.

—No es para tanto —indicó el médico con una sonrisa y ella lo odió—. No eres virgen, ¿o sí? —Ella negó—. Entonces no veo cuál es tu problema. —No contestó ante esa barbaridad y se limitó a observar el monitor que mostraba el video de sus interiores—. ¡Mira el feto!

—¿Qué? —gritó enseguida y él se rió.

—Solo era una broma… Bien, saqué las fotos del ovario izquierdo y derecho, el cuello uterino y demases. No veo nada extraño. Tus resultados deben estar mañana. ¡Que tengas un buen día!

Ella salió de la consulta caminando como si todavía tuviese atorada la cámara vaginal entre las piernas y se sorprendió lo poco exagerada que se comportaba Suzume al compararse con ella.

—¡Ya quiero que lleguen todos los resultados! —gritó entusiasta—. Te invito un dulce, ¿quieres?

—No, gracias, Suzume.

—¿Todavía no superas el escándalo de Anko? —preguntó estupefacta. La idea de ser madre la estaba volviendo osada—. No dejes que su personalidad infantil te domine, recuérdalo, eres mayor que ella. Lo único que me apena de ese día es que ahora el maestro Iruka se siente obligado a estar con ella.

—Quizás él sea una buena influencia para ella, ¿quién sabe?

—Creo que ella es una mala influencia para él.

Suzume era demasiado dura y cerrada, y Shizune sintió la asfixia que Raidō debía sentir con ella.

—Estoy cansada, debo pasar a la Torre por Tonton aún. ¿Dejamos los dulces para otro día?

Caminó como pudo por la Aldea. Era lunes y había pedido libre junto con Suzume ese día para hacerse los exámenes de fertilidad. Había sido una buena jugada ya que ambos cursos de estudiantes se los habrían dado a los nuevos profesores: Shino y Tenten. Tendrían su día libre y ellos probarían su valía como profesores al mismo tiempo. El lapso en el departamento de ginecología solo le había consumido parte de la mañana y no podía imaginar qué sería lo que haría el resto del día. Sin embargo, con sus pies en el recinto de su mentora, parecía tonta pensando en esas cosas. Tsunade la atraparía y la hostigaría, y sus ayudantes seguramente la atiborrarían de chismes y preguntas. Se dio ánimos.

—Buenos días, señorita Shizune —disparó Kotetsu al verla entrar.

—Buenos días, ¿cómo ha estado?

—No me quejo. —Si lo hiciera, le iría pésimo—. ¿Supo que habrá una junta de maestros? ¿Está invitada?

—No lo sabía, seguramente se me iba a informar esta mañana, pero me ausenté. ¿Junta de maestros? ¿Es algo así como una fiesta?

—Una noche de juerga, pero no se impresione: los maestros de la Academia no son buenos para trasnochar así que no espere que haya mucha diversión, a menos que también inviten a los examinadores también. La señorita Anko seguro aviva la juerga. ¿Por qué se ausentó a trabajar?

—Exámenes médicos, tú sabes, los médicos somos los peores hipocondriacos —bromeó y pareció bastar para que la curiosidad de Kotetsu fuese saciada—. ¿Está la señora Tsunade?

—Oh, claro que sí. Ha estado de buen humor esta mañana. Espero que al fin haya encontrado a un hombre decente.

—¿Tú crees? —preguntó esperanzada—. ¿Piensas que sale con alguien?

—Eso dicen los rumores, pero claro, son un poco viejos. Quiero creer que se hicieron realidad.

—Ojalá —le dijo para ser parte de los rumores de modo que no la involucrasen a ella—. Deséame suerte.

—Mucha suerte, señorita.

Tocó la puerta con prudencia. No quería perturbar la aparente tranquilidad con una tontería, después de todo, estaba más que oxidada en todo lo relacionado a ese lugar. Con mucho pesar, ahora la Academia era lo que reconocía como cotidiano, regular, normal. Esperó unos cuantos segundos y oyó la voz de su mentora dándole luz verde para que pasara. No era una voz mandona, enojada o arisca, era bastante corriente. Al abrir la puerta, vio que la rubia voluptuosa estaba con una expresión facial relajada mientras leía documentos, a su lado había una taza vacía de té y Tonton reposaba en su regazo.

