Notas iniciales: primero que nada quiero pedir perdón por no actualizar desde junio de este año, pero tengo excusas. ¡Me recibí de doctora! En estos meses de nada estuve muriendo entre entrega de manuscrito, presentación y defensa. Increíble pensar que los primeros nueve los capítulos de este fic no tenía ningún titulo universitario ya que estaba terminando mi carrera (2015-16), luego vinieron 3 años de nada (perdón, es que estaba haciendo el doc y viviendo la vida), y en el final del doctorado escribí los siguientes 7 capítulos (2019-20). Y ahora sin ninguna tesis que escribir, les traigo el decimoséptimo capítulo (nunca llegué tan lejos, el amor por esta historia es máxima). Sinceramente creo que estoy entrando en el último arco de esta hermosa historia. Es por eso que me quiero tomar estas notas iniciales para explicar un poco más en detalle lo lindo de este fic:
Los primeros diez capítulos se titulaban "Capítulo fracasado...", porque ella vivía en el fracaso hecho edificio. Desde el capítulo onceavo el "fracasado" se retiró del título. Otra cosa que me gustaría puntualizar es que amo escribir con un mensaje oculto, pero como soy una escritora nocturna y siempre termino publicando entre 3-5 am, me olvido de explicarlo. Ejemplos recientes que recuerdo: en el capítulo 15, Shizune toma licor de café que tanto le gusta a Genma (inventadísimo) antes de invitar a Inoichi a tener un encuentro sexual en el baño de la taberna, aquí quería decir de forma retórica que Shizune estaba empezando a jugar el juego de Genma y empezar a ser una "hombreriega" (allá en el capítulo 3, Shizune pensó que Genma le daba ese licor a todas sus conquistas cuando Hana se lo regó encima). En el capítulo 16, cuando Shizune ve a Raido alimentar a unos gorriones sentado en una banca en el fundo Akimichi, me pareció simbólico porque Suzume significa gorrión en japonés. Los gorriones se fueron apenas Shizune se sentó junto a él, o sea, Raido dejó de pensar en ella cuando apareció nuestra protagonista. ¿Acaso era una forma de decir que él seguía alimentando sus esperanzas?
En estos pocos meses de desempleada, incursioné en un nuevo fic: Saudade. Si les gustan estos personajes terciarios (Shizune, Anko, Genma, Raido y Suzume), te invito a leerlo. Lo divertido de esta historia es que utilizo a personajes más "principales": Ino y Tenten tienen bastante protagonismo, y mi plan es aparecer a varias Kunoichi olvidadas por la misoginia de Kishi (Hana, Hanabi, Sakura...). ¡Y Kankuro! (en un futuro).
Seguro me olvido de algo, pero lee queride lector.
La Reina de los Fracasados
Capítulo XVII: Raido y Genma
—¿Le acomodó el tamaño? —le dijo él, estaba acostado junto a ella con una expresión en el rostro que la hizo dudar de Yamato: parecía mucho menor de lo que realmente era.
Genma habría estado durmiendo sin ninguna vergüenza a su lado y de cuando en cuando estaría despertando para preguntarle si ya había dejado de trabajar, usando un tono divertido y somnoliento. Sin embargo, Yamato no era Genma, pero claramente su apego emocional era más grande que el del ex de Inuzuka Hana. Shizune despegó la vista del informe que leía tranquilamente, inclinada hacia su mesita de noche en búsqueda de la luz de su lámpara nocturna, intentando no incomodar a su invitado. Era la primera vez que él y ella abordaban ese tipo de relación, y a diferencia de Yamato, Shizune ya no le parecía escandaloso el asunto.
