Luego de casi seis meses de nada, he aquí otro cap. Las disculpas están demás porque siempre digo que me cuesta y ya parece mentira y es casi desagradable. ¡Me cuesta! especialmente si estuve tantos meses desempleada y a la deriva, y tuve que dejar mi estudio y pasé a vivir con amigos... Y escribir con amigos quienes NO SABEN QUE ESCRIBO FICS A MIS MAS DE 30 AÑOS, como que da vergüencita. Sí, tengo 30+, supérenlo, escribo en esta página de fickeros jubilados desde que era una bebé (cuando nadie entendía lo que escribía porque solo tenía sentido en mi imaginación y no era capaz de ser coherente; llegué incluso a utilizar formato script).
Syb: entonces aquí estoy, subiéndoles otro capítulo del fic más importante de mi vida. En el próximo llegamos al cap XX, no se puede creer (llora).
No diré qué música me inspiró porque ninguna lo hizo esta vez jaja, solo sé que vi Ammonite y quise escribir arte lésbico, pero no me hice caso. De cualquier forma, veanla.
La Reina de los Fracasados
Capítulo XIX: Yuugao
por Syb
Una noche ventosa, una rama de un árbol cercano atravesó un vidrio de la ventana y el estruendo hizo que la morena despertara con un grito en la garganta. A la mañana siguiente el viento helado se metió por el agujero que quedó y algunas hojas secas se metieron dentro de un vaso de agua olvidado en la mesa de estar. Comprobó más tarde que, de todas las ventanas de todo el edificio, solo ella había sufrido daños a causa del árbol y el viento.
—¿Sabes quién pudo ser? —le preguntó su mejor amiga con una sonrisa malvada, había ido a visitarla sin previo aviso esa mañana. Solo había una persona capaz de controlar ramas y señor ramita tenía razones por las cuales hacer que una rama a travesara su ventana—. Quién sabe, quizás salió de juerga, se le pasaron las copas y vino a decirte que te ama de la peor forma posible. Ayer lo vi con Asuma en una taverna, pregúntale a Asuma.
—Seguro solo fue una rama —replicó la morena.
Sin embargo, no pudo quitarse de la cabeza la posibilidad mínima de que Yamato haya estado detrás del atentado hacia su ventana. Tenía una pista, solo debía seguirla. Se armó de valor, esa misma tarde obtendría una respuesta, o al menos parte de una. Calentó agua en la tetera de hierro, dejó caer unas hojas de té variadas en su interior y esperó a que su visita tocara la puerta a la hora establecida.
—Sí, fue aquella rama —dijo Asuma cuando le echó un vistazo a la ventana. Los vidrios seguían en el suelo y las hojas se habían estado multiplicando para cubrir la evidencia. Shizune asintió, nada de lo que él había venido a decir era nuevo. Frunció la boca, solo lo había llamado a él y a su novia para preguntarles si capitán ramita había sido, no necesitaba que dijera cosas obvias—. El viento de ayer estuvo fuerte —otra obviedad, de alguna forma sabía que, si ella o Kurenai decían lo mismo, no serían tomadas tan en serio como lo harían con Asuma.
Su mente empezó a imaginar que Raidō había venido en lugar de Asuma y que lo había hecho solo. Ambos tenían la voz gruesa y eran rudos en el exterior, y en el interior no lo eran tanto. Quizás el capitán quemado era igual de experto cambiando vidrios de las ventanas. Quizás debería empezar a pensar en convivir con alguien otra vez. Un conviviente con experiencia en el campo de las ventanas. Arrugó el entrecejo, ya había empezado a divagar.
El hombre aprovechó de echar el humo de su cigarro por el agujero de la ventana.
—¿Necesitas ayuda para cambiar el vidrio? —dijo entonces Kurenai, tenía en su mano una taza caliente de té—, nunca he cambiado una. Él es el que hace esas cosas.
Shizune tuvo la impresión de que estaba ofreciendo a su hombre como si fuese el encargado de mantenimiento del edificio y no tuvo más remedio que decir que sí. Como la mujer de ojos rojos, ella tampoco sabía cómo cambiar el vidrio de una ventana. Lo bueno de los hombres era que, si no lo sabían, intentarían cualquier cosa con tal de conseguirlo, ya que su hombría estaba en juego.
El hombre fue a buscar los implementos y ella y su novia se quedaron mirando la ventana mientras Kurenai le sacaba conversación ligera, como si le doliera la cabeza y no quisiera pensar mucho. Habló de la nueva tienda de tal y tal, algo que habría ocurrido esa misma semana en el Distrito del Licor; y un algo de no sabía qué de alguien. Shizune empezó a pensar que realmente era ella la del dolor de cabeza, ya que solo podía pensar en la rama que había atravesado su ventana la noche anterior, y esa preocupación se le estaba subiendo a la cabeza. Y es que, si Yamato había hecho algo así, era una metáfora de Inuzuka Hana lanzándole el licor de café a la cara a Genma.
—¿Sucede algo? —le preguntó la mujer.
Quiso mentir, pero no pudo.
—Es esa rama —le comentó la morena y clavó la vista en las hojas de té que se habían colado hacia su taza y que flotaban descaradamente en la superficie, a Suzume nunca le pasaba eso—. Anko me dijo algo, aunque creo que no debería prestarle tanta atención.
