Quiero decir que me costó mil años terminar este capítulo y que tengo miedo de lo que viene.

Musica que me inspiró: Mil que ahora no recuerdo, estuve varios días tratando escribiendo versiones y versiones. Las cancioes Run from me de Timber Timbre y Written in the water de Gin Wigmore fueron las responsables del final.


La Reina de los Fracasados

Capítulo XVIII: Yamashiro Aoba

por Syb


El Cuartel estaba oculto en un bosque espeso. Un lugar así de lúgubre debía estarlo: de noche la frondosa capa de hojas verdes se ennegrecía hasta el punto de absorber todo tipo de luz y sonido, atrapaba asimismo los bancos de niebla desde bien temprano en la madrugada; haciendo que cualquier prisionero que lograra escapar del Cuartel de la División de Inteligencia supiera que seguía atrapado en una pesadilla.

Shizune no acostumbraba a trabajar allí, normalmente estaba encargada de los cuerpos que caían a la Morgue, en la planta subterránea del Hospital, pero temprano esa semana le había pedido su servicio como especialista médica. A causa de ello, había sido eximida de sus funciones en como maestra, médica y asistente, al menos hasta que sus indagaciones terminaran. La morena no quería aceptar que esto le había caído del cielo como una bendición, ya que por fin podía tomar un respiro de su ajetreada vida y tener tiempo para ella. Mientras que cortaba la piel de un objeto de estudio con un bisturí afilado, su mente divagaba y mantenía monólogos interminables. Anotaba en su cuaderno detalles como peso, altura, edad de fallecimiento y alguna que otra anormalidad en sus órganos vitales, con la esperanza de no encontrar mucho más y así poder alargar su estadía un día más.

Ahora se encontraba en la entrada del horrible Cuartel, sin importar lo que hiciera; se sacara absolutamente todo su traje con sangre putrefacta y desinfectara sus manos con alcohol gel, el olor a la carne muerta la seguía, por lo que quedarse en sus momentos de recreo y descanso en medio del frío de la noche le era reconfortante. El bosque tenebroso se movió con el viento nocturno que lo azotó, dándole la impresión de que estaba riéndose de ella.

—¿Noche dura? —le preguntó Ibiki, cerrando suavemente la puerta tras de sí. Se apoyó en la pared para encender un cigarrillo, seguramente había dejado a su víctima tranquila unos momentos para que pensara en las consecuencias de su silencio. La morena notó que en sus guantes oscuros había un poco de sangre fresca a la altura de los nudillos.

—No, ¿la tuya?

—Una noche más en el paraíso —dijo irónicamente—. ¿Algún avance?

—No, al parecer eran solo adultos sanos.

—Sigue buscando —le dijo entonces y la conversación se detuvo allí.

Shizune no quería perturbar el ambiente sombrío con sus comentarios más optimistas. Según sus indagaciones, nada de lo que se pensaba en el equipo de Tortura era cierto, por lo que sabía que Ibiki pediría más y más exámenes hasta demostrar lo contrario, hasta que los sujetos de estudio ya no resistieran más cortes ni ribetes y terminaran en una bolsa plástica sin un aspecto coherente. Por ahora, ella agradecía que su ala de trabajo estuviera lo suficientemente alejada de la de él para no escuchar los gritos despavoridos de los reclusos que probablemente decían la verdad.

Si ella le decía que estaba equivocado seguramente le pasaría algo malo camino a su apartamento. Nadie sospecharía nada.

—Capitán Ibiki, el prisionero acaba de desmayarse. Solicitan su presencia —le dijeron desde la puerta. Aoba estaba asomándose y cuando el de Anko entró por más detalles, Shizune solo se quedó admirando la vista tétrica. Decidió darle un sorbo generoso a su taza desechable de café mientras escuchaba un par de susurros y palabras en clave que no le interesaba entender. Los pasos firmes de Ibiki alejarse le indicaron que por fortuna no tendría que incomodarse por el silencio. Aobam en cambio, salió del claustro—. Señorita Shizune —la saludó contento—. Veo que fraterniza con el jefe.

—No creo que sea así realmente —le respondió con una mueca—. Creo que me odia.

—No te preocupes, él es así —le dijo Aoba con simpatía—. Creo que odia a todo el mundo —añadió. Aoba tomó asiento junto a ella y empezó a buscar algo en su chaqueta táctica como si se le hubiese perdido. Finalmente, y con una sonrisa amplia en sus labios, sacó una cajetilla con cigarrillos—. Probablemente no deba hacer esto en frente de mi médica tratante, pero es algo que solo hago aquí. Verá, es mejor no acercarse a la habitación de Ibiki, todavía tengo pesadillas con ese lugar…, no entiendo cómo a la señorita Anko le siga gustando —dijo con temor, o quizás una acidez no tratada, a la morena le quedó claro. Aoba finalmente la miró sobresaltado con el cigarro entre los labios—. Perdón, ¿quiere uno?