El cómo ellos habían terminado así, a un año de las vacaciones de primavera, era lo interesante: a la médica se le había hecho incómodo convivir junto a la maestra y su novio. Toparse a Baki de la Arena en el baño, en la sala o de salida eran cosas esperables y completamente normales. Suzume debió experimentarlo cuando Genma estableció base allí mismo hace unas semanas, pero con lo encantador que era Shiranui, a la maestra no se le había hecho difícil compartir espacios comunes y establecer alianzas esporádicas en contra de Shizune. Baki era un hombre tosco del desierto. Tan serio que a la morena le pareció que ese hombre jamás había sonreído en su vida a causa de genuina felicidad, solo de psicopatía sádica. Que apareciera Baki detrás de ella cuando iba a la cocina por una cosa tan simple como un vaso de agua era de alta tensión. Era peor cuando recordaba que ese hombre había sido el que asesinó a Hayate en la invasión de hace unos pocos años. Y así con todo, Shizune apreciaba en demasía al hombre del desierto que habitaba su apartamento durante sus actividades diplomáticas cada vez que veía sonreír a su amiga. Suzume había ido más de una vez esa semana a la tienda Yamanaka y llenó de flores el apartamento, y más de una vez la había descubierto tarareando alguna canción de amor mientras esperaba al hombre tosco y feo, y luego ambos iban a una velada tranquila en la Casa del Té o algún lugar como la Casa de Muñecas. Shizune no podía visualizar a Baki en esos lugares, pero no hacía falta…, tampoco lo había podido hacer cuando el capitán quemado, Raidō, estaba en su lugar. Ver a Baki era ver a Raidō, y Shizune no podía soportar el peso de su culpa luego de besarlo en la comilona Akimichi. Irse apenas amanecía y llegar entrada la noche con tal de no verla empezó a ser orden del día.
—¿Cómo dices? —dijo ella entonces, Yamato bajó los hombros y sonrió para sí.
—Ya sabe, el tamaño…
—Estaba bien —le dijo ella con un tono conciliador y con una mano envolvió las de él para enfatizar aún más la aseveración, tal y como lo hacía con sus pequeños estudiantes cuando se sentían inseguros en el aula. Y al momento en que lo visualizó como un niño, volvió al documento que Kotetsu le había dado máxima urgencia.
—Quería que fuera especial, sabe… —dijo entonces, no sabiendo cuándo callarse—, esperé tanto este momento.
—Estuvo bien —le volvió a decir.
Pasó saliva, le había tomado de sorpresa cuando, luego de topárselo varias veces ese día, apareciera en el umbral de su puerta para entregarle una notificación y luego de una mirada lasciva por parte del hombre, sumado a la culpa que la carcomía, terminó llevándoselo a su habitación. Sorpresa fue cuando él estando sobre ella le hizo la misma pregunta y a los pocos segundos comprobó que sí era capaz de manipular sus extremidades a voluntad, incluso el miembro fálico entre sus piernas.
—¿Debería abrazarla? —dijo él luego de unos instantes de paz.
Shizune ya no podía concentrarse en el documento, Genma podía ser un mujeriego estúpido, pero sí sabía cómo actuar en el juego amoroso. La abrazaría sin preguntar, sin dudas; solo se movería y sus manos de hombre delinearían su figura algunas veces, otras veces simplemente la abrazaría y muchas otras simplemente se quedaría durmiendo junto a ella con una mano sobre una pierna. Yamato hacía tan incómodo algo que Genma le salía con naturalidad.
Y pensando en ello, Shizune cayó en cuenta que nunca había estado con alguien con esa mínima experiencia amatoria. No era de extrañarse de que ambos no hubiesen llevado lo que hacían en una banca de un parque a una habitación durante tanto tiempo, puesto a que ella tuvo que hacerse una experta sin el libro que él le había dado para concretarlo. Se preguntó si leyéndolo habría sido más corta la tortura de Yamato. ¿Y es que ella se veía así cuando estuvo con Inoichi y Genma las primeras veces? Quiso ruborizarse. Al menos Inoichi se había ido durante la noche aquella primera vez, y Genma con su vasta experiencia le había hecho la situación más agradable, ya que era fácil cuando alguien te guiaba tan bien. Ahora, la morena guiaba al joven capitán, y como era su primera vez en esas andanzas, no sabía que debía hacerlo hasta ese momento.
—Puedes hacer lo que quieras.
—Suena bien —respondió, pero no hizo más. En cambio, se quedó mirando el techo y empezó a hablar—. Mañana debo salir temprano. No estaba en mis planes quedarme aquí con usted, ¿sabe?
Shizune dejó el documento en la mesita de noche y decidió que era mejor dormir. Apagó la luz y se acomodó en sus propias sábanas. No pasó mucho tiempo para que se durmiera. Sin embargo, antes de caer inconsciente, Yamato pasó su brazo tímidamente sobre su cintura. No le molestó, pero algo incómodo había en ese agarre. Quizás la timidez, quizás la vacilación al momento concretar, quizás a Shizune no le gustaba guiar. Ya no tenía la edad para perder su tiempo educando a niños en Artes Médicas y a hombres en artes amorosas el mismo día.
