weno, he de decir que me costó mucho este cap. Estuve dos días escribiendo solo diálogos, intentando averiguar para dónde iba la cosa y unos cuantos días más para entenderlo. Después me hice una super playlist y me resultó algo muy genial en solo una noche, pero me faltó el broche final... el cual demoró en llegar. Y ya, tengo que publicar este cap para mis fans y poder enfocarme en lo que de verdad me pone el pan sobre la mesa. No necesito el flagelo de la distracción fickera, por mucho que me encante.
Playlist sugerido: Indolence (Carlo Savina) para los momentos con Suzume, Psycho (The Grits) para Anko y Shizune, y Breathalyzer (EMA) para momentos sexys, son algunas de las canciones que me ayudaron escribir.
La Reina de los Fracasados
Capítulo XV: Inoichi y Shizune
Suzume se dejó guiar por su acompañante por la aldea, aun si él era el extranjero. Era bien sabido que para su comodidad, aunque él hiciera el ridículo, ella debía alentarlo a guiarla y cuidar su orgullo. Con pasos cortos y suaves, lo siguió, si mantenía una postura dócil y calma, conseguiría que él… Suzume no podía creer que finalmente estaba poniendo en práctica todo lo que había enseñando por años, con Raidō nunca se había mostrado tan juiciosa y sumisa, ya que nunca hubo necesidad. Se podría decir que con el capitán quemado era ella misma. ¿Qué significaba eso? Ni ella sabía. Las máscaras que ella enseñaba a ponerse en clases eran precisamente eso, máscaras. Ella podría ser una con Raidō y otra completamente distinta con Baki. Una versión más segura de sí misma quizás, una que prefería una Casa de Té para el entretenimiento masculino que la Casa de Muñecas para satisfacer sus propios placeres culinarios.
Se sonrió y sus ojos desiguales buscaron al único ojo visible del hombre del desierto, fingió más vergüenza de la que de verdad sintió para llamar su atención. Baki sonrió complacido ante la reacción de la mujer, por lo que se detuvo y Suzume fingió más sorpresa de lo que realmente sintió.
—¿Qué sucede, señor Baki?
—Le dije que solo me llamara Baki —sonrió galante—. Señorita Suzume.
—Oh —replicó fingiendo más vergüenza—. ¿Cómo podría hacerlo si no deja de llamarme señorita?
—Es distinto. —Suzume confirmó que lo más adecuado era guiarlo a la Casa de Té—. Eres una mujer elegante que merece respeto.
—Suena como si hubiese varios tipos de mujer.
—Debe haberlos —se dijo—. No sé cuáles son, pero sé que no puedo faltarle el respeto siendo vulgar.
—Oh —fingió sorpresa, el tipo no tenía tacto y era seguro que no había estado con muchas mujeres en su vida. Fingió un gemido quejumbroso, activando la preocupación de la tosca versión desértica de Raidō—. Me duelen mis tobillos, perdóneme.
—No hay nada que perdonar —dijo él, estrechándola contra de él—. Perdóneme a mí, señorita: fui yo quien la instó a caminar.
—Conozco una Casa del Té por aquí, podríamos ir para allá si gusta.
—Claro que sí.
Suzume iba caminando apoyada y guiada por él, puesto a que aparentemente sus tobillos estaban demasiado débiles para pensar claramente. Daba indicaciones vagas para hacerle sentir a él que tenía todavía el control de la velada, aunque todas las ideas las planteara ella, si ella lo leía bien: él era lo suficientemente orgulloso como para no proponer una segunda cita sentía un poco de fracaso junto a ella. No había nada mejor que subirle el ánimo. Suzume se permitió reír, reprimiendo unas carcajadas tapándose la boca con una manga, cuando sintió que había callado lo suficiente como para generar expectativa.
—Qué tonta —se dijo—, otra vez me he equivocado de calle.
Baki la reconfortó cubriendo su mano con la de él. La maestra tuvo la sensación de que lo estaba logrando.
—Por aquí debe ser —lo oyó decir.
—La verdad no lo recuerdo —resolvió apenada, se permitió un poco de teatro en sus palabras—. ¡He venido varias veces! No sé qué debo tener en la cabeza.
—Cosas más importantes, por supuesto.
La Casa del Té apareció ante ellos: alta, ruidosa y luminosa. Hombres de todo tipo de rango iría a ese lugar para sentir que tenía una oportunidad con las chicas allá. Chicas que estaban practicando para convertirse en espías entrenadas en el arte de la seducción, chicas que trabajan con la seducción, chicas que solo amaban el halago masculino. Todas las noches había un ambiente distinto, pero casi siempre eran los mismos clientes. Suzume se había entrenado allí sus primeros años, luego ayudó a entrenar a otras chicas, pero jamás salió de misión. Jamás jugó al papel por el que entrenó toda su vida.
Ante las escaleras del idílico lugar, sintió la necesidad de aferrarse más fuerte del brazo del hombre del desierto.