—No, estoy bien —le dijo ella.

—Solo fumo cuando estoy aquí —se excusó otra vez—. El capitán Inoichi me lo recomendó. Ya sabe, no soy tan bueno como él haciendo lecturas y normalmente termino con dolor de cabeza. Un toque de nicotina hace que se relajen mis neuronas y pueda seguir.

Ya veía, alcohol para adormecer la sensibilidad y tabaco para seguir. No había hábitos muy saludables dentro del Cuartel, y ella sintió que la falta de un médico tratante dentro de las instalaciones era altamente preocupante. Tomó de un sorbo lo poco de café que le quedaba en la taza cartón y la tiró en la basura de reciclables, la cual estaba completamente vacía a un lado de la basura regular que estaba repleta. Negó con la cabeza, ella y Suzume habrían limpiado con ese lugar, y regañado al personal masculino por la falta de mantenimiento de espacios comunes. Quizás en su tierna infancia les faltó alguien como el maestro Iruka para corregirlos.

Miró a Aoba con una sonrisa y levantó tímidamente las manos.

—¿Puedo?

Yamashiro Aoba reaccionó tardíamente a su petición, ya que no entendió de inmediato qué era lo que quería hacer con sus manos. Él leía recuerdos pasados en las mentes de prisioneros con las suyas, ella por su parte las usaba para tratar a sus pacientes. Aoba rápidamente se sacó el cigarrillo de la boca luego de una ultima calada y lo tiró al suelo, esperando el toque sanador de la mujer con una sonrisa.

—Por favor —le dijo inquieto.

—No tardaré mucho —susurró cálidamente y aplicó energía en ciertos puntos como la cien y la frente para aliviar su cansancio. Quizás con suerte podría relajar sus neuronas fritas. Inoichi estaba ausente por asuntos personales, por lo que seguramente a Aoba se le había presionado de más en esos días. Oyó que su colega en el Cuartel empezó suspirar como si estuviera metiéndose dentro de unas piscinas termales y sintió bajo sus manos cómo sus músculos maxilofaciales comenzaban a relajarse. De un momento a otro, Aoba cayó rendido en un sueño profundo y el hombro de la mujer le sirvió como almohada—. ¿Aoba?

Shizune suspiró en medio de la noche, no se sentía bien despertarlo. Al menos empezaba a hacer frío y Aoba, al estar más caliente que todos esos cuerpos fríos que salían del congelador, le ofrecía un poco de consuelo. Posó una mano en su espalda tímidamente como si estuviera consolándolo y volvió a suspirar. La noche se estaba haciendo más larga de lo esperado. Miró su reloj de pulsera, al menos tenía unos minutos más para descansar antes de que empezara su siguiente turno. Aoba empezó a roncar y ella reprimió una risa para no perturbar su sueño.


La tienda se removió un poco a causa del viento, el cimiento de ese lugar era una pesada alfombra de fibra fina y dura que seguro estaba llena de polvo y pelo luego de años y años manteniéndose ahí, en medio del desierto. Para Suzume acostumbrarse a ese lugar era difícil, el incienso que normalmente usaban dentro de la tienda le hacía picar la nariz y humedecérsele los ojos. Y el olor la seguiría hasta su pequeño apartamento. En un principio amaba los olores, ahora solo quería dejar de oler a humo perfumado. Y Baki, su novio no había aparecido mucho desde que ella había pisado la aldea puesto a que se había perdido de reunión en reunión; no por nada era uno de los consejeros más importantes de su villa. Para la maestra, caminar durante tres días hacia su nuevo hogar había sido más que agotador, ya que llevaba toda una vida recluida en la academia hablando de hipotéticas misiones de las que casi ni se acordaba. Hace tiempo no había probado tal dosis de realidad. De noche pensaba en Raidō y en todo lo que pudo haber sabido antes de decidir dejarlo. Ya había perdido la cuenta de las veces que había llorado antes de dormir. Y se preguntaba si él podría aceptarla de vuelta si volvía a la aldea. ¡Maldito libro y su promesa de romance!

Baki había sido más detallista y tierno durante su corto romance en su aldea, quizás más que Raidō para quién coquetear era asegurarse de su protección como buen guardaespaldas, pero esa persona se había quedado a tres días de distancia. A veces quería escribirle una carta a Yuugao para decirle que estuviera feliz, ya que ninguna de las dos estaban teniendo el romance que hubiesen querido. Sin embargo, se detenía en seco pensando que, si le hubiesen matado a Raidō y el asesino caminara como si nada por la aldea, ella habría hecho exactamente lo mismo. Su enojo solo venía desde sus sueños rotos. Baki no era el príncipe azul que ella quería que fuera. Quería desahogarse de todo el asunto del consejero tosco y deforme, por lo que siempre terminaba escribiéndole algo a Shizune, pero nunca enviaba la dichosa carta. No quería aceptarle a su mejor amiga que se había equivocado y que quería volver a sus brazos sororos.

