No me reporto desde hace más tres años. No tengo vergüenza. ¿Qué pasó? Pues la vida, tuve por tres años una hoja de cómo debía empezar el cap y no me animaba a seguirlo porque no me parecía muy IC de Shizune pero no sabía cómo resolver el drama de los examenes de fertilidad. Y dentro de su tiempo, dejó de ser prioridad el mundo fickero. Ahora vuelvo a escribir una tesis y, como en un inicio, es un escape de la vida y responsabilidad académica.


Recordatorios: Shizune es una mujer de treintaiún años que sigue viviendo en el sofá de su tutora y decide que es tiempo de emprender vuelo hacia nuevas y adolescentes experiencias. Ella es virgen y le da la flor a Inoichi por otras flores, cae en las redes de Genma y tiene citas con Yamato sin involucrarse mucho. Se hace maestra en la Academia, ahí se hace amiga de su vecino Iruka y la maestra de las Artes Femeninas, Suzume, quienes sin querer le comparten y contagian parte de sus dramas personales: Iruka es el toyboy de Tsunade y Raido no quiere ser padre con Suzume.

Un glosario no está de más:

Inoichi es papá de Ino, florista y mentalista; Genma es compañero de Shizune, Iwashi y Raido, tiene la aguja en la boca y fue el examinador reemplazante de alguien que no me recuerdo el nombre en los examenes chunin; Iwashi es el chunin que tiene una barbita de chivo y no tiene mucho protagonismo; Raido era el guardaespaldas de un hokage, con la cara quemada y muchos anillos en la mano, luego es compañero de Ino, Aoba y no sé quién más en un equipo. Aoba le dice a Sasuke que su hermano está en la villa y lo vuelve loco. Suzume es la maestra de las flores de Ino y Sakura... Y Tonbo tiene la cara vendada en los examenes esos del principio, se ve ridículo y por eso me gusta usarlo.


Capítulo Fracasado X:

Shizune.


Al tercer día, se lavó la cara y miró al espejo solo para decir: «fue suficiente». No iba a seguir llorando sobre la leche derramada; sí, era triste que le quitaran la opción si decidir ser o no madre biológica, pero después de pensar y pensar y pensar y seguir pensando... Estaba viviendo el luto que debió vivir Suzume en caso de haber estado en sus zapatos, pero ella era Shizune, quien jamás se había planteado ser madre. Sus reales problemas eran otros, unos más mundanos y efímeros. Era impresionante como en poco tiempo, sus preocupaciones hubiesen escalado tanto y tan rapido. Desde el sofá de la Quinta, solo estaba pendiente de la rubia y del cerdito, solo cuando había tiempo se miraba al espejo y tomaba aire para seguir. Así que esa misma mañana, mirando su reflejo, sonrió y no se reprendió: no iba a ser dura consigo misma si no estaba acostumbrada a sentir sus propias cosas y sufrir por ellas. Tomó un bolso, sus llaves y salió del apartamento. Extrañamente se sentía tranquila por su decisión de dejar de llorar por cosas que aún no le hacían sentido.

Tomó desayuno en un pequeño puesto de dulces y revisó el diario matutino. Nada que reportar y terminó por suspirar aburrida en su asiento. Tomó su té y empezó a mirar lo invariante que era la villa para ella. Necesitaba algo y no sabía qué. Pronto, sintió la urgencia de comunicarle algo a alguien, cualquier pequeñez; después de todo, ella no se presentó a trabajar por aquellos tres días de compleja abstracción social. Había encontrado diversión en apoyar la mejilla en el suelo y ver pasar las motas de polvo en su apartamento desierto. Infinitas llamadas en su puerta las dejó pasar. Escuchó varias veces que clavaban algo en su puerta, lo hacían ruidosamente, así que se imaginaba que trataban de llamar su atención por encargo de Tsunade de esa forma. Y sin más, decidió estar mejor, pero no le informó a nadie.

Suspiró sonoramente.

—Disculpe, señorita. ¿La conozco?

