Nunca pensé que recibiría tres reviews, ¡qué precioso! Hay tres lectores promedio, no solo tú, Rag. Gracias lectores promedio.
La Reina de los Fracasados
Capítulo XII: Shizune II
Tonbo entró en su habitación nada más que con su chaqueta táctica de color verde y sus calzoncillos. Pudo ver su sonrisa torcida y autosuficiente adornar su rostro vendado. En su boca figuraba un cigarrillo casi extinto que aniquiló con la bocanada final y que terminó por lanzarlo por la ventana. Allá afuera se mostraba un día de verano de calor abrasador. Tonbo se arrodilló ante ella, a los pies de su cama, como si fuera su vasallo. Sin pensarlo mucho, ella le pisó una mano hasta que los huesos de sus falanges tronaron bajo su tacón. El uniformado gimió ante la tortura y ella lentamente comenzó a sacarle las vendas del rostro con ganas de comerle la boca
Ojos azules, cabello rubio.
—¿Inoichi?
Se incorporó asustada en la cama. Allá afuera llovía tormentosamente y Tonton se acomodó describiendo círculos debajo de las sabanas ante tal perturbación exagerada en su sueño. Shizune miró el reloj en la mesita de noche, eran solo las cinco de la mañana. ¿Qué clase de sueño había tenido? Suspiró y fue silenciosa a tomar agua a la cocina, con el sueño aún atormentándola en la cabeza y la preocupación de que ya no podría conciliar el sueño otra vez. Iría al Hospital con unas ojeras negras adornando su rostro y un trueno en la lejanía adornó sus pensamientos.
—¿Shizune? —oyó que la maestra la llamaba desde la habitación contigua.
—¿Te desperté?
—No —dijo Suzume con la voz queda. La morena oyó cómo los resortes de la cama eran perturbados y cómo la maestra se calzaba una bata para acompañarla—. Me despertaron los truenos.
Suzume se había quedado en el apartamento de la morena desde que las vacaciones de invierno comenzaron, ya que no podía soportar la soledad en el suyo. Absolutamente todo le recordaba al capitán quemado luego de años de convivencia a distancia así que había decidido mudarse antes de que la primavera se cerniera sobre la villa. Lo que ella llamaría como un florecimiento. Aun no invitaba a Ebisu a la Casa de Muñecas, así que con pesar la médica pensó que de lo que hablaban Genma y el profesor de élite era de Gai y no de Suzume. Shizune podía ahora entender la decepción que sentía su amiga cada vez que imaginaba la boda de Shizune con el señor Yamanaka.
Suzume tenía unos hermosos ojos cuando no usaba sus anteojos, ¿y es que Raidō también se había cansado de ellos con los años?
—¿También te despertaron los truenos?
—No, tuve una pesadilla.
—¿De qué? —preguntó la mujer con preocupación.
Encendió el fogón para calentar agua, lo bueno de vivir con ella era poder disfrutar de las mejores tazas de té que Shizune había probado. Sin dudas Raidō ya no podía soportar ver ni beber ese brebaje sin fruncir la boca con nostalgia.
Shizune no sabía cómo explicar su pesadilla. El rumor del agua empezando a ebullir apuró su respuesta.
—¿Alguna vez has soñado con un colega del que no tienes interés alguno?
—No, aunque tampoco puedo recordar alguno en este momento.
—Fue muy extraño, no me gustó. No me sentía yo, parecía ser otra persona —murmuró, definitivamente pisar la mano de un hombre por placer era algo que no haría la morena, eso más bien parecía ser del gusto de alguien como Anko o Tsunade.
—No hablemos más de eso entonces.
Tonton las miró desde el umbral de la puerta de la habitación principal con la mirada somnolienta, no entendiendo cuál era la urgencia de las dos mujeres humanas de hablar tan temprano, si habían estado haciéndolo hasta altas horas de la noche. La evidencia de su buena charla nocturna seguía en la sala, en donde las tazas y los platos de la merienda seguían ahí. Shizune cargó al cerdito y se lo llevó con ella hacia la mesa de la cocina, en donde se sentó y este se acurrucó para seguir durmiendo en su regazo. Suzume sonrió enternecida ante tal interacción.
—¿A qué hora tienes que estar en el Hospital?
—A las ocho de la mañana —dijo Shizune con los hombros caídos, no sabía por qué no disfrutaba de su tiempo libre ahora que la Academia se encontraba de vacaciones. La verdad era que no sabía qué hacer en su tiempo libre—. ¿Tú iras a ver apartamentos con Izumo?