Ahora, dentro de la calurosa tienda llena de incienso, buscó entre los comensales a alguna cara conocida. En el desierto normalmente bajaba la temperatura drásticamente de noche, por lo que había una gran fogata al centro de la tienda que la iluminaba y calentaba en igual medida, y cerca de ella encontró a Genma y a Hana tomar unas pintas de licor de miel y anís fermentado. El hombre hizo un gesto con la mano y ella sonrió. Jamás pensó que él sería su gran amigo en esas tierras inhóspitas.

—¿Cómo te tratan los niños hoy, Suzume? —dijo el hombre apenas ella llegó y tomó asiento frente a ellos, su hermoso rostro ahora tostado era la admiración de muchas mujeres esa noche y la maestra no era ajena a ese detalle—. Espero que se les suavice el genio esta vez.

—Claro que no —le respondió ella con una sonrisa marcada por su labial rojo—, acá toman enserio la rudeza de carácter.

—Tienes experiencia con eso —le dijo Genma divertido, claro que se refería a su mejor amigo.

Hana le sirvió vaso a la maestra mientras tuvo lugar la conversación. La Loba miró a Suzume y le sonrió, la mujer no era de muchas palabras y a la amiga de Shizune le daba miedo incluso pensar en la morena cuando estaba ante su presencia bestial. Ella era la que protegía con uñas y dientes a Shiranui Genma, por lo que se aseguraba que ninguna extranjera se le acercara con fines libidinosos. De alguna forma, Suzume agradecía el gesto ya que era un punto positivo para la medica, aun si ella era el mayor peligro para Shizune en esos momentos. Hana quería el corazón de Genma como fuese.

—La tengo sí, pero jamás logré pulirla —resolvió Suzume—, no estaría aquí si lo hubiese hecho.

—Pero tampoco estarías aquí si no te gustara al menos un poco —dijo Genma y Suzume asintió—. Entiendo cómo te sientes. A veces no podemos con nosotros mismos.

La maestra quería entender al hombre con todas sus fuerzas. Raidō lo había escogido como amigo por alguna razón y ella quería saberla, algo hermoso debía esconderse debajo de esas capas superficiales que saltaban fácilmente a la vista: el amor excesivo y descuidado hacia las mujeres, su aspecto agraciado, su buen sentido del humor. Al menos, en ese lugar inhóspito y poco acogedor, él había sido el único que la había protegido desde que ella había llegado. Lo hizo por el amor que sentía por Shizune y Raidō, de eso no cabía duda. Suzume sonreía cada vez que él sonreía, lo mejor de Shiranui Genma era la amistad que ofrecía. Y en eso era igual a Raidō.

—Por una semana menos en este horrible lugar —dijo Genma alzando su copa.


—No está bien —le dijo duramente Ibiki mientras leía el informe. Optó por lanzarlo de forma grosera sobre su escritorio al no encontrar lo que buscaba—. Debes repetirlo. Sé que hay algo ahí.

—Ya repetí el análisis que pediste tres veces —le dijo tratando de sonar calma.

—Repítelo —resopló a secas, la morena cerró los ojos y frunció la boca para evitar decirle algo de lo que se fuera a arrepentir más tarde, puesto a que había notado que Ibiki luchaba contra su propia lengua de igual forma. Su relación laboral debía mantenerse distante para que funcionara—. Avísame cuando esté listo.

—Me llevará por lo menos una hora más buscar el tejido.

—La noche es joven.

La morena se retiró y volvió a su puesto de trabajo. Volvió a amarrar su cabello y vestir su delantal, y buscó los implementos necesarios para una nueva autopsia. Sacó a un nuevo objeto de unos de los compartimientos del frigorífico y lo alistó para empezar a cortarlo. Los minutos pasaron, un corte en las suturas viejas del tórax hizo que se abriera como un libro. Con una mueca, hurgó entre los vasos y venas para buscar tejido adecuado para el análisis. Por el rabillo del ojo notó movimiento en lo alto, por lo que alzó la vista. Tenía compañía.

Shizune vio que Aoba se sentaba en uno de los puestos detrás de la vitrina dispuesta para que estudiantes en práctica inexistentes aprendieran en primera fila el proceso de abrir un cuerpo sin vida. El que la viera trabajar sobre un cadáver hizo su mente divagar. Recordó cómo Yamanaka Inoichi la había llamado a la Morgue para informarle que lo que había sucedido entre ellos dos había sido su error y que no volvería a pasar. En esta oportunidad, Shizune sabía que estaba todo bajo su control, y si quisiese que pasase algo, estaba dentro de su poder. Se sonrió con la vista puesta sobre la carne muerta del objeto, había algo erótico al sentir la miraba de su colega sobre su espalda.

