The Legend of Zelda:

The Broken Hero

Por LinkAnd06

Capítulo VIII: Malas presencias

Uno de los puntos más débiles de la ciudadela principal del reino de Zyrak, era la de su seguridad. Pues esta carecía de una vigilancia adecuada, siempre recibiendo demandas por ello. El regente estaba consciente de eso, había hecho todo lo posible por aumentar la cantidad de soldados, así como mejorar las capacidades de estos. Pero con el pasar de los años, cada vez eran menos los guerreros que se postulaban a unirse, por cuestiones desconocidas, unas que ni el mismo consejo obtuvo respuesta alguna.

A día de hoy, solo los mejores miembros formaban parte de la protección del castillo, al ser la máxima prioridad de la guardia real, dejando a los más inexpertos el trabajo exterior. Además, los mejores combatientes pertenecían al equipo explorador del general.

Remila ya sabía todo eso, y poco podía hahacerA diferencia de su padre, la cantidad de órdenes que podía dar era bastante limitada. Por su seguridad, claramente, una de ellas le imposibilitaba salir del castillo sin permiso, no obstante, ella nunca intentó adentrarse al exterior por su cuenta, batallando consigo misma, al ser su más grande deseo conocer cada rincón de su futuro reino. No sentía que pudiera dirigirlo sin antes verlo con sus propios ojos, no en las ilustraciones de libros.

La princesa de cabello verde usaba una simple camisa de tonalidad marrón y mangas café, una larga falda color crema que llegaba hasta sus tobillos, ocultando sus largas medias blancas, junto a unas botas marrones de igual longitud. También se encontraba cubierta con una capucha negra que la cubría casi por completo, dejando solo a la vista su nariz y mandíbula. Incluso confundirla con una hechicera. En esos momentos, había activado sobre ella el mismo hechizo que su antigua cuidadora usó para ocultarla hace años, era necesario que lo utilizara si quería salir.

Se encontraba recorriendo uno de los largos pasillos del lugar, este estaba decorado por todas partes, dando un ambiente autoritario al cuál ella se acostumbró, poco le importaba en estos momentos. minutos después, llegando a la salida, notó que la puerta permanecía abierta, con los guardias de turno vigilándola como siempre. Lentamente, deshizo el encantamiento, con estos soldados era inútil utilizarlo, pues el general les otorgó una habilidad que les permitían detectar los hechizos.

Remilia inhaló y exhaló, antes de cruzar las atentas miradas de los guardias , los cuáles no la reconocieron gracias a sus ropajes. Aliviada, cruzó la puerta, observando por primera vez en mucho tiempo la entrada del castillo: un camino de escaleras, con unas mesetas y estatuas a los lados representando la naturaleza; La princesa se maravilló ante la hermosa vista, al ser tan temprano permanecería así de vacío unas horas.

-Bien…- se animó a ella misma, cerrando los puños, iniciando su recorrido para llegar a la ciudadela. Sin embargo, tras dar unos leves pasos su mente visualizó su alrededor como se veía la primera vez que salió, casi igual, pero con menos flores, además de que llovía. La joven estaba anonadada, desconcertada por la imagen que veía, recordándole parte de lo ocurrido aquél día.

-"¿Este es el exterior? ¡Es mucho más grande de como lo pensé!- exclamó la pequeña princesa, demasiado asombrada.

-¿Eh? Pero si solo estamos frente a la entrada del castillo, Remilia, deberías ver qué hay más allá de la ciudadela- dijo Ru, riéndose de la reacción de su compañera, provocando que esta le mirara algo confundida. Desde su balcón, exceptuando las montañas, no era posible ver más allá de los muros que rodeaban el distrito.

-"Solo una pequeña parte de él, princesa. Lo que se encuentra más allá de la ciudadela te sorprendería, es todo un mundo apartado de la realeza- le contestó Kumiko, detrás de ella. Los tres no eran afectados por la lluvia, al contrario, no la sentían.

-¿Puedo ver ese mundo?- preguntó la pequeña regente, de forma timida, jugueteando con sus dedos índices.

-¡Por supuesto!- le respondió Ru, captando la atención de la peli verde -Cuando te conocí, prometí que en el momento que me vuelva un caballero, cumpliría tus deseos. Salir un rato de este lugar no será la excepción- indicó sonriendo, provocando que Remilia sonriera maravillada -Kumiko, ¿no importa si jugamos allá en la entrada de este camino?

-Claro que no, pero tengan cuidado- le confirmó la sirvienta, contenta de la reacción de su protegida.

Ru sonrió, corriendo hasta el mencionado lugar ante la mirada expectante de su amiga, quién al verlo llegar, este le saludó con la mano derecha, llamándola…"

Al despertar de su visión, un poco sobresaltada, notó la silueta de un joven en el mismo lugar a donde su amigo fue en su recuerdo. No podía captar de quién se trataba a simple vista, sin embargo una corazonada le dió una deseada respuesta. Podría haber usado sus poderes para averiguarlo con facilidad, pero se negó, quería verlo con sus propios ojos.

-Ru…- intentó acercarse a donde él se encontraba, estirando el brazo, deseando atraparlo para evitar que despareciera, a la vez que comenzó a sentir algo de humedad en sus ojos, probablemente por la irritación. De repente, cuando se acercó a donde este estaba, todo lo que miraba volvió a la normalidad, devaneciendo la silueta, ante la cansada mirada de la regente, quién se limitó a bajar el brazo, apretando su puño. Había soñado despierta, de nuevo.

Segundos después se golpeó ambas mejillas, queriendo concentrarse, no tenía tiempo para pensar en el pasado, debía investigar que ocurría en su futura ciudadela. Continuó avanzando, acomodando su capucha, asegurando que esta la cubriese lo suficiente para no ser descubierta, si se diera el caso, se armaría un gran escándalo. Que suerte la de ella que hoy era su día de descanso, nadie, además de las sirvientas se molestaría en visitarla.

Al llegar a la salida, ingresó en las calles de la ciudadela, moderadamente llena, la gente estaba en lo suyo sin preocupaciones, reposando en la plaza principal, donde ahora la princesa se encontraba. Expresó asombro, mirando la fuente del centro, la cuál contenía la estatua de un caballo, y unas tres aves a su alrededor. Nadie, ni siquiera su padre, conocía el significado de esa obra, al llevar construida varias décadas, probablemente su historia fue olvidada, aunque solo Remilia pensó acerca de eso.

La regente siguió su camino, dirigiéndose al oeste, había estudiado el camino desde su balcón, observándolo todas las noches, pues para ella las distancias no eran un problema…

Notó a ciertas personas en frente de algunos negocios de ventas, frustrados. "Quizás no tuvieron algún cliente en mucho tiempo", supuso la joven peliverde, acercándose a uno de estos. Había un señor recostándose en la puerta, con los brazos cruzados, suspirando, no parecía para nada contento.

-Estos idiotas, ¿acaso planean destruir nuestra economía?- se preguntó el mayor, ansioso, sin poder hacer nada. Remilia se acercó a unos siete metros de este, esperando obtener información, seguía desconociendo el motivo de dichas rebajas polémicas. No estaba nerviosa, a pesar de ser la primera persona con quién hablaría fuera de su castillo.

-Disculpe, señor…- este le miró de reojo, sin cambiar sus animos -. ¿Qué es lo que ocurre por allá? Escuché que rebajaron los precios de diversos productos básicos considerablemente, ¿és eso cierto?- preguntó, señalando al callejón que conducía al lugar de dicho acontecimiento.

-No te equivocas- contestó el señor, algo calmado. Era robusto, con ropas basicas y algo barbudo. -Ellos lo decidieron de repente, sin considerar nada, ¿acaso no le temen quedar quebrados?- se recostó en su puerta, pensativo.

-Si esto sigue así, en algún momento nos afectará a todos- agregó la disfrazada regente, no quería imaginar que pasaría si eso se hiciera realidad.

El señor le volvió a mirar, notaba algo de ansiedad en su tono de voz -. No deberías preocuparte, es problema de los reyes por permitirlo, la ciudadela entera prefiere pasarlo por alto, al parecer - dijo despreocupado, un poco desconcertado por esto, no podía hacer nada.

La peli verde bajó la mirada, era cierto, a día de hoy no habían recibido en el castillo alguna petición para demandar a esas personas que rebajaron los precios sin permiso. Ya sabía que el pueblo se quejaba del problema económico que tenía su reino, pero no esperaba que estos motivaran a cometer tan descortés acto -Solo lleva unas semanas, ¿verdad? Tarde o temprano alguien del castillo llegará a darse cuenta.

-¿Eh? ¿De qué hablas? Ya llevan dos años, en todo ese tiempo nadie le reportó a la realeza, y ni ellos parecieron haberse dado cuenta- aclaró, colocando sus brazos en su cintura, a ese paso, para todos sería difícil conseguir y vender mercancía.

A Remilia aquella revelación fue como si le cayera un balde con agua fría, estaba consciente de la cantidad de semanas seguidas que duró esta costumbre, mas no esperaba que en realidad llevaba mucho más tiempo. Todos esos días había estado ocupada con sus estudios, o lamentándose de su vida en su habitación. Aunque si estaba interesada en la situación de su reino, tenía prohibido conocer su estado. No fue hasta que cumplió los 18 hace algunos meses que le permitieron ver esos detalles, ahora sí se sentía bastante frustrada.