Para Shizune era evidente: la mujer estaba sufriendo por dentro.

—¿Cómo está?

—Shizune, te esperaba para más tarde.

—Lo sé, tuve que hacerme uno exámenes…

—De fertilidad, tengo entendido, ¿es que ahora serás madre, Shizune?

—No es lo que parece —dijo molesta y avergonzada, la rubia ya sabía todo lo que debía saber, ¿para qué se molestaba en preguntar tonterías que le eran conocidas?—. La verdad es que solo acompañaba a Suzume, ella es la que quiere ser madre.

—Lo sé, debería dejar de hostigar a Namiashi y quizás así podría conseguirlo. No es muy inteligente. Podría cambiar de pareja y seguro queda embarazada enseguida, además tendría un bebé más lindo.

La morena se sintió ofendida.

—Bueno, hay que estar en sus zapatos para decir algo así.

Tsunade dejó el documento de lado y por fin la miró a los ojos con esos dos fríos pozos de miel. La morena sintió un escalofrío recorrer su espina que la hizo enderezar inmediatamente, alejó el miedo sacudiendo la cabeza ligeramente y se aproximó al escritorio totalmente decidida. Años de abusos desmedidos de su cruel mentora la habían hecho casi inmune.

—¿Quiere hablar del maestro Iruka?

—No.

—Tiene que hablarlo alguna vez. No puede ignorarlo más, sé que solo es un chunin, pero él es un gran maestro y nadie más que él conoce mejor a los estudiantes. Supe que ya no trabajaba en la Torre junto a usted en la entrega de misiones. Está deprimido al igual que usted, pero deben seguir adelante. Quizás podrían arreglar lo que tenían.

Tsunade no respondió, a la morena le pareció eterno, pero cuando por fin separó los labios no fue para nada alentador.

—Bien, puede volver a su antiguo trabajo en la entrega de misiones. ¿Algo más?

—Ahora que lo dice, sí: por favor, deje de seguir todos mis pasos con espías. Ya sé que tiene a Anko apostada como mi espía, está lo suficientemente loca y calificada para la misión que le dio, pero ya es suficiente. Si quiere saber de mí, vaya a mi apartamento y charlamos.

—Pasaré la noche contigo. Ahora, vete, estás interrumpiéndome.

Tonton saltó del regazo de la rubia y caminó hasta la puerta. Una vez allí, el cerdito la miró por encima del hombro para instarla a abandonar el lugar antes de que la furia de la Quinta cayera sobre ambos.

Llegaron al apartamento y Shizune se preparó para la gran noche. Así que limpió todo y guardó todo lo de valor o irremplazable para que la rubia no terminara destruyéndolo todo a su paso. Si había algo que podía destruir, eso era todo lo que Izumo podía reponer, y esos eran los muebles demasiado viejos y feos como para extrañarlos.

Tsunade cumplió y apareció en su puerta apenas oscureció. Al abrirle y dejarla entrar, por el rabillo del ojo notó una notificación pegada en la puerta del maestro, la cual probablemente era su reinserción al trabajo de entrega de misiones.

Recostarse junto a Tsunade fue irreal. Se acomodó junto a la rubia entre las sábanas tan temerosa como si la cama no fuese de ella, a la espera de que la mujer se fuese a despertar para gritarle; pero no sucedió, tampoco la hostigó con preguntas embarazosas, la rubia siguió durmiendo como si nada y ella, Shizune, se quedó mirando hacia el techo sin otra cosa que hacer, dándole espacio a pensar en todas las tonterías de su vida… Y fue así como se acordó de su compañero y amigo novio de Suzume. Las palabras de Raidō le habían calado hasta los huesos. ¿Y si ninguno realmente le gustaba? ¿Y si solo estaba cayendo en las redes masculinas mediante fuerzas sexuales? Por fin se permitió ver a la mujer que dormía a su lado e imaginó que las cosas seguirían iguales por veinte años más de haber mantenido su residencia junto a ella. Sin duda, Tsunade la había extrañado tanto como Shizune la había extrañado a ella; pero las tonterías de la mujer la habían llevado demasiado lejos. Se debía sentir sola y peor con el tema de Iruka a cuestas. Sin pensarlo la abrazó y se quedó dormida.