Una hora más tarde, se quitó el delantal ensangrentado, tirándolo desde el pecho con desgano, y lo desechó en la basura biológica. Repitió el proceso con los guantes, y fue a lavarse sus brazos hasta el codo con una solución jabonosa. Trabajar para Ibiki era agotador y se preguntó durante horas si Inoichi habría hecho algo para evitarle ese mal rato con el agente deforme, o si solo se habría mantenido en silencio ante las demandas imposibles de su colega. Habían pedido su presencia en ese horrible lugar por toda la experiencia forense que le precedía, por lo que le sabía mal que la mantuvieran repitiendo análisis solo porque a su jefe no le acomodaban los resultados. Igualmente se preguntó si ella fuese un él, los análisis se hubiesen repetido tanto. A pocos minutos del amanecer, volver a su apartamento en soledad se le hacía un alargue de esa noche incómoda. Ojalá tuviera a Suzume junto a ella para poder gatear en su cama y recibir un abrazo confortante. Ojalá Genma la esperara con un café amargo, una broma absurda y su sonrisa cálida mientras se encontraba preparándose para su día en la muralla. Por varios meses se sintió sola, incluso había abrazado la posibilidad de pedirle perdón a Yamato y proponerle una relación de amistad con una pizca de afecto en la cama. Y entonces su mente volvió al inmenso jardín Akimichi y a ese recuerdo al cual prefería no visitar.

La puerta se abrió lentamente y un sonriente Yamashiro Aoba se asomó tímidamente. Seguramente venía a agradecerle su gesto allá a las afueras del Cuartel, puesto a que había tenido que dejarlo apoyado en la pared a su suerte apenas su turno estuvo por comenzar.

—Disculpe —le dijo, parecía arrepentido de aparecerse sin avisar en el vestidor de la Morgue.

—No te preocupes.

Shizune sonrió. Aoba parecía no haber perdido su nerviosismo excesivo ante el sexo opuesto al cual se sentía atraído, ella estaba completamente vestida puesto a que solo se había quitado el delantal ensangrentado y los guantes, y aun así quiso escapar al notarla dentro de un lugar tan privado como un vestidor. Seguía siendo bastante impulsivo, para casi siempre arrepentirse de sus acciones inmediatamente después. Entre su nerviosismo y sus ganas de decirle lo que tenía atascado en su garganta, Shizune divagó. ¿Cuál sería el precio a pagar si hacía lo que cada una de sus neuronas le pedían a gritos que hiciera? Sus manos aflojaron su vestido en la altura de su cintura. Ya había besado a Raidō, el mejor amigo de Genma y el ex de su mejor amiga, y si bien tuvo que luchar contra su culpa al principio, ninguno de los dos estaba ahí para reclamarle algo. Aoba se quedó de piedra frente a ella, el obi que normalmente se abrazaba firmemente su cintura cayó lentamente hacia sus pies. Yamato había ido y venido, y ella no sintió una pérdida tremenda en su cama. Además, la soledad, que normalmente la asaltaba de noche, podía solucionarse en un abrir y cerrar de ojos. Descubrió un hombro y apareció con él la desnudez de sus pechos.

Aoba se apresuró a besarle los labios como si estuviera hambriento hace meses. Ella le quito las gafas cuando él bajó a besarle los pechos para saciarse, bajó rápidamente hasta que estuvo frente a su sexo y con los dientes le quitó su ropa interior. Shizune cerró sus ojos cuando sintió su lengua jugar dentro de sus labios.

—Lamento que el capitán Ibiki haya sido tan duro con usted —le dijo él, a un lado de la puerta, al final había decidido quedarse ahí para no incomodar en demasía a su colega. Shizune asintió frente al colgador, estaba lista para coger su cartera e irse a dormir para acabar con ese día maldito. Los análisis tardarían en arrojar un resultado negativo, por lo que no había caso en quedarse. Mandó a llamar a Iwashi para que se encargara desde ahí, ya que solo debía leer una parçametro de una pantalla del laboratorio y él tenía experiencia en ese campo.

Ella negó con su cabeza, no iría a darle más atención al jefe de la División de Tortura.

—¿Te duele la cabeza? —preguntó en cambio. Sus neuronas lo imaginaron penetrándola en contra de la pared mientras aprisionaba sus manos con las suyas para inmovilizarla.

—Ya no, gracias a usted —le dijo con una sonrisa tímida—. Quería decirle que puede contar conmigo en lo que sea, normalmente estoy en el Cuartel. Si quiere un café, un cigarrillo… Hablar mal del jefe —bromeó.

—Gracias. —Aoba no se movió—. Por ahora solo quiero dormir.

—Claro que sí —dijo él, queriendo decir algo más, pero no tenía la confianza en sí mismo para hacerlo—. Pensaba que podríamos salir a tomar desayuno, ya sabe, antes de irnos a dormir… Digo, cada uno a su apartamento, claro.