Shizune miró al hombre promedio que se paró frente a ella con una sonrisa. Abdomen amplio, barba crecida y, para compensar, unas entradas que estaban por llegar a la nuca y ser la extensión del cuello. De todos los detalles que acababa de precisar, por más llamativos que fuesen, ella no lo recordaba. La morena se permitió sonreir, quitó los papeles que tenía en la silla contigua y esperó la reacción del hombre amistoso que llegaba a su vida. Quién sabe, quizás lo había atendido en el Hospital o era padre de alguno de sus alumnos en la Academia, puesto a que no creía haberlo conocido en la Morgue si el hombre estaba tan contento de verla, y en el caso de la Torre, creía trabajar con la misma gente uniformada de siempre como para olvidar un rostro, y él no parecía ser parte ostentar un título en aquella rama.

Su mente divagó más de lo normal y le mostró una escena de una película romántica en que la protagonista conocía al amor de su vida de esa forma, divagó más aún, y dio con otra película que terminaba con la bestia transformandose en un príncipe. Shizune quiso sonrojarse por pensar tonterías. No era más que un civil que la confundió con otra mujer y era un posible candidato para absolutamente nada.

—No lo sé, lo siento. No se preocupe: estas cosas me pasan, usualmente atiendo a mucha gente en mi consulta médica y en mis otros trabajos.

Habló un tanto avergonzada de su estilo de vida. No recordaba la últimas vez que se tomaba una mañana sin absolutamente un plan sin sentirse a morir. Yamato la vio ahogarse en la ansiedad del tiempo libre y ni siquiera era tan temprano como ese día.

—Enserio, señorita Shizune. ¡Soy yo! Solo era mi típica entrada con un toque de misterio.

Una neurona dentro de ella hizo el ademán de saltar, pero no lo logró, aún necesitaba un pedazo de información. Abdomen prominente, calva insipiente, barba espesa. Algo en sus ojos verdes la hizo dudar, pero seguía sin ser suficiente. Aclaró la garganta y le sonrió, no estaba acostumbrada que la gente la forzara a recordarlos. ¡Había estado gran parte de su vida viajando! Nada de lo que recordaba era tan estable como la juventud de Tsunade como para que la sinapsis se diera tan fácil. El hombre hizo una mueca, pero no dejó de sonreírle, finalmente tomó asiento frente a ella, pero llevó todo su peso en la punta de la silla, como si estuviera listo para saltar sobre la morena apenas lo recordara. Shizune temió descubrir quién era.

¿Es que sería...?

—¿Cómo olvidas el primer beso de tu vida? —dijo petulante.

—¿Eres tú? —exclamó divertida y aterrada.

Era el niñito que la besó en el salón casi en contra de su voluntad porque la encontraba tierna y luego trató varias veces de invitarla a ensayar puntería a su casa para persuadirla para que fuese su novia. Shizune no estaba apurada para tener un novio en ese entonces y si hubiese habido un hombre en su mente habría sido el joven y apuesto profesor Yamanaka, quien le habría finalmente enseñado a apuntar mejor y años más tarde reemplazado su flor con otras varias.

—Estuve muy triste cuando decidiste irte de la villa, ¿te fue bien? —dijo él, ella enmudeció.

Claro que le fue bien, ahora ella era jōnin de elite y una médica importante y reconocida dentro de la Aldea.

—No me quejo —resolvió entonces, encogiéndose de hombros.

—¿Finalmente sí te fuiste con Tsunade o fue con otra persona? Allá en la Academia oímos que te encerró en la morgue.

—Una simple broma por parte de ella —rió incómoda.

—Una de muy mal gusto —dijo él—, jamás habría permitido que pasara algo.

Shizune entornó los ojos, ella como médica evitaba que al resto le pasaran cosas, especialmente en el campo de abierto de batalla. ¿Es que él había logrado graduarse de la Academia, como genin si quiera? El veneno se le estaba agolpando en la boca, el hombre desde que era un chiquillo mocoso vivía en su propia burbuja de hijo único mimado. Decidió cortar por lo sano y sonreírle, no podía pedirle mucho más si ya pasaba de los treinta y seguía con la misma actitud.

—Escucha, debo irme a trabajar. ¡Estoy abriendo una taberna ahora! Pasa cuando quieras, les hago descuento a mis ex-novias —guiñó el ojo—, ¿dónde estás viviendo?

