Fic sin fines de lucro, declaro que todos los personajes de ccs pertenesen al clamp y solo los e

tomado como referencia paran mi fic.

3.La vida dura de un interno

En medio de la especie de neblina formada por el cansancio del exceso de trabajo, el sueño corto e interrumpido, las comidas apresuradas y hechas a horas irregulares, las llamadas urgentes, la ansiedad, la tensión nerviosa, la habitual penuria y el esfuerzo para hacer lo mejor en cada momento; todo lo cual constituía la contextura de su vida como interno, había unos breves intervalos lu-

minosos en la existencia del ahora doctor Shaoran Li, del cuadro de médicos del hospital central de Tokio. Estos intervalos eran las esporádicas visitas de Yamasaki, quién había encontrado ocupación transitoria en una industria situada cerca de Tokio, en la cual se desenvolvía bien; las seciones nocturnas en las que corría cerveza o saque, con Ike, Eriol, Pee wee y algunos de los nuevos amigos; las continuas llamadas de urgencia, cada una de las cuales añadía algo a su experiencia y muchas le enseñaban algo que valía la pena; pero había otras, y por fortuna las menos, que no terminaban con buenos resultados y engendraban en él tristes dudas acerca de su competencia y de si había elegido el verdadero camino.

Li comenzó, con penas y economías, a reunir un equipo profesional. Un estetoscopio barato, un microscopio de segunda mano, pipetas y otros accesorios menores, comprados o cambiados allí donde podía encontrarlos. Su mayor lujo lo constituía un automóvil barato adquirido al precio adicional de un resquémador de conciencia (Pués él sabia que era demasiado descuidado). Se trataba de un vehículo de antiguo modelo, nada bonito pero aún utilizable, en el que podía confiar plenamente para el descenso, cuando se encontraba en la cima de una cuesta, y que en una ocasión memorable, mientras su propietario se hallaba entretenido en alguna parte, comenzó a bajar por sí solo, debido a una negligencia de Li, y fue a romper uno de los guardabarros posteriores de una elegante limosina del respetable y enfurecido doctor Ming. El lenguaje de éste dio origen a un coro admirativo de médicos y enfermeras, y sus subsiguientes análisis del carácter y de los defectos de Li fue considerado como una de sus más brillantes piezas oratorias.

Rechazó bruscamente las excusas que le ofrecía el causante del hecho; pero, a partir de aquel momento y por una razón desconocida para Li, mostró especial interés por la labor del joven médico. Aunque intentó extender el círculo de sus horizontes sociales, el nuevo propietario de un automóvil huyó de aquellas relaciones que no se avenían con su exigido presupuesto. No puedes llevar a una chica al cine si apenas puedes costearte el alimento.

La reacción contra su espartano régimen de vida le hizo atreverse a llevar a cabo una operación que nunca hubiera sido emprendida por un interno. Fué LA NOCHE, como recordaba meses después, en que se rompió la resistencia nerviosa de Ike. Acababa de pasar por lo que, irónicamente, ellos llamaban una "racha de suerte", lo cuál significa que durante dos semanas no había podido

dormir ni dos horas consecutivas, a consecuencia de lo cual había hecho su aparición lo que el cuadro médico del hospital denominaba irreverentemente el "Insomnio de Tokio". Varios de sus compañeros estaban jugando a las cartas en una estrecha habitación situada arriba en el departamento de los internos; tenía las ventanas abiertas con objeto de que entrase la leve brisa que corría en aquella calurosa noche de Mayo. Las chaquetillas blancas, sucias y arrugadas, estaban amontonadas sobre las cama, Takey, y otro interno de Ginecología, se habían quitado la camisa, en tanto que Rioga Saotome, del G.U., exhibía un caso típico de quemadura producida por el sol, durante el fin de semana, en un torso desvergonzado. Un ritmo de pies que golpeaba furiosamente

el suelo se dejó oír en dirección al vestíbulo. Los reunidos prestaron atención.

-Algún fugitivo de la sección de enfermos mentales- sugirió alguien.