Shizune reprimió una sonrisa, al menos ella no era la única que se planteaba esos escenarios retorcidos en su cabeza; quizás había percibido lo que había estado pensando, de cualquier forma, lo siguió por los pasillos del Cuartel hasta salir de sus dominios tenebrosos. Aoba era gentil, aunque muchas veces su propia mente lo traicionaba; bromeaba como Genma, pero su humor era más inocente que el del capitán de la aguja. Asimismo, imaginaba que tampoco podía comparársele en osadía. No iría a besarla con tanta ansia y no lo imaginaba con la seguridad en sí mismo como para tomar el mando de la relación carnal e inmovilizarla apoyada en la pared. Debía ser más gentil y atento, y pensando en ello, se sentó frente a él en la cafetería del centro que escogieron, en búsqueda de más indicios de aquella teoría.

Al mismo tiempo, Gai y Anko entraron al local. No parecía que vinieran juntos, ya que cuando caminaron hacia el mesón para probablemente pedir un café para llevar, ambos miraban hacia lugares distintos, tratando de evitar el contacto visual hacia el otro. Probablemente, los dos se preguntaban si el otro lo seguía.

Anko encontró alivio cuando vió a su amiga en medio de las mesas.

—¡Amiguita! —le gritó ella, aun si Shizune trató de escurrirse en su silla para no entrar en su campo de visión. Le pareció que estaba abriendo una ventana al pasado al revivir una situación bastante similar: intentaba desayunar con un telépata muy temprano en la mañana, aunque en esa lejana oportunidad era Inoichi y no Aoba; más tarde, la descubría su ex-novio Shiranui Genma e iría a hablarle, solo que en ese momento era el turno de su "ex-novia" y autoproclamada mejor amiga, Mitarashi Anko.

Maito Gai se volteó y sonrió ampliamente.

—¡Ah! Shizune —exclamó él—, he querido encontrarte hace tiempo. Supe que mi gran compañero Genma se ha ido a la Arena. Espero que su partida no te haya dejado destrozada. —El monólogo de Gai hizo que la morena negara varias veces con la cabeza, temiendo que si lo hacía con palabras no sonaría convincente. No era solo la partida de Genma, también era la de Suzume y el beso que le dio con Raidō, era muchas las cosas que la mantenían despierta de noche—. Sé que yo lo estaría si hubiese estado enamorado de él desde la infancia, haberme ido a entrenar durante varios años para transformarme en una médica respetable, y vuelto solo para encontrarlo como un mujeriego sin futuro, realmente me sentiría mal. Quiero decir, ¿cómo se puede confiar en alguien con ese pésimo historial? Yo lo sé, lo he visto, recuerda que formamos equipo cuando éramos niños, vi la transformación de cerca.

—Gai… —dijo Aoba con un poco de incomodidad. Sin querer estaba dentro de un drama del que no tenía nada que ver.

Sí, había sabido por Izumo y Kotetsu que la morena salía con Inoichi y Genma, los dos galanes más galanes de toda la aldea. Borracho se lo había preguntado directamente a la morena directamente, traicionado por su torrente impulsivo de pensamientos. Él no estaba ni cerca de formar parte de las filas de galanes. Y por más que a la médica le interesara, con tal catálogo de hombres no se sentiría capaz de entrar en la competición si quiera. Flirtear con Shizune dentro del Cuartel no era extrapolable a flirtear con ella en el centro de la ciudad, donde todo se volvía real.

—¿Enamorada desde la infancia? —susurró Anko con una sonrisa que parecía le desgarraría la cara—. Por favor, sigue hablando de esto, Gai.

—No, Anko… —dijo Shizune, pero nada detuvo al capitán. Era como si fuera sordo a causa de su gruesa y envolvente voz.

—Era patético como trataba de esconderlo —confidenció él a la mujer más joven con un amago de risa—. Cuando finalmente logró estar con su amor de infancia, él se va con su ex-novia. —Finalmente se volteó a hablarle a la morena—. Una más joven y guapa que tú. Shizune, él me comentó que parece ser que te invitó a tomar unas vacaciones, pero parece que lo hizo con Hana —siguió Gai en su mundo—, pero no te preocupes, Shizune, otro se fijará en ti.

—No quiero… —suspiró cansada.

Ahora temía que apuntara a Aoba como su siguiente pretendiente, haciendo que las noticias le llegarían rápidamente a Izumo y Kotetsu por medio de Anko, y ella se vería en un escándalo más grande y falso que nunca, ya que al parecer salió con jefe y subordinado. No iba a negar que había imaginado cosas con el capitán Yamashiro allá en el vestidor, pero pensar escenarios fantasiosos no era ningún delito, ni siquiera una confirmación.