Soñó con Baki de la Arena atravesándola con un viento afilado a petición de Suzume, cual paladín feo de la maestra de las Artes Femeninas. Raidō la encontraba luego y veía con terror que, en la escena del crimen, había una flor ensangrentada que le decía que la muerte de la madre de Tonton era su culpa, por haberle respondido aquel beso traidor en aquel almuerzo Akimichi al cual Suzume no había sido invitada. Por consecuencia, despertó en medio de la noche y, para su sorpresa, no había nadie a su lado. No podía decir que realmente estaba decepcionada de no encontrarlo a su lado en medio de la noche; pero, siendo sincera, esperaba que para Yamato esa experiencia hubiese sido más placentera que para ella.
Con un ojo completamente cerrado y el otro apenas abierto, salió de la trampa de sus sábanas para ir por un vaso de agua a la cocina. Su mente seguía inquieta. Todo el lugar estaba en completa oscuridad y en silencio. La culpa la observó desplazarse por el apartamento y vio la puerta cerrada de Suzume. Ella y Baki debían estar durmiendo a esas horas. De vez en cuando estaba tentada en pegar la oreja en su puerta solo para verificar que la mujer estaba feliz junto a él, como si su felicidad junto al hombre que ocultaba sus deformidades fuera lo suficientemente fuerte como para dejar de pasar esa traición en territorio Akimichi.
Cerró los ojos con un bostezo cuando llenó su vaso con agua del grifo y, mientras esperaba que este se llenara, era ajena de que había un rostro pálido observándola muy cerca.
—Si estaba sedienta, debió decirme —murmuró como si fuera un fantasma.
La morena gritó con todo el aire de sus pulmones, soltó el vaso con agua que tenía en las manos y este se rompió en mil pedazos al tocar el suelo. Olvidaba que Yamato podía llegar a ser una persona demasiado sigilosa luego morar las sombras por casi toda su vida, y como ella no era sensor o rastreadora, le era difícil para detectarlo.
—¡Shizune! —llamó su compañera de apartamento. La maestra tomó la precaución de encender la luz de su habitación como acto reflejo, antes de salir corriendo en su ayuda, y eso hizo posible que la médica fuese capaz de ver a su amante de carne y hueso parado a pocos milímetros de ella gracias a la luz que se colaba bajo la puerta. Sus ojos almendrados estaban más abiertos que de costumbre, dándole un toque aún más fantasmal—. ¿Estás bien?
—¿Podrías hacer más ruido, Yamato? —resolvió la morena, visiblemente agitada por el espanto.
Yamato no la miraba. Había algo extraño. Shizune vio cómo el capitán tomaba la notificación que había traído consigo, pero como el libro prohibido, había sido olvidado en su sobre en el mesón de la cocina. Ese gesto solo debía significar malas noticias. ¿Y es que Yamato había salido de su cama para ir a hacer una ronda? Por un momento, la morena se sintió traicionada. Ugh, qué irónico.
—¿Qué está pasando aquí? —resolvió el consejero extranjero, interponiéndose entre ellos y la maestra—. ¿Es este un intruso?
—No… —murmuró Suzume.
—¿Baki de la Arena? —preguntó el capitán.
—¿Quién pregunta? —ladró el hombre del desierto.
Shizune sintió la necesidad de interponerse entre ambos hombres para evitar que el extranjero intentara matar al capitán, aunque no creía que fuese posible. Podía ser un inexperto en las artes amatorias, un inepto en las demostraciones afectivas y ciertamente un niño en comparación a ella, pero era él más fuerte que todos en el apartamento. El aire cortante sería un soplido al lado de la madera dura de él, estaba aseveración igual aplica si se hablaba sexualmente.
—Soy el novio de la señorita Shizune —resolvió el capitán—. ¿Eres tú el novio de la señorita Suzume?
Shizune abrió los ojos, aún no decidía cómo etiquetar la relación que habían tenido. Para Anko, Inoichi era el ex-novio psicópata de su amiga, y Genma era el romántico y mujeriego. Yamato… Definitivamente no era su novio.
La ramita, como le diría Anko, dio un paso adelante y siguió hablando.