Li y otros dos avanzaron hacia la puerta. Una flotante figura blanca corría hacia ellos.

-¡Dios mío, si es Ike!- exclamó alguien.

Ike movía las mangas de su pijama como si fueran alas.

-Puedo volar- gritó-, pero no puedo dormir.

Varios de sus compañeros lo sujetaron.

-¡Basta, Ike!-dijo Li, imperativamente.

-No comprendes- le contestó el otro con seriedad-. En este momento me dirigía hacia la terraza para despegar.

Le persuadieron para que volviera a acostarse, le pusieron una inyección en un brazo, lo encerraron en la habitación, y volvieron a su partida.

-Esto no se puede aguantar- dijo Saotome-. Estamos a treinta y dos grados al aire libre, y eso a medianoche. Este lugar es un infierno.

-Es un anticipo de lo que será el verano- Contesto Li. Tras de lo cual enjugó su cara con un cuadrado de gasa que sacó de uno de sus bolsillos, y contempló displicentemente el as de corazones y el rey y la reina de pica, que le pasaba su vecino de la izquierda.

-No queda otro recurso que sudar.

-No tendrías tiempo para darte cuenta de llo si te unieras la grupo de Tendo- dijo uno de los internos con una mueca de burla-. Estarías demasiado ocupado en medio del lío que te harías con los instrumentos. Cuando Tendo da con un buen caso cerebral, hasta el aire se detiene para oír sus impresiones.

-No permitas que se dé cuenta de que intimida- le aconsejo Li-. Dale en cada momento lo que necesite y Tendo te tratará bien.

-Eso es fácil de decir- afirmo Saotome-. Hay veces en que tocas su lado bueno, pero apuesto a que te dejaría parado en la primera ocasión que le oigas gritar.- A continuación cantó su jugada.

-¿Dónde esta Rei?- Preguntó Li, Estaba disgustado; la jugada que acababa de cantar su compañero suponía para él la pérdida de su dinero que equivalia a algo más de lo que ganaba en un día.

Hayes, un joven muy capaz de la sección de Rayos X, levantó la vista tras de estudiar sus cartas, y preguntó:

-¿Saben algo de Tieng?

-No

Un técnico imprudente de mi sección ha cometido una indiscreción y le ha mostrado las manchas esta tarde.

-¿El pulmón?

-Sí; una caverna en el vértice derecho.

-Yo creía que localizar la infiltación significa algo- dijo Li-. Resulta penoso creer lo contrario.

-Nada agradable desde luego. confirmó el hombre del G.U.-. Es el tercero de nosotros desde el verano pasado.¿Cuál es el porcentaje normal de tuberculosis entre los internos? No puede ser muy elevado.

-Alrededor del diez por ciento- le respondio uno, que pertenecía a la sección médica-. Aunque supongo que las autoridades de la casa no querrán que esto se haga público.

-¿Y qué podrá hacer el pobre diablo?- Pregutó Saotome.

-Probablemente se irá a China- respondió el de los rayos X.

-Y tratará de encontrar trabajo en un sanatorio- agregó amargamente el interno-. Con tal que pueda librarse de lo bacilos..., es lo mejor que se le puede desear.

Aquella vida era demasiado dura- Pensaba Li- . Perder los mejores años de la vida preparándose para ejercer una carrera y encontrase con que lo hecha a perder un hilillo rojo que aparece en los esputos (Tos). Y agradeció a sus antecesores el legado de su fortaleza física. En aquellos momentos la suerte parecía cambiar, le daban buenas cartas y se encontraba precisamente examinando sus posibilidades, cuando sonó el timbre del teléfono.

-Esto supondrá una molestia para alguien- dijo Saotome, tomando el aparato.

-¿El doctor Li? Sí; está aquí. Li, Harter quiere hablarte.

-¡Hola, Pee wee!

-¿Eres Li?- Este reconoció la voz chillona de Harter.- Estoy en la sala de urgencias; ¿Puedes venir?

