Fic sin fines de lucro, declaro que todos los personajes de ccs pertenesen al clamp y solo los e
tomado como referencia paran mi fic.
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2. El día de los recien graduados
Hacía calor en el patio de la facultad; el sofocante calor de primeros de Junio en Tokio. Los pensamientos de Li languidecián, sumiéndose en el húmedo vaho que llenaba el edificio. La gruesa toga negra con su capucha ribetiada de verde, y el birrete, no constituían presisamente un indumento fresco. ¿Por qué no se había quitado la chaqueta hantes de ponerse todo aquello?. Eriol estaba elegante con su traje veraniego, mientras el vestía el mismo traje viejo que había llevado durante todo el invierno.
Lo mismo había ocurrido durante todos sus años de estudio, Eriol poseía siempre lo mejor, en tanto que la ropa de Li prácticamente no se había renovado durante sus años de estudio, y el muchaco había tenido que hacer frente a los crudos inviernos de Tokio con un ligero abrigo de entretiempo.
Esto era la diferencia que separaba a un hijo de senador y al estudiante huérfano. Todos sus años de estudio en la facultad de encender calderas y administrar casas de comida para estudiantes, consiguiendo solo las sobras de las cosas y logrando enriqueser su espíritu a costa de su resistencia física.
Durante algún tiempo se prestó a servir como conejo de Indias para ciertos experimentos, permitiendo entrar a su cuerpo una buena cantidad de vacunas y de rayos ultravioletas. En otra ocasión permaneció en pie todad una noche, vigilando a un animalito que iba a ser madre, con el fin de tomar una película del dolorozo acontesimiento, quedó medio dormido y estuvo a punto de perder parte de la escena.
Estudiaba como un demónio, cuando sus ojos apenas si podían mantenerse abiertos, resolviendo problemas acerca de la consentración de los iones de hidrógeno. Entonces llegaba Eriol Hiraguisawa, que venía de una fiesta, copiaba las soluciones de los problemas y obtenía la aprobación de los profesores. Años de estudio de ser una especie de niñera de Eriol, debido solamente a que le profesaba afecto.
Los mienbros de la Facultad ocuparon sus puestos en el estrado. Los tonos rojos y verdes de sus birretes contrastaban con el sombrío fondo de la togas. En primer lugar, el rector de la universidad, a quién no había visto nadie hasta aquel instante, y , junto a él, estaba el decano Wong, seguido de los importantes, los medianos y los pequeños elementos que componían la facultad. Alli estaba el profesor de cirugía Ming, con su gruesa panza, a la que él solía referirse en broma llamandola tórax, El de Ginecología, de pelo ondilado y finas facciones, y el viejo Feng, ataviado como si fuese el arcoiris. Feng había perdido la cuenta de lo honores y condecoraciones recibidos hacía ya mucho tiempo. El anciano Feng era un gran hombre y tendrían que transcurrir muchos años antes de que la facultad volviera a contar con un profesor de su importancia.
El decano Wong se levantó, y se hizo el silencio sobre la muchedumbre de estudiantes, familias y antiguos alumnos, que habían acudido allí para rememorar los tiempos pasados y emborracharse en las fraternidades durante la noche. El decano presentó al orador, un japones que había descubierto una nueva operación del cáncer. Li recordaba haberlo visto en la clínica de Ming la semana anterior. La voz del orador, con un vago tonillo nasal típicamente nacional, se esparció a travéz de las hileras de birretes y borlas que cubrían las cabezas.
"La profesión medica se encuentra ahora en una encrusijada..."
¡Oh, si! La encrucijada. A buen seguro, en aquellos momentos, en un centenar de Facultades de Medicina, y en millares de asociaciones, parecidos oradores se levantaban, aclaraban su garganta y colocaban a la célebre profesión médica en una encrusijada. El año anterior, la encrusijada fue consecuencia del descubrimiento de las sulfamidas; hace diez años, de los comiensos de la cirugía del torax; en la actualidad, el problema crucial era de organización: Medicina Estatal o relaciones entre Medicina y el Estado, pero no se podía hablar claramente de ello. Había que limitarse a insinuarlo, lo mismo que si se tratara de contarle a un niño, a través de una pantalla, todo lo que se había aprendido sobre el sexo. Quien se atreviera a abordar directamente el problema, sería acusado de herejía y quién sabe si perseguido como hechicero por las altas autoridades de la profesión.