—Esta vez tienes que asegurarte de elegir bien, un hombre poco atractivo preferiblemente. Alguien que esté agradecido de estar contigo, porque ¿quién querría estar con una persona que trabaja en tres lugares distintos? No hay tiempo para la intimidad…

Pero además de sordo, parecía ser ciego. Aoba no entró en su radar, ni siquiera se volteó a verlo mientras pensaba en posibles pretendientes. El telépata frunció la cara un poco ofendido, aun si pudiera inferirse que él era más agraciado de lo que Gai buscaba.

—Fui asignada a esos trabajos —se defendió sin importancia, ya nadie estaba escuchándola.

—Creo que debiste elegir de compañero a Raidō, él también trabaja demasiado. Y no es tan atractivo como Genma.

—O Inoichi —añadió Anko, actuando como si fuera la mejor amiga de Gai de la nada.

—¿Inoichi? —sonrió Gai—. No aprendes, Shizune. Sigues siendo como esa pequeña niña debilucha ambiciosa que conocí. Me gustas, ven, te invito el desayuno como en los viejos tiempos. Comer hará más fuerte y atractiva.

Otra vez, Aoba no estaba en el radar de Gai.

—¿Puedo venir? —preguntó Anko.

—No necesitas ser más fuerte, pero claro que estás invitada, versión femenina de Genma.

—¿Qué? ¡retira eso!

—¡Ja! Finalmente revelé el misterio de por qué ustedes son tan unidas —dijo tan feliz como si hubiese ganado una apuesta—. ¡Oye, Aoba! —dijo como si recién se hubiese dado cuenta que estaba ahí sentado, enfrente de Shizune—. Creo que debería ayudarlos en el Cuartel —dijo golpeando ligeramente su cráneo con su dedo índice.

—¿Podemos vernos más seguido, Gai? —dijo Anko, ahora sí podía decirse que estaban juntos dentro de la cafetería—. De esta forma puedes seguir hablándome así y juntos podremos descubrir por qué soy como soy y ver una solución a mi necesidad de destruir a todo quien me demuestre un poco de cariño. Obviamente elegiré alejarte cuando lo descubramos. En el fondo me odio a mí misma.

—Lo sé —le dijo amorosamente, Gai pasó un brazo por los hombros de la chica y ambos fueron por unas sillas adicionales.

Finalmente, Shizune pudo soltar el aire de sus pulmones. Al menos por unos instantes, antes de que el par del terror volviera. Miró a Aoba y él la miró igual de angustiado que ella.

—¿Enamorada del capitán desde niña? —le susurró.

—No, él cortó mi cabello… —le dijo ella, disgustada—. Solía detestarlo. Y Gai tiene razón, cuando volví no tuve ningún interés por él. Es bonito, pero no puedes confiar en él.

—¿Qué cambió? —dijo Aoba con una risita nerviosa, no sabía si estaba sacando información para su beneficio o solo lo hacía para hablar de algo. Se puso visiblemente nervioso y se puso a jugar con su servilleta.

—No lo sé.

Shizune se permitió sonreír un poco.


Suzume suspiró mirando cómo el día se hacía de noche otra vez.

Baki había sido llamado a la oficina otra vez y la cena romántica que había planeado para ellos dos la había interrumpido Genma, tocando la puerta para darle el recado satánico a su jefe. El hombre del desierto había desaparecido raudo por los pasillos y el capitán de la aguja miró hacia el interior para buscar a la mujer. Su rostro congestionado fue suficiente para que el castaño decidiera entrar al pequeño apartamento sin ninguna invitación. En su paso, pellizcó un racimo de uvas y se llevó unas cuantas a la boca. Fue en ese momento cuando Suzume se fue al ventanal para ocultar sus ojos aguados. Luego de un rato, habló.

—No sé por qué me molesta esto —le dijo ella—. Debería estar contenta, al fin alguien quiere ser mi novio.

—Está bien —replicó Genma con el vaso de hidromiel en los labios—. No dejaste a Raidō para volver a lo mismo. —Suzume sorbió levemente su nariz en un intento de que él evitara verla sollozar. Genma suspiró—. Ven, te enseñaré unas cosas.

Suzume abrió los ojos asustada, tanto que aguantó la respiración cuando lo escuchó desplazarse por el apartamento para posteriormente dejar el vaso vacío de hidromiel en la mesa. Sus pasos pausados, pero firmes acortaron la distancia entre ellos y ella quiso salir corriendo. Genma se detuvo detrás de ella y, gracias al reflejo en la ventana, supo que él la miraba desde su posición. Cerró los ojos cuando él acarició sus hombros y brazos con las yemas de sus dedos como si quisiera describir su figura con ellos. Genma se le acercó a su oído, y con su mano retiró aquel cabello ondulado de él, Suzume podía notar la sonrisa en sus labios sin siquiera mirarlo.

—Es sencillo, puedes volver loca a una persona sin hacer mucho —le dijo—. Estoy seguro de que te lo enseñaron en la rama de Seducción.