—¿Piensas que Yamato fue el culpable? —dijo ella con un suspiro, a lo que Shizune calló, no era posible que ambas pensaran lo mismo—. Ella adora tanto los chismes que hay veces que los exagera —dijo con los hombros abajo—, pero debo admitir que hay veces que le acierta.
Fue entonces que Asuma entró nuevamente con un vidrio que había salido de la nada y pegamento en forma de silicona. Otro implemento que, la morena pensaba, una persona normal no debería tener dentro de sus posesiones cotidianas. Quizás era porque nunca había vivido con un hombre, cuya hombría estaba siendo cuestionada en todo momento, y que debía mantener a flote teniendo un pequeño taller de bricolaje escondido en su hogar.
Kurenai lo miró y aclaró la garganta cuando Asuma estaba tirando los últimos trozos que estaban pegados al marco de la ventana con sus dedos regordetes de hombre grande.
—Saliste con el capitán Yamato anoche, ¿verdad?
—¿Es esta una de las teorías de Anko? —cuestionó de vuelta el novio cuando estaba sacando el pegamento de silicona antiguo como si se tratara de un hilo rebelde de una tela vieja.
—Sabes que acierta algunas veces.
—No tantas como quisieras.
—Solo responde la pregunta.
—¿Estuviste con Yamato? —le preguntó entonces Asuma a la morena, la dueña de la ventana y el corazón del capitán ramita.
A modo de respuesta, Shizune frunció la boca. Sintió la necesidad de explicarse, pero no supo cómo. No habían tenido una relación formal según ella, pero según él, sí. El té se le empezó a amargar en la boca, cada vez tenía más claro qué era comportarse como el mujeriego de Shiranui Genma y lo poco que le importaban sus conquistas. En algún momento ella había sido la que pensaba que era novia de Inoichi y de Genma solamente por una o varias noches de sexo. Si su vida se estuviera basando en las vivencias de Genma, sería el momento de que otra mujer, como la sensual asesina Yuugao por ejemplo, decidiera quitarse la máscara y el luto, y decidiera ir a por el capitán ramita para tener una relación formal con él: ¿ella se volvería loca y querría con todas sus fuerzas recuperarlo?
Que alguien apague aquella epifanía que ya no le estaba gustando jugar a las revelaciones místicas.
—Podría decirse —dijo vagamente, a lo que inmediatamente se arrepintió—, pero no realmente.
—¿Qué significa eso? —resolvió Kurenai con una ceja alzada.
—Significa que estaba tratando de lidiar con lo de… —Raidō dijo su consciencia—, Genma —dijeron sus labios—. Una cosa llevó a la otra, pero para mí no significó tanto como para él lo que pasó. Digamos que pensó que era su novia.
Sonaba tan patético. Ella había sido tan patética… por lo que debería ser más empática con el señor ramita. Sin embargo, todo podía ser una fantasía retorcida de Anko aún.
—Pobre —resopló Asuma y luego volvió al asunto que lo convocaba: la ventana. Empezó a limar los bordes del marco siniestrado con un papel de lija, se formó un silencio incómodo que solo podía ser llenado con un silbido despreocupado del hombre—. No le daría vueltas al asunto, no creo que Yamato sea capaz de hacer algo tan infantil como eso.
—Eso es lo que cualquier hombre diría de otro hombre —replicó su novia a brazos cruzados—. Al final nadie conoce a los imbéciles que sí hacen esas cosas.
Asuma suspiró cansado.
—Salí a la taverna con él, como es usual, con un par de copas él ya estaba acabado. Le dije que fuera a casa. Llegué alrededor de las doce.
—¿A qué hora atravesó la rama la ventana?
—Alrededor de la una —resolvió la morena.
—¡Ves! —dijo Kurenai.
—Pudo ser el viento —dijo Asuma.
La ventana se volvió a caer cuando el viento volvió a soplar, ni siquiera había sido tan fuerte. Kurenai y su novio, y las herramientas de este, se habían ido hace menos de una hora y ella se encontraba botando la hierba desteñida de la tetera cuando volvió a suceder, cual maldición sobre ella, ¿es que Genma se pasaba la vida sufriendo ese tipo de desmanes a su alrededor por su comportamiento? Quizás por eso cada cierto tiempo se le tapaban las cañerías, quizás eran las hebras de todos los cabellos de sus conquistas tratando de sostenerse a las tuberías para no ser olvidadas. Hana era la única que venía como alma en pena y directamente le arrojaba licor a la cara, no esperando un instante a que karma actuara por sí solo.
Frunció la boca, al menos había confirmado que Asuma y Yamato se habían separado poco antes del atentado a su ventana, por lo que lo hacía todavía el candidato perfecto. Ahora solo debía confirmarlo con otra fuente e ir a disculparse para deshacer el hechizo karmático al que estaba expuesta. Cambió las hojas de té y un nuevo hombre apareció tocando su puerta con el fin de examinar el daño que supuestamente había causado el capitán ramita.
—¿Quieres un té? —le preguntó a su comensal. Ya tenía servida la taza, así que no podría haber otra respuesta que una afirmativa.
—Sí —le dijo el amoroso y joven Iwashi, a un lado de la ventana acontecida—, muchas gracias.
