it's legit, logré llegar al cap 20 luego de mil años (el word está llegando a peligrosamente a las 200 páginas).
Quiero agradecer a mi hermana, a Kaddon y a TXQPX por su feedback *hace la lloración* y gracias a la procrastinación que me permitió tener el cap en un día (pero de la presentación del trabajo, cero).
La Reina de los Fracasados
Capítulo XX: Shizune y Raidō
por Syb
Ibiki resopló estresado y decidió que era mejor dejar los reportes e irse a casa. Vio a Inoichi en el pasillo con la misma idea, ya que también había cumplido con una sesión nocturna en Inteligencia, pero que había sido detenido por la chica Shiho de criptoanálisis con unas preguntas de novata recién contratada en el Cuartel. Agradeció su suerte y se fue raudo hasta la puerta. Sin embargo, Iwashi lo llamó desde la puerta del laboratorio en que servía a medio tiempo.
—¡Señor Ibiki! —le dijo, alzando un reporte con su mano.
—No ahora —gruñó.
—Es importante —dijo el chico del chivo con audacia—. Son los resultados que me pidió hace tres horas. Salieron negativos, ¿quiere que los repita o mande a llamar a la señorita Shizune para que venga a hacer muestreo?
Ibiki frunció la boca, esa mujer no era bienvenida en el Cuartel; primero le había hecho perder toda una noche con sus malditos protocolos de la morgue del hospital, tomarse una eternidad para tomar las muestras y luego perderse cuando los resultados salieron positivos, como él quería. Cualquiera de los hombres que trabajaba en el Cuartel habría hecho todo antes de medianoche, ya que solo era cortar carne en pedazos y llevarlos a analizar. Sin embargo, el maldito Inoichi quería estar completamente seguro y la contrató para tener una opinión de peso, al ser ella la primera aprendiz de Tsunade, pero el maldito rubio decidió ausentarse toda esa maldita semana.
Ibiki sabía que la medica no gustaba de él, pero él tampoco gustaba de ella. Shizune era cercana a Anko, no sabía qué clase de relación tenían: si era amorosa o solo amistosa, pero fuere como fuere, estaba seguro de que también estaba loca. La única cercana a su exnovia que merecía su respeto era Kurenai.
—Pregúntale a Inoichi. Mi turno terminó.
Iwashi sintió que Ibiki le sacaría la mandíbula con sus manos y luego le arrancaría la lengua de raíz con los dientes, por lo que amansó la cabeza y volvió a su escondite en el laboratorio, cerrando la puerta y luego el cerrojo por precaución. Había entrado por error a la sala de torturas del hombre esa semana y no quería estar sentado en aquella silla pulcra que estaba en medio.
Ibiki se sonrió. Si bien en su trabajo no estaba dando los frutos que esperaba, su reputación nunca lo decepcionaba.
Abrió la puerta y se encontró con Aoba de entrada, seguro que el hombre se había ido a fumar un cigarrillo en su pequeño receso. No recordaba que Yamashiro tuviese que quedarse más de la cuenta en el Cuartel, pero al igual que sus cuervos, no debía traer buenos augurios. Alas negras, palabras negras.
—¡Señor Ibiki! —sonrió él.
—Lárgate.
—Sí.
Ibiki se hizo paso por el bosque oscuro que rodeaba al Cuartel justo cuando empezaron los primeros rayos de sol a aparecer, pero nada lograría hacer al bastardo sonreír. Ni siquiera alimentar a sus células con el sol que le faltaba hace semanas. Quiso estrangular a los pájaros que comenzaron a piar contentos. Él disfrutaba de la oscuridad y el silencio absoluto, por eso su apartamento en el Complejo de Veteranos solo contaba con una cama, una mesa y una silla, y sus ventanas estaban cubiertas con gruesas cortinas negras, para ayudarlo a dormir durante el día. No sabía cuándo ni cómo, pero su trabajo se había transformado en su vida completa.
Intentó salir con sus colegas a las tabernas, conoció a un par de mujeres valientes que se atrevieron a salir con él a petición de Inoichi, Aoba o Tonbo, no sabía cuál, ya que solo un sensor podría adivinar vagamente sus oscuros deseos. El problema era que ninguno de sus acompañantes, hombres o mujeres, le parecían atractivos fuera del Cuartel. Además, tampoco ayudaba que Anko se le apareciera donde sea que fuese. Ella parecía estar llevando su separación de maravilla. Había oído que salió con Umino Iruka por varios meses y la había visto besarse con Shizune en una taberna. Frunció la boca, deseando nunca haber salido con la voluptuosa mujer. Ella le había mostrado la vida que llevaba Shiranui Genma en el apartamento de arriba, en el que las risas nocturnas y los gemidos apagados eran usuales. El problema de Anko era que ella era demasiado para él. Siempre quería más atención, más caricias, más sexo; y él solo quería tranquilidad.