—Con esta lluvia, no me dan ganas de hacer muchas cosas —suspiró ella.
—Sabes que puedes quedarte aquí cuánto quieras.
—Lo sé —dijo Suzume—. ¡Oye! No te preocupes por la cena de hoy, compraré lo necesario.
Suzume le dio un paraguas y la equipó con un termo rebosante de té perfumado con lavanda para que pudiera sobrevivir durante el primer turno del Hospital. Llegó empapada a pesar de las cándidas atenciones de su amiga, dejó su traje impermeable y el paraguas en el recibidor y caminó hasta la recepción.
—Buenos días, Shizune —dijo Hana en el mesón principal. Se notaba que había estado en el turno de noche y estaba lista para irse a casa, pero en vez de eso hojeaba una revista. Notó la interrogante de la mujer mayor plasmada en su rostro—. Saldré apenas la lluvia suavice, además mi reemplazo aún no ha llegado.
—¿Hay alguien para mí?
—Módulo tres, lleva aquí desde las cinco de la mañana —dijo ella deslizándole una historia médica por el mesón sin quitarle la vista a la revista. Inuzuka Hana siempre había tenido un trato distante con la morena, sabía que no eran amigas y que no lo serían en un futuro, pero ahora que se había confirmado el rumor entre ella y Genma en la nueva taberna, sentía que podía haber algún tipo de resentimiento oculto. Tonton le dijo que debía dejar de pensar tonterías con solo una mirada.
—Gracias.
—No hay de qué.
Shizune se dirigió hasta el módulo indicado, se detuvo un momento para arreglarse el cabello y entrar con la sonrisa más conciliadora con la que pudo adornar su rostro, bien sabía que su paciente llevaba demasiado tiempo ahí encerrado esperando ayuda médica. Al abrir la puerta, vio que Chōza estaba recostado en la camilla tan pálido con las hojas que sostenía en sus brazos y una cubeta de vómito estaba a su lado. Inoichi y Shikaku estaban sentados a su lado con una expresión relajada que le indicaba que habían estado con él desde la primera vomitona e intentaban distender el ambiente con risas.
—Buenos días —empezó la morena intentando detener un sonrojo al ver al rubio levantarse de su asiento ante su presencia. Shikaku no sintió la necesidad de mostrar tal respeto, pero si lanzó un resoplido divertido ante la reacción de su amigo de toda la vida. Oyó que los hombres la saludaban de igual forma, solo la voz grave del mentalista captó su atención—. Aquí dice que lleva vomitando desde ayer en la noche. ¿Algo ha cambiado en su dieta?
—Solo lo normal —resolvió el enfermo tocándose la barriga, Shizune revisó sus pupilas con ayuda de su pequeña linterna y luego le pidió que abriera la boca, en la cual se veía notablemente deshidratada—. Luego salimos a celebrar en la taberna nueva. Supongo que la cerveza me sentó mal.
—Seguramente —dijo ella con una sonrisa—. Llamaré al enfermero para que traiga suero y le prescribiré unas cuantas medicinas.
—Gracias.
—Y quedará en observación durante la mañana, solo quiero asegurarme de que no se trate de algo más.
La puerta se abrió tímida y una mujer Akimichi entró en absoluto sigilo. Shizune asumió que era la esposa de Chōza, quien se habría ausentado brevemente quizás yendo al baño, la mujer le sonrió cálidamente mientras la morena seguía realizando su examen en silencio. Aplicó energía en ciertos puntos de la barriga ante la atenta mirada de todos los habitantes de ese módulo médico. Era muy extraño para ella trabajar con tanto público, especialmente si todos ellos eran practicamente la familia de Inoichi. Intentaba alejar los pensamientos relativos al rubio con todas sus fuerzas ya que sentía que le provocaría un sonrojo fulminante.
Terminado el procedimiento, dio dos pasos hacia atrás.
—Ya me siento mucho mejor.
—Iré por el enfermero. Disculpen.
—Muchas gracias, señorita —dijo la esposa.
Una vez afuera del módulo pudo soltar todo el aire que contenía en sus pulmones. Tonton la felicitó por su profesionalismo y ambos caminaron en busqueda de alguien que pudiese relevarla, pero mientras buscaba a esa persona en los pasillos vacíos, dio con la gabeta de los insumos médicos y no pudo más que ir ella misma a apuñalar la vena del patriarca Akimichi. Decidió llevar la aguja más grande que encontró y volvió derrotada al módulo. En la recepción vio que Hana finalmente arreglaba sus cosas para irse a su casa.