—¿Ayer saliste con Asuma? —Directa, incisiva y definitivamente se estaba delatando a sí misma. Iwashi la descubriría en un instante y tendría que confesarle sus verdaderas intenciones. Podría pagarle a un carpintero o quien fuese profesional directamente y evitarse todo ese drama. Si tan solo fuera más como Suzume o tuviera una mínima formación como seductora, podría sacarle información sin que se diera cuenta. Deseó que las hojas de té tuviesen algo así como el suero de la verdad. Deseó no hacer preguntado si quiera.
—Oh, ¿lo dice por las ojeras? —replicó nervioso—, qué buena médica es usted. Sé que no debería salir en una noche de trabajo, pero quiero aprovechar mientras sigo en mis veinte —dijo con una sonrisa y le dio un sorbo generoso a la taza de té recién preparada, pero casi se atoró cuando pensó que Shizune, la mujer de sus sueños, podría tomarlo como ofensa—. No digo que usted no pueda hacerlo.
Sí, ya pasaba los treinta, pero nunca tuvo la necesidad de salir de fiesta y llevar al límite su cuerpo para divertirse, solo había caído en esa práctica para destruirse a sí misma. Lo único que le ofendía en esos momentos era alejarse de su pista: las aventuras de capitán ramita y Asuma, y atentado a su ventana cerca de la una de la mañana.
—No te preocupes —le dijo, debía cambiar de estrategia, pero no sabía cómo.
Alguien más tocó la puerta y la abrió al caer en cuenta que estaba entreabierta. Shizune esperaba a otro hombre, Iwashi sintió que la oportunidad de proponerle una cita romántica se había esfumado. En sus fantasías, él arreglaría la ventana, sus manos se rosarían tímidamente toda la tarde y ella lo invitaría a quedarse a ver una película, pero la morena se dormiría en su hombro al cabo de una hora. Algo normal, ya que ella era una médica muy seria con estrictos horarios. Así que Iwashi la tomaría entre sus brazos para depositarla suavemente sobre su cama. Ella despertaría y entre susurros semidormidos le pediría que se quedara a dormir junto a ella, ya que no querría estar sola. En el fondo, era una mujer vulnerable que necesitaba apoyo luego de todo lo que hacía por todos, y él sería su vasallo, a diferencia de Genma que solo la había hecho sufrir. A la mañana siguiente, él despertaría temprano para ir a prepararle el desayuno y…
—Aoba, ¿quieres un té? —dijo rápidamente Shizune y se alejó del joven de la barba de chivo para recibir al intruso.
—Por favor —le dijo sonriente y, como venía de trabajar en el Cuartel, detectó algo extraño en el ambiente con su super sensibilidad—. ¿Interrumpo algo?
—Claro que no —le respondió Shizune con una sonrisa y una taza de té aromatizada con jengibre, algo que hizo que el corazón se le rompiera en mil pedazos al chico del chivo.
—Qué bien, me había preocupado —resolvió Aoba. Le dio un ruidoso sorbo al té, seguido de una exclamación escandalosa ya que le había encantado el jengibre, y terminó con una mano en el hombro de la morena como si se tratara de un amigo muy cercano para agradecerle. Iwashi sintió que había perdido la batalla otra vez frente a uno de sus colegas jōnin. Qué triste era la vida para un hombre de su rango intermedio, seguro el maestro Iruka lo entendería a la perfección. Nunca se supo quién había sido la misteriosa novia anterior a Anko, y Anko al parecer ya lo había dejado, al menos eso se decía en los pasillos del Complejo. Según se decía, Anko no había sido tan importante para él como su antigua novia, ya que el llanto que acompañó al maestro durante esa época no revivió cuando Anko decidió dejarlo. Algunos decían que ya se había acostumbrado al dolor de corazón, otros que ya lo veía venir como absolutamente todo el resto de los fracasados. Fuese como fuese, Iwashi se había prometido a sí mismo invitarle al maestro una cerveza y convertirse en su mejor amigo, ya que el chico del chivo solo era un chunin vulnerable que necesitaba el apoyo de otros chunin con el corazón roto—. Gracias por el té, tengo un poco de resaca. Debo dejar de beber antes de ir al Cuartel.
—¿Salieron juntos?
—¿Lo hicimos? —le preguntó Aoba y miró a Iwashi—. No recuerdo mucho. Solo sé que luego de una sesión en Inteligencia con Ibiki se me olvida todo lo anterior. Es igual que una resaca —pensó sus palabras un poco mejor—, bueno, una resaca sobre la resaca. —Suspiró—. Debo aprender a decir que no.
—Fuiste tú quien lo propuso.
—Ah, ¿sí? —dijo sorprendido—. No me culpes, es difícil saber que tengo turno con Ibiki. Trato de evadirme como puedo, ya sabes que no ha tenido una buena racha.
¿Ibiki con mala racha? Bah, no le interesaba.
—Bueno, estuvimos en la taberna con Asuma y el capitán Yamato. Raidō se nos unió luego, estaba trabajando como guardaespaldas de la señorita Ino —explicó Iwashi con el corazón aun roto, mirando la ventana como si metafóricamente representara el vacío en su corazón, ya que su expectativa estaba lejos de convertirse en realidad.
—Ah, sí, creo que lo recuerdo —dijo, preocupado, podía notar al menor un tanto deprimido—. ¿En serio estás bien?
—Sí. —No lo parecía.