—¿Pasa algo?
—No, nada —dijo conciliadora, a veces la verdad era la mejor distracción—. Hace tiempo no venía, la verdad. Me da nostalgia venir aquí, puesto a que no quisieron que saliera de misión por mis ojos, decían que eran demasiado llamativos. ¡Oh! Pero no quiero arruinarle la velada, perdóneme.
—Señorita Suzume —le dijo él—. En la Arena jamás habríamos desperdiciado esos ojos.
Suzume reprimió una sonrisa genuina. Baki podía ser tosco, sin experiencia con las mujeres, brusco, y definitivamente no muy bonito de mirar, pero había algo en él que le recordaba a Raidō, y eso le gustaba. Miró hacia abajo, coqueteando, algo que le habían enseñado ahí mismo, a lo que el hombre del desierto la tomó del mentón con una mano y la instó a mirarlo. Era exactamente lo que ella quería que él hiciera. No podía creer lo que estaba pasando. Sintió su corazón en la garganta, tenía que seguir con el segundo paso. Sonrió avergonzada y se apresuró a subir las escaleras, así él la buscaría con más insistencia. Estaba por entrar al edificio cuando oyó la peor de sus pesadillas: la risa cantarina de Yamanaka Ino. Debía ser su noche de práctica en la Casa del Té. Bien sabía que la chica era escoltada algunas noches por semana por Raidō. Suzume apretó cada neurona que tenía dentro para intentar recordar los días, pero solo recordó que la noche en que espió los horarios de las chicas de la rama de Seducción y Espionaje, había vertido vino en su taza de té de jazmín a medio tomar y el resultado no le pareció del todo mal.
—¡Señor Baki! —llamó con una voz un poco más cantarina y aguda para que Ino no la detectara de la misma forma que ella lo había hecho. Suzume nunca usaba ese tono—. Venga, rápido, estoy tan emocionada de volver.
—¿Y sus tobillos?
—¿Va a pasarse toda la velada hablando de mis tobillos o vamos a disfrutar un poco?
Suzume pidió un salón bastante retirado en la Casa del Té y cerró las puertas asegurándose de que no había conocidos, les pidió a las chicas encargadas de las provisiones lo básico y se sentó frente al hombre más nerviosa de lo común, ¿y qué si Raidō la había visto? Él seguro moriría solo junto a Genma y Shizune, lo cual le causaba problemas porque ella misma quería morir junto a la morena y el cerdito. Parecía que no podría exorcizarse jamás del buen Raidō. Era tan bueno que le dolía, pero parecía que no eran tan para cual como ella habría pensado toda su vida. Cada vez que iba a entrenarse en esa Casa del Té, se había sentido infiel y miserable. Alguna vez habría tomado el lugar de Ino y mientras les servía licor a hombres extraños, quería salir y servirle a Raidō, pero él era su escolta y, además de sus ojos, lo que la hacía incompatible con el trabajo.
—¿Señorita Suzume? —la llamó Baki.
—Perdóneme, es solo la nostalgia —respondió ella. Tomó la bandeja que una de las chicas había dejado silenciosamente y la llevó al centro de la habitación, donde estaba él—. Espero no envenenar el ambiente con mi añoranza a tiempos pasados.
—Está bien, el solo hecho de estar aquí frente sus ojos es suficiente.
Suzume sonrió complacida, podría parecerse a Raidō, pero sin duda el extranjero era mucho más directo en sus intenciones que su amor de infancia. Baki se tomó la libertad de acariciar su mejilla tierna y suavemente con sus dedos tostados por el sol del desierto mientras ella se dedicaba a servir en su copa un poco de licor. Suspiró, apretó las piernas entre sí, sintiendo que iría a botar el vaso si seguía distrayéndola así. El torrente de emociones se cortó cuando se escuchó un gran estruendo dentro de la Casa del Té y alertó a todos dentro, incluyendo a Baki.
—No salga, por favor —pidió ella—. Peleas dentro de este lugar son recurrentes debido al nivel de alcohol y hormonas.
—No me parece que sea una simple pelea.
—¡No puedes salir! —insistió Suzume, perdiendo la máscara que había estado cultivando con él—. Por favor, hazme caso.
—¿Por qué?
Porque si era un problema importante, Raidō estaría allí y los vería.
—Eres de la Arena, no puedes verte involucrado en un escándalo. No otra vez.
Baki la miró de hito a hito y comprendió que la mujer sabía más de lo que parecía. No le pareció peligrosa, incluso le pareció confiable por el acertado reparo que le había dado, como si estuviera cuidándolo. Suzume pareció entenderlo y se sonrió, ocultando que por dentro sintió que lo perdía a causa de su poca experiencia en la práctica. Baki la tomó del mentón lo había hecho frente a las escaleras del edificio, determinado a que esta vez sí la besaría. El alboroto allá dentro de la Casa del Té seguía, parecía que dos facciones estaban peleando, se oían lejos de todas formas. Había alguna que otra chica de servicio que corría por los pasillos colindantes para buscar refugio, pero de todas formas no se oía de proporciones exageradas.