-Nadie sabe que planean el Rey, el general, y probablemente la princesa, sea lo qué sea, descuidaron bastante el reino en ese ámbito, ¿no es trabajo del consejo hacerse cargo de estas tonterías?- Dijo el mayor, suspirando, viendo como varias personas seguían dirigiéndose a los mencionados puestos, desconcertado. Al darse cuenta que la joven no volvió hacerle alguna pregunta, movió su cabeza para verle, inpactándose al notar que esta había desaparecido por completo. La buscó con la vista, en su campo visible, hasta percatarse que ya se había marchado. Negó con su cabeza, llegando a pensae que había sido su imaginación.


Más adelante de ese lugar, en el trayecto hacia los polémicos puestos, la princesa caminaba tranquilamente, usando de nuevo aquél hechizo de camuflaje, andando entre la multitud, ocultando su rostro en la sombra de su capucha. Esta vez no quería llorar, no podía, necesitaba estar atenta a sus propias acciones en la ciudadela, evitando llamar la atención.

Ella ya había tomado esa ruta antes, cuando jugó con Ru hace mucho tiempo; el pasar de los años no le afectó en lo absoluto. Los recuerdos aparecían como una tormenta dentro de su mente, al haber pensado en él casi la mayoría del tiempo. Esto, junto al sentimiento de frustración acumulada por los errores de su padre y ella misma, le dificultaban cada vez mas la concentración en su objetivo, pero no se daría por vencida aún.

Kumiko le enseñó a permanecer firme sin importar que tan difícil fuese la situación, de la misma forma que un día lo fue su madre. Por las dos, Remilia seguiría adelante, así tuviera que oponerse a su padre, o a su propio reino.

La gente que andaba alrededor jamás se percató de la presencia de la princesa, no solo por el hechizo, había conseguido ser totalmente cautelosa, logrando llegar sin ningún problema a su destino: La plaza acuario, una de las trece ubicaciones principales de la enorme ciudadela. Efectivamente, habían largas colas formadas alrededor de 10 puestos de venta: Comida ligera, fruta, pescados, herramientas, adornos, entre otras cosas. Todas estaban rebajadas en cuanto a precio, quizás una exageradamente accesible.

La regente andó alrededor de la plaza expresando preocupación, y algo de ansias, no solo por la situación que precenciaba, sino que no toleraba estar rodeada de tal número de personas, superaba con creces la cantidad que era capaz de soportar. Un nudo se formó en su garganta, a la vez que colocaba una mano en su cuello, decidida a soportarlo, mientras respiraba profundo, sin dejar de lado su objetivo.

-Necesito acercarme a uno, el que sea, esto para nada me parece una situación normal- pensó, mirando a sus lados, quería inspeccionar el puesto con menor cantidad de gente, después de todo, las colas nunca podían ser infinitas. Al notar que la tienda de adornos estaba por quedarse sin clientes, se dirigió a esta corriendo, evitando tropezar con el resto de los cíviles, lo cuál sería complicado mientras tuviera su hechizo activado dentro de la multitud.

Sin poder evitarlo, un joven que corría por su derecha, chocó contra ella, haciendo que esta cayera de lado a su izquierda bruscamente sobre su brazo. La peliverde sujetó su lastimada extremidad, aguantando sus ganas de gritar, no podía fracasar en ese instante. Miró al joven, preguntándose si se habría herido también, ahogó un grito al ver que el susodicho se levantó, sin inmutarse, totalmente serio, además, este parecía mirarla fijamente a los ojos, provocando que Remilia se petrificara.

El joven a simple vista parecía un ciudadano normal, inofensivo. sin embargo, la princesa notó que su mirada estaba vacia, sin alma, como si se tratara de una simple marioneta. No sabía qué hacer, no tenía cómo defenderse sin ser descubierta por los demás, limitándose a observar qué haría el sujeto a continuación, el cuál simplemente dió la vuelta y siguió corriendo a donde se dirigía, dejando a la princesa anonadada.

-¿¡Qué fue eso!?- se preguntó así misma, levantándose despacio, mientras sujetaba su lastimado brazo, murmurando unas palabras que nadie a su alrededor llegó a escuchar, las cuales sanaron su extremidad; había usado magia curativa. Sin querer perder más tiempo, la regente siguió su camino hacia la tienda de adornos, aún confundida por lo que recién ocurrió, esa sensación que le transmitió el joven, la había sentido antes, pero ya tendría tiempo para pensarlo después.

Finalmente, consiguió acercarse a un costado del mostrador de la tienda de adornos, pudiendo ver al vendedor, quién seguía ofreciendo su mercancía a un bajo costo, parecía hacerlo de forma automática. Remilia observó los diversos objetos que este poseía, la apariencia de estos claramente eran de una calidad sobresaliente, era injusto que se vendiera a un precio menor que el total de toda la producción, envió y ganancias de su respectivo propietario. Podría provocar que el distribuidor le demandara, hasta el punto de afectar la reputación de la ciudadela si no se aclaraban las cosas. Si ya habían pasado algunos años, significaría que el reino ya habría perdido más del 45% de las millones de rupias que contenia; si este calculo continúa subiendo, Zyrak ya no tendría los fondos suficientes para mantenerse por más de un año aproximadamente.

¡¿En que rayos había estado estancado su padre para no darse cuenta?!

Si a él no le preocupaba, entonces ahora era su responsabilidad detener este problema, sólo de ella.

Decidida a llegar al fondo de esto, Remilia volvió a mirar al vendedor, este seguía en sus ventas sin descanso, ni siquiera cambiaba la expresión de su rostro. Sus ojos le transmitían la misma sensación que el joven de hace unos momentos. La princesa se impactó ante esto, ahogando un suspiro, ¿sería posible que todos los vendedores involucrados estaban de la misma manera? De ser así, tenía que haber un responsable, uno que Remilia ansiaba detener, ¿pero quién podría ser?

-Vaya, vaya princesita, ¿tantas ganas sentías de entrometerte en mis negocios?

La susodicha cubrió su boca, aguantando su grito, a la vez que miraba a su alrededor asustada, aquella voz había resonado en su mente, pero su presencia la sentía bastante cerca, una bastante incómoda. Observó a su alrededor ansiosa, solo viendo a la multitud andar con tranquilidad, sin embargo, esto solo aumentaban sus nervios, estaba segura que aquél sujeto se encontraba por allí.

-Tranquilízate Remilia, quizás solo fue tu imaginación…- se dijo así misma, colocando sus manos en su pecho, suspirando. Aunque, no consiguió lo que quería, la joven de cabello verde aún sentía la misteriosa y enigmática presencia, provocando que sus piernas temblaran. Hace bastante tiempo que no se sentía tan desprotegida, tan sola… solo dependía de sus inexperta habilidad de combate, empeorando sus nervios.

-jejejejeje, ¿qué pasa? ¿A dónde se fue la princesa dispuesta a proteger su reino? Puedo sentir tu miedo…- se calló por unos segundos, a la vez que parecía acercarse al campo de visión de la regente, quién hacía todo lo posible por mantener la calma, junto a su determinado semblante -Estoy aquí…

Remilia volvió a mirar a su alrededor, desesperada, sin detenerse, empezando a sudar frío. Lo podía sentir, detectaba como el rufian se acercaba a ella cada vez más, sin conseguir ubicarlo. Se negaba a perder contra él, tenía que encontrarlo, antes de perder su cordura, la cuál lentamente se quebraba.

De repente, la joven sintió que alguien estaba detrás de ella, casi pegado a su espalda, a la vez que agachaba su cabeza para alcanzar su oreja, no había tenido tiempo para reaccionar -¿Acaso, sientes codicia?- Remilia se sobresaltó, lanzando un pequeño grito, mientras evitaba perder el equilibrio moviéndose unos pocos pasos. Sin deseos de voltear a verle, asustada, comenzó a correr de allí, ni siquiera notó que su hechizo se desvaneció, quedándose expuesta a la multitud de su alrededor.

Remilia siguió corriendo con todas sus fuerzas, esquivando a los que se interponian en su camino, ya no le importaba nada más que alejarse de aquél rufian, su voz continuaba resonando en su adolorida cabeza, como si de un trueno se tratara, el cuál atacaba su compostura, si la perdía, entraría en pánico.

Desconociendo qué tan lejos había llegado, la princesa se ocultó en un callejón, detrás de unas escaleras. Jadeó varias veces, mientras se sentaba, pegándose a la pared. Se abrazó las piernas, ocultando su descubierto rostro entre sus rodillas, aguantando sus llantos. Su corazón latía con bastante fuerza, hace mucho tiempo que no lo hacía, desde la última vez que se puso así. Ella no podía creerlo, huyó, se rindió en su propia misión, por el miedo que aquél sujeto le causó, se había decepcionado así misma -Soy… una cobarde- dijo en voz alta, levantando un poco su mirada. Todo el entrenamiento que Kumiko le otorgó para mantenerse firme no funcionó, este se esfumó con solo escuchar esa penetrante voz, alertándola al instante. Por primera vez, se sintió tan debil.

Ni había tenido el valor para verle el rostro, no podía reportarlo con tan poca información. Ella de verdad odiaba esa clase de reglas que su reino poseía. Se levantó despacio, exhausta, quería regresar a su habitación, ya que no podía hacer nada más, estaba segura que su padre no le creería. Antes de que pudiera dar mas de cuatro pasos, alguien la atrapó por la espalda, rodeando su cintura con un brazo, y cubriendo su boca con la mano del otro, evitando que pudiera gritar. Volviendo a sentirse aterrada, Remilia intentó librarse del fuerte agarre, pero era inútil, él la superaba en fuerza por mucho.