—Claro que sí —respondió tímida, no queriendo admitir que nunca había ejercido.

—Baki no podrá resistirse cuando terminemos. —«Terminemos», se repitió mentalmente Suzume, ella jamás desconoció la belleza de aquel hombre, pero nunca se había planteado estar en la misma posición en la que muchas otras mujeres habían estado y que ella les había juzgado con tanto desdén cada vez que podía—. La clave está en las sensaciones. No es solo sexo —comentó él, tomando su mano con la de él para acariciarla suavemente—, es tacto, son olores y sonidos. Una promesa de lo que vendrá después. Ya sabes, crear una fantasía.

Suzume asintió sin habla, el aliento de Genma era dulce; el hidromiel les había otorgado su característico olor a sus palabras. La vibración de las cuerdas vocales del hombre le hacía cosquillas en su oído y nuca, sin duda era una voz agradable. Y su tacto…, Suzume estaba segura de que sentir sus besos en su piel era a lo que se refería.

—Los hombres somos estúpidos —siguió él—. En la Arena se aprecia la firmeza de carácter, como todos los días lo compruebas con tus alumnos. Baki vio en ti otro tipo de mujer, más elegante y refinada —dijo cuando entrelazó sus dedos con los de ella—. Te vio y te quiso para él porque eras algo que nunca había visto. Eres su fantasía, compórtate como una.

Una fantasía, se dijo la maestra. Una fantasía representa algo que no está presente y ella no quería volver a ser un fantasma frente a un hombre.

—No pidas nada, exígelo —dijo él, depositó un pequeño beso en la mejilla de la maestra a modo de despedida. No era un beso lascivo, Suzume notó que lo había dado con cariño, como si fuese su mentor y ella su aprendiza—. Hazle saber que está en tu territorio, aun si estemos en la Arena.

La maestra quiso saber algo más.

—¿Qué fue Shizune para ti?

—Ella fue un reto para mí —le dijo allá en la puerta—. Nunca sé qué es lo que quiere. —Se sonrió, dando por terminada su conversación—. Nos vemos en la taberna.


Shizune se despidió de sus autoproclamados mejores amigos, Gai y Anko en la cafetería, y de Aoba una esquina más allá. Él debía volver al Cuartel más temprano que ella, por lo que debía apresurarse si quería dormir un poco. Por la dirección que tomó, ella supo que él no vivía dentro de las instalaciones del Complejo de Fracasados, por lo que podría inferir que no era un completo desastre como hombre. Solo debía dominar un poco su lengua. Shizune pensó en lo cerca que le quedaba el Complejo, ya que fácilmente podía ver la florería cerrada de Inoichi. Hace poco había amanecido, por lo que era normal que todo estuviera tan muerto aún. Aun no era momento de cambiar de turno en la muralla. Sus neuronas trazaron un camino y sus piernas obedecieron sin mucha resistencia.

En la puerta del Complejo, vio una cara conocida.

—Shizune —la llamó Tonbo con una sonrisa, el que había sido su compañero del piso seis se aventuró a mirar a su espalda en búsqueda de espías—. ¿De vuelta tan pronto?

—No digas nada, ¿si? —dijo ella, y entró a las instalaciones húmedas y horribles gracias a que él le abrió de par en par la puerta.

—Seré una tumba.

Sus tacones hicieron eco en cada pared del Complejo, como habría pasado hace unos meses cuando aún vivía en el sexto piso. En aquellos tiempos, el sonido de sus tacones sería acelerado, corriendo hacia la salida para ser capaz de llegar al Hospital, Academia o la Torre. Sin embargo, en estos instantes Shizune se tomaba su tiempo para subir cada escalón, tratando de emular el sigilo de Yamato. Frente a la puerta que sabía podía abrirse sola, allá en el segundo piso, retuvo la respiración para luego anunciar su presencia con unos golpes tímidos en la madera. Unos cuantos latidos de corazón bastaron para que el capitán quemado la descubriera detrás de la puerta.

—¿Estás ocupado?

Raidō negó con la cabeza y la dejó entrar al hacerse a un lado. Lo primero que detectó su nariz fue el grano recién molido salir de la cocina. Cuando llegó al centro del pequeño apartamento, escuchó la puerta cerrarse. Ya no podía arrepentirse como lo estaba haciendo ahora. Sintió su corazón en la garganta y se volteó a mirarlo. Raidō había vuelto a la cocina en búsqueda de su taza olvidada y le ofreció una. Si tomaba más café, vomitaría, se dijo; pero a él solo le negó la cabeza.

—Tuve una noche dura en el Cuartel —le explicó—. Ya perdí la cuenta de las tazas que tomé. Creo que debería detenerme.

—Toma asiento —le sugirió entonces.