—Has sido notificado, Baki de la Arena —dijo Yamato.
—¿Qué significa eso? —replicó al instante Suzume. Tratando de ver qué era lo que decía el papel que el capitán había traído consigo, pero como podía ser confidencial, su novio simplemente se apartó de ella para saber qué significaba lo que Yamato había dicho. Baki se tomó unos instantes para leer lo que el papel traía—. ¿Qué sucede?
—Debo irme.
—¿A la Torre? —dijo ella con una pisca de esperanzas, ya que por la expresión más seria y dura de lo normal de su novio, podía intuir que no se trataba de eso.
—Habría querido compartir más contigo —le respondió él. Shizune sintió que cada cosa que hacía llevaba a la infelicidad de su amiga; aún si Yamato hubiese venido solo a entregar la notificación para Baki y se hubiese ido sin quedarse a dormir con ella, la noticia le habría llegado a Suzume de todas formas—. Tengo hasta mañana al anochecer para irme de aquí.
—¿Cuándo volverás?
—Volvamos a dormir —le sugirió él y la envolvió en sus brazos para guiarla de vuelta a su cama.
—Está bien —resolvió la maestra, para luego mirar a Shizune en mutismo antes de cerrar la puerta de su habitación. Los escuchó murmurar, pero ningún indicio de felicidad salió de la conversación que estaban teniendo en la intimidad. La morena se sintió responsable de aquello.
—Yuugao supo que Baki estaba cumpliendo funciones diplomáticas hace un mes y, desde ese entonces, pidió a los altos mandos que lo vetaran como diplomático de la Arena —le explicó luego entre susurros el capitán en su cama—. Es difícil ver a la persona que asesinó a tu novio pasearse por la aldea como si nada hubiese pasado, me imagino.
Fue entonces que Yamato encontró la fortaleza de abrazarla y besarle la piel desnuda de su hombro. Ella le estaba dando la espalda tal y como lo hacía Genma hace unas semanas. ¿Sería que el castaño se sentía como ella lo hacía en esos momentos? Y más importante que eso, ¿cómo podría hacer sentir mejor a su amiga si no podía mirarla a la cara por pura vergüenza?
—Duérmete, Yamato —pidió ella con la voz más dulce que pudo sacar de sus cuerdas vocales—, mañana tenemos trabajo.
Otra vez sentía como si Shiranui Genma tomara posesión de su cuerpo.
Contrario a lo que la morena habría pensado incansablemente hasta dormirse, a la mañana siguiente Suzume no parecía haber derramado una sola lágrima durante la noche. Más bien se veía animada y relajada, dispuesta a preparar una ceremonia del té si el tiempo se lo permitía. Baki también se notaba en ese estado alegre puesto a que su aura negra se había hecho menos densa durante la noche. Shizune quería saber a qué tipo de arreglo habrían llegado ese par en esas pocas horas.
Yamato salió de la habitación junto a ella y cual caballero se apresuró a disponerle la silla para que tomara asiento. Shizune sintió que era la única que desentonaba en ese feliz desayuno.
—¿Durmieron bien? —preguntó Suzume. Yamato respondió por ella enérgicamente, mientras que ella y Baki se mantenían callados. La maestra sirvió elaborados platos en medio de la charla y apenas el capitán ramita terminó sus anécdotas, ella decidió que era momento de dirigirse a su amiga—. Shizune, tengo algo que contarte.
—¿Sí?
—Me iré a enseñar Artes Femeninas a la Arena —resolvió animada—. Será un gran comienzo.
Seguramente se refería a que podría dejar atrás todos los recuerdos que cultivó junto a Raidō y empezar a sembrar otros en medio del desierto junto a Baki. Pensó en Anko y quiso saber si la Arena era tan fea como ella la había descrito allá en la taverna. Quiso recordar si a Suzume le gustaba el anís tanto como para tomarlo todos los días en infusiones y en licores. Se preguntó si Baki seguiría siendo tan encantador con ella como en la Hoja. Si la relación entre el hombre del desierto y la maestra iba a funcionar, solo lo diría el tiempo. Y durante ese tiempo, Shizune debía averiguar en cómo y cuándo decirle a su amiga acerca de ese beso en medio de la propiedad Akimichi.
Además, Suzume volvería a entablar una amistad con Genma: seguramente ambos sabrían de lo que había ocurrido entre ella y Raidō. Sus entrañas se apretaron.