—En el Complejo de Veteranos —apenas terminó de hablar se arrepintió, no tenía por qué hacerle notas en qué seguía su carrera.

—Oh, quien diría que sigues de uniformada —dijo contento. Él jamás tuvo confianza en ella, lo tenía claro—. Podríamos quedar un día, si quieres. Te dejo mi tarjeta.

Shizune estuvo tentada de dejar la tarjeta abandonada sobre la mesa e irse, esperando que el viento se la llevara. Con remordimiento y empatía hacia aquel objeto inanimado, la guardó en su bolso, pagó y se fue con un escalofrío bajándole por la espalda, ¿por qué tenía que haber sido él? Habría sido mucho mejor Ebisu o Gai como primer beso allá en la Academia, se sentiría menos ofendida. Y ahora el tipo sabía donde vivía.

A tiempos desesperados, soluciones desesperadas.

—Anko me dijo que buscas otro apartamento. —Kurenai le sirvió té y la miró sonriente.

Había sopesado todas las opciones durante esos días y esa le parecía la correcta. Cuando el hombre, el guardían de su primer beso, fuera a buscarla, no podría encontrarla en el listado de nombres en las puertas principales del edificio y tendría que irse rendido. Si osaba preguntarle a alguno de los habitantes del Complejo, nadie le creería que ella hubiese estado con él, ya que todos habían hecho un festín con lo de Shizune teniendo como amantes a los guapos e inalcanzables Genma e Inoichi, incluso si nunca pudieron comprobarlo. De todas formas, la historia se les haría una farsa, inventada por un loco civil con aires de grandeza y mucho tiempo libre. Además, luego de todos los eventos ocurridos desde que Izumo la esperaba con las llaves del apartamento número sesenta hasta la fecha, solo buscaba una excusa y un impulso para irse y emprender vuelo hacia unos horizontes con más sanidad mental y espiritual.

Shizune asintió sintiendose un poco sosa. No podía parar de verla por lo tan hermosa y tranquila que se mostraba vestida de civil. Asuma estaba de pie a un lado de la ventana abierta, expulsando todo el humo del cigarrillo para afuera. El apartamento de la mujer apestaba a humo, sin importar los esfuerzos que hiciera su novio.

—Tengo ganas de dejar ese edificio viejo y feo.

—Sí, nunca me gustó su apariencia —opinó Asuma y extinguió la colilla en un pequeño plato de cerámica ubicado a un lado de las flores de Kurenai. Le sonrió y fue a tomar asiento junto a la mujer de ojos penetrantes. Shizune asintió, con que ese hombre no era un fracasado, y si existía uno, podía haber más de donde salió. Él se veía muy estable y feliz con su pareja, y jamás gustó del Complejo de Fracasados como Inoichi y el resto—. El apartamento es prácticamente igual a este, solo que en el segundo piso en vez del cuarto. No tendrás la misma vista, pero se le parece mucho. En fin, lo dejo dentro de estos días y quedará libre, si gustas es tuyo. Nadie habla mal de la asistente de Tsunade.

—¿Así sin más? —La morena se esperaba más preámbulo, una entrevista aun más larga que esa. Había salido de su apartamento memorizándose distintos tipos de discursos en caso de que Asuma preguntara cualquier cosa y también había respaldado todo con sus cuentas al día en una carpeta bajo el brazo.

Kurenai sonrió tranquila.

—Eres amiga de Anko —dijo—, ella te recomendó mucho. No necesito saber más.

—Además, prácticamente ya no vivo ahí —complementó el novio—, se me está haciendo poco práctico pagar cuentas de algo que no uso.

Ni Raidō pudo decirlo mejor.

Shizune no dejó de pensar en la pareja consolidada que eran ellos dos. Parecían tan cómodos el uno al otro, que tuvo que reescribir su defición de amor: que tu apartamento apeste y que a tus flores les caiga ceniza y no te importe, y que ese aprecio y cuidado sea recíproco. Dicho esto, ella debía sentirse cómoda con el otro para estar dentro de la sanidad y ella estuvo haciendo todo lo contrario. No se sentía ella cuando estaba con Inoichi, y con Genma se tenía que estar pensando en no activar sus maniobras evasivas, ni hablar de que ambos decidan demostrar hombría. ¡Y Yamato! ¿Por qué nunca pudo mostrarse auténtica con él?

