Hola que tal, va que segundo capítulo de mi historia. Ya voy a la mitad, pero insisto, se aceptan sugerencias para hacerla mas interesante, ideas, aportaciones etc. con sus respectivos agradecimientos. Se valen los reviews eh? no sean timidos:P

Tinwell: Según mis fuentes, en Mirkwood habia elfos tanto de cabello claro como oscuro y no se, como que tengo preferencia por los héroes de cabello oscuro, jejejeje...

PauMalfoy: Aqui está como lo pediste ;)


Capítulo 2 – Las batallas de Lórien

La mañana siguiente tuvo un brusco despertar. Un guardabosque del borde este trajo noticias de que una batalla se estaba llevando a cabo encarnizadamente. La mala nueva corrió por todos lados alertando a los habitantes, quienes se dirigieron apuradamente a sus talanes a refugiarse y preparar provisiones por si la batalla llegaba hasta ellos. El ambiente se tornó tenso en todos los alrededores. Nunëlian despertó abruptamente y al escuchar las terribles noticias salió corriendo hacia los establos, montó a Ithil y salió a toda velocidad en dirección de la batalla.

Tengo que ayudar en algo, si Lórien cae, Mirkwood lo hará inevitablemente – Pensaba con infinita angustia.

- ¡Noro lim, Ithil, Noro lim! (¡cabalga rápido, Ithil, cabalga rápido!)

Se dirigió directamente hasta donde el humo y el ruido de las peleas se encontraban. Evitando flechas, espadas y golpes, saltó de su montura trepando hacia una de las plataformas vigías desde donde se podía ver lo que sucedía. En ella se encontró con dos rostros conocidos.

- Vaya, parece que llegaron los refuerzos – dijo sarcásticamente Orophin.

- Una mano más no nos viene mal – dijo Rúmil – toma, aquí tienes un arco y flechas.

- Pero, no sé usarlo – Dijo Nunëlian tímidamente. Los dos elfos lo miraron estupefactos.

- ¿Te atreves a venir aquí en medio de la pelea y no sabes usar un arma? - Le dijo furiosamente Orophin.

- Creo que no deberías estar aquí – le dijo Rúmil amablemente – quédate en aquella esquina, a salvo. En unos momentos estaré contigo.

- Hay muchas maneras de pelear – espetó dirigiéndose a Orophin, y dicho esto se alejó, bajando de la plataforma.

Los hermanos se miraron uno al otro, pero la pelea era dura y ellos estaban cubriendo a sus compañeros y a Haldir, quien se encontraba en tierra matando orcos y dando órdenes. Bloqueando, atacando, moviendo, matando… Haldir era el más diestro de los soldados de Lórien sin duda alguna.

Para la noche, los Galadhrim habían repelido el ataque sin muchos problemas, sin embargo pensaban que la tranquilidad que ahora se sentía no duraría por mucho. En la plataforma de vigilancia, el grupo de hermanos limpiaban sus armas y preparaban algo para comer.

- Me han platicado algo muy extraño los guardias de la plataforma sur. – Rompió el silencio Rúmil.

- ¿Qué ha pasado? – Preguntó Orophin.

- Me han dicho que una pequeña manada de osos entró en la batalla y comenzó a matar a los orcos e ignorándolos a ellos. No tenían la menor idea de lo que estaba pasando realmente, pero eso es lo que dicen.

- ¿No serían los Beórnidas? - Dijo Orophin – Esos hombres no son nuestros íntimos amigos, pero también odian a los orcos y todo lo relacionado con el enemigo.

- No, no todos los Beórnidas se convierten en osos, sólo su rey y su descendencia directa, según tengo entendido - Replicó Haldir calmadamente sin mirar a sus hermanos mientras limpiaba su espada - Son un fenómeno de la naturaleza. Nadie sabe el porqué de su don.

- Vaya, primero el muchachito de Mirkwood y ahora esto – Dijo casi para sí mismo Orophin.

- ¿Qué? el niño ese estuvo aquí? y qué pasó, donde está? – Apresuró Haldir.

- No lo sabemos, se fue tan rápido como llegó, y lo peor es que nos confesó que no sabía usar armas – Dijo Rúmil con cierto pesar – Temo por lo que le haya sucedido.

- ¿Y porqué lo dejaste ir? estamos en medio de la guerra! – Gritó Haldir

- Se fue antes que le pudiéramos decir nada, además, estábamos muy ocupados cubriéndote las espaldas, querido hermano – Replicó Orophin en defensa de Rúmil.

- Demonios! y no podemos hacer nada por el momento, no creo que este haya sido el único ataque que tendremos.

Cuatro días pasaron, en los cuales no se supo nada de Nunëlian. Las defensas de los Galadhrim se movieron hacia el norte del lado este del bosque, reforzando con tropas por donde pasaban. El ambiente era tenso, la sombra parecía querer cubrir el brillo de los árboles mallorn y las flores elanor, todo estaba silencioso, como la tensa calma que precede a una gran tormenta.

Los elfos con sus ya famosas habilidades rastreadoras y sus sentidos afinados, podían casi predecir el siguiente movimiento que daría el enemigo, pero nunca predecir exactamente cuando. Finalmente, el siguiente ataque llegó súbitamente, en el que la fuerza de los orcos era mayor en número, y su fiereza aumentaba con la sed de venganza por la batalla perdida anteriormente. Mucha sangre se derramó en esos días, y hubo un momento en que la batalla parecía favorecer al enemigo, cuando al tercer día de pronto algo insólito sucedió. Una manada cuantiosa de osos, venados y una gran parvada de lechuzas se acercó por detrás de las líneas de los orcos, provenientes del lado este-sur del bosque. Juntos, arremetieron en contra de los terribles seres, e ignorando por completo a los elfos. Haldir y sus cercanos detuvieron un momento sus ataques para admirar el fenómeno de la defensa de las magníficas bestias, quienes pelearon valientemente a pesar de que muchos de ellos también estaban siendo asesinados, pero se retiraron justo cuando la ventaja se tornó de nuevo hacia los guardianes del bosque, quienes hábilmente derrotaron de nuevo a sus enemigos amaneciendo el siguiente día.