Salió del bosque y el día había aclarado aún más. Frunció la boca y siguió caminando por el sendero hacia la ciudad, seguro de que el sol lo transformaría en una pila de cenizas que se la llevaría el viento si seguía tan expuesto a sus rayos.
En medio del camino, un niñato que jugaba corriendo en el campo abierto se tropezó con él y al mirarle la cara llena de cicatrices con sus grandes ojos Hyuuga, ahogó un grito infantil y se volvió corriendo por donde vino.
—Discúlpate —dijo la mujer que vino a socorrer al niño, su voz era dulce—. No está bien que corras así.
El niño estaba resguardado en las faldas de su cuidadora, intentó articular una frase, pero sus cuerdas vocales asustadas no vibraron como él quiso y ninguna disculpa salió de su garganta. El niño estaba aún verde, pensó Ibiki, no será un gran hombre listo para la guerra si no aprende pronto a que las cicatrices son normales con ese estilo de vida. Malditos Hyuuga y su maldito ego de Clan influyente.
—Discúlpenos —dijo en cambio la mujer, al ver que no le sacaría nada al niño—. Desde ahora nos preocuparemos de jugar sin perturbar a nadie.
Ibiki la miró, ella era también Hyuuga, pero algo le decía que ella no era madre de aquel niñato. Ella era de la rama secundaria Hyuuga por el tatuaje que llevaba en su frente y el chico era de la principal, ya que su rostro estaba libre de tinta. Ella, por lo tanto, debía ser su niñera.
—No te preocupes, los niños son así —dijo con su voz gruesa que perturbó más al chico, haciendo que se ocultara aún más detrás de la mujer.
—Soy Natsu.
—Ibiki —replicó él.
Ella extendió la mano para estrechársela, él llevaba las manos en sus bolsillos y por un segundo titubeó ya que sus guantes podían tener sangre seca en sus nudillos. Decidió sacárselos antes de devolver el saludo.
—Mucho gusto —le dijo ella.
—Igualmente —le respondió, se vio a sí mismo sonriendo como nunca lo hacía.
A la mañana siguiente, esperó a que estuviera a punto de amanecer para salir de su oficina. Volvió a ver a Iwashi, pero esta vez, el chico del chivo solo esquivó su mirada hasta que estuvo a salvo en su laboratorio. Shiho tomaba unas notas en la entrada del Cuartel, pero cuando lo vio tan serio, decidió guardar sus preguntas para el rubio mentalista, quien era mucho más amigable que él. Todo iba perfecto, hasta que salió del bosque que rodeaba al Cuartel y no vio ni al chico ni a su niñera.
Otro día pasó, Aoba le comentó que esa noche irían a la taberna mientras caminaban por el pasillo en dirección a su oficina. Ibiki solo asentía, solo estaba haciendo tiempo para ver a Natsu jugar con el niño en el campo abierto, ya que había terminado su día horas antes del amanecer.
—¿Quiere venir?
—Lo pensaré —dijo él.
Aoba se sonrió, parecía que Morino Ibiki estaba teniendo una buena semana.
Al salir del bosque en medio del amanecer, no vio a Natsu ni su niño.
Pasaron dos semanas cuando, al salir del bosque sin una pizca de esperanza, oyó un grito de un niño, por lo que decidió volver a entrar al bosque. Metros más allá, vio que Natsu y el chico venían caminando a lo lejos mientras ella sostenía una canasta en sus brazos. Ibiki pensó que quizás habían ido a hacer las compras al mercado y se habían desviado un poco para ir a jugar en medio del campo abierto. Espero a que la mujer se acercara lo suficiente al sendero que él usaba para salir de los dominios del bosque y mostrarse a la luz del día.
—¡Señor Ibiki! —lo llamó Natsu—. ¿Cómo está?
El niño retrocedió cuando Ibiki los miró.
—Señorita Natsu —saludó él con fingida sorpresa—. Buenos días.