-Claro que sí, maldito ¿Qué pasa?

-Algo que me parece una osteomielitis aguda. Acaba de entrar.

-Más vale que llames al residente de cirujía Takei Hishibara.

-No está; ha salido con su prometida.

-Entonces llama a Pan.

-No lo encuentran en ninguna parte.- La voz de Pee wee denotaba ansiedad.- Debes venir, Li- prosiguó en tono persuasivo.

-Concédeme tres minutos- respondió. Tras de lo cual volvió a la mesa, mostró su juego, dibidio las ganancias con Saotome y dijo:

-No cuenten conmigo para seguir la partida. Se está haciendo tarde.

-No para una osteomielitis aguda- terció Saotome-. ¿Piensas intervenir?

-Es mi ocasión.

En la sala de urgencia encontró a Pee wee inclinado sobre un pálido rapazuelo de cara aguda y gruesa naríz. Había comprensión y valor en la mirada de sus ojos. Una mujer lloraba en un rincón. Sus sollozos aumentaban al aparecer Li.

-Conténgase- dijo éste, poco amablemente-. De este modo no ayuda usted mucho al chico.

-Aqui tiene a Shong Tadei, doctor Li- dijo Pee wee.

Li golpeó afectuosamente el hombro del muchacho.

-¿Hay historia, doctor Harter?

-Mucho dolor desde anteayer. Hoy ha aparecido la imflamación y rubefacción sobre el extremo de la tíbia derecha, probablemente en la articulación de la rodilla.

-¿Te hago daño Tadei?- Li apretaba suavemente la parte hinchada y rojiza, justamente debajo de la rodilla derecha del muchacho. El chiquillo dio un respingo y contestó:

-Un poco.

Pee wee leyó la fórmula leucocitaría y añadió:

-Diferencial, noventa por ciento, y un cambio hacia la izquierda de Schilling. Temperatura, treinta y nueve cinco.

-¿Y los rayos X?

-No muestran nada.

-No- dijo Ran-, no lo esperaba en una osteomielitis aguda.- Y al decir esto mantenía la radiografía a la luz.- Talvez haya algo turbio alrededor de la Tibia. Probablemente empuja periostio hacia arriba.

-Así. ¿Ratificas que se trata de una osteomielitis aguda?- insistìa Pee wee, orgulloso de su habilidad para el diagnóstico.

-No puede ser otra cosa. Lo has hecho bien, Pee wee. Creo que deberías llamar otra ves a Takei

Pasó al vestíbulo y pidió comunicacion al departamente de Hishibara. Esta vez lo encontraron.

-Tenemos aquí un caso de osteomielitis aguda, Takei- dijo Li-, en la tibia.

-¿Está seguro de que se trata de eso?

-Absolutamente. ¿Quiere que lo subamos a la sala de operaciones?.

Se produjo una corta pausa.

-¿Es nesesario operar esta misma noche?

-Cuanto antes mejor. Está a punto, y el retraso sólo significaría una mayor destrucción del hueso.

-Comprendo.- Hubo una nueva pausa-. ¿Por qué no lo hace usted?

-¿Yo?- contesto Li sin respiración-. Pero ¿cree usted que puedo operar?

-Claro que puede hacerlo. ¿O acaso no se siente capaz?

-Sí que puedo; desde luego que puedo.

-Pues, adelante. Si alguien le pregunta por mí, digale que estoy enfermo...

Li colgó el teléfono y volvió a la sala de urgencia. Trató de dar a su expresión y a su voz el aire más natural al decir:

-Que esté todo preparado en el quirófano. Pee wee, vamos a abrir eso.

-¿Viene Hishibara?

-No; lo haremos tú y yo.

-¡Vaya!- La gruesa cara de Pee wee relucía de satisfacción- Eso está muy bien.

-Hay algo de pus en derredor del hueso.- Li se dirigió a la madre.- Tendremos que operar.

La gruesa mujer movió su cabeza haciendo un signo de afirmación. Largos años de ralación con el dispensario del hospital la habían convencido de que auellos muchacho de chaquetilla blanca merecían que se confiase en ellos.