¿Por qué mantener tal misterio en torno a la cuestión? Se preguntaba Li: ¿Por que no reconocer que la última depresión económica había originado la intervención estatal en la asistencia médica y que, en caso de producirse otra crisis, el gobierno podría verse obligado a hacerse cargo de la Medicina, debido a que las gentes no estarían en posición de poder pagar a los médicos, ya que estos no pueden vivir sin que se les pague? Bueno, de todos modos, en lo que a él tocaba, no tendría que preocuparse de ese problema durante un año o mas, ya que su servicio como interno de cirugía comenzaría dentro de tres semanas. Este nombramiento le proporcionaría la subsistencia, una rígida chaquetilla blanca y le facilitaría una estrecha cama, dentro de una pequeña habitación, y seguridades bastante problemáticas acerca de cuándo podría dormir en ella. Por trabajar viente horas al día y persivir apenas lo suficiente para vivir.
Luego, si era un interno dócil y bien educado, que supiera decir con amabilidad "Buenos días" al jefe de sala, con la suficiente dosis de sumisión, y hablar a los ayudantes con una brizna más de respeto del que merecen por su posición, podía abrigar la esperanza de llegar a ser ayudante y convertirse, dos años más tarde en residente. Esto si, entretando, no se presentara otro muchacho con un padre capaz de dotar con una nueva sala al hospital. La residencia era el sueño dorado de todo buen interno. Con un salario más del doble del de un interno por desenvolverse en un cargo que era una especie de combinación de sirviente, mayordomo y semidios.
El orador se sentó y vió premiada su disertación con un aplauso cortés. Nadie había prestado mucha atención a su discurso. Entonces se lebantó el decado Wong, sosteniendo en la mano un rollo de pergamino bastante ajado. Li supuso que debía de tratarse del juramente de Hipócrates.
-Alumnos de la clase que hoy obtienen su licenciatura- tenía la voz sorprendentemente sonora para un hombre pequeño-, es costumbre leer juntos en este acto el juramento que ha llegado hasta nosotros a través de siglos, y que constituye la más completa y plena expresión del código moral que debe presidir el ejercicio de la Medicina; este juramento es aplicable a nosotros, médicos de hoy, como lo fue a los estudiantes de la remota antigüedad. Señores, repitamos juntos el juramento de Hipócrates.
Las voces se elevaron y murmuraron al unísomo:"Juro por Apolo, el médico, y Esculapio, Higea, Panacea y todos los dioses y diosas, a quienes convierto en jueces de este juramento mío, que cumpliré hasta donde lleguen mi poder y discernimiento..."El juramento había terminado, Li necesitaba enjugar el sudor de su rostro, pero no podía alcanzar el pañuelo a travéz de la pesada toga negra que vestía. Hubiera podido usar para secarse la larga y flotante manga, pero temía que estubiera sucia. Hubiera sido ridículo recibir el diploma con la cara manchada.
"En el día de hoy, los diplomas serán entregados por el doctor Feng"
El doctor Feng se levantó y avanzó hasta el primer plano, comensando a leer los nombres escritos en un extenso rollo. Con afectuosa expresión, Feng exhibía por centésima vez su apacible mirada de siervo, la barbilla y el grueso promontorio de la naríz.
Se sucedían los nombres de la lista: desde la a pasando por Harter, Leng, Pi...¿Que había sucedido? Feng había empezado a pronunciar el nombre de Ping, pero se detuvo en seco. Li sintió un remalazo de piedad por aquel luchador delgado, mal vestido y peor alimentado que, con invensible humor espiritual, había combatido valientemente durante sus años de estudio en la Facultad contra los obstáculos creados por su inestabilidad mental y su falta de preparación, para caer vencido finalmente. Entonces oyó su nombre: Shaoran Li.