Quizás no quería que perdiera el interés en ella, si sabía que auténticamente no estaba interesada en lo único que mantenía a flote ese atisbo de relación: el maldito libro.

Y sentándose en una banca buscando refrescarse a la sombra, pensó en sus queridos Suzume y Raidō. Ellos sí estaban cómodos el uno con el otro, pero el único detalle que faltaba para hacerlos una pareja autentica eran sus distintos intereses. Él quería seguir siendo soltero y ella quería ser madre y así entablar así una relación de por vida. Ni Asuma ni Kurenai aprobarían ese tipo de relación. Ni siquiera ella la aprobaba después de alcanzar la iluminación divina y ser bendecida por la sabiduría de Asuma y Kurenai. Shizune se abrazaba a sí misma, como nunca antes, perder el tiempo mirando las motas de polvo en el suelo había sido tan terapeutico y liberador de tantos estándares sociales. Quería empezar a esparcir la palabra.

¡Miren a Asuma con Kurenai, eso sí vale la pena!

Se dirigió a su apartamento cargada de cajas de cartón. En ese mismo momento, Iwashi salió de su apartamento y alcanzó a verle los tobillos atrapados en sus enormes tacones subir por las escaleras, asimismo, Tonbo oyó cómo empezaba un quehacer en los territorios de su vecina cuando salía a trabajar esa mañana, actividad completamente anormal en esos últimos días, porque nada se movía ahí adentro sin importar cuán fuerte él martillara las diversas notificaciones que salían de la Torre. Se encontró con el chunin de la barba de chivo a un lado del correo y ambos murmuraron un saludo.

—Shizune por fin revivió —dijo Tonbo.

Iwashi podía notar que el hombre estaba aliviado, pero jamás iría a decirlo en voz alta.

—Sí, la vi enérgica subiendo las escaleras. Quizás acepte la misión que puse en su puerta ayer —replicó el menor con emoción.

—No vi que ella sacara las notificaciones en su puerta.

A Iwashi se le rompió un poco el corazón, quería invitarla a tomar un helado apenas tuvieran un poco de tiempo libre.

Iruka se les sumó a un lado del correo y todos compartieron un saludo quedo, mientras revisaban las cartas que no eran tan urgentes como para pegarlas directamente en la puerta. Cosas relativas a descuentros a uniformados, salud o cuentas de luz y agua que eran poco interesantes.

—¿Quién es él? —preguntó de pronto el maestro de piel morena.

Tonbo e Iwashi miraron hacia la puerta y vieron a un extraño civil vestido con una panza y una calva encaramado sobre el vidrio de la puertas del edificio, esperando llamar la atención de los tres hombres uniformados.

Tonbo fue el que se acercó a la puerta.

—¿A quién buscas?

—A la señorita Shizune, sé que vive aquí —dijo el civil con una sonrisa—, ¿sabes cuál es su apartamento? No puedo encontrar su nombre en el listado.

—Aa, ¿si? —El hombre de las vendas en la cabeza y hábil en las artes mentales de Inteligencia indagó en los dichos del hombre, efectivamente el nombre de Shizune no estaba. Algo no estaba bien. Iwashi también se sumó—. Viene por Shizune, Iwashi. ¿Y por qué quieres encontrarla?

—Sí, dinos porqué —secundó Iwashi.

Estaba bien que la morena se fijara en Genma, todos los hacían; también estaba bien que haya tenido historia con Yamanaka Inoichi, y una que otra cita con Yamato de las cuales lastimosamente el de la barba de chivo había sido testigo una vez. Todos ellos eran miembros jōnin de elite y siendo ella una más de ese selecto grupo, era evidente que querría codearse con ese rango. Él no era jōnin, más bien era chunin, pero estaba orgulloso de eso y estaba seguro de que la señorita Shizune también. Y si él no era digno de ella, por su rango o su edad, pues ese civil grosero jamás de los jamases lo sería.