-No te haré daño. Tadei- decía Li al niño mientras en la camilla con ruedas lo conducían al quirófano. La boca del pequeño temblaba como si estuviera apunto de hacharse a llorar.

"No hagan demasiado; drenar el pus y basta." Li recordó estas palabras que volvian a él como una inspiración y le daban confianza, mientras observaba cómo Pee wee pintaba con un antiséptico la pierna del muchacho.

"Supongamos que no encuentro pus", se preguntaba. ¿Estará la infección realmente en la articulación? Tal vez estuviera indicado cerciorarse antes haciendo una punsión, pero ello podría dar lugar a que se extendiese la infección. ¿Habrá en aquel lugar vasos sanguíneos y nervios importantes? un millar de pensamientos contradictorios se daban cita en la cabeza de Li cuando extendío los brazos para que la enfermera le pusiese la bata. ¿Estarían las enfermeras pendientes de ver si se encontraba nervioso, o de si su mano se equivocaba? La encargada del instrumental le sonrió infundiéndole confianza, desde el lado de la mesa donde las herramientas se encontraban ya preparadas. Hacia años que había pertenecía al turno de noche del quirófano y había visto a muchos jóvenes internos salir airosos de sus apuros, bajo el haz de aquellas luces blancas, en las horas quietas de la madrugada; en esas horas en que los ayudantes no parecen mostrarse ansiosos por acaparar todas las buenas operaciones posibles para ganarse la permanencia en el hospital. Es el único momento en que los cirujanos jóvenes de cierta importancia, sin tener encima vigilante mirada de ningún superior que los atosiga con instrucciones y acaba por ponerlos nerviosos.

-¿Lista?

Li pregunta a la anestesista, y ella asintió con la cabeza.

Tomó bisturí. Al otro lado de la mesa de operaciones, Pee wee oprimía con torpes manos una esponja. El nerviosismo que demostraba Pee wee al hacer de ayudante por primera vez, le permitía darse cuenta, después de todo, de que él tenia tras sí un largo entrenamiento, si bien no tanto como para confiar ciegamente en que todo saldría tan satisfactoriamente como si hubiese sido un residente, ya que estos hacen varias operaciones al día. De todas formas era posible que en lo sucesivo interviniese más a menudo. No había peligro alguno en la operación de osteomielitis: era lo mismo que abrir un divieso, sólo que a veces se hacía nesesario perforar el hueso.

Hizo un corte con mano firme. Un chorro de pus sanguinolento empapó la esponja que mantenía en la mano; esto quería decir que había abierto por el sitio justo. No era necesario hacer nada más. Recordaba las palabras de Ming: "No hagan demasiado; drenar el pus y basta" Metio la gasa en la herida y la cubrió con algodón.

-Ya esta- dijo-. Después procurarse que quede como nuevo. Conseguiremos que puedas jugar al fútbol, Tadei.

-Todo ha ido bien, Doctor Li- dijo la enfermera mayor. Li se preguntó por un momento si había algo de sarcasmo en su voz, pero una mirada a los ojos sonrientes de ella le convenció de que la expresión había sido sincera. Las enfermeras aprendían muchas cosas en el transcurso de los años que pasaban en las salas de operaciones. Ella se dio perfecta cuanta de que Li había hecho con exactitud lo que había que hacer, sin cortar más de lo que debía, ni extender la infección, y sin destruir el hueso, que tenía así posibilidad de subsistir normalmente, ya que el pus había desaparecido.

Poco después, en el lavabo, cedió la tensión. Toda la emoción y la escenografía que él había pensado rodearía a su primera operación había quedado reducida a una incisión y a un drenaje. Nada dramático, ninguna inyección urgente que actuase de estimulante, mientras se luchaba por conservar la vida en un cuerpo debilitado. Ninguna enfermera guapa de sugestivos gestos y mirada admirativa que le transmitiera sus alabanzas. Sólo él y Pee wee, con una enfermera de cabello gris y otra con cara de torta para encargarse de la anestesia, realizando una rápida incisión en una zona hinchada; y nada más. Sin embargo experimentaba la satisfacción de haber sabido lo que se debía hacer y, lo más importante, lo que no se debía hacer.