Mientras Haldir y los demás capitanes buscaban entre los restos de la batalla a los heridos para llevarlos a atender, Rúmil se preguntaba que había sido de aquel muchacho de Mirkwood, tan misterioso. Algo extraño había en su esencia, era cierto, algo que no alcanzaba a comprender, pero a él no le provocaba desconfianza como a su hermano mayor. Esperaba que al menos estuviera vivo o lejos de la batalla, ya que no lo encontraba en ninguno de los heridos o los muertos que recogían; pensaba que tal vez había huido de regreso a la ciudad, y eso le daba un poco de alivio. De pronto, entre el humo y la espesura del bosque, Haldir pareció divisar la figura de un gran venado, pero lo más sorprendente fue que una figura humana estaba a su lado. Apenas amanecía, de modo que la luz aún no era suficiente para ver de quién se trataba. Las dos figuras, animal y humana, dieron media vuelta y desaparecieron en la niebla que aparecía entre ellos después de unos segundos que le parecieron eternos al sorprendido líder de los los Galadhrim, quien no mencionó el incidente a nadie.

Pasaron 2 días, y en la noche del tercero, se comenzaron a preparar para lo que parecía ser un tercer ataque del enemigo, el cual esperaban que pudiera ser más temible que los dos anteriores. La frontera Este se había reforzado de nuevo, y a todo lo largo de la franja, parecía que una muralla de soldados se había forjado, impenetrable para los seres hostiles. Sin embargo, de nuevo el ataque fue difícil para los elfos, ya que esta vez los orcos venían con un ejército de wargos, esas bestias horribles y feroces que ayudaban a los orcos a atacar con mayor rapidez y mortalidad. Los elfos se defendieron valientemente, algunos a caballo, otros con la espada, y los ya conocidos arqueros. La lluvia de flechas que caía desde las plataformas ayudaba mucho, pero el ejército enemigo era más fuerte y numeroso de lo que pensaron esta vez, y una manada de wargos logró penetrar en las líneas de los guardabosques, dirigiéndose directamente hacia Caras Galadhon. A Haldir casi se le detuvo el corazón cuando vio que sus defensas habían sido penetradas y se dirigían a su amada ciudad. Juntó a todos los soldados que pudo y se dirigió a toda prisa detrás de las oscuras bestias, dejando al mando de la defensa Este a sus hermanos.

Al llegar a Egladil, un lugar al sureste de la ciudad, los wargos con los orcos montados en ellos fueron interceptados por las fuerzas de los Galadhrim, quienes defendieron con más furia que antes a su bosque amado. Haldir peleaba con toda la destreza que sólo un líder de los mejores arqueros en la Tierra Media poseía. De pronto, derribó a un orco de su montura, provocando que la gran bestia se dirigiera con todo su poder contra él, golpeándolo antes de que pudiera dispararle una flecha. Con todo su peso fue a caer de espaldas al pie de un gran mallorn, con el gran wargo acercándose poco a poco, mostrando sus grandes colmillos, dispuestos a devorar su carne. Haldir estaba desarmado, golpeado, seguro de que su perdición estaba frente a él. Cerró los ojos un instante cuando de pronto vio a una figura que salió de atrás del gran árbol y se detuvo a su lado, posando una mano en su hombro.

Era un joven que reconoció al instante.

- ¡Nunëlian!

- ¡Shhh! No te muevas – le susurró el joven.

Estupefacto, Haldir no se movió ni un ápice presenciando algo que le pareció totalmente absurdo. Nunëlian, después de unos segundos de mirar fijamente con las manos al frente al gran animal, éste dejó de parecer amenazante, bajó la cabeza y se fue corriendo sin mostrar peligro alguno. Luego, se dirigió hacia donde estaban los demás wargos y fue haciendo lo mismo con cada uno que fue encontrando, haciendo que se rebelaran contra los orcos y los hicieran caer de sus lomos, con excepción de los que mataban los elfos. Haldir se recobró de la sorpresa y regresó a la pelea, matando a cuanto orco se iba encontrando con su espada. Estas acciones le devolvieron ventaja a los Galadhrim. Casi al final de la batalla del claro de Egladil, sólo quedaban un puñado de orcos y wargos, mismos que fueron cayendo o huyendo poco a poco. El cansancio por tantos días de batalla estaba haciendo mella en los sentidos de Haldir, quien no pudo percibir a un gran orco oscuro que le disparó una flecha que le atravesó el muslo izquierdo por detrás, haciéndolo caer de rodillas a unos metros de su verdugo, quien se preparaba para disparar de nuevo. Nunëlian presenció la escena y sin escuchar nada más, lanzó a un wargo en contra del orco mientras se dirigía corriendo hacia Haldir. Todo sucedió como una pesadilla: el wargo atacó al orco por la espalda, haciendo que la gran flecha dirigida a Haldir fallara, para incrustarse en el costado derecho de Nunëlian, quien cayó pesadamente a su lado. El rostro del muchacho y las voces de los soldados elfos que se acercaban fue lo último que vio el líder de los guardianes del bosque antes de desmayar por la pérdida de sangre; la angustia se reflejaba en su rostro, no alcanzaba a comprender lo que había pasado, y el único pensamiento que tuvo en ese momento antes de desfallecer fue: "No le podré agradecer lo que hizo por todos nosotros".