No puedo creerlo, tengo más reviews además de mi Rag preciosa. Guest: no sé tu nombre ni quién eres, pero te amo. Cada vez que recibía un comentario tuyo me hacía querer abrir el capítulo y terminarlo, pero por alguna razón no podía:( y la cuarentena me deprimió por tres días (yo pensé que me iba teniendo escribiendo como loca, pero aparentemente ño). Hasta que Tomatita salvó el día y con sus ánimos me decidí a terminar como fuese (aunque no fue instantáneo)
Pregunta: ¿este fic le está haciendo propaganda a mi otro fic de Shizune: Madrastra? Qué bonito, he recibido varios comentarios allá tambien, aunque sea un InoichixShizune.
Así que disfruten:
La Reina de los Fracasados
Capítulo XIII: Genma y Shizune
Cuando despertó, Tonton lo miraba desde el umbral de la puerta, visiblemente molesto. Cuando el cerdito se cercioró de que hubo contacto visual, se dio media vuelta con un bufido y se adentró a los dominios de su humana morena con elegancia. Genma suspiró, se incorporó perezoso en las sábanas que no eran de su propiedad, pero que de alguna forma se sentían de mejor calidad que las de él. Shizune no estaba a su lado, repasó con una mano el lugar que habría ocupado ella solo para comprobar que su calor aún se encontraba impregnado en la fibra. No había sido hace tanto que ella se había levantado. Con una interrogante taladrándole la cabeza cual resaca, se llevó una aguja de metal a la boca, por mera costumbre. ¿Qué debía hacer en ese momento? Nunca iba a la casa de la chica de turno, siempre eran ellas las que iban por él y salían corriendo a primera hora porque solo les tenía café para desayunar.
Se puso sus pantalones del día anterior mientras merodeaba por la habitación principal de ese lugar en busca del resto de su ropa. La luz matutina que entraba por la ventana era adornada por los colores de los pétalos de las flores que había allí plantadas. La cama, los muebles, todo había sido pensado especialmente para el estilo del apartamento. No eran piezas que venían de una mueblería barata los cuales muchas veces no concodaban con las dimensiones de mierda del Complejo de Veteranos. Era bastante sabido que a ese lugar le hacían falta reparaciones estructurales, además de los detalles pequeños como la puerta de Raidō que se abría sola, o las cañerías del desagüe de su ducha que, si se llenaban de su pelo castaño, llovía dentro del apartamento del calvo y deforme rey de los fracasados, Ibiki. El apartamento de la médica, en cambio, era acogedor e invitaba a querer quedarse ahí puesto a que se notaba el amor invertido.
A Shiranui Genma le gustaba Shizune. Ella le llamó por primera vez la atención cuando jugó con su cabello de forma coqueta allá en el edificio feo y masculino, aquel acontecimiento estaba temporalmente ubicado a la mañana siguiente del momento en que el líder del clan Yamanka la había desflorado, aunque era él ajeno a esa información. Para él, la chica trabajólica hasta entonces parecía solo tener tiempo para respirar entre su turno como asistente y como médica. Habría compartido unas copas con ellos a veces cuando estaba recién llegada, pero se sentía tan incómoda de estar allí con ellos que miraba con insistencia su reloj de pulsera para irse con su mentora. Vivir entre ellos, los fracasados, en el Complejo le pareció un movimiento intrépido, hacerse amiga de Anko y Suzume algo impredecible, ser la mujer que era con él era como un bálsamo. No había sentido algo parecido por una chica desde que había estado con Inuzuka Hana.
—Genma —dijo Shizune con una sonrisa, su cabello estaba húmedo, por lo que la chica había tomado una ducha mientras él dormía—. ¿Dormiste bien?