—Buenos días —replicó—. ¿De camino al trabajo?
—De salida —resolvió.
Natsu miró el bosque denso detrás de él y entendió a qué se dedicaba, puesto a que en aquella dirección se encontraba el temible Cuartel donde la división de Tortura y Espionaje tenía su base. Ibiki sintió que la mínima oportunidad de poder disfrutar de su compañía se le escapaba de sus dedos ensangrentados.
—Soy jefe de la División de Tortura —se apresuró a decir, sin pensar mucho, creyendo que su puesto como líder podría ser interesante. El niño reaccionó desfavorablemente ante la última palabra que pronunció.
—Ya veo —dijo ella—. Debe ser difícil trabajar de noche.
—No cuando te acostumbras.
—No podría, extrañaría mucho el sol —dijo ella con una sonrisa nerviosa.
Ibiki sintió que debía quitar las cortinas negras de su apartamento. Ese día, al llegar, tomó un baño de agua caliente y las quitó para que su cuerpo desnudo lleno de cicatrices gozase del sol por primera vez en mucho tiempo. Natsu era la primera mujer en mucho tiempo que se le acercaba sin miedo y le hablaba, como si su rostro y su trabajo fueran normales.
A la mañana siguiente se atrevió a invitar a Natsu a salir, ella se puso nerviosa y, cuando él pensó en retirarse para dar por finalizada su fantasía con la niñera Hyuuga, ella entre sonrojos aceptó.
—Solo soy una niñera de la rama secundaria de mi familia —le confesó ella en el puesto del té—. Me pregunto qué habría sido de mí si fuese jefa de alguna división.
—No dormirías mucho —le dijo antes de sorber el té que en su mano—. Y la noche sería más normal que el día.
—Ya veo —dijo ella con algo que se le parecía a pena.
Shizune se abrió paso por las dependencias de la Quinta tan rápido como su tiempo se lo permitía. Debía entregar las correcciones de los documentos a Kotetsu y luego irse a la Academia. No contaba con que pronto sería sorprendida con una noticia que la dejaría helada.
Al entrar, vio que Kotetsu estaba sentado en su oficina improvisada en el pasillo y su eterno compañero Izumo le contaba algo entre susurros, parecía de extrema delicadeza. Shizune se sintió incómoda, no queriendo interrumpir la intimidad de ambos hombres. Sin embargo, al verla parada con una carpeta bajo el brazo, la invitaron a unírseles.
—Señorita Shizune, no la vi —dijo Izumo.
—¿Quiere venir a tomarse un té con nosotros? —siguió Kotetsu, quien sin esperar su respuesta fue a buscar una taza para ella.
—Tengo un poco de tiempo.
—¿Cómo se encuentra?
Shizune se encogió de hombros, desde que Genma se había ido a la Arena con Hana de escolta, ella había evitado con todas sus fuerzas verlos a los dos juntos, ya que no quería que buscaran sacarle información con respecto a su corazón roto con todas sus preguntas.
—Bien, trabajando —explicó, recibiendo el té de las manos de Kotetsu.
—Eso hemos escuchado —le dijo Izumo—, usted y Raidō deben llevarse de maravilla.
—Sí, con Izumo pensamos que debió haberse fijado en Raidō y no en Genma, se ve que tienen más cosas en común.
Shizune sintió que se le irían a subir los colores, por lo que sorbió el té para evitar el contacto visual de cualquiera de los dos. Hubiese preferido que le hubiesen preguntado por Genma y su corazón, y no haberle comentado que ella y capitán quemado eran tan compatibles como ella pensaba.
—En fin, tenemos una información que podría sorprenderla.
—¿De la Arena? —dijo ella.
—No, de la Hoja —indicó Kotetsu con una sonrisa.
Shizune apresuró más el té y, pronto, ya no le quedaba liquido en la taza. Según ella, había tomado todos los resguardos para que nadie supiera que había besado a Raidō en la cena Akimichi, que habían hablado y le había tomado la pierna bajo la mesa en la taberna…
—Ibiki…
—¿Volvió con Anko? —preguntó ella.
—No —respondió Kotetsu.
—De igual forma, supongo que a la señorita Anko le afectará saber que Ibiki dejará su apartamento en Complejo de Veteranos.
Shizune recordó que la única forma por la que un fracasado se fuera del Complejo era porque se había casado o muerto, y ella sabía que no era la segunda opción, o habría recibido la visita de una Anko bastante afectada de su amor y polvo perdido.