Soñó tonterías y se sintió aliviada al momento de abrir los ojos de nuevo. Era de día y oyó un desastre en la cocina que terminó por despertarla. Olvidando que había dormido acompañada, se levantó al trote y encontró a su maestra con una sartén en la mano y una expresión huraña. Tonton la miraba sentado en la silla con un montón de libros de medicina apilados, esperando el desayuno que jamás llegaba.

—¿Quiere comer algo?

—Sí, no tienes nada en tu lindo apartamento.

—No he tenido tiempo de reabastecerme, perdone.

—Estás ocupada con tus citas con los fracasados y tus flores —resopló indignada—. ¿Ahora te revuelcas con Tonbo?

Inoichi no era lo suficientemente valiente como para caer en un rumor. Su abejita podía ponerse celosa, así que enviaba a su subordinado para hacer el trabajo sucio a plena luz del día.

—No, es una tontería que se le ocurrió a Izumo, supongo —mintió.

Sacó de su despensa una de la infinidad de cajas plásticas que allí guardaba y la volcó en el plato del cerdito. Eran miles de pétalos de distintos tipos de flor y luego se dedicó a complementar el plato, picando fruta para él.

—Ahora sé dónde dejaste todas esas flores de Inoichi.

—¿Desayuno? —dijo ella para desviar la atención de su mentora y que ella no notara su sonrojo.

Estar con Tsunade la hacía vulnerable: así que no quería que supiera más de su relación con el género masculino. Seguía siendo una amateur cualquiera y seguro Tsunade le podía dar infinitas cátedras.

—Espero por él. Sin embargo, no me apetece comer pétalos y fruta.

—Un segundo —dijo ella con todas las ideas drenadas por su vergüenza. Como ella misma había dicho, no había tenido tiempo de comprar comida. Se había alimentado de dulces de Anko y Suzume ese último tiempo, además, con el almuerzo en la Academia le era suficiente para suplir la nutrición del día. Los dulces eran los que la mantenían despierta. Oh, dios, ¡se estaba transformando en Iruka! Tapando su mente atormentada con dulces… Aunque, luego de abastecerlo a él durante mucho tiempo, se le hacía lógico que fuese hacia allá para darle algo de comer a Tsunade—. ¡Solo un segundo!

Salió del apartamento bajo la mirada atenta de Tsunade y Tonton. Caminó en línea recta hasta el apartamento que aún tenía la notificación pegada en la puerta y tocó tres veces, como solía hacerlo, para que el maestro de la Academia supiera que era ella. A través de los constantes abastecimientos por parte de la morena a Umino durante su depresión y sus encuentros en la Academia posteriores, ya habían desarrollado una cierta amistad que incluía códigos.

Iruka salió con su taza de té con endulzante a recibirla, pareciendo tener un optimismo renovado. El día le sonreía finalmente.

—¡Señorita Shizune! Qué gusto verla tan temprano, ¿caminamos juntos al trabajo?

Shizune tenía expresión de espanto.

—¿Tienes desayuno? Tengo visita y no tengo nada —dijo nerviosa y totalmente tensa, si alguien la botara al suelo, seguro se rompía en mil pedazos.

—Pase —murmuró quedamente—, tengo galletas y unos cuantos dulces —confidenció amistosamente, tratando de imaginar a qué hombre escondía la morena detrás de su puerta.

Tomó un sorbo a su té mientras sacaba la notificación de la puerta y Shizune registraba las estanterías del moreno. Shizune oyó cómo rasgada el sello de la notificación y suspiraba intranquilo, seguro no gustándole lo que decía el papel. La morena sacó un paquete de galletas de arroz y unas cuantas cosas para untarle encima, además de unas bolsas de té y un dulce. Iba llegando a la puerta cuando oyó lo que no quería oír:

—Estás gordo.

—¡Tsuna!

—Y asqueroso. —Terminó por desgarrarle el corazón al pobre maestro cuando Shizune apareció en la puerta para interferir y, quizás, intervenir ante más insultos como esos. Tsunade estaba en la puerta de su apartamento, lista para irse con Tonton a la Torre: —. Haré que Kotetsu me sirva el desayuno, me llevaré a Tonton, adiós Shizune.