Hana era atenta, gentil y amorosa. Podía visualizarla entrar a la habitación de la misma forma que lo hacía la morena. Genma sonrió, pero la veterinaria no era como ella. El uniformado pasó la relación recibiendo los mimos de la chica sin sentir la necesidad de hacer lo mismo por ella, por mucho que intentara hacerlo. Podría haber sido la edad de la Inuzuka, su intensidad, o su deseo exagerado de formalizar para demostrarse a sí misma y al mundo que él no era el mujeriego que todos le decían que era y que él no estaba jugando con ella. Shizune parecía no estar interesada en obtener más en un principio, por lo que con ella se sentía relajado, hasta el punto de actuar como un imbécil ocasionando que ella estuviera en los brazos de otro en poco tiempo. Además, ver a Raidō más silencioso de lo normal a causa de su ruptura con Suzume lo había hecho reflexionar.
—Sí —dijo con voz queda—. ¿Tú?
—No mucho —replicó con los hombros caídos, la verdad era que se había quedado mirándolo mientras dormía. Era precioso, pensaba mientras se mordía una uña en la oscuridad, casi se sentía culpable de haberlo llevado hasta su habitación luego de la cena y además haberle sacado su pantalón. Quizás había sufrido un retroceso al acostarse con Shiranui Genma, cuando ella solo quería avanzar a nuevas experiencias y relaciones sanas—. Mucho trabajo, supongo.
—Podemos tomarnos unas vacaciones —dijo el hombre perfecto. Ella soltó una risa tonta, como era usual, mientras asentía dudosa y retrocedía dos pasos, sorprendida de que él aún no olvidara esa proposición. No iba a retroceder más en la vida, así que, con determinación, se volteó y tomó del suelo el chaleco táctico de Genma y se lo arrojó.
—Ven, el desayuno se enfría.
Genma acató, poniéndose el chaleco y siguiéndola hasta la cocina donde Tonton comía su ración balanceada de frutas y Suzume leía el periódico con un té de frutos rojos. La mujer no llevaba sus anteojos oscuros aún, ellos estaban reposando en la mesa junto a su tazón de avena caliente. Si antes temía de lo que pensaba ella con sus anteojos puestos y sus aires misteriosos, ahora sentía sobre él todos sus pensamientos impresos en sus pupilas claras y de distinto color. Recordaba que a Raidō le gustaba la heterocromía que tenía la mujer: un ojo de Suzume era azul, y el otro era verde. Sin embargo, ella jamás se sintió cómoda con tener esos ojos, por lo que los ocultaba en todo momento. Genma nunca la había visto así, seguramente la mujer se sentía demasiado bien a un lado de Shizune..., y ese último pensamiento hizo sonreír al hombre dañado.
—Se ve que necesitas un café —dijo Suzume—. Ten.
—Gracias.
—¿Irás a patrullar? —volvió a preguntar la maestra.
Genma supo que ella quería saber de Raidō.
—Sí —dijo y tomó asiento junto a Shizune. Ella sonrió incómoda mientras comía avena, al igual que su amiga. Genma notó que la morena estaba tratando de hacer su distancia más grande, porque se levantó con la boca llena para rellenar otro tazón y dárselo, para luego seguir comiendo a un lado de Suzume—. ¿Y ustedes?
—Las clases en la Academia comenzarán la próxima semana, por lo que no hay mucho que hacer. Finalmente convencí a Shizune para que me acompañe durante el día. No puede pasar ni un solo día sin trabajar en el Hospital.
La morena se encogió de hombros.
—Eres muy trabajólica —resolvió Genma y por primera vez Suzume estuvo de acuerdo con él.
—Necesito trabajar —resopló intranquila.
La conversación terminó ahí. Ni Genma ni Suzume quisieron indagar de lo que Shizune estaba huyendo al ocuparse de muchas cosas a la vez. Finalmente, la maestra se levantó de la mesa para ir al fregadero a limpiar todo lo que había usado, además del cuenco de Tonton. Shizune tomó asiento donde la maestra ya no estaba y hojeó el periódico sin muchas ganas, la avena ya se había enfriado y ya no le parecía apetecible, por lo que dejó que se transformara en un bloque de cemento. Genma se dedicó a observarla, hiperactiva e intranquila; a él le venían bien las maniobras de evasión luego de años de entrenamiento, la morena recién estaba aprendiendo. Suspiró y se levantó de su asiento para retirarse.