Shizune trató con todas sus fuerzas no pensar en el capitán quemado ya que Aoba lo podría sentir, no tenía una buena experiencia con los sensores. No pienses en él, se dijo repetidas veces, mientras se escabullía a la cocina para dejar la tetera de hierro con el poco té que quedaba dentro y así poder alejarse del rango de detección, si es que había uno. No debía pensar en que Rai, con su voz gruesa y calmada, le había dicho que quería una relación monogámica y correcta en el caso de que la tuvieran. Tampoco debía pensar que de noche sentía la necesidad de imaginárselo como su próxima conquista amorosa, y que a la mañana siguiente intentaba borrar de su mente todas las fantasías que había osado crear con sus dendritas enamoradizas. No podía decir si en este momento le atraía Genma y Raidō por igual, ya que todo le hacía pensar que el primero era a ella, como ella era a Yamato; es decir, que al capitán de la aguja no le gustaba o importaba tanto como ella a él, y que solo estaba compartiendo su tiempo con ella mientras algo más interesante llegara a su vida. Raidō, en cambio, sí había estado junto a ella en todo momento, escuchándola y dándole consejos como un buen amigo; ya que Genma se le había metido en sus calzones antes. Si tan solo Genma hubiese estado en la Arena desde que ella se había mudado al Complejo de Fracasados, y Suzume ya se hubiese ido con Baki y dejado a Raidō solo, nada de esto estaría pasando. No había universo paralelo en que ella y Raidō pudiesen estar juntos sin el escándalo y el chisme.
Y ahí estaba, en medio de la cocina, pensando en Raidō cuando no debía hacerlo, ya que un sensor sensible como Aoba lo podría percibir.
—Entonces Raidō llegó alrededor de las once —dijo Aoba apoyando el vidrio en el marco de la ventana mientras Iwashi empezaba a ponerle clavos, adicional a la silicona, para mayor soporte. Al parecer, estaban reconstruyendo la escena para que Aoba lograra recordar los acontecimientos del evento que él mismo había organizado—. ¿Y luego qué?
—El capitán Raidō solo llegó y no habló mucho. Ya sabes, desde que Genma se fue, ya no tiene a nadie que lo obligue a hablar —explicó concentrado, mientras clavaba suavemente con su martillo para no dañar el vidrio.
Shizune sentía que estaban reconstruyendo la escena también para ella, así que simplemente se sentó a escucharlos y verlos trabajar.
—Sí, si Genma pide un traslado permanente, pronto nos olvidaremos de la voz de Raidō —bromeó Aoba.
¿Un traslado permanente? Se dijo Shizune, eso era interesante. Era como si se les hubiese olvidado que ella estaba ahí.
—No sé cómo se tomó que Suzume se fuera con Baki. Quizás por eso ya no habla: no tiene ni a Genma ni Suzume, es muy reservado por sí mismo.
—La verdad es que nunca los vi en plan romántico, a veces me pregunto si era verdad que eran pareja —dijo Iwashi, mientras buscaba meticulosamente el clavo perfecto en el suelo, ya que habían volcado un tarro de café viejo con un montón de clavos viejos, oxidados o sobrantes de otros proyectos de bricolaje.
Raidō y Suzume empezaron su romance infantil cuando eran preadolescentes, en el momento que Iwashi era un niño que seguramente apenas sabía expresarse bien, por lo que era normal para él no haber visto algo significativo en una pareja que parecía no tener un inicio.
—Ambos son muy reservados —le dijo Aoba con una sonrisa relajada. Sin embargo, fue entonces que Aoba notó la presencia de la médica, sentada en silencio en su propia sala de estar para dejarlos hablar. La morena pudo notar la culpabilidad en las cejas expresivas del hombre fotosensible—. Perdón.
—No se preocupen —dijo ella, quería saber más, aun si se alejaba de la implicancia del capitán ramita en el atentado de su ventana. Raidō ahora le parecía interesante, hasta inalcanzable, quizás un diamante en bruto al cual podía pulir sobre lo pulido por Suzume durante años. O quizás solo estaba obsesionándose con una idea destinada a morir como todas las otras ideas que involucraban a los hombres con los que se relacionaba sexual y afectivamente. Sin saber, ella y Anko tenían las mismas inquietudes con respecto al hombre quemado.
—Es que Genma y Suzume… —intentó explicarse. Apenas el nombre del hombre apuesto apareció, a Iwashi se le cayó el clavo igual de perfecto desde el marco de la ventana y lo perdió entre la multitud de clavos oxidados y desiguales. Era normal que el capitán de la aguja cambiara de novia al cabo de poco tiempo y que Shizune haya sido una temporalmente, podría decirse que era un ritual de paso para cualquier mujer. Aun así, le daba miedo escucharla dolida o enamorada de él, y, de ser el caso, no quería escucharlo. Sin embargo, debía admitir que más le dolía recordar el momento en que vio a Shizune junto al capitán Yamato en una cita romántica en los albores del tiempo, cuando él mismo había recibido y cuidado al cerdito Tontín para ella ese fatídico día. Yamato le parecía más amenazante que Genma ya que parecía un hombre serio y dispuesto a tener una relación comprometida con la médica. Darle lo que merecía como un vasallo de alto rango. Iwashi se sintió como un plebeyo en harapos intentando enamorar a una elegante y sobria dama cortesana que había elegido dejar sus títulos para cuidar a los pobres como él.