Y allí, Suzume dio el primer beso que marcaba una nueva etapa.
Anko se vio al espejo, la nariz le había dejado de sangrar gracias a los cuidados de su mejor amiga médica, pero seguía ahí el rojo. Hizo correr el agua del grifo y con una toalla de papel mojada bajo el chorro, se empezó a quitar la sangre que estaba coagulada y seca bajo su nariz y mentón, lo cual la hacía ver bastante grotesca. Shizune hizo lo mismo en el lavabo adyacente con el corte que tenía sobre la frente, pero, a diferencia de la otra mujer, la morena negaba repetidamente con la cabeza en un gesto que parecía decir que la sangre seca en la raíz de su cabello solo saldría con una ducha.
—¡Anímate! —dijo Anko—, estuviste espectacular.
—¿Tú crees? —resolvió Shizune, tímida, le costaba creer que tanto tiempo recluida en cargos de asistencia, turnos de Hospital y Morgue, además de estar permanentemente enseñando en la Academia, no le hubiese dañado en demasía sus reflejos de combate.
Recordó que se decía insistentemente que no debía pelear, ya que era un combate cuerpo a cuerpo dentro de ese elegante lugar y ella, como médica, tenía que limitarse a mantener la distancia y cuidarle la espalda a Anko. También recordaba claramente que había visto cómo la psicópata ex-novia de Ibiki golpeaba a uno de los sospechosos repetidamente, estrellándole la cabeza sobre una mesa elegante varias veces hasta astillarla. Solo fue cuando otro tipo fue a romperle una silla en la espalda a la mujer que Shizune finalmente reaccionó, lanzando una nube de gas venenoso, a sabiendas de que la mujer era inmune a un gran espectro de venenos gracias a sus serpientes y a su maestro de antaño. Anko aprovechó la nube morada para salir con una sonrisa y atacar al siguiente que se cruzara en su camino.
—Sí, me alegra haberte traído esta noche —le dijo con cariño.
A Shizune le costaba creer que, con ese mismo afecto, la había amenazado con lanzarla de las escaleras para hacerla abortar, y le había cortado el vestido en pedazos en un baño asqueroso solo porque supo que a Yamato le gustaba esa parte del cuerpo femenino; porque así era Anko, demostraba cariño de las formas más extrañas posibles.
Anko era definitivamente multifacética.
La puerta del baño se abrió de pronto y vieron reflejada a la maestra amargada en el espejo, como la llamaba Anko. Shizune contuvo la respiración, pero la otra mujer se echó a reír. Lo que la jefa ANBU no sabía era que Suzume amaba ese lugar por lo que representaba para ella, cosa que Shizune sabía muy bien.
—Explíquenme qué sucedió aquí. Ahora.
—¡Estábamos en una redada! Perdona el desastre, espero no haber destruido tu cita con Baki, pero Inteligencia me mandó a llamar hablando de unos tipos infiltrados. Tú sabes cómo es la política en las Casas del Té, especialmente en una tan importante como esta, ¿aquí fue dónde te entrenaste? En fin, tú sabes que los hombres no pueden pelear en estos lugares. Lo destrozan todo a su paso y pueden ser confundidos clientes. No sé cómo lo harán en las Casas del Té mixtas. ¿Tú sabes? ¿No? Shizune, es algo que tenemos que preguntar la próxima vez.
—Anko, por favor deja de hablar —reprendió la maestra—. ¿Destrozaron algo?
—Claro que no. Bueno, uno que otro salón tendrá que repararse, pero nada grave.
—¿Uno que otro salón?
—¡Oye! Agradece que no fue un pilar estructural —resolvió molesta—. ¡Shizune! Cuéntale cómo dejaste inconsciente a ese tipo… Fue muy gracioso.
—Anko…
—¡Esta bien! Lo contaré yo: primero le cortó las piernas y los brazos y luego lo golpeó en la cabeza con su mano. La técnica del bisturí, tú sabes, lo que usan los médicos —explicó la mujer emocionada.
Shizune sabía que estaba exagerando en los detalles, pero no iría a corregirla. No había caso, pero igualmente se sentía honrada que algo que ella había hecho le pareciera tan espectacular. Y no, no le había cortado las extremidades a nadie. Luego de lanzar la nube venenosa, había revelado su identidad y atraído a uno que otro tipo que estaba dispuesto lastimarla. Como médica no quería golpearlo tan salvajemente como lo estaba su compañera, por lo que recurrió a la técnica del bisturí para dejar inhabilitados sus brazos sin lastimarlo en demasía luego de esquivarlo varias veces. No quería pelear, pero el tipo no se rendía tan fácil y estaba dispuesto a usar las piernas para patearla si fuese necesario, por lo tuvo que inhabilitarle las piernas también en un movimiento burdo y con el que casi le pedía perdón en el proceso. El hombre siguió parado al estar apoyado en una pared, con el cuello hacia abajo dormido en su totalidad, la golpeó con la cabeza en la suya, abriéndole el corte en su cuero cabelludo. Fue ahí que Shizune perdió la paciencia y lo golpeó con la palma de la mano, haciéndolo dormir por completo a causa del bisturí.