—Inoichi, esa chica es preciosa. Me gustaría verla en nuestras juntas, sé que le gustaría mi estofado de cerdo —oyó que opinaba la señora Akimichi a lo que ella cerró los ojos con fuerza y Tonton sudó en frío. No podía estar pasándole eso.
—Déjalo tranquilo —rio Shikaku.
Golpeó la puerta del módulo para hacerse notar.
—No había enfemeros —dijo con pesar conciliador. Caminó hacia la camilla y acercó el colgador para posicionar el suero, tomó asiento en un taburete libre y comenzó a desinfectar con sus manos enguantadas las zonas que iría a apuñalar—. Por favor, haga un puño. —Chōza acató y prontamente el goteo del suero se hizo presente dentro del torrente sanguíneo del hombre que había entrenado a Genma de niño—. Bueno, los dejo, vendré a revisarlo en una hora. Por favor, avísenme en caso de cualquier cosa.
Les dedicó una sonrisa antes de irse.
Inoichi se veía guapo.
Diablos.
En ese mismo instante, Suzume miraba por milésima vez por la ventana, desalentada por la lluvia, lus truenos y su vida amorosa. Ya cumpliría treintaitrés años y estaba volviendo a empezar, bufó por la desgracia que no esperaba para sí misma en este punto de su vida y resolvió que debía hacer algo. Shizune había empezado otra vez, y si bien había caído en el drama más espantoso con Shiranui Genma, había sabido levantarse. Se veía contenta y resuelta. Si ella iba a experimentar la misma cantidad de drama, era mejor empezar ahora. Se alejó de la ventana con determinación, pero se topó con los rastros de su conversación nocturna con la médica, apretó los labios, no podía salir si estaba todo eso sucio. Limpio rápidamente con Raidō en la mente, tomó sus llaves y recordó la promesa de comprar todo lo necesario para la cena, bufó, debía cumplir sus promesas antes de empezar a vivir. Fue hasta el mercado a buscar los implementos de la cena, Shizune la noche anterior le explicaba que nunca había auspiciado una cena para tanta gente con ansiedad. Ella era experta, tantas oportunidades disfrutando meriendas en la Casa de Muñecas le había dado muchas ideas, pero ninguna oportunidad para dar rienda suelta a su arte. En su trabajo no había encontrado muchas amistades que fuesen compatibles con Raidō, y a su vez Raidō no tenía amistades que fuesen compatibles con ella.
Frunció la boca molesta pensando en todas las cosas que se había perdido esperando en vano.
Se detuvo en medio de la lluvia con las bolsas repletas de víveres. Si bien a Raidō no le gustaba ir a la Casa de Muñecas, lo hacía cuando ella se lo pedía. Muchas veces elegía ir sola para no molestarlo. ¿Estaba bien dejarlo solo porque no quería tener hijos? Ella ya había perdido esa batalla hace mucho. Poco a poco retomó su camino de vuelta al apartamento de su amiga con un pito reventando sus tímpanos.
Dejó las compras en el mesón de la cocina y lloró amargamente sentada en el suelo.
Y como si el universo se hubiese confabulado en pos de su desgracia, en el momento de levantarse suelo frío para recoger de esa forma su dignidad, un frutero cayó al suelo por torpeza de ella. Debajo de ese frutero estaba oculto un librito pervertido dentro de una bolsa discreta de papel: Icha Icha Tactics. Su mente hizo sinapsis, el maestro Iruka le comentaba que Kakashi leía esos libros que a veces confiscaban en la Academia con preocupación, porque si un adulto como él lo leía con tanta devoción y perversión, no imaginaba las consecuencias que tendría para un niño en crecimiento. ¿Cómo es que Shizune tenía ese libro? La corriente nerviosa revisó una base de datos impresionante en unos pocos segundos, y el único que conectaba a la maestra con Kakashi, era el apuesto capitán Yamato. No sabía si era un regalo de él o ella simplemente lo había comprado para tener un tema de conversación con el uniformado, o quizás ella tenía esos gustos ocultos. De todas formas, al hojearlo se dio cuenta que estaba virginal como ella con respecto al sexo masculino.
¿Cuál era el alboroto con esta clase de lectura?