Realizar la primera operación - Pensaba Li mientras se despojaba de su bata- era algo semejante a obtener la licenciatura. Ambas cosas estaban rodeadas de cierta ceremonia, de una especie de exitación anticipada, y luego se producía la reación. ¿se sentiría igual después de cada intervención, cuando estuviera ejerciendo? Le satisfacía mucho el darse cuenta de que no había experimentado ninguna duda, ninguna vacilación, al enfrentarse con la prueba. Seguramente debía de encontrase por encima del nivel medio de los internos; en caso contrario, Takei Hishibara no hubiera confiado en él.

Sería bonito ascender, pensaba mientras escendía un cigarro, convertirse en residente, dar luego el paso final, y poner un letrero en la puerta de su casa que dijiese: "Doctor Shaoran Li, Cirujado residente" Todos sus años de arduo aprendizaje habían tendido a ese fin. ¿Y si fallaba? Bien, valía más no pensar en ello. Y después, ¿que? Que el futuro se desarrollara por sí solo. Todo había sido monótono, incesante y duro; pero no lo había vencido.

Esta nueva confianza en sí mismo produjo en Li cierta relajación. Y no se preguntó por qué había sido presisamente él uno de los componentes de la media docena de internos afortunados que habían recibido una invitación, bellamente grabada, para asistir al acto de inauguración del laboratorio de sato y la subsiguiente recepción. Al menos podía ir convenientemente vestido. Su reducido salario se vería aumentado con el suficiente número de blancos uniformes, frescos y limpios, que proporcionaba el hospital. La figura atlética y el porte airoso de Li era el propósito para este tipo de indumento.

-A divertirse, ¿Eh?- le preguntó Eriol Hiraguisawa, con quien se encontró en la escalera, mientras mostraba su genial sonrisa. Vestía Smoking y corbata negra.

-Sólo por una vez, y la verdad es que no sé exactamente a qué se debe. ¿Vas tú también a Sato?

-Sí.- Los alegres ojos de Eriol se agrandaron por la sorpresa.- ¿Tienes invitación? ¿Quién es tu Padrino?.

-Sería precisa una investigación para averiguarlo. La verdad es que no lo sé.

-Yo estaré sólo un instante. Tengo una cita en El Country Club.- Hablaba con un tono inconfundible de desdén. Eriol opinaba que las fiestas oficiales no deben ocupar gran parte de nuestra existencia. Había logrado introducirse fácilmente en la vida mundana de la ciudad.

En los labios de Li temblaba una pregunta: Hubiera querido saber si iba a encontrarse con la muchacha de ojos verdes, con la que lo vio bailando en el Club de Enfermeras, pero comprendió que la pregunta era inoportuna. Eriol no hablaba de su vida fuera del hospital. No se había convertido en un Snob, pero la verdad es que se movía en un ambiente distinto del de sus compañeros.

Se sucedían monótonos discursos, a los que prestó animación una charla de cinco minutos de Feng. Sato leyó una larga y enfática dedicatoria que pareció molestar a Li más que a los sistentes, atentos e indulgentes, no sólo a causa de la generosidad de sus donaciones, sino debido también a que todos sabían que su mujer, una neurótica incurable, se encaminaba lentamente hacia la locura en una de las más costosas habitaciones de un edificio situado en la cera de enfrente. En medio de la lectura, Li se dio cuenta de que Tomoyo Daidoji se encontaba entre los invitados que ocupaban el estrado. Su rostro estaba vuelto hacia él. Se preguntó cuando se dio cuenta de que le sonreía desde lejos, en la recepción posterior. Entonces fue a su encuentro.

-Me alegro de verlo nuevamente- dijo ella con su suave acento en el que había un leve matíz exótico.