—Tengo que irme.
—¿Tan pronto? —dijo Suzume dando por finalizado su trabajo en el fregadero, ella estaba adiestrada en la cortesía. No así Shizune, quien solo adornó su rostro con una mueca extraña de impaciencia. Genma recordó cuando Shizune lo miraba sin comprender nada allá en la taberna, cuando sin pensarlo mucho empezó a distanciarse de ella por temor a que se pusiera a exigir más, y Raidō sintió la responsabilidad de atajarla en la fila del baño y llevársela. No hablaron después del incidente con el capitán quemado, pero sabía que él no aprobaba mucho lo que le estaba haciendo a la morena. En este momento, la ex del quemado estaba cumpliendo el papel de aplacadora—. Espero verte pronto.
Lo acompañó hasta la puerta y cerró apenas él se perdió en los pasillos del edificio.
—Quiere volver contigo.
—¡Ya sé!
—No sé qué intenciones tiene ahora —añadió la maestra con heterocromía.
—¡No sé!
—¿Crees que ahora sí quiera tener una relación contigo?
—No… —pero en su voz delataba la duda en la que se ahogaba—. ¿Qué hago?
—No sé —resolvió la maestra—. ¿Vamos al mercado? Nos estamos quedando sin té.
—¿Debería salir con Yamato o Inoichi? —preguntó Shizune mientras inundaba el cuenco con la avena en agua bajo el grifo. Acto seguido, se fue a lavar los dientes, pero siguió hablando con eco desde el baño. Suzume la siguió—. Sé que quieres que me quede con uno de ellos dos.
—También nos hará falta pasta dental…—comentó la maestra, sacando la barra del dentífrico de su lugar y examinándola con su ojo clínico—, y lo que sea que hagas con él, está bien.
Tonton ladeó la cabeza al igual que su humana. Suzume no estaba actuando como Suzume.
—¿Qué pasa? —preguntó la morena con la boca llena de espuma sabor a menta.
—Nada, ¿por qué? —se cepilló los dientes frente al espejo.
—Esperaba que me dijeras que lo dejara —resolvió la médica luego de escupir—: Él no es para ti, por ejemplo. O quizás un: no cambió, lo terminarás odiando como todas sus conquistas.
—¿Aah si? Pero parece que no lo odias. Ya no lo hiciste. ¿Y quién sabe? Quizás sí es para ti.
Shizune entornó los ojos y la miró largamente a través de su reflejo en el espejo. Había algo que le estaba ocultando y lo iría a descubrir. Si pudo sacarle la verdad a Tsunade de su débil novio chunin, podría sacarle la verdad a su amiga maestra y su extraño y permisible actuar. La mujer se secó la boca con una toalla especial que tenía en el baño y buscó su labial rojo para terminar su preparación, ajena al análisis exhaustivo que llevaba a cabo su amiga. Se había puesto un perfume delicado, distinto al que normalmente usaba, no llevaba anteojos y sus rizos estaban más definidos que de costumbre.
—¿Qué?
—¿Qué pasó esta noche?
—¿Por qué?
—Cuando todos se fueron, yo me quedé con Genma en mi habitación. ¿Saliste a algún lado?
—Claro que no.
—¿Qué pasó entonces?
—Shizune, estás siendo paranoica —le dijo la maestra.
La morena no estaba convencida, hasta el día anterior la mujer decía que aún le dolía su ruptura con Raidō, por lo que esta actitud renovada no calzaba con una recuperación sentimental gradual. Algo tuvo que actuar como un catalizador durante la noche para que ella tuviera una actitud relajada y permisiva.
Salieron del apartamento a paso apresurado, más que nada porque la morena estaba como una leona observando a su presa antes de atacarla, mientras Tonton sería la hiena que miraba a la distancia para rematar con su mirada severa. Suzume sintió la necesidad de llegar al mercado cuanto antes para que la atención de la medica fuera directo a las frutas y verduras preferidas de Tonton, pero Shizune era una persona muy difícil de persuadir.
