Un futuro
Fue así que, casi sin quererlo, John y Mónica pasaron aquella noche en casa de los dueños del bar. Habían creado una mutua empatía y no necesitaron mucho más para empezar a conocerse.
De alguna forma extraña, las ansias de fuga con las que John había llegado a aquel lugar la noche anterior se desvanecieron y, a falta de recursos económicos con los que seguir adelante, él y Mónica decidieron que lo mejor sería deshacerse del auto, cobrar lo que pudieran y pasar en aquel páramo perdido de la mano de Dios el tiempo suficiente como para que les dieran por muertos.
No resultó difícil encontrar a alguien en la villa dispuesto a quedarse con el carro, ni que no pusiera pegas a su dudosa procedencia, ni que tardara en darle otro aire que lo camuflara respecto al original. No sería un coche de campo, pero era un buen coche y no pedían tanto por él. Tampoco les costó amoldarse a aquel estilo de vida, lejos del que llevaban, justo el que necesitaban.
Y fue así como John comenzó a trabajar de cocinero en "La Cantina", dando merecido relevo al dueño del local. Lo que tardó un poco más en salir a la luz fueron las habilidades como vidente de Mónica, pero ya se sabe, un día haces algo como favor y atinas, le sigue el boca a boca… Y, a los pocos meses, aquel antro comenzaba a ser de nuevo un buen punto de reunión para la gente de la villa. Además, desde el incidente de la noche en que llegaron los dos forasteros, ningún villano se había atrevido a robar aquél sitio.
Quizá lo más curioso de toda esta historia, es que el matrimonio del bar había tomado a los dos fugitivos como pareja y, aquella primera noche, les habían dejado dormir en la que fuera habitación de su hijo. Desde entonces en adelante, nadie en el pueblo se había cuestionado que aquel otro matrimonio que ahora trabajaba en el bar no lo fuera, siendo tanto que, contactadas las instituciones del pueblo, fueron convencidas, por la pareja primera, para que confiaran en su palabra e inscribieran a aquellos desconocidos como matrimonio en el padrón. Alegaron que después de sufrir una terrible catástrofe, aquella pobre pareja lo había perdido todo y sólo podían apiadarse de ellos.
Para crear identidades nuevas, aquella gente funcionaba mejor que el FBI. No había quien por piedad y compasión, primero hacia los dueños del bar, por la muerte del hijo, y después hacia John y Mónica, por el dantesco panorama que les habían pintado, les negara algo. Así que con un par de nuevos nombres y un nuevo estado civil conseguido sin boda previa, los antiguos agentes se encontraron cohabitando. Y no es que les importara, ya me entendéis… Pero no pienso describir aquí escenas maritales, cuento esta historia tal y como llegó a mis oídos, por si algún día vais por la villa. Recordad, "La Cantina", donde hacen las mejores hamburguesas con gofres de todo Nuevo México. Preguntad por la vidente, acierta, en serio.
Ah, por cierto, si el Gobierno os interroga sobre esta historia, negad todo conocimiento.