Raidō volvió a lo que sea que estuviera haciendo en la cocina antes de que ella llegara. La morena supo que debía tranquilizarse para poder verlo a la cara. Tomó asiento en el sillón que estaba libre como si estuviera por desmayarse y permitió que sus ojos viajaran por el pequeño apartamento. Desde su posición podía ver que la cama ya estaba hecha y que los informes que había en el apartamento estaban dispuestos en una pila en el otro sillón. Tomó un papel y lo miró un poco antes de dejarlo de vuelta en la pila, Raidō tenía una letra bonita y dentro de su desorganización, era bastante ordenado. A juzgar por el tamaño de la pila, podía darse cuenta de que había estado tomando demasiadas misiones desde que Genma se había ido.

Raidō se le acercó con una taza.

—Toma, para que puedas dormir —dijo el quemado. Shizune tuvo que apretar las piernas apagar el calor que sentía cada vez que él era atento con ella. Su rostro tosco era nada más una máscara, puesto a que él era un hombre virtuoso. La morena vio la taza de infusión que tenía ante ella, las hojas que allí flotaban eran una mezcla perfecta para ahuyentar al insomnio. La destreza que concentraba esa taza provenía de Suzume, su pobre amiga de quien no merecía ningún cariño ni cuidado—. ¿Pasa algo?

—Te quiero —quiso decir, pero en cambio dijo: —Nada. Solo estoy cansada.

—Ve a dormir.

—Sí… —dijo ella mirando el vapor perfumado en medio de esa mañana. No había podido dormir bien desde que había besado a Raidō, huir de él no había surtido efecto. Ni Genma ni Suzume estarían para siempre en la Arena—. Creo que debemos hablar de lo que pasó.

Raidō la miró de hito a hito y tomó asiento frente a ella, en uno de los taburetes altos que estaban frente a la cocina, al estilo de un bar. Tenía un semblante bastante serio, quizás para él no había significado mucho y ya lo había olvidado. Quizás pensaba que ella solo era una mujer estúpida que se encariñaba fácilmente con cualquier muestra de afecto. Quizás la pensaba como una…

—Sí, creo que debemos hablarlo —dijo entonces—. No puedo tener ese tipo de relación contigo.

—Lo sé, Genma y Suzume…

—No es eso —dijo suavizando sus facciones—. Genma podría soportarlo, pero yo no. Si tengo algo contigo, me gustaría hacerlo bien y eso significa que no podría compartirte con nadie más.

En ese mismo momento, alguien golpeó la puerta del apartamento de Shizune con firmeza, invadiendo el silencio con el eco de los golpes. Luego de unos instantes, una voz la llamó.

—Señorita Shizune, soy Iwashi —le hablaron desde la puerta, al parecer esperó una respuesta sin resultados—. Sé que quiere descansar, pero algo acaba de suceder en el Cuartel. ¡El análisis salió positivo! El capitán Ibiki la necesita con urgencia. ¿Señorita Shizune?


Edit:29/11/2021


Continuará, pero estoy muy asustada de todo jajaja

Primero que todo, necesitaba sacar a Shizune de los mismos escenarios, por eso la llevé al Cuartel, para refrescar el asunto (después de 17 capítulos se hace monótono), me encantó describir a Aoba, aunque para el desarrollo me pareció muy dramático si lo dejaba como candidato, así que lo dejé como fantasía. Ibiki es un maldito, no quería que hubiese ningun tipo de amiguismo entre ella y él, ya que es el ex de Anko. Y hablando de Anko, encontró a su versión molestosa: Maito Gai. Me gustan esas personalidades peculiares que llegan a ser ridículas (por eso él y Baki son seres extraños). Y el asunto de Genma y Suzume, me pareció hacerlo como "revenge" pero no tanto, literalmente creo que Genma podría trabajar como seductor fácilmente sin ningún entrenamiento previo, solo las tabernas y la vida. Y creo que Suzume nunca ejerció, algo así como que se sabía la teoría pero no lo podía llevar a la práctica, por eso ella y Genma son opuestos complementarios (pero no los veo como pareja jajaja, nada más que como amigos o mentor/aprendiza, quizás pueda cambiarle los papeles en el futuro y que ella le enseñe a ser menos fracasado). No sé qué más decir. Creo que me tomaré un tiempo para seguir reina, fue muy traumatico para mí este cap.

Cementerio: Inoichi, Yamato y Aoba. A los últimos dos pobres no les di oportunidad.

Siguen vivos: Genma, Raido.

¿QUIEN? DEJARE UNA ENCUESTA EN MI PERFIL (si no existe es porque fue hace tiempo o no supe hacerlo).

Dejen reviews :( es que sigo desempleada y nadie me quiere dar trabajo y los fics son lo unico que me mantiene cuerda jajaja EL DINERO SE AGOTA, QUE NO SE AGOTEN LOS REVIEWS. Bueno, si no quieres, tampoco te obligo. Vete.

Syb.