Va el nuevo capitulo...
Como siempre ya saben se aceptan los jitomatazos, los clavelazos y sobre todo las sugerencias y reviews!...
Capítulo 4 – Despertares
Al regresar al mundo de los vivos, Nunëlian apenas podía distinguir las cosas, pero al apretar los ojos y enfocar mejor, vio a un Haldir serio y grave frente a ella. No sabía que hacía él ahí, y tardó unos segundos en darse cuenta que estaba cubierta tan sólo por un camisón y una sábana ligera, lo que obviamente delataba sus formas femeninas. Al percatarse, se tapó hasta el cuello intentando incorporarse, lo que provocó un grito de dolor de su parte, y Haldir la detuvo por el hombro y la acostó de nuevo gentilmente. Una vez hecho esto, volvió a su posición original, con una expresión indescifrable para ella, mientras sentía que sonrojaba fuertemente hasta las puntiagudas orejas, sintiéndose avergonzada infinitamente; el corazón le latía tan fuerte que estaba casi segura que él lo podía escuchar. No se atrevía a pronunciar palabra, de modo que Haldir rompió el silencio.
- Vaya, vaya vaya, de modo que el misterioso mensajero resultó ser una elleth.
La dama no respondía, sólo lo miraba fijamente con los ojos muy abiertos, como si quisiera decir todo de un solo golpe con la mirada.
- Yo…
- ¡Pudiste haber muerto¿cómo se te ocurre entrar en la batalla sin un arma, sin saber siquiera usarlas, no podíamos protegerte¡y no sabíamos donde estabas¿sabes lo que hubiera pasado si mueres en la pelea¿Qué le hubiéramos dicho a tu señor entonces? - le gritó él. Nunëlian lo miraba como si estuviera recibiendo un regaño de sus padres.
Haldir no se había dado cuenta de que lo estaba haciendo, sólo estaba externando su preocupación, aunque fuera a modo de reprensión. Pero de pronto recordó que estaba frente a la persona que le había salvado la vida. Tratando de tragarse todo su orgullo y su ego de militar, cerró los ojos, suspiró y continuó hablando.
- Me salvaste la vida, y por ello estoy en deuda contigo – le dijo ahora en un tono más amable.
- Mejor hubiera sido que no lo hiciera – espetó ella antes de hundirse en sus sábanas y girarse de espaldas a él.
- Nunëlian, por favor…
- ¡Egó! (¡vete!)
- Espera…
- ¡No!
- Por favor, necesita descansar mi señor – Le dijo la sanadora amablemente, haciendo ademán de llevarlo a él a su habitación. Renuente, Haldir se retiró. Había hecho todo al revés, todo mal, pensó, pero esperaba más adelante tener una oportunidad de disculparse y agradecerle debidamente a la recién descubierta dama.
Pasados un par de días, Caras Galadhon comenzaba a volver a la normalidad de nuevo, salvo el hecho de que los señores de Lórien y sus fuerzas armadas acababan de partir hacia Dôl Guldur a la última batalla contra ellos y apoyar a los elfos del Bosque Negro. Ese mismo día por la noche estarían a las puertas de la fortaleza negra para terminar de una vez con la amenaza de los bosques.
Haldir y estaba más recuperado de sus heridas, al igual que Nunëlian, quien parecía tener una habilidad de curarse a sí misma más rápida que el promedio de los elfos. Era muy huraña, así que evitaba a la gente tanto como podía desde pequeña, ya que desde entonces la consideraban "diferente" por su habilidad de tratar con los animales. Ahora, ataviada como toda una elleth, con un vestido color del agua, paseaba por los jardines de la ciudad, cuando se encontró en un claro donde había una fuente y se sentó en una banca frente a ella, pensando, preocupada por su gente y su hogar. Después de unos momentos, presintió que alguien se acercaba, y rápidamente saltó detrás de los arbustos que rodeaban la banca donde estaba, pero dejó una pista ineludible: uno de sus aretes cayó al pie de la banca, brillando con el reflejo del sol que se filtraba entre las hojas de los árboles. Agazapada en el arbusto, vio como unos pies se detuvieron frente a la banca y tomaron el arete, y ella, al ver que lo había perdido, quería recuperarlo; era de los pocos recuerdos que le quedaban de su difunta madre. Decidida, saltó sobre la persona que se encontraba al frente de la banca, quien con una gran habilidad, la tomó de los brazos y la dirigió al suelo sin soltarla, con el rostro amenazante a unos centímetros del suyo. Era Haldir, y al ver que se trataba de la dama de Mirkwood con una apariencia totalmente diferente, perdió cierto balance, dándole tiempo a Nunëlian de lastimar a Haldir de una manera que no esperaba.