-"¡¿Qué… Pero quién…?!"-

-¿A dónde crees que vas, princesa?- le interrumpió la misma voz que antes le había amenazado, intensificando su agarre. Por la posición, ella no podía observar su rostro, pero pudo notar que las manos de este eran totalmente blancas. Intentó usar sus piernas, sin embargo, sentía que algo agarraba sus tobillos, ¿acaso este sujeto poseía manos extras? -Si gritas, o haces un sonido muy fuerte… te violaré.

Remilia abrió los ojos completamente, impactada, a la vez que sus nervios se intensificaban, podía sentir otras manos extras acariciando su vientre, sin soltarla, haciendo que esta mirara sobresaltada, apesar de sentir las caricias, notó que nada las provocaba, ¿será su imaginación? No, ella estaba segura que este maldito la tocaba, de alguna manera. Sin mas opciones, asintió, cerrando sus párpados, aceptando su derrota, no tenía escapatoria.

El misterioso rufian bajó lentamente la palma de su mano que cubría la boca de la princesa, acariciando el rostro de esta, erizándole la piel, terminando en su cuello, sujetándolo con delicadeza, claramente estaba disfrutando el momento.

-Me pregunto cuántas rupias ganaría si te vendiera. Tener a mi merced a la princesa no es algo que pasaría todos los días- dijo acariciandola, soltando una pequeña carcajada, pues ella se encontraba indefensa ante él.

-Qué… ¿Qué es lo que quieres?- preguntó Remilia, incómoda, aguantando los suspiros, podía sentir las supuestas manos invisibles manoseando sus piernas, a la vez que su vientre. Era lo menos que podía hacer. No sólo tenía que soportar aquella horrible sensación, sino que de paso, el aliento del rufian sólo empeoraba las cosas.

El sujeto sonrió maliciosamente, acercando sus labios a la oreja de ella, retirando el mechón de cabello que la cubría con su boca -Rupias, inicié esto solo por las rupias, ¿sabías que hay gente que lo daría todo por ellas? Desde sus pertenencias, hasta sus almas- contestó en un tono tan bajo que parecía suspirar sus palabras, mientras la tocaba con la nariz.

Temblando, y sin posibilidades de alejar su cabeza, Remilia ahogó un grito, apretando sus puños, debido a los continuos toques de aquellas supuestas extremidades. ¿Cómo término así? Ella solo quería solucionar un problema que perjudicaba a su reino, parecía tan fácil… jamás hubiera imaginando que aquella desagradable presencia se tratara de este sujeto. Kumiko tenía razón, debió haber aprendido a defenderse antes de volver a salir, como lo había prometido, ¿Pero alguna vez tuvo la oportunidad? Sin ella, ni Ru, ¿quién podría haberle enseñalo?

No, esas sólo eran excusas, así lo sentía. Todo este tiempo se centró tanto en sus deberes y su pasado, que evitó entrenar magia defensiva, sólo centrandose en las inofensivas -Soy, una inútil…- murmuró, bajando la mirada, ya nada que pudiera pasar con ella le importaba…

-Oye, princesita- le llamó el albino, sin dejar de manosearla -de casualidad, ¿no eres algo perseverante?

-¿D..de que… estás ha…blando?

-Mmm… No lo creo, eres muy cobarde- negó de repente, con un tono de fastidio -Diría que eres codiciosa, deseas control total ¡como yo! Jejeje- agregó, queriendo molestarta, disfrutando de sus reacciones provocadas por sus no deseadas e incómodas caricias. -No se cómo lograste detectarme, me aseguraron que solo unos pocos podían hacerlo, quién hubiera imaginado que la inútil princesa de este podrido reino era uno de esos.

-Mi… guar…guardiana, ella… me… ense…ñó- respondió entre lijeros suspiros, los cuáles evitaba que se volvieran gemidos, no quería darle ese placer a su captor, ya con destruir su orgullo le parecía suficiente. Sentía una mezcla de odio, miedo, y frustración, atormentando su mente como una descarga, su cabeza le pesaba, las lagrimas se acumulaban, podría hasta perder la cordura, hasta le parecía un milagro que siguiera consciente.

-¿Qué clase de niñera? Bueno, da igual, se acabó el tiempo, je, je- comentó el captor, soltando sus brazos de la princesa. sin embargo, esta permaneció en la misma posición, los supuestos brazos que la acariciaban ahora la sujetaban. El rufian retrocedió unos pasos, para observar la figura de la joven, aún vestida.

La princesa comenzó a jadear, sudando frío, desde que la atrapó no había podido tomarse un respiro de las caricias. Los mechones que esta poseía sobre su frente cubría su mirada, claramente quería ocultar su vergüenza, no deseaba morir, pero desconocía las intenciones del albino con ella, aunque no es como si pudiera evitarlo, frustrándola.

-Jeje, como me gustaría tenerte para mí, lastima que mi paciencia sea ridículamente mala, así que prefiero matarte en este momento…- usando sus "brazos extras" la volteó hacía él, cubriendole la mirada, y alzandola un poco del suelo, extendiendo los brazos y piernas de esta. El captor se rió, parecía encantarle este tipo de cosas -¿Algunas últimas palabras? Quiero escuchar tu voz una vez más, jejeje.

Frustrada, prefirió no decir nada, limitándose a apretar sus dientes, estaba furiosa consigo misma, al descuidarse gracias a su propio orgullo, creía ser capaz de resolver este problema, pensaba de verdad que lo conseguiría, que solo ella lo lograría… Su madre, podría haberlo hecho… Kumiko también… incluso Ru…

-"Prometo volverme tan firme como tú… mamá"

-"Prometo volverme tan fuerte como tú… Kumiko"

-Prometo… volverte a ver, Ru…"

Remilia apretó sus puños nuevamente, mientras una lágrima solitaria salía de su ojo izquierdo. Ya no podría cumplir ninguna de esas promesas, por su culpa, al haberse confiando tanto en sus inexpertas habilidades, después de todo, no era la protagonista de un cuento, solo sería la princesa en apuros, era imposible que pudiera ganar.

El rufian soltó una risa burlona, preparado para comenzar a tratar a su rehén como si fuera un muñeco de trapo, y forzarla hacer posiciones imposibles.

Remilia aceptó su terrible destino, mientras su lágrima recorría su delicada mejilla, para luego caer sobre la pequeña esmeralda de su collar, sin darse cuenta que este comenzaba a brillar…


El Pueblo principal de la región Oval estaba animado esa tarde. Varios niños corrían por allí, y los adultos hablaban mientras los veían; era una imagen alegre de observer. Algunos miembros de la academia salieron también, aprovechando el tiempo libre. Veían la mercancía de las tiendas de armas, ya que en algún momento tenían que decidir en cuál especializarse. No era el caso de algunos, que solo los miraban a la distancia, hablando entre ellos. Por otro lado, Yui sólo los observaba alejada, sentada a los pies de un árbol, con las piernas cruzadas a la derecha. Se encontraba pensativa, esperando a que se desocupara, no le gustaba estar dentro de una multitud.

-"Tengo un favor que pedirte…"

-¿Por qué me lo habrá pedido a mí? No creo estar lista…- pensó confundida, al recordar las palabras de Dante, recostando su espalda en el tronco del árbol, y dirigiendo la mirada al cielo. Por la posición del sol, quedaban pocas horas para el inicio de la prueba que tomarían Link y sus compañeros, por lo tanto, no tenía prisa, podría pensar mientras tanto.

En esos momentos, ella usaba una camisa roja sin mangas que llegaba hasta su cintura, como si fuera una falda. Sobre esta, tenía un sayo de color gris de mangas media largas, que dejaba al descubierto la parte superior de su otra prenda, donde tenía un broche de color bronce entre su cuello y el pecho, con tres lineas que llegaban al inicio del hueco frontal del ropaje. También portaba unas mayas negras que llegaban hasta su cintura, junto a unas botas lijeras grises con suelas negras. Era su ropaje Sheikah.

-Esa propuesta, puede ser mi oportunidad para llevar a cabo mi plan, pero… Es un día importante para él.

No fueron pocas las veces que tanto Link como sus amigos le comentaban sobre la tan famosa prueba de supervivencia. esta consistía que un grupo de contados miembros debía sobrevivir en el bosque Oval por una semana, adentrándose a la parte peligrosa, dónde habitaban los monstruos creados por los hechiceros de la academia, con quienes debían demostrar sus habilidades de combate.

Comparado a otras zonas peligrosas de Zyrak, ese bosque era el único seguro para este tipo de pruebas, no podían arriesgarse a dejarlos con monstruos reales así como así.

Yui lo tenía en cuenta desde que se adentró a la academia, su antigua cuidadora fue quién le explicó. Normalmente, la joven pensaría que no sería difícil para ella, fue entrenada desde su infancia por los Sheikah, conocía lo básico de sobrevivir en zonas forestales, y algunos monstruos simples, otra cosa serían las especies más fuertes de éstos últimos, como cierto día…

Además, su magia ofensiva tenía la desventaja de no ser tan eficaz contra los humanos que no fueran hechiceros, por eso había tenido problemas al intentar enfrentar a aquellos bandidos en aquél entonces. La hylian no sabía cómo usar un arma ofensiva ese día, ahora, las cosas eran distintas, no solo había aprendido un tipo de magia distinta a la que conocía, la cuál era más débil, pero eficaz contra usuarios no relacionados a ese elemento, había aprendido a combatir con armas pequeñas cuerpo a cuerpo, junto al florete. No podía depender de sus amigos todo el tiempo.