—No, Genma y yo quedamos en buenos términos —dijo, quería pensar que sí era así—. Y realmente creo que Suzume es feliz al lado de Baki.
—Bien por ella —dijo Aoba—. No sé si bien por Raidō.
—Creo que sí, la relación parecía muerta hace tiempo, según lo que Suzume me decía —dijo ella, esperaba también que fuera así.
—Bien —dijo satisfecho—. Ahora me pregunto si Raidō saldrá con alguien más pronto —dijo Aoba con optimismo—. Claro, seguro le ayudaría que hablara más. Aunque dicen que a las mujeres les gustan los hombres misteriosos, al menos sé que hablar no me ha servido mucho a mí. ¿Qué dices, Iwashi? Él fue tu supervisor cuando llegaste al equipo.
Sin embargo, Iwashi seguía ensimismado mientas pensaba en el capitán Yamato. ¿Qué si había seguido a Raidō como perro faldero apenas llegó a formar equipo con ellos? El capitán quemado apenas le hablaba, nunca lo había visto interactuar con mujeres además de Suzume, Ino y Shizune, con las demás tenía un trato distinto; incluso podría decirse que las trataba con tanto respeto que les daba demasiado espacio. Si alguna vez pilló a una fémina con los ojos puestos en él en alguna taberna, había sido por su excesiva caballerosidad, pero tener a Genma a su lado con su cara perfecta, en contraste con su enorme cicatriz, hacía que no se mantuvieran tan atentas. Además, él no lo hacía tan fácil. Si una mujer se fijara en él, sería Ino o Shizune, y la rubia era muy pequeña para él. Como había dicho Aoba, él ni se molestaba en hablarle a otra mujer. Sin duda sería un peor escenario para Iwashi que su amada médica se fijara en el viejo quemado, ya que estaba demostrado que mantuvo interesada a Suzume por más de quince años, por lo que se pasaría dos siglos esperando por una oportunidad con la médica.
—¿Y el capitán Yamato qué? —dijo Aoba, ante el silencio denso e incómodo del menor, algo en su cabeza le decía que el capitán ramita no había tenido una buena noche. Las ondas cerebrales del menor habían llegado finalmente a perturbar la sensibilidad del mentalista—. ¿Tenía penas de amor o qué? —Tanto como Shizune como Iwashi levantaron la cabeza con culpa, ella porque sabía que era la responsable de sus penas y él porque había olvidado lo sensible que se volvía Aoba luego de las aterradoras noches con Ibiki, asistiéndolo como sensor—. ¿Qué?
—Sí, por eso nos fuimos temprano —explicó Iwashi, guardando finalmente el resto de los clavos diversos en el tarro de café al dar por acabado su trabajo.
—¿Quién será? —dijo Aoba con curiosidad.
Shizune dejó de respirar.
—¿Y saben si llegó bien a su apartamento? ¿Alguien lo llevó? —dijo rápidamente la morena con la urgencia de llenar el silencio con sus preguntas y así no darle tiempo de leer sus evidentes intenciones.
—Estaba mal, pero no tanto —dijo Iwashi, esperando lo peor de esa preocupación tan repentina por el capitán—. Asuma intentó llevarlo, pero no se dejó.
—Seguro quiso ir a montarle una escena a la chica en cuestión —rio Aoba y luego miró la ventana. A lo lejos, se podía ver claramente la rama de la discordia. Shizune temió que el sensor uniera los cabos sueltos y la descubriera como la mujer a la que le habría montado la escena—. Hay que cortar las ramas de ese árbol —dijo como quien hablaba del clima y le sonrió tiernamente—. Bueno, es hora de irse a dormir una siesta.
La tormenta de arena duró dos días, Suzume durante todo ese tiempo se dedicó a mirar cómo los cactus que tenía en el balcón estaban siendo tragados por la sal. Baki la consoló diciéndole que siempre podía ir a los jardines privados cuando quisiera, que ella era la mujer del consejero de guerra y tenía ese derecho. Ella así lo hizo el resto de la semana. Ir a los jardines privados era como irse a su propia aldea, verde y llena de vida. Le parecía que hace una eternidad ella despertaba todas las mañanas para correr las cortinas de par en par para descubrir sus flores coloridas a un lado de la ventana, bajo un cielo azul y despejado. Adaptarse para adquirir cactus en vez de flores no había sido tan terrible como ella había creído, ya que Baki siempre se encargaba de darle todos los lujos que él creía necesitaba, y como ella nunca había tenido esa clase de atención tan devota, toda su antigua vida parecía una anécdota, una espera a todo esto tan nuevo; a una vida hogareña con la promesa de formar algún día una familia.
Raidō era detallista, sí, pero Baki le demostraba tanto cuánto le importa que ella ya no sentía la necesidad de convencerse a sí misma de que era real. Y por primera vez en su vida se sentía en absoluta tranquilidad. Ella pasaría su día como directora de la nueva academia, asistiendo como consejera en los asuntos administrativos, y él por su parte iría a asistir su propio consejo de guerra. Se juntarían de noche para una cena a la luz de las velas y él le tomaría la mano cuando estuviesen reposando. ¿Quién diría que el asesino de Hayate fuera tan atento?