En el Hospital, Shizune pensó en su sueño y miró su reloj de pulsera con un puchero. Había despertado a las cinco de la mañana, la hora exacta en que Chōza y su equipo entraban al Hospital, ¿qué clase de coincidencia retorcida era eso? Según su reloj, faltaban menos de diez minutos para ir a hacer su ronda a los módulos. Durante ese tiempo muerto ya había despachado a tres personas de urgencias a causa de resfríos mal cuidados. Estuvo tentada en ir a la recepción a buscar más casos y ocuparse para que otro médico fuese a hacer la ronda. Pero ella había hecho esa proposición y nadie más sabía de ella. Bufó, Tonton la miró intranquilo desde su posición en su regazo. El estofado de cerdo sería su pesadilla frecuente desde ese día en el Hospital.
—No te preocupes, no dejaré que te transformen en estofado —dijo la morena y acarició intranquila entre sus orejas.
No sabía por qué intuía que Inoichi iría a disculparse tal y como lo había hecho Genma.
De ser así, ¿cómo sería ser tratada como la invitada de honor en la casa Akimichi? Pronto se vio a sí misma atrapada en la fantasía que compartían Ino y Suzume. Seguramente su primera exigencia sería betar el cerdo en todos los platos en su presencia, después de todo la segunda esposa debía ser más consentida que la primera, ¿o no?
Frente a la puerta del módulo tres, no oyó demasiado alboroto.
Tocó la puerta y entró.
La señora Akimichi y Chōza estaban dormitando en sus respectivos lugares mientras el goteo hacía sus maravillas. Lo que sea que hubiese hecho vomitar al gran hombre ya se había ido, al igual que Inoichi y Shikaku. Shizune se sintió extrañamente decepcionada por la ausencia del rubio. Ya tenía a Genma arrepentido, ¿por qué necesitaba más? Suspiró, ni ella sabía lo que quería. Se concentró en la bolsa de suero y disminuyó el goteo un poco.
—Señorita, no sabía que había entrado —dijo la esposa con un susurro para no despertar a Chōza.
—Está bien, solo vine a verificar que todo está en orden —respondió cálida—. Creo que podrá irse a la hora del almuerzo.
—Perfecto —dijo risueña—. ¿Qué podrá comer?
—Le dejaré un listado, lamentablemente no será mucho por unos días.
—No sé como agradecérselo. ¡Me encantaría que fuera a mi casa a cenar!
—No se preocupe, solo hago mi trabajo.
Se despidió de la señora y mandó a Sakura a darle las recomendaciones en el cambio de turno.
No necesitaba que los Akimichi se hicieran los celestinos. Al menos no ahora que se sentía tan confundida.
Salió en medio de la peor tormenta que la villa había tenido ese año. La lluvia empeoraba con el viento que silbaba cada cierto tiempo, cerrando aquella tempestad con truenos a la lejanía. Shizune sentía la necesidad de cancelar la cena y meterse dentro de las sábanas hasta que tormenta pasara, sabía que Suzume iría a darle el calor hogareño con sus preparaciones y sus infusiones de té con sabores florales y frutales. Pensando en el calor de su cama, batalló para que su paraguas no cediera ante el viento encabrecido. Tonton se arrebujó dentro del impermeable de su madre humana mientras ella lo aferraba firmemente contra su pecho con su brazo. Un silbido más y el paraguas se quebró. Shizune dejó que se fuera con el viento y buscó un lugar donde resguardarse unos momentos. La visibidad era casi nula, así que solo siguió la luz de un pequeño puesto.
Dangos.
Suspiró, se quitó la capucha del impermeable y dejó al cerdito seco en el suelo para calentarse. La vida administrativa la había vuelto menos resistente al clima. Colgó el impermeable y se adentró para pedir una taza de té para calentar sus manos frías. El encargado le comentó algo relativo al clima y ella recibió su taza de cerámica y dos palos de dangos en unos pocos instantes. Solo bastaba encontrar un sitio libre ya que el lugar estaba atestado de transeúntes atrasados por la lluvia.
Oh no.
—Shizune.
—Genma —respondió ella como pudo. Tonton gruñó dispuesto a cargar y morder sus talones debajo de la mesa. El hombre perfecto parecía haber tenido el mismo problema que ella y eligió resguardarse en el puesto de dulces esperando a que el agua disminuyera. Una rápida mirada por todo el lugar hizo que se diera cuenta que Genma era su única opción—. ¿Día duro?
—No tanto —dijo él—, pero la lluvia me da sueño.
—¿Terminaste tu turno hoy?