Yui esbozó una sonrisa, a la vez que el viento mecía los mechones superiores de su cabello. Estaba ansiosa de entrar a la tienda de armas y adquirir su propio armamento, si es que aún se encontraban allí. ¡Había demasiada gente!

Soltando una ligera risa, se levantó, respirando profundamente, con los ojos cerrados, alzando un poco sus antebrazos. Si aún debía esperar, no se quedaría quieta el resto del tiempo. La hylian comenzó a lanzar una serie de golpes al aire, con destreza, centrándose en calentar los ataques que le enseñaron de pequeña, recientemente había vuelto a practicarlos, ya que anteriormente la magia habia consumido la mayoría de sus horas. Siguió practicando diversos puñetazos, junto a varias patadas, al ser muy flexible se le facilitaba ejecutarlas, sobretodo gracias a la falda de su sayo, que se dividía al inicio de sus piernas, dejando a la vista el final de su camisa roja. Extrañaba cuando solo le preocupaba ser más fuerte… aunque ya no le preocupaba mucho llegar a ese límite.

La joven estaba tan centrada en sus movimientos, que no había notado que dos figuras la observaban desde el costado de el techo de una de las casas. Estos tenían unos trajes de cuerpo completo azules, junto a unos protectores negros, y una máscara blanca que ocultaba sus rostros, con el símbolo de un ojo sangrante, azul.

-¿Qué se supone que está esperando? ¡Ha estado allí por una hora!- se quejó uno de ellos, dándole un leve golpe a la cerámica del tejado. Este se diferenciaba por poseer su pelo castaño amarrado, formando una pequeña cola.

-mmm…- pensó su compañero, con una mano en su mentón. A diferencia del castaño, este tenía el pelo azul, corto -Es posible que esté esperando a un chico, a esa edad es normal que quieran salir con ella, osea, solo mírala- la señaló, a la vez que la observaban, centrándose en sus piernas, las cuáles seguían encadenando patadas, provocando que su falda se meciera.

-Tanto potencial, desperdiciado por unas fachas que dejan todo a la imaginación… si por lo menos algo se viera sería mas normal.

-¿Qué parte de eso es normal? De ser así, sería estupida, pues dejaría puntos críticos descubiertos- le insistió el peli azul, mirándolo con molestia. Quizás su compañero fantaseaba demasiado.

-Cómo sea, ¿no deberíamos ir por ella ya?

-Hay que esperar, aunque sea un pueblo pequeño, la seguridad es un gran obstáculo…

Yui siguió entrenando por varios minutos, terminando con unos estiramientos, sentía que ya había esperado demasiado, pues hace ya un rato que la tienda de armas dejó de tener tanta multitud en fila. Tras dar un fuerte suspiro, y esbozar una sonrisa, se dirigió al mencionado sitio, estaba emocionada de conseguir su armamento.

Los fizgonez la siguieron con la mirada, moviéndose hasta las sombras tras verla entrar a la tienda, no querían perderla de vista, aunque era complicado mantener el sigilo en esa estructura, se arriesgarian a continuar.

El interior de la tienda era una sala rectangular horizontal, con varios tipos de armas en las vitrinas, colocadas de diversas maneras llamativas, asombrando a la hylian, quién caminaba frente a estos estantes, con curiosidad -Hmmm…- pensó la peli negra, con una mano en su mentón. Había llegado a la sección del armamento de corta distancia.

Entre estos se encontraban: cuchillos de combates, dagas, kunais, zimitarras, y bumerangs de lizalfos de dos hélices. Una gota de sudor se formó en la frente de la joven, indecisa en cuál debería escoger, descartando el bumerang y el kunai, por supuesto, estos nunca le habían llamado la atención.

Cerró los ojos, imaginando qué sería ideal para ella, tomando en cuenta que usaría un florete como arma principal, la daga sería la mejor opción, al ser más ligera e igual de letal que el cuchillo, además, podría llevarlo escondido en sus mallas, gracias a la falda. Sin dudarlo, optó por este.

Siguió mirando a su alrededor, buscando la sección de los floretes, sin éxito, al parecer allí no los vendían. Yui dió un leve suspiro, no le quedaba otra opción que preguntar dónde conseguir algún florete, aunque tuviera que esperar varios días de envio para recibirlo.

-¿Puedo ayudarte en algo?

La joven miró sobre su hombro derecho, era un empleado del lugar, un poco más grande que ella -¡Buenas!- exclamó sin querer, sorprendiendo un poco al joven, avergonzandose -¡Lo siento! Pues, quería comprar un florete, pero parece que no los tienen- finalizó, rascándose la nuca, soltando una pequeña risa.

El empleado rió al ver sus expresión, antes de responder-¿Florete, dices? Creo solo nos queda un ejemplar en el cobertizo, pensé que nunca lo comprarían. Espera un poco, ¿si? Iré por el.

La joven asintió, sonriendo, puede que no necesitaría esperar un largo tiempo después de todo…


-¡Oh sí, esto es una preciosidad!- gritó un hombre mayor, expresando su alegría, observando el retrato que sujetaba, el cuál contenía un dibujo dentro de este.

-Viejo, no hacía falta que gritaras, ja, ja- le contestó el dibujante, sudando frío por ver esa reacción, era Oswald. Este estaba entregando uno de los dibujos que le habían comisionado unas semanas atrás. Hace tiempo que inició este tipo de trabajo, aprovechando su pasión por el dibujo.

El mayor negó con la cabeza, sin borrar su alegría -Lo digo en serio, este dibujo es comparable a otras obras más costosas, tienes un don, chico- le comentó, aún observando fascinado su compra. El dibujo era un retrato de una mujer de cabello largo azul, portando un hermoso vestido blanco, cantando de pie sobre una laguna, en un bosque durante la oscuridad de la noche. Oswald la llamó "La cantante del agua" no recordaba con exactitud de dónde escuchó ese nombre, pero la imagen de la peli azul le era sencilla de mantener en su mente.

-Oh, vamos. Usted solo me solicitó que yo dibujara una mujer al azar, pero si dice eso, valió la pena el esfuerzo- respondió el peli negro, orgulloso de su propia creación -Bueno, tengo que irme, hoy es un día importante- dijo mientras guardaba la rupia que recibió en su bolsillo, era roja.

-De acuerdo, nuevamente gracias, quizás te compre otro más adelante, chico- se despidió el mayor, ingresando a su casa, dejando sólo al peli negro, quién suspiró de alivio al salir de esa deuda.

-Pensé que no conseguiría terminarlo a tiempo- se dijo así mismo, mirando el camino que dirigía a la academia, este pasaba por varias tiendas, pero no tardaría mucho. Comenzó a caminar hacia allí, acomodando la bufanda gris que portada en su cuello, cuyos lazos bajaban por su espalda hasta llegar a su cintura. No la usaba por el frío, sino por el aprecio que le tenía.

También usaba una camisa azul sin mangas, que dejaban sus brazos al descubierto; con unos pliegues que medio sobresalian en su cintura, un pantalon negro sujetado por un cinturón gris, y unas botas marrones. Tanto Link como Migue le insistieron que esas fachas le quedaban a la perfección, por ese motivo prefirió usarlos ese días, ya que tenían la libertad de usar la ropa que prefirieran para esa prueba.

-Espero tengan ese alabarda- comentó, cruzando los brazos -Si los tres tenemos permitido usar el arma principal que deseemos, esa sería mi principal opción.

Siguió con su debate interno, sin ninguna conclusión, hasta que se detuvo en medio del camino, mirando la tienda de armas desde su posición, sosprendiéndose al ver quién estaba allí en la entrada, con un arma envainada entre sus brazos, mirando a sus lados.

-¿Yui? Vaya, ¿qué estará haciendo allí?

Oswald intentó acercarse a ella, pero un extraño ruido captó su atención, dirigiendo su mirada al origen de este, notando que habían dos extrañas personas en el techo de la casa que tenía a su derecha, el sonido pudo haber sido la cerámica.

-¡Idiota, ten más cuidado!- le susurró a su compañero el peli azul, viendo como este saltaba a la azotea de la residencia de alfrente.

-¡Callate y ven para acá!

Oswald obviamente no los escuchó, pero supo al instante que estos no lo vieron a él -Sospechoso…- los siguió, tratando de no perderlos de vista, ¿qué hacian unos ninjas allí?

Mientras tanto en la tienda de armas, Yui estaba frente a la entrada pensativa, mirando su nueva arma, el último florete que quedaba en Oval. Sentía muchas ganas de usarlo por primera vez, pero ¿en dónde? Dirigió su vista a la derecha, parte del bosque Oval era visible, aquél lugar estaba aislado de las personas, parecía el sitio perfecto para probar su nueva adquisición.

La hylian sonrió, decidida a probar el florete, iniciando su camino hacía el bosque, solo debía seguir en línea recta por unos minutos, no tardaría nada en llegar. La gente a su alrededor formaba una pequeña multitud, no era ningún problema atravesarla.

Oswald mantenía su distancia de Yui, al descubrir que aquéllos sujetos la seguían, preocupándolo. No podía hacer nada contra ellos aún, corría el riesgo de involucrar a los inocentes si peleaba contra estos de inmediato, era mejor esperar el momento adecuado sin perderlos de vista.