Luego de eso, Shizune golpeó a otros tres tipos con la misma técnica.
—¿Suzume, estás bien? —preguntó la médica, aprovechando un momento de silencio porque Anko estaba riéndose sola a causa de su historia.
—Creo que sí.
—Raidō ya arrestó a los culpables —dijo Kurenai entrando al baño con su chaqueta táctica verde puesta, seguramente era la autoridad designada de la noche para leerle los derechos a los infiltrados. Bueno, revelarles su crudo final a manos de Ibiki e Inoichi—. Aoba se los llevará al Cuartel de Tortura y Espionaje.
—¿Raidō está aquí? —dijo Suzume. Era verdad, ese día le tocaba escoltar a Yamanaka Ino, por alguna razón sintió el sabor del vino con el jazmín en la boca—. Creo que se me hace tarde, me iré —fingió una sonrisa cálida—, nos vemos en el apartamento, Shizune. Adiós.
Las probabilidades de que la hubiese visto en una cita eran altísimas, pero sería algo que probablemente se llevaría a la tumba y ni Genma lo sabría. Raidō era del tipo de persona que no compartía nada íntimo, ni siquiera había sido tan abierto con ella en años de relación cercana. Por lo que, si le dolió verla ahí con otro, era un misterio. Aun así, sabía que significaba un problema más importante para ella que para él. Sacaría a Baki por la puerta de atrás, evitaría aún más exposición.
—Pobrecita —dijo Kurenai, apenas la maestra desapareció de vista—, debe ser difícil para ella ver a Raidō.
—Ella sale con Baki ahora, no te preocupes —respondió Anko—. ¿Vamos a celebrar luego a la taberna? Yo invito.
—Lo sé, pero aun así…, si terminara mi relación con Asuma, no sé si podría... —Kurenai no podía soltar el tema de desamor entre Raidō y Suzume. Seguramente la había visto florecer de cerca cuando eran niños.
—¿No era Raidō tu compañero de equipo? —preguntó Anko, cambiando de tema abruptamente por su curiosidad sofocante. No le importaba nada cómo reaccionaría Kurenai en un caso hipotético que costaría varias dimensiones paralelas para separarla de su primer y único amor. Raidō se había vuelto para ella un enigma como amante—, ¿cómo era de niño?
—Siempre fue reservado —explicó Kurenai, recordando tiempos de infancia y preadolescencia, un poco aliviada de olvidar ese escenario postapocalíptico de su relación de ensueño—. Después de la quemadura, se cerró aún más. Con los únicos que siguió hablando con frecuencia fue con Suzume y Genma.
Mencionar al eterno amigo de Raidō hizo que Kurenai quisiera morderse la lengua. Miró a Shizune en búsqueda de una mujer destrozada, al igual que la maestra, pero en vez de eso la vio distraída, mirando el lugar donde habría estado corte que tenía en el cabeza para ver dónde más había rastros de sangre. Por alguna razón no se veía deprimida como esperaba verla, aun si Genma se hubiese ido lejos con Hana persiguiéndolo como la loba salvaje a su presa.
—En fin —repuso Kurenai—. ¿Nos vemos en la taberna? Tengo que terminar el papeleo con Aoba.
—Sí, amiguita, nos vemos allá.
Al salir del baño, Shizune tuvo la sensación de que nada de lo que había pasado hace unos instantes hubiese sido verdad. Las chicas del servicio habían recogido todo el desastre: algunas barrían las astillas de los muebles rotos, otras los reemplazaban con modelos nuevos. La morena no podía creer que las redadas en ese lugar sucedieran tan a menudo como para tener un procedimiento tan esquemático y perfecto. Incluso vio a unas chicas de servicio repartiendo licor gratis como compensación a los clientes que no tenían nada que ver en el asunto. Miró a Anko a su lado con una sonrisa, debía reconocérselo algún día: sus métodos sí eran "terapéuticos" como ella decía. Pudo olvidar la rabia y la pena de Genma viajando ese preciso momento hacia la Arena junto a Hana, acompañándola a una redada en una Casa del Té. Al menos había cumplido su sueño y había entrado en una.
En un rincón, vio que Ino lloraba junto a un cliente, informándole que era su primera vez en la Aldea, que solo había venido a probar suerte y que no debía estar soportando tal desgracia. El cliente la consolaba y le pedía a una chica del servicio traerle el licor más caro de su carta. En un momento de descuido, la rubia le guiñó su ojo a la morena, coqueta, pero rápidamente volvió al llanto incontrolable cuando el cliente volvía su atención a ella. Poco sabía que estaba ensayando y que pronto vendría su escolta a sacarlo de la Casa del Té.