Shizune tuvo que tomar del té para ahogar esas mariposas que estaban agolpándose en la boca del estomago y querían salir por su esófago como suspiros involuntarios, su mente solo repasaba una y otra vez su sonrisa cuando estaba sobre ella. La misma que adornaba su rostro en ese momento y que estaba segura era provocada por los mismos pensamientos que tenía ella en ese momento. Después de todo, ella había sido su mejor novia. Shizune podría levantarse y plantarle un beso en ese momento y el hombre respondería. Tonton se acomodó en su regazo violentamente para hacerse notar y que su humana dejara de pensar en esas blasfemias. No podía ser que las vacaciones de los humanos machos habían terminado.
—Lo hice, así que vine a calentarme un rato. ¿Tenías turno en el Hospital? —ella asintió—. Deberías descansar, según tengo entendido son las vacaciones de invierno en la Academia.
—Lo sé, aunque no sé cómo —respondió apenada. Sabía que, si dejaba de trabajar, se ahogaría pensando en el por qué de absolutamente todo.
—Podría ayudarte.
A Shizune se le escapó una sonrisa tonta. Tonton bufó molesto.
—¿Cómo podrías ayudarme?
—Podríamos viajar un día, me encargaría de que durmieras por horas.
Shizune amaba viajar y no sabía si alguna vez se lo había mencionado. Repasó rápidamente sus encuentros, pero nunca hablaban de sus intereses más que dentro de la cama.
—Podríamos hacerlo —dijo la morena. Suzume, quien metafóricamente representaba su lado racional, apareció entonces gritando en una forma fantasmal a su lado. Anko, representante de su lado emocional, empezó a aconsejarle que lo asfixiara sentándose encima de esa sonrisa perfecta para luego ahogarlo con sus ríos de felicidad. Miró a Tonton y él negó firmemente con la cabeza—. Algún día… —«Que jamás llegará, porque Genma nada más juega a hacerte el amor, pero no siente amor por ti.», pensó la morena con pesar.
—¿Qué sucede?
Por mucho que Shiranui intentara atraparla en su romanticismo, Shizune ya había generado una inmunidad contra él. Se había vacunado a sí misma con las dosis que necesitaba para evadir su futura evasión. Su mente empezó a regalarle todas esas imágenes que describían todo lo que adoraba de él: su sonrisa, sus besos y su risa juguetona; pero luego de ver una y otra vez todo eso que hacía que su corazón se le acelerara, le siguieron las veces en que él se mostró indiferente, su respuesta cuando le confesó que quería que le regalara flores; finalizando cuando dejó de mirarla en la taberna. Shizune sonrió nostalgia, su Suzume interior le había ganado el argumento a Anko.
—Tengo que irme —dijo apurando el té y los dangos. Era como si de pronto hubiese recordado que tenía un turno en la Morgue.
—Deja que te acompañe, vi que no traes paraguas. —Genma se incorporó junto a ella.
Tonton prefería mojarse hasta los huesos que aceptar esa proposición.
—Esta bien, no te preocupes.
—Insisto.
Caminaron bajo el paraguas de Genma, la morena pasó saliva cuando sintió la mano del uniformado posarse en la espalda baja de ella y su mente le entregó nuevamente imágenes de ellos dos dentro del apartamento en el segundo piso del Complejo de Fracasados. Era la misma necesidad que sentía de tocarla como allá en la taberna nueva, retomar una relación con ella era su objetivo. Tonton debajo del impermeable bufó intranquilo y tuvo ganas de cerrar su hocico en la mano de ella para despertarla del encanto de Shiranui. La medica resolvió caminar más rápido, no quería rendirse a un beso de él con este clima tan favorable para sus artimañas románticas.
En silencio ella le indicó que estaban llegando.
—Es un bonito vecindario —resolvió él, quizás con ganas de hablar de lo que sea.
—Sí, aquí también vive Asuma —dijo ella, pensando en que mencionar a un hombre para nada fracasado como el novio de Kurenai podría hacer que Genma se arrepintiera de su comportamiento neandertal en algún momento. Solo saldría con él si dejaba el reinado de Ibiki. Sí, debía procurar proponerse metas imposibles para evitar caer otra vez en sus redes. No quería pasar sus noches en vela imaginándose un futuro viaje con él que jamás pasaría.
Su mente traicionera ya le había propuesto dos países para conocer junto a él.
—Shizune.
—Por favor, no juegues conmigo —suplicó con un susurro y alejó su mirada. Estaban frente a su edificio, ella decidió abrir la puerta principal.
—No quiero hacerlo.
