Perdon chicos y chicas pero la musa no bajaba y heestado super ocupada, ademas de que ya estoy escribiendo una nueva historia

Espero que les guste este nuevo capitulo que ah como me costó trabajo jejejeje...


Capítulo 9 - Adaptación

- Arya, – le hablaba dulcemente Galadriel mientras caminaban una mañana por el jardín privado – ¿qué deseas hacer ahora en tu nuevo hogar?

- No lo sé mi dama. – dijo ella dubitativa, pero después de un instante agregó - En mi tierra era consejera de mi tío.

- ¿Te gustaba esa tarea?

- Si, aunque no asistía a los concilios, mi labor se desarrollaba más en privado con la familia.

- Y, acerca de tu don…

- Nadie me acepta por ello. El recuerdo del rescate cuando mis padres murieron aun prevalece. Creen que hay algo malo en mí, algo oscuro, como si no fuera parte de ellos – Afirmó ella tristemente – por eso me alejo de las personas. No han olvidado lo sucedido, y no tengo interés en buscar su perdón por algo que siento que no debo pedirlo.

- Debes tener cuidado, tus pensamientos y las reservas que tienes hacia los eldar y los edain podrían trastornar tu vida indefinidamente; – respondió Galadriel preocupada – quiero pedirte algo. Tengo entendido que pasaste mucho tiempo al cuidado de Radagast, el mago pardo, y de él aprendiste a controlar tus dones con los animales, a cuidarlos y aprendiste algo de medicina.

- Así es – respondió ella nostálgica. Extrañaba mucho a su viejo amigo.

- Bien, quiero encomendarte una tarea aquí en Caras Galadhon. Quiero que te unas a los sanadores, y que también cuando se presente la ocasión, ayudes al cuidado de los animales de este bosque.

- Mi Dama…

- Por favor, concédeme esto, sé que te hará bien tratar con la gente y tal vez tu reserva cambie.

- Lo intentaré, mi Dama - finalizó ella con una reverencia de partida.

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En los días siguientes, Arya se incorporó al talan de curación, atendiendo la gente y aprendiendo de la ciencia de los elfos de Lórien. Hablaba poco con la gente, pero comenzaba a hacerlo más frecuentemente que cuando estaba en Mirkwood. Por su parte, los elfos de Lórien empezaban a conocer a aquella extraña dama, que aunque algunas veces los sorprendiera con sus habilidades, no parecían estar a disgusto con ella. Thranduil se había marchado hacía un par de semanas, con la nostalgia de dejar a su sobrina atrás, pero confiado en que su destino sería mucho mejor en este lado de los bosques.

Un día se encontraba en el lugar que había acondicionado para preparar remedios y ungüentos para el cuidado de los animales, cerca de su propio talan, cuando sintió que alguien la observaba desde la entrada. Instintivamente viró rápidamente con un cuchillo en la mano, y al ver que se trataba de Haldir lo tiró torpemente.

- Creo que hice bien en venir a buscarte.

- P-po- ¿por qué lo dices? - tartamudeaba ella.

- Quedamos en que te enseñaría a usar las armas, y no has aparecido en todo este tiempo por los campos de entrenamiento.

- Di- disculpa, he-he estado ocupada. – dijo Arya humildemente, totalmente nerviosa ante su presencia.

- Vamos, tengo todo listo – finalizó sin esperar respuesta ofreciéndole su brazo.

Ella aceptó y se dirigieron hacia el lugar. Al principio el entrenamiento le parecía demasiado duro a Arya, ya que Haldir no le daba descanso ni cuartel tratando de enseñarla. Era estricto, dominante, y los progresos que ella hacía eran mínimos. Pararon más de dos semanas antes que ella comenzara a mostrar algún progreso. Las dagas era lo que más parecía que estaba aprendiendo a dominar, o al menos lo hacía menos mal, aunque Haldir ponía especial empeño en el manejo del arco, como era tradicional en los galadhrim, pero ella parecía todo un caso perdido en el arte de la guerra.

Poco a poco comenzaron a sentirse más cómodos uno con el otro, ya que al menos conversaban un poco más. El tartamudeo y el nerviosismo de Arya comenzaron a disminuir, y también pasaban más tiempo juntos. Después de un mes desde que se comprometieron, se encontraban saliendo de sus entrenamientos, mientras conversaban de sus progresos.

- Es la verdad, soy un desastre usando armas, no creo poder aprender a dominarlas nunca.

- Ah, pero tienes un don muy especial para defenderte de cualquier peligro. – le dijo él consecuente.

- No me gusta usarlo - dijo ella seriamente.

- Pero gracias a él, esta ciudad y estos bosques están a salvo, Lâvan Herdir.

- No me llames así.

- No lo hago por molestarte, todos mis hombres te llaman así de una manera honorable, se sienten en deuda contigo y te respetan. No a cualquiera lo aceptamos como parte de los galadhrim.