—Lo será —dijo Shizune, juntando todo el ánimo que no tenía para sonar convincente. La maestra de buen corazón era incapaz de ver maldad entre sus seres queridos, por lo que pensaría que ese desgano sería a una tristeza por parte de la médica al ver que su amiga se mudaría.
Yamato a su lado le sirvió un poco de té, ayudándole a la maestra; seguramente contagiado de la felicidad de la pareja. Era surrealista pensar que hace unas horas, Yamato había sido el encargado de entregar las malas noticias y ahora era parte de ellos dos.
—Gracias, Genma —dijo sin pensar, apenas el nombre del hombre equivocado salió de su boca, quiso morirse.
Cerró los ojos con culpa, sumada a la culpa que permanentemente sentía cuando veía a Suzume a la cara. La morena supuso que aquello era un claro intento de autosabotaje, seguramente dentro de ella sabía que no merecía tener la compañía de Yamato.
—¿Genma? —gruñó Baki, alguna neurona debió saltar excitada dentro del cerebro del hombre del desierto al volver a escuchar ese nombre y pedir con desesperación más información de aquel hombre. Miró a ramita y soltó un bufido divertido como si lo despreciara. Solo le faltó escupir al suelo de forma amenazante—, ¿Shiranui Genma? Tú no eres Genma, Genma es un gran y un serio contrincante.
—Baki —llamó su novia con rapidez—. ¿Recuerdas lo que hablamos ayer?
—Tienes razón: no sé quién es Shiranui Genma, nunca he oído ese nombre en mi vida, ni conozco a quién lo porta.
—Está bien así —terminó su novia con una sonrisa nerviosa—. ¿Alguien quiere algo más?
—¿Genma? —repitió Yamato, la morena quería dejar de escuchar ese nombre—. Se fue a la Arena hace poco…
—Sí —respondió Baki, pero recibió un codazo por parte de la maestra—. Quiero decir, no lo sé.
—¿Hay algo que deba saber de Genma? —volvió a hablar el pobre capitán—. ¿Tú y él…?
—No realmente —dijo Shizune, era la verdad: ellos dos no tenían nada. Se había ido a la Arena con Inuzuka Hana escoltándolo para intentar otra vez metérsele entre los brazos y poseer su corazón; y ella se había quedado ahí con ganas de probar un poco de lo que se sentía ser Genma. El licor de café, las escapadas con antiguos amores al baño, las escapadas con antiguos amores de sus amigas enfrente de un pequeño lago; destruyendo poco a poco todas las relaciones que construía. Genma tenía razón: estar en la cima se estaba solo y Yamato estaba a punto de abandonarla en la cumbre. Se preguntó si el problema de Genma era parecido al que estaba teniendo ella; y si Raidō fue el último amigo que le quedó. Sin embargo, no creía que Genma cayera tan bajo como para besar a Suzume—. Pero no creo que deba estar viendo a alguien por el momento.
Tan rápido como entró Yamato, tan rápido se fue.
—Baki de la Arena, nos vemos en unas horas —dijo Yamato con el corazón roto—, te escoltaré hacia la salida de la aldea.
—Nos vemos.
Shizune tomó asiento en silencio junto al maestro Iruka. Estaban mirando a los chicos durante el último receso de aquel día escolar. El futuro ex-novio de Anko estaba tomando un té helado bajo la sombra de un frondoso árbol y le ofreció un poco cuando ella se acomodó junto a él. El rostro de la médica sugería problemas y no había mejor forma de buscarles solución con un refrescante brebaje y la compañía de un amigo.
—Así que la señora Suzume se irá —murmuró el maestro.
—Sí, al parecer está enamorada.
—Sinceramente espero que le vaya bien —replicó él con una sonrisa—. Baki se me hace un poco tosco, pero si a ella le hace feliz así... Solo me preocupa que sea un tanto precipitado.
—Lo es —dijo ella con una sonrisa, Suzume no era una persona que tomara decisiones tan a la ligera—. Espero que la haga feliz.
—Bueno, el capitán Raidō también es un poco tosco, quizás a la señora Suzume le gustan así —dijo el maestro como si hubiese descubierto su secreto más oscuro. Shizune pensó que el tipo de Iruka eran las mujeres fuertes y voluptuosas.