Shizune lo besó luego de mirarlo largamente. No fue él, fue ella. No estaba segura de lo que estaba haciendo, y si era lo correcto siquiera, pero creía que no podía caer en las redes si estaba tan convencida que él era incapaz de darle lo que ella quería. Genma representaba al hombre fracasado por excelencia, al que no podría domar jamás, pero ya no sentía deseos de hacerlo. No iría a convertirse en Suzume esperando por Raidō. Sin embargo, besar a Genma era lo que necesitaba desde que lo había visto en el puesto de dangos, quizás en allá en la taberna nueva. Necesitaba besarlo, no lo importaban mucho los deseos de Shiranui para redimirse con ella. Él tomó su rostro con ambas manos al profundizar su beso, ella solo sintió las ganas de quitarle el pantalón.
Entraron dentro del edificio, llenando los pasillos con el eco de sus risas contenidas. Tonton los siguió de cerca queriendo perderse en la lluvia.
El cerrojó cedió y Shizune se apresuró a cerciorarse de que la maestra no estuviera dentro de su habitación mientras Genma se rezagaba mirando lo que sería el nuevo apartamento de la médica. Era mucho mejor que las pequeñas habitaciones de mierda que el Complejo de Fracasados ofrecía, especialmente si bajabas hacia los pisos inferiores. Por eso mismo, la puerta de Raidō se abría sola y a Ibiki cada cierto tiempo, y a causa de su cabello largo, se llovía cada vez que Genma tomaba una ducha con las cañerías repletas de pelo. Sin que Shizune lo supiera, Genma estaba acercándose a su meta imposible. La sala de la morena era amplia y acogedora, una cocina en la que sí daban ganas de cocinar en ella, además de dos habitaciones individuales.
Quiso ignorar la mesa allá en la sala, pero le fue imposible.
—¿Tendrás una cena?
Shizune volvió de su rápida inspección, no había moros en la costa así podría sacarle los pantalones a Shiranui y despacharlo tan pronto ella obtuviera lo que lo que necesitaba de él. Su pregunta la tomó por sorpresa, ¡la cena! Sintió que se le irían los colores del rostro, pero cuando vio lo que Genma indicaba silenciosamente con su cabeza, la hizo suspirar de alivio. Suzume cocinó y arregló la mesa de modo que Shizune solo tenía que estar presente. ¿Dónde se habría metido la maestra?
Había perdido mucho tiempo bajo la lluvia y en la tienda de dangos.
—Sí, dentro de poco.
—Quizás debería irme —dijo él, con los hombros caídos.
Shizune se alarmó. Él luego podría irse por la ventana de su habitación en caso de que la gente llegara de improviso. Nunca había estado con un hombre con la presión de ser descubiertos en cualquier momento y ahí estaba su oportunidad. Tonton se había ido a acurrucar en la habitación de Suzume cabizbajo, al igual que ella si Genma no se iba a su habitación prontamente. Miró el reloj en su pulsera con insistencia.
—Si quieres, puedes quedarte a cenar.
—No creo que Suzume quiera verme.
—Sí, tienes razón —resolvió ella.
Shiranui Genma deshizo la distancia que había entre ellos para despedirse. La morena lo vio acercarse con un puchero, no quería que esa cena acabara con sus ganas de sentir al uniformado como eran vecinos. Él acarició una mejilla de ella con una mano y una sonrisa torcida, para luego besarla ahí mismo donde su mano estaba.
La lengua de Shizune se afiló.
—Quiero que te quedes —expresó ella con un susurro—. Por favor, no te vayas. Suzume entenderá.
El cerrojó cedió una segunda vez y con él también desapareció el silencio.
—Amiguita, disculpa, nos encontramos con la amargada en el mercado de licor y decidimos acompañarla —informó su autoproclamada mejor amiga al entrar junto al maestro de la Academia, justo antes de reparar en su acompañante—. Genma nos acompañará hoy —declaró entonces con una risa contenida. Iruka inmediatamente miró a la maestra que cerraba la marcha con las últimas compras para la cena que consistían en una variedad elegante de vinos que orgullosamente llevaba en la bolsa que colgaba en su hombro. Bastante más fino que la botella vulgar que Anko llevaba en las manos, quien, a diferencia de la maestra de Artes Femeninas, prefería la cantidad a la calidad—. Shiranui Genma.
—Anko —saludó él.
—¡Oh no! —dijo Suzume apenas vio a Genma en la cocina—. Shizune, ¿puedo hablar contigo en privado?
—Sí, claro.