Li respondió galantemente:

-No sabía por qué había venido. Ahora lo sé.

-Supongo que habrá venido porque tenía una invitación especial. ¿O acaso no la tiene?

-Recibí una elegante invitación; pero ¿Por qué especial, y por qué a mí?.

-Su nombre fue puesto en la lista porque yo lo pedí.

Li estudiaba la cara pensativa y los ojos serenos de Tomoyo.

-Aún no comprendo la razón- Dijo con aire de sincera incomprensión.

-Entonces es usted un tonto- replicó ella con un brillo fugaz de animación-. Ya le dije que volveríamos a vernos.

-Eso es muy halagador para mí.

-¿Desea saber noticias interesantes? ¿Buenas noticias en lo que a usted se refiere?

-Todo el mundo desea saber las noticias buenas que le conciernen.

-Está usted en la lista para ser nombrado ayudante.

-¿Yo?- Exclamó Li-. ¿Cómo lo sabe usted? ¡digame!...- Y como ella le contemplase con ojos inescrutables, sin contestar, él se exusó:- Perdone mi exitación, pero es que me interesa todo...

-No tiene importancia- agregó ella con indiferencia-. Se obtienen informaciones por diversos conductos, a veces coinciden. esta es auténtica.

-Dios quiera que sea así- Exclamo Li con fervor.

Tomoyo sonreía ligeramente, con una sonrisa pensativa, al decir:

-Resulta emocionante hallar a alguien que tenga interés apasionado por algo en estos tristes días.

-¿Ha dicho usted tristes?

-¿Le sorprende?

El muchaco estaba considerando la refinada elegancia de aquella mujer; su conjunto, semejante por el brillo a una antigua porcelana china.

-No puedo imaginar que la vida resulte triste para usted.

-¿No puede usted? Piénselo.- Esto resultaba extraño dicho por ella.- O mejor, no se preocupe.- Y cambiando de tono, agregó:- Ha llegado la hora del deber, me refiero a ciertas personas con las cuales tengo que ser cortés. No lo veré de nuevo esta noche. Au revoir.

Hasta que se hubo alejado, Li no comprendió que la despedida había sido dicha con intención. Al menos tenía la esperanza de que así fuera. ¿Qué era lo que realmente sabía acerca de su nombramiento de ayudante? Había hablado como si estuviera segura. Aunque esta seguridad formaba parte de su persona, hablaba y se movía con serena confianza; se trataba de algo inherente a su personalidad que él percibía de modo vago pero indudable a travéz de sus maneras y de sus trajes. ¿Cómo lo tomaría ella si fuera a visitarle cualquier tarde? Pero era preferible no hacerlo. Había algo inexplicable en torno a Tomoyo Daidoji, que aconsejaba dejarla a ella la iniciativa del próximo paso, si es que éste había de darse.

Bien; podía gozar de una noche de descanso. Era una suerte que fuera sábado. Los heridos de botellazos, de arma blanca y de pistola comenzarían a amontonarse en los barrios pobres alrededor de medianoche. a partir de aquel momento se desarrollaría un buen programa de educación práctica.

Es gracioso- pensaba mientras se dirigía lentamente hacia su habitación, situada en el edificio de la Administración- la presión que el hospital ejerce sobre uno y el dominio que alcanza. Nos alimenta, nos viste y nos paga lo justo, por trabajar noche y día, exponiendonos constantemente a una infección, operando miembros hinchados por la gangrena, que, deslizandose sobre el bisturí, puede infectar cualquier herida que se tenga en un dedo y enviarnos a la eternidad. Tal era el caso de un colega quien, accidentalmente, se pinchó en un dedo con una aguja mientras estaba atendiendo el parto a una mujer. No se dió cuenta de nada hasta pasados unos meses, al aparecer en su piel una erupción cuyo origen no estaba claro. La reacción de Khan reveló la terrible verdad. Había transcurrido un paso de varios meses, durante el cual las espiroquetas se habían apoderado de todas las partes de su cuerpo. Y ahora nesesitaba de un tratamiento de dos años, con inyecciones intravenosas semanales de neosalvarsán, preguntándose a cada momento si se desarrollaría la terrible dermatitis que a veces produce el arsénico y que hace que la piel cambie por completo y lentamente, no de una vez, como ocurre en las culebras, sino de una manera semejante a como ocurre con los leprosos, capa por capa, lámina por lámina, sufriendo mientras tanto todas las torturas del infierno