La morena no pudo contener más su secreto ya que luchaba por salir por su garganta. No podía ahogar su culpa con Suzume, ni podía contar con Anko al ser tan chismosa. No iría a hablar con su mentora porque seguramente se reiría en su cara. El maestro Iruka era su buen amigo llorón con el que había formado un lazo fuerte allá en el Complejo de los Fracasados, luego de la ruptura con la rubia mayor. Si había alguien que podía oír su más oscuro secreto sin juzgarla, era él.
—Estuve con alguien —dijo ella abruptamente.
—¡Qué bien! ¿a qué se dedica?
—Es guardaespaldas.
Iruka suspiró, se tomó su tiempo en servirle nuevamente un poco de su té helado y la miró a los ojos.
—¿Es el capitán Raidō?
—Sí —respondió ella con pesar—. ¿Me hace pésima persona?
—No lo sé —dijo—, ellos ya habían terminado. Y Genma ya estaba en la Arena, supongo.
—Sí… Ahora Suzume se irá a la Arena.
Iruka rió con la boca cerrada ante la ironía.
—Me parece que la vida le sonríe, señorita Shizune.
—De todas formas, solo fue un beso insignificante —se apresuró a decir ella—. Estábamos en ese almuerzo Akimichi. Creo que le pusieron algo a la comida y a la bebida. No entiendo por qué me siento tan mal.
—Porque lastimarás a la señora Suzume y a Genma —dijo él rápidamente—. Podría recomendar una relación secreta, pero eso solo terminará mal.
Shizune temió haberle abierto una antigua herida al maestro, por lo que cubrió con su mano la mano del maestro que estaba apoyada sobre el asiento. Ambos compartieron una sonrisa cómplice, ya que ambos sabían el secreto del otro. Ella sabía que antes de Anko, estuvo Tsunade; y él sabía que ella se había besado con el mejor amigo de su ex que a su vez era ex de su mejor amiga.
Ninguno de los dos era consciente que una maestra los observaba desde la ventana de su aula, segura de que Shizune había besado a Iruka en vez de a Raidō.
—Dicen que, si te apunta con la aguja, definitivamente le gustas —dijo una chica en la barra, era nativa por su vestimenta y su acento—. Y ese, mi amiga, es el momento preciso para atacar —dijo entonces y, por la jerga de guerra, supo que se trataba de una uniformada vestida de civil.
—¿Será cierto? —le preguntó la otra, se notaba emocionada por su posibilidad de estar con el extranjero que había traído la Alianza. Se decía que era un romántico empedernido y que amaba tanto el desierto que se había enlistado voluntariamente cuando supo del programa, fue tanta su emoción que había dejado a su aburrida novia de su país natal en búsqueda de una nueva aventura, se decía en otro lugar. A causa de eso, no podía volver a su hogar por la represalia que le esperaba allá. Se decía también que era amante de la Quinta. Otras fuentes iban más allá y decían que no era ella, sino otra Sombra y era la del país del Agua, la mismísima Terumi Mei, con quien se había enamorado en una misión de infiltración y, como no eran aliados, se le dio la oportunidad de retirarse de forma permanente a la Arena. Un final bastante poético, ya que su amor se había secado irremediablemente—. Sé que tiene turno esta noche en la Muralla.
—Es nuestro turno de enlistarnos voluntariamente.
—Oí que están todos los cupos repletos —dijo alguien, aportando en la conversación a la cual no estaba invitada—. Yo tomé el último puesto. Me iré ahora mismo, ¡deséenme suerte!
—¡Maldición!
—No te preocupes, ¡será la próxima vez! —dijo cuando la chica impertinente se fue—. No sabe que la Loba no deja que nadie se le acerque.
Fue suficiente por lo que se ajustó su capa, y aún si no había conseguido llegar con el tabernero y pedir algo para beber esa noche; se dispuso a salir de la taberna en búsqueda de ese amante misterioso. No era nada extraño pensar que de quién se hablaba tan animosamente era nada más ni nada menos que Shiranui Genma. Si bien no era capaz de demostrar lo mucho que lo estimaba, a causa de su personalidad poco expresiva, sí había sido capaz de sugerir su nombre para enlistarlo en el primer batallón experimental que vendría a la Arena a compartir sus habilidades. Genma era un hombre especial, por lo que sin importar el lazo que compartieran, era una buena opción para cualquier cosa. Al menos esas mujeres del desierto estaban más preocupadas por el trabajo de vigilancia nocturna a causa de este hermoso hombre.