—¿Saben por qué?
—No mucho, esta mañana me notificó que dejaría el apartamento número uno —dijo Izumo—. Lo hemos visto salir con una mujer, quizás ella sea la razón.
—Definitivamente debe ser ella —concluyó Kotetsu—. Es una chica Hyuuga.
—Puede ser algo personal —opinó ella, negándose a la posibilidad de que a Anko se le rompiese el corazón definitivamente—, yo me cambié y no me morí ni me casé.
Pero esa posibilidad no satisfacía a ninguno de los dos.
Al llegar a la Academia, Iruka hablaba con Tenten a un lado del dispensador de agua, como lo habría hecho de haber estado esa mañana con Shizune y Suzume. Lo saludó con la mano y raudamente se escondió a la sala de maestros. Iruka era exnovio de Anko, y él no pudo competir contra la imagen idealizada de Ibiki, pero a su vez, Anko no podía con el amor que sentía el maestro por Tsunade. Sin embargo, saber que Ibiki dejaba el apartamento número uno y que Anko perdería la cabeza era algo que no quería que Iruka supiera, al menos por ahora.
Era exactamente lo mismo con Suzume y Genma, aún no era tiempo que supieran lo que sucedía entre Raidō y ella, no hasta que entendieran hacia dónde iba el asunto.
Shino estaba leyendo un libro, sentado en la mesa común de maestros, y no se inmutó cuando Shizune se sentó a su lado, presa de sus pensamientos. Necesitaba vacaciones de los chismes y de sí misma. Quería despertar un día sin sentir culpa por traicionar a Suzume y a Genma, o tener que preocuparse de las desgracias que provocaría Ibiki al irse de su apartamento. Y taparse en trabajo no hacía que todo eso desapareciera.
Decidió levantarse para volver a sentarse al instante. No tenía las fuerzas necesarias para tomar una decisión coherente. Su mente visitó sus recuerdos en la taberna, cuando ella le puso una mano en la rodilla al capitán quemado bajo la mesa, la respuesta de este y la decisión de irse juntos unas pocas horas más tarde sin levantar ninguna sospecha. Para nadie era sorpresa que él la acompañara a casa, ya que muchas veces lo había hecho en el pasado, incluso cuando su mejor amigo la había negado y roto el corazón en una taberna. Para todos, era imposible que ella, la mejor amiga de Suzume, y él, el mejor amigo de Genma, tuvieran una relación, ya que ambos eran fieles amigos.
Shizune imaginó la reacción que tendrían Izumo y Kotetsu ante la revelación de que no eran los santos como todos los creían. Además, ella estaba segura de que opacarían a Ibiki y su extraña decisión de irse del Complejo de Fracasados, ya que todos pensaban que moriría allí.
La morena revivió su salida de la taberna con Raidō, caminaban por la aldea como si nada estuviese pasando, como si él no iría a besarla en un callejón y ella no respondería como si él se hubiese tardado demasiado.
El capitán quemado la besaba como si tuviera hambre de ella, no era la técnica la que la volvía loca, sino el deseo que sentía en sus labios y en sus manos, como si hasta ese momento había sido reprimido. Y ella deseó haberlo besado cuando la acompañó por primera vez al sexto piso del Complejo, ya que, de todas formas, habían terminado traicionando a Namida Suzume.
—Señorita Shizune —la llamó Iruka desde la puerta.
—¿Sí?
Shino decidió levantarse y caminar hacia la puerta para darse un poco de privacidad en el patio.
—¿Está todo bien?
—Sí.
Raidō vio a un niño correr y abrazar las piernas de su padre.
Frunció la boca, hacía tiempo no se disgustaba tan temprano. Parecía una eternidad desde que él había hecho eso con su propio padre hasta que él no volvió de una misión, poco le explicaron qué fue lo que realmente le pasó. Asumió que había llegado en pedazos. Más reticencia tenía hacia sus recuerdos de infancia cuando la imagen su madre, que tardó meses en salir de su cama, lo asaltaba luego. Quemarse el rostro joven tampoco no le mejoraron el día a día de su madre.
—No debiste protegerlo —le decía cada vez que le veía la cicatriz—. Genma no lo vale.
Cuando murió, Raidō sintió alivio y no derramó ninguna lágrima, Suzume lo hizo por él. No fue más que el fin de su amargo sufrimiento.