En el intervalo entre una serie y otra de arsénico, tenía que ponerse en los glúteos inyecciones de bismuto. Probablemente se curaría, pero habían pasado varios meses antes de que la enfermedad pudiera ser diagnosticada, aumentando con ello la posibilidad de complicaciones. Se vería siempre atormentado por el temor de que en años venideros, podría infectar a la muchacha con la cual se casase, o de que su mirada podría perder agudeza visual si los microbios se localizaban en los nervios ópticos. A los cincuenta años podía suseder que cualquier día se encontrase formulando planes magníficos sin conexión alguna con la ralidad, que lo empujasen a formar parte del mundo alegre y confiado de los que padecen manía de grandezas. Los especialistas lo examinarían, analizarían su sangre, le harían una punción lumbar, la prueba del oro coloidal, se mirarían unos a otros significativamente. "Probemos la fiebre artificial" -dirian-; o "tal vez responda a la malarioterapia". Durante los intervalos, cada vez más cortos y menos frecuentes de lucidez, se daría cuenta de que se había destrozado, de que su vida era un montón de ruinas, por el simple pinchazo de una aguja mientras estaba haciendo cuanto sabía y podía para que naciese con más facilidad el niño de una mujer cuya prole tal vez y solo tal vez llegara a costarle al estado mucho dinero, mientras cumplía sentencia en las prisiones por homicidio o robo.

A veces, Li se preguntaba si todo aquello valía la pena. En realidad estos pensamientos solo acudían a su mente cuando había tenido un trabajo especialmente duro y sentía cansancio de cuerpo y alma, o había perdido algún paciente por cuya vida había luchado hasta el último instante. ¿Valía la pena los años pasados en la Facultad y los hospitales, sólo casi para ir pasando? Si la respuesta era afirmativa, entonces más años para crearse una larga experiencia, atendiendo los casos que otros médicos no querían para sí, debido a que saben que no cobrarán. Finalmente ya tienes práctica y te haces socio del Country y del Rotary Club. Si se resulta elegido para formar parte del cuadro directivo del hospital más importante de todo Tokyo, es posible adquirir una bonita casa y una esposa de lujo. A partir de ese momento ya estás lanzado y empiezas a visitar a los nuevos cirujanos que abren lujosos consultorios en la ciudad y comiensan a hablar de reuniones médicas, de nuevas operaciones que no ixistían en la época en que estudiaste en la facultad, con el temor de que se lleven los mejores clientes. Los éxitos profesionales serán considerados como algo sin importancia, perfectamente natural; pero los fracasos serán obligado tema de conversación en las reuniones de los jueves en la tarde en el Club y otros lugares por el estilo.

En una de estas crisis depresivas, caracterisadas por la ipersencibilidad temperamental, caminaba Li a lo largo del oscuro corredor, a primera hora de la mañana, recordando que la noche anterior sólo había cenado a medias. El comedor no estaba todavía abierto. De todos modos, decidió que el sueño era preferible al alimento. Mientras tanto podía recurrir a algunas provisiones que se guardaban en una alhacena, para los trabajadores de las últimas horas.

A distancias regulares se encontraban corredores laterales que partían del pasillo central y conducían a cada uno de los departamentos del gran hospital. Transitaban pocas personas en aquellos momentos por los corredores y el vestíbulo, una vez hecho el cambio de turno de las enfermeras de las siete de la mañana. Pasó una camilla sobre silenciosas ruedas de goma, con el encargado de la anestesia a la cabeza, vigilando la pálida cara del enfermo.