Una vez en la habitación de Suzume, la maestra cerró su puerta con delicadeza de una ceremonia del té. Quizás quería aparentar que no había nada extraño en su comportamiento. Tonton levantó la cabeza de las almohadas con las orejas en alto.
—Hubiese preferido saber que venía Genma —dijo nerviosa.
—Sé que no te cae tan bien, pero… —Shizune no alcanzó a decirle que no planeaba ilusionarse con el hombre.
—No es eso.
—¿Entonces qué es? —Shizune ya no entendía.
—Invité a Yamato.
—¡Qué!
—Lo siento, solo quería sorprenderte —dijo intranquila—. ¡Ahora no sé cómo decirle que se canceló!
—Pensé que cuando preguntaste anoche si podías traer a alguien te referías a Ebisu.
—¡Shizune, Suzume, dejen de besarse! —gritó Anko desde la sala—. O me pondré celosa —amenazó coqueta.
—¡No habría invitado a Ebisu! Al menos no todavía…, Rai me sigue doliendo —dijo la maestra con ahogo, intentando justificar traer al capitán con miedo de que la morena se enojara irremediablemente con ella. Shizune solo estaba asustada de lo que podría pasar, ya sabía cómo ella era un libro abierto y Yamato era un ratonzuelo sigiloso capaz de esquivar fácilmente a agentes de ANBU, siendo él mismo un ex-miembro de esa organización. No sabía cómo reaccionaría el capitán si se llegase a dar cuenta que ella estaba coqueteando con Genma sin la finalidad de atraparlo en una relación comprometida, porque aquello era imposible. Yamato podía llegar a ser aterrador, decían.
Ambas maestras de la Academia soltaron un grito cuando alguien golpeó la puerta del apartamento.
—Pueden ser Asuma y Kurenai —aseguró dudosa Shizune.
—¡Amiguita! —Anko confirmó las sospechas de la médica y ambas empezaron a idear un plan.
—Yamato es puntual, debe estar por llegar. Iré por él y le diré que se canceló —comentó Suzume con determinación—. Lo prefiero a él, pero entiendo si tienes que resolver cosas con Shiranui y no querría que el capitán Yamato sienta que no tiene oportunidades contigo.
—Entendido.
Suzume salió de la habitación con más fiereza de la que Shizune alguna vez le había visto. Ella salió luego y saludó a los recién llegados con cortesía. Genma estaba a un lado de Asuma, quien estaba dispuesto a abrir la ventana para poder encender un cigarrillo. La morena lo imaginaba desesperado por dentro si no era capaz de vivir sin uno entre los labios, y su mente maquinó para recordar su sueño con Tonbo, o Inoichi, ya que también implicaba un cigarrillo y una ventana, aun si en ese momento se escuchaba la lluvia chapotear en las calles y no una atmosfera que le hacía recordar sus interiores cuando veía a Genma.
Ninguno trabajaba en Inteligencia como para leerle los pensamientos, así que se sonrió y se paseó por la sala con una tranquilidad que, sin saber, poco le duraría. Genma posó sus ojos castaños sobre ella mientras hablaba con Asuma de las misiones que recientemente habían tomado, ella sintió que moriría de felicidad con Genma mostrándose más sincero, pero Shizune sabía que no era menos fracasado.
Suzume abrió la puerta, luego de calzarse y prepararse para salir, pero soltó un grito que hizo que soltara el paraguas y este cayera precipitosamente al suelo.
—Capitán Yamato.
—Siento si la asusté —dijo él, su mano estaba levantada en un puño como si hubiese estado a punto de tocar a la puerta. El capitán venía con el pelo mojado, pero Shizune podía prever que no era la lluvia la que lo había mojado. Se veía bastante más presentable que todos los presentes. Era bastante tierno el esfuerzo que el capitán hacía cada vez que iría a ver a la morena.
—Claro que no, pase —resolvió la maestra.
—¿Iba a salir a algún lado?
—No, para nada. Acabo de recordar que sí había comprado lo que quería ir a comprar —mintió la maestra. Se hizo a un lado y dejó pasar al capitán, quien saludó a todos los presentes. Para la desgracia de la morena, se fue a saludar primero a Kurenai, siguió su camino hasta la ventana para hacer lo mismo con Asuma y Genma.
El maestro Iruka pareció entender el problema al estudiar a la maestra Suzume y a su novia en secreto. Sonrió con los ojos como platos ante el descubrimiento y caminó mecánicamente hacia la maestra de Artes Femeninas para entablar una conversación telepática que Shizune sabía que se había formado con los años.