- ¡Arrgghhh, no lo puedo creer, me mordiste! – exclamó mientras se tomaba del antebrazo lastimado.
Nunëlian aprovechó el momento de confusión para tomar el arete que había caído de nuevo al pasto, y tratar de salir corriendo, cuando él la detuvo jalándola de un pie, haciéndola caer y tomándola de nuevo de los brazos frente a frente. La dama lo miraba furiosa, mientras él no podía borrar aún la estupefacción de su rostro. Ella hizo de nuevo un ademán de querer morderlo de nuevo, hasta podía escucharla gruñir como si fuera una animal salvaje, pero esta vez la tomó de ambos lados de la cabeza intentando calmarla.
- Thala elleth, no te haré daño
- ¡Nin leithio! (¡Déjame ir!) – le gritó.
- No, hasta que tu y yo hablemos.
- ¡Yo no tengo nada de que hablar contigo, guardabosque! – e intentaba liberarse, consiguiendo sólo que Haldir la retuviera mas fuerte, inmovilizándola con sus brazos alrededor de ella.
- ¿Porqué te comportas así¡pareces un felino asustado!
Nunëlian le lanzó una mirada fulminante, pero sin querer le salieron dos lágrimas como diamantes que corrieron por sus mejillas, para agregar mayor confusión al ya contrariado elfo, quien de verdad no sabía que hacer con la criatura que tenía frente a sí. De pronto tuvo el instinto de protegerla, de abrazarla, pero fue cortado de tajo con las palabras de la dama.
- ¡Eres como todos los demás, sólo soy un fenómeno para ustedes! – y dicho esto se liberó y salió corriendo del lugar, dejándolo más intrigado de lo que ya estaba.
La dama corría con todas sus fuerzas hasta que llegó a los bordes de la ciudad, y cuando miró hacia atrás para ver si no la seguían, se topó de frente con Rúmil, quien la recibió amable como era su naturaleza.
- Im gelir ceni ad lín, Lâvan Herdir (Estoy feliz de verte de nuevo, domadora de bestias) – dijo el elfo haciendo la reverencia acostumbrada de Lórien.
- ¿Qué?... – preguntó ella contrariada.
- Lâvan Herdir, así te llaman los soldados y todos aquellos que presenciaron tus extrañas habilidades. Eres una heroína entre ellos, sabes?
- No, por favor… - dijo con la mirada en el suelo.
- Tú fuiste de gran ayuda para salvar estos bosques y a nuestra gente. ¿Qué pasa? estás llorando – dijo suavemente mientras le levantaba la cara con una mano - ¿man anírach cerin an le? (¿qué puedo hacer por ti?) – le dijo dulcemente.
- Eres el único que ha sido amable conmigo además de los señores de esta tierra – susurró ella.
- No hay razón para no serlo. Han pasado muchas cosas en muy poco tiempo, y dos de ellas han sido altamente sorprendentes y las dos se refieren a ti, mi dama, aunque hemos preferido mantener el secreto al resto de la gente para no causar suspicacias.
- Gracias…
- Avo 'osto nad, lend nín, le na mellyn (No temas, mi dama, estás entre amigos).
- ¿De verdad? – dijo ella en un tono un poco incrédulo.
- Si lo dices por mis hermanos, es porque ellos son un poco más "rudimentarios" en algunas cosas.
- No me gusta la gente, – continuaba ella muy seria – me ven mal por mis poderes.
- No lo creo, al menos no nosotros. Yo sé que en la antigüedad, nuestro pueblo enseñó a los árboles a hablar, a moverse, al igual que comunicarse con las bestias. Es un don muy raro ya entre nuestra raza.
- Y por eso lo ven mal. Por eso prefiero su compañía a la de los míos; ellos no te juzgan ni te critican, te ven por lo que eres. Saben ver mejor en el corazón de las demás criaturas.
- Eso es cierto, pero danos una oportunidad de demostrarte que no todos somos tan terribles.
- No sé. –dijo ella con más tranquilidad.
- Vamos, te escoltaré a tus habitaciones - Le invitó Rúmil amablemente.
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