Con una sonrisa en su rostro, se encaminó cual sombra bajo el manto estrellado de vuelta hacia la Muralla. El camino de tres días desde el país natal de Genma no había significado mucho esfuerzo, solo había sido tremendamente fastidioso y aburrido, así que pensar en que estaba a punto de ver al hombre de la aguja era su principal y más emocionante objetivo.
—Alto ahí —dijo uno de sus hombres, pero al ver de quién se trataba, se disculpó y se hizo a un lado para que pasara.
—Tienes suerte que esté de buen humor —resopló. Sí, estaba de muy buen humor, puesto a que vería a Genma.
Como una rata sigilosa, subió de dos en dos las escaleras que daban hacia la cima del macizo. Y arriba, Genma estaba apoyado en el borde mientras observaba al viento hacer a las dunas caminar, la luna estaba llena y blanca por lo que la luminosidad estaba perfecta para el vigía. A su lado, estaba la Loba, la llamada Inuzuka Hana junto a sus tres enormes caninos. Debía esperar el momento adecuado para atacar, y ese momento era cuando la mujer voluptuosa se distrajera.
Hana estaba más que tranquila en ese momento. Podía ver en su mirada el mismo destello de emoción que tenían las chicas de la taberna. La Loba también quería conquistar el corazón de Genma, lo que no se sabía en la aldea era que Hana sí había tenido el corazón del apuesto hombre entre sus garras alguna vez, y que ese destello en sus ojos era nada más y nada menos el regocijo de pensar en todas las veces que él fue de su posesión. Sí, su posesión, porque Hana había aprendido a dominar a los hombres que tomaba como compañero al observar a su madre perseguir y hostigar a su padre hasta el punto de que se fue a otro país, huyendo de su feroz esposa.
Tsume le dijo varias veces a su pequeña hija que el amor era una cacería y que si la presa era muy débil, huiría como su padre y no sería digno. La pequeña Hana creció pensando que así no era el amor que ella deseaba, puesto a que extrañaba a su padre de vez en cuando. Su primer intento en el amor fue hablarle a su compañero más fuerte de clase: Itachi, sin muchos resultados, pero no pasó mucho tiempo cuando posó sus ojos ferales en un hombre mayor. Genma era el líder del primer escuadrón del que fue parte.
—Buena nariz —le había dicho cuando encontró lo que estaban buscando.
Era un buen cumplido, el mismo que le había hecho su padre antes de huir del país. No era sorprendente que se lo dijera, era reconocida por todo su clan por su nariz, pero Genma no era parte del clan, así que no debía saber nada de esas cosas. El hecho de que él era fuerte fue determinante, ya que no sería una presa débil y, por lo tanto, no huiría como su padre. Ella fue a verlo una vez a la Muralla, mientras estaba de turno, y le robó un beso. Todo lo que le siguió fue historia, una historia que podrían repetir una vez más en una Muralla, pero en un país distinto. No dejó que huyera a otro país sin que ella fuese a buscarlo, no cometería el mismo error de su madre Tsume. Qué importaba si las malas lenguas decían que ahora él salía con Shizune, nadie le duraba a Genma porque él fácilmente se aburría de todas. Pronto se daría cuenta de que la cacería en la que él era la presa duraría todo lo que fuese necesario.
—Odio el desierto —lo oyó resoplar.
Hana sonrió al escucharlo, aun si ella le lanzara vasos y le gritara cuando estaba junto a otras mujeres, trabajar juntos era como si nada hubiese pasado entre ellos dos. Eran dos profesionales, o al menos eso le parecía. Sin embargo, Genma ya no bromeaba tanto como antes, ahora estaba más serio. Para Hana, eso significaba que quizás ya había madurado.
—Inuzuka, te busca tu supervisor —dijo una sombra en ese país extraño.
Entrecerró los ojos cuando detectó una mentira.
—Estoy justo al lado de él —gruñó ella y a los tres perros se les erizó el pelo del lomo. El brillo de la luna hacía que los cuatro pares de colmillos destellaran envueltos de saliva y supo que estaban dispuestos a atacar—. Hueles como si hubieses caminado por el bosque. ¿Por qué vienes desde tan lejos?