Las veces en que Baki no podía asistir a una cena con su mujer, Suzume iría a la taberna a ver a sus compatriotas. Ver a Genma y a Hana era como visitar al pasado, pero también era preciso para no sentirse extranjera todo el tiempo. En su aldea no habría salido a una taberna, y menos con alguno de los dos, pero en aquellas tierras extranjeras había logrado tomarles cariño. Genma era muy coqueto y Hana era muy pasional, mientras que a ella no le gustaban los conflictos y prefería una vida más tranquila con sus cactus. Además, ellos no eran de su gusto para su amiga Shizune. Y en ese momento se sentía culpable, compartía su tiempo libre con el ex-novio mujeriego de su mejor amiga y la ex-novia de este, y lo peor era que disfrutaba su compañía. Había aprendido a comprender el humor del encantador hombre y apreciar la compañía femenina de una ruda Hana, además de su protección. ¿Qué sería ahora de Shizune? Genma se había ido y ella también, se preguntaba si ahora pasaba sus noches en compañía del maestro Iruka, y si lo hacia a espaldas de Anko. No quería entrometerse, ni siquiera juzgarla.
—¿Podrías perdonar a un amigo si sabes que está interfiriendo en una relación? —le preguntó Suzume al hombre con un tono reservado cuando Hana se fue a llenar la jarra de hidromiel. Genma levantó una ceja, un poco curioso y con una pizca de molestia, a él no le gustaban los acertijos. Al buscar la opinión de Genma, quizás él podría calmar las aprensiones de ella hacia la posible reacción de Anko cuando se enterase—. Me refiero, ¿tú lo harías?
—¿Hablas de Anko persiguiendo a Raidō?
—¿Qué? —dijo ella, no esperaba esa respuesta. No se había planteado que Raidō reanudara su vida amorosa, quizás no hasta que ella se casara y tuviera a sus bebés. Él no era romántico para nada, y si lo fue, ella ya no lo recordaba. De hecho, eso era lo que más le molestaba, no recordar cómo fue su inicio.
—Maldición —resolvió molesto ante un posible error—. Tienes que avisarme de lo que estamos hablando.
—¿A Anko le gusta Rai?
—No te preocupes, a él no le gustan tan escandalosas y tú lo sabes —resolvió él con una galante sonrisa—. A Anko le gusta Raidō, de la misma forma que le gustó Iruka hace un tiempo. Ya se aburrió de Umino porque ya lo probó y sacó de él todo lo que podía sacar… y lleva con él, ¿cuánto? Un par de meses a lo sumo. Probablemente con Raidō también lo hará pronto, cuando se dé cuenta que a él no se le mueve ningún músculo con su…, peculiaridad, porque ya sabemos que a Raidō lo que le gusta la estabilidad y la coherencia. Anko solo está buscando entretención mientras Ibiki deje de castigarla, o lo que sea que está haciendo con ella. —Genma sintió que la boca se le secó con tanta explicación y miró hacia la barra para ver qué era lo que entretenía tanto a Hana allá. Por mucho hidromiel que bebiera, sentía que la sed nunca se le pasaba por lo dulce de su sabor. Aclaró la garganta y volvió a mirar a Suzume—. ¿Qué era lo que me estabas preguntando?
—Antes de venir, vi algo que no debí ver… —introdujo la maestra, para la mala suerte del capitán de la aguja ya que seguía hablando con acertijos—. Pero si dices que Anko ya tiene los ojos puestos en Rai, creo que ya no importa.
—Y ya te lo dije, no tienes que preocuparte porque Raidō le haga caso, lo conozco.
—Shizune —resolvió la maestra—. ¿No te importaría si ella empieza a tener algo con alguien nuevo?
—Ella puede hacer lo que quiera —resolvió él, la sonrisa galante seguía ahí—. No sé si pueda hacerlo mejor, pero puede hacerlo.
—¿Pero no sentirías nada?
—Estás con Baki de la Arena, te trajo a vivir con él y todos aquí saben que eres su pareja, ¿aun así te sentirías mal si Raidō se acostara con Anko? —contraargumentó—. No, no podría sentirme mal si Shizune empieza algo con alguien. Es más, si lo hace me beneficia, así cuando vuelva no puede estar enojada con todo mi historial, algo que tampoco debería importarle.
—Creo que Shizune e Iruka tienen algo a espaldas de Anko.
—¿Ves? No puede hacerlo mejor —dijo con la misma sonrisa galante con la que había empezado, pero que ahora le costaba mantener—. Se aburrirá al igual que Anko, Iruka necesita a una chica civil que quiera tener hijos con él. Él no está hecho para una mujer fuerte como Shizune y menos para alguien tan aterradora como Anko.
Pero muy en el fondo, Suzume sabía que a Genma se le había arruinado la noche. Cuando él describía a Anko, se describía a sí mismo, era algo que le parecía curioso a la maestra.
Llegó a darse un baño a su apartamento, Baki aun no salía de su reunión eterna. Pensó en lo mucho que quería compartirle su felicidad a Shizune, pero al tomar una hoja de papel y una pluma elegante se quedaba sin las palabras que necesitaba para expresarse. No quería restregarle su felicidad a su amiga, tampoco quería saber qué era lo que tenía con Iruka, ya que no era de su incumbencia lo que la morena hiciera. No sabía si Shizune elegía a Iruka por la necesidad de olvidar a Genma o si era cariño de verdad. Quería escribirle que deseaba que encontrara un buen hombre como Baki, que recomendaba dejar de pensar en hombres fracasados sin rumbo ni futuro. Que, si la morena eligiera a Iwashi como pareja, lo aceptaría si él le diera lo que necesitaba y merecía.