—¡Señora Tsunade!

Pero ya era tarde y el daño ya estaba hecho.

Terminaron comiendo juntos en el pasillo todo lo que Shizune había robado previamente para servirle desayuno a su mentora. Ella porque no tenía nada para comer y él porque el azúcar le sentaba bien en estados depresivos. Todo ocurrió en silencio, la morena sabía que estaba demás decir palabras de aliento cuando el corazón estaba roto sin remedio.

Iruka removió las migas de su pequeña panza y se levantó del suelo frío y sucio del edificio fracasado.

—Es hora de ir a clases.

—¿No quiere que lo reemplace hoy?

—No, no tiene sentido seguir faltando. Tengo cuentas que pagar —dijo con una sonrisa forzada y se adentró en su apartamento para alisarse para salir. Shizune lo imitó.

Caminaron en silencio todo el tramo. Y Shizune se atragantó cuando por fin vieron el recinto educacional materializarse al final de la calle.

—Es mi culpa, creí que si volvían a verse podrían arreglarse.

—No es su culpa, señorita, tenía buenas intenciones. Tsuna ya no me quiere, no tengo nada más que hacer al respecto.

—Creo que sí lo quiere, solo está asustada. Ya sabe, luego de que estás tanto tiempo solo, es difícil estar con alguien. —Iruka no contestó, ya no quería hablar del tema—. ¿Y sabe? Si quiere no tome el puesto. No esté poniéndose en situaciones dolorosas. ¡No la vea más hasta que sane por completo!

El hombre moreno se detuvo abruptamente y Shizune tuvo que volverse por sobre sus pasos para mirar lo que ocurría con él.

—¿Sabe qué? Tiene razón, rechazaré este puesto y no pensaré más en la señora Tsunade.

—¡Eso es estupendo! —gritó contenta.

—¡Y usted hará lo mismo!

—¿Qué?

Shizune dejó de hacer sinapsis. ¿Cuál era el problema de todo el mundo? ¿Por qué todos querían incluirla en sus planes personales? No quería ser madre aún y tampoco estaba segura de qué personaje masculino debía olvidar. Debía seguir el ejemplo del amable maestro Iruka y rechazar el puesto de maestra de artes medicinales.

—¡Lo que escuchó! Olvídese de Genma e Inoichi. Estaremos los dos en una especie de retiro espiritual para reencontrarnos con nosotros mismos. ¡Cada vez que flaqueen sus fuerzas, ahí estaré yo!


Gracias al maestro Iruka, ahora solo le quedaba Yamato como opción.

Eso le alivianaba el alma como no tenía idea y, sin dudas, el maestro Iruka estaba igual de ligero que ella. Tomando las palabras de Anko, su exnovia, ambos hombres eran horribles personas, ¿cómo no había pensado en la opción de eliminarlos de su mente? ¿Ahora qué diría Raidō? «Ya sabes cuál, ahora espera un tiempo prudente para ver si Yamato es a quién quieres», porque para su quemado amigo, el tiempo en la vida personal se puede malgastar hasta estar completamente seguro si quieres estar toda la vida con alguien, aunque la espera sea toda la vida.

Estaba en la sala de maestros tomándose su primer café del día. La primera clase había hecho un examen sorpresa solo para que su mente se ocupara de pensar en todas las posibilidades, y como era de esperarse, sus alumnos utilizaron todo el tiempo pedagógico para resolverlo. Suzume había irrumpido silenciosamente en una oportunidad para entregarle más hojas de examen sorpresa con una invitación escondida entremedio. Esto causó extrañeza entre sus alumnos, pero no pasó mucho para que volvieran a intentar resolver las preguntas de medicina básica. Shizune rió al ver la invitación, era una tarjeta roja bastante elegante, pero no se sintió capaz de ver el contenido en medio de la clase, por lo que esperó al receso para abrirla.

«Academia, viernes a las 11 p.m.».