- ¿Me consideran parte de ustedes? Preguntó ella sorprendida.

- Así es.

- Me siento honrada. Es bueno saber que lo puedo utilizar en algo positivo – esto último lo dijo más para sí misma, pero Haldir alcanzó a escuchar.

- ¿perdón?

- N-no, n-n-ada – volvía a tartamudear de nerviosismo.

- Tengo la impresión de que no me has dicho todo respecto de tus dones.

- Yo… prefiero no hablar de eso – respondió en tono sombrío.

- Arya…

En ese momento y para su fortuna una elleth de nombre Faelwen se acercó a ellos a toda prisa. Estaba totalmente asustada.

- ¡Mi dama, por favor, mi yegüa que estábamos esperando diera a luz, ya está en proceso, pero se está muriendo!

- ¡Elbereth nos ayude! Vamos¡no tenemos tiempo que perder!

Llegaron corriendo a los establos, y Arya se dispuso rápidamente a calmar primero al animal para que dejara de moverse, mientras Almárean, jefe de los establos la asistía.

- Man le trasta mellon, thala, thala, im ah le (Qué te pasa, amiga, calma, calma, estoy contigo).

Mientras la atendía le seguía recitando palabras de aliento y calma, pero el parto sería difícil. El potrillo venía atravesado, y la yegüa se había echado al suelo, de manera que había que levantarla primero para poder ayudarla a parir.

Almárean, Haldir y otros ellon que se encontraban ahí la ayudaron a levantarla con mucho trabajo, pero al final el animal se levantó y Arya pudo tratar de sentir al potrillo. Posó su frente en el vientre de la yegüa que se llamaba Alassiel y comenzó a hablar ahora no con ella, si no con el pequeño que se encontraba aún adentro, como si se negara a salir al mundo. Susurraba algo, pero nadie la alcanzaba a escuchar entre los relinchos asustados de Alassiel. Finalmente, el vientre del animal comenzó a cambiar, a verse menos abultado, y Arya corrió detrás de la yegüa para recibir al pequeño que parecía aún renuente a salir. Puso sus manos de nuevo sobre la hembra equina, y cerró los ojos. Pasaron unos minutos eternos, mismos en los que la expectación y la tensión eran grandes. Haldir admiraba el aplomo y la candidez que Arya mostraba; sin duda ella tenía una fortaleza escondida que no mostraba fácilmente.

- Alassiel¡puja ahora, no te rindas! – Gritó de pronto; acto seguido volvió a susurrar al vientre.

Pasados unos segundos, como un acto de milagro, la cabeza del bebé equino apareció y Arya corrió asistida por Almárean para recibir al pequeño. En medio de la sangre y los fluidos de la placenta materna, el potrillo se movía y comenzaba a hacer lo que era un intento por relinchar, mientras que Alassiel, la madre, se echaba exhausta al lado de su recién nacido. Arya sudaba, y tomando una tela grande, ayudó a limpiarlo y acomodarlo junto a su madre para que terminara el trabajo, y después se dispuso a limpiarse ella misma las manos y los brazos.

Se acercó a Haldir, quien se encontraba abstraído en la escena.

- Los nacimientos son siempre una bendición de los Valar – Comentó él suavemente.

- El milagro de la vida… ya creía yo que no quería nacer ese pequeño retoño – dijo en un tono aliviado.

- Lo hiciste fantásticamente, nadie mejor que tú para evitar que esto se convirtiera en una tragedia.

- ¡mira, se está levantando¿No es hermoso? Mira como su madre lo ayuda a ponerse en pie - expresó ella con lágrimas en los ojos.

Sin pensar nada más que en la felicidad que le provocaba ver la conmovedora escena entre madre e hijo, Arya abrazó a Haldir por la cintura, cálidamente, emocionada. A éste le tomó por sorpresa la situación, y en un momento se encontró poniendo sus brazos alrededor de ella, correspondiendo con una ternura que le parecía nueva en él. En ese momento ella cayó en la cuenta de lo que estaba haciendo, alzó sus ojos hacia los suyos, y con un súbito sentido de la propiedad, se separó de él.

- Disculpa, me dejé llevar por la emoción del momento. – decía ella ruborizada, bajando la mirada.

- Está bien – dijo él suavemente – tienes el derecho de hacerlo.

Haldir no pudo creer que esas palabras habían salido de su boca, y no supo si arrepentirse o no. Los sentimientos que estaba teniendo en ese momento le resultaban muy confusos. Desafortunadamente, Arya tampoco supo cómo tomar lo dicho, y se alejó de nuevo al interior del establo.

- ¿Qué nombre le pondrás? – le preguntó Almárean a Arya.

- No lo sé, que la dueña decida.

- Por favor, tú lo ayudaste a llegar al mundo, dale un nombre – replicó Faelwen.

- Está bien – dijo después de unos momentos de silencio – te llamarás Veryamaethon, es decir, gran guerrero.

- Es un buen nombre - dijo Almárean.

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