Oyó la puerta abrirse y dejó la carta para otro día.
Estaba ordenando unos archivos en el Hospital cuando Aoba apareció descansado tocando su puerta. La invitó a beber con ellos antes de que tuviera que irse al Cuartel a una nueva jornada nocturna de trabajo. Con un poco de vacilación aceptó la invitación. Aoba se fue contento de que la señorita Shizune finalmente iría a unírseles una vez más, aun si probablemente se fuese a olvidar de su presencia, y del resto, en esa pequeña salida.
Shizune se fue a su casa con el corazón en la garganta, ¿qué pasaría si veía a Yamato, o a Raidō? Tampoco sabía decir que no, o quizás no quería decir que no. Muy dentro de ella quería salir y ver a quién veía.
Tan ensimismada estaba que fue muy tarde cuando notó que alguien la miraba.
—Disculpe —le dijo el capitán ramita al verla debajo del foco amarillo de la entrada de su edificio. La morena se asustó, era justo lo que él no quería que pasara—. No quise asustarla.
—No me lo dejaste tan fácil —le respondió.
Aparentemente, Yamato estaba oculto en la oscuridad de la noche a la espera de que ella pasara por ahí.
—De hecho, vine a disculparme por lo de la ventana —le dijo. Shizune abrió de par en par los ojos, si bien sabía que él había sido, ya que todo indicaba que él era el culpable, necesitaba la confirmación. La razón era lo que faltaba: ¿había sido una represalia? —. Estaba borracho —expresó, la morena sabía que lo estaba; Asuma le había dicho. Iwashi y Aoba lo habían confirmado—. No sé en qué pensaba.
—Rompiste la ventana —explicó ella.
—Sí, no quería hacerlo —le dijo acongojado—. No fui lo suficientemente delicado.
—Rompiste la ventana —volvió a decir, no había lógica en sus palabras.
Quería evitar pensar en que quería romper la ventana para entrar. Si eso pasara, le daría más miedo que el propio Yamanaka Inoichi entrando a su apartamento sin avisar y estando completamente borracho. Qué pasaba con los hombres.
—Lo siento —volvió a decir, Shizune podía sentir la incomodidad que sentía él en esos momentos—. Lo que realmente quería hacer era… —le dijo levantando los brazos lentamente, mientras señalaba la rama de la discordia, Shizune quiso detenerlo ya que ya era muy tarde para llamar a quien fuese para que arreglase la bendita ventana, pero al ver a la rama cobrar una vida antinatural supo que Yamato no tenía malas intenciones. La rama nuevamente se acercó a su ventana, pero esta vez lo hizo de forma delicada y cuando se detuvo unos pocos centímetros del vidrio, esta se llenó de pequeñas flores blancas—. Sé que a usted le gustaban las flores que la señora Suzume dejaba en las ventanas, y ya que ella y Genma no están, pensé que podría animarla.
Shizune se quedó quieta esperando a que él hablara, pero se formó un silencio incómodo.
—No soy Genma —le dijo como si de una broma se tratara—. Espero que cuando pase el tiempo pueda reconsiderarme.
Y tan como sigiloso como apareció, se fue.
Shizune subió lentamente las escaleras hasta llegar a su apartamento vacío y oscuro. Se sentía más sola ahora que el capitán ramita le había recordado lo mucho que extrañaba a Suzume. Y quizás también lo hacía con esos momentos en que ella, la maestra y Genma compartían sus mañanas en la cocina. Aun si el hombre guapo no le ofreciera ninguna seguridad afectiva. La vida era complicada.
Una vez adentro, se encaminó hacia la ventana reparada y abrió las cortinas para mirar más de cerca las pequeñas flores blancas que Yamato le había dejado como ofrenda de paz. Frunció la boca, intentando decidir si era inteligente desenterrarlo del cementerio de antiguos compañeros de cuarto.
Alguien aclaró la garganta y descubrió a su mejor amiga sentada en el mesón de la cocina, mientras tomaba un té con el dedo meñique en alto.
—¿Qué pasa aquí? —dijo Anko, había entrado y esperado en el apartamento como la psicópata que era—. ¿Piensas perdonar a ramita?
—¿Cómo entraste? —realmente la respuesta no la sorprendería.
—Saqué copia de las llaves de Suzume —dijo desinteresada, saltando del mesón y encaminándose hacia ella—. Yuugao, ven —le dijo su autoproclamada mejor amiga a aquella mujer que era una belleza de civil, Shizune sabía que no podía mantenerse en el mismo lugar junto a ella sin que se sintiera insegura de su propia belleza, la cual no era tanta: era plana, alta, algo sombría; su rostro jamás había perdido la grasa facial para mostrar la estructura ósea de una mujer hecha y derecha. Ese no era el caso de Yuugao, quien era una de las solteras más codiciadas e inalcanzables de la villa. Nadie creía ser capaz de hacerle frente a la sombra de un idealizado novio fallecido. Además de Hayate, había sido capaz de irse de las redes de Genma sin problemas, como si su romanticismo y belleza no fueran significativas para ella. Seguro Hana la respetaba—. Yuugao ayer se llevó a ramita a su apartamento.