Una esbelta y pequeña figura vestida de blanco que salía apresuradamente de uno de los pasillos laterales, chocó contra él con sorprendente fuerza, haciéndole tambalearse. Con involuntario gesto, la mano de Li asió la bandeja que llevaba la muchacha, rociándose la muñeca con una solución hirviente de ácido bórico. No pudo contenerse.

-¡Maldita sea! ¿Por qué no mira usted por dónde va?

-¿Y por qué no mira usted? - respondío la enfermera con la misma entonación.

Mirando hacia abajo, Li vio una cofia dura e inmaculada, con una banda negra a travéz de la parte superior, que no era el acanalado tocado de las enfermeras del hospital. La tela almidonada oprimía las ordenadas ondas de su cabello, castaño claro, pero, en varios sitios, un rizo rebelde rompía la monotonía del conjunto agregando una nota personal. La mirada de Li fue a encontrarse con los ojos verdes de la muchacha, que brillaban con el ardor de la discusión.

-¡Oh!- exclamó él, demasiado atontado por el insomnio para elegir bien sus palabras-, usted es la chica del doctor Eriol Hiraguisawa.

Una de las voces más glaciales que haya persibido jamás un oído humano respondió:

-Yo no soy "la chica" del doctor Hiraguisawa.

Li rectificó en seguida:

-No, claro que no - murmuró-. Lo que yo quería decir es que usted es la chica a quien vi bailando con Eriol en el Club de enfermeras.

-Pues yo no recuerdo haberle visto nunca.

Sus ademanes y su actitud denotaban claramente que, por ella, el dudoso placer se hubiera retrasado indefinidamente.

-Nunca hasta ahora- aclaró el interno.

La muchacha arregló su bandeja.

-Buenos días, doctor- dijo con aire estirado, y echó a andar llevando la barbilla innecesariamente alta.

Un pequeño demonio, pensó Li. Encrespada así cuando era ella la que se había presipitado sobre él. Aunque quizá fuera suya parte de la culpa, ya que estaba tan interesado por la camilla que pasaba en aquel momento, que no prestaba atención a ninguna otra cosa. Tal vez no fuera mala idea ir a buscarla y decírselo. Pero ¿dónde encontrarla? Su atavío demostraba que no era de ese Hospital. Probablemente se trataba de una externa dedicada a las funciones de orden general, de las que siempre abundaban ahí. Podía contarle lo sucedido a Eriol de una manera amistosa y sin darle valor. Tal vez él le dijiera lo que quería saber, o tal vez no. Pero acabó por no dedicar más atención al asunto. Estaba demasiado ocupado para pensar en enfermeras, y era demasiado pobre para invitarlas a salir con él. Sin embargo, no podía borrar el hecho de que la había recordado vivamente durante casi un año, después de una sola mirada de ella. ¿Qué le pasaría, pues, con otra mirada? Lo mejor era apartarse. ¡Qué diablos! No era cosa de volverse romántico porque una cabeza castaña y temperamento batallador cayese sobre uno. Debía permanecer despierto. Lo que necesitaba era comer.

Notas del autor: Hola a todos, de nuevo aqui con otro capitulo largo, y en el que porfin aparece Sakura, a partir de este capitulo las actualisaciones no van a ser muy seguidas como hasta ahora pero prometo que no tardaran mas de una semana.

Todas las operaciones que puse y los tratamientos fueron los que se utilisaban algun tiempo atras ecepto las operacion de ostiomielitis que aun se sigue practicando así, aunque con nueva tecnología.

El proximo capitulo va a ser enfocado un poco más en lo que respecta con la vida de Sakura.

Todavía tengo una duda con respecto al personaje que va a ser uno de los malos pricipales de este fic, tengo pensado que sea Touya ya que siempre le hace la vida imposible a Li, pero no es muy seguro todavía. Si a alguien no le gusta que Touya sea el malo mandenme un Review.

Por cierto gracias Naguchan por los review aunque son cortos siempre dan annimo a seguir adelante

Capitulo cuatro: La enfermera Sakura Kinomoto