Bajado las escaleras en la entrada de la Casa del Té, Raidō la saludó con un gesto quedo y volvió a lo suyo. Kurenai estaba junto a él y a Aoba, supervisando a los tipos que habían golpeado junto a Anko. Quiso ocultarse, no era sádica como su amiga, ni estaba involucrada usualmente en redadas, era una simple maestra, médica y asistente. No podía soportar la idea de que la vieran con sangre seca en el cuero cabelludo a un lado de una mujer que tenía el porte y la postura idóneas para ese trabajo, mientras que ella era la menuda mujer tímida.
—No mires —le dijo divertida Anko, haciendo su torrente de pensamiento aún más dramático—. Inoichi vino a supervisar. Qué espantoso que tengamos que verlos después del trabajo. He tenido suerte, Ibiki no se molestó en venir. —Shizune sabía que estaba decepcionada—. Supongo que Yamanaka vino a ver si su hija estaba bien. Ya debería saber que tiene a una actriz de hija.
—Sí…
Inoichi estaba ahí, con su chaqueta basta negra sobre su uniforme gris. Se veía precioso en medio de aquel escándalo, ese cabello rubio reflejaba todas las luces de la Casa del Té, se mordió el labio cuando sintió su mirada azulina sobre ella. Genma ya no estaba, en cambio el rubio…
—¡Te dije que no miraras! Ahora se metió en tu cabeza con uno de sus extraños trucos mentales.
Shizune limpió el vidrio empañado del baño con su mano y descubrió su cabeza libre de sangre seca. Se sonrió como pudo, aún con la imagen de Inoichi fuera de la Casa de Té en su mente, no quería aceptar que ahora estaba a su alcance si ella quisiese. Ahora podía aceptarle una cena a la señora Akimichi sin culpas, ya que Genma seguramente se encontraba cenando carne de cerdo junto a Hana, en algún puesto de comida mas o menos regular allá en la Arena. No, era tonto pensar en eso. Genma se había ido hace solo un par de horas como para visualizarlo en ese momento en la Arena, así que tenía que esperar al menos tres días para empezar a pensarlo. Asintió con la cabeza ante ese pensamiento y se cepilló los dientes. Su misión de esa noche era embriagarse lo suficiente como para llegar arrastrándose a su apartamento y no ser capaz de sentir la ausencia de Genma en su cama. Incluso en la mañana la resaca sería tan importante que no sería capaz de pensar. Volvió a asentir con la cabeza mientras se enjuagaba la boca. Salió del cuarto de baño para reparar en lo silencioso que estaba el lugar. Las noches anteriores se la habían pasado riendo con Genma…, podría ser un mujeriego desalmado, pero era una gran compañía. Incluso se había ganado a Suzume en pocos días con su simpatía, luego de varios años de indiferencia con una pizca de fastidio.
—¿Suzume? —la llamó parada frente a su habitación con la puerta cerrada—. Iré con las chicas a la taberna. Anko invitará… Si quieres ir.
La maestra había llegado antes y se había recluido en su habitación. No sin antes dejarle la tetera del té lista en caso de que quisiera una infusión que le ayudara para controlar su insomnio, fue así como supo que la maestra estaba allí adentro.
—Estoy bien —resopló la maestra desde el interior—. Diviértete.
—Si cambias de opinión, ya sabes dónde estaremos.
—Gracias.
En su habitación, se vistió y perfumó como usualmente lo haría, era solo una reunión entre chicas, no importaba mucho su apariencia. Suspiró, tenía tiempo de sobra antes de verse con Kurenai en el pasillo del edificio y caminar juntas a la taberna, por lo que abrazó la peor idea que podía tener en ese momento de silencio absoluto en el apartamento: sentarse en su cama, tomar la almohada que usaba Genma y presionarla sobre su rostro para poder inhalar con la mayor eficacia posible y sentir una última vez el olor de su cabello. Ibiki debía estar feliz de que ya no llovería en su apartamento porque ese perfecto y sedoso cabello ahora estaría arruinándose bajo el sol de la Arena, y no acumulándose en las cañerías. Es más, Hana podría arrancarlo salvajemente luego de arañarle la espalda en alguno de sus encuentros sexuales. Abrazó la almohada contra su pecho, simulando que era él, aun si durante todo ese tiempo juntos ella se negó a abrazarlo. Nadie podría culparla, estaba tratando de construir un muro entre ellos, aunque fuese uno de adobe, paja y sus lágrimas, y Genma con su aguja podría derribarla fácilmente; para así poder protegerse a sí misma.
Su boca estaba haciendo un puchero cuando recordó su última conversación:
—¿Qué es lo que quieres de mí, Shizune? —preguntó Genma con una sonrisa traviesa, la cual era sin duda la mejor que tenía en su repertorio. Shizune suspiró, por más que intentara imaginarse algún escenario en que ella sí podía confiar en Genma, no podía dar con él—. Tú puedes hacer lo que quieras —repuso Genma—. Absolutamente todo, yo no puedo decirte nada.