Shizune quiso decirle que ya sabía lo que tenía que saber de Yamato, aunque no estaba preparada para ver a monumental mujer en su hogar.
—Ah, ¿sí? —intentó sonar convencida, pero ni ella sabía cómo sentirse con respecto que Yamato se fuera con una mujer mucho más atractiva que ella para ahogar sus penas. De pronto se sintió pequeña. No eran celos porque quisiera realmente a Yamato, era el ego que debía dejar ir. Yuugao podía volver a amar luego de Hayate, y más ahora que se había vengado de Baki como había prometido, dentro de la legalidad de la nueva alianza.
—Es normal para nosotros llevar a los capitanes a sus apartamentos si se pasan de copas —le explicó ella. Su voz era sensual y Shizune sintió que no podía inundar la habitación con su voz infantil. No iría hablar, ni responder, solo asintió con la cabeza—. Lo vi cerca de acá y preferí llevármelo.
Anko se rió pensando que estaba tratando de aguantarse los celos.
—¿Ves? Te dije que él había roto tu ventana —le dijo orgullosa como si le llevara la premisa.
—Qué bueno saberlo —dijo con la mejor sonrisa que pudo poner en su cara.
—Yuugao, puedes irte a cazar a otros capitanes que caigan en desgracia—le dijo la mujer voluptuosa a la sensual asesina—. No quiero que te sientas celosa, amiguita.
—No lo estoy.
—Supe que Aoba te invitó a la taberna —le comentó—, sí, a veces es una gran carga mental saberlo todo. En fin, ¿estás lista para salir?
Shizune solo acató, nadie podía decirle que no a Anko. Además, era una buena idea ir con ella. De otra forma, se quedaría afuera de la taberna, intentando cargar las fuerzas necesarias para poder entrar. Con Anko, simplemente entraría detrás de ella y se sentaría en silencio mientras veía interactuar a los capitanes entre sí.
Entraron en la taberna del civil calvo que ofrecía descuentos a quienes le creían que él le había ganado en puntería a Genma Shiranui en sus gloriosos años en la Academia. Anko le compró unas cervezas cerradas para evitar que el dueño le escupiera la cerveza a la morena y la llevó del brazo por todo el lugar hasta que encontró a Aoba y al resto.
—¡Qué bueno que pudiesen venir! —gritó Aoba—, espero que se diviertan, yo lo haré, aunque no recuerde nada mañana.
—Sería una lástima que ligaras hoy —dijo Anko y tomó una silla a un lado de Iwashi. Miró al joven chunin y le mostró los dientes y cerró la mandíbula cerca de él solo para asustarlo un poco y reírse un rato.
—Quizás ligo todos los días —respondió despreocupadamente ante la broma de Anko—. Señorita Shizune, tome asiento. Raidō vendrá con la segunda ronda pronto.
La morena intentó como pudo mantener la compostura. Tomó asiento y vio una chaqueta verde apoyada en el respaldo de la silla a su lado, intentó reprimir una sonrisa mientras su corazón se aceleraba. Raidō apareció entre la multitud con dos botellas oscuras como Aoba había dicho. Si un mínimo de sorpresa cruzó el rostro quemado del capitán, ella no fue capaz de notarla.
—¿Cómo estás? —le dijo apenas se sentó a su lado.
—Bien, ¿y tú?
—Bien también —comentó calmado.
Debajo de la mesa, Shizune llevó una de sus manos hacia la rodilla de Raidō, haciendo que él se tensara. Luego de unos instantes, la tensión se transformó en relajo y ella sintió que la mano de él cubría la de ella en total secretismo. La morena quitó la mano apenas Aoba decidió que era tiempo de dejar de hacer el tonto y tomó asiento junto a ellos.
Ella solo era buena tomando malas decisiones.
Edit:29/11/2021
Back to drama.
No era mi intención aparecer tanta gente pero pasó y ya. Tampoco era mi intención que apareciera Yamato otra vez (de hecho como que escribí las primeras dos líneas luego de ver Ammonite y construí sobre eso, tampoco es que la película tuviera una rama atravesando una ventana *petite spoiler*). Cosas que diré a las 5:40 pm porque ahora soy una mujer de bien y no escribo de madrugada porque tengo amigos que puedo despertar: Genma es Anko, Anko es Genma, pero al parecer a él realmente le gusta nuestra reina, ampliaremos. Tanto Shizune como Suzume se sienten culpables respecto a la otra, la primera porque besó y le gusta Rai, y la otra porque es feliz y no puede compartir su felicidad porque piensa que se lo restregaría. Suzume quiere que encuentre a un Baki, no sabiendo que ya lo encontró muajaja. Algo le pasa a Ibiki, ampliaremos. Aoba es un amor. Iwashi es como Yamato pero más bebé y Shizune ni siquiera se da cuenta jaja. Hana respeta a Yuugao por ser capaz de soltar. Asuma no es fracasado, pero es básico como hombre. Me salió muy feminista.
Syb en contra de Syb: sé que en los primeros caps Inoichi se cogió a Shizune en la puerta. En su momento no me pareció tan terrible, sepan perdonar. Condeno todo lo Syb del pasado hizo.
Tambien condeno que no me escribas un review.
Syb.