—Amiguita, no sabía que también tenía que invitar a Inoichi —susurró Anko a lo que Shizune se sintió sonrojada—, ¿vamos a ver cómo se pelean a muerte hoy?
—No, para nada. Suzume invitó a Yamato sin avisarme.
—No sabía que la amargada fuera tan perra. Ven, la destrozaremos.
—¡Anko! No digas eso —resolvió la morena—. Solo actúa normal.
Pero Shizune sabía que Anko estaba comportándose como usualmente se comportaría Anko, por lo que ella ignoró este último comentario y fue a reunirse con su novio secreto y su mejor amiga mucho antes de que apareciera la médica en su vida.
—Señorita Shizune —dijo Yamato al llegar a su lado—. Gracias por invitarme a su cena.
—Fue idea de Suzume, agradécele a ella. —Quiso sonar conciliadora y diplomática, pero ciertamente su sinceridad apuñaló la poca esperanza que albergaba el capitán en su pecho con respecto a la morena multifacética y de mente abierta. Entendía que la diferencia de edad afectaba la proyección que tenían ellos dos, y aunque a él le hubiese gustado retomar sus idas al parque, en donde sus habilidades para perder a sus ex-compañeros eran vitales, el clima de esa época lo hacía imposible.
Solo debía darle tiempo a la morena, suponía.
—Capitán, venga, siéntese a mi lado —sugirió la maestra.
Un trueno sonó a la lejanía y la pasividad de Yamato frente a su respuesta, hizo temblar a Shizune. No lo conocía lo suficiente como para entender que trataba de actuar normal frente a la decepción y con mucho esfuerzo se estaba mordiendo la lengua para no llenarla de sus inseguridades en forma de preguntas infinitas. Esa faceta tenebrosa era su rostro de ahogo, solo quería decirle ahí mismo que ya estaba por cumplir los veintisiete, aunque faltaran seis condenados meses.
Tomó asiento frente a Asuma y junto a Iruka, evitó todo contacto visual con su adorado Genma. La velada pasó sin muchos contra tiempos, ya que la maestra de Artes Femeninas tenía un programa bastante definido y coherente de la cena. Los uniformados hablaron de sus recientes misiones, a lo que Anko molestó a Iruka por no salir en ninguna por estar metido en la Academia, la morena intuía que su mejor-peor amiga tenía el deseo secreto de ir junto a él a alguna misión peligrosísima y protegerlo de todos los tipos malos, besándolo en medio de una masacre sanguinaria al final. En cambio, Suzume parloteó tanto como pudo con el capitán Yamato, preguntándole de todo: desde sus habilidades hasta sus pasatiempos.
—Leer —resolvió ante la última pregunta, cortó un poco de carne y se la llevó a la boca mecánicamente. No iría a gritarle sus sentimientos a la guardiana del cerdito, así que tenía que frenar todas las ganas llevándose cosas a la boca.
—¡Qué bien! Imagino que de muchas tácticas… de guerra —resolvió la ex de Raidō con una idea clara de atraer al capitán hacia sí y alejarlo del evidente interés que tenía un callado Genma por la anfitriona.
—¡Claro que sí!
Un trueno cercano dio a los fusibles del edificio y apagó todas las luces de la manzana.
—¡No se inquieten! —resolvió la verdadera anfitriona de la velada. Suzume fue a ciegas a buscar unos cerillos a la cocina y encendió una vela y la puso en el centro de la mesa.
El rostro tenebroso de Yamato haciendo su mueca extraña apareció luminoso en toda esa oscuridad.
Shizune pegó un grito asustada.
Días más tarde, Raidō se encontró de frente a Yamato en una patrulla por la muralla. Las malas lenguas decían que le quiso partir la cara por el evidente interés que su ex tenía por el hombre, que tuvo que intervenir Genma para evitar un escándalo. Shizune sabía que Raidō seguramente fue igual de arisco que siempre y que nada extraordinario había pasado.
Edit: 24/11/2021
Ai dise ke dejes tu review, querid0 lect0r, ia stoi arta de fingir ke n0 me imp0rtan.
Ahora que aparecí a todes los involucrados: Yamato, Genma e Inochi, ¿quién sobrevive? Yo siento que tengo mi claro predilecto.
L0 0tr0: mi documento de mi reinado ya sobrepasó las 100 pág, parece que colapsa W0rd cuando las pasas. Perdonen los dedazos, pero ya es tarde y juro que ya leí muchas veces.