—Buena nariz —dijo el intruso con una sonrisa—. Me alegra que hayas decidido venir a compartir tus técnicas.
—¿Quién eres?
—Hana —oyó decir a su superior y el amor de su vida—. No ataques, no querrás que te expulsen.
—No la expulsaremos —dijo la sombra con una sonrisa siniestra.
—No quiero que la cortes, Baki —resopló el hombre perfecto del cual absolutamente todas y todos estaban enamorados—. Hana, anda a patrullar.
—Pero Genma…
—Baki es mi supervisor —dijo él y esperó hasta que Hana obedeciera para entablar una conversación con su actual jefe—. Te esperaba dentro de un mes.
—Fui expulsado de mis funciones —respondió el tosco hombre del desierto. Genma pensó que, si sonriera un poco, podría considerarlo como la versión de su mejor amigo del país del Viento, pero Raidō merecía una mejor comparación—. Aparentemente la viuda de Gekko Hayate lo exigió.
—Se demoró bastante —respondió Genma cruzándose de brazos con una mirada molesta.
—Me dijiste que Hayate no había sido tan amigo tuyo.
—Te dije eso mientras estaba borracho y sentía pena por ti —dijo con una sonrisa irónica.
Hana, desde la lejanía, no podía decidir si ambos se detestaban o si realmente se consideraban amigos. Genma siempre había tenido un sentido del humor un tanto peculiar que parecía surgir con más fuerza en las situaciones más absurdas.
—Conocí a una mujer —dijo Baki con aires de misterio, Genma se interesó por la pobre mujer que habría podido ver el rostro completo de aquel hombre. No tenía nada en contra de las deformaciones faciales, su mejor amigo tenía una quemadura que cruzaba la mitad de su rostro, pero a diferencia de Baki, Raidō la exhibía sin problemas—. Entrará en el programa y vendrá a dictar unas clases en la nueva Academia. Será un gran aporte para la aldea.
—Ya veo, ¿es Namida Suzume?
—¿Cómo lo supiste?
—Una corazonada —dijo—. Además, ella es amiga de una novia que tuve.
Claro, la novia de antaño de la que hablaba era Shizune; la mujer plana con la que vivía la mujer más hermosa de toda esa aldea. Sabía que Genma era un mujeriego, pero por como Suzume hablaba de él también sabía que él no había metido la lengua en esa exquisita y refinada boca. Genma parecía tener variados gustos: según Suzume él había sido novio de Yuugao, la viuda de Hayate; al parecer había tenido algo con la Loba con un final dramático y ahora confirmaba que la médica escuálida también. Parecía que a Shiranui Genma le gustaban todas las mujeres porque no había patrón en esas tres, quizás entre Yuugao y Hana sí, pero no con la plana Shizune. Sin embargo, quería verificar si había sido capaz de enamorar a una mujer tan influente como Mei.
—¿Saliste con Terumi Mei? —preguntó Baki de la nada.
—¿Qué? No —dijo enfadado—. Shizune, su nombre es Shizune. No sé de dónde sacas esas ideas. Creo que tengo que presentarte a Anko, tienen las mismas fuentes de información. Y a ella le gustaría toda esa fachada —indicó con mala cara.
Edit: 28/11/2021
Continuará...
Cómo romperle el corazón a Yamato en 3 mil palabras (?) Genma fue muy mencionado aquí. Abrí más DRA-MA sin querer: Suzume pensando que Shizune está con Iruka a espaldas de Anko y yéndose a la Arena siguiendo a Baki cual Hana a Genma. Además de que Shizune piensa que Genma podría sentir lo mismo que ella sintió cuando estuvo con Yamato. TODOS comparan a Baki con Raido JAJAJA Y... ¿CÓMO CARAJOS SE SIENTE RAIDO CON RESPECTO A LO QUE PASÓ CON SHIZUNE?
En el cementerio: Inoichi, Yamato.
Siguen en el juego: Genma, Raido.
Y si mejor entra alguien más jijiji.
Literal, Raido se metió solo en el juego allá en los capítulos del 2015-16, a veces los dedos de una solo escriben. Se me ocurre Aoba, Iwashi... O tal vez Kabutosssss.
Pokemonedas (reviews) para esta pobre escritora, su humilde servidora. Yo sé que quieres contribuir a su hype por su propia historia. Clickea, clickea. O me muero.