-Si subo, puede que me detecten. Si Yui me descubre, ellos me verán, diosas ¿qué debería hacer?- pensó manteniendo el ritmo, esquivando con destreza a la poca multitud. Tenía que pensar en algo rápido, sería un error dejarlos escapar. Tras optar por centrarse en el camino, sintió por unos pocos segundos una ráfaga de viento pasando por su derecha, expresando sorpresa al ver por determinados momentos la espalda de la responsable, una chica castaña, usando un conjunto de ropa negra, su largo cabello se mecia por su veloz movimiento, mostrando por un instante sus puntiagudas orejas, lo que mas sorprendió a Oswald.

Ella siguió de largo como si de un rayo se tratara, subiendo el edificio y siguiendo a los misteriosos sujetos. El joven desconocía las intenciones de esta, decidiendo perseguirla también, ¿por qué perseguían a Yui?

Tras adentrarse en el bosque y alejarse lo menos posible del pueblo, Yui se detuvo en medio del lugar, mirando sobre su hombro, aún era visible el aro por dónde entró. Observó por unos momentos su nueva arma, envainada en un protector carmesí, sólo el mango estaba descubierto, era color plateado.

-Bien, debo prepararme rápido…- dejó el arma en el suelo por unos momentos, quitándose el cinturón, para luego enganchar el mencionado objeto en el costado izquierdo de este, y volverselo a poner. Para Yui así sería más sencillo de transportar y blandir -¿Qué opinará Link? Hace tiempo que no portaba un arma conmigo- se preguntó entre risas, antes de concentrarse, fijó su mirada a los pequeños árboles que estaban frente a ella, y finalmente, desenvainó su nuevo florete.

La hoja de este era totalmente plateada, de un tamaño que se aproximaba a las piernas de la hylian, y algo ligero. A diferencia de las espadas, el daño que este causaba era menor, en cambio, era más sencillo de utilizar. A Yui le parecía perfecto, solo necesitaba acostumbrarse a usarlo.

Instantáneamente, expresando seriedad, se abalanzó contra uno de los pequeños árboles, dando una estocada, cortándolo un poco, fue un ataque preciso. Pero no se detuvo allí, continuó dando una serie de diferentes cortes contra su objetivo, centrándose en la "herida" de este, hasta que finalmente, con una patada, tumbó el cuerpo del árbol al suelo.

La joven suspiró, mirando su arma con emoción, era más potente de lo que pensó en un primer momento, ¿qué tanto aumentatia si llo mezclaba con su magia? No podía esperar a intentarlo.

-Bien, es hora de…-se calló al escuchar unos misteriosos pasos al sur de dónde ella se encontraba, mirando sobre su hombro, confundida -¿Alguien me siguió hasta aquí? ¡Pero si no detecté a nadie!- se dijo así misma, en pocisión de batalla, preparando tanto su florete como su mano libre. Sea quién sea, no tendría buenas intenciones, sino no se ocultaría, lo habría detectado mucho antes.

Yui cerró los ojos, endureciendo el entrecejo, centrándose en escuchar su alrededor, gracias a sus orejas, su sentido auditivo podía volverse más sensible, aumentando su rango hasta el punto de detectar la respiración de un ser vivo a veinte metros de distancia si quería, Link fue quién le ayudó a dominarlo, en momentos como este, le agradecía profundamente.

El silencio del lugar solo era interrumpido por los árboles meciéndose, así como el paso de algunos animales, ningún ruido extraño -¿Habrá sido mi imaginación?- siguió buscando a su alrededor, sudando frío, apretando los párpados de sus ojos, no sentía nervios, pero temía que se tratara de algún monstruo indetectable, estaría perdida de ser así. La hylian abrió los ojos repentinamente, alzando su mano izquierda a su derecha, invocando un escudo, a la vez que este repelía un corte vertical, viendo a su asechador por primera vez, un joven de pelo azul, pero lo que más le sorprendió, fue ver el símbolo sheikah de color azul en la máscara de este.

El Sheikah azul saltó hacia atrás, observando a la joven, preparando su próximo ataque, utilizaba una zimizarra, cuya hoja parecía formar una rafaga de viento. Yui hizo lo mismo, dando unos pasos a la izquierda, apuntando al enemigo con su florete, esperando su próximo movimiento.

-Que raro, siento una extraña energía sobre él, y no es un hechicero, ¿quién es este sujeto?

Sin esperar un segundo más, el susodicho se lanzó contra la hylian, atacando con un corte vertical, el cuál esta repelió con su arma, contratacando con una estocada, hiriéndole en la cintura. El sheikah respingó al sentir aquello, intentando acertar otro movimiento, pero ella lo esquivó al último instante, dando una voltereta hacia atras.

Tras eso, la pelinegra atacó con una serie de diversas estocadas, lanzando un grito, no podía dejarse ganar, no de esta manera desprevenida. El rufian consiguió esquivar cada uno de sus ataques, manteniendo su desconocida mirada sobre ella, riendo mordazmente, ¿acaso sólo jugaba con ella?

-Apenas puedes contra mi, ¡mejor ríndete!- insinuó el sheikah de cabello azul, confiado de sus próximas palabras -en cualquier momento mi compañero vendrá, ¡estás acabada!- finalizó, riendo al ver la cara de su atacante, una mezcla de enojo y sorpresa, le parecía memorable.

-No, no terminará así- siguió con sus erráticos ataques, el rufian conseguía esquivar la mayoría, los pocos que recibía no parecían hacerle mucho daño, pues soportaba cómo si nada el dolor. Repentinamente, el peli azul usó su zimizarra para repeler el florete, seguido por una patada, golpeando a la hylian en la cintura, lo suficiente para tumbarla en el cesped, no tan lejos de él. Ella gritó al sentir aquello, desplomándose, quedando boca abajo en el suelo.

-Eres buena, pero no lo suficiente- se agachó cerca de ella, colocando el filo de su arma a pocos centímetros de la joven. Esta lo sintió, apretando los puños, ¡tenía que pensar en algo rápido! Por otra parte, el sheikah miró a su alrededor, esperando a su compañero -¿Eh? ¿Dónde está ese inútil?

Yui abrió los ojos, sujetando su florete con firmeza y colocando el dorso de su mano libre en su espalda, abriendo su palma, sólo tenía que esperar el momento apropiado…


El Sheikah pelinegro seguía a su compañero a cierta distancia, sujetando el mango de arma, ambos corrían entre los árboles atento a los movimientos e indicaciones del peli azul -Espero que la recompenza valga la pena.

Sin embargo, al estar atento a sus pensamientos, una figura que se había abalanzado hacía él desde la derecha, lo sujetó con firmeza, llevándolo consigo, provocando que ambos cayeran al cesped varios metros lejos de la anterior posición. Los dos estaban frente a frente a cierta distancia entre ellos, tumbados.

El sheikah fue el primero en levantarse, apoyándose de sus brazos, aún en el suelo -¿¡Estás demente!? ¿¡Quién rayos te crees, desconocido!?- gritó enojado, pues esta persona provocó que este perdiera de vista a su compañero, su plan se había arruinado.

El responsible soltó una risa maliciosa, revelando su rostro, tras acomodar los oscuros mechones de su frente, sonriendo con el entrecejo endurecido -Si, estoy loco, lo suficiente para haberlos seguido, je, je- insinuó, colocándose de pie y dando unos pasos hacía atrás.

El rufian hizo lo mismo, notando que su oponente era un poco más joven que él, a la vez que los lazos de la bufanda de este se movían de forma leve, se preguntó si era una clase de ninja también.

Oswald no portaba ningún arma consigo, optando usar sus puños, colocándose en posición de combate, si no tenía cuidado sería derribado fácilmente por el armamento de su oponente. Este último cruzó los brazos, al notar aquello, antes de tomar el mango de su arma, sacarla y enterrarla en el suelo, era una alabarda, la cuál sorprendió al joven peli negro.

-Adelante, ¿no querías detenerme?

-No pensé que pelearíamos en las mismas condiciones, aunque eso me facilita las cosas.

Oswald corrió hacía el Sheikah, preparando sus golpes, este por su parte hizo lo mismo. El joven intentó golpearle con un derechazo hacia la cara que el ninja esquivó al último momento, contratacando de la misma manera apuntando a las costillas, el joven al percatarse de eso lo bloqueó con su muñeca.

Oswald rodó a su izquierda aprovechando el momento, dándole una patada en la cintura, empujándolo un poco hacía adelante. El ninja, enojado, saltó hasta el árbol, impulsáldonse con el tronco de este a la vez que preparaba un puñetazo, el cuál le daría directo en la cara. El joven, endureciendo su mirada, saltó al instante, provocando que su rival impactara contra el suelo, mientras él caía a unos metros para consecutivamente ir hacia su enemigo y darle un izquierdazo en el pecho.

Dando un fuerte grito, el sheikah se lanzó hacía el joven de igual manera, provocando que ambos conectaran sus ataques, seguidos de otros erráticos que chocaban entre sí, estaban igualados, en las mismas condiciones, ninguno de los dos pensaba perder, Oswald no dejaría que este tipo se saliera con la suya.

De pronto, el rufian se agachó para embestir con su cabeza la cintura del joven, el cuál había prevenido dicho movimiento, respondiendo con un rodillazo, tumbando a su oponente a la izquierda, quitándole la máscara en el proceso.

-Vaya, ¿eres más debil desarmado? Tus movimientos eran bastantes predecibles. Si tan sólo lo hubiese sabido antes…- insinuó Oswald, acomodando su bufanda, acercándose a su enemigo, no estaba seguro de haberlo derrotado.