Frente a un puesto de especias, la maestra se detuvo.
—¡Leí el libro! —resolvió exasperada—, había leído un poco durante la tarde, pero lo acabé durante la noche.
—¿Cuál libro?
—Tu libro…, el que estaba oculto bajo de la frutera —resolvió con un poco de rubor en las mejillas—. Creo que entendí muchas cosas después de leerlo.
Shizune no entendió. No se había dado cuenta que, apenas cerró la puerta de su habitación con el hombre perfecto adentro, Suzume abría el libro prohibido con extrema cautela. Tonton dormía plácidamente bajo de las cobijas de su madre subrogante y la risa masculina apagada por los muros que los rodeaban hizo que el cerdito refunfuñara a través de la tela. Suzume repasó una línea con uno de sus dedos con perfecta manicura, era como si leyera la historia de cómo fue que besó a Raidō por primera vez cuando eran solo unos niños recién graduados. Él solía compararla con un pequeño pájaro, abrigarla si hacía frío o rescatarla de todo peligro, aun si este fuera por parte de los gérmenes que ella decía que existían. Frunció la boca al darse cuenta de que la luz de la mañana se colaba por la ventana y que la perfecta relación, llena de amor, romance y sexo, habría sido una buena versión de lo que a ella le hubiese gustado vivir con el hombre de la quemadura de no haberse apagado su llama.
—¿Como cuáles? —la pregunta de su amiga la devolvió al presente.
—Yo quiero… —empezó la mujer—, quiero romance. Los exámenes confirmaron que seguiré fértil por mucho tiempo por lo que puedo esperar. Además, quiero sentirme bonita, deseada, querida. Lo que tienes con Genma, creo. Aún no lo sé.
Shizune se permitió sonreír, pero lo hizo tímidamente. No quería perder la cabeza una vez más por él. No quería ser Inuzuka Hana, prendada de él hasta el día de hoy con resentimiento salvaje; ni tampoco quería ser como Suzume, prendada hasta hace muy poco de una idea que poco se asemejaba a la realidad que tenía con Raidō. Observó a la maestra, con sus rizos frescos y su mirada descubierta, detalles que la hacían perder severidad en su rostro y que relajan su arruga entre las cejas. Se veía renovada y ella quería sentirse de igual forma. Debía dejar de recaer en las redes de Genma.
—Me alegro —resolvió Shizune.
—Ahora —dijo la maestra—. ¿Qué es lo que quieres tú?
—Solo que me quieran bien —dijo la morena con los hombros caídos, Tonton la animó apoyando su nariz helada en sus pantorrillas, Suzume lo hizo con una mano sobre su hombro deprimido.
—Yo te quiero, pero entiendo a lo que te refieres —dijo ella mirando las bolsas de especias que se extendían ante ellas. Decidió tomar un poco de pimienta entera y un poco de curry. El encargado le extendió las bolsas de papel y las puso en su canasto—. Es lo que quería sentir con Rai.
—Suzume… —replicó preocupada.
—Te diré algo: si Inoichi te incomoda por sus habilidades, no es buen partido para ti. Tienes que sentirte cómoda con él. Por lo que vi anoche, Yamato también te provoca un poco de temor. Así que nos queda Genma…
—Él puede dejarme de un momento a otro.
—Pero me parece que es la mejor opción, a menos que resuelvas tus asuntos con los otros dos… O simplemente encuentres a otro mejor.
Suzume de la noche a la mañana se había convertido en una trascendida del amor como Asuma y Kurenai.
Quizás sí debía leer el libro de Yamato, aunque muriera de vergüenza desde el párrafo número uno. Se animó a sí misma, compraría dangos para llevarse al apartamento y esa misma noche leería el bendito libro de la discordia para ser otra trascendida del amor, evitaría a absolutamente a todos los humanos del sexo apuesto con la aprobación violenta y feliz de Tonton a su lado, quien corrió en círculos a su alrededor. Nada podía salir mal, nada…, excepto que Suzume se tropezó con el cerdito y, para no pisarlo, perdió el pie. Shizune vio en cámara lenta cómo la mujer de preciosos rizos oscuros y ojos de distinto color iba precipitándose al suelo mientras que su canasto voló por el cielo. Tonton cerró los ojos, pero no oyó el sonido de la mujer estrellándose en el suelo. ¿Su humana la había atajado? No, ella había sujetado el canasto con especias.