Se preguntó cómo estarían Genma y Suzume en el árido desierto. Suzume le había cogido antipatía a Shiranui luego de escuchar el incansable discurso de su madre en su intento de ser una buena novia sin serlo realmente, por lo que no sabía si estarían sacando chispas en ese momento. O si finalmente su madre dejaría de estar como en alma en pena, actuando a través de la maestra de Artes Femeninas.
—¡Raidō! —lo llamó alguien en la calle, al voltearse vio a Izumo corriendo para darle alcance—. Quería hablarte de tu apartamento.
—¿Qué con él? —respondió, imaginando que finalmente le arreglarían la puerta.
—Se abrió una vacante: Morino Ibiki dejará el apartamento número uno. Como Genma no está para reclamarlo, pensé que tú querrías tenerlo.
—¿Y que se me riegue cada vez que Genma use la ducha? —resolvió divertido—. No, gracias.
—Genma no está —dijo como último recurso.
Raidō negó con la cabeza, reafirmando su posición, y siguió su camino, dejando a Izumo ofuscado. Según el edecán, al menos debió preguntar si se sabía alguna razón detrás de la decisión de Ibiki, si había muerto o se había casado, o solo enloquecido. Izumo no sabía la razón, pero si tenía sus teorías y quería compartirlas todas.
El asistente vio al guardaespaldas alejarse más solo que nunca, ya que ni Genma ni Suzume se encontraban en la aldea. Menos mal estaba la señorita Shizune, pensaba Izumo, para que el hombre hablara un poco de vez en cuando, sin saber que el capitán quemado ya había besado a Shizune con Genma ausente, yendo en contra de su buen juicio, y que no iría a robarle también su puesto como regente del Complejo.
Raidō empujó la puerta de una taberna y caminó hacia la barra para pedirse un trago, y sentado allí se encontró a Ibiki a unos pocos metros de distancia, haciendo exactamente lo mismo.
—Supe que dejarás el Complejo —le dijo con la botella en los labios.
—Ya veo, empezaron a llegar los cuervos.
—No precisamente —le dijo Raidō—, mi puerta no se cierra, pero prefiero eso a que se me llueva el apartamento cada vez que Genma tome una ducha.
—No pasa tan a menudo —le explicó—. Aun así, espero que Genma nunca vuelva de la Arena.
Raidō se sonrió ante aquel comentario, en el fondo él tampoco quería que volviera su mejor amigo. No hasta que todo lo que envolvía a la exnovia de Genma estuviese resuelto. Raidō había sentido cierta atracción hacia la médica desde que había vuelto a la aldea, pero había decidido ignorar esa sensación como siempre hacía. Además, Suzume nunca había dejado su lado como para plantearse estar con ella. El romance era algo que nunca sido algo importante para él, eso lo hacía Shiranui Genma en el apartamento de al lado todas las noches. Por lo que lo que había sucedido con Shizune en la cena Akimichi había sido algo tan improbable que todavía le costaba trabajo creer, mucho más improbable era que la morena haya decidido seguir frecuentándolo.
Algo dentro de él sentía que su madre podría descansar en paz si sabía que una medica tan talentosa como la morena estaría cuidando sus espaldas, algo que le no pasaba tan a menudo a un guardaespaldas como él.
Raidō optó por reprimir su sonrisa tomando cerveza.
—¿Estás muriéndote? —le preguntó a Morino Ibiki.
—Algo así —le dijo Ibiki—. Siento que estoy pudriéndome por dentro.
El capitán quemado no respondió, Ibiki parecía ensimismado con los guantes negros que traía puestos. Podía entender que el jefe de la División de Tortura se sintiese así, según había escuchado repetidas veces en noches de juerga con sus colegas, nadie lograba salir de su sala sin tener pesadillas de noche. Imaginó que, si alguno de sus colegas sensores en el Cuartel decidiera alguna vez hacerle una lectura, seguramente no volvería con la mente sana.
—Conocí a una mujer —le comentó. Raidō pensó en Shizune—. Mi reputación hace que se alejen de mí, mis cicatrices también. —Morino lo miró con un poco de desprecio—. Tú debes entenderme bien, también las tienes; pero a ella no parece importarle que soy aterrador. O al menos eso creo o quiero creer.
»—De todas formas, no creo que a ella le interese algo de mí —siguió el jefe de la División de Tortura—. A Anko le gustaba que fuese aterrador, pero no soy solo eso.
—¿Cómo sabes que no le interesas? —le preguntó el capitán quemado.
Por mucho tiempo, él se había convencido de que Shizune tampoco gustaba de él, por lo que, si otra mujer se interesaba por Ibiki además de Anko, no le sorprendería nada.
—No lo sé, pero nadie en su sano juicio debería —le dijo rotundamente—. No lo entenderías, siempre estuviste con Suzume.
—Suzume me dejó —informó, entendiendo que los rumores en esa aldea volaban tan rápido como los cuervos de Aoba, pero que Ibiki era una persona que no se interesaba en la vida de los demás, a menos que estos fueran sus prisioneros.
—Al menos tienes a Genma —le dijo con una sonrisa.
Raidō se movió incómodo en su asiento.
—Habla con la mujer. Si Baki de la Arena logró llevarse a Suzume con él a la Arena, no veo por qué tu no podrías. Además, él tampoco tiene una cara perfecta.
Ibiki lo miró sorprendido unos segundos y luego se echó a reír como nunca se le había visto.
Se levantó de su asiento, buscó entre sus bolsillos algunos billetes arrugados y pagó por los dos.
—Espero que seas tú el que tome el apartamento, no Genma —le dijo y se fue de la taberna.
Raidō frunció la boca, incómodo. En su fantasía, era él quien se quedaba con Shizune, y más aún que ahora que Suzume había conseguido a alguien que le podría dar a sus hijos sin pensarlo dos veces, era propicia una eventual relación con la médica, pero Shizune era la mejor amiga de la maestra y no le sabía bien actuar a sus espaldas. Tampoco le sabía bien a él hacerlo detrás de las espaldas de Genma, aun si se había equivocado repetidas veces con Shizune. Por lo tanto, no iría a hacerse con el apartamento de Ibiki aunque el suyo estuviera en un estado deplorable. Sin embargo, hacía mucho tiempo que no deseaba a alguien de esa forma o, mejor dicho, nunca lo había hecho antes.
Kurenai conocía muy bien a Raidō, ya que crecieron en el mismo equipo. Ella y Asuma podían entender sus gestos y su lenguaje corporal tan bien que casi no necesitaban escucharlo hablar. Él había nacido para estar en segundo plano y cuidarle la espalda al resto, por lo que cuando supieron por un tercero que llevaba meses siendo guardaespaldas, ninguno de los dos se había sorprendido. A Kurenai le habría gustado que el capitán quemado hubiese sido tan abierto con ellos como lo había sido con Genma y Suzume, pero al menos sabía que si ella o Asuma lo necesitaban, él acudiría sin pensarlo.
—¿Cómo crees que estará Raidō? —le preguntó a su novio—. Digo, Genma y Suzume están en la Arena.
—Debe estar matándose en el trabajo —le dijo él, a un lado de la ventana mientras expulsaba el humo por su nariz—. ¿En qué estás pensando?
—Anko está obsesionada con él, ¿crees que sea buena idea que salgan? Digo, ambos están solos.
—Lo que Anko necesita es otra cosa —murmuró, Kurenai sabía que se refería a hablar con alguien de todo lo que la atormentaba, pero al haber tenido de maestro a Orochimaru y de novio a Ibiki, la mujer de ojos rojos sabía que podía ser bastante permisiva con su mejor amiga—. Pero si crees que eso los ayude, puedo sugerírselo a Raidō la próxima vez que lo vea.
—Raidō es atento, podría ayudarla.
—Sí… —dijo Asuma, pero también lo había sido Iruka y Anko se había aburrido de él. Parecía que, para la mejor amiga de su novia, solo le hacía sentido el drama y la oscuridad.
En esos mismos instantes, Shizune caminaba junto al capitán quemado con destino a su apartamento.
No creía haber sentido una sensación de protección como lo hacía ahora. Aunque podía sonar obvio, ya que él realmente era un guardaespaldas. Podía imaginar que Suzume se sentía de la misma forma, cada vez que él se interponía entre ella y el mundo. Shizune siempre había caminado junto a Tsunade, pero había algo lo hacía abismalmente distinto.
Caminar junto a Yamanaka Inoichi se había sentido bien, pero nunca había confiado en sus habilidades de mentalista satánico, además, tenía esa terrible habilidad de entrar en su apartamento sin su consentimiento, algo que sin duda era algo usual para los trabajadores del Cuartel, ya que Anko también lo había hecho. Por otro lado, las pocas veces que había caminado junto a Genma, nunca había confiado en sus habilidades de mujeriego… Y con Yamato, él había sido bueno ocultándola del resto como el ratón que era, pero no era alguien con quien quisiera compartir su día a día gracias a su pobre desempeño amatorio.
—¿Qué le diremos a Genma y a Suzume? —le preguntó.
—La verdad —le respondió tranquilo.
Pero Shizune no sabía el cómo, todos los escenarios que imaginaba eran catastróficos y terminaban con Suzume odiándola y con Genma pidiendo un retiro permanente a la Arena. Lo único bueno de que ambos estuvieran en la Arena era la distancia, ya que podía darles tiempo de pensarlo. Ella ya había perdido la cuenta de todas las cartas que había empezado a escribir y había arrugado al no encontrar las palabras correctas. Y sabía que Raidō se pasaba el día meditando lo mismo.
Lo único que sabía la morena era que por primera vez se sentía segura de estar junto a alguien, por lo que decidió probar algo que nunca había hecho: le tomó la mano al guardaespaldas.
Anko sintió una punzada en el pecho cuando el nombre de Ibiki no se encontraba en el listado de la entrada del edificio. Días después la sensación se repitió cuando vio que Izumo ponía un cartel que indicaba que estaba vacante el apartamento. Al no estar presente Genma, lo normal sería que Namiashi Raidō lo hiciera.
Se intentó animar a sí misma pensando que en sus dendritas sicóticas había estado nadando el nombre del capitán quemado por ya bastante tiempo, y que la sucesión del apartamento número uno del Complejo era solo una confirmación de lo que haría con el guardaespaldas. Sin embargo, cuando Yuugao le deslizó un chisme un poco inquietante, pensó en que su amiguita Shizune nunca perdía el tiempo y que estaba coleccionando con su vagina a los jōnin de elite de su equipo, pero como a la morena no le parecían gustar los chunin, Anko iría a hacerle un favor,
Esa misma noche, decidió visitar a Iwashi.
—¿Señorita Anko? —le dijo el chico de la barba de chivo antes de ser devorado por la maestra de las serpientes.
ola, no sé qué decir, mientras escribía decía "oh, debo decir esto en las notas de autora", pero meh, este cap debe estar subido para que lo recuerde. Estoy emocionada de que el drama esté llegando a un climax (aunque no lo sentí tan dramático). Solo sentí que era muy hombre cis hetero el cap y ahora debo bañarme porque estoy sucia, aiuda.
El rollo de Ibiki queriendo ser normal me dio pena/risa, también me da risa que Iwashi le ponga cerrojo a la puerta para evitar morir (?), y la mirada de desprecio de Ibiki a Rai por decirle que ambos tenían cicatrices así que debía entenderlo, jajaja. Lo otro, descubrí que Ibiki es piscis asi que seguro que llora por dentro siempre, y como Rai es virgo y sus signos se complementan, sentí muy canon que hablaran. Además con eso de que Raido le dijo que Suzume lo dejó por Baki, alguien igual de feo, también me hizo morir jajaja.
Amé darle sus razones a Raido por no querer tener familia y en este cap indagar aun más en el asunto, mientras lo escribía me sorprendía de lo sordido que era (recordé una canción de Ayreon: "Day Sixteen: Loser"). Recuerden, mis dedos escriben solos.
Natsu la sugirió TXQPX, gracias bb, no sé si indague más en esa relación aún fantastica, pero es genial darle background a un pj que normalmente es desagradable a través de la historia: lo cierto es que él no sabe que Anko quiere volver con él, aunque sí pareciera que no la quiere de vuelta, porque no lo ve por lo que realmente es, un piscis sensible que necesita que le den su amor y comprensión, no que lo usen por aterrador (?).
Aunque Shizune estuvo un poco desaparecida en este cap, me agrada que alguien finalmente la contenga como Rai 3
Anko podría haber sido tóxica y odiar a Shizune por "robarle" a Rai, pero no quise que pasara eso y, aun si el drama de la historia baja, no haré a dos mujeres pelear por la atención de un hombre, no estamos el medievo (?) En cambio, decidí que el drama fuera por Iwashi (recuerden que él juró que iba a invitar a Iruka a tomarse algo, al ser los dos dos chunin vulnerables que necesitaban amor jajaja)
Siento que no queden muchos caps, estamos en estado de alerta.
Syb.