Quería golpear a Hana, por muy sin sentido que fuese eso. Le gustaría haber sabido antes que ella lo de la misión en la Arena y haber tenido el mismo deseo que ella de seguirlo. Quizás era porque Shizune era mayor, pero jamás habría hecho eso. Todas sus células le decían que él era una mala idea. Su sonrisa era preciosa, pero peligrosa; su simpatía era irresistible, por lo que no sería la única en disfrutarla. La morena no sabía aún qué era lo que le falta a él, o lo que le sobraba, como para estar plena a su lado.
—Verás, la cima es un lugar muy solitario —explicó con voz queda, mientras la abrazaba y ella miraba hacia la ventana—, ya lo comprobarás. A mí ya no me interesa estar ahí, estoy bien aquí.
Golpearon la puerta y Shizune supo que se le había hecho tarde. Kurenai debió aburrirse de esperarla, por lo que decidió apurarla yendo ella misma por ella.
—¿Todo bien?
—Sí, estaba quedándome dormida. Perdóname.
Genma caminó por los callejones de la Arena con la sensación de que todo se parecía entre sí: las calles, las paredes y las edificaciones tenían el mismo color deprimente. El viento era seco y exfoliante, no era para nada agradable para ningún extranjero, los únicos que podrían soportar una temporada completa y disfrutar ese clima definitivamente eran los lugareños, vestidos del mismo color que su monótona aldea. Tenía la sensación de que no era bienvenido, quizás porque resaltaban sus colores vivos, entre verde y azul, colores que no existían en esa tierra, a menos que fuera a algún invernadero o el cielo estuviese lo suficientemente despejado, cosa que era imposible teniendo tormentas de arena prácticamente todos los días. Su única entretención era salir de su oficina provisional para encontrarse con sus colegas igualmente cansados de ese lugar en una taberna con precios relativamente baratos.
Al entrar, saludo con un gruñido a un hombre de verde y azul de salida, y se adentró en búsqueda de la barra. El encargado le entregó un pequeño vaso con licor de anís que le adormeció la boca, realmente no le gustaba ese sabor, pero por más que buscara algo con café, no lo encontraba.
—¿Tan temprano bebiendo? —objetó una voz femenina, sentándose a su lado—. ¿No crees que es un poco triste?
—Veo que estás aquí, también debes estarlo.
—Yo elegí venir hasta aquí —replicó, bebiendo el licor de anís con agrado—. ¿Acaso extrañas a tu novia?
Genma no respondió, solo pidió otro trago y dejó los billetes para poder irse lo más rápido posible. Hana era gentil normalmente, menos con él, ya que le lanzaba toda la fiereza de sus perros cada vez que lo veía, y aunque lo merecía no iba a quedarse a disfrutarlo. Solo quedaban los seis meses, menos los tres días que llevaba atrapado en la Arena.
—Oye, no te enojes. No hablaré mal de Shizune, quizás ella es la mujer para ti. Yamanaka Inoichi, Yamato, tú… Y esos son los nombres que conozco, quizás en este mismo instante esté con Raidō. Dime, ¿cómo se sentiría eso?
—¿Qué quieres, Hana?
—Bésame.
—No lo haré.
—Entonces no estamos bien… —replicó Hana molesta—. Sé de algunas cosas que te gustaría saber.
—Ven aquí, Hana —dijo Anko teatralmente. Terminó volteándose para abrazarse a sí misma y simular que estaba con otra persona. Se detuvo cuando no contuvo su risa y se precipitó sobre la mesa que compartía con las otras mujeres que no se reían con ella.
Kurenai lamentaba que Shizune tuviese que escuchar todas las teorías que Anko tenía de Genma y Hana en la Arena.
—¿Sabes que aun están viajando hacia la Arena? —empezó Kurenai—. Así que no pueden estar en este mismo momento en una taberna tomando licor de anís. Además, no creo que solo vendan ese tipo de licor, la Arena no es tan pobre como la describes.
—No lo sé… Nunca he ido a la Arena —dijo Anko con amargura—. Amiguita, ¿te gustó mi historia?
—No realmente. —Shizune hizo un esfuerzo de sonreír—. No creo que Hana sea así.
—No lo sé tampoco, casi no he hablado con ella.
—Entonces —cortó Kurenai—. ¿Podemos hablar de algún lugar que no sea la Arena?
—¿Por qué? —lloriqueó Anko—. No puedo esperar las noticias que lleguen desde allá. Solo los chismes, claro. ¿Será que Baki tenga una vasectomía? Sería muy triste para Suzume. De todas formas, él es muy feo como para dejar descendencia.
—No me interesa —le dijo la morena, dio el último sorbo de su copa para pasar uno de los dulces sin sabor que tenía en la boca—. ¿No tienes algún chisme nuevo de otro lugar que no sea la Arena?
