Ok, esta es mi segunda entrega, la estoy escribiendo al vuelo, de manera que se aceptan jitomatazos, sugerencias y todo lo que gusten para hacer esta historia más interesante.
Reviews por favor!...

OJO: Todos los caracteres pertenecientes al libro de Tolkien SON de Tolkien, excepto Nundëlian y otros nombres que no reconozccan por ahi a lo largo de la lectura que son de mi creación, pero no quiere decir que no pertenezcan al mundo del Profesor. Es mero hobby, no trato de lucrar con esto.

Nota: le hice algunas correcciones de estilo, aunque de todos modos el sistema se come algunas cosas como signos de admiración y cosas asi, de modo que sean benévolos con la otrografía jejejeje...


Lâvan herdir

Capítulo 1 – El mensajero

La luna llena iluminaba de oro y plata el bosque de Lothlórien. Un jinete cabalgaba a toda velocidad por el lindero este hacia el interior, llevando tanta prisa que no se había dado cuenta de que lo comenzaron a seguir 3 jinetes más, hasta que éstos le cortaron el paso hábilmente por entre los árboles mallorn.

La yegua plateada perseguida reparó fuertemente relinchando y tratando de patear a sus perseguidores, pero su jinete lo tranquilizó con palabras suaves.

- ¡Thala Ithil, thala! (¡Calma, Ithil, Calma!)

- ¿Quién eres y que haces en estos bosques?- comandó uno de ellos, que aparentemente era su líder.

- ¡Tengo que ver a la Dama de Lórien, es urgente! – respondió el misterioso forastero dando vueltas sobre su caballo aun alterado.

- Nadie pasa por estos bosques, y mucho menos ver a la Dama de la Luz – desafió el líder de los perseguidores.

- Llévame con la Dama Galadriel he dicho, tengo que prevenirla, un ataque viene desde Dôl Guldur.

- ¿Y cómo sé que no es un ardid del enemigo¡Muéstrate!

Y dicho eso se acercó y tiró de la cubierta de la cabeza de la capa dejando ver que se trataba de un elfo. Oscuros cabellos al hombro, grandes ojos verde esmeralda; lo demás era difícil de distinguir en la noche. En ese mismo momento, el forastero sacó una daga y la puso en el cuello del interrogador, provocando que los otros dos que lo acompañaban sacaran sus arcos y flechas dispuestos a matar al atrevido individuo. El interrogador le lanzo una mirada fulminante, en parte de reproche a sí mismo por haberse dejado acorralar tan fácilmente. Al mirar por un segundo a los dos arqueros, el forastero titubeó, y justo en ese instante el interrogador con cabellos de plata se libró de la daga y tomó fuertemente por el cuello al forastero, quien apenas podía respirar.

- ¿Quién eres y qué quieres en Lórien? - susurró lenta y amenazadoramente el interrogador.

- N-Nunëlian, d-de Taur-nu-Fuin – respondió entrecortado el amenazado.

- ¡Mirkwood!

En ese instante, Nunëlian cerró los ojos y en dos segundos había un puñado de aves que comenzaron a molestar a los captores, provocando confusión entre todos. Pasaron unos segundos y las aves se retiraron.

Trae al mensajero ante mí, Haldir – escuchó una voz en su mente el interrogador. Renuentemente accedió a los deseos de su señora, ya que el extraño no le causaba ninguna confianza.

- Vamos, tenemos que apresurarnos - Dijo Haldir separándose del joven bruscamente – La Dama te espera.

Aunque iban a toda marcha, pasaron unas horas antes de que llegaran a Caras Galadhon, hogar de los señores de Lothlórien. Antes subir al salón principal del palacio, Nunëlian tuvo oportunidad de admirar la belleza del bosque y la manera en que estaban construidos los hogares, por encima de los árboles en talanes o plataformas, lejos de las amenazas de la tierra y cerca de la majestuosidad del lugar, todo lleno de luz y paz, que recordaba a los días antiguos de Valinor, cuando Telperion y Laurelin aún iluminaban todo a su alcance. El tiempo parecía haberse detenido, el aire era puro, fresco, el ambiente cálido y lleno de música. Al entrar, los señores de la luz los esperaban y los recién llegados hicieron una profunda reverencia.

- ¿Qué mensaje es el que te trae tan urgentemente a estas tierras, Nunëlian, del Bosque Negro? – habló la Dama Galadriel grave, pero amable.

- Mi Dama, la guerra nos ha alcanzado, mi Señor Thranduil me ha enviado a preveniros; un ataque desde Dôl Guldur se acerca a estos bosques. Tememos que tanto Mirkwood como Lórien sufran graves avances del enemigo. Mi Señor lo ha previsto y hacemos los que podemos, pero en honor a las antiguas alianzas y la relación que existe entre nuestra gente, él consideró necesario alertar a estas tierras y defendernos del enemigo.

La dama Galadriel miró por un instante en los ojos de Nunëlian, quien de pronto se ruborizó y bajó la mirada.

- Y con la alerta envió a su mejor heraldo, – dijo la dama esbozando una pequeña y suave sonrisa – el Señor Thranduil es sabio y considerado un buen amigo entre nuestra gente, aún cuando los tiempos de sombras que nos aquejan nos han alejado. Tomaremos las medidas necesarias y de ser posible ayudaremos a tu gente. Por lo pronto descansa, se te asignarán tus habitaciones y hablaremos más tarde.

- Haldir – Dijo el señor Celeborn – reúne a todos los capitanes en mi estudio, hay que preparar las defensas inmediatamente. - Haldir hizo una reverencia y se retiró. Nunëlian habló de nuevo.

- Mi Dama, desearía ayudar en algo, no quiero estar sólo como espectador de lo que sucederá.

- No te preocupes, el tiempo en que seas parte de la historia de Lórien está por venir. Ya hablaremos con calma. Ahora ve. – Y dicho esto el muchacho se retiró haciendo una reverencia.

Al salir se encontró con los otros dos que lo habían escoltado; trató de evitarlos pero ellos se le acercaron.

- Nuestro primer encuentro no fue muy afortunado, pero espero entiendas que es nuestro deber cuidar las fronteras.

- Está bien, no veo ofensa en ello.

- Soy Rúmil, y él es Orophin, mi hermano. Haldir, a quien amenazaste sorprendentemente es el mayor de nosotros, y General de los Galadhrim.

- Nunëlian, hijo de Aûten. ¿Puedo ayudar en algo a su causa? – dijo tras hacer una breve reverencia a los dos presentes – En estos tiempos oscuros, debemos estar unidos contra el enemigo.

- Eres muy joven para estar en la guerra, muchacho – Dijo un orgulloso Orophin.

- No tanto como para no comprender los alcances de la Sombra – respondió de igual manera Nunëlian.

- Nosotros podemos defendernos solos, no necesitamos a nadie más – se escuchó desde atrás la voz de Haldir que se acercaba a ellos. – Rúmil, Orophin, el Señor Celeborn los espera.

Nunëlian miró con resentimiento al elfo, quien lo miraba altivo y orgulloso, como muchos de su raza.

- Sólo cuida que no te vuelvan a poner un cuchillo en el cuello – dijo ácidamente el joven con una sonrisa desafiante, señalando la pequeña herida que le provocó. Haldir quería lanzarse encima del atrevido imberbe, pero sus hermanos lo detuvieron.

- Y tú, ten cuidado de tus pasos, te estaré vigilando, hay algo oscuro en ti – dijo de nuevo Haldir en su tono calmo y amenazador antes de retirarse. Nunëlian no dijo más y se fue humeando de coraje a sus aposentos.