Ellos dos

Sin saber que aquella sería la primera de muchas noches cenando en aquel bar, John y Mónica se sentaron a una de las mesas, a la espera de que la mujer que les había embaucado llegara con las sugerencias del día.

-¿Crees que sospechan algo? – casi susurró John. – La mujer ha insistido en que nos quedemos, puede que quieran avisar a los federales.

-Déjame que te diga, querido colega de ex trabajo, que estás paranoico – replicó Mónica mientras sostenía la mirada de aquellos penetrantes ojos azules. A veces John llegaba a darle miedo.

Poco más pudieron hablar porque la mujer no tardó mucho en presenciarse a su lado, dispuesta a tomar nota de sus pedidos.

-¿Qué les trae por aquí, forasteros?

John creyó que a la mujer se le había llenado la boca llamándoles así. Seguramente era una frase que le gustaba repetir, aunque, vista la afluencia de gente a aquel garito, seguro que no tenía muchas oportunidades de soltarla. Se había quedado a gusto, eso estaba claro.

-La comida – aseveró él con una sonrisa que evitaba la verdadera pregunta y le devolvía la sorna.

-Ya… – rezongó la mujer. – ¿Qué van a querer?

-¿Alguna sugerencia? – preguntó Mónica.

-Las hamburguesas…

-¿De pan normal? – interrumpió John.

-No – comenzó con tono sarcástico la camarera, – vienen dentro de un croissant – remató haciendo especial hincapié en el acento de la última palabra. – ¡Pues claro que en pan normal! ¿Cómo demonios quiere que sean? – continuó sulfurada.

-Con gofres – replicó John de inmediato.

Un rebufo de Mónica siguió a la frase de su compañero. Los gustos culinarios de aquel hombre habían sido ya discutidos en más de una ocasión por los dos. Demasiadas veces comieron juntos, al principio sólo por estrictos motivos de trabajo, más adelante por eso y por amistad. Pero la camarera quedó intrigada con la sugerencia y, tal vez queriéndole devolver el comentario con el que se dio a conocer, le propuso que pasara a la cocina a comentar con su marido los pormenores de aquel plato.