El susodicho se levantó, aún con las manos en el suelo, ocultando su rostro. El joven miró la máscara, sospechando del símbolo del ojo lagrimeando, exactamente igual al de los sheikah, sólo que de color azul, ¿una facción malvada? Pensó Oswald, pero quería asegurarse.

-¿A qué tipo de clan sheikah perteneces?- preguntó, acercándose cuidadosamente.

-Vaya, hace tiempo que no me quitaba la máscara…- respondió, evadiendo la pregunta, parecía estar acariciando su propio rostro -había olvidado por qué no tenía permitido hacerlo…

Oswald frunció el seño, mirando de reojo el alabarda, estaba a pocos metros de él, podía tomarla y acabar de una vez con el rufian si llegara a ser necesario, pues tenía un mal presentimiento.

-¿Qué de dónde vengo, dices?- dijo el mayor poniéndose de rodillas, sin mirar al joven -más o menos, de un lugar ubicado en Akkala, una región que se encuentra al noreste de Zyrak.

-¿Akkala, eh?- aquél lugar se encontraba bastante lejos de Oval, ir a pie tomaría bastantes semanas de viaje, incluso a caballo, este sujeto ya debería tener bastante tiempo en Oval -¿qué planeaban hacer con la hylian?

El sujeto soltó una leve risa, negando con su cabeza, poniéndose finalmente de pie -Digamos…- lentamente, comenzó a girar su cabeza hacía un lado -que hay secretos…- miró a Oswald de reojo. Este abrió los ojos al verle la cara, sorprendido, dando un paso hacía atrás -¡que no deberían ser revelados!- se volteó completamente, dejando su rostro al descubierto.

Oswald sudó frío, respingando ante lo que veía, no lo podía creer. El ninja no tenía ojos, pero esto no parecía impedir su visión, pues este con solo ver al joven supo su edad; también expresaba una sonrisa pertubadora, a la vez que soltaba una maliciosa risa, notando que se comunicaba por telepatía. ¡¿Quién rayos es esta… cosa?!

Dicha cosa, estaba preparando su próximo ataque, apretando su puño derecho, el cuál parecía emitir una especie de flama purpura, ¿magia negra? Probablemente no viviría para saberlo. El joven estaba por saltar hacía la alabarda, sin embargo, el sonido de una flecha cortando el aire le paralizó, viendo por pocos segundos dicho objeto pasando sobre su hombro izquierdo, hasta enterrarse profundamente entre los ojos del sujeto deforme, haciendo que este gritara de dolor, de forma insoportable.

Recuperando su compostura, Oswald saltó hacía el alabarda, tomándola de la forma más rápida posible, y regresando inmediatamente al ninja, haciendo un ataque horizontal, contándole la cabeza a la mitad, entre la nariz. La parte superior estaba cayendo lentamente al suelo, desapareciendo, por otra parte, el resto del cuerpo permaneció temblando de pie, murmurando unas palabras que el pelinegro consiguió escuchar.

-Qué la pereza, los atormente… algún día…

Y finalmente, el sujeto desapareció, volviéndose cenizas. ¿Que habrá querido decir con esas últimas palabras? El joven no lo sabía, pero de cierta forma, no le sorprendía en lo absoluto.

Oswald jadeó, mirando los restos de las cenizas disolverse en el aire, confuso, pero ya no podía hacer nada por él. Miró el alabarda que sujetaba, tenía un diseño curioso gris, con un filo no muy grande pero letal. Su dueño ya había "muerto", no le parecía mal quedárselo, tendría que comprarle algún protector.

Tras eso, el joven pelinegro se volteó, encontrándose con la usuaria del proyectil que le permitió acabar con el sheikah azulado. Esta usaba un traje de la mencionada raza color negro, que dejaba al descubierto los costados de su estómago. Una curiosa bufanda gris que le cubría parte del cuello hasta el centro del busto, tenía el símbolo de la raza en color rojo. También unas mayas negras sujetadas por un cinturón plateado, con dos kunais a los lados; y unas sandalias que solo le cubrían los tobillos, dejando el resto de sus pies visibles.

Oswald no evitó pensar en su amigo hylian al ver eso, tendría que decírcelo, ¿o quizás retratarlo?.

No podía saber su identidad, su rostro estaba oculto bajo una máscara similar a la que portaban los rufianes, sólo que el símbolo era rojo. Sin embargo, su largo cabello que combinaba el rubio y el castaño era visible, y lo que más llamó la atención de Oswald, sus orejas puntiagudas, similares a las de Yui.

Obviamente ella no era Yui, esta joven era un poco más bajita.

Ambos permanecieron en silencio por unos segundos, esperando que el contrario iniciara la conversación. Las bufandas de los dos se movían con el repentino viento, sólo ambientando mas el momento.

Ella fue la primera en hablar.

-¿Estás bien?- preguntó seria. Su tono de voz era suave, un poco más que el de la hylian pelinegra.

-Sí…- dijo cruzando los brazos, suspirando -me tomó por sorpresa, no esperaba que fuese este tipo de rival… Así que gracias- le sonrió, levantando el pulgar. Ya no sospechaba de ella, después de todo, era del mismo clan que Yui.

-Era bastante sencillo de derrotar, ¿por qué tardaste tanto? ¿Acaso, querías lucirte?

-Más bien sorprenderte, pero bueno, ya sabía que no tenías malas intenciones.

Ella soltó una leve risa, para luego suspirar y señalarle a su izquierda -Aún queda uno, ella podría estar enfrentándolo en este momento, ¿entiendes?- le volvió a dirigir la mirada, era difícil saber su expresión con la máscara.

-Yo me encargo, no te preocupes- le indicó, levantando un brazo y caminando hacía allá. La sheikah le observó, asintiendo, antes de irse por el camino contrario -¡Oye, Chica misteriosa!- Oswald le llamó, esta le miró sobre el hombro -Deberías cortarte el cabello, así te sería mas sencillo correr a esa velocidad.

-¿Le dices eso a todas las chicas que acabas de conocer?- le preguntó ella con sarcasmo, sudando frío.

-Te lo responderé en otra ocasión- le dijo antes de irse corriendo por su lado. La joven castaña suspiró, adentrándose en las sombras del bosque, por el momento, su labor había terminado…


-Eres buena, pero no lo suficiente.

Yui sintió cómo su enemigo se acercaba hasta ella, apuntándole con el filo de su arma

-¿Eh? ¿Dónde está ese inútil

Sin perder su oportunidad, y colocar su mano sobre su propia espalda, Yui lanzó un enorme halo de luz sobre su rival, haciendo que este retrocediera cegado, cayendo de espaldas. La joven giró sobre el suelo hacia la derecha, hasta llegar a un árbol y levantarse de un simple salto, observando al rufian, a la vez que volvía a preparar su florete.

-Entonces hay otro…- pensó la hylian, mirando a su alrededor por unos instantes de reojo, atenta a su actual objetivo, pues su anterior movimiento solo era defensivo. El sheikah se colocó de pié, sujetando su máscara, parecía adolorido, ¿por qué será?

-Vaya, vaya, hace mucho tiempo que no recibía este tipo de daño, mi máscara quedó inútil…- comentó el rufian, tapando la parte rota de su careta con la palma de su mano. La joven frunció el entrecejo, había utilizado gran parte de su energía en ese hechizo, descartándole la posibilidad de reutilizarlo, sólo dependía de sus habilidades y conjuros básicos.

Aún así, Yui decidió continuar, rendirse no era una opción, tenía la obligación de acabar con ellos, después de todo, era por su culpa que estos estuvieran en Oval, el símbolo azul lo desvelaba. El peli azul se quitó la máscara, soltandose el pelo en el proceso, haciendo que varios flecos le cubrieran la parte superior del rostro, dejando visible una sonrisa perturbadora.

La hylian no se inmutó, sujetando su arma con firmeza y corriendo hasta él, preparando su ataque. Su rival río mordazmente, duplicando su zimizarra, sosteniendo una en cada mano, formando una equis con estas, tenía pensado repeler aquél repentino movimiento. Sin embargo, ella desapareció del campo de visión del rufian, impactándose, manteniendo el filo de sus zimizarras juntas.

De forma casi instantánea, ella reapareció al frente de él, sorprendiéndolo, sin que pudiera evitar el roce del florete que le dió en la cintura. El rufian sonrió, viendo su oportunidad, hizo un corte extendiendo los brazos hacia afuera. La pelinegra reaccionó al último momento, dejándose caer al suelo de espaldas, aunque el rival consiguió lastimarle la mejilla izquierda, provocando que esta lanzara un leve grito.

No había sido un roce leve, tampoco uno mortal, ¡esto no es nada! Pensó la joven, quién tras caer de espalda volvió a levantarse impactando sus piernas contra el sheikah, en el estómago, sacándole el aire. Sin deseos de perder, comenzó a atacarle con una serie de cortes y estocadas seguidas, las suficientes, tan rápido cómo podía. Le era difícil saber qué tanto conseguía lastimarlo, al no poder detectar con facilidad su energía… era obvio que no se trataba de un ser vivo, debía acabar con el cuanto antes.

-Adelante, hazlo si te atreves- dijo el sujeto peli azul, sujetando la hoja del florete con ambas manos, hablando por telepatía. Ella sabía que estaba jugando, ya que no podía mover su arma mientras este la sujetara así, parecían manos de piedra. El rufian rió, estaría pensando que ya tenía el combate ganado.