Qué blasfemo sonaba eso, pero con las palabras de Kotetsu en la cabeza: a los maestros de la Academia no se les daban las noches de juerga. No irían a armar un escándalo sobre los pupitres de sus propios alumnos y luego actuar como si nada el lunes siguiente. Sin embargo, el hecho de los examinadores pudiesen ser parte de aquel magno evento la tenía preocupada. ¿Iría Anko a golpearlas a ella y a Suzume por no ser las amigas que ella quería que fuesen? Observó al maestro Iruka ponerle endulzante a su té y pareció llamarlo con la mirada. Ahora eran íntimos.

—¿Vendrá este viernes?

—No lo sé, señorita Shizune. No me gusta salir tanto.

—Tampoco estoy muy animada —respondió ella.

—Bueno, debemos cambiar esto. Hagamos cosas nuevas y atrevidas —sonrió él y le palmeó el hombro para ir a mirar por la ventana a los chiquillos que jugaban en el patio. Ella ya había tenido bastante con juergas, pero esta parecía distinta, seguramente servían jugo y gaseosa en vez de licores fuertes.

Shizune se levantó y se aproximó a la ventana.

—¿Usted cree que venga Anko? —Susurró un tanto culpable. Ella se había nombrado a sí misma como la psicópata de la villa y podía tener fácilmente a un espía para ella. ¿Y si era el mismísimo Iruka?

—No lo sé, no he hablado con ella. Está en misión, quizás no llegue el viernes.

—¿Hace cuánto se fue?

—Mmm, ayer por la tarde. La acompañé a las puertas y se fue.

—¿Ya son amigos? —Preguntó entonces, quizás Anko lo había forzado a acompañarla hasta las puertas de la aldea.

—Sí, es una chica bastante sola después de todo. Necesita el apoyo que usted me dio a mí en mi momento.

Shizune sonrió enternecida y volvió a su lugar en el escritorio en común para sentir una extraña sensación de satisfacción. Por muy malas que fueran las cosas, algo debía estar haciendo bien. Y la pequeña buena acción que había hecho, tímidamente se estaba propagando hacia una tercera persona. Ojalá Anko hiciera lo mismo en algún momento; también Suzume, a quién había apoyado de la misma forma.

Se escurrió en la silla a la espera de que el receso terminara, mientras bebía pequeños sorbos de su bebida caliente.

En la puerta apareció Suzume, quién debía estar en esos momentos en el patio de guardia junto a los chicos, entró emocionada y casi atropellando a los demás maestros que iban y venían por el pasillo. La morena la miró extrañada, seguro tenía que haberle pasado algo importante y dejado a los nuevos profesores, Shino y Tenten, en guardia, como todos los demás maestros. Se abusaba bastante de los nuevos, era algo así como la iniciación, cosa que a protegida de Tsunade no lo ocurrió, por obvias razones.

—¡Señorita Shizune! —Exclamó Suzume al verla, llevaba en sus manos dos sobres inmensos con miles y miles de sobres en su interior—. Llegaron.

—¿Qué llegó? —preguntó la morena, recibiendo uno de los sobres en sus manos. Estaba titulado con su nombre y veía del Hospital. La piel se le erizó y su corazón bombeó sangre, alarmada.

—¡Los exámenes! Los mandé a pedir para que llegaran a la Academia, ¿estuve mal? Después de todo, eres médica y sabes qué es lo que dicen.

Shizune sonrió y gustosa recibió su gran sobre para leer cada uno de los sobrecitos de Suzume para poder realizar su veredicto. Todo estaba bien, en orden, bajo su ojo clínico y los parámetros del laboratorio, es más, eran como si fueran de una mujer unos diez años menor que la novia de Raidō. Definitivamente, y en todos los aspectos, Suzume era una mujer anciana atrapada en el cuerpo de una jovencita, con óvulos más jóvenes aún.

—Bueno, Suzume, tienes bastantes huevos y de buena calidad. No tienes que apurarte tanto en ser madre, puedes serlo cuando lo desees.