—No, no tenemos otra alianza —respondió su amiga con una cara y una entonación que le hacía notar lo ridícula que había sido su pregunta, por lo que su sonrisa malvada fue hacia la mujer de ojos rojos—. Estoy segura de que Suzume quiere saber más de ese lugar. ¿Cómo es Raidō? Digo, como para ver si realmente le gustará Baki…
—Anko, me gustaría no conversar de nada relacionado con la Arena o algo que se le parezca —dijo entonces Kurenai.
—Vamos, suelta algún chisme de Raidō…
—¿Alguien quiere algo más? —avisó la médica antes de irse a la barra a buscar algo más que beber, pero las mujeres estaban discutiendo entre sí como si ella no estuviera presente.
—No hagas eso —reprendió Kurenai en voz baja a su mejor amiga como si no quisiera que la morena oyera—, siempre que lo haces, te terminas obsesionando y yo no iré a rescatarte cuando eso pase. Ya viste qué pasó con Iruka, ¡perdiste interés!
—Bueno, ya vuelvo —dijo Shizune.
—¡Mierda! Creo que tenía una cita con él hoy —replicó ella, la morena no supo si solo estaba molestando a Kurenai, era verdad o todas las anteriores.
Se adentró en la multitud con un poco de alivio, si bien quería a Anko y la respetaba, no podía con sus bromas ese día. Al parecer lo suyo era la terapia de shock, algo que sin duda le había enseñado Ibiki, o algo que ella le enseñó a él, ya nadie sabía quién enloqueció primero. Suspiró, la noche no estaba yendo como esperaba, tomó un asiento libre en la barra y se dedicó a leer la tabla de precios que estaba escrita en la pared, solo para dar con lo que sea que tuviera más grados alcohólicos y la anestesiara lo suficiente para soportar esa noche. Si fuera más intrépida, seguramente se iría al Hospital y se haría con un tanque anestésico. Se sonrió, pero ella también quería la resaca. Puso unos billetes en la barra y pidió una cerveza.
—¿Todo bien? —preguntó alguien. Era enorme, por lo que se sorprendió no haber notado su presencia antes.
—Sí, solo quería alejarme un poco de Anko, es fantástica, pero un poco intensa. ¿Y tú, Chōza? Ningún malestar estomacal, espero.
—Claro que no. Respecto a eso quería hablarte, aunque no precisamente de mi estómago. Mi esposa no deja de hablar de ti, para ella eres mi ángel guardián.
Shizune sabía que también era el interés romántico de Inoichi para su esposa, pero nadie iría a mencionarlo.
—Solo soy médica, es lo que debía hacer.
—He estado cargando esto durante un tiempo —reparó el hombre grande, buscando entre sus cosas con una delicadeza que le parecía extraña por su gran porte. Finalmente le entregó una pequeña tarjeta—, es nuestra dirección, hacemos una gran comida todos los domingos. Estás invitada si quieres venir. Te prometo que no habrá cerdo.
—Lo pensaré, gracias.
Ambos brindaron con una cerveza y el silencio los invadió, pero no fue incómodo. Él le dijo que había salido temprano puesto a que había olvidado que ese día Shikaku cenaba con su esposa a petición de ella e Inoichi trabajaba extraordinariamente en el Cuartel, mencionó algo más de Ibiki, pero se quedó con la imagen de Inoichi congelada en su mente. Ese extraño truco mental, como dijo Anko, no debería haberlo visto directo a sus ojos azules. En su mente transitaron imágenes abstractas y absurdas, una cada segundo que pasaba: ella misma parada frente a la vitrina de la florería, viéndose a sí misma como la señora Yamanaka; le siguió la fantasía de Suzume en la que se unían en matrimonio, bajo un árbol frondoso de cerezo perdiendo pétalos rosas al compás del viento; luego se vio a sí misma ayudando a la señora Akimichi en un gran banquete auspiciado en su patio; siguiéndole un sinfín de pasajes que no comprendía porque Genma siempre llegaba a arruinarlo todo. La puerta de la taberna se cerró pesadamente, como si no hubiese otro sonido allá en esa bulliciosa taberna, sacándola del torbellino mental en el que se encontraba. Inoichi y Shikaku estaban parados en la entrada del lugar y ella se sonrió. Llamó al tabernero con una última petición.
—Quizás deba irme.
—No es necesario.
—Las chicas me esperan. Nos vemos, Chōza.
Shizune pasó saliva espesa, de pronto tenía el corazón en la garanta y sus tacones la condujeron hacia la parte de atrás de la taberna con el pequeño vaso de licor café en su mano. Por alguna razón sentía la mirada azulina acariciando su espalda, saboreando el movimiento de sus caderas al caminar, lo que le provocaba un escalofrío interminable. Se llevó el vaso a sus labios y comenzó a beber lentamente, sabiendo que nunca podría ser feliz junto a Genma si seguía pensando en todo lo que él había hecho antes de que ella volviese. Dejó el vaso vacío en una de las mesas del lugar cuando por fin miró brevemente hacia la barra para buscarlo entre la gente. Una mirada bastó. Con ambas manos, empujó la pesada puerta del baño, descubriendo un pequeño cuarto personal con la luz que parpadeaba ocasionalmente. Se vio en el espejo de la misma forma que lo había hecho horas atrás, sus mejillas se le habían encendido por el alcohol ingerido, su cabello se había secado por completo y sus sentidos se le habían adormecido. Se sonrió a sí misma, fuera como fuere, le gustaba esa visión que el reflejo le mostraba.