Pero Yui no lo permitiría, esbozado una sonrisa maliciosa -Entonces terminaré rápido- insinuó antes de comenzar a murmurar unas palabras, las cuáles hicieron iluminar la hoja del florete con una luz similar a la del hechizo que utilizó para liberarse, provocando que el peli azul gritara de dolor, soltando el arma, dando unos pasos atrás para luego caer sentado en la grama, jadeando, sin sentir sus brazos.

-¡Maldita, me engañaste! ¡¿Tenías todo este poder desde el principio?!- reclamó vociferando, intentando levantarse, para ser solo una luz, era muy poderosa.

-No pensé que me obligarías a utilizarlo, aunque tampoco es la gran cosa- respondió acercándose, seria, su florete seguía brillando, pues no gastaba tanta energía a comparación al otro movimiento -¿cómo me encontraste?

El sujeto seguía con los brazos inmovilizados, tras retractarse de seguir intentando zafarse -Nuestro jefe, solo sintió una extraña energía aquí, una bastante errática, supuso que la responsable sería algún Sheikah común- explicó con sinseridad, de todos modos estaba acabado.

Yui entrecerró los ojos, la única energía que encajaba con dicha descripción era aquella "maldición" que tantos problemas le causaba a su compañero, de ser así, probablemente los Sheikahs azules no serían los únicos en su búsqueda al emitir ciertas ondas singulares y curiosas. Esperaba .

-Bueno, más bien detectó dos… jovencitas prodigio.

Los pensamientos de las joven se detuvieron al escuchar aquellas palabras, pasmada, mirando con extrema confusión y nervios al azulado, quién soltó una ligera risa, ¿acaso él sabía que ella reaccionaría así?

-¡Yui!

El silencio fue interrumpido por una tercera voz, la cuál sonaba bastante agitada. La susodicha lo miró, se trataba de Oswald. Este jadeaba mientras los observaba, armado con un curioso alabarda, llamando la atención del azulado, cuya reacción transmitía tanto su sorpresa, como su enojo.

-Esa arma, ¡¿De dónde la sacaste?!

Oswald le miró desafiante, extendiendo su nuevo alabarda para que el rufian lo viera mejor, quería dejarle claro que no estaba bromeando. El sheikah azulado se petrificó, no lo podía creer, aquél desconocido derrotó a su compañero, el único con quién se igualaba en habilidades. Ahora sí no tenía oportunidades de ganar, había fracasado.

-Tranquilo, Oswald, estoy bien- le dijo la pelinegra, antes de volver a dirigirse a su derrotado rival -¿Por qué tu líder desea apoderarse de ese poder? Ni siquiera yo sé lo qué es.

Él solo rió, encogiéndose de hombros, desconcertando a la hylian, ya fuera verdad o mentira, no parecía dispuesto a contestar más preguntas, ya no le importaba su vida. Yui bajó la mirada, ocultando sus ojos bajo la sombra de su flequillo, acercándose al azulado, tenía que eliminarlo de una vez. Levantó su florete, aumentando la intensidad de la luz que le agregó, apretando el mango.

Oswald se sorprendió al ver el arma, un florete bastante inusual, cuya apariencia llamó su atención, el color de este combinaba con el traje que su portadora usaba, además de que esta parecía haberlo dominado, sin duda alguna, podría ser el arma predilecta de la joven.

Sin esperar un segundo más, Yui atacó con fuerza al Sheikah, cortando su torso a la mitad, aún cabizbaja, apretando los dientes.

-¿No es… tu primera vez matando… verdad?- preguntó por última vez el rufian, comenzando a desaparecer. ella por su parte, no respondió, haciendo que este sonría -que la pereza… los atormente… algún día…

Y finalmente, se desvaneció con el viento.

Oswald la miró sin decir nada, bastante dudoso, aunque no quería que ella recordara algún mal recuerdo, ¿qué haría Link en este momento? ¿La consolaría? ¿Se mantendría callado en la distancia? Puede que fuera bastante pronto para saberlo.

La joven suspiró, mirando a su compañero, su mirada reflejaba serenidad, la que siempre expresaba en casi todo momento -Luego les explicaré todo, a los tres- se limitó a confesar, bajando la mirada, no sabía que más decir, al ser un tema complicado para esta.

El joven asintió, rascándose la nuca, serio, mientras guardaba su arma en su cinturón, antes de cruzar ambos brazos -De acuerdo, a diferencia de aquél entonces, entiendo que esto es delicado para ti, solo asegurate de contarnos antes de que te arrepientas, sobretodo a Link- le indicó, notando cómo desviaba la mirada tras mencionar ese nombre.

Si tener que lidiar con los problemas existenciales de Link no le parecía suficiente, también debía estar atento a los líos que Yui se formaba a sí misma respecto a sus sentimientos. Sí, tanto él como Migue se habían dado cuenta, vaya par querían emparejar…

-Deberíamos volver, tu prueba comienza en unas dos horas- recordó Yui, iniciando su pasos hacía el pueblo, seguido del pelinegro, quién soltó una ligera risa, se le había olvidado por un momento.

-¿Nos estarás apoyando, verdad?

-Digamos que si- respondió soltando una ligera risa que confundió a Oswald, quién decidió no preguntar más. Link tenía razón, era difícil entender que pasaba por la mente de la hylian, pero así los tres la aceptaban.

Desde uno de los árboles, encima de una rama, una figura femenina los observaba, aún portando la máscara. Había observado todo el combate, por si su intervención hubiera sido necesaria, pero no fue el caso.

La sheikah cruzó los brazos, bajando un poco su careta, dejando a la vista sus ojos azules, algo claros -Me alegra que todo esté bien, pero enserio… no tenías que contenerte en ese estado…- dijo mirando a la hylian, suspirando. Luego dirigió su mirada al joven, notando que la observaba de reojo, sonriendo, tomándola por sorpresa. Ella se sobresaltó de forma leve, desviando la mirada. ¿Qué tan perceptivo era ese sujeto para descubrirla? ¡Y dos veces! No creía poder descansar bien hasta descubrirlo, en cierto modo le molestaba. Agarró uno de los mechones de su rubio castaño cabello, recordando las últimas palabras de este, quizás un corte no le vendría mal, le sería de bastante utilidad.


Cierta noche, una llovizna cubrío con sus nubes los alrededores de la academia. Ya era casi de noche, por la hora, sin embargo por aquél mar de nubes era imposible confirmarlo. Todos los alumnos estaban en sus recámaras tras un largo día de entrenamiento.

Las ubicaciones exteriores del edificio estaban vacíos, siendo sólo el sonido de las gotas de lluvia lo que rellenaba el ambiente, excepto por otro que resonaba en ciertas ocasiones…

Golpes, no uno, sino varios, los únicos audibles en ese momento, que sólo aquellos quienes estuvieran afuera lograrían escuchar; provenientes del campo de entrenamiento.

Link estaba allí, bajo la lluvia, con una espada de madera en su mano izquierda, apretando el mango, a la vez que observaba a su objetivo de practica: un simple muñeco cubierto de protectores. El hylian no portaba su uniforme, en su lugar usaba una camisa verde con el logo de la región Oval en el centro, unas mallas color crema, y botas marrones. Él las consideraba, sus prendas de la suerte.

Al hylian no parecía importarle el mal tiempo, seguía allí parado pensando su siguiente movimiento. No quería desviar sus pensamientos, sólo centrarse en su entrenamiento.

Tras dar una respiración profunda, Link se lanzó hacía su objetivo, atacando con una serie de movimientos ligeros, pero bastante rapidos, centrándose en los puntos vitales, deseando aumentar el daño.

"Pierdes bastante tiempo queriendo aumentar la fuerza de tus golpes, por eso aveces te vuelves muy lento. De nada sirve aumentar el pulso de tus brazos si vas a terminar agotando tu energía sin dar un sólo rasguño"

Link chasqueó la lengua al recordar aquellas palabras de su mentor, las comprendía perfectamente. Sin embargo, por mas que intentó aumentar su velocidad, a la vez que disminuía su potencia, no conseguía el resultado que deseaba.

Dante se refería a que consiguiera un equilibrio entre ambos estilos de combate, e intentar dominarlo lo mejor que pudiera. De esa forma Link podría ser tan fuerte cómo su maestro.

Luego de varios espadazos, Link se detuvo dando una voltedeta hacía atrás, cayendo sobre el mismo lugar que estuvo hace unos momentos. Sentía cómo el ritmo de su respiración aumentaba, aún lejos de siquiera perder la mitad de su resistencia, gracias a tantos años de entrenamiento. Por otro lado, debido a la lluvia, no podía saber con certeza si estaba sudando, pero no le importaba, quería seguir concentradose en su objetivo.

-Debo, superarte- susurró el hylian, cerrando los ojos, sujetando su arma con ambas manos -sólo así, podré seguir mi camino de ser mas fuerte.

¿Por qué quería ser mas fuerte? Link seguía sin saberlo, sólo lo sentía, cómo si fuera una necesidad de total importancia para su futuro. Sí, ya tenía de objetivo volverse un aventurero junto a sus amigos, ¿pero era necesario ser mas fuerte para conseguirlo? No, no para el hylian, su interior le decía que sólo lo necesitaba…

-"Si de verdad quieres hacerlo, voy ha apoyarte hasta que lo consigas, ¡sé que lo lograrás!"

-Oswald…

-"Es normal querer ser bueno en algo, si tu deseas ser mas fuerte, ¡sigue adelante hasta que lo consigas"

-Migue…

-"Es un deseo que proviene desde lo mas profundo de tu corazón, un deseo de querer mejorar, una propuesta de tu propia alma. Lo sé, porqué también lo sentí…"

-Yui…

Las palabras de sus amigos sólo acrecentaron mas ese deseo, motivandolo a seguir, cómo si estos fueran el motivo para conseguirlo.

