Hola! nueva semana, nuevo capitulo!... como siempre, este sistema no respeta muy bien los signos de admiración o interrogación... disculpen el inconveniente... :S
Capítulo 5 – Sueños
-----------------------------------------------
- ¡Naneth, Naneth¿es ella un espíritu Maia, o un Valar? Es muy bonita.
- No, hijo mío, ella es una elleth, como yo, sólo que es una nena apenas.
- Es muy extraña, Naneth, mira como atrae a las palomas¡voy a jugar con ellas!
- ¡No, Haldir, espera!
El pequeño saltó alegremente e hizo volar a las palomas que estaban alrededor de la pequeña, haciendo que ella se molestara y comenzara a llorar, para la sorpresa del niño ellon.
- ¿Qué pasa, no se ven lindas volando?
Y el pequeño elfo extendió su mano hacia la niña elleth. Pasados unos minutos el pequeño ellon regresaba con su madre llorando, extendiendo su mano a ella.
- ¡Naneth, la elleth me mordió!... – sollozaba fuertemente.
- ¿Arya te mordió, oh, mi pequeño, no debiste espantar a sus palomas, ella es una nena muy sensible.
- ¡Arya, Arya qué tienes sell vuin? – se escuchó la voz de otra dama que levantaba a la niña en brazos.
- Perdón, no sabía que hacer volar a las palomas la haría llorar.
- Está bien Haldir, no pasa nada, ella estará bien. – Le respondió la madre de la pequeña.
- No me gustan las elleth… - Dijo el niño resentido.
----------------------------------------------------------------------
El eco de los sollozos de la niña en sus sueños despertó a Haldir. Se sentó en su cama pensando si era tan sólo un sueño.
- Arya… - susurró.
Prefirió no darle más vueltas al asunto y se alistó para salir a sus labores. En ausencia de los señores del bosque, él era quien tenía que cuidar de la ciudad y sus alrededores.
Nunëlian por otro lado, aún no despertaba con la primera luz de mañana.
-----------------------------------------------------------------------
- Nunëlian, te he enseñado gran parte de mi conocimiento sobre las bestias, pero tengo que decirte algo muy importante.
- ¿Qué es, Radagast?
- Cuando pasas demasiado tiempo con ellas, la magia de nuestros ancestros tiende a confundir a sus criaturas. No te enlaces tanto al mundo de los animales y te separes de tu raza, ya que si eso sucede, un día dejarás de ser elfo y te convertirás en uno de ellos.
- A veces eso quisiera, viejo amigo. Sólo tu, Legolas y mi tío me comprenden. Los animales me ven como su igual. Ellos aprecian más la vida y la naturaleza que los rodea.
- Si, pequeña estrella, pero recuerda, tu eres entre los elfos de la Tierra Media la única que aún posee el don de los antiguos hijos de Yavanna, y en cualquier momento ella podría mandarte llamar a su lado y entonces no tendrías opción de retorno a estas tierras.
- Lo sé. Espero encontrar algún día algo que me haga apreciar más a mi especie.
----------------------------------------------------------------------
Nunëlian despertó con el eco de la voz del viejo mago pardo, recordando sus palabras. Sabía que él tenía razón, que tenia que encontrar un motivo, un lazo que la ligara de nuevo a su gente, a su raza, o pronto dejaría de contársele entre los Eldar.
Días más tarde, Haldir se encontraba junto con sus hermanos en uno de los campos de entrenamiento, enseñando a los nuevos guardabosques tácticas en armas. Nunëlian observaba detenidamente a los jóvenes soldados y a sus instructores, estudiándolos, pensando si acercarse a ellos sería buena idea. Había pasado todos los días mirando a la gente, pero era demasiado tímida para acercarse a las personas sin que alguien la llevara o la presionara. Prefirió esperar a que terminara la sesión y al ver a un pequeño oso que rondaba el lugar, tuvo una idea. Nunëlian sonrió con autosuficiencia.
Los tres hermanos practicaban movimientos con la espada, cuando sin darse cuenta, el osezno tomó uno de los arcos que estaban recargados en uno de los grandes árboles en el hocico y se lo llevó corriendo torpemente, y en ese momento Orophin se dio cuenta de lo que sucedía.