El cerdito celestino vio con hastío cómo las había hecho de cupido. Perdía a madres subrogantes con facilidad.
Suzume reposaba en los brazos de un hombre con cara de pocos amigos, por la expresión en su rostro sonrojado, ella no lo conocía y no llegaba a entender lo que había pasado aún. Un transeúnte casual la había tomado cual princesa y asegurado mientras él se inclinaba y veía directo a sus ojos de distinto color. Pasados unos instantes eternos, se enderesó y la ayudó a ponerse de pie.
—¿Suzume? —empezó lloriqueando su amiga, temía la excesiva seriedad de su salvador. Piel morena, fornido, con cara seria, era exactamente el tipo de hombre que la maestra elegía, al parecer—. ¿Estás bien?
—Sí… —resolvió la mujer—. Gracias, ¿señor…?
—Baki de la Arena, señora —dijo sin emociones el hombre extranjero. Un consejero extranjero, recordó Shizune, trabaja directamente para el poder y tiene la mitad de la cara cubierta. ¿Es que Suzume tenía una predilección con las deformidades del rostro? No, esto solo era una coincidencia—. ¿Todo bien?
—Sí, solo fue una torpeza mía.
El hombre se detuvo a contemplar sus iris de distinto color con su único ojo visible, la intensidad de la mirada hizo que la maestra buscara entre sus cosas sus gafas oscuras para así ocultarse detrás de ellos. Sacó sus gafas de su bolsillo y él gentil, pero rotundamente cubrió sus manos con las grandes de él. Los hombres de la Arena se caracterizaban por ser toscos y fuertes de carácter.
—No te atrevas —dijo bruscamente el hombre—, sería una lástima hacer eso.
Hizo una pequeña reverencia y desapareció entre la gente con el que sería su estudiante, Kankuro, quien observó la escena con una sonrisa maliciosa. Suzume quedó de una pieza y su amiga se le acercó con el canasto. Ambas vieron hacia la dirección que el hombre del desierto había tomado para alejarse. La maestra tiró las gafas dentro del canasto con las especias esparcidas por doquier y suspiró. Shizune se sumó exhalando aire. Tonton se sentó a un lado de ellas con las orejas caías, puesto a que todo había sido su culpa.
—Me parece una buena dosis de romance para empezar —comentó Shizune.
—No digas eso, Shizune —replicó Suzume, pero no podía parar de sonreír. Su corazón seguía latiendo por el susto del imprevisto, no por el hombre que ocultaba su deformidad, se convencía a sí misma.
Caminaron en silencio por el mercado. Shizune compró unas verduras de hoja verde y unas cuantas frutas, por su parte la maestra se detuvo un buen rato en el puesto de té. La morena sabía que iría a tomarse su tiempo allí por lo que decidió merodear cerca. Tres pasos más allá se encontraron con la peor pesadilla de Tonton.
—¡Señorita Shizune! —«Oh, no», pensó Shizune—. Estuve pensando en usted esta mañana, ¿le hablé de mi estofado de cerdo?
Tonton estuvo a punto de cargar para morderle los tobillos a esa Akimichi entrometida, pero su humana lo atajó en el acto y lo abrazó fuertemente contra su pecho como si quisiera protegerlo de la señora. El cerdito optó por gruñir a lo que la morena le cubrió el hocico con una mano para evitar que le mordisqueara la tela del precioso top que llevaba la señora ese día. Llevaba una gran bolsa al hombro repleta de verduras de todo tipo para seguramente consentir a su familia de glotones con ese famoso estofado, cena a la que Shizune no iría jamás. Tonton aprobó ese pensamiento y se tranquilizó.
—No, claro que no —respondió Shizune—. Gran día para venir de compras, ¿no?
—El mejor día de la semana, la verdad. Los productos vienen frescos desde los campos de plantación.
—No lo sabía —dijo la morena para evitarla—. ¿Cómo está su esposo?
—¡De maravillas! ¿Sabe que hoy habrá una cena en mi casa? Estará Inoichi, ¡está más que invitada!
—No puedo hoy, lo siento.
—¿Quizás la próxima semana?
—¡Podría ser! —le hizo un gesto de despedida y salió corriendo de allí. Tonton lloriqueó incómodo en sus brazos, aliviado de no estar en el radar de esa espantosa señora, Shizune le acarició la cabeza para consolarlo—. Buscaremos a Suzume y saldremos de aquí.
Tonton estuvo de acuerdo.
El mundo exterior era aterrador, por eso era mejor trabajar de noche a noche.
Anko estaba en los calabozos oscuros y tenebrosos de la villa, eran tan espantoso el ambiente, tan húmedo y sofocante, que hacía pensar que para ella vivir en el horrendo Complejo de Fracasados era como un paraje idílico. Ella estaba sentada en la recepción mientras hojeaba una revista y coloreaba con un lápiz rojo todas las caras que allí se mostraban, tan ensimismada estaba en su trabajo de modificar a las personas de la revista que los dos hombres pensaron que ella no había notado su presencia. Anko coloreó con tal fuerza que su lápiz atravesó el papel en el momento que sus pupilas se posaron en ellos dos frente a la recepción. Ella bufó divertida, tiró el lápiz hacia atrás y puso sus pies groseramente sobre el escritorio.
—Genma, Raidō. No esperaba verlos hoy —dijo ella.
—El informe —replicó Raidō, dejándolo sobre el escritorio, a un lado de sus piernas. Él no era fácilmente perturbable, lo cual se le hacía bastante extraño puesto a que había estado con la amargada por bastante tiempo y ella no podía decir muchas palabras por el escándalo que le provocaba. No lo entendía, por lo que alargó la vista para verlo en detalle, y como eso no fue suficiente, se levantó para hacer casi nula su distancia a través del escritorio. Su rostro llevaba esas quemaduras viejas, seguramente su amiga Shizune habría hecho un mejor trabajo plástico por su apariencia. Raidō se sobresaltó, Anko se sonrió. Probablemente Suzume lo vio tan roto por dentro que quiso salvarlo con su amor. Qué penosa actitud de psicóloga. La próxima vez que la viera le diría que ningún hombre cambiaría solo con amor—. ¿Qué te ocurre?
—Nada —dijo con una sonrisa que rozaba en lo psicótico, era la digna ex de Ibiki por lo aterradora que podía llegar a ser—. Genma, dime, ¿mi amiguita Shizune te trató bien anoche?
El hombre se sobresaltó, no quería revelar mucha información puesto a que no le había dicho a Raidō que había asistido a una cena y posteriormente había desayunado con su ex. El silencio prolongado hizo que la chica perdiera interés en él y volviera a su primera víctima. Le sonrió a Raidō y mordisqueo el aire como si lo amenazara coquetamente. Sí, lo mordería de no ser porque Iruka iría a cocinar la cena esa noche. El maestro era tan atento y tierno con ella que ahora estaba durmiendo temprano y alimentándose bien, él hacía cosas que jamás habría pensado de un aburrido y débil maestro de Academia. Lo malo de ese descubrimiento era que ahora se sentía curiosa de todos. Si bien Ibiki era completamente predecible, Iruka era más apasionado de lo que aparentaba. ¿Cómo sería el serio y cuadrado de Namiashi Raidō? Imaginó que podría llegar a ser más tierno y agradecido aún que Iruka.
Genma pareció leerle los pensamientos.
—Ya déjalo, no querrás que Iruka se entere, ¿no?
—¿Iruka? —estaba lista para morderlo en la yugular con sus serpientes.
—¿No estás saliendo con él? —el hombre se hizo el desentendido—. No la cargues con Shizune, ella no me dijo nada. Solo es una suposición por lo que vi ayer.
—¿Quieres perder tu trabajo? —amenazó, luego suspiró y se volvió a sentar en la recepción. Volvió a tomar la revista y, esta vez con un lápiz negro, empezó a decapitar a la gente con fuertes trazos que traspasaban el papel. La indiferencia de la mujer hizo que los hombres se miraran y decidieran con gestos silenciosos que era mejor irse de allí—. Oye, Raidō.
—¿Si?
—Tengo información que podría hacerte útil —dijo con los ojos anclados en la revista.
Genma negó casi imperceptiblemente con la cabeza.
—Dime —respondió y su amigo bufó molesto.
—Parece ser que a Suzume le gusta Yamato… —dijo ella a lo que Raidō no lo creyó posible, conocía a Suzume más que a sí mismo en muchos aspectos. Ambos sabían que Yamato iba por Shizune y durante algunos almuerzos en el centro de la ciudad conversaron de ellos dos, la apreciación de la maestra con respecto a ellos era positiva, y sinceramente esperaba que a Shizune no le molestara ser mayor por cinco años, puesto a que ella no podría, según sus palabras. Le hizo un gesto a Genma para salir de allí, pero Anko volvió a aclarar la garganta—. Y cuídala de Baki de la Arena.
—¿Baki? —se preguntó Genma.
—El mismo —resolvió Anko con una sonrisa—. Mis fuentes me dicen que la besó en la calle. Ya saben, hombres del desierto, qué asco. No conocen los límites, ¿hiciste una estadía allá Genma? Quién sabe, quizás allá empezaste a salir con Hana. Espero que no decidas llevar de vacaciones a mi amiguita allá.
Genma puso los ojos en blanco.
—Cuídate, Anko —resopló el hombre perfecto y se caminó hasta la salida, pero pronto notó que estaba caminando solo—. ¿Raidō?
—Ya voy.
Caminaron en silencio por los pasillos oscuros y subterráneos hacia la salida. Allá afuera, el sol empezaba a evaporar toda el agua que había caído el día anterior. Genma suspiró sonoramente y miró a su eterno amigo. Lo había conocido de niño, se había graduado junto a él y lo había acompañado en la recuperación del accidente que lo dejó quemado y un poco sordo de un lado, por lo que no era difícil para él saber qué era lo que le estaba molestando. Seguro se decía a sí mismo que Suzume era libre de hacer y besar a quién quisiera, ya que en ese momento solo estaría recriminándose de por qué esa información le estaba afectando tanto.
—Ven, amigo —dijo Genma, pasando un brazo por sus hombros y animándolo a caminar más rápido y más entusiasta—, vamos a una taberna. Seguro hay alguna chica que quiera sentarse en tu cara.
Ninguno de los dos notó que Yamato los saludó.
Edit: 25/11/2021
Mi principal problema con Genma fue escribirlo de manera en que pudiese creerle. Me es difícil confiar en un mujeriego jaja, así que espero que el peso del karma le caiga duro para que pueda depurarse y así recién podría optar a una relación con mi preciosa Shizune.
Tuve que llamar a otros personajes para hacer la escritura más divertida para mí. AMÉ TRAER A BAKI y amo mucho a Suzume..., creo que mi *otro* problema con este fic es que es de mucha personajes muy terciarios. ¿Qué mejor que aparecer muchos terciarios para hacer la trama más entretenida? De todas formas me gustaría escribir de personajes más secundarios y esas cosas para tener más lectores, pero soy floja y se me pasa.
Encuesta random que nadie pidió: ¿qué personajes terciarios y abandonados sería bonito traer a la historia? Le estoy buscando otro interés romántico a todos jajaja y lo malo de ser personaje terciario es que los olvidamos muy fácil.
*Para Rag: ¿sabes a qué escena de una de nuestras películas favoritas se le parece esta última qué escribí? Dímelo plox. Según yo se le parece bastante. Anko es muy loca.
Lady Syb espera que se queden en casa leyéndome.
ia st0i arta de t0r0 ste ensierr0, aci ke deja un c0mentari0.