Segundos después la puerta volvió a abrirse, y en el espejo vio la chaqueta negra sobre ese uniforme gris que tanto le gustaba. Sus ojos oscuros se encontraron con sus ojos azules brevemente, cuando el rubio cerró la puerta y aseguró el cerrojo, Shizune bajó su mirada morena para subir lentamente su vestido y mostrar cómo había fallado en retener las mariposas que se agolpaban en su estómago y bajaban a formar parte de la miel que goteaba y mojaba sus muslos. El rubio caminó al tiempo en que se sacaba la chaqueta negra de encima, la situaba en el lavabo, al tiempo en que su nariz trazaba las líneas que su lengua describiría más tarde en su cuello. Shizune suspiró cuando las manos del rubio pellizcaron sus muslos y lo oyó reírse con la boca cerrada. Su mente volvió a su antiguo apartamento en el Complejo de Fracasados para comprobar que en esos tiempos pasados no entendía mucho lo que estaba sucediendo, por lo que esta vez separó las piernas para dejar al descubierto sus labios vaginales deseosos para darle libertad al hombre experimentado jugar allí con sus manos. Inoichi gimoteó al presionar su entrepierna contra sus muslos y sus manos dibujaron la figura femenina antes de instarla a voltearse y poder finalmente besarla en los labios.
—Realmente pensé que estabas en el baño junto a Yamanaka —dijo divertida Anko. El rubio estaba en la barra tomándose una jarra de cerveza junto a sus compañeros de equipo y ocasionalmente su mirada se perdía en dirección a las mesas, se veía relajado hablando con sus compañeros de equipo.
—La verdad es que sí estaba allá —resolvió Shizune sentándose nuevamente en la mesa. Se acomodó el cabello con una mano—. Pero no me siento muy bien.
—¡Que decepción! Solo estuviste vomitando.
Shizune se sonrió, seguía sintiendo la sensación fría del lavabo en los muslos y jadeo cálido del mentalista en su cuello. Recordaba el color blanco manchado del techo y la extraña sensación de las fibras de cabello grueso de la nuca enredados entre sus dedos, mientras el tiempo parecía avanzar a un ritmo muy pausado a su alrededor. Un gemido a ojos cerrados, sus piernas apretándose y el semen vacío era lo que describían a la perfección lo que había sucedido minutos antes en el baño.
—Sí, creo que debo irme a casa.
Edit:28/11/21
Mi intención era escribir unos cuantos párrafos de Suzume antes de describir a Shizunko (?) ensangrentado, pero un párrafo llevó al otro y terminé contruyendo una historia que me hizo amarla más (tuve que poner el soundtrack de Memorias de una Geisha). Pobre bb enamorada del amor. Y realmente espero que esta historia se escriba favorablemente hacia su amorío con Baki, el Suzuki (?). Esta historia no me deja de sorprender, cada vez la amo más. Por otro lado, el cuento de Anko lo quería revivir, siempre es un gusto escribir a esta antiheroína, y enamorada de Iruka como que ya no se me hace IC (a menos que sea tóxicamente con Ibiki). Además, al igual que Suzume, ella se escribió sola con cierta "atracción" hacia Raido. ¿Aprueban esa relación? Como que hace rato mi historia se está escribiendo con él como un protagonista silencioso. Lotro, y último, Inoichi y sus trucos mentales... Claramente era el deseo genuino de Shizune ser una chica mala y dejar de hacer el ianto por nara. En fin, me gusta escribir a mujeres y su interacción, y puedo decir que este cap ha sido uno de mis fav a la hora de escribir por la cantidad de mujeres que describí.
PD: disculpen si no puedo ser lemonosa asquerosa como antes, es que realmente no puedo llegar a la misma vibración M en la que me encontraba en esos mushos años atrás. Ahora solo puedo hacer arte con el acto sec-sual (?) a las 6 am con los pajaritos cantando, gracias a la cuarentena que me lo permite. Y una de las cosas que no me permitía escribir lemon con Genma es que él es romántico, y realmente siento que se está enamorando de nuestra preciosa Shizune, así que él siendo un amante "romantico" sin tener estos sentimientos "romanticos" por la mujer en cuestión, como que no entiendo su vibra ahora. No describirla se me hace más IC que intentarlo, pido perdón.
Eso, me pongo conversadora porque estoy sola en mi estudio y es locura espacial.
Syb, a la que le dejarás tu review precioso y le sugerirás ideas.