La maestra de cabello ondulado saltó de emoción y luego la abrazó fuertemente, la morena notó que de sus ojos salían lagrimones de felicidad, como si le hubiesen sacado un peso de encima al fin. La poca empatía de Raidō hacia su urgencia de ser madre no era un gran impedimento en esos momentos. Ahora solo tenía que poner en marcha su plan, dejar las pastillas de anticoncepción y fingir tomarlas hasta que ¡oh! El milagro de la vida ocurra. Casi se sentía culpable ante ese pensamiento, ella literalmente había traicionado al único hombre que podía llamar amigo y no canalla, ya que había sido la que maquinó el plan junto a una de sus amigas del trabajo. ¿Raidō de padre? No podía imaginarlo.

—Recuerda que el efecto de las pastillas aún puede ser anticonceptivo los primeros meses. También te recetaré unas vitaminas.

—¡Ya lo sé! Ahora dime, ¿cómo estás tú en fertilidad?

Shizune suspiró intranquila. Volcó sobre su escritorio con temor de todos los sobres que habitaban dentro del sobre nodriza. Rasgó cada uno con meticuloso orden y sacó cada papel para leerlo con detalle. Uno a uno, mostraban los parámetros enrarecidos. No entendió y volvió a leerlos.

—¿Qué dicen? —Instó Suzume, sentándose a su lado.

Shizune enmudeció. Genma no tendría a sus hijas, al menos no de ella.

—No soy fértil.

En ese instante, sonó la campana que volvía a confiarlos a todos dentro de los salones. Shizune oía un zumbido en los oídos, como si la noticia hubiese sido una bomba y todos sus sentidos hubiesen muerto un segundo. A menos que fuese un milagro, sus interiores no fueran tan hostiles como matar a todos esos renacuajos apenas fuesen expulsados y sus óvulos no fuesen tan fracasados, quizás podría tener alguna clase de descendencia. El drama llegó a sus pensamientos y se preguntó a sí misma: ¿y qué? No tenía madera de novia, nadie la quería lo suficiente como dar ese gran paso. Y luego lo entendió: por muchos encuentros que hubiese tenido con Genma sin protección, no importaba, porque ella ya estaba blindada con un sistema completamente natural y suyo. Con Inoichi, era como si remaran para el mismo lado, como si estuviesen hechos el uno para el otro: él no expulsaba renacuajos y ella tenía óvulos que no servían.

—Oh, Shizune, ¡cuánto lo lamento! —dijo la maestra, pero ella estaba en otro mundo—. ¿Quiere que haga algo por usted?

—No, gracias —respondió con un tono despreocupado —. Debo ir a mi clase, estuve viendo los exámenes y no puedo creer lo mal que están. Revisamos una y otra vez las materias.

—Señorita Shizune, puede ir a casa si desea —intervino Iruka, tomándola del hombro delicadamente, su rostro denotada demasiada empatía.

—Está bien.

—Hágame caso —reiteró él—. Yo tomaré su curso.

—Estará bien, señorita Shizune —dijo Suzume y la abrazó—, le llevaremos todo lo que necesite.

—Estaré bien, ¿sí?

Salió caminando de la sala de maestros como si alguien estuviese siguiéndola, siendo la verdad otra. Ninguno de los dos maestros quiso seguir insistiendo. La morena se desplazó por el pasillo, pasando por los salones de Tenten y de Iruka, cruzándose con Shino y uno que otro maestro rezagado hasta que llegó a su destino. Los chicos estaban distribuidos en sus respectivos asientos, pero no muy bien portados. Algunos estaban sentados en sus puestos, sí, pero algunos estaban parados, otros con el trasero sobre las mesas; y absolutamente ninguno se molestó en sentarse como era debido apenas ella entró. Se tomaron su tiempo y como pequeñas babosas comenzaron ubicarse en sus respectivos lugares con una lentitud que la enfadó.

—Debo decir que jamás había visto peores exámenes —graznó—, y lo repetirán hasta que lo hagan bien.

Hubo un malestar general.

—Silencio.

Shizune salió para imprimir nuevos exámenes. Sin embargo, no volvió.


Edit: 21/11/2021


Soy una malvada con ella, lo sé. Y gracias a mi querida hermana y lectora Ragdoll Physics, sé que esta historia es una de tus favs :D YA ARDERÁ TROYA.


En el próximo capítulo.

—¿Cómo puedes dormir de noche?

—Tú sabes bien cómo lo hago. Sábanas y almohadas.