- ¿Haldir, qué no es ése tu arco? - dijo el hermano tranquilamente.
- ¡En el nombre de los Valar ¿qué de…! – y salió corriendo entre los árboles detrás del animalillo, ante las miradas risueñas de sus hermanos.
Persiguió al pequeño oso una buena distancia, hasta que pudo atraparlo, rodando los dos.
El pequeño oso comenzó a bramar por ayuda.
- ¡Dame eso, pequeño ladrón!
- ¡Daro, pelea con uno de tu tamaño!
- ¿Athelil? (¿tú otra vez?), debí suponer que se trataba de ti – dijo él soltando al pequeño animal, que a su vez soltó el arco y se fue corriendo. Nunëlian tomó el arma rápidamente en sus manos.
- No querrás que su madre venga al rescate y te haga pedazos – decía ella ahora en un tono altivo, triunfante.
- Tú lo enviaste a robarme, no deberías usar tu don para estas cosas. – dijo él poniéndose de pie y sacudiéndose las ropas.
- ¿Y quién te crees tú para decirme que hacer con ello? Quiero que me devuelvas mi arete.
- ¿Cuál?
- El que te quedaste la última vez que nos encontramos.
- La última vez que me caíste encima, querrás decir.
- ¡Hanno anno enni! (¡Entrégamelo!)
- Mi arco. – pidió él calmadamente, sacando de un bolsillo el arete y mostrándoselo, extendiendo la otra mano.
Nunëlian tiró el arco a los pies de Haldir, quien miró el arma y luego a ella con una ceja levantada.
- Esos no son modales para una dama.
- ¡Dámelo!
- Ven por él - Desafió Haldir. La actitud de la elleth lo irritaba sobremanera.
Acto seguido ella se lanzó sobre el arete, pero Haldir fue más rápido y pasósu mano que lo tenía hacia atrás, haciendo que ella torpemente se estrellara con su pecho. Levantó la mirada y se retiró bruscamente, con una expresión de susto y enojo. Se acercó de nuevo y esta vez Haldir levantó la mano con el arete muy en alto, donde ella no podría alcanzarlo. En ese momento apareció Rúmil con su apacible expresión, seguido de un divertido Orophin.
- ¿Qué haces hermano? eso no es muy cortés de tu parte.
Haldir giró la mirada hacia Rúmil, momento aprovechado por Nunëlian para propinarle una buena patada en la pierna derecha a Haldir, quien se dobló del dolor, y entonces ella pudo quitarle el arete y salir corriendo de la escena.
- Bien merecido lo tienes, no puedo creer que te comportes como un niño caprichoso; hacía años, no, centurias que no te veía hacer algo semejante. – Dijo Rúmil en tono de contundente seguridad.
Haldir seguía doliéndose de la pierna mientras gruñía palabras ininteligibles, pero que no sonaban nada amables.
- ¡Patea como un caballo¿qué le pasa a esa elleth? parece un animal salvaje.
- Querido hermano, – dijo el menor suspirando - eres insuperable, tal vez sólo por el gran Tulkas en el arte de la guerra y la protección de nuestra tierra, pero en el aspecto personal sigues siendo bastante inmaduro.
- Mide tus palabras, Rúmil.
- Sólo digo la verdad. Estás ante una rara belleza, con la inocencia de una pequeña niña, que detrás de esa salvaje apariencia sólo busca algo de aprobación hacia sus dones y algo de cariño.
- Sabes perfectamente que no soy alguien que sepa tratar mucho a las elleth.
- Eso es evidente, y por eso mismo lo digo. Ten cuidado de no perder algo que puede ser muy valioso en tu vida.
- Bado uin mén (A un lado) – Comandó Haldir retirándose.
Las palabras de Rúmil dieron vueltas en su cabeza el resto del día, pensando que tal vez había hecho mal. Era un hecho que por alguna razón extraña aún para él evitaba a las damas en la medida que podía. Prefiero no tratarlas, no sé hacerlo, se decía a sí mismo. En ese momento, el sonar de un cuerno le advirtió que los Señores de Lórien estaban de regreso, triunfantes. Se dirigió a recibirlos gustoso, ya que su llegada significaba que podría regresar a los bordes, donde se sentía más seguro y alejado de "ciertos" problemas.