Link sonrió, la respuesta era simple, tanto que se le dificultó por pensarlo demasiado.

Decidido a seguir, miró nuevamente al muñeco, extendiendo su arma con la mano izquierda, antes de seguir con su entrenamiento, estaba lejos de acabar esa noche…


El sonido de dos metales chocando entre sí resonó por todo el campo, dónde dos figuras se encontraban en medio de un duelo, uno de espadas. Dante los observaba a cierta distancia, atento a sus movimientos, ya que esta podría ser la última vez que instruía a su discípulo. Los peleadores se separaron dando un salto hacia atrás después de varios choques, mirándose con determinación, con sus armas preparadas.

Por un lado, estaba Migue, jadeando levemente, sin borrar su sonrisa. La espada no era su fuerte, era consiente de eso, pero la necesitaba para combatir cuerpo a cuerpo, no podía depender siempre de las distancias.

Del otro lado, se encontraba Link, intacto, mirando a su compañero inexpresivamente. Había mejorado tanto con su arma, que usuarios como su castaño compañero ya no le suponían un gran problema, no le molestaba entrenar con él, de todas maneras este debía seguir practicando

Durante la pelea había estado recordando cierto día que precticaba bajo la lluvia, en ese mismo lugar. De alguna forma no pudo evitar pensar en aquellas concluciones que pasaron por su mente aquella noche. Ya no tenía dudas de cuál era motivo para volverse mas fuerte, proteger a sus amigos, quienes habían cuidado de él todo este tiempo, es razón suficiente para seguir adelante.

Ambos volvieron a chocar las armas entre sí...

Dante los observaba desde una posición algo alejada. Apesar de que la pelea había iniciado hace bastante rato, él seguia sin imutarse, a la vez que centró su atención en los movimientos y posibles errores de los jovenes. Por dentro estaba orgulloso de lo mucho que ambos mejoraron.

Pero ya hace rato que la pelea sobrepasó la duración acordada.

-¡Suficiente por hoy!- exclamó el profesor pelirrojo, acercándose a los dos. Ambos alumnos hicieron lo mismo, envainando sus armas de práctica por última vez, ahora les tocaba seleccionar una de verdad para la prueba.

Los tres se sentaron en unas bancas cercanas a uno de los edificios, mirando a los demás miembros de la acedemia en sus respectivos entrenamientos físicos, que variaban dependiendo del nivel y la clase deseada. Link y Migue no evitaron sentir nostalgia al ver la escena, habían pasado por tanto, no podían creer que ya iniciaría su última prueba, algo que hace tan sólo unos años era un sueño distante.

-Link- le llamó Dante, sin mirarlo. El susodicho le observó, extrañado de el tono que había utilizado, uno calmado -No deberías confiarte de las habilidades de tus adversarios, estos podrían sorprenderte de alguna forma inesperada. Adaptate a cualquier cambio que estos hagan- le indicó, recostando su espalda en la pared.

El hylian asintió, volviendo a observar la escena, sin saber como comportarse frente a él ahora que conocía su secreto. Migue lo notó, al sentir el incómodo silencio.

-¡Lo que sea que pasó entre ustedes, ya superenlo!- les exclamó con la cabeza recostada sobre sus manos, odiaba sentir ese tipo de presiones sin saber el motivo, le parecía irritante.

Dante rió de forma leve –Tranquilos, chicos, no estoy enojado. Solamente recordaba el pasado…- aclaró, antes de mirar a su discípulo, quién seguía con la mirada perdida -Tu padre también hacía esa expresión al sentirse así, Link.

-¿Eh?- contestó el hylian, sorprendido de aquella revelación, mirando su maestro -¿Tanto me parezco a él?- preguntó cruzando los brazos, algo interesado.

-Aunque no lo recuerdes, sigues siendo su estúpida semilla ganadora. Eso basta para que tu rostro me recuerde a él.

Link se impactó al escuchar eso, a la vez que sentía un flechazo invisible que tenía escrito la frase: "es bastante obvio, idiota" sobre su pecho, frunciendo el seño -¡Eso ya lo sé¡ ¡Pero nunca lo volví a ver tras mi amnesia! Solo quería saber.

-Eres muy parecido a él cuando tenía tu edad, misma fuerza, misma mentalidad, categoría de arma similar. La única diferencia sería…- le indicó, captando toda su atención nuevamente -tu comportamiento pesimista.

-¡No soy pesimista!

-Claro que sí, pero a la vez, poseés una enorme persistencia, gracias a eso, lograste llegar hasta aquí- le aclaró, recordando todas las actividades y dificultades que el hylian tuvo que pasar por esos años. En especial los momentos que este decaía, para luego criticarse, hasta nuevamente, volver a sujetar la espada e intentar superarse de nuevo.

Link desvío la mirada, queriendo cerrar el tema, no quería admitir que su maestro tenía razón, después de todo ni siquiera él mismo se comprendía. En ciertas ocasiones tenía varias oportunidases para rendirse, pero siempre las terminaba ignorando y seguía adelante, para él nunca era una opción, sin importar que tanto llegaría a sufrir. De cierta forma, comprendía a los masoquistas.

Migue permaneció callado, no entendía del todo la conversación, decidiendo no interrumpir, pues le parecía bastante importante para los dos, después tendría la oportunidad de conversar con su amigo sobre ese tema.

Los padres de Link era una enorme incognita, tanto Oswald cómo Migue habían hecho lo posible por intentar averiguar lo más mínimo posible. Obviamente sin exito, por culpa de aquella creencia hacia los hylians.

Los tres siguieron en silencio por un rato, disfrutando la paz del momento, cada uno en sus pensamientos. Minutos después, Dante vió al último participante ingresando al campo, acompañado por cierta persona. Luego se levanto antes de dirigirse a los otros dos, quienes seguían sentados, a excepción de Link, quién recostaba su cabeza en sus piernas, ocultando su rostro.

-Llegó el amante de las lolis.

-¡¿No pudiste pensar en un apodo mejor?!- le reprochó Oswald, cruzando los brazos. No era la primera vez…

-Yo pienso que es apropiado para ti- agregó Migue con honestidad, aguantando su risa.

-¡Tú, no empieces! ¿olvidaste la cantidad de malentendidos que nacieron gracias a esos apodos?

-¿Empezar qué? ¡Fue Dante el que los creó! Ademas, es tu culpa por amarlas en primer lugar.

-¡Ya callense los dos!- les interrumpió Dante, con un tono serio -están molestando a nuestra invitada.

-¿invitada?- pensó Link, levantando la mirada, sosprendiendose al notar quién era la sudodicha, Yui, incluso tenía sus propias armas, y vestía su traje Sheikah característico, ¿qué hacía vestida así?

La última vez que el hylian vió a su compañera usando ese traje fue en su prueba de hace algunos meses, aunque por ese tiempo la estuvo evitando, así que no pudo verlo de cerca. En otras palabras, sospechaba que haría algo importante…

Yui movió ambas manos negando aquellas palabras -No, para nada, ya estoy acostumbrada a estas discusiones- aclaró soltando una pequeña risa, sudando frío. Dirigió su mirada al hylian, quién seguía impactado observándola, provocando que la joven le sonriera, saludándolo con su mano derecha, tenía mucho que explicar…

Migue se acercó a ella, colocándose a un lado de Oswald -¿Y por qué estás aquí? Pensaba que solo los que participarían tenían que ser los presentes… ¿y tú de dónde sacaste esto?- terminó por preguntarle a su amigo, señalando el alabarda.

-Pasaron muchas cosas…- respondió, antes de recordar algo y mirar a la hylian -¿Ese Florete, lo solicitó tu maestra?- con todo lo ocurrido hace un rato, se le pasó preguntarle.

-Eh, pues, este…- la joven no sabía qué responder, jugueteando con sus dedos índices. ¿Acaso Dante no les explicó? ¿este se lo habrá pedido cómo si nada?

Link, quién hace unis momentos estuvo pensando en profundidad sobre eso, se levantó de golpe, al pensar una respuesta, con las manos empuñadas -¡Yui! ¡¿Acaso participarás con nosotros en la prueba?!- Preguntó en voz alta, su sorpresa era bastante notable.

-Pues claro que lo hará- aclaró Dante de forma despreocupada. Haciendo que el trío le mirara sorprendido, para luego observar a la joven, quién les asintió encogiéndose de hombros con una gota de sudor en su frente, soltando una pequeña risa.

Link, Oswald, y Migue permanecieron en silencio, estáticos, procesando aquella recién recibida información en sus mentes.

-¡¿QUÉ?!

Continuará…


De nuevo, no estaba muerto,sino que por diversas cosas no pude subir este cap hace meses XD al final ni cumplí la meta de llegar hasta el 10 antes de 2018. Pero bueno, lo que importa es que logré subirlo.

Feliz navidad y año nuevo atrasado.

Bueno, respecto al cap, aquí decidí enfocarme mas en los demas personajes principales, dejando un poco de lado a Link, ya que probllablemente no tenga esa oportunidad de nuevo, por cómo seguirá la historia. En el siguiente me centrare en ek grupo protagonista, ya casi nos acercamos al inicio de la aventura.

Gracias Egrett Williams por ser mi beta, y a Fox por el comentario.

Espero les haya gustado, y ojala dentro de poco pueda tener el siguiente capítulo.

Nos leemos