Se levantó. Penso que en aquel momento no se había producido cambio alguno. Un segundo antes era el estudiante Li Shaoran, y, ahora, unas cuantas palabras esteriotipadas acababan de convertirlo en el doctor Li Shaoran. Había trabajado mucho durante los últimos años para conseguirlo, pero se sentía igual. Talvéz el cambio se produjese más adelante. Pero ahora Li experimentaba cierta desilución. y asi hasta el ultimo de los alumnos
Feng se sentó. Retumbaron los sones del himno de salida que el órgado ejecutaba. La presidencia abandonó el estrado y los alumnos de la clase que acababa de graduarse siguieron sus pasos. Para Li, el encanto del momento se había roto. La pesada toga le molestaba más que nunca y estaba contento de podersela quitar, después de haber recogido su diploma de entre el monton de rollos de pergamino que se encontraba encima de la mesa, atado cada uno de ellos hacia la mitad por cintas azules y doradas.
Sintió un imperioso deseo de salir del patio(Cosa rara tomando encuenta que estaba ya al aire libre). En el exterior de la facultad, esperando a los nuevos graduados, estaban los anhelantes familiares: Hermanas y novias alegremente vestidas, y emocionadas
madres, y padres haciendo esfuerzos por no manifestar un orgullo indebido.
Nadie esperaba a Li, y esto le hizo sentirse un poco abandonado. Pero hacía ya mucho tiempo que se había acostumbrado a la soledad. La falta de lazos tal vez fuera una ventaja. Había aprendido que solo debía contar consigo mismo. En lo referente a su capacidad para triunfar en la lucha por la existencia, necesitaba no tener duda alguna. Pero ¿podría obtener todo lo que ansiaba y esperaba, todo lo que el viejo Feng anhelaba para él, para todos sus compañeros y para aquellos que habían pasado por allí antes que ellos y los que pasarían después? Las nobles esperanzas frustadas tan a menudo, ¿Se verían ahora espléndidamente realizadas?
No podía marcharse inmediatamente. Allí estab Eriol esperándolo, pues le había prometido presentarlo al senador. Podría serle útil más adelante, le insinuó, conocer una estrella de la política nacional.
-Padre, éste es Li Shaoran. Todos nosotros creemos que llegará lejos.
Aquel señor pequeño, rollizo y que tenía la palabra fácil de un orador profesional, dejó caer sus lentes con negra montura que se apoyaban en su naríz y le tendió su gruesa mano.
-Encantado de conocerte, Li; hoy es un gran día.
Li charló con ellos un momento y se alejó después. Su tren saldría dentro de tres horas y tendría el tiempo más que suficiente para hacer el pequeño equipaje que llevaría consigo, ya que devía estar de vuelta en Tokio tres semanas más tarde.
-¡Hola, Li!- Takashi Yamasaki le había echado sobre los hombros un membrudo brazo y le decía, como dándolo por descontado-:Esta noche te quedarás con nosotros, claro.
-Temo que no, Yamasaki. Tengo trabajo para tres semanas en un campo de boy scouts que está como a unas cinco horas de aquí, y he de tomar el tren pronto si quiero llegar puntual.
-No te lo permitiré. ¿Sabemos acaso cuándo nos volveremos a ver? El camino indicado para iniciar tu carrera de cirujano es el de esterilizarte en alcohol. Déjame que te guíe. Tú haces tu equipaje, lo traes a la fraternidad y yo te garantizo que te meto en el tren de medianoche, tal como estes: sobrio o borracho.
-Me parece bein- dijo Li-.Supongo que por una vez no me hará daño.
La casa de la Fraternidad estaba llena de una multitud tumultuosa y alegre, como reacción a las solemnes ceremonias del día. A las once, Yamasaki apartó su vaso.
-Mantengámonos serenos-dijo.
-Esta idea es nueva en ti, Yamasaki- dijo Li-.¿de dónde la has sacado?
-Me he acordado de Ping.
Li se puso en pie. El recuerdo lo curó de los efectos del alcohol bebido, quizá con exceso.
-Vamos- propuso-.Espero que no se haya mudado de alojamiento.
No había luz alguna en la ventana de la miserable casa en la que Ping había encontrado pensión barata. Un grupo de trasnochadores estaban junto a la puerta.
-¿Ping?
Se miraron unos a otros, uno de ellos dijo:
-¿Dará ya poco que hacer en este mundo?
-¿Qué quieres decir?-Inquirió Yamasaki.
-¿Se abrió las dos muñecas y la garganta con una navaja de afeitar y murió mientras lo llevaban al hospital. ¡Diablos! ¡Hay que ver cómo está la habitación!
En el coche que los llevaba a la estación. Yamasaki suspiró:
-Me parece que esta noche no podré dormir tan bien como Pee wee Harter.
-Dios mío- musitó Li, a punto de echarse a llorar.
En la estación buscaron a Eriol Hiraguisawa, Este les había dicho que con seguridad iría a despedir al viejo Li, que no faltaría. Pero no lo hallaron por parte alguna. Probablemente habría tenido algo más importante que hacer; así era Eriol, y había que tomarlo tal cual era. Ello constituia parte de su encanto. Deseaba siempre hacer lo que decía, sólo que no se podía tener la seguridad de que sería así. Probablemente habría ido a decir buenas noches a su pareja de cabellos castaños y ojos verdes, su amiga o quién sabe si algo más, aunque aquella muchacha no tenía el aire de ser presa fácil..., Pensaba Li, pero de pronto se dijo:"¿Qué diablos sé yo
de ella? ¿Cómo puedo formular juicio si sólo conozco el relámpago de su mirada?"
De todas manera, volvería a ver a Eriol antes de un mes, y sólo Dios podía saber cuando volvería a encontrase conYamasaki. Las promesas y las seguridades no eran el fuerte de éste, pero sabía cumplir cuando se le necesitaba.
-Hasta la vista, muchacho. No dejes que nadie te engañe.
-Adios grandulón; si no puedes ser bueno, por lo menos ve con cuidado.
Las rivalidades servían para cubrir un compartido sentimiento de tristeza. En el vagón, Li trató de dormir, pero el sueño no venía por primera vez. El recuerdo de Ping pesaba sobre él. Esta había sido la primera tragedia. ¿Cuántas otras se producirían cuando sus camaradas se extendiesen por el mundo para enfrentarse con la vida? ¿Qué le tendría reservado a él el destino?...
Era mejor no pensar en ello. Arrullado por el ruido del tren, trataba de concentrar el pensamiento sobre el tema de su propia carrera. Ahora que había logrado la graduación, sintió una especie de lasitud. Cada vez que luchaba por algo y resultaba vencedor, experimentaba una sensación similar. En aquel momento se daba cuenta con absoluta claridad de que su vida siempre había sido
una lucha por algo. En el orfanato luchó por destacar y abrirse camino hacia el colegio y la Facultad. Dentro de tres semanas comensaría su internado, y entablaría una nueva pugna para ganar la plaza de residente y practicar cirugía. A esto sucedería otro combate al empeser el ejercicio libre de su profesión. Lo de estar siempre luchando por algo se había convertido para él en una
especie de segunda naturaleza, y sabía en su interior que nunca estaría satisfecho con lo que obtuviese. Siempre aparecería una nueva montaña a escalar, una nueva batalla que emprender...¿Qué era lo que el viejo Ming citaba siempre del ensayo de Huxley acerca de la educación médica? "Los peldaños de una escalera no se han hecho para descansar en ellos, sino únicamente para que el pie alcance el escalón superior." Este pensamiento era un bello evangelio.
Li tenía una sana y normal ambición al triunfo. Además, se sentía inclinado a servir un ideal, no plenamente formulado, pero implícito en una de las frases pronunciadas por Feng durante su breve y fecunda alocución la cuál había quedado prendida en su memoría: .."que nadie que pueda ser salvado totalmente pase su vida mutilado y disminuido; y que bajo vuestra cuidadosa dedicación, nadie muera innecesariamente, superfluamente".
Notas de autor:
Hola a todos, Otro capítulo no tan largo como el primero y talvez un poco aburrido, era nesesario tanta palabra para darle un enfoque de lo que Shaoran Li comensará a sentir en el futuro, la última frase es por la cual se ha nombrado a este fic Nadie Debería Morir.
Respecto al Juramento de Hipócrates e puesto solo una parte ya que era demasiado largo,( una hoja más o menos) y fue una colaboración de un tio que es médico.
En el próximo capítulo entraremos más en la vida del internado de nuestro protagonista y por fin aparecerá más vivamente Sakura Kinomoto (De la cual solo e echo bagas referencias) y como dije antes este es un S+S aunque antes de ello habra un S+T.
Nos vemos en el proximo capitulo, y para comentarios, criticas o cualquier cosa al correo Tres: La vida dura de un interno