—Quiero invitarla a salir.

—Estás de mala suerte, Shizune ya no vive aquí —le dijo Tonbo—, si no sale en la lista, es porque no existe aquí. Buenos días.

Iwashi quiso llorar.

Iruka, que escuchó pacientemente el espectáculo protector por parte de los dos hombres, no pareció muy sorprendido por algo que le había dicho Anko en una de sus constantes búsquedas del mejor puesto de dulces de la villa.

Y como si la hubiesen llamado, la médico apareció con la misma misión que ellos a esa hora en la mañana: recoger el correo. Se notaba acalorada por el trabajo que estaba haciendo en su apartamento, sus mejillas estaban sonrosadas y su cabello estaba sujeto en una cola media como cuando iba a la Morgue, había cambiado su ropa a una más holgada y estaba un poco sucia. En sus manos llevaba una caja de cartón con mucha basura que quería desechar y el cerdito contento la secundaba protectoramente a sus pies.

—Conque es verdad —dijo Tonbo.

—Hola, chicos —saludó la morena con una sonrisa, dejó la caja en el suelo y abrió su correo, revisó una a una las cartas y resolvió tirarlas todas a la caja. No habías más que descuentos en cosas que ella no estaba interesada.

—Señorita Shizune, ¿cómo está? ¿vio las notificaciones en la puerta? La semana entrante nuestro equipo podría ir al país del Viento.

—No lo sé, Iwashi, sigo pensándolo —resolvió con una sonrisa—, aunque siempre es un agrado asistirte medicamente.

—Entonces pensé en que podríamos salir por un helado, uno de estos días, si le apetece.

—¡Me encantaría! —replicó con el mismo entusiasmo mientras lanzaba la caja y todo su contenido al contenedor de reciclables.

Tonton no aprobaba mucho esa interacción, pero sabía que su humana podría simplemente dejarlo como amigo. El cerdito había alcanzado a notar la madurez que ella había adquirido. Tonton notó también que Iruka lo miraba de reojo y le gruñó, haciendo que el tipejo se sobresaltara.

—Shizune, vino un civil por ti —dijo entonces el maestro—, Tonbo lo echó. Espero que no te moleste.

—Sí, creo que ha estado siguiéndome —Shizune murmuró avergonzada—, piensa que fuimos novios en la Academia —dijo solo para contrarrestar el rumor que se formaría si alguien equivocado sabía que un civil iba por ella—. Por eso saqué mi nombre en el listado, ¡lo siento!

—¿Entonces no te mudarás? —replicó Tonbo, la morena se mordió el labio.

—De hecho, sí, me iré este fin de semana.


—¡Shizune! Este apartamento es maravilloso —indicó Suzume encantada—. ¡Incluso tienes espacio para plantar flores en las ventanas! Iré yo misma a elegir los capullos que mejor se vean aquí, según los colores para las paredes, y así no tienes que ver a Inoichi.

Shizune sonrió ante el entusiasmo, y también agradeció que la maestra olvidara que el rubio apuesto, de amplio pecho y brazos protectoress fuese un buen prospecto de novio, por más enamorada que estuviera ella de la idea de su amiga morena con el atractivo jefe de Aoba. Para ella, que una de las médicas más influyentes se emparejara con el jefe de la división de Inteligencia ameritaba una celebración a nivel de toda la villa. Shizune solo se deleitaba pensando en eso si existía un tabernero con panza y calva presenciando el magno evento. Sin embargo, la morena sabía que no venía de una familia de tradición antigua y si alguien como Inoichi decidiera desposarla, no iría a ser noticia. Así que descartaba esas fantasías para hacer desaparecer el ego de su primer beso.

Dejó la caja con productos de limpieza en el suelo y llenó de aire sus pulmones para visualizar su nueva vida sin magnos eventos como bodas, pero solo le vino un hombre a la cabeza: aun si Asuma había dejado de habitar en ese apartamento hacia tiempo, no dejaba de estar impregnada su esencia ahí. Tomó un aerosol de la caja y empezó a disparar hacia todas direcciones. Algo tenía que hacer ahí para sentirse en su propio espacio, algo así como una bienvenida a su adultez renovada.

—Estaba pensando en hacer una cena. Invitaré a Kurenai y a Asuma, Anko, Iruka y a ti.

—¡Vendremos encantados con Raidō!

Shizune dejó de hacer sinapsis, jamás había mencionado al capitán. Sí, era su amigo, pero si lo invitaba a él, le sabría mal no invitar a Iwashi, y si invitaba a Iwashi, tendría que invitar a todo el equipo y se le sumaría Genma. Quizás Aoba también vendría. Tendría que cocinar para un regimiento y además tener el suficiente alcohol para mantenerlos entretenidos, y ya pagando la renta, la garantía y los muebles nuevos estaba con su dinero justo para el resto del mes.

—Suzume, te quería hablar de algo.

—Sí, dime.

Suzume estaba absorta mirando la cocina y lo que pudiese haber allí en un futuro. Armada de un trapo cargado de desinfectante, empezaba a tallar los azulejos para sacar el color vivo que estos tenían detrás de todo ese polvo y ceniza.

—He estado pensando en los exámenes de fertilidad.

—Shizune, no tienes porqué hacer eso.

—Está bien —dijo—, estoy bien —se corrigió—. Y es que tus resultados te dan tiempo de sobra para volver a empezar. Si Raidō no quiere ser padre..., quizás otro sí.

—Él querrá. Tú misma lo dijiste, lo hará apenas vea a su hijo.

No se habló más del tema.

La limpieza se reanudó en silencio hasta que Anko llegó junto a su nuevo escudero cargada de vino y rompieron la tensión que se formó entre ambas maestras. La mujer voluptuosa no lo notó, Iruka quiso no indagar en el tema, era como si el apartamento vacío en el que estaban le devolviera en forma de eco el malestar entre ambas.

—Cielos, se ve amplio este lugar sin toda la mierda de Asuma —dijo la menor—. De haber sabido, habría pedido tomarlo, amiguita.

Shizune sabía que estaba bromeando, ella no dejaría su apartamento en el Complejo de los Fracasados solo para tener la oportunidad de ver a su amor y polvo perdido a un lado del correo o la entrada. Aun si él no le hablara o mirara. Ella seguía con la idea de que se casaría con él luego de que él se cansara de ser como era. La morena pensó que necesitaba removar la obsesión por otra persona. Vio cómo ella golpeaba a Iruka con una espoja de manera juguetona solo porque él se disponía a limpiar y no a beber con ella. La morena se lamentó de que él solo fuera un chunin y ella una jōnin de elite. Malditas reglas no habladas de los rangos.

—Suzume, no te había visto desde la fiesta blasfema en la Academia. —Shizune picó el ansuelo de los chismes, ¡con que la chiquilla si había alcanzado a llegar luego de la misión—. ¿Si te fuiste a dormir con Ebisu o solo querías darle celos a Raidō? El pobre no estaba presente, pero sí lo estaban Izumo y Kotetsu y seguro ellos irían corriendo a decirle. Astuta.

—Estabas borracha, ciertamente —replicó duramente Namida Suzume desde la cocina.

—Señorita Anko —reprendió el maestro.

—¿Qué? —la aludida se mostró sorprendida—, ¿ahora yo soy la mala solo por comentar algo?

—¡Anko! Hay cosas que no son apropiadas —dijo finalmente la reina de los terroritorios que pisaban. Suzume aclaró la garganta y se fue por la puerta, visiblemente molesta. Shizune suspiró—. Todavía no he terminado contigo —amenazó a Anko antes de ir por su amiga. Ahora parecía su pequeña hija, y esperaba que papá Iruka empezara a regañarla mientras ella se ausentara.

Encontró a Suzume sentada en la berma de enfrente, tenía sus gafas oscuras en una mano y con la otra estaba ocultándose. Shizune no supo cómo aproximarse.

—¿Estás bien? —indagó Shizune, no surtió efecto. Se inclinó entonces por algo más directo—. Sabes que Anko no tiene filtro. ¡Siempre esta haciendo escándalo por todo!

—Tú y Anko tienen razón. —La morena sabía que no había dicho casi nada desde que la loca y el maestro se presentaron en la ex morada de Sarutobi Asuma. Tenía miedo de descubrir lo que Suzume estaba por decirle—. Es difícil cambiar tu vida por completo. Digo, ¿quién le dirá a Raidō que baje la cantidad de sal? Estoy preocupada por él.

—Él puede cuidarse solo —comentó la morena—, y estamos Genma y yo para ayudarlo —siguió ella, sonrió pensando en que nunca serían como la pareja que ella adoraba, por mucho que Genma tuviera algo que le podía recordar al cigarro en la boca de Asuma.

—Estoy asustada.

—Siempre da miedo —dijo la medica—, a mí me dio miedo salir del sofá de la Quinta para irme a vivir al Complejo de los Veteranos, fue una pésima decisión, pero aquí estoy, tratando de solucionarlo... Sé que será complicado para ambos dejar de verse tan seguido y convivir como lo hacían hasta ahora, pero él no quiere lo mismo que tú.

—Desde niña imaginé que para esta edad ya tendría un par de hijos con él —murmuró ella—, es un poco triste.

—Quien sabe, quizás termines teniendo los hijos de Ebisu —bromeó la medica con una sonrisa—. ¿Es verdad lo que dijo Anko?

—No estaba tratando de sacarle celos a Raidō... Solo hablaba con Ebisu, como siempre —explicó—, él es muy gentil conmigo y siempre he querido invitarlo a la casa de muñecas, él se ve como alguien que apreciería ese tipo de lugares y no le importaría gastar su dinero así, pero jamás me he atrevido. No quiero abrirle la puerta a lo que sea que pueda pasar porque me siento amarrada a Raidō. Aun si sé que para él no soy una novia oficial.

—Sabes qué hacer entonces —murmuró su amiga.

—Lo sé, pero me he negado tanto tiempo.

Shizune se despidió de la maestra y volvió al apartamento vacío con el alma rota. Entendía que Suzume se había aferrado por veinte años de una fantasía que desde sus inicios estaba destinada a fracasar. Cuando niños debieron conocerse muy bien, de adolescentes también, pero la adultez y las vidas distintas de jōnin y maestra debieron separar sus caminos, y ambos decidieron esforzarse mucho para mantener el vínculo vivo, aunque no mucho los mantenía unidos. Raidō no le dijo que parara a tiempo para no dañarla y ella al cuidarlo a él y a su sueño, se había olvidado de cuidarse a sí misma. Subiendo las escaleras, trató de recordar algo de Ebisu además de ser uno de los compañeros genin de Genma, algo en su historial médico que seguramente había tomado en sus manos alguna vez, una vasectomía o una enfermedad. Bufó en la puerta, no había nada en su memoria. Ni siquiera algún chisme de él. Ebisu, apesar de su personalidad peculiar, no estaba dentro del radar de Izumo y Kotetsu.

Solo deseaba que Suzume y Ebisu tuvieran una boda modesta, no como la que la maestra soñaba para Shizune y su primer polvo, y que estuviesen bendecidos con muchos hijos. Todo eso, para ver a su amiga feliz y decirle: ¿ves? Si sirvió dejar a Raidō.

¡Raidō!

¿Cómo se tomaría el jōnin la noticia? Imaginó que la presión se le subiría, la sal apretaría sus arterias y le daría un infarto, porque solo se sabe lo que se tiene hasta que se pierde. A Shizune le dio ahogo, no era divertido ser amiga cercana de ambos lados de una pareja. Nota mental: solo sería amiga de Kurenai, no iba a estar en los dos lugares en caso de que otra tragedia amorosa ocurriera.

Abrió la puerta del apartamento.

Anko e Iruka estaban besándose en la cocina. Entrecerró los ojos, era amiga de los dos. Mierda.


Edit: 21/11/2021


¡Gracias lectora promedio! Sí, te hablo a ti Rag, mi mayor lectora de todos los tiempo y hermana.

Sé que eres la única que leerá estas paranoias, y si no es así:

el botón de review está ahí. Si no lo cliquean, moriré